Sala común

La muchacha se acomodó en un de los sofás con un libro de mecánica de la biblioteca. El chico mudo tenía razón y debería investigar más porque parecía que podría aprender mucho más de lo que esperaba.
Cualquiera que la hubiese visto diría que se estaba colocando con sumo cuidado para sentarse sin arrugar el vestido y con gran compostura y un buen conocimiento del protocolo. No tardarían en ver como con un giro se tumbaba, dejándolo todo arrugado a su alrededor, con la cabellera roja cayendo desde el reposabrazos donde apoyó la cabeza, de espaldas a la puerta

Estiró las piernas, debido a su tamaño no llegaba al otro lado pero casi mejor. Suspiró y con una ligera sonrisa se sumergió en las páginas.

*se queda*

Me dirijo a la sala común para tumbarme un rato. Estoy algo cansado del entrenamiento, pero meterme en la cama a estas horas siempre me ha dado como hurticaria. Lo mejor de la sala común es que no suele estar muy frecuentada -al menos las veces que he venido- y te puedes encontrar cosas muy interesantes al tener encima a los líderes.

Al llegar me encuentro con algo interesante, aunque no se trate de ningún líder. Entro con cuidado, evitando hacer mucho ruido, y me acerco por el respaldo del sofá para que el propio mueble le tape la visión. En cuanto estoy lo suficientemente cerca me apresuro a darle una palmada al libro y lanzarlo hacia sus pies.

—¿Qué haces leyendo? ¿No ves que tienes que bordar y cocinar? —Digo con tono fuerte e inquisitivo, burlándome. Luego me apoyo en el respaldo del sofá, dejando que mi pierna izquierda quede colgando en la esquina.

—¿Qué pasa? ¿Es que ya tienes amiguitos y no quieres saber nada de mí? —Pregunto, jocoso, mirándola con una media sonrisa entretenida.

El libro salió por los aires hasta sus pies y torciendo ligeramente el labio y, sin ni si quiera girarse, responde al hombre que obviamente lo ha hecho.

-Da gusto ver lo delicado que puedes llegar a ser. -Echó la cabeza más hacia atrás para mirarle a la cara. -Si leyeses alguno de vez en cuando a lo mejor llenabas esa cabeza hueca que tienes. -Soltó una risa irónica. -No querrías ver cómo cocino, lo que salga de ahí podría matarte. Aunque con lo majo que te portas a lo mejor te preparo algo. -Rió con suavidad recogiendo el libro y cerrándolo con cuidado para dejarlo en la mesa que había frente al sillón. -Aunque coser no se me da mal, te puedo hacer un bozal. O una correa. -Se pasó una mano por la nuca, levantando la cabeza un poco para dejarla pasar, y colocó mejor el pelo, que volvió a caer con suavidad por el reposabrazos. Sonrió volviendo a mirarle. -Cuánto tiempo sargento Browen.

-Pues la verdad es que he conocido a un par de personas interesantes, gracias por tu interés. Tendrás que ponerte las pilas no sea que pierdas tu posición. -Levantó una mano para darle un tironcito de la perilla. -Oh, ¿Estás celoso? Tranquilo, papá y mamá no te vamos a querer menos.

—Hay que mantener la mano firme, o te subes a la chepa con tu cara de buena —Le respondo, entretenido. Miro como se yergue para coger el libro y acomodarlo en la mesa y agarro uno de sus mechones mientras se vuelve a recostar, dejando que se me escurra entre los dedos.

—Ya tuve que leer bastante en su momento, prefiero salir y pelear contra el dragón en lugar de sentarme frente al fuego y leer cómo otros lo hacen. Es más estimulante —Comento a su propuesta de lectura.

—Gracias, pero no quiero pasarme un año en el vater si eres tan mala mujer. Lo de la correa lo acepto, veo que has comprobado que no puedes conmigo tú sola... —Bromeo alzando las cejas y agachádome un poco para acercar mi cara a ella. Me limito a ampliar la sonrisa cuando me saluda. El tono que usa para decirlo sigue siendo demasiado agradable.

