Dormitorio principal de Aren Darvenwish

Es el dormitorio más espléndido de todo el palacio, tanto es así que ocupa todo el ala norte del palacio, contando con varias estancias y pisos, pudiendo llegarse a considerar una vivienda individual de clase alta. Tiene, entre otros, su propio recibidor, comedor, sala de estar, despacho, baños, sala recreativa, zona termal, biblioteca, zona de ejercicio, zona oscura... En este complejo unido al resto del palacio se encuentra también la habitación de Barthemius.
A mayores, cuenta con gran cantidad de pasadizos ocultos al igual que el resto del palacio, para uso exclusivo y como protección.

El líder Darvenwish descansaba en la amplia sala de baños de su cuarto disfrutando del silencio y el vapor con aroma mientras aspiraba el humo de su perfilada kiseru opiácea. Iba enfundado en su ligero albornoz de seda que resaltaba sus formas de manera sutil entre los suaves pliegues mientras su pelo estaba cuidadosamente recogido con un lazo alto y negro reluciente.

Sentado en una cómoda butaca, descansaba a la espera de su invitado, para el que poco tiempo tenía ahora que había regresado a su tierra. Reconstrucciones, funerales, llamadas a la calma... Se unían al papeleo habitual, ya de por sí denso. Además de que se había visto obligado a ampliar la presencia militar en algunas de las provincias lejanas y había empezado una nueva campaña de adiestramiento para un escuadrón de apoyo. Sin contar pactos de estado, visitas internacionales, tratos pendientes, deudas, préstamos, juicios, reajustes económicos, galas, peticiones... Los satos bailaban en su cabeza reorganizándose una y otra vez en sus respectivos lugares de almacenaje en su cerebro; todos bien organizados en la parte que correspondía a sus tierras. Por supuesto todavía rondaban en su cabeza los temas relacionados con Brontë y la encrucijada general, que seguían de forma más o menos clara algunas de sus predicciones. Sin contar algún que otro cabo suelto como resultaba la familia Price.

El hombre dio una intensa calada inundando sus pulmones y deseando embotar su cerebro. Sin duda, había momentos en los que deseaba actuar con frialdad total y acabar de un plumazo con cualquier tipo de importunio que le devanase los sesos. Obviamente, las cosas bien hechas no eran tan sencillas.

Pero al menos esos momentos de descanso le resultaban satisfactorios. A pesar de que no pudiese dejar de hilar acontecimientos y buscar soluciones rápidas y relaciones relevantes sin descanso, la droga y los aromatizantes ayudaban a adormilar parte de su actividad mental.

Estoy muy nervioso. Estoy... ¡EXcitado! Y citado al mismo tiempo. El tonto de Saltez no ha parado de romperme la cabeza durante todo el día con cómo debo comportarme con el Señor y ya me tiene hasta la coronilla.- Quita, pesado.- Digo dando un manotazo al aire intentando espantarlo como quien espanta a un mosquito molesto. Me va a enseñar a mi a tratar con Aren. Anda y vete a tu casa a quitarte ese moreno de chulo putas que tienes. ¡Qué mal me caes! ¡Qué mal!

Pataleo internamente pero ahora no es el momento de enfrascarme en una de las infinitas discusiones que tengo con Saltez día sí y día también.
Por su culpa tengo el trasero en carne viva debido a que siempre zanja las discusiones con un varazo en mi pompis. Idiota. Como me deje marca lo acribillo a leches.

Me ajusto el albornoz que se me ha dado y Tristán se acomoda entre la seda y mi pecho, agarrándose con cuidado encima de mi corazón.

Tengo la cabeza llena de números y estoy de mal humor. Me ha tenido ¡SEIS HORAS! haciendo cuentas. ¡CUENTAS! Odio los jueves. Toca matemáticas. Me voy a quejar. Y le bajarán el sueldo ya verás maldito ingrato.

