Taller de Artefactos Increíbles I

La muchacha miró hacia arriba siguiendo la bola de energía hasta que se perdió de vista en el cielo.

-Interesante... -Dijo para sí misma.

Pronto otro chasquido anunció un nuevo ataque. Se preguntó qué serían las cosas que les disparaban pero, sobre todo, se preguntó si controlando el ángulo y forma de las manos podría redirigirlos.

Se puso en guardia y aguardó el golpe con las manos extendidas y los ojos fijos en el ataque que se acercaba más y más. Colocó las palmas de forma que, con suerte, los golpes acertaran algo más a delante de donde habían venido. -Después de todo, -pensaba-, parece que se mueven en esa dirección.

Cogió aire y aguardó con decisión.

Ni Vest ni Kyoti tuvieron problemas demasiado grandes para interceptar los ataques que se les venían de nuevo encima. Pudieron interponer los mitones entre ellos y el cuerpo. Pero, a pesar de aquello, y pese a que aquellos artefactos cumplieron con su función a la perfección, los primeros inconvenientes no tardaron en llegar; en cuanto trataron de dirigir los ataques que recibían se encontraron con que el ángulo con el que estos se reflejaban era bastante arbitrario. Los de Kyoti se dividieron, uno de ellos fue a estrellarse contra el muro que tenía en frente, a ras del suelo, y el otro salió en diagonal hacia arriba, hacia el cielo, disipándose, quizás, entre las nubes. Los de Vest, por otra parte, fueron más juntos, y mientras que uno caía al suelo, cerca de sus pies, el otro lo hacía algo más adelante, levantando una leve polvareda y sin mayores consecuencias.
Estaban a salvo, pero parecía realmente complicado, si es que era posible, dominar el contraataque.

No tuvieron, tampoco, mucho más tiempo para pararse en aquello. De nuevo oyeron dos chasquidos, y pudieron ver cómo dos ataques más se dirigían a ellos, uno a cada uno: a Vest le llegaba desde la derecha y a Kyoti desde la izquierda, ambos justo desde puntos opuestos. Tras apenas un segundo, y con un nuevo chasquido, otro disparo fue enviado, esta vez de forma contraria, desde la derecha a Kyoti y desde la izquierda a Vest. El origen no pareció variar en ningún momento. En aquella ocasión parecía, incluso, que los ataques resultaban más grandes, más amenazantes.

La muchacha observó con curiosidad la explosión que provocó el último ataque al ser desviado (según su opinión demasiado cerca de sus pies) y meditó al respecto.
No tardó mucho en salir de sus pensamientos ya que otra tanda de ataques se dirigía hacia ellos.

-Esto no tiene sentido, vamos a seguir así hasta que estos aparatos fallen o exploten o fallemos nosotros. -La última opción posible que se le ocurría a la muchacha era el fallo propio, por su puesto. Hablaba para sí y aunque el tono no era tan alto ni conciso como si se dirigiera a alguien la diferencia era poco apreciable y más en una situación como aquella.

Lo que fuese que les estuviera atacando no tardó en lanzar otra tanda que parecía incluso más fuerte.

-Bueno, se puede intentar hacer que se mueva entonces, a ver si se cansa. -Pensó la muchacha, de nuevo en voz alta. Sólo entonces volvió en si y recordó a su compañero. -Voy a avanzar para ver si el atacante se mueve o se cansa. -Repitió dirigiéndose al joven y no a sí misma. Si se quedaba atrás serían dos blancos separados a los que deberían intentar dar y, si la acompañaba puede que se agobiasen más. Parecía que hasta el momento les habían mantenido casi en la entrada del círculo.
Cualquier opción era igual de buena e igual de mala, pero tenía que probar.

Echó a correr hacia el otro extremo de esa especie de círculo para esquivar el ataque y, de paso, ver si había algo en el otro extremo. Puede que tuviese algo que ver con que les estuviesen atacando. No quitaba ojo de ambos lados del cerco de piedra que les rodeaba, atenta a nuevos ataques con las palmas de las manos abiertas, casi nerviosa.

De nuevo, al ir a devolver los ataques Kyoti se dio cuenta de que, lejos de seguir una dirección lógica, el contraataque parecía, de hecho, hacer todo lo contrario. La variación de ángulo no se basa en ningún tipo de regla física lógica, por lo que al final los ataques terminan rebotando en direcciones absurdas.
O eso parece, a simple vista.
Tras rebotar la tercera bola de energía con la mano derecha el chico puede sentir un calor suave en la palma, viniendo del mitón, aunque nada que resulte incómodo.