Alzo las cejas con curiosidad cuando dice eso de que ha conocido gente y cuando me agarra la perilla me dejo ir un poco más, acabando con el brazo sobre el sofá, hacia la parte de fuera; el tronco sobre ella y los muslos contra el respaldo, colgando las piernas por el borde.

—Vaya, Mithos, estoy preocupándome seriamente —Me acerco más a ella y la beso un momento. Nada del otro mundo. —Pues mientras tú hacías amigos ha sido mi cumpleaños. Mira qué abandonado me tienes —Comento con tono más zalamero y entretenido.

-Oh, qué mala que soy. Una carga. -Respondió fingiéndose avergonzada. La muchacha tuerce sutilmente la cabeza al notar cómo le sujeta un mechón, sintiendo el tirón suave. Cuando vuelve a unirse a la melena roja se gira para mirarlo mientras habla sin disimular su cara de escepticismo.

-No sé yo cuánto leerías. Yo la verdad prefiero leer sobre el dragón antes de ir antes que lanzarme a que me parta en dos de un bocado, llámame precavida. -Le sonrió alzando una ceja. -A lo mejor a ti te sobran vidas pero a mí no.

-Oh, "mala mujer", -dijo soltando una carcajada. -no sé si lo que pasa es que quieres que te haga pasarte un año limpiando con la lengua los váteres de Brontë o que es una nueva y desagradable faceta que no conocía. ¿Has salido hoy a cazar un bismonte para la cena? La gran bola de fuego está cercana a ocultarse. Se acerca la sombra. -Dijo con un tono que pretendía sonar macabro, con burla. -Al final si que voy a tener que llevarte con correa pero por comportarte como un animal.-Le devuelve la sonrisa cuando se acerca, como reafirmando que de verdad se alegraba de verlo. -He podido con tíos peores, no me hagas darte con la zapatilla.

La muchacha encoge una pierna ligeramente, acomodándose según se mueve para adaptarse a los cambios de posición de su acompañante.

-¿Tú? ¿Preocupándote? Es toda una sorpresa. -Se interrumpió un momento sorprendida esta vez por el rápido beso. Un ligero rubor le encendió las mejillas pero siguió hablando intentando no mostrarse sorprendida. -Si tanto te preocupas deberías...Espera ¿tú cumpleaños? Joder, ya me podías haber dicho algo, te hubiese podido tirar de las orejas treinta veces. -Le dio con el puño cerrado en el pecho con indignación. -Me apartas de tus reuniones sociales. ¿Te avergüenzas de mí? Y tienes la poca decencia de decirme que soy yo la que te abandona. Me hieres, Gerald.

Sonrió observando más detenidamente al hombre.

-Aunque lo compensas un poco con esa postura. No sabes qué hacer para llamar mi atención y estás aprendiendo equilibrismo, ¿verdad? -Rió cerrando los ojos, emitiendo un sonido suave y musical, aunque si lo quisiera esa misma risa inocente podría haber sido como un puñal.

Niego un par de veces, jactancioso.

—Empollona más que precavida. Te atacarán por la espalda mientras lees sobre cómo defenderte de ataques fortuítos. Es más útil la experiencia que gastarse los ojos en heroicidades de otros —Reprocho, convencido. Amplío la sonrisa.

Luego alzo una ceja ante su bravuconada y le pongo el índice en la boca, arrastrando hacia abajo con rapidez como si quisiera hacerlo rebotar.

—Oh, espera, ¿oyes eso que viene de tu pecho? "¡Bajad las compuertas! ¡Cerrad las murallas!". Me parece que alguien se ha puesto a la defensiva. ¿Es que no te enseñaron la supremacía de los hombres en tu noble familia? —Comento con tono jocoso, acomodándome sobre ella. Muerdo el aire frente a su cara cuando me dice lo de la correa. —¿Y ahora te das cuenta? —Respondo con tono sugerente. Luego dejo pasar con mirada escéptica lo de los tíos peores. Creo que tiene muchos mecñas en la cabeza.

Parece que va a seguir empecinándose, como de costumbre, pero por suerte la conversación cambia de derroteros ante la noticia.