El reloj me despierta de mis ensoñaciones de venganza y me hace agitar la cabeza y, bajo los empujones de mi tutor, entro casi dando un traspiés en la sala de los baños.
Maldigo a ese idiota mentalmente.
Sin embargo ahora mi mente se centra en la oscura figura del fondo. - Buenas... noches.- Digo con un hilito tenue de voz.
Está bastante oscuro y camino con suavidad, sin hacer apenas ruido con mis pies descalzos.

- Señor.- Digo quedándome detrás de él y deslizando mi albornoz por mis hombros y desatando el nudo, de modo que se abre dejando ver el contenido: tres dragones. Uno de carne y hueso, uno de tinta y otro sólo de carne.

Me muerdo el labio inferior, respirando el humo que brota de mi señor. -Qué recuerdos...- Susurro.

FDR: Silvanus, madre de dragones.

El líder sonrió para sí al escuchar el jaleo tras las puertas. al parecer el picis era un alumno bastante rebelde incluso para Saltez. Se mantuvo en silencio cuando la puerta se abrió tras de sí y escuchó al muchacho saludarlo y acercarse. No se movió más que para dar una nueva y lenta calada.

En cuanto el chico fue a desvestirse, el líder alzó la mano para que se detuviese.

—No te desvistas todavía, Silvanus. Ven, acércate —Ordenó con voz calma amable. En cuanto el chico estuve frente a él, los observó de arriba abajo con una sonrisa algo más amplia. Acercó su mano libre a su cara y lo acarició con suavidad.

—Estás perfecto. Tenía ganas de tomar un baño contigo. Hacía mucho que no teníamos tiempo para hacerlo —Tomó una suave calada y mantuvo el humo en su interior mientras lo miraba a los ojos como si quisieras ahondar en su interior. Luego dejó que saliese suavemente a través de su boca apenas abierta.

—Estoy al tanto de que ahora estás ocupado. Prefiero que así sea, no quiero que las horas se te pasen lentamente preguntándote cuándo volveremos a vernos. No es sano ni provechoso. Sírvete —Le tendió la kiseru. —No te preocupes, una vez conozcas lo básico no se te exigirá mucho más, pero hasta mi más bajo limpiabotas debe tener un nivel adecuado, espero que lo comprendas y colabores en tus lecciones. Más tarde te prometo que resultarán más satisfactorias —añadió, mirándolo un momento con una media sonrisa ladina y acomodándose en su butaca retirándose ya la parte superior del albornoz.

—Pero no hablemos ahora de trabajo ni responsabilidades. Quiero que este sea un baño que purgue nuestro cuerpo y mente, que nos limpie de toxinas... —Le tendió la manos para que se acercase y luego la puso sobre su pecho. La otra la acompañó. Lo acarició con calma subiendo hasta sus hombros y retiró el albornoz mediante sus caricias. Al tiempo, se levantó lentamente de su asiento, dejando su propio albornoz atrás y haciendo caer el del muchacho.

—Vamos, pequeño —Le ordenó, tendiéndole una mano con la que sostuvo la suya para dirigirlo hacia la amplia bañera.

El líder se adentró y se sentó recostado en el borde, indicando al muchacho que tomase asiento sobre sus piernas.

-Sí..- Digo asintiendo mientras me acaricia la cara. No puedo dejar de observar con mis dilatadas pupilas el humo que le rodea. Sin duda, le hace más mágico si cabe. Y más hermoso.

Le escucho con atención.- Es cierto señor. Saltez...- agarro con ciudado la pipa y fumo despacio.- Saltez...- Hace mucho. Más de un año que no fumo absolutamente nada y esta calada me hace pestañear un par de veces y olvidarme de todas las críticas sobre Saltez, haciendo que mi cuerpo se relaje en sobremanera. - De... acuerdo.- Asiento con una sonrisa tontorrona.

