Habitación del pasillo

Parece que mi pequeño cambio de ritmo no le sienta demasiado bien. Se acelera tan rápido... Y, de hecho, su confesión llega a hacerme reír. Pero no me da mucho tiempo para responder, porque el ansia lo lleva a atacarme de nuevo, y tengo que centrarme en responder. Cuando abandona mi boca y baja hacia el busto le rodeo la cabeza con los brazos, atrapándolo sin movimientos bruscos. Rodeándolo también por la cadera con las piernas, me impulso para hacernos girar en la cama y recuperar mi posición dominante.

Una vez sobre él, dejo un beso suave sobre su pelo y me incorporo para echar hacia atrás el mío, que se desparrama hacia él. Me siento sin miramientos sobre su miembro hinchado, examinando su expresión al hacerlo, y bajo de nuevo a por su boca, en un beso que no le permita volver a descontrolarse. Entonces empiezo yo un recorrido de descenso, y hago hueco entre mis piernas para comenzar a acariciarlo, muy suavemente. Creo que, después de tantas tensiones, tengo derecho a jugar como me apetezca.

Su risa, lejos de hacerme sentir pudor por la confesión que había hecho, me arrancó una sonrisa. Incluso llegó a hacer que me relajase un poco, aunque terminase volviendo a caer en las ganas de recorrerla por completo nada más volver a tocarla. Y, aún con todo, que me rodease la cabeza con las manos, en una especie de abrazo, me calmó ligeramente de nuevo.
Besé su piel, junto al pecho, y pellizqué la carne con los dientes, muy suavemente, todavía lejos del pezón.
No tuve tiempo a mucho más. Cuando la sentí rodearme e invitarme a girar facilité el movimiento, y pronto estaba debajo de nuevo, con los ojos fijos en ella y su cuerpo desnudo.

En aquel momento sus pechos parecían mucho más accesibles para que me hundiese en ellos. Alargué una mano para rozar uno de sus mechones antes de que los quitase de mi alcance. Entonces los ojos se me abrieron, sin que pudiera evitarlo, cuando sentí su peso sobre "mí", y dejé ir un jadeo algo más sonoro, tensándome momentáneamente. Pronto su boca estaba sobre la mía, y aunque deseaba perder el control por completo su ritmo calmo me lo dificultaba. Traté de adaptarme, aunque se me escapaba a veces cierta ansia.

Cuando su mano accedió a mi miembro quise buscarla, pero mi posición con respecto a la suya no me lo permitió. Las caricias eran tan suaves que me hacían querer más, desesperándome un poco, pero incluso en aquella desesperación había cierto encanto. Podía soportarla, aunque me costaba convencerme.
Llevé las manos a su trasero, asiéndolo con una intensidad inusual, y una de ellas acarició su muslo hacia la cara interna, pegándose a su pelvis, presionando sobre la ropa, tanteando. Quizás reaccionase pidiendo más, o tal vez lo hiciese devolviéndome el gesto en mi cuerpo.

Me sonrío con sus gestos, pero no cedo demasiado a ellos. Aunque, cuando me agarra, sí me echo un poco hacia atrás, aumentando el contacto, aunque no solamente por ese motivo. Acaricio con los dientes su pecho, deteniéndome apenas un momento en un pezón antes de seguir descendiendo por sus abdominales. La mano que lo acaricia aparta la ropa para manejarlo mejor, y el descenso de mi cuerpo acaba por reclamar que me suelte él a mí. Sé que no es difícil convencerlo.

Me escurro sobre él mientras lo acaricio, sin demasiada prisa, de forma suave. La boca, en el descenso, sigue saboreando su piel. Pero, cuando lo alcanzo, detengo el recorrido de la lengua. En lugar de ello, pego la mejilla un momento a su miembro, dejando la comisura de la boca casi en contacto, y alzo la mirada hacia él, sin dejar de acariciarlo. Tras un momento de hacerlo esperar, acabo por acariciarlo con los labios, primero en un beso suave, después a lo largo, de forma más directa. Pronto lo recorro con la lengua, buscando las reacciones que más me plazcan.

El calor aumentó de pronto, o así lo sentía. En mi piel, en mi cabeza y también en... fin. La acaricié a través de la ropa, como pude, aunque se me escapaba, y aquello me tensaba más. Sabía a dónde iba, y sabía que era tan hábil haciendo lo que se propusiese que solo de imaginarlo ya me salía estremecerme. Casi sentía dolor, aunque sus caricias relajaban un poco aquella tensión provocada por la excitación y la espera.

