Taller de Artefactos Increíbles I

Kyoti
Vest

Los guerreros habían sido llamados a un lugar junto a la frontera de Ignis con Fulmen, allí donde el clima aún era húmedo pero las temperaturas empezaban a ser más suaves. El carro que fue a recogerlos tenía un aspecto extraño, metalizado, y parecía un artefacto un tanto extravagante, aunque sus funciones parecían ser las habituales.

Cuando alcanzaron el lugar al que se dirigían, o al menos la dirección, no vieron más que una casa en mitad de un claro, ni muy grande ni nada fuera de lo común, más que el humo oscuro y extraño que salía de la chimenea. Al acercarse a ella y llamar les abrió una joven de gafas, que los miró a ambos con sus inmensos ojos, seria y curiosa.



-¿Quiénes sois? Lo siento, pero no compramos nada, no hacemos nada raro y aquí vivo yo sola. Si me disculpáis, ahora, tengo que volver dentro. Se me queman las galletas.

Dicho aquello, la joven hizo amago de ir a cerrar la puerta.

La muchacha se encontraba realmente emocionada con todo el tema de la misión. Se había preparado a conciencia con la ropa más cómoda y elegante que había podido encontrar. Dejando a un lado sus vestidos se puso unos pantalones y unas botas de montar y un abrigo largo. No era precisamente algo digno de una fiesta pero el trabajo de campo le causaba más interés incluso, aun teniendo que sacrificar su look. Si es que se podía decir eso, ya que su indumentaria no daba para nada el aspecto zarrapastroso que la joven imaginaba ni mucho menos. Agarró sus tessen a la parte trasera del cinturón, no sabía si serían necesarios, pero quién sabía si no les atacaría una banda de asaltadores de caminos. Sonrió levemente ante la idea mientas se recogía el pelo en una coleta y se dirigió al lugar donde les indicarían qué hacer.

El viaje en carro se le hizo bastante corto, por suerte su acompañante era ese chico tan nervioso. El joven suponía otro punto positivo para la misión. Contestó a la mirada interrogante del muchacho encogiéndose de hombros. No faltó mucho hasta que les confundieron por vendedores ambulantes. Intentó mantener a raya el tick en el ojo y el ceño fruncido con una sonrisa amable y mientras su compañero hablaba puso un pie para evitar que cerrara la puerta con toda la poca brusquedad que pudo.

-Sí, escucha a mi compañero. -Añadió manteniendo la sonrisa, tensa. -Somos los guerreros que han sido solicitados aquí para una misión.

La muchacha, viendo cómo Vest trataba de mantener la puerta abierta e hizo algo de fuerza para intentar terminar de cerrarla, pero se detuvo al oír por completo las explicaciones de los guerreros, y sus ojos brillaron con interés.

-¡¿Los guerreros?! ¿Los de Brontë? -preguntó, esbozando poco a poco una sonrisa. Miró a ambos lados entonces, y los hizo acercarse con un gesto que pedía discreción-. Pasad, pero no llaméis mucho la atención. Por lo que a nosotros respecta, esto es una residencia privada.

Los hizo pasar a un recibidor normal y los introdujo por un pasillo hasta llegar a una puerta desconchada que había en una esquina de la construcción. Mientras caminaba iba hablando con emoción.

-¡Os encantará lo que tenemos! Ya lo veréis. Revolucionará el mercado.-. Llamó a la puerta cuando se plantó frente a ella, entonces-. ¡Señor Bader! ¡Abra la puerta! ¡Han venido los guerreros!

Primero fue el silencio. Luego, de repente, un sonido de cosas revolviéndose llegó de  dentro, y cuando la puerta se abrió Kyoti y Vest pudieron ver al despeinado chrysos con la ropa descolocada y una expresión de total triunfo en el rostro.



-¡¡Al fin!!-. Los miró a uno y al otro-. ¡¿Sois vosotros?! ¡¿Vosotros dos?! ¡Perfecto!-. Abrió los brazos, encantado, vistiendo una sonrisa con los ojos muy abiertos-. ¡Yo soy László Vasile Bader, genial inventoy y empresario sin igual! ¡Dadme vuestros nombres y podréis formar parte del más maravilloso de los inventos, primera creación para guerreros del Taller de Artefactos Increíbles, o Tai!