Noto sus manos en mi pecho y Tristán repta a mi espalda, dejando hueco al líder para tocarme. Adoro su tacto.
Trago saliva al sentir cómo me desviste y acabo por soltar el aire en una risa nerviosa cuando él se levanta. He hecho esto infinidad de veces. Estar a solas con Aren no es nada nuevo y sin embargo, es imposible acostumbrarse a esta sensación de vértigo infinito.

Sostengo su mano con firmeza mientras me guía a la bañera. Dejo que se introduzca él primero y luego lo hago yo. Obedezco y, en el más absoluto silencio (únicamente roto por el murmurar del agua y las gotas de nuestros movimientos) me siento a horcajadas sobre sus piernas.

Acerco el humeante elemento a sus labios mientras le repaso una mejilla en la noche.
En silencio, no digo nada y le retiro el kiseru no sin antes probarlo yo también, mientras me dirijo a su cuello para lamer suavemente su piel mientras el humo brota de mi cuerpo. -Señor...- susurro.- No satisfaga jamás hasta la saciedad sus deseos; así podré proporcionaros placeres nuevos.-Acabo apretando su espalda con mis dedos.

El chico permanecía tranquilo y sumiso,lo que hizo que el líder no dejase de dedicarle una sonrisa complacida. Quería ver al muchacho relajado, disfrutando de cualquier cosa que le presentase, olvidando cualquier tipo de preocupación ordinaria.

Dejó que se acomodase y que le tendiese la pipa, aspirando con deleite mientras no dejaba de mirarlo a los ojos y elevó el cuello dejando paso al chico, dejando salir el humo en un ligero suspiro complacido. Lo tomó por los hombros con cuidado y lo fue apartando suavemente, de nuevo con caricias suaves por su pecho y su cintura.

—Lamentablemente, jamás estoy satisfecho. Pero no temas por eso, el mero hecho de escucharte suspirar me complace enormemente. Pero hoy deseo hacer algo por ti —Indicó con una sonrisa pícara.

En su mano apareció una suave esponja que humedeció de forma lenta y sinuosa en el agua, apretándola lo justo para que contuviese la cantidad de líquido apropiada, y la llevó a la piel del chico. la pasó por su frente, le acarició con ella la cara. Bajó por su cuello, su clavícula y recorrió su hombro hasta caer de nuevo en el agua.

—Cuando te trajeron de vuelta de tu cautiverio, te lavaron y cuidaron a conciencia. Pero, de alguna forma, parece que no llegasen a limpiarte por completo —Continuó el trabajo, pasando la esponja nuevamente por su cuerpo, humedeciéndolo y acariciándolo con calma.

—Cuando te robaron pretendieron hacerte suyo. Pero eres mío, Silvanus. Y quiero que lo seas plenamente de nuevo. Es por ello que deseaba tomar contigo este baño. Fíjate en estas agua templadas llegan bajo tierra de los manantiales profundos de Caligo. Su tono azabache se lo aportan los minerales con propiedades beneficiosas para el cuerpo y el alma —Explicó, echando al muchacho algo más hacia atrás. A pesar de que parecía que el líder quisiera empujarlo fuera de su regazo hacia el agua, la espalda del piscis fue sostenida en el último instante por una especie de trono acuático que se había descubierto silenciosamente. El muchacho quedó parcialmente hundido, acomodado en el agua, de la que sólo sobresalía su cabeza, sus hombros, la parte más alta de su pecho, parte de su vientre y su entrepierna hasta ante de la mitad de sus muslos.

El líder se irguió para acercarse a su nueva postura y continuó pasando la esponja por su pecho.

—Por eso ahora te limpio con estas aguas, Silvanus. Voy a eliminar toda impureza que pueda haber en ti. Cada parte de tu cuerpo me pertenecerá de nuevo por completo —Susurró con una sonrisa habitual, acentuada, mientras repasaba una de las piernas del muchacho.

