Establos

Bajé la vista, con una sonrisa, negando suavemente varias veces.

-Es que me mira con esos ojos brillantes y no puedo resistirme -bromeé, aunque no era del todo mentira, de hecho.

Miré de reojo a Telma un momento más. Me había estropeado un momento muy noble y hermoso. Aquello era motivo suficiente para empezar a tratarla con más dureza. Las oportunidades perdidas eran lo peor que podía pasar.

-Por cierto... -dije, de pronto, acariciándome la mejilla-. ¿Crees que es mejor con patillas o afeitado? -. La miré, curioso.

Nadie me había dicho nada, al fin y al cabo. Aunque aquellas chicas del pueblo, por supuesto, se habían quedado encandiladas. Pero por preguntar... La opinión de las damas era importante.

Dedico una nueva mirada a Telma, que parece enfurruñada. Luego dedico a Rick una mirada reprobatoria. Al final es un blando.

-No, si ya se nota... -me burlo.

Frunzo el ceño, mirándolo con cierta incredulidad. ¿En serio? Roto los ojos. Lo de la asesoría de belleza no es lo mío, lo siento mucho. Me encojo de hombros.

-No sé -replico, sin mucho interés-. Te quedan bien.

Siento decir que no es un detalle que me llame mucho la atención.

De modo que sí, eh... Bueno, no era por presumir, pero a toda la familia de mi padre, desde siempre, diferentes barbas les habían dado los rostros más belicientes y masculinos. Yo solo era uno más de aquella cadena infinita y viril.

-Eso pensaba... -comenté, con distracción.

La contemplé. Era tarde. Había prometido que iría a una revisión antes de dormir, aunque me sentía bastante bien. Sin embargo...
Mithos... ¿Desde cuándo un hombre Dehnel bien educado, enseñado con viudas y con unas grandes capacidades para el valor perdía el tiempo de aquel modo?

Me acerqué a por su boca, buscándola con más intensidad que la última vez, ladeando ligeramente la cabeza para no chocarme con su nariz en el trayecto. Tenía muchas cosas que preguntarle sobre su vida, sobre sus gustos, sobre su familia y demás, pero también tenía muchas ganas de tocarla todo el tiempo. Y si Telma lo interrumpía, se recuperaba, ya que ella no parecía demasiado indispuesta.
Llevé una mano justo encima de su cintura, sobre las costillas, bajando suavemente desde allí, entonces sí, a las costillas.

Ya veo qué rápido va ganando confianza. Hace un rato se dedicaba a hacer gestos inseguros, encogiéndose incluso un poco. Hace unos días ni siquiera se atrevía a tocarme. Y no sé qué pensar al respecto, parece que todo lo que su mente tenga presente sea que hay un cuerpo frente a él al que acercarse. Al final es incluso más insistente que Gerald. Aunque en su caso, sé que un gesto es suficiente para que se detenga.

No empleo tal gesto, sin embargo. Tampoco me ha dado motivos. Resulta un poco incómodo que esté tan embobado, pero no ha hecho nada malo, realmente. Así que lo dejo acercarse y lo recibo, acomplándome rápidamente a su boca.

Me alzo un poco, rodeándole el cuello con los brazos, para que sea más sencillo.

Afianicé la mano en su cintura, ayudándola a alzarse. La otra mano, tras un leve titubeo, rozó su cabello, hacia arriba, atravesando sus mechones, ascendiendo. Tras un poco alcancé su cuello, que rocé con el dorso de los dedos, acariciando hasta llegar a la oreja. Allí volví la mano para hundir los dedos en su pelo, a la altura de la nuca, peinando con distracción mientras me centraba en sus labios, controlando el ansia para no perder el control sin más, aunque el pulso ya se me disparaba. Me introduje en su boca, con suavidad, probando su saliva y disfrutando del tacto de su boca.
Me separé suavemente para besar su comisura izquierda. Entonces Telma mugió, de nuevo, desde su cuadra, distrayéndome un instante.

Miré de reojo. Estaba allí, echada hacia adelante. Estaba seguro que, de poder hacerlo, saldría fuera para repetir de nuevo lo de antes.