Vest, por su parte, no se centró en devolver el ataque aquella vez, sino en esquivar. No le fue difícil evitar la trayectoria tan marcada de los proyectiles mágicos, pero aquello pareció incomodar tremendamente a su atacante, quizás por haberse hecho más interesante al ser un objetivo móvil.
Pudo ver algo que brillaba de forma metalizada al correr en aquella dirección, pero enseguida escuchó el primer impacto a su espalda y pudo llegar a ver entonces, también, cómo tras ella iba una auténtica ráfaga de disparos, siguiendo sus pasos, uno tras otro, rápidos y amenazantes. No tenía ni la posibilidad de contarlos. Debía actuar enseguida. Fuera lo que fuese a lo que se enfrentaban, lo había enfurecido.

La parte de Kyoti, sin embargo, no varió demasiado. De nuevo, una pareja de ataques de aspecto poderoso viajaban directos a su cráneo y su vientre.

La muchacha aprieta los dientes al sentir el golpe del ataque en la espalda y, aunque trastabilla, consigue seguir corriendo.

-¡Ah, joder!

Se da media vuelta y frena para buscar al atacante, encontrándose sólo con una ráfaga de ataques. ¿Es de metal? piensa analizando la situación. No ha podido ver mucho más pero aunque escasa esa información es interesante.
Este dato le dice que, o es un animal muy raro y esos dos del laboratorio les tenían que haber dado bastantes más detalles o que alguien les está tocando las narices. Dentro de esa posibilidad existe la de que sea el fantoche ese de Lázló, lo cual la cabrearía, y ¿qué zorra la ayudante, no? Parecía tan inocentona...
Pero eran suposiciones y en ese momento lo importante era la ola de disparos que se acercaba.

Pues no pienso quedarme quieta, cabronazo.

Echó la cabeza a un lado con un movimiento fluido. Su pelo rojo, atado en una larga coleta, se agitó en el aire como un látigo antes de quedar de nuevo a su espalda. El sol arrancó unos destellos rojos a su melena con el movimiento tras lo cual el flequillo se le quedó a un lado, evitando posibles interferencias.

Se puso en guardia, algo agachada para tener mejor equilibrio y con las manos abiertas extendiendo los brazos, y aguardó la llegada de los golpes. En ningún momento dejó de avanzar (¿es más correcto decir "retroceder" en este caso?).
La cosa es que la muchacha iba de espaldas paso a paso, poco a poco y su intención era desviar los golpes al tiempo que seguía en su empeño de ver qué quería la puñetera cosa de ellos y si había algo al otro extremo.
Sólo esperaba que ningún ataque se desviara hacia su joven compañero.

La situación se complicaba por momentos. Primero para Vest, que veía aquel aluvión dirigirse hacia ella, y que lo repelía como podía desviando ataques en todas direcciones. Llegó a dirigir cinco, dos con la derecha y tres con la izquierda, y con los últimos aquel calor en las manos que había empezado siendo sutil fue más evidente. Y fue al tratar de repeler la sexta bola de energía que se encontró con que los cristales de las palmas no respondían. Pero el aluvión de ataques, lejos de parecer ir a detenerse, se hacía más insistente. Aunque de pronto no atacaba solo a Vest. Los proyectiles partían en todas direcciones, sin ningún orden, descontrolados. Kyoti vio dos dirigirse a sus rodillas, Vest pronto tuvo otros tres dirigiéndose al hombro derecho, al vientre y al muslo, trazando una diagonal.

Pudieron oír un quejido apagado viniendo desde la parte superior, en lo que los disparos proseguían. Y si los chicos ya habían tenido sospechas sobre la procedencia de los proyectiles aquello les dio la clave. Pero no por saber de qué se trataba iban a cesar los ataques.
La figura del inventor, el gran László Vasile Bader, surgió de entre la vegetación que había en lo alto del muro. Se movía de forma descontrolaba, y llevaba algo en las manos, un artefacto mecánico, que parecía ser el causante de aquellos disparos sin fin.



-¡Obedece a tu creador! -gritó, sin éxito, acercándose peligrosamente al borde. Lo esperaban más de seis metros de caída si llegaba a resbalar-. ¡Esta máquina se ha rebelado!

