El mensajero entró en la sala con cautela. La habitación estaba completamente labrada en piedra. Incluso había estalactitas y estalagmitas en el techo y el suelo, aunque colocadas de forma casi decorativa. La decoración era más bien escasa; ni siquiera había ventanas, aunque no hacían falta bajo tierra.
Nagorr estaba sentado en un trono también labrado en piedra y recubierto con un manto rojo de aspecto aterciopelado. El trono se encontraba sobre una plataforma de piedra que hacía que el parvus estuviera por encima del mensajero, pese a su corta estatura.
- ¿QUÉ TE HA TRRRAÍDO HASTA AQUÍ? -bramó Nagorr estrechando los ojos.
El mensajero tragó saliva y vaciló, llegando a dar un corto paso atrás, observando atemorizado el enorme martillo que el hombrecillo portaba en la mano derecha.
- Se... Señor Brumm... Tra... Traigo un mensaje... Es requerida su presencia en el Pa-Palacio Brönte... Y... yo...
Nagorr interrumpió al hombre levantándose de un energético movimiento.
- ¡¡DEJA DE BALBUCEARRRR!!
El mensajero dio un respingo, palideciendo.
- Señor... Yo...
La caja torácica del parvus comenzó a moverse arriba y abajo con fuerza mientras sonoras carcajadas escapaban de su boca, abierta de par en par.
- ¡Es brrroma! ¿No conoces el famoso sentido del humorrr parrvus? He visto el escudo que porrrtas -. Sonrió mientras señalaba el escudo de Fulmen que el mensajero llevaba-. No te prrreocupes. Estarrré en el Palacio en un perrriquete. Puedes rrretirrarte.
El parvus se giró, dando la espalda al mensajero, y su sonrisa desapareció.
"Algo gorrrdo debe de haberr pasado" pensó.
Partiría cuanto antes.