Sonrío ante sus palabras. - Suspiraré entonces para usted señor. Si algo está en mis manos para hacerle feliz, créame que lo haré. - Sin embargo su última frase me hizo pestañear un par de veces. Quizá hubiese escuchado mal. Prefiero guardar silencio.

Puedo comprobar entonces que su mano está ocupada.- ¿Quiere que yo le frot...?- Pero enmudezco de golpe en cuanto aquella esponja toca mi cuerpo.
Al principio me quedo mudo. Quieto como una estatua. Tan tenso, que tengo miedo a volverme piedra. Trago saliva en silencio y veo sus gestos con incredulidad y sin saber muy bien como debo reaccionar.
Mi experiencia me dice que, las veces que Aren hace algo desconocido o nuevo, lo mejor es dejarse llevar. Sin embargo me siento sumamente incómodo sobre todo cuando adquiero mi nueva posición. Mi respiración se agita y tiemblo. Una mezcla de excitación, temor y simple miedo a lo desconocido. Por otra parte, sus palabras ni son peligrosas ni sus gestos tampoco. -De... de... acuerdo.- Acierto a decir, temblando sobre el agua tan fuerte que emito pequeñas ondas por todo mi contorno.- Señor, de verdad que todo esto no es necesario si no quiere... no tiene que molestarse ni...- La verdad es que no sé qué debo hacer ni qué decir ni... nada.
Como casi siempre.

El líder no tardó en sentir la más que evidente tensión del muchacho y eso le produjo cierta diversión. El hecho de que el líder hacía lo que le venía en gana parecía resultar siempre abrumador cuando lo que le venía en gana era complacer a otros en lugar de dejarse complacer. Cuan equivocados estaban muchos respecto de sus predilecciones y, sobre todo, respecto a las acciones que llevaba a cabo.

Continuó acariciando y limpiando el cuerpo del muchacho con suma calma, cada vez más cerca de él, más pegado a él. En cuanto el chico se le ocurrió mencionar que aquello no era necesario, el líder ya estaba acomodado entre sus piernas y colocó el índice sobre sus labios, de forma que la esponja quedó apoyada en su mentón.

—Ssssh... Yo decidiré lo que es necesario —Indicó, ampliando una sonrisa ladina, maleficente casi.

Se aproximó al muchacho y lo besó en el mentón una vez retiró la mano de éste. Frotó  su pecho con la esponja y luego depositó un nuevo beso en su esternón y otros dos en cada pectoral, muy cerca de cada tetilla, pero sin llegar a tocarlas. miró al muchacho con deseo y acarició con su húmeda herramienta de juego su vientre, depositando un suave beso bajo su ombligo. Para entonces, el líder estaba casi cubierto por el agua, que oscurecía su cuerpo hasta el pecho.

—Todas y cada una de las partes de tu cuerpo me pertenecen, Silvanus. Y cada vez que te mires, cada vez que te vistas, que te laves, que te toques... Me sentirás sobre ellas —Los ojos del líder brillaron en un violeta momentáneo mirando fijamente al pequeño piscis. Entonces el hombre descendió hasta los muslos del muchacho. Acercó su cabeza a su pubis y la apoyó allí por un momento, respirando su aroma húmedo por el baño. Dejó que el aire caliente descendiese por su nariz hasta la piel del chico y se giró hacia el centro para levantar la cabeza suavemente apenas rozando el miembro del muchacho con su nariz. Subió con suavidad y descendió desde el otro lado; respiró su aroma y mantuvo el contacto suave durante el rato que recorrió cada uno de sus pliegues, entreabriendo los labios para dejar salir suavemente su aliento en según qué partes. Finalmente se dirigió de nuevo abajo, al centro del pubis y dedicó un suave beso para ascender acariciando su miembro con la barbilla. En su cumbre, brillante, húmeda, sonrió mostrando ligeramente los dientes y depositó un beso algo más largo y sonoro, separándose posteriormente de la zona.