Los miró sumamente satisfecho. Si los chicos miraban por la puerta entreabierta solo verían un gran desorden y un montón de cachivaches sin sentido a medio hacer.

-Sí, los guerreros de Brontë -sonrió la muchacha a la joven de gafas. -Supongo que ahora podemos entrar. -Aumentó la sonrisa, cerrando los ojos con una risita, aunque el pie seguía firmemente entre la puerta y el marco, no fuera que le diese por cerrar.

Cuando la joven se dio la vuelta la muchacha guiñó un ojo a su compañero, con el rostro relajado, lejos de las sonrisas empapadas en amabilidad e ira contenida, y ambos entraron en la casa.

Mientras la joven hablaba la muchacha empezó a sentir un cosquilleo causado por la curiosidad. El aspecto de la casa irradiaba...Bueno, los laboratorios no tienen que tener un aspecto perfecto. Pronto el que parecía el tipo importante apareció ante ellos, no mejorando demasiado la impresión del sitio. A pesar de todo tenía mucha curiosidad.

Tras presentarse su compañero hizo lo mismo poniéndose una mano en la cadera y sonriendo. -Yo soy Vest Reneld.

Cuando los guerreros se presentaron el hombre, chrysos, pareció entrar en furor, tremendamente emocionado. Alzó un dedo, con una amplia sonrisa.

-¡Lorna!

-¿Sí, señor Bader?

-La explicación, por favor-. Extendió la mano hacia ella, sin mirarla, con posea algo teatral-. ¡Deprisa!

-Tenga, señor Bader -respondió la chica tras buscar en la carpeta que llevaba en una mano, poniendo un documento en la del chrysos.

El hombre se acercó el papel a los ojos, encantado, y leyó un poco por encima, mascullando lo que iba leyendo sin que resultase comprensible, a una gran velocidad. Luego echó los papeles a su espalda, y Lorna se agachó a recogerlos sin queja.

-¡Guerreros! Tendréis la oportunidad de conocer el mejor objeto que jamás haya pasado por vuestras manos. ¡Los nuevos...-. Extendió de nuevo la mano, y Lorna, ya preparada y le colocó un objeto metalizado en la mano-. mitones repelentes de magia!-. Miró a la mujer un momento, frunciendo el ceño-. ¿O guanteletes absorbentes...?

-Repelentes, señor Bader.

-¡Por supuesto!-. El científico volvió a mirarlos, con una sonrisa exultante-. ¡Los mitones o guantelentes repelentes de magia! Mogr... El nombre es lo de menos. ¡La cuestión es que con esto en vuestras manos la magia no volverá a ser un problema! ¿Nunca os han lanzado un hechizo y no habéis sabido cómo protegeros? ¿No es lo primero cubrirse con las manos? ¡He aquí la solución!

El artefacto que les mostraba tenía la forma de un mitón cualquiera, aunque en vez de en  vez de tela era de metal, y en el centro de la mano, en la palma, tenía incrustada una gema plana de un azul apagado que no sobresalía.

-¡Preguntas, preguntas! Por favor. Las preguntas alimentan la mente de los genios.

La muchacha observa escéptica al hombre. No se fía demasiado de todo el espectáculo que parece tener montado al rededor del misterioso invento. Observa la escena preguntándose si los dos científicos, bueno, personas con bata de laboratorio, no acabarán siendo como vendedores ambulantes.

Finalmente mostró el invento. Los guanteletes o mitones o lo que sea no parecían extremadamente complicados a simple vista y bien podían ser simples guantes adornados para supersticiosos. No obstante se acercó curiosa, dedicando una mirada de extrañeza a su compañero. -Al menos no parece un invento especialmente peligroso -pensó. Después de todo tenían que probarlo.

Mientras observaba los mitones metálicos o guantes o como se llamaran vio de reojo a su joven acompañante y esperó a que preguntara primero. Sonrió disimuladamente. -Es un poco nervioso, pero le vendrá bien soltarse. Después de su pregunta intervino, tampoco quería dejarle hablar a él solo con aquel extraño hombre.

-Bueno -dijo fijando la vista en el científico. -¿Y cómo funcionan? No parecen especialmente complicados a simple vista.