Cuando se detuvo sin alcanzarme la busqué con los ojos. Estaba tan cerca que sentía su calor y su respiración. Tragué saliva y me di cuenta de que jadeaba un poco, acelerado tras su descenso. Se me escapó una sonrisa nerviosa al toparme con su mirada, pero pronto me perdía de nuevo en lo que mi cuerpo pedía y era incapaz de pensar demasiado. Tuve ganas de llevar mi mano a su cabeza para hacerla descender un poco más, y estuve a punto de dejarla ir, pese a que algo en mí gritaba que aquello no era apropiado. Ella se puso en marcha antes, de todas formas, y por fin pude dejar ir el aire con alivio,cerrando un instante los ojos. Aunque no fue hasta que sentí que los movimientos eran algo más directos que el alivio empezó a llegar
El alivio y el aumento de la necesidad. Se me escapó un gemido bajo, algo agudo, y permití sin queja que hiciese lo que quisiese conmigo, con mi cuerpo. Incluso me encontré asintiendo un poco, sin darme cuenta, y me forcé a detenerlo.

Me alcé un poco, apoyado en la derecha, para poder observar la situación con más comodidad, aunque prefería cerrar los ojos y abandonarme. Llevé una mano a su rostro para dejar una caricia en su mejilla, que sirvió para enmascarar el gesto que contuve.

Poco menos se retuerce bajo el efecto, y me aprovecho cada vez que hace algún gesto que me resulta llamativo para jugar con él. En ocasiones desciendo la velocidad, como una pequeña burla, buscando aumentar su ansia. En otras, trato de sorprenderlo aumentando el ritmo, haciendo alguna caricia especial con la lengua, intentando que se abandone. Alzo un momento los ojos cuando me acaricia la mejilla, pero no tardo en bajarlos de nuevo.

¿Todavía está en condiciones de permitirse algo así? Mi mano aumenta la firmeza de las caricias, y con la boca lo recorro más profundamente, segura, utilizando labios, lengua y dientes para estimularlo, para tensarlo más cada vez. Poco a poco me voy inclinando más sobre él, y con la mano libre jugueteo en torno al miembro, contribuyendo a la tarea. Lo acelero, lo tiento, buscando tensarlo hasta que pierda la capacidad de contenerse.

La mezcla de sus movimientos, la propia excitación de mi cuerpo y la visión de sus acciones se mezclaba de forma explosiva. Me costaba evitar estremecerme, jadear e incluso gemir. Al final lo mejor era dejar ir la tensión y no contenerme. Resultaba mejor tomárselo de aquella forma, porque contenerse gastaba más energía que dejarse llevar.
Cerré los ojos, echando la cabeza hacia atrás un instante, dejando ir el aire entre los dientes.

-Sí...

Aquello fue lo último que pude decir antes de que aumentase la intensidad de forma evidente. Me crispé todavía más, y aunque había cerrado los ojos los abrí de nuevo, encontrándome con el techo. A mayor profundidad, más me tensaba. Nunca le había dicho a Lea lo bien que hacía aquello, aunque sospechaba que ella ya lo sabía sin necesidad de que lo hiciese.

La tensión terminó por crecer tanto que note que mi cuerpo trataba de moverse un poco, incitando el movimiento de vaivén, buscando solo un poco más. Aquello sí intenté ocultarlo, e incluso sin ello me topé con mi final sin remedio. Un jadeo más hondo que el resto marcó que estaba cerca, e inmediatamente después deseé que Lea lo hubiese entendido. Enseguida la tensión de mi cuerpo se desvanecía, obligándome a estremecerme de forma especialmente evidente, extendiendo por mi cuerpo la sensación de calidez de la relajación, arrancándome un gruñido cuando el placer llegaba al punto más alto.

Seguí mirando al techo un momento, como paralizado en aquella postura, antes de volver a mirarla, con la respiración algo superficial.

No tarda en llegar adonde lo estoy llevando. Parece anunciarlo cada vez, hasta que, de hecho, no puede soportarlo más. Me aparto ligeramente, lo suficiente como para evitarlo, pero mantengo la mano para estimularlo. Lo miro mientras se deja ir, con un amago de sonrisa satisfecha, y continúo acariciándolo un momento hasta que lo considero suficiente.

Después me alzo de nuevo, subiendo sobre él, y busco su boca en un beso profundo pero suave. Está caliente, se nota, y es un contacto agradable contra mi piel. No tardo en pegarme a él para disfrutarlo.