Cuando el hombre se irguió pareció surgir del agua cual enorme sombra, más imponente de lo que podría parecer en un principio. Se acercó a los labios del muchacho sin llegar a tocarlos y son su mano nuevamente mojada acarició y lavó la entrepierna del chico.

—Ahora estás completamente limpio para mí —Le susurró en los labios, soltando su carne y llevando ambos brazos a la altura de la cabeza del muchacho, apoyándose al completo contra él al tiempo que lo besaba.

Trago saliva y asiento con algo de incredulidad y, por qué no decirlo, miedo a lo desconocido. Cada vez que la esponja me roza me hace sentir inseguro y nervioso. No sé si debo hacer algo o simplemente aguantarme las ganas de suspirar que tengo cada vez que sus tenues besos derriten la parte de mi cuerpo que tocan.

Casi sin darme cuenta, noto su boca en mi ombligo y me intento reincorporar un poco. Nooononono eso no está bien. Aren, eso no es para ti eso... a ti no te sirve para nada. No. Para. No sigas bajando. ¡Qué demonios haces! ¡Aaaah, aguanta Silvanus!
Mi respiración está tan agitada y la excitación es tan grande que casi sin más roce que el de sus labios, ni si quiera su lengua, hace que de mi entrepierna brote un líquido transparente que, de seguir así, podría convertirse en algo más violento.
Y no quería ser yo el que se corriese en la cara del hombre más poderoso de esta isla. -A-aren...- Se me escapa su nombre casi sin pensarlo y me muerdo la boca.- Se...ñor... pare. Yo...- No sé si para porque yo se lo acabo de pedir o porque simplemente ha acabado lo que iba a hacer. Sea como sea, lo agradezco eternamente porque unos segundos más y ya habría acabado y... me sentiría super culpable.
Ahora puedo respirar con más tranquilidad.
O al menos eso creí hasta que noto su entrepierna peligrosamente cerca de mi.- Limpio para usted...- Digo antes de corresponder al beso que me ofrece y que agarro con fuerza. Noto su peso encima mía y, sin embargo no me hundo. Es una sensación realmente extraña que me cuesta asimilar todavía.
Agarro sus hombros con ambas manos y me separo de él suavemente. -¿Qué quiere que haga, señor?- pregunto en un susurro que, aún a pesar de ser en voz baja, parece más alto de lo que es en realidad debido a la soledad y silencio de la enorme sala. - Haré lo que me pida...- Imploro.

El líder disfrutaba con las ligeras convulsiones del muchacho, sus suspiros y la tensión de su cuerpo contenido. No tenía muy claro qué diferencia había entre él y muchas otras vírgenes o mujeres de carácter similar que respondían de igual forma a sus gestos pero, fuese lo que fuese, el muchacho tenía un encanto especial.

Se aproximó a él por completo, de forma que sus cuerpos se solaparon y pudieron sentir sus pieles, surcadas por el agua que se colaba por los estrechos espacios. El silencio, la penumbra, el calor, la humedad y el tacto convertían el momento en un placer sensitivo e intenso, una magia que al líder se le daba mejor que ninguna.

El líder lo miró a los ojos con una sonrisa calmada, guardando en una comisura toda su lascivia y perversidad. Pasó una manos por el pelo del muchacho, apartándoselo de la frente.

—Hoy sólo quiero que me ames, Silvanus —Le dijo con tono edulcorado, pasando su bífida lengua desde su mentón a sus labios, abriendo las puntas en su recorrido hasta unirlas de nuevo en el corazón de su labio superior.

Separó ligeramente las piernas del chico y acomodó su entrepierna en él, rozándolo con suaves movimientos. Puso un dedo sobre sus labios, indicando el fin de la conversación y se situó para poder disfrutar del muchacho. una vez estuvo dentro de él, acarició sus hombros.

—Necesito que te vacíes para volver a empezar —Recorrió el torso del muchacho con las yemas de los dedos, trazando un sinuoso zig zag hasta sus ingles y rozó su miembro sutilmente, acariciando la cumbre formando pequeños círculos.