Lo dejo actuar a su gusto, limitándome a seguirle el juego. Lo atraigo con movimientos lentos, atrapando de cuando en vez su labio, y abro la boca cuando así lo pide, recibiendo su lengua con la mía, acariciándola. Avanzo un paso cuando me atrae, afianzando mi posición, y cuando se aleja hacia mi comisura, la tuerzo hacia arriba como respuesta.

Un sonido lo distrae. Telma, por supuesto. Supongo que considera que está muy bien eso de estar los tres juntos, pero solo cuando ella es el centro. Dejo un suave beso en su mandíbula antes de descender y apoyar del todo los pies en el suelo, dejando caer las manos hacia sus hombros. Vuelvo la vista a Telma y le lanzo un beso.

Esbocé una sonrisa. Como ella había hecho, finalmente, aparté las manos de su cuerpo, en una suave y breve caricia descendental. Me despeiné un poco el flequillo, pensativo. Parecía que, por lo menos, aquel no era el lugar adecuado.

-¿Has cenado? -inquierí, finalmente, volviéndo el rostro hacia ella tras haber lanzado una mirada a mi querida e inoportuna Telma.

La bismonte, por supuesto, respondió, una vez más, con un mugido. Si no fuese porque sabía que era una muchacha noble y educada, diría hasta que estaba satisfecha y burlándose. No sabía de qué malandrín podía haber aprendido aquellas cosas.

Acaba por separarse, y hago lo propio. Niego con la cabeza cuando pregunta, y cuando mira a Telma de nuevo me acerco a ella y le doy una caricia. Una caricia bastante poco merecida, pero no deja de ser mi niña mimada.

Me vuelvo hacia Rick.

-Y va siendo hora, la verdad.

Tras asegurarme de que todo estaba en orden y despedirnos definitivamente de Telma, salimos en dirección al palacio.

*Se van*

Entro en los establos. La verdad es que el camino hasta aquí es un poco caótico. Yo venía a...
Me acerco a algunos de los animales, apoyándome sobre las barreras estas de madera, riéndome un poco de ellos. Qué mierda estar ahí metidos todo el día.

Miro a mi alrededor. Hoy no están follando aquí esos dos, eh... Claro que no. Estarán cagados porque siempre que vienen los pillo... Yo lo estaría...

Me acerco al montón de paja y me echo un momento. Quiero sentarme despacio, pero al doblar un poco las piernas ya me caigo, de culo. Aquí dormí con Gerry... Qué estúpido día... Y ahora está en las mazmorras... Todas las cosas importantes pasan aquí al final...

Me levanto, desorientada. Frunzo el ceño, esforzándome mucho, hasta que lo consigo. Claro, hostia...

Tomo un par de las mantas viejas que hay por aquí y salgo de nuevo. Ahora a ver si sé volver.
Siento que tengo todo el rato los ojos muy abiertos, como si mirase el mundo con estupor.

*se va*

No sabía cómo, pero aquella noche Lyo había caído rendido antes que de costumbre. Quizás el haber jugado tanto con el sonajero nuevo y con el peluche de boro que le había comprado había acabado con él. O tal vez el paseo por el pueblo, nada más. Como fuese, lo tumbé sobre una manta, en la paja, y me dediqué a hacer algo de caso a Telma, que, aunque parecía algo enfadada al principio, terminó por acceder como una buena y noble bismonte educada. La peiné incluso un poco, como Lea me había enseñado, y luego me tumbé junto a Lyo, en la paja. Ella no tardó demasiado en unirse a nosotros, acostándose a mi lado, calentita y esponjosa como una nube noble y amable.

-Es agotadorizante esto, eh... -le dije, con una sonrisa cansada, acariciando su cabeza peluda-. Más incluso que cuando tuve que cuidar de ti, al principio.

Se me cerraban los ojos, sin darme cuenta, con el calorcito de Telma y la respiración suave de Lyo, a mi lado. Me acaricié la cicatriz suave del vientre, sin darme cuenta, mientras notaba cómo las fuerzas me abandonaban.