Todavía me quedé un momento inmóvil, solo respirando, disfrutando de la sensación que me había quedado en el cuerpo tras aquello, relajado. Cuando se acercó, sin embargo, correspondí a su beso con gusto, satisfecho, mucho más calmado que antes, aunque profundizando, como ella. Disfrutaba del contacto de su cuerpo, de su lengua, de su piel, mientras mis manos ascendían por su cuerpo en una mezcla de abrazo y caricia, recorriéndola.
La respiración, aún acelerada, no se relajó al notarla contra mí.

-Me encanta cómo lo haces -terminé por decirle en voz baja, con una sonrisa suave, cuando me aparté un instante de su boca.

La besé de nuevo y luego la recorrí desde la comisura izquierda hacia la mandíbula y la parte superior del cuello. Llevé las manos a sus muslos, acariciando sobre la ropa y presionándola un poco contra mí, con suavidad, aunque no iba a estar más cerca por aquello.

Sonrío ligeramente, pero no respondo. Su cuerpo ya lo ha dicho por él, pero eso no es necesario señalarlo. Además, estoy pendiente de asuntos más importantes en este momento. Resulta cómodo besarlo, por algún motivo. No es un pensamiento que tenga mucho sentido, pero me viene a la mente. El contacto con su boca se ha vuelto más suave y agradable, o esa es la sensación que tengo en este momento.

Me tumbo a su lado, acomodándome, sin alejarme de él. Llevo una mano a su pelo y lo acaricio con suavidad mientras continúo besándolo, dejando que explore a su gusto. Ahora que lo he aliviado, imagino, no estará tan apurado. No tengo tantas ganas de brutalidad ahora mismo. Aunque habitualmente tienda a buscar cierta fuerza, en este momento me encuentro relajada.

Aquello me relajaba, aunque ya lo estaba bastante. Lea estaba extrañamente tranquila, por decirlo de algún modo, y aquello me resultaba muy agradable. La recorría, alternando su boca con su cuerpo, explorándola con suavidad. Podía entretenerme mucho más en ella sin sentir que la excitación me cegaba por completo.
Llegué a cerrar los ojos cuando sentí sus dedos en el pelo, dejándome llevar por la caricia, que dejaba un cosquilleo por donde pasaba.

Acaricié su paladar con la lengua, despacio, y atraje su labio con los míos al separarme, dejando dos besos superficiales antes de apartarme y descender al mentón y luego a la clavícula, que dibujé con los labios. El hombro, la cara interna del brazo hasta llegar al codo, el costado, dibujando las costillas, el ombligo... De allí subí al pecho, despacio, y lo recorrí antes de acceder al pezón, que acaricié solo con los labios antes de tomarlo entre ellos.

Dejo que tome el turno de explorar, de recorrerme. La diferencia en su actitud es patente, desde luego. Y yo aprovecho para relajarme y acomodarme, ligeramente girada hacia él, sin renunciar a ofrecer contacto. Dejo que decida qué hacer, manteniéndome pasiva pero receptiva, y voy respondiendo a sus caricias de forma suave, casi perezosa.

Poco a poco me va incitando a seguir su juego. Me voy acomodando contra él, y acabo por pasar una pierna sobre su cadera, acercándome más. También permito abiertamente el acceso al pecho, y lo rodeo con un brazo, invitándolo a aumentar el contacto, manteniendo los ojos cerrados. Mientras él me recorre, lo acaricio, como en pequeñas señales de aceptación de sus gestos. Y, aunque algunos me llevan a estremecerme un tanto, me siento tranquila.

Aquello, aunque tranquilo, seguía resultando excitante, pese a que mi cuerpo no se veía capaz de despertar en aquel momento. A cambio, sin embargo, quería que ella despertase. Me gustaba sentirla tan tranquila, cariñosa, pero deseaba que se estremeciese también, incapaz de soportar el placer. También llevaba mucho sin recorrerla, sin escucharla gemir mientras contraía el cuerpo.
La idea me gustó.
Guiado por su mano, que me acercaba más, recorrí su pecho, atreviéndome a tomarla con los dientes, dibujando la forma con la lengua mientras la mano izquierda subía al pecho contrario para acariciarlo también. La derecha asió un instante la pierna que me rodeaba, y me encontré haciendo un gesto suave de mi pelvis contra la suya, aunque yo ya hubiese terminado.

