Recolección por el bosque.

Aunque no resulte la mejor ayuda, a Kyoti le alivia dar con una suerte de plano. Viendo que no tiene más que hacer allí (y sin olvidar que, por lo que le han dicho, el tiempo vuela), marcha en dirección al claro, en busca de las flores. Tarda algún tiempo en llegar, y el agua empieza a caer de camino. No puede evitar preguntarse si esa agua hará salir a los batracus. Pero, por el momento, se dirige a por las flores.

A Kyoti no le hace demasiada gracia descubrir su localización. Parece que sus tareas se van complicando, desde luego. Pero tiene que esforzarse. Decide, pues, guardar el plano y comprobar la solidez de la roca. Quizás pueda apoyarse en salientes y... Si ve que es demasiado complicado, siempre puede intentar trepar por un árbol, claro. Todo depende de si las duradurras crecen también donde empieza el bosque. Pero, por el momento, intentará escalar, siempre con tiento.

Kyoti tiene claro que, cuanto antes acabe, antes podrá ponerse a cubierto. Hace frío y llueve, y el chico empieza a concienciarse de que la aventura le va a costar un buen resfriado. Pero, de todas formas, se ha ofrecido a hacerlo y tendrá que cumplir con ello. Nadie dijo que fuera a ser fácil.

Busca apoyo por la izquierda, avanzando con tiento. No parece que sea un recorrido muy complejo, pero no va a apresurarse a costa de arriesgar el cuello. Comienza una escalada asegurándose de tomar apoyo allí donde la roca es firme y menos resbaladiza.

Resulta que, pese a los sustos que se lleva por el camino, la escalada no ha sido mala idea. No tarda más que unos minutos en conseguir las flores y bajar de nuevo, y en el momento en que pone los pies en tierra, pese al frío y a estar empapado, Kyoti se siente repentinamente más animado. Solo un par de ingredientes más y habrá terminado. Es cierto que no le ha pillado el mejor día, pero no está yendo tan mal, ¿no?

Ya ha tomado la determinación de ir al lago cuando algo llama su atención, y fija sus ojos en el colorido sapo, pensativo. ¿Será un batracus? Él dijo que las huevas son como de rana, ¿no? Y la lluvia es agua. Nadie le ha dicho que tenga que ir al lago necesariamente. ¿Y dónde estarán las huevas? Kyoti no está muy acostumbrado a ver anfibios, después de todo.

Acaba por decidir acercarse, despacio para no asustarlo. No parece muy rápido, pero no querría perderlo de vista. Quizás si se acerque pueda ver las huevas. O quizás él lo guíe hasta ellas. Desde luego, no es un wilro rojo, pero seguro que es un batracus.

Kyoti se va acercando al sapo despacio, con intención de examinarlo. Pero, en el momento en que este se aleja, siente un pequeño agobio atrapándolo. Con movimientos lentos, pese a que ya lo ha visto, saca una flecha del carcaj y empuña el arco. Si el animal trata de escapar, siempre puede intentar atravesarlo con una flecha antes de que desaparezca. A lo mejor las huevas están dentro del cuerpo. Pero, en principio, su intención es solo acercarse.

Pese a que se dirige al sapo, también mantiene su atención en la zona de tierra que ha estado removiendo. la verdad es que Kyoti no sabe mucho de anfibios, pero todo le parece un posible nido. Si las huevas están allí, en realidad, poco importa el animal en sí.

Kyoti se ve de pronto atacado, y todo lo que puede hacer es echarse a un lado, tapándose la cara con el brazo para intentar evitar el extraño escupitajo. No será el batracus un depredador, ¿no? ¿Los anfibios son depredadores? ¿Debería matarlo?

Por el momento, Kyoti decide no hacerlo. ¿Y si lo espanta? Es grande, pero el chico lo es más. Quizás pueda ahuyentarlo. Y él que pensaba seguirlo... Pero las huevas están en la tierra, las ha visto. Mejor hacer desaparecer al animal.

Lanza una flecha ante él, apuntando al suelo, justo delante del anfibio.

-¡Haaaa! -grita, tratando de imponerse, poniéndose de puntillas y abriendo los brazos para parecer más grande.

Kyoti siente el ardor de la corrosión en la piel. Ácido. No puede sino agradecer su piel escamosa, más resistente a la abrasión, así como el contacto dulce de la lluvia. Vaya cambio de actitud más repentino, desde luego.

Parece que el animal no tiene intención de alejarse. Kyoti no quiere hacerle daño porque sí, pero quizás sea lo más sencillo. Le envía un flagrare, una muestra de lo que podría pasarle, y vuelve a intentar evitar el escupitajo del animal. Si persiste, no tendrá más remedio que atravesarlo con una flecha. Espera que el fuego sea suficiente, pero lo matará si es necesario.