Su pelo húmedo me rodea como tentáculos cayendo alrededor de mi cuerpo y cara, obligando a mis ojos a verle únicamente a él.
Siento como sus palabras me penetran, sus labios me erizan el pelo de la nuca y como poco a poco se va introduciendo en mí. Ya no queda atisbo de aquella primera vez en la que sin compasión me hizo perder el conocimiento con rabia. Esta vez era distinto. Sentía el amor con el que se fusionaba conmigo.
Dolió, y no pude reprimirlo con un gesto arrugado y movimientos de piernas apretándole. Sin embargo ahora que le dolor se disipa, comienzo a derretirme, llevándome un dedo a la boca y gimiendo con desesperación porque aumente el ritmo.

Su petición es aceptada de inmediato y, con delicadeza, llevo una temblorosa mano a mi miembro para, tras asentir, rodearme con cuidado. No son necesarios más de un par de segundos (junto con su dedo juguetón) para vaciarme por completo y pedir disculpas al instante por si le he manchado o algo. Hablo entre jadeos.- Ya... está, señor...- Trago saliva, cansado.- Si...Siga.

Noto cierta molestia... después de correrme necesito descansar, no que comiencen a follarme. Sin embargo decido no decir absolutamente nada y aguantar la molestia.
Mi pene pierde fuerza, pero mis nalgas siguen en pie de guerra.

En cuanto el muchacho obedeció su orden, el líder dejó paso al chorro momentáneo apartando la mano y lo miró con deleite, manchado con su propio jugo. Poco a poco, se fue disipando en el agua. Lo observó durante un momento, fatigado y encogido, su gesto era dulce e inofensivo, sumamente impoluto. El líder no dio mucho más tiempo y comenzó a disfrutar de su carne.

[...]

Ambos estaban sentados en la enorme bañera, en una zona distinta. El líder apoyaba ahora la espalda contra el cristal que mostraba los bastos terrenos del palacio en penumbra y el piscis apoyaba la suya contra el pecho del líder caeruleus. Disfrutaban de la calma desde hacía rato.

—He programado una vista con la familia Price. Alexander Price pagará su delito con creces. Tendrás que presenciar su sentencia. Si lo deseas, podrás elegir su castigo. Uno de ellos al menos —Informó con calma, bebiendo de la copa que tenía en la mano.

Aren no tuvo mucha piedad conmigo durante el sexo. Y lo agradecí enormemente. No es que me gustase ser vejado, pues uno tiene su orgullo en el día a día. Sin embargo en la intimidad... podía permitirme y permitirle a mi compañero que me doliese incluso pues sentía cierto morbo placentero. Además hacía mucho tiempo que no estaba con Aren a solas y si quería hacerme sufrir follándome después de correrme (lo cual es realmente incómodo) no iba a ser yo el que se lo impidiese.

[...]

Siento como sus pulmones se llenan y vacían continuamente de aire mientras yo descanso mirando al infinito y contemplando la belleza de lo que se muestra ante mis ojos. Mi cuerpo está cómodamente colocado y parece que ambos disfrutamos de este momento de silencio y paz. Yo al menos, estoy en el culmen de la felicidad, con sus manos rodeando mi vientre y su quijada frotándome la cocorota.

Sin embargo una guindilla se cuela entre mis muelas cuando pronuncia aquel nombre. Por otra parte, ningún gesto visible brota de mi rostro. Continúo como si nada hubiese salido de sus labios, excepto por un espasmo que recorre mi gesto durante una milésima de segundo. - Lo deseo, mi señor.- Digo con voz calmada, manteniendo la calma en todo momento mientras mi interior es un maremoto de sentimientos horribles mezclados con miedo y presión que intentan salir por cada poro de mi piel.
Sin embargo, mi pecho aparenta serenidad.