Se echó hacia atrás la coleta, que hasta el momento había estado sobre su hombro, con un movimiento de cabeza y se inclinó para fijarse en la piedra de la base más detenidamente.

-¿Cuánta resistencia tiene? Supongo que no aguanten cualquier hechizo. Además, siendo de metal, ¿no tendrían problemas resistiendo ataques eléctricos?

Se incorporó y volvió una vez más a fijar la vista en el hombre, esperando una respuesta pacientemente, como retándole. -Sorpréndeme.

László mantuvo la sonrisa que les dirigía varios segundos, pero esta acabó por extinguirse, visto el poco entusiasmo de los guerreros. Desvió la vista hacia Lorna de reojo, solo un momento.

-Vaya, un público difícil –le dijo, frotándose las manos incómodo. Pronto los inspeccionaba de nuevo-. ¡¿Qué no parecen especialmente complicados?! Esto, señorita-. Frunció el ceño, mirando a Vest-, es solo un prototipo. ¡¿Dónde están las ovaciones y los aplausos?! Desde luego, la gente vulgar no sabe apreciar los grandes inventos…

Lorna se adelantó un paso, entonces, tomando la palabra mientras él parecía quedarse mascullando para sí palabras sin sentido, posiblemente más quejas y delirios de grandeza.

-Los mitones todavía están a prueba –les explicó-. La piedra del centro produce un campo mágico que…

-¡No les cuentes nuestros secretos a estos ingratos, Lorna!-. La reprendió László, arremetiendo de nuevo-. Les basta saber cómo funciona-. Los miró entonces, más serio-. Cuando se acerca un hechizo, pues lo desvían. Es simple, ¿no? ¡Y no! La electricidad no les afecta, señorita… doña escéptica. ¿Habrás podido creer que no he pensado en eso?-. Se ofendió, llevándose una mano al pecho, emitiendo algo de luz por los ojos-. Y lo de la resistencia y todo lo demás… ¡¿Acaso he de hacerlo yo todo?! Ese es vuestro trabajo. Tenéis que probarlos y decirme que tal. ¡Lorna!

La mujer enseguida dio un paso adelante, y aquella vez llevaba en las manos cuatro de aquellos guanteletes que ofreció a los guerreros.

-Tienen un perfecto diseño adaptable, así que os servirán sin duda. Son muy cómodos, me he encargado yo mismo-. Dejó ir unas cuantas carcajadas antes de seguir-. Fin de la primera parte de la explicación. ¿Qué me decís por el momento?

Negó un momento, apartó la vista con pose heroica, dramático, y luego volvió a mirarlos. Los señaló entonces, en un gesto dinámico.

-Preguntad lo que queráis. ¿No queréis saber vuestra misión? Porque esto, sabedlo, no acaba aquí –les dijo, con cierta emoción mal contenida.

La muchacha notó un escalofrío pero reprimió el sentimiento y respondió tranquila.

-Agradecería que no insultase a mi compañero. -Mientras hacía el comentario intentaba evitar el hecho de que el insulto iba para ambos. Se colocó el pelo y subió la mirada para encontrar la del científico, desafiante y fría. -Y por cierto, los aplausos se los tendrá que ganar. -Se ahorró el "si es que puede ganarlos" y demás frases que ponían en duda la integridad científica con la que había llevado la presentación hasta el momento. Aun así bajó algo el tono de la respuesta, no quería faltarle al respeto y fastidiar su primer trabajo.

Además...¿Era eso un trabajo? Para la muchacha sí. Algo parecido al menos. Después de una vida viendo a otro nobles con sus sirvientes sabía que un trabajo era aquello que te implicaba o cansarse o aguantar a alguien pedante con una sonrisa. -Pero somos guerreros, no sirvientes -pensó. -Así que se muerda un poco la lengua o se la corto.

Cuando la ayudante empezó a hablar se giró hacia ella, dando la espalda deliberadamente al hombre. No estaba dispuesta a aguantar sus tonterías, aun no había demostrado nada así que por lo que a la muchacha respectaba ya podía ir bajándose de la nube.

