Balcones

No hago más que mirarlo con cara de culo mientras habla, desagradada por sus palabras, arrugando la nariz por su entretenido tonito, pero sin responder. No voy a echarle más leña al fuego. Ya has hecho suficiente por hoy, Frikka. Muchas gracias, pero no precisamos más de tus servicios. Ha sido un placer tratar contigo.

-¿Qué? -inquiero, enarcando una ceja, con desgana, acercándome solo para que se calle y me suelte alguna broma, obscenidad o me escupa en la oreja.

Venga, Gerry... Lo que tú quieras.
Puto crío.
Sin embargo grita, lo que resulta tremendamente desagradable y me hace apartarme, con el ceño fruncido y gesto severo. Juro que si algún día, que espero que no pase, tu jodida polla está cerca de mi boca por cualquier desgracia divina, la morderé. La pienso morder para ver la gracia que te hacen esas bromitas de mal gusto.
Me froto la nuca, ya de mala hostia. Si es que lo bien que estaba con el otro idiota y tienes que venir a tocar los ovarios de verdad... Y yo preocupada por ti. Pues empiezo a olvidar el por qué.

-Para canija la que tienes entre las piernas -ladro, dándole la espalda.

Un insulto fácil siempre es una elegante forma de cambiar de tema.

No estoy furiosa. Es más bien un enfado distinto, más... ¿Cansado? No sabría decir. La cuestión es que me alegro de que esté bien, pero me molesta un poco lo superficial que es siempre. Al final le importa una mierda que me haya preocupado. Solo contará chistes estúpidos, se reirá un poco del que pille, de mí misma, y luego nunca más hará referencia a este tema, más que para mencionar a Narbe. Quizás, para suavizar el ambiente, termine por invitarme a ir a comer con él al comedor y demás etcétera.
Es un niñato. Un maldito adolescente.

-Si tanto te interesa su nombre, pregúntaselo tú mismo. No voy a ser yo la que te ayude a conseguirte una cita con él -murmuro, sin demasiadas ganas, mirándolo de reojo, seca. Luego miro un instante por la ventana, cuando veo caer un rayo-. Mira, hoy estoy algo cansada, así que voy a mover el culo hasta la cama un rato -añado, con el mismo tono, entre desanimado y huraño.

No tengo una mierda de sueño. Pero al dormitorio no me puede seguir.

Entrelazo las manos, estirando los brazos hacia arriba. Por supuesto, Gerald...
La verdad, sí. Me cuesta mucho más dormir con ese ruido constante, y la maldita luz apareciendo a ratos sí y ratos no en mitad del cielo. Tengo unos ojos sensibles. No aprecio los cambios en la iluminación si son demasiado repentinos, y menos si tienden a la luz.

Asiento, con desgana, empezando a acercarme y meneando la derecha en alto, como gesto de despedida, sin volverme ya otra vez hacia él. Que yo es que me veo capaz de ser gilipollas y terminar por quedarme.

-Mañana a la hora de siempre, entonces -formulo, en voz alta, para que no haya dudas. Así, si no aparece, ya puede tener algo a qué atenerse. Y, bueno, tras una duda comento algo más-. Buenas noches, Gerald. Mejórate.

Mi tono es algo neutro, pero agradece que no te haya llamado gilipollas.
Hundo las manos en los bolsillos y doblo una esquina.

*se va*

Me asomo a uno de los balcones con gesto apagado. Al sentir la brisa contra la piel, sin embargo, acabo por componer una sonrisa, lo que incluso me sorprende a mí. El viento parece traerme buen humor de golpe. Es de lo más agradable. Aunque el panorama que se ve desde aquí no lo es tanto. Tengo la sensación de que, por mucho que me haya librado de la reconstrucción del palacio tras el ataque, va a tocarme ahora ayudar a sacar rocas de los caminos.
Sinceramente, no es un problema. Haré lo que pueda pese a mi lesión. Estoy harta de estar quieta y encerrada.

Al volver a los pasillos observo que han colgado algo en el tablón, y me detengo a leerlo. Luego, apacible, me interno en el palacio, más contenta de lo que llegaría a admitir.

*se va*

De nuevo habíamos dedicado el día a ayudar en las reparaciones, y aunque el sol no parecía calentar, el estar todo el día expuesta había empezado a dejarme un par de marcas rojizas en las mejillas. Parecía que estuviera avergonzada. Sentía la piel caliente, aunque no parecían quemaduras graves.