Paso una mano por encima de la suya.- Le siento algo distante esta noche. O al menos, callado. ¿Demasiados problemas, señor? Sabe que puedo ayudarle en lo que guste. Puedo luchar y hacer recados.- Me ofrezco. No es que quiera obviar el tema de Alexander. Sólo que subconscientemente parece que quiera huir de aquel nombre.

El hombre esperó la respuesta del muchacho saboreando el amargor del líquido de su copa. Pudo notar su incomodidad, aun a pesar de parecer totalmente sereno. Eso le agradó. Aprender a mostrarse indiferente es fuerza. En cuanto el chiquillo sostuvo su mano y habló, él la soltó con sutileza y la apoyó sobre las del chico.

—Silvanus, no hay nada que puedas temer ahora. Aquí vives en el cascarón de un polluelo dentro del vientre de su madre. Alexander tendrá su merecido. La familia Price lo tendrá. Y tú podrás olvidar todo ese asunto que te atormenta de una vez y empezar de nuevo tu vida aquí —Completó, bajando la cabeza para besar el pelo del muchacho.

—Ya tendrás tiempo de servir a mis designios. Por ahora concéntrate en estar en perfectas condiciones para mí —El líder atrajo al muchacho más hacia sí, descansando contra el cristal.

Continuaron durante largo rato en los baños. El líder volvió a tomar al muchacho un par de veces, de la misma forma silenciosa y lenta, acompasada con el agua del lugar. La conversación era poco, pero no resultaba incómoda. Sólo las palabras justas eran suficientes para completar el apacible momento. Las horas de la noche fueron dando paso al final de la madrugada, que se alargaba en Caligo hasta bien entrado el medio día.

—Hoy dormirás conmigo, Silvanus. Tras esta mañana estaré bastante atareado un buen tiempo. Disfrutaré contigo estas horas. No temas, vendré por ti en cuanto tenga un nuevo momento —Aclaró con sus paladeadas palabras.

Ambos se retiraron del baño y fueron secados y aseados por dos sirvientes. Luego ambos se dirigieron al dormitorio del líder, donde las horas de oscuridad trascurrieron entre más sudor sábanas hasta que el muchacho quedó exhausto y repleto para la temporada que se avecinaba.

El líder acunaba a la niña en sus brazos, calmando su desazón mientras se preguntaba qué soñaba o qué sentía para sobresaltarse de esa forma. De alguna forma le complacía pensar que salía a él en el poco gusto por el sueño. Sería enormemente inteligente y trabajadora, siempre alerta. Acercó su boca a la frente del retoño y la besó largamente, mientras ya apenas hacía ruido.

—Ya tendrás tiempo de ver los terrores de este mundo, ahora descansa y hazte fuerte —Susurraba en su oído, acunándola con suaves movimientos de su cuerpo. Aquella pequeña bola de carne se había convertido en su mayor tesoro y eso le resultaba muy irónico.

Miró al horizonte, donde el sol ya apenas dejaba rastro, sabiendo que en breves tendría que dejar que la niña descansara un poco más para atender a sus tareas. Aquellos atardeceres a su cargo se habían convertido en una tarea gustosa, donde él y su hija podían compartir algo privado y silencioso. Chris era la única mujer que dormía ahora en su dormitorio, a excepción de alguna noche que lo acompañaba la madre de la criatura, y aún así solo estaba tranquilo cuando él era el único que velaba por su descanso. Era como los viejos dragones, que nunca caían en sueño profundo por vigilar sus tesoros.

Cuando la niña volvió a dormir profundamente, el líder se detuvo a para admirala un momento más. Era tan blanca y perfecta que parecía intocable. Dedicó una última caricia a su pequeña cara y la dejó descansar en su cuna.

—Nos vemos pronto, mi cielo. Papá tiene que seguir el circo que entretiene a los burócratas —Se besó las llemas de los dedos y se las pasó desde a frente a la nariz. Luego dejó entrar a la niñera mientras se iba a que lo acicalasen.