Cogió los mitones y se los puso mientras escuchaba la explicación de la ayudante. Pensó en esa pobre mujer aguantando a ese tipo. Llegó a varias conclusiones, que la joven era una santa llena de paciencia, que necesitaba el trabajo o que era la verdadera artífice de todo era las que más le convencían. Luego estaba la que le daba esperanzas: que a pesar de todo el tipo fuera un genio.
Tras ponerse los guantes se juró que no reconocería que sí que eran cómodos.

-¿Y se podría aplicar esta tecnología a otros elementos? Armas, por ejemplo. -Pensó en sus tessen a prueba de magia y no le disgustaba la idea.

Se fijó en el guante detenidamente, girando la mano para observar cada rincón, como buscando algo en concreto. En cualquier caso no podían estar así eternamente.

-Sí, mi compañero tiene razón. Comprobemos de una vez su utilidad. -Añadió al comentario de Kyoti. -¿Supongo que tendrá algún sitio más apropiado que este pasillo, no es así? -Añadió dulcemente mirando al hombre con un tono cargado de intención. Había visto un poco el estado de su laboratorio pero esperaba que al menos tuviese el sentido común de llevarles a un sitio más espacioso. -A no ser que sean tan maravillosos que no salgamos ardiendo aun haciendo las pruebas en un lugar tan estrecho -pensó.

László pareció algo más convencido cuando Kyoti comenzó a preguntar, aunque el comentario de Vest sobre los aplausos solo hizo que le dedicase una breve mirada huraña.

-¡Lo de la dirección es otro problema! Tendréis que averigüarlo también. ¡Todo eso está por probar todavía! ¡¿No es tremendamente interesante?! Y lo de la magia...-. Miró a Lorna un momento, dubitativo.

-En principio debería poderse -dijo esta, dirigiéndose directamente a Kyoti-. Aunque no aseguro que...

-¡La perfección está asegurada! Todo irá bien, no os preocupéis -los tranquilizó László con una carcajada cargada de seguridad.

De nuevo, Vest habló, pero aquella vez no recibió una mirada desagradable, sino una breve chispa de curiosidad por parte del hombre, que hizo un gesto a su asistente. Lorna se puso enseguida a escribir, mientras László recuperaba la sonrisa enseguida.

-Seguramente no, seguramente no. No le des vueltas a eso -le dijo, con tono animado-. ¡Ahora, sin más dilación...! Lorna...

-Seguidme, por favor -pidió la chica, comenzando a caminar por la casa. Antes de doblar una esquina los guerreros pudieron ver como László volvía a entrar en la habitación de la que había salido minutos atrás.

Lorna fue con ellos al exterior de la casa, aunque salió por la puerta trasera aquella vez, y no por la que habían entrado ellos. Los acompañó hasta un camino que transcurría en pendiente ascendente, con muros de piedra a los lados que llegaban a Kyoti a la altura de los ojos.

-Caminad por aquí hasta que no tengáis por donde seguir. Una vez allí comprenderéis. Tened cuidado. Sean lo que sean, son peligrosos -les dijo, y enseguida se dio media vuelta y se alejó de ellos en dirección a la casa.

Pocas opciones tenían Vest y Kyoti en aquel momento más que seguir la dirección indicada o echarse atrás.

Las preguntas quedan en el aire, ninguna es respondida con una firmeza que de confianza. La muchacha piensa que después de todo es una prueba y que tal vez le esté pidiendo demasiado.
Chasquea la lengua ante la negativa de las armas. Habría facilitado mucho las cosas, piensa, aunque bastante las facilitaba ya si de verdad funcionaban los mitones.

Mientras la joven ayudante les conduce por el pasillo ve al científico entrar de nuevo en el laboratorio.

-Em...¿No va a venir a ver qué tal va la prueba? -Pregunta a la ayudante torciendo el labio en una mueca. La muchacha dirige una mirada de extrañeza a su acompañante y sigue andando.

Pronto se encuentran en el exterior, subiendo por un camino rodeado por muros. Abre la boca para decir algo pero pronto la joven le interrumpe. El "sean lo que sean" y el "peligrosos" acaban por crisparle los nervios ante tanta falta de datos. Aprieta los puños y echa todo el aire por la boca antes de levantar la mirada hasta la joven con una sonrisa.

-Esto...Sí, sé que queréis mantener el halo de misterio y secretismo para evitar que os roben el invento y todo eso pero nos nos vendrían algo más de información.