*cae grogui*

Al final, haría mejor convirtiendo esto en mi dormitorio. De nuevo, dormir en las habitaciones parece no ser una opción, porque algo me llama hacia aquí. Quizá el calor de los bismontes, o quizá el olor de la paja. El caso es que aquí estoy de nuevo, dispuesta a echarme una manta y dormir. Quizá hasta saque a Telma y...

Tarde. Parece que no soy la única que ha tenido tal idea. Pues qué ilusión, ahora resulta que esto es la guardería. Trato de retroceder, malhumorada por la presencia de los que se me han adelantado, pero Telma reacciona antes, levantándose en busca de atención.

Tratando de guardar silencio para no despertarlos (no me apetece lidiar con Rick y su crío), sonrío suavemente y correspondo al saludo de Telma con caricias y un suave murmullo de palabras cariñosas. Seguro que con la novedad Rick no le está haciendo todo el caso que debería.

Abrí los ojos de golpe, supersaltado, cuando escuché algo moverse a mi lado. Me incorporé, rápido, con el corazón encogido, como preparado ya para plantar cara a cualquier malvado enemigo que me pretendiera atacar en medio de aquella oscuridad. Iba a bramar, poderoso, pero enseguida recordé a Lyo a mi lado y me di cuenta de que no podía hacerlo. Me mordí, pues, la lengua, y estrechicé los ojos para ver mejor en aquel lugar, si es que era posible.

-¿Ngh? -inquirí, poderoso y noble, frotándome un ojo y echándome el fleuquillo hacia atrás, pasándome la mano por la cara-. Lea -caí luego, viendo a Tel tan animada, rascándome una patilla con pereza.

¡UN MOMENTO! ¿Cómo que "Lea"? ¡¿"LEA"?!
Lea, la hermosa Lea, la magnífica Lea (y borde Lea), la sensual y... ¡LEA MERECÍA UN SALUDO MEJOR QUE AQUEL! ¿En qué innoble mala calaña me había convertido?

Adopté, enseguida, el noble rostro correspondiente, levantándome y sacudiéndome el heno del cuerpo, acercándome a ellas para no despertar a Lyo.

-Buenas noches, Lea -saludé, caballeroso y viril como un auténtico Dehnel-. ¿Interrumpo tu visita a las cuadras?

Quizás venía buscando mi fuerte dragón.

Parece que no ha habido suerte. Rick se revuelve un momento, ante lo que acabo por callar, limitándome a las caricias. Sigue sin ser suficiente para mantenerlo en su sueño. Acaba por despertarse y acercarse a saludar. Si es que no puede una ni venir a dormir. Con desgana, me encojo de hombros.

-Buenas noches -respondo, en voz baja-. En realidad venía a dormir, pero ya veo que me habéis adelantado. Al menos el crío duerme, que supongo que es más de lo que se puede pedir.

Evidentemente, no puedo echarlos. No están en mi propiedad. En cierto modo sí, pero sigue sin ser motivo suficiente para hacer que se vayan. No me queda otra que aguantarme. Me dedico a Telma, algo decepcionada.

Me froté el pelo de la nuca, tratando de ponerlo en orden, lanzando una mirada de reojo al montón de paja, donde dormía Lyo muy tranquilo y suave. Luego miré a Lea de nuevo, deteniéndome un instante en sus labios, con un caprichoso deseo innoble, y acabé por esbozar una sonrisa. De todos modos..., aquel no era el mejor lugar para hacer dormir a un pequeño caballero como Lyo. Cassandra había insistido mucho en que lo cuidase bien, y por mucho que yo desease deshacerme de la ropa, ella quería dormir, y Lyo descansaba...
Un noble y viril caballero siempre debía hacer lo mejor para los demás.

-Supongo que es buen momento para que me lo lleve a un lugar adecuado, antes de que se despierte y se ponga a llorar -ofrecí, pasando una mano por el lomo de Telma, mirando a la flamma en todo momento.

Cada vez había más y más barreras... El mal no hacía más que ponerme duras pruebas.
Al final había logrado besarla en varias ocasiones, había conseguido sentirla en una, pero la imaginaba más veces de las que siquiera podía intentar tenerla...

Por supuesto, da igual lo que diga, porque él mismo se echará con que yo chasquee los dedos una sola vez. Es así de básico. Aunque su ofrecimiento me resulta curioso. Echo un vistazo un momento al bulto durmiente, ladeando la cabeza, antes de volver a clavar los ojos en él. ¿Y a qué lo ha traído, entonces?

-¿Este no es buen sitio para él? -pregunto, más con una cierta burla que por auténtico interés-. Supongo que yo tengo una concepción un tanto peculiar de cuál es un buen sitio para estar.

En realidad, no veo el problema. Una sala cerrada que rezuma calor, tranquila y con un buen montón cómodo de paja. Lo más que pueda molestar son los bichos, pero el lugar está bastante limpio, así que ni eso es un problema. No me parece mal ambiente para un niño.

Miré de nuevo a Lyo, arrugando un poco el ceño, y terminé por mirar a Lea con cierta reparación. Dicho así, me sentía como si hubiese dicho algo malo, pero no había sido mi intención. Simplemente estaba algo dormido, atolondrado, y... chafado.
Lo arreglaría, por supuesto. Era un caballero capaz de solucionar todos los malentendidos con el poder de mi nobleza y un par de palabras amables.

-En estos días he podido comprobar que si hay un bebé en la habitación el lugar deja de ser adecuado para dormir. En este caso, serías tú la perjudicada con su presencia -. Fruncí el ceño, sereno, atrapando un par de los mechones del lomo de Telma con frustración por no poder buscarla.

Telma dejó ir un suave mugido y temí que Lyo se despertase, pero no fue el caso. Aún. Por suerte. De momento.
Mithos...

Frunzo el ceño cuando él lo hace. Desde luego, tener un bicho de esos cerca en horas de sueño no es lo más agradable que se me pueda pasar por la cabeza. Siguen habiendo llegado primero, eso sí. Aunque es problema suyo el rondar por ahí con el crío. Suspiro, encogiéndome de hombros.

-Y todos los demás que duermen aquí -puntualicé, quisquillosa-. Pero da igual. Supongo que volveré a las habitaciones y ya está. Después de todo, no deja de ser lo más fácil.

En realidad, eso no es del todo cierto. Lo más fácil sería tirar al mocoso por un balcón. Así no molestaría a nadie en absoluto.

Casi daban ganas de suspirar y ponerse a llorar como Lyo, a ver si a mí también me daban un abrazo, me susurraban al oído o, en el mejor de los casos, me sacaban un pecho. Si al final no era que el hombre con un niño gustase: gustaba el niño, y el hombre estaba para sujetarlo. Y a Lea ni él... Aunque... Bueno... ¿Y yo? Yo no era un niño, así que aquello no estaba tan mal... Pero tenía un niño cerca, y aquello, como había dicho Massen...
A ver...

Negué, suavemente, manteniendo la sonrisa.

-No pensaba dormir aquí hoy. Me quedé dormido por accidente-. "¿Estás muy cansada, Lea?". Quise carraspear, pero hubiese sido una innoble traición a mí mismo-. Siéntete libre de disponer de los establos.

La miraba fijamente, seguro. Casi quería preguntarle si podía dormir también yo con ella, como cuando estaba en la enfermería, pero estaba Lyo. Y también quería hacer cosas alejadas de dormir, pero estaba Lyo.
Ya incluso parecía que todo aquello hubiese sido por pena por haber estado ingresado... Mithos...
¡NO! ¡Claro que no!

-Estará dormido un buen rato -me escuché decir. Al instante, sin quererlo, retrocedí un paso, apartando la vista hacia Telma, hundiendo ambas manos en su pelaje.

Aquella mujer te hacía torpe y estúpido, Rick Dehnel. El orgullo de tu apellido caía más y más soportado por mis hombros débiles.

Me encojo de hombros. Vale, vale, que es mi territorio y no piensas cambiar ese hecho. Exactamente como debe ser. No tengo nada que objetar. Tras dar un beso a Telma, echo a andar hacia el montón de paja, haciéndome con una manta y estirándola a mi gusto. Perfecto.

Me vuelvo hacia él como un resorte cuando habla, con el ceño fruncido y una sonrisa irónica, casi cruel, en los labios. Miro un momento de reojo al crío. Si es que es un engorro. Menos mal que está callado.