Y entonces pasó. El inventor dio el primer paso en el aire y resbaló hacia atrás. Tuvo la suerte de poder agarrarse a unas raíces con la mano izquierda, libre, que lo sujetaron al borde, pero en la otra mantenía asido el invento, que disparaba sin parar en todas direcciones.



-¡Señor Bader! -exclamó Lorna, desde el lado opuesto del círculo.

Aunque comenzó a moverse hacia él, tardaría aún en sortear las plantas y reducir distancias. Y aquella raíz podía romperse en cualquier momento.

La muchacha paraba los golpes como mejor podía. ya no era cuestión de falta de habilidad o no ya que se había vuelto algo casi imposible. Pronto los guantes ardían y no funcionaban pero los ataques seguían, nada bueno.
Esquivó malamente los que iban hacia ella justo para oír una voz familiar. La solución al problema había acabado siendo el científico loco y tendría que dar un par de explicaciones aunque gran parte parecían darse solas al ver los problemas a los que se enfrentaba.

La muchacha se acercó a la zona donde se encontraba el hombre encontrándose con su compañero flamma de paso.

-¡Déjalo caer al otro lado, el muro nos protegerá de los golpes y las ramas evitarán que el aparato se rompa! -Y si se rompe...Bueno, no habría que pensar en apagarlo. Siempre sería mejor desarmarlo y buscar qué ha fallado a esperar a que se saturase y explotase, entonces se perdería todo el invento y probablemente un par de miembros.

Por su puesto el hombre no tarda en perder el equilibrio y agarrarse a una rama por los pelos.

-Oh, mierda, esto no pinta bien.

Kyoti reacciona rápidamente y la muchacha alaba su movimiento sin saber muy bien qué hacer.

-Es mi primera misión, no se nos puede morir el cliente. -Dice eso más para ella que para el resto de la humanidad aunque el tono no sea así, buscando a su alrededor algo que sirva para ayudar al hombre. -Aunque sea especialito en su forma de ser no podemos dejarle espachurrarse contra el suelo. Ni si quiera escalar el muro le parecía posible. -Tiene que haber algo.

Si se conseguía agarrar a las flechas de Kyoti repetir la operación hasta que llegase abajo podría ser la solución pero... A lo lejos se oía a la ayudante acercarse pero no creía que llevase un colchón con ella. Aunque...
Si conseguía alcanzarla y volver con su bata tal vez podrían usarla de colchoneta tirando entre los 3...

-Voy a intentar una cosa, si consigue agarrarse sigue con las flechas. -La muchacha echó a correr esperando que el hombre aguantase hasta que volviera.

La situación no era, desde luego, la más cómoda. Y, pese a todo, Kyoti se las arregló para, con algunas flechas, conseguir afianzar un poco al hombre a la pared, dándole agarre. Aunque el científico seguía pareciendo poco dispuesto a soltar el arma que llevaba en una de las manos.



-¡¡Este amplificador mágico, marca registrada, es uno de mis futuros inventos!! ¡No dejaré que caiga de cualquier forma al suelo y se deshaga en mil trozos! -les gritó, entre disparo y disparo.

El arma estaba desbocada, y quizás fueron las palabras de Vest las que terminaron de convencerlo. El hombre, colgado, temiendo por su vida, todavía buscó con la mirada una rama cercana y apuntó para conseguir que el artefacto se quedase enganchado en ella al caer. Y, milagrosamente, al cabo de un par de segundos dejó de disparar.

-Solo responde a su dueño -se jactó victorioso el hombre, ignorando las numerosas marcas quemadas que adornaban el muro de piedra, el suelo y las plantas cercanas, así como, en parte, la ropa de los guerreros.

Seguía colgado de la pared, pero con las dos manos libres el problema había disminuido. Pero que consiguiese agarrarse a un saliente y una de las flechas de Kyoti no convertía su situación en segura. Lorna, alejada de todos, no parecía muy segura de cómo obrar. Lanzaba miradas a László, colgado, y a los guerreros, como tratando de encontrar una solución a todo ello.



-¡Agárrese como si le fuese la vida en ello, señor Bader! ¡Y piense algo!

-¡Claro! -exclamó el hombre, que aunque agobiado por su situación se mantenía extravagante-. Soy un genio, a fin de cuentas. ¡Necesitamos ese mineral que se expande al contacto con el agua! ¡Traed quinientos gramos, enseguida!

-No lo hay en cientos de kilómetros, señor...