Cuando Kyoti se asomó no vio más que suelo llano y algo de vegetación. No parecía un lugar peculiar por ninguna parte. Tanto las plantas como todo lo demás eran los propios de la zona.

Lorna llegó a detenerse al escuchar las preguntas de los guerreros. Parecía evidentemente más paciente que su superior, aunque también era cierto que sus intenciones y prisa por irse eran claras.

-Bueno, es que no los hemos visto de cerca. Pero no os pasará nada, tranquilos. Solo es para probar los guantes. Son unos... animales, imagino -comentó algo evasiva-. Todo irá bien. Solo entrad ahí y volved con la prueba hecha -añadió, esbozando una sonrisa-. ¡Ánimo! Estamos con vosotros.

Tras aquello terminó de alejarse, con algo más de prisa, dejando a los guerreros atrás, solos, frente al camino que los llevaría a aquel lugar que les habían descrito de forma tan inexacta.

La muchacha se coloca una mano en la cadera y alza una ceja ante la escueta respuesta de la ayudante. Chasquea la lengua y se gira para mirar a su acompañante, soltando un sonoro suspiro en el proceso.

-Bueeno -dice con una sonrisa provocada por lo raro de todo aquello-, parece que nos hemos quedado solos. -Dio una sonora palmada.- Een fin. Tampoco será tan difícil si no nos han dicho nada más. -Dijo con tono de resignación.

Avanza un par de pasos dejando atrás a su compañero sólo para poder girarse y mirarlo por encima del hombro con una mirada algo más intensa de lo habitual.

-Me parece bien, iremos bien juntos. Así si se diera la ocasión podremos...echarnos una mano. Pero no creo que pueda pasar nada peligroso. -La muchacha nunca desaprovechaba la oportunidad de decir algo así pero seguía siendo incapaz de aguantar la risa así que la última frase la dijo girando la cabeza quedando de espaldas al chico, colocándose una mano sutilmente sobre los labios para evitar soltar la carcajada.

Cuando ya parecía que ninguna risotada intentaba asomársele a la cara se dio la vuelta para mirar al joven.

-Vamos, tengo ganas de ver qué son esas cosas de las que hablaba. -Dijo dando un par de pasos hacia atrás con las manos en la espalda con una amplia sonrisa. -Bueno, ¡y probar estos! -Extendió los brazos dejando ver sus manos y agitó los dedos rápidamente como si tocase un piano para centrar la atención en los mitones. O guantes. El invento.
Ese hombre debería aclararse con el nombre.

Cuando Vest y Kyoti se quedaron solos no quedó mucho más que hacer allí para ellos, por lo que, charlando, iniciaron la marcha por el único camino que había, flanqueados por los muros de piedra, que al cabo de un rato comenzaron a hacerse mas altos, superando la altura de ambos, impidiéndoles que mirasen más allá. Llegaba a parecer que caminaban por un callejón en el que los edificios los rodeaban.

La vegetación en el camino que seguían era escasa. Aunque estaban en Ignis, en aquella zona las temperaturas no llegaban a los veinte grados y las plantas que crecían eran verdes, frondosas, aunque no hubiese demasiadas.

No tenían más ruta que una, y al cabo de un cuarto de hora llegaron al que parecía el final, cuando el camino se abrió dando paso a una zona circular, como una especie de descampado amplio en el que no había nada, y en el que los altos muros, como si fuesen de una presa o de una fortaleza, impedían a los guerreros seguir andando.

El silencio no era total. Vest y Kyoti podían escuchar algunos sonidos suaves, todos ellos fruto del viento meciendo algunas hojas o de animales pequeños, como pájaros.

La muchacha avanza codo con codo con su compañero preguntándose la finalidad de los muros que pronto comienza a ser más altos hasta superarlos. No tardan en caminar por un pasillo de altas paredes sin ver apenas nada a su alrededor pero, por suerte, el final no tardó en aparecer ante ellos.

Aunque no fue más acogedor.

-Me parece buena idea...¿No te parece raro este sitio? -La muchacha observa el hechizo de su acompañante. -Al menos parece que se pueden lanzar hechizos con los guantes.

El ruido de cosas la ponía nerviosa, no tenía muy claro por qué había una construcción así viendo lo cutre de la casa pero...