Por otra parte, estaba bastante animada. Poco a poco me había ido reincorporando a la actividad, y me sentaba bien. Estaba todo el día distraída, así que no tenía mucho tiempo para pensar. El buen tiempo ayudaba, y por la noche estaba lo suficientemente cansada como para no tardar en dormirme. También, poco a poco, se me iba asentando el sueño.

Además, estaba Alehyss, que no me quitaba ojo. Me seguía sintiendo mal por ella, que parecía estarse dedicando a mí enteramente, pero la verdad era que me hacía mucha ilusión pasar tanto tiempo con ella. Habíamos pasado mucho tiempo separadas y, aunque los motivos no fueran los mejores, el tenerla cerca me hacía sentir a gusto.

Después de cenar nos habíamos dirigido a los balcones. No era que estuviéramos faltas de tiempo al aire libre, pero la verdad era que unas noches tan agradables no invitaban a desaprovecharlas.

*Se quedan*

Me apoyo sobre la barandilla, de espaldas a la puerta, cerrando los ojos por un instante. La brisa es agradable. Apoyo el peso de todo mi cuerpo sobre los brazos y la pierna derecha; la izquierda, por su parte está algo doblada y solo apoyo la punta del pie, que sirve de pivote, de alguna forma, para que la gire un poco, estirando el gemelo malo.
Arqueo la espalda hacia adelante un momento, estirándome perezosa, y luego me vuelvo hacia Massen.

-Llevaba tanto sin hacer ejercicio que estoy notando estas jornadas -comento, exagerada, por decir algo.

Ella se encuentra mejor, y con Massen más animada yo me siento más desenvuelta. Todo es más agradable.

Con los brazos cruzados sobre la barandilla, apoyé la cabeza, mirando hacia fuera. Apenas se veía nada ya. La gran mayoría de la gente había dejado de trabajar hacía ya tiempo (y normal, que ya no eran horas), aunque aún se distinguían un par de figuras brillantes un poco más allá. Satisfacía ver que el aspecto de Brontë mejoraba cada día.

Miré de reojo a Alehyss, sonriendo un poco. La verdad era que yo estaba agotada, y tampoco por haber hecho tanto. Pero, al final, aquel ejercicio era distinto, y se notaba.

-¿Cuándo estarás bien del todo? -pregunté. No creía que le faltara mucho.

Me aparté un mechón de pelo, recogiéndomelo detrás de la oreja. Desde que Alehyss me había deshecho las trenzas, no me las había vuelto a hacer. Simplemente, lo dejaba suelto. No me apetecía dedicarme a aquello. Aunque, la verdad, se notaba la diferencia, y a veces resultaba incómodo.

La miro de reojo al escucharla y me tomo mi tiempo para responder, estirándome, todavía apoyada, a mis anchas. Sería más agradable hacerlo en una cama, después de... Irrelevante. No es el caso, así que no importa.

-Esa es una buena pregunta -comienzo, lanzando una ojeada a mi pierna-. Espero que pronto. Me tira un poco al hacer esfuerzos, pero si ya puedo caminar no creo que falte mucho. Cuando acabemos con la reparación tengo que comprobar seriamente mi forma física. Necesito las piernas para luchar. Sin agilidad...

Suspiro, dejándome caer sobre la baranda, echándome un poco hacia delante. Da una sensación de vértigo maravillosa, como si con inclinarme un poco más fuese a caerme. Resulta estimulante, muy agradable.

Acabé por tumbar una oreja en los brazos apoyados, para poder mirarla mientras hablaba con ella. Era más cómodo que estarla mirando de reojo. Y, por otra parte, estaba algo cansada, y aquella posición me ayudaba a ir haciéndome a la idea de la hora que era.

El pelo me resbaló por el hombro. No podía dejar de pensar en lo raro que se me hacía llevarlo suelto. Parecía más suave. Era más incómodo, pero en absoluto desagradable.

-¿No te han dicho nada en la enfermería? -pregunté.

Cuando hacía aquellas preguntas, no tenía muy clara mi posición. Por una parte, mi intención era demostrar a Alehyss que me preocupaba por ella. Por otra, tenía la sensación de que podía tomárselo como que era una cotilla. Así que no sabía muy bien cómo actuar al respecto.

Alzo un poco el mentón, dirigiendo mi mirada al cielo un rato, escuchándola y mirándola a ratos, alternando la vista entre ambos puntos. Me peino el flequillo, pensativa, de derecha a izquierda, pero cae liso de todas formas, casi sobre mis ojos, al instante siguiente. Asiento, algo distraída.

-Errst me ha dado un tratamiento que funciona bastante bien, pero al tratarse de una herida tan grave no se puede saber exactamente cuánto tardará en rehabilitarse. Depende de la persona y, por suerte, yo parezco responder bien-. Muevo el cuello hacia los lados, sintiendo pinchazos en los hombros. Son agujetas. Inaudito-. Ahora depende más de mí: de no forzar, de ejercitar...-. La miro de reojo, esbozando una sonrisa-. Mi padre es médico y me ha enseñado bien. Sé hasta dónde puedo esforzarme sin llevarme una bronca.

Si papá me hubiese visto la pierna creo que me hubiese matado. No literalmente, es bastante agrio y callado, pero en su cabeza estaría deseando estrangularme. Su forma de preocuparse, como la mía, no siempre es muy ortodoxa.

No había mucho que decir al respecto. En realidad, no sabía qué le había pasado exactamente. En un primer momento había creído que se había roto el hueso o algo así, pero había visto las marcas y no parecía que aquel fuera el problema. Tampoco era yo una experta en aquello.

Asentí a su explicación. Cuando mencionó a su padre, me brillaron un momento los ojos. Era la primera vez que mencionaba aquello. Por un momento pensé en el mío. Esperaba que el de Alehyss le hubiera hecho más caso, porque en mi caso, si no llega a ser por...

Sentí como se me borraba la sonrisa y parpadeé un momento. Me incorporé, sintiendo la necesidad imperiosa de cambiar de postura. Mejor aquel tema no.

Traté de sonreír de nuevo.

-Entonces no hay de qué preocuparse -respondí, tratando de sonar confiada-. Aunque supongo que cansa lo de tener que guardar reposo. No suena muy emocionante.

Casi tan poco emocionante como mi conversación.

Al ver cómo se le ensombrece el rostro un momento me doy cuenta de que mejor no tocar el tema familia por el momento. Supongo que es inevitable que se acuerde, y acabará teniendo que afrontarlo, pero incluso yo le voy a permitir sentirse mal sin llamarla débil, por el momento. Me parece completamente justificado.
Sonrío a sus palabras y asiento, tratando de cambiar a un tema más agradable.

-Lo cierto es que llega a aburrir bastante, aunque he de decir que, por mi parte, tampoco he puesto mucho empeño en ser activa. Me he relajado de más, y creo que me va a costar recuperar el hábito. Me tengo que poner a ello.
Contemplo el horizonte un instante, pensativa. Venga, Ale... Anímala o distráela...

-¿Teníamos un entrenamiento juntas pendiente o es cosa mía? -murmuro, mirando al frente, totalmente natural y casual.

Dudaba mucho que le fuera a costar recuperarse de nada, porque para ella todo parecía siempre muy fácil. Pero, desde luego, tampoco me iba a poner a discutir al respecto. De hecho, si no recordaba mal, ya lo había dicho un par de veces, y sobraba el ser pesada.

Me encogí de hombros.

-Bueno, por ahora parece que aún nada, y mientras tengas en mente ponerte en forma de nuevo... No creo que tardes en llevarlo a la práctica -comenté, de todas formas.

Ladeé la cabeza, pensativa. Teníamos pendiente una celebración, por lo que sabía, pero ya que comentaba lo del entrenamiento, me hacía dudar. Acabé por encogerme de hombros.

-La verdad es que no me acuerdo -reconocí, algo avergonzada-. Pero si no lo teníamos pendiente, podemos tenerlo a partir de ahora.

Asiento. Lo cierto es que soy una persona consecuente y responsable, así que eso de que me costará recuperar el hábito es una trola, de alguna forma. En cuanto me lo proponga lo haré. Así ha sido durante toda mi vida, al fin y al cabo, y no tengo nada que discutirle.
En cuanto a lo del entrenamiento, me arranca una sonrisa amable.

-La verdad es que me lo acabo de inventar -reconozco, estirando los brazos con deleite-. Pero si te parece bien, está hecho.

La miro de reojo, con media sonrisa, todavía. Acerco una mano a ella y acaricio su pelo, hundiendo los dedos en él, peinándolo. Resulta suave, y es muy agradable.

-Pero ahora es momento de ir a descansar, que querría aprovechar la mañana -termino por decir, zanjando el tema.

Sonreí un poco más.

-Ya me parecía... -respondí, mirándola con cierto deje acusatorio. Me encogí de hombros-. Pues por mí encantada, la verdad.

Me animaba estar con ella. Seguía sintiéndome culpable, por supuesto. Pero me animaba. Me dejé arrullar un momento por la caricia, y luego asentí. Con eso de tenerla tan pendiente de mí, me estaba volviendo muy diligente. Solo faltaba, encima, llevar la contraria.

-Sospecho que hoy dormiré de un tirón -comenté, animada. Ojalá ella también se relajara un poco y durmiera.

*Se van*

Salgo un rato a los balcones, recién duchada, todavía con el pelo algo húmedo. Me encuentro todavía algo despejada, para ser la hora que es, pero no me apetece hacer nada en particular, de modo que me conformo con salir a tomar el aire un rato. Supongo que al final no compensa alargar innecesariamente las jornadas, por mucho que estés descansada, pues solo consigues acostarte más tarde. Generalmente las cosas sin utilidad práctica me parecen una pérdida de tiempo, y no descansar a cambio de no hacer nada es una pérdida de tiempo. Pero tomar tranquilamente el aire, aunque sea solo unos minutos, llega a ser relajante. No será una pérdida de tiempo si no me excedo.

Me he sentido especialmente perezosa hoy, y he acabado por no trabajar más que un poco, sin excederme en el esfuerzo. Lo cierto es que me estoy tomando las cosas con demasiada calma para mi gusto, incluso.

*se queda*

Aparece en los pasillos, a una pequeña distancia del ventanal. Avanza por el pasillo con paso seguro y sigiloso, y aunque mantiene la vista al frente da la sensación de que es capaz de verlo todo a su alrededor. Acaba por asomarse a los balcones, con el cuerpo levísimamente iluminado, antes de proceder a atravesar el hueco que deja la gran cristalera abierta.

Con el mismo sigilo, aunque sin molestarse especialmente en hacer invisible su presencia (y, de hecho, el poder que rezuma es casi palpable), se encarama con agilidad felina a la baranda de piedra, recogiendo una pierna ante sí, y fija la vista en la chrysos morena, con una tenue sonrisa.

-Hace buena noche, ¿verdad, cielo? -murmura con su voz envolvente-. ¿Has trabajado mucho?

Nada más sentirla se me viene a la mente nuestro último encuentro y mi cuerpo se tensa un instante, ligerísimamente, de forma involuntaria. No he coincidido mucho con ella, apenas un par de veces, pero es una persona que deja una huella profunda, de alguna forma, sin necesidad de hacer nada especial. Su propia presencia irradia una especie de aura diferente.
No comprendo exactamente sus motivaciones, su comportamientos. Supongo que es común que alguien como ella sea difícil de entender para mí. Sus problemas, el mundo que la envuelve, han de ser muy distintos del mío, como los del resto de los líderes.

Cuando habla noto cómo recupero la relajación natural, como si su voz me diese el permiso necesario para hacerlo. La noto pasar a mi lado, pero no la miro. Aún así, me es imposible no percibir su posición y el brillo que emite por el rabillo del ojo.

-No todo lo que debería -respondo, volviendo finalmente el rostro hacia ella, serena-. Me esforzaré por cumplir mi cometido con mayor eficacia a partir de ahora.

No estoy aquí de vacaciones. La última vez estaba en las mazmorras. Ya estoy suficientemente recuperada como para demostrar algún tipo de lealtad.

Tras sus palabras, se limita a un leve asentimiento, con los ojos clavados en ella desde el mismo momento en que se vuelve a mirarla, con un brillo cordial en ellos, casi amistoso, pero que no deja de tener una huella de todo su poder y el peligro que conlleva, algo que hace pensar si es capaz de controlar siquiera esa impresión que deja en otros. Mantiene la expresión.