Lorna miró de nuevo a los guerreros, especialmente a Vest, que se acercaba a la zona en la que se encontraba, y su mirada, resignada, parecía pedirle que tuviese una idea mejor que aquella.

La muchacha se apresuró a alcanzar a Lorna, con la roja coleta saltando a su espalda. Tenía la idea, pero que funcionase ya era otra cosa. En cualquier caso no podía dejar a su joven acompañante lanzando flechas esperando que aguantasen el peso de aquel científico loco.

-¡Lorna! Quítate la bata de laboratorio y ven conmigo. Intentaremos usarla para frenar su caída, si es que no se cae antes de que podamos hacer nada. -Agarró a la mujer por la muñeca con la firme intención de llevarla cuanto antes. Quien sabe, a lo mejor para ella estaba a punto de ocurrir una cosa maravillosa, la muchacha no podía imaginarse cómo aguantaba estar con ese hombre.

Cuando llegaran bajo el hombre, junto al joven flamma que seguía lanzando flechas, solo podrían esperar que la tela fuera suficiente resistente como para aguantar la caída. Si llevase capa, no dejaba de repetirse, podíamos usarla, pero no me gustan las capas... La muchacha sabía que un golpe iba a llevarse, aun siendo tres la fuerza de la caída les haría soltar la bata y aun amortiguado sí que se podría hacer daño. Pero con suerte no se mataría. Siempre y cuando cayera dentro y no fuera, claro...
No se le ocurría nada mejor. Con suerte ya habría descendido algún metro con ayuda de las flechas.

-Kyoti, ayúdanos por favor. Vamos a usar la bata de laboratorio para cogerlo cuando caiga. -Se apartó un mechón del flequillo con la mano, mordiéndose el labio y mirando a su compañero con un gesto preocupado. -Esperemos que sirva.

¿Sería mejor seguir haciéndole una escalera de flechas? ¿Se mataría con la caída? La muchacha solo podía pedir a Mithos que el muy idiota saliese vivo y a ser posible por su propio pie. No quería fastidiarla en su primera misión.

Kyoti no tardó en acceder a la petición de su compañera. No tenían tiempo que perder, a fin de cuentas, y, como él mismo había dicho, las flechas no parecían un agarre lo suficientemente sólido como para mantener al hombre sujeto eternamente. En cuanto a Lorna, si bien aceptó prestar su bata a la otra mujer, no parecía muy convencida de que la idea fuese buena, y participaba en el proceso con evidentes reticencias.



-¡¿Qué demonios estáis haciendo?! -bramaba el científico desde lo alto, mientras tanto. Si estaba asustado lo camuflaba muy bien en forma de indignación.



-Hemos tensado la bata para que salte, señor Bader. Ahora tiene que saltar. Apunte bien.

-¿Estáis locos?-. Aquella vez el tono del hombre sí parecía contener un tanto de histeria-. ¡¿Pretendéis pararme con eso?! ¡No aguantará! ¡Si estoy como a cien metros de altura! Y teniendo en cuenta la fuerza de la gravedad...

-No son ni diez, señor -se apresuró a corregir Lorna, serena, como si la situación no fuese aquella-. Ni seis metros por segundo cuando llegue al suelo. Y la bata es de buena calidad. Un buen tejido. Lo parará.

El hombre seguía sin parecer convencido, pero no tuvo mucho más que decir al respecto: una de las flechas se rompió, con un "crack" desagradable, y el hombre se precipitó de espaldas.

* * * * * *

Los gemidos y quejas del hombre no habían cesado en el resto de la tarde. Se quejaba de la traición de su ayudante y de la incompetencia de todos, continuamente. Lorna había terminado por darle un calmante y cerrar la puerta para que "reflexionase en soledad", le había dicho. Al final la bata había amortiguado la caída un poco, pero László había dado con el suelo de todos modos, cayendo sentado. Y, por lo que decía él, no podría volver a sentarse nunca. Lorna les aclaró que seguramente sería unas semanas.

-Muchas gracias por haber venido -les dijo a los chicos, cuando ya estuvieron solos-. Siento que el invento no funcionase de forma correcta, pero vuestra ayuda nos ayudará mucho en nuestra investigación -añadió, con una sonrisa relajada-. Solo son prototipos, pero me gustaría que llevaseis unos guanteletes con vosotros como recuerdo. Quizás os sean útiles.

MISIÓN CUMPLIDA

Recompensa:

Vest:

Kyoti: