Ayudando en la limpieza

El hombrecillo tembló un poco ante la respuesta de Cierzo, pero asintió de todos modos, bajando la vista, nervioso. Llegó a esbozar una sonrisa que era, más bien, una mueca, algo apesadumbrado.

-Buscaré la forma... -terminó por decir, para sí, antes de retomar la conversación principal-. Aunque si eran ellos, también me matarán por haberme quedado con una...-. Alzó entonces los ojos hacia el aether, algo resignado-. Contactaron conmigo un día. Era de noche y fui al almacén a dejar algunas telas cuando aquel hombre me encontró. Vestía una capa y no me reveló su rostro, pero sí el dinero en efectivo... Me lo daría si me dejaba meter allí un cofre, en aquel momento, así que accedí. A partir de entonces, se repitió algunas veces, aunque no más de una cada mes, y menos a veces...-. Carraspeó, respirando cansado-. Y, desde entonces... No ha pasado ni un año. Diez meses, creo... Y... Recientemente encontré que la puerta del almacén estaba forzada, un par de noches. Fue antes de los escorpiones... La abrían, pero no faltaba nada. Pensé que podría tratarse del cofre y lo abrí. Entonces vi las cuatro bolas y cogí una por... curiosidad, supongo. Luego aparecieron los escorpiones y comprendí que mientras estuviesen no podría devolverlas a su sitio-. Se llevó la mano a la cara, agobiado-. El hombre podía venir en cualquier momento... Y no podía imaginar qué pasaría si se encontraba conque había hurgado en sus cosas. De modo que busqué todos los medios posibles para deshacerme de esos animales y... antes de lograrlo...

Jadeó, cansado.

El hombre bajó la vista, serio. Negó un par de veces.

-No. La primera vez era uno y luego otro distinto cada vez. Siempre llevaban una marca reconocible, una insignia verde... ¿Tiene algo para escribir...? Le haré un dibujo, más o menos...-. Tras encargarse de aquello, siguió hablando, con voz pesada-. La puerta no estaba forzada, pero no me parece extraño... Quiero decir. Hay mucha gente que sabe abrir puertas si tiene el tiempo suficiente, señor Cogo... Y aunque cambié la cerradura a una más compleja, lo ideal del lugar era lo discreto que es-. Carraspeó entonces, pensando un momento-. El cofre... Lo iba cambiando de sitio. Me lo dijeron también, que fuese cambiando y no dijese dónde lo dejaba a nadie. Ni siquiera a los menajeros. Esta vez estaba tras unas telas muy comunes... Supongo que sabían dónde buscar, o quizás lo habrán puesto todo perdido -murmuró, lamentándose.

Aceptó el agua de Cierzo, bebió y volvió a recostarse, con pesadez.

Tras descubrir que el hombre no parecía tener mucho más que decirle, Cierzo se fue a utilizar la nueva información que tenía para ver si podía sacar algo más en claro.
Primero fue al almacén, en busca de nuevas pistas que lo ayudasen a comprender la situación, pero a aquellas alturas los agentes habían limpiado incluso los restos de cristales, y los que allí estaban, vigilando, no supieron decirle demasiado. Parecían los novatos de turno a los que le tocaba hacer las tareas más pesadas y simplemente estaban, aburridos, impidiendo que nadie entrase mientras los de mayor rango hacían, al menos en principio, las tareas interesantes.

Tras ver que allí no podía hacer mucho más, Cierzo fue al cuartel, entonces. Por suerte para él, en aquella ocasión dio con el agente Jimson, que le explicó que, efectivamente, había muchas telas tiradas por el suelo cuando llegaron, pero que él lo había atribuido a los escorpiones y a la batalla.

Estando allí, Cierzo podía tanto hablar con el agente como pedirle ver al preso para terminar de esclarecer todo lo que pudiese antes de volver a casa.

El agente Jimson tomó nota de lo que Cierzo le expuso, mostrando una postura semejante, y terminó por prometer que haría caso a sus palabras, hablaría con Stanley Dulan y lo protegerían como debían hacer los agentes de la justicia. Al fin y al cabo, como Jimson dijo, hacer aquello era su trabajo.

Cuando las preguntas sobre el hombre se le plantearon asintió, serio.

-Se ha identificado como Shan Rivba. Al parecer ha estado cometiendo diversos robos con violencia en los últimos años. Nunca ha matado a nadie, pero se lo considera peligroso -le explicó-. Y eso es todo lo que sabemos. Porque con respecto a este caso... Todo lo que dice es que un hombre le ofreció el dinero, pero que él no sabe nada, no conocía a Dulan y que eso es todo lo que puede decirnos -explicó, algo preocupado-. Sé como son estos maleantes: llevo varios años en el trabajo. Pero, aún así... Cuando un hombre como él no negocia, o lo tienen bien cogido o no sabe nada. Te lo digo yo...

De todos modos, Jimson esperó. Cierzo tenía la última palabra, al fin y al cabo.

-¿Sigues interesado en llevarlo a Brontë? -le preguntó.

Cierzo expuso su situación a Jimson, que asintió, ceñudo. Se llevó una mano al mentón, que rascó un par de veces, mientras pensaba.

-Bueno... -dijo, finalmente-. Pues lo cierto es que ahora no sé qué hacer, entonces. Supongo que la carta tardará un par de días en llegar. Te mantendré al tanto de la situación mientras tanto, si sucede algo. ¿Te parece bien? Quizás en ese tiempo a nuestro querido amigo se le "ocurra" algo que se le haya pasado por alto -comentó, con tono irónico. Luego suspiró-. Y hablaré con mis hombres pronto para ver qué hacemos con Dulan. Si es peligroso que no esté vigilado, quizás deba enviar a algunos agentes al hospital hasta que se recupere. No querría que se ocasionasen problemas en un sitio como ese...

Si Cierzo estaba de acuerdo con todo aquello, lo único que faltaba era esperar la llegada de la carta y actuar en consecuencia. Jimson aguardó mirándolo, esperando la respuesta final del guerrero.

Una vez terminados los asuntos relacionados con Dulan y el piscis, que se dieron por zanjados de momento, Cierzo preguntó al agente Jimson por una biblioteca, y este le facilitó la dirección de la más grande de la ciudad. Tras despedirse hasta que volvieran a verse, Cierzo puso rumbo a aquel lugar.

La carta de Brontë autorizando el traslado el piscis tardó tres días en llegar, y en aquel tiempo Cierzo no halló información alguna sobre la bola de color óxido que había obtenido, ni mediante libros ni por manipulación. Pero no tuvo mucho más tiempo para darle vueltas. Enseguida se le encargó la misión de escoltar al preso, y tras las despedidas pertinentes tuvo que regresar a Palacio.


MISIÓN CUMPLIDA

Recompensa:

-3 puntos de experiencia.
-Un puñal largo o estilete, según considere.

Spoiler:

-Una bola color óxido extraña. Se ruega mostrar a algún líder.
-Una trama a medias.
-Un amigo de ocho años.