Finalmente me aparté del pecho para ascender a besarla de nuevo, y procedí a su pantalón al mismo tiempo, alejando mi cuerpo para dejar espacio entre ambos y poder desabrocharlo. Tiré de la tela hacia abajo con intención de revelar más piel, toda la que pudiese.
Seguía sin ser capaz de evitar mirarla, y aquello siempre me encendía. No pude evitar pensar que incluso un año después, incluso más de un año después de la primera vez que Lea me había revelado su cuerpo, cada centímetro de piel seguía pareciéndome el más magnifico del mundo.


FdR- pausau

Tal y como pensaba, se centra absolutamente en mí, hasta el más mínimo detalle. Continúo como hasta el momento, limitándome a movimientos y gestos sutiles, que simplemente lo animan a seguir o lo invitan a centrarse en detalles concretos. Mi respiración sigue tranquila, aunque quizás un poco más acelerada de lo normal. Apenas es perceptible.

Colaboro en los gestos, adaptándome. Acomodo el cuerpo para facilitar el acceso a mi pecho, reafirmo mi posición cuando toma mi pierna, ondeo el cuerpo cuando quiere quitarme el pantalón. Juego con la boca contra la suya, y acelero el ritmo de su beso sutilmente, reclamando acciones algo más firmes con ello. Le doy un leve tirón de pelo, reafirmando la indirecta.

Incluso yo me aceleraba, aunque me sintiese saciado, pero ella seguía pareciendo tranquila. Yo jamás estaba tranquilo, no era capaz de resistirme a sus gestos, de controlarme tanto como para parecer calmado. Ella llevaba el control aunque fuese yo el que la recorriese, como si dependiese de ella pese a todo, como si ella controlase mis acciones y las conociese de antemano. Pero llegado a aquel punto no me importaba.
Tomaba su piel sin preocupaciones, con caricias, con mordiscos, con besos... Cuando hube quitado el pantalón tuve más cuerpo para recorrer, y entonces bajé por el costado al muslo, donde dejé un pequeño pellizco. Y si me encontraba algo más ansioso de lo esperado, su boca solo sirvió para aumentar aquello que comenzaba a encenderse de nuevo en mi interior.

Aceleré el contacto con sus labios, volviéndolo más profundo, más directo. Quería devorarla.
Mi diestra, mientras tanto, tras recorrer su muslo desnudo, subió en una caricia suave hasta dar con la última tela que nos separaba, y la acaricié entre las piernas, primero despacio, con la ropa entre ambos, mirándola fijamente, curioso, interesado.

Parece que ha entendido mi indirecta. Pero Rick no es muy de sutilezas, y se lo toma al pie de la letra. Siento que pierdo un momento el aire cuando aumenta la intensidad del beso, y arremeto con el mismo interés cuando lo recupero. Me inclino un poco más hacia él, aumentando el contacto con su piel, y me dejo acariciar con gusto.

Cuando una mano empieza a explorar entre mis piernas le muerdo un momento el labio, y entonces me separo un poco de él. Mi propia mano baja a situarse sobre la suya mientras yo lo miro fijamente, y aprieto contra mí para aumentar el contacto, al tiempo que dejo escapar el aire con fuerza. A continuación ondulo suavemente la cadera, apretándome más contra él, y cierro lentamente los ojos.

En lo que la besaba y las caricias subían de tono me dejé llevar. Cuando me mordió el labio la miré, con la respiración algo superficial, y colaboré con ella en aumentar el contacto, dejando que su mano me guiase, pero facilitando el gesto yo mismo. Se me ocurrió entonces, por primera vez, que de la misma forma que yo llevaba mucho sin hacer algo como aquello, era lo mismo para ella. No sabía cómo llevaba aquello Lea, ya que a primera vista siempre solía parecer más tranquila, pero la idea de que ella también lo echase en falta, de que ella tuviese aquella sensación de quererlo de forma especialmente fuerte, me resultó muy estimulante.

Deslicé su ropa interior mientras bajaba a su pecho para dejar un pequeño mordisco en el pezón, muy suave. La derecha volvió enseguida a la zona, pero ya sin nada entre ambos, y la humedad llegó a hacer que me estremeciese. La acaricié con seguridad, encontrándome con que dos meses no eran suficientes para olvidar los puntos a los que más reaccionaba. Pronto los movimientos me llevaron a la zona inferior, y la penetré con suavidad, con un solo dedo, sintiendo que me tensaba como si fuese mi propio dragón el que entraba en ella. Poco a poco el ritmo aumentaba, mientras me dejaba guiar por sus reacciones y por la propia situación, que me incitaba de nuevo a descontrolarme un poco.
Aunque mi boca se ocupaba de su pecho, los ojos estaban pendientes de su rostro, y los oídos de su respiración. Todo lo que necesitaba en aquel momento era sentir cada una de las reacciones de Lea, estremecerme con ellas.