-Puede que nos estén utilizando de exterminadores de plagas y no me gustaba mucho la idea, sobre todo sin saber la plaga que tenemos que exterminar. -Hablaba para sí más que para su titubeante compañero, con la mirada perdida en el otro extremo del círculo de piedra.

Los guerreros se encontraron allí solos, en mitad del silencio, sin saber exactamente qué debían hacer. Fue Kyoti el que, entonces, disparó al suelo, invocando un flagrare que chocó contra el piso y levantó algo de polvo. Enseguida el silencio regresó.
Al principio era el mismo silencio exacto. Luego, si agudizaban el oído, podrían oír unos chasquidos suaves, rítmicos, viniendo de la parte alta del muro de piedra, de zonas diferentes. Pero allí arriba no se veían más que árboles. Y de nuevo silencio.

A causa de los muros no había brisa, y los animales ya no sonaban. El silencio completo lo había dominado todo, y aquella tranquilidad resultaba evidentemente artificial. Había algo acechándolos, porque sentían pisadas suaves arriba, acariciando la hierba, pero nada se mostraba.

Kyoti tuvo la respuesta a su ataque pasados unos segundos, precedida de un chasquido: una bola de energía de color gris voló hacia él a una velocidad considerable. Había salido de la parte superior del muro formando un arco, como si se tratase de una piedra. Vest no tardó en percibir por el rabillo del ojo como a ella se acercaba algo semejante desde el flanco derecho.
Estaban siendo atacados y no veían qué enviaba aquello, pero tampoco tenían, en aquel momento, demasiado tiempo para pensarlo.

El silencio que rodeó a los dos jóvenes no era natural. Muy idiota se tenía que ser para no darse cuenta de que estaba pasando algo que no veían. La muchacha frunció el ceño, mirando a su alrededor, buscando el origen de...bueno, del silencio.

Tanta tranquilidad ponía nerviosa a la muchacha que estaba en guardia, abriendo y cerrando los puños, como recordándose que llevaba los mitones, deseando que funcionase ese invento y que los animales no fueran tan asquerosos como se los estaba imaginando.

Pronto un ruido la hizo girarse y mirar a su espalda, hacia su compañero. Antes de siquiera reaccionar otro la devolvió a su posición original.

-¡Kyoti, cuidado!

Su pelo ondeó formando un arco rojo fuego durante un segundo, como la estela dejada por un cometa en una noche sin luna que lo iluminara todo.
Tendrían que cubrirse las espaldas.
Adelantó una mano para parar el ataque, pensando en el flagrare que lanzaría en esa dirección tras pararlo. Si funcionaba, claro. En cualquier caso con ese hechizo sabían más o menos donde estaban los atacantes pero...¿qué eran?

Ya fuese por suerte, instinto o habilidad, los guerreros pudieron interponer las manos entre el ataque y sus cuerpos. Kyoti se encontró enseguida con que aquella extraña bola de energía rebotaba, de alguna forma, repelida por la gema de la palma del mitón, saliendo despedida enseguida hacia el suelo, en el que dejó un rastro, levantando algo de tierra, antes de esfumarse. Vest, por su parte se encontró con que el ataque enemigo también salía despedido, pero aquella vez hacia el cielo, perdiéndose una vez llegado a cierta distancia, quizás simplemente desapareciendo. Y, al revés que su compañero, ella sí devolví su ataque, aunque su mala posición, el no poder ver a qué atacaba y la distancia hicieron que el flagrare se perdiese en la espesura de la zona superior, sin dejar ver siquiera si había alcanzado algo.
Luego regresó el silencio.

La sensación era extraña, porque parecía que no había allí nada más que ellos, ni un alma. Entonces escuchaban pisadas, o más bien algo semejante a ellas, y un rumor suave incomprensible, de movimiento. Y un chasquido, de nuevo, anunciaba el ataque que llegaría a continuación.

Aquella vez fueron dos para cada uno, paralelos, veloces. Los de Vest iban directos al busto, y sabía por la violencia con la que amenazaban que el dolor no pasaría inadvertido. Kyoti, por su parte, se encontró con un tiro a la cabeza y otro al vientre.
Los aytaques provenían de una zona diferente a la primera vez. Fuese lo que fuese que atacaba, se movía.