—Eh, señoritinga, cumplo veintiseis. Si se te dan tan mal eso de aproximar edades mejor cierra el pico —Le agarro los morros con la mano, aplastándolos juntos para cerrarle la boca como a un pato. —No vas a ahorrarte un regalo con esos melodramas. Espero que sea caro y bonito, que sé que tienes pasta —Le comento entretenido, apoyando las manos sobre mi pecho.

Me miro en cuanto hace alusión a mi postura y me río.

—¿A estas alturas aún te sorprende mi elasticidad? —Pregunto con tono zalamero, aunque lo que me viene primero a la mente es aquel día que me vio entrenando en la sala de baile.

Se encoje de hombros, despreocupada.

-Cuando saque de algún aprieto esa cabezota tuya te demostraré que tengo razón. Y haré que te comas un libro. -Hizo un gesto con las manos y sonrió. -Uno grande.

La muchacha hizo un gesto con la cabeza para apartar el dedo de sus labios y lo miró con media sonrisa.

-¿Te da miedo que me sepa defender? Eres como esos pájaros que se inflan para parecer mejores y más grandes. -Se colocó las manos a los lados de la cara abriendo los dedos como si fueran flores, como ilustrando su ejemplo, y comenzó a reír. -Tranquilo, me controlaré para no asustarte. -Bufó al oír lo de su familia. -¿Tengo cara de hacer caso a esas cosas? Bah, pijadas. Pero te puedo hacer el papel de doncella educada y virginal si lo prefieres. Mi padre se lo creía. -Una carcajada dulce pero algo subida de tono salió de sus labios tras el comentario, haciéndola vibrar.

Levantó una ceja sonriendo con malicia, observando divertida el mordisco al aire del hombre.

-Desde que te conozco he pensado que un bozal te favorecería. Una correa sería un buen primer paso, ¿no crees?

Se encoje un poco cuando el hombre responde, riéndose.

-¿Qué tienes tú hoy con mis labios? Ya sé que no tienes 30.-Dijo a través de sus apresados labios antes de girarse para liberarse de la mano del hombre con una sonrisa. -Sólo decía las veces que te habría tirado de las orejas antes de que me pudieras parar. -Se dio un par de golpecitos en la nariz con el dedo, como si hubiese sido una línea lógica de pensamiento. -¡Ja! Mi padre tiene pasta. Yo...Bueno, yo también. -Concedió. - Pero no sé si te lo has ganado, ¿ya somos amigos de los que se hacen regalos por esas fechas? -Sonrió y soltó una risa irónica. -Gerald, todo lo que hago es bonito.

-Tampoco me fijo tanto en ti. Pero, eh, que me sorprendas es bueno, eso es que aún no me aburres. -La muchacha sonrió con malicia y levantó una pierna para darle un golpe suave en el estómago, simulando una patada.

Le dedico una mirada entre escéptica y desafiante, pensando en lo que podría ponerla a comer a ella. Pero lo dejo pasar para no ser demasiado desagradable tan temprano.

—A tu lado no hace falta hacerse mucho el grande, ¿no crees? —Le comento, acomodándome boca arriba y cerrando los ojos para relajarme un poco. Luego sonrío ligramente con lo de su padre —El amor ciega —. Respondo.

—¿No has dicho eso mismo hace... 20 segundos? Creeme, de vez en cuando te escucho —Le comento sin abrir todavía los ojos. Me giro y los abro al fin para mirarla cuando menciona lo de merecerlo.

—Es una celebración, no es cuestión de merecerlo o no. Uno celebra y los demás le dan cosas. Eres tú la que tiene que demostrar qué tan buenos amigos somos aceptando o no mi celebración —Me explico como si fuese una importante reflexión filosófica en mi vida.

Me la quedo mirando cuando habla, ignorando un poco lo que dice deliberadamente.

—Mira que eres guapa —. Comento algo distraído, sin dejar de mirarla.

-Claro, porque es en vano. Nada puede ensombrecerme. -Alzó la barbilla orgullosa con una sonrisa afilada en los labios. -Qué empalagoso. Pero de ser cierto explicaría el buen ojo que tenía mi padre para saber dónde putearme.