La morena le parece interesante. Tiene una actitud profesional y seria, y pese a todo no deja de haber cometido errores que podrían haberla condenado. Pese a todo, aún tiene algo de niña y mucho que madurar. Pero aprende, es evidente, y tiene actitud y voluntad. Esas son dos cualidades que resultan de lo más interesantes.

Deja resbalar la pierna hasta que queda colgando a la altura de la otra y se inclina ligeramente hacia adelante, sin variar su expresión. A menudo se pregunta cómo sería estar en la posición de todos ellos. Probablemente, mucho más peligroso, pero también interesante y divertido.

-Me alegra tu disposición, tesoro -responde, a medida que se va inclinando, en un arrullo-. Después de todo, espero mucho de ti.

La observo. A veces soy consciente de que contengo la respiración algo más de lo habitual, como si me hallase en un contexto peligroso. Puedo recordar muchas otras ocasiones en las que he tenido esta misma reacción, ya fuese por un motivo o por otro.
Sus movimientos, controlados, como si estuviesen siendo contenidos, no me pasan desapercibidos. La miro en respetuoso silencio, manteniendo la serenidad en todo momento. Es lo que he de hacer. Ella es mi superior.

Dejo pasar un segundo tras sus palabras, como aguardando, esperando que añada algo más.
¿Espera mucho de mí?

-¿Espera lo mismo que espera del resto? -inquiero, atrevida, consciente de que puede considerarlo una falta de respeto.

La contemplo. Otro quizás lo haría, pero no espero eso de ella. Si lo esperase, no habría preguntado.

Me extrañan unas expectativas especiales, teniendo en cuenta que ya he traicionado a Brontë una vez. No considero que me haya enmendado todavía a ojos de todos. Ni siquiera a los míos propios. Y no mientras no haya salvado a mis compañeros.

Su comisura izquierda se eleva un poco más, y deja incluso ir una muy leve risa, entretenida. ¿Tanto quiere ser especial? ¿O simplemente la está retando? En cualquier caso, esa clase de reacciones llaman su atención. La mayoría de los guerreros con los que ha cruzado palabra la temen o idolatran, con lo que resulta difícil ponerse a su altura. Alehyss, sin embargo, parece dispuesta a escalar hasta ella, como si de verdad pretendiese poder alcanzarla sin que ella pusiera de su parte en rebajarse. Y, aunque no es más que una prueba, es un juego al que le gusta jugar.

-Es posible -acepta, con cierto tono de indiferencia-. Aunque no diría lo mismo. Después de todo, cada uno de vosotros tiene un potencial diferente. Podría incluso decir que tengo mis favoritismos, aunque eso no es algo que te incumba demasiado. No deja de ser mi trabajo preocuparme por vuestros progresos, ¿no te parece?

Acaba por dejarse resbalar del todo hasta tocar el suelo con los pies, quedando frente a ella, ligeramente más cerca. Ladea la cabeza, con un cierto aire de curiosidad, iluminando un poco más sus ojos helados.

Esbozo una sonrisa, se me escapa sin querer, sutil, leve, casi oculta, cuando ella responde. Sincera, evidentemente. No necesita elevarme por encima de nadie. No tiene por qué llenar mi ego. No es lo que espero de alguien como ella, de modo que ni siquiera me puedo sentir ofendida, inferior, ni nada semejante. Es un orgullo que no espere menos, dada la situación delicada en la que me he encontrado siempre. Que una traidora como yo esté al nivel del resto es casi algo que celebrar.

-Por supuesto -asiento, dando a entender con ello que no me inmiscuiré más allá de donde me lo permita. No es mi intención llegar a ser ofensiva, entrometida, ni nada similar-. Su trabajo y presencia es de agradecer -termino, borrando la sonrisa, serenándome de nuevo.

Sostener su mirada se me hace complicado, pero a la vez quiero hacerlo. Me siento como más poderosa, como si le demostrase algo, aunque no sea así. Algunos te obligan a someterte, otros te tratan con naturalidad, pero ella parece ejercer presión sin ofenderse si le plantas cara. No sé qué es lo más correcto, pero de algún modo disfruto mostrándome fuerte, aunque ambas sepamos cuál es mi posición al respecto.

-Hace una noche agradable -murmuro, seria, aunque con un ligero deje de sorna en la voz, como burlándome de mi propio comentario, frívolo, poco interesante.