El animal, finalmente, se aleja, y Kyoti no puede evitar un suspiro de alivio. Guarda de nuevo el arma y la flecha, al tiempo que se acerca a comprobar esa cosa de aspecto viscoso. Visto lo visto, termina de desenterrar la bolsita con un pie, con mucho cuidado de no hacer presión, y utiliza la capa para cogerla sin necesidad de tocarla. Kyoti está acostumbrado a lidiar con vísceras y cosas del estilo, pero también es escrupuloso a la hora de tratar cosas tan extrañas. Trata de contar las huevas y después guarda las que ha conseguido.

Mira alrededor. Solo queda un ingrediente, y es el más difícil de todos. No hay señas de dónde buscarlo, ni tampoco sabe qué está buscando. ¿Algo rojo? Es la única pista a la que Kyoti puede aferrarse, y ni siquiera sabe hasta qué punto es fiable.

Al final, decide ir caminando hacia la cabaña una vez más. Ha conseguido cuatro de los ingredientes. Si esta vez da con el parvus, podrá preguntarle por el famoso wilro. Y, mientras tanto, puede intentar buscarlo, sea lo que sea.

Kyoti está ya de camino a la casa cuando un ruido llama su atención, y no puede evitar buscar a su alrededor. No puede decirse que tenga que buscar mucho, ya que están en el camino, mirándolo. Kyoti ha visto cosas raras a lo largo del día, pero eso no hace la que tiene ante sí más común. Hasta siente una cierta curiosidad, que parece recíproca.

Carraspea. No le dan buena espina del todo, después de todo lo que se ha encontrado. Procede a seguir avanzando, haciéndose a un lado del camino para pasar a su lado y seguir. De vez en cuando, los mira de reojo.

A Kyoti le llama la atención que sean tantos, y no le gusta demasiado. Pero una idea se empieza a formar en su mente, y poco a poco se afianza. ¿Y si son wilros? Los hay rojos, puede verlo. ¿Y si son lo que está buscando?

Pero, ¿cómo saberlo?

Apura el paso, sin llegar a correr. Parece que pretenden seguirlo. Cree que, si se lo permite, hasta lo rodearán. No quiere llegar a tanto. Pero, si pretenden perseguirlo, quizás pueda guiarlos. Hacia la casa. Si el parvus aparece, podrá decirle si son wilros. Si no... Bueno, pues ya se verá.

Al principio, Kyoti avanza tranquilo, viendo que lo siguen a un ritmo lento. Para cuando está ya cerca, sin embargo, empieza a preocuparle la facilidad con que ganan velocidad, pero sobre todo la facilidad con la que aumentan en número. Van a echársele encima.

Pero la casa ya está ahí, y el parvus, por suerte, también. Kyoti está a punto de formar una sonrisa de alivio, pero entonces se ve capaz de descifrar lo que le dice y echa la vista atrás un momento, empezando a dudar. No tarda en mirarlo de nuevo.

-Son wilros -afirma. ¿Afirma? ¿Qué hace afirmando?-. Es decir. Pregunto. ¿Son wilros? ¿Qué debo hacer? Ya traigo todo lo demás.

Quizás, por una vez, la velocidad a la que habla el hombre sea una ventaja. Kyoti está preparado para seguir las instrucciones que haga falta.

Kyoti aún está formando su sonrisa satisfecha cuando el hombre deja bien claro que las cosas no van bien. El chico duda entonces, volviéndose a los wilros. ¿Y cómo se deshace de ellos? Empieza por lanzar un flagrare, preguntándose si el fuego los alejará.

-Esto... ¿Lo necesita vivo? -se le ocurre preguntar entonces.

Deja que el hombre se haga cargo de lo que ha traído para él, buscando un wilro rojo entre la multitud. Si puede atravesarlo con una flecha, podrá espantar a los demás sin preocuparse por perder el que necesita.

Kyoti no entiende nada, pero trata de tomar control de la situación. Parece que el fuego no los atrae, pero tampoco los detiene. Acaba por cambiar de estrategia, y comienza a clavar flechas en el suelo, ante sí, tan rápido como puede, formando una línea.

-¿Va-vale...? -es todo lo que puede balbucear.

Continúa con su barrera de flechas, preguntándose cuál es el peligro que espera. Trata de concentrarse, de dar con una solución, pero no parece fácil...

Kyoti trata de esquivar el wilro verde, que pasa a su lado. Desde luego, no esperaba aquello, pero es bastante impresionante. Por probar suerte, se gira y lanza sobre él su siguiente flecha, preguntándose qué es lo que debería hacer.

-¿Có-cómo los paro? -acaba por preguntar. Hasta el momento, el parvus no ha sido muy dado a ofrecer información, pero quizás sí sepa la respuesta.

Kyoti, viendo que no cejan en su avance, interrumpe su barrera de flechas para acercar un flagrare a las plumas de las flechas, buscando prenderlas para hacer su barrera algo más imponente. Busca un wilro rojo entre los que más se acercan.