-Igual repitiéndotelo te entra en la cabeza. -La muchacha se movió sin incorporarse al extremo del sofá para ver mejor al hombre tumbado sobre el respaldo. -Bueno, nunca rechazo una fiesta, pensaré algo. Será difícil teniendo en cuenta nuestra enorme amistad, el listón está alto. ¿Qué más te han regalado, cumpleañero? No quisiera que repitieses modelito.

-Mira que eres tonto. -La muchacha entonces le agarra de la cintura del pantalón y tira de él para que por su propio peso caiga sobre el hueco de sofá que ha dejado. -A ver, ¿por qué esta repentina muestra de peloteo? Es decir, es una afirmación obvia pero... No te voy a prestar dinero si es lo que quieres. -Le mira con malicia, riendo, apartándose el pelo de la cara.

—Seguro que es por eso —Comento para mí, entretenido, dejándola divagar. Luego la miro con curiosidad con eso de su padre. —Tu padre me caería bien —.

Me acomodo un poco más cuando se retira, pero mantengo mi postura. Niego con la cabeza y hago un par de aspavientos con la izquierda.

—Uh, quita. Fiesta ya tuve. De casualidad, pero tuve. Y tal y como me desperté creo que no quiero más en un tiempo... —Luego me quedo pensando ante lo del  regalo y la miro ampliando la sonrisa ladina. —Cosas personales e intransferibles. Tú échale imaginación —Replico.

Alzo las cejas con su respuesta y me dejo caer al sofá por fin. Hago un par de contorsiones para acabar boca abajo, con la cabeza apoyada en las manos, mirando hacia ella.

—Aún por encima... Ya no puede uno hacer un cumplido sin que le llamen de todo. Bien, no he dicho nada —Respondo con cierto desaire, dándome la vuelta y quedando boca arriba, con las manos como lamohada y mirando al frente en un intento por "darle la espalda" en esta posición. Sería más bien darle la nuca.

La muchacha suelta una risa sarcástica mirando al infinito y con un pestañeo vuelve a centrarse en el chrysos. -Pero porque tiene pasta. Serías tonto si te lo pusieras en contra.

Arquea una ceja y se imagina la resaca a la que se debía de referir. No sabía si quería saber cómo era de fiesta. Tras el apunte responde a su sonrisa con otra igual. -Uno zapatos a medida entonces. El tacón te realzará los glúteos. -Añadió posando la lengua en los dientes con malicia y apretando con un dedo en el estómago del hombre por sorpresa.

Observa todas las maniobras del hombre para colocarse tras su caída y hace un movimiento de ojos cuando se da la vuelta enfadado, evitando reír.

-Ohh. Venga. -Dice con un tono de súplica que no acaba de ocultar la sonrisa de sus labios. -Claro que acepto el cumplido. -Intenta pasar una de las manos bajo él para rodearle la cintura y apretar suavemente. -Y claro que te dejo dinero si es lo que quieres. -Añade posando la frente en la espalda del chrysos. Un instante después no puede aguantarse el a reír.

Se nota que tiene pasta porque su obsesión con los créditos sobrepasa fronteras. Cuando menciona lo de regalarme unos zapatos con tacón la miro con escepticismo y aprieto inconscientemente el tronco cuando me pica, notando como su dedo choca contra el músculo. Guardo silencio un momento, miro su dedo y luego a ella de nuevo con cara aburrida. No creo que necesite decir mucho más frente a su intento de afrenta con estos músculos esculpidos así que me limito a dejar ir una sonrisa divertida.

—Respondiendo a tu oferta, los hombres de poder todavía usan cuñas en sus zapatos aunque yo no necesito ningún tacón para marcar mi poder —Miro de reojo hacia mi trasero —Y mucho menos para resaltar mi culo —Comento, jocoso.

Parece que todavía responde a la indignación y me mantengo mirando al respaldo del sofá con cierto estoicismo mientras sigue su charla. Noto como me rodea con los brazos para atraerme a ella. Al menos disfruto de cómo se mullen sus tetas en mi espalda. Giro la cabeza en un intento de verla en esta postura.

—Que no necesito tu dinero, engreída. Tengo suficiente y sé ganarme lo que necesito. Lo que quiero de ti no me hace falta pedírtelo —Acabo comentando con voz socarrona, pasando una mano hacia atrás para agarrarle el culo y apretarlo lentamente.