-Oh, ¿ya te has inclinado por los narcóticos? -pregunto, divertida, ignorando su repentina tensión.

Ojalá lo hubiera hecho. De los fuertes. ¿Cuánto puede dormir ese niño sin morirse de hambre? ¿Una semana? Podía dormirla entera en lugar de berrear por los pasillos. Nos haría un enorme favor a todos.

Mientras ella iba hacia el montón de paja yo di un par de caricias más a Tel y la llevé a su cuadra. No estaba muy ilusionada, pero era tarde y no era el momento de estar suelta por allí. Habíamos estado juntos y ya la compensaría de nuevo cuando pudiese. Haría huecos para verla, lo prometía.

Miré a Lea desde mi posición, enarcando las cejas un instante. No podía usar narcóticos porque estaba en contra de los narcotraficantes, como bien había demostrado luchando fieramente contra ellos en el bosque, ya hacía mucho. Quizás habían llegado más, y aquello era un problema, pero los ajusticiaría a todos. Y, bueno... Cassandra me había pedido que lo cuidase, y aquello se escapaba un poco de lo que significaba cuidar. No sería un buen caballero de hacer aquello.

Cerré la cuadra, negando suavemente.

-Soy un buen chico. Y la madre me amenazó de forma muy convencedora -recordé, sintiendo un escalofrío en mi interior, aunque manteniéndome bastante serio por fuera.

Cassandra se había vuelto una buena mujer, se veía en su hermoso rostro, pero todavía recordaba sus actos crueles en el río, aquel día ya tan lejano... Y si podía hacer aquello a sangre fría, del mismo modo podría cortar. No me cabía la menor duda...

Me acerqué a ella, llegando a su lado, echando una mirada a Lyo desde mi posición. Dormidito ni siquiera parecía capaz de llorar, el condenado. Pero incluso así su presencia me resultaba algo inconvencida.

-¿No te gusta ni un poco? -inquierí, mirándola de reojo. Desde luego, era un cobarde, tratándose de la flamma. Con la de hermosas damas a las que había conquistado sin dudar...-. Es como un animalito.

Lo único que le quitaría serían aquellos lloros y los ojos opacos de niño proyecto de asesino.

No me digas, Rick. Jamás lo hubiera sospechado... Aunque tampoco me molesta. Ya sé que lo de las bromas no es lo suyo, así que me limito a asentir vagamente. Vamos a dejarlo estar, ya que no entiende las indirectas.

Observo al niño un momento, acabando por reír suavemente. Igual que un animalito, claro que sí. Solo que mucho peor. Miro a Rick con expresión irónica, y acabo por agacharme a mirar al niño de cerca, con cierta curiosidad. Ahora mismo parece un muñeco. Lo admitiría si fuera así siempre.

Niego con la cabeza.

-Claro que es como un animalito, pero no hay quien lo controle -murmuro-. Llora, se retuerce y no se expresa de forma que sepas lo que quiere. Se interesa por cosas absurdas. No hace caso. No hay forma de interactuar con él. No es más que un saco de lloros maloliente.

Quizá pueda llegar a ser una gran persona, es una posibilidad, pero desde luego, ahora mismo es insoportable.

Por mucho que dijese, yo no era capaz de ver la diferencia. Los bebés se comunicaban llorando y los animales cada uno con su sonido. Al final todo era acostumbrarse, como me había explicado la joven Massen. Al parecer lloraban diferente según lo que deseasen, de modo que seguro que había una forma de comprenderlos por completo. Si llegaba a conseguir aquello me convertiría en el hombre-padre definitivo y ya estaría preparado para demostrar a Padre que yo era perfectamente apto para dar descendencia útil a la familia. ¡NO TODO DEPENDERÍA DE NADIA! Yo también era un Dehnel...

