Los dos gigantescos portones de madera maciza comenzaron a abrirse lentamente. Un estruendoso crujir procedente de las viejas bisagras resonaba en el recibidor del castillo. Los pasos de aquel diminuto hombre sobre el suelo de la sala, de exuberantes proporciones, no eran más que débiles golpecitos amplificados sobre el frío mármol, utilizado como adoquín.
El hombrecillo, con paso pusilánime, recorría cada metro con inseguridad, pensando en cómo debería presentarse ante la jefa de la raza Flamma, nada más y nada menos que Cynara Ethrial.
Al fin había recorrido todo el pasillo, que llevaba hacia las escaleras, que conducían hacia la entrada de la sala del trono, donde supuestamente la joven de largos y ardientes cabellos estaba esperando por la noticia.
Cynara observó como se abría lentamente la puerta de la habitación en la cual se hallaba en esos momentos. Un joven de aspecto desgarbado –a pesar de intentar lo contrario- apareció ante la bella dama, que esperada con cara de aburrimiento, dejando el peso de su cabeza sobre su frágil brazo, el cual se apoyaba a su vez sobre el apoyabrazos del trono.
- ¿Qué deseas? – Preguntó la jefa Flamma, deseando que el hombre que se ubicaba a pocos metros de ella fuera un bufón, y no un simple mensajero.
- Disculpe, señorita Cynara, pero debo de transmitirle este aviso de gran trascendencia – respondió el pobre individuo cuya única función era transmitir el mensaje que le había sido confiado.
La hermosa joven de flagrantes cabellos adoptó una posición más seria, esperando que el enviado emitiera el comunicado. Hizo un gesto con la mano, que el mensajero interpretó como una orden para que hablara.
- Le necesitan en el Palacio Brontë, a usted y al resto de jefes de raza – dijo el hombre como breve explicación -. No estoy permitido a conocer más datos sobre este asunto, así que sintiéndolo mucho, dudo que pueda ayudarla en cualquier duda que tenga – añadió, aclarando que su posición en aquel tema no era para nada significativo.
Cynara miró de reojo al mensajero.
- Gracias, pero no tengo ninguna duda respecto a ese tema – aclaró la chica mientras se levantaba de su trono.
Pasaron 10 segundos. Se acercó al hombre y lo miró con gracia. Después sonrío.
- Cuando quieras puedes irte… - Sugirió con cinismo, manteniendo su “agradable” sonrisa.
El hombre asintió aterrado mientras una gota de sudor frío y escalofriante le recorría la sien derecha, dio dos pasos lentos hacia atrás y al salir de la sala comenzó a correr, huyendo del Palacio de Lord Efesto.
Así pues, la joven y ardiente jefa Flamma se despidió de su heredad y, asimismo, de su tierra.