Lea parecía tenerlo muy claro. Bien pensado, me costaba imaginarla como una madre con un niño de la mano y una sonrisa radiante mientras paseaban bajo la luz de un sol brillante.
Mithos... Bien pensado... Desde que Lea se había desenmascarado, cada vez era, de algún modo, lo más contrario a una dama ideal que había tenido nunca en mente: era dura, llegaba a ser fría, hacía caso con más gusto a Tel que a mí, no parecía tener aprecio a los niños, a veces ni a las personas, no reaccionaba bien a los cumplidos y siempre tenía aquella mirada que te juzgaba... Y nunca estaba claro lo que pensaba con respecto a ciertas cosas, solo con verla. ¿Acaso se habría ruborizado alguna vez en su vida? Parecía más fuerte que aquello, aunque en ocasiones flaquizase...
¿Qué era entonces? Ella tenía razón. ¿Qué veía Rick Dehnel en aquella dama que se negaba a serlo?
Era una pregunta trampa, por supuesto. Por mucho que intentase ocultarlas o ignorarme cuando las decía, Lea tenía muchas cosas buenas.

-No has tenido bebés cerca muchas veces, ¿verdad? -inquierí, divertido-. Eso o has tenido demasiados y estás harta -dije luego, aunque lo primero parecía más pausi... plus... pla... posible.

Le demostaría que se equivocaba con respecto a Lyo, pero en otro momento, cuando estuviese despierto. Ella me había enseñado sobre animales, y yo podía intentar enseñarle sobre niños. Aunque no era un experto del todo, todavía.

FdR- Pauze

Acabo por sentarme sobre la manta, en la paja, mirando un momento al niño de nuevo con expresión de cierto desagrado. No tardo en negar con la cabeza. No tengo trato con niños desde que yo misma lo era. Me ponen nerviosa, en todas sus edades, cada una a su manera. Lo más parecido a trato con un niño que he tenido es Daín, y tampoco le llevo tantos años como para considerarlo así.

Además, los niños tienden a ser crueles. Tienen esa ansia de supremacía, esa tendencia a querer sentirse poderosos y hacerlo saber, que me pone tan nerviosa. No son más que unos debiluchos dependientes, y aún así se creen importantes. Qué desagradables.

-No suelo tratar con críos -confirmo, volviendo la vista a Rick-. Me ponen demasiado nerviosa como para acercarme a ellos. Solo llevo cuatro años a mi hermano pequeño, y no tengo primos menores o amigos con hijos. Y por suerte, que tampoco hace falta darse tanta prisa.

Imité a Lea, ¡me tomé aquella libertad!, y me senté, entre ella y el niño, al que acaricié un poco el pelo para ordenárselo. Era suave, y olía bien, y callado era mucho más agradable que llorón, o cuando reía como un noble caballerito. Era un buen chico.

De modo que ni primos jóvenes ni nada más que aquel hermano... Aquel hermano cuatro años más joven...
Cuatro años...

Me acerqué un poco a ella, con una sonrisa entretenida.

-El poderoso Daín Seimz, ¿verdad? -. Ladeé ligeramente la cabeza-. Un gran hombre. ¿Cuántos años tiene ahora ese caballero? -inquierí, sin borrar la sonrisa. Terminé por negar, divertido, frotándome la barbilla-. Qué innoble guerrero estoy hecho, queriendo averiguar de este modo la edad de una dama, eh...

Besarla sería sencillo desde aquella distancia, aunque estaba lo suficientemente lejos como para que no sintiese aquel magneticismo tan fuerte. Podía hablar noblemente.
¡Era un caballero, un auténtico Dehnel!

Telma dejó ir un mugido tristón desde su cuadra.

Enarco una ceja, irónica. Poderoso. Daín. Qué poco sabe este hombre. Si es que acabo hasta por reír un poco. Imaginarme a mi hermano "como un Dehnel", musculado y cargando con una espada más grande que él resulta demasiado absurdo.

-Yo no diría poderoso -replico, entre irónica y divertida-. Es más bien tirillas. El poder lo tendrá en la cabeza, en todo caso, que la tiene bastante asentada -. Le dedico una mirada entre de escepticismo y reproche-. A ver, échame años tú mismo -sugiero.

Ya que está, que me entretenga un rato. A él no sé si medírsela por el cuerpo o por la cabeza. Ahora es cuando resulta que es un crío precoz o algo así. Eso explicaría algunas cosas. Ahora que me acuerdo, yo supe en algún momento qué años tenía, y por lo que recuerdo, era más fiable el cuerpo. No me acuerdo exactamente, pero sé que es mayor que yo.