No tarda en buscar un contacto más directo, y yo dejo que se encargue solo, devolviendo la mano a su pelo. Mantengo las piernas abiertas para dejarle espacio y muevo la cadera para aumentar el contacto que me ofrece, sintiendo que mi respiración se hace algo más superficial. Pero es cuando entra que suelto un jadeo y acomodo más el cuerpo hacia él, apretando su cabeza contra mi pecho.

Poco a poco me van invadiendo las sensaciones, y mi respiración se vuelve más superficial. Mi cuerpo, cada vez más encendido, responde a sus gestos. Y yo, que permanezco, hasta cierto punto, pasiva, acabo por empujar su cabeza hacia abajo, invitándolo a seguir recorriéndome.

Aquello me gustaba. Sus gestos o el simple cambio de respiración eran casi tan satisfactorios como si yo mismo estuviese sintiendo placer con cada movimiento.
Cuando su mano me invitó a bajar la mía ya se movía más deprisa. Introduje un segundo dedo, sin perder el ritmo creciente, y comencé un nuevo descenso por su cuerpo; aquella vez con un destino fijo. Aún pese a aquello fui dejando un pequeño rastro por su piel, y la incité a tumbarse por completo.

Sentía los latidos en los oídos y un interés especial en completar aquello. Lea se mantenía más controlada, pero también gemía y se retorcía algunas veces. También pedía. También disfrutaba.

La acariciaba por dentro, atento a sus reacciones, pero cuando mi cara estuvo lo suficientemente cerca de ella me sentí impaciente. La acaricié con los labios, de forma superficial, mientras los dedos la estimulaban, pero pronto necesité dar el siguiente paso. Me estremecí de nuevo al dar con su sabor, y la lengua se encargó de explorarla como si fuese la primera vez que lo hacía, sin que los dedos se detuviesen.

La izquierda ascendió por su cuerpo, recorriendo cada curva en una caricia intensa, hundiendo la piel, oprimiéndola como si fuese a marcharse si la soltaba. Quería tenerla allí.
Pasé por su pecho, que acaricié, y me centré como pude en él, aunque casi todo yo estaba completamente centrado en otra parte.
Quería devorarla. Iba acelerándome poco a poco, sintiendo que empezaba a arder de nuevo.

Tenía tiempo para arder. Todo el tiempo que quisiera, comprendí de pronto. Porque estaba allí, con ella, en Brontë.
Lo había conseguido. Incluso con toda aquella distancia separando el palacio de mi hogar en Ignis, lo había logrado al final. Y estaba allí.
Aquello significaba algo. Cada gemido que le arrancaba, cada estremecimiento, cada jadeo... Todo aquello quería decir que yo estaba allí, que había recorrido una distancia enorme en poco tiempo por conseguirlo. Y casi había llegado a pensar que era imposible.

Quizás podía seguir logrando algunas cosas. No estaba todo perdido.

*fin de escena*

Efectivamente, no podía decirse que el taller estuviera impoluto. Pero, a fin de cuentas, aquella parecía una característica intrínseca en los artesanos. No recordaba jamás haber entrado a un taller que estuviera en orden. De hecho, probablemente, si alguna vez entrase en uno sentiría que tenía un deje de falsedad, como si en vez de un taller real se tratara de un escenario preparado. Aunque, por otra parte, me parecía que para mí sería imposible trabajar en condiciones como aquellas.

-No te preocupes -repuse, de todos modos.

En seguida empezó a prepararse, así que desabotoné el puño derecho de mi camisa y comencé a doblar la manga hacia arriba, dejando el brazo al descubierto. Una vez hecho esto, se lo tendí para que tomara sus medidas.

-¿Medirás los dos brazos? -pregunté.

Asentí cuando respondió, sin añadir nada más. Era lo que esperaba, en realidad. Tampoco era la primera vez que me medía una modista, ni mucho menos. Así que cuando terminó de medir el brazo derecho procedía a desabotonar el puño de la manga izquierda y a subirla, y se lo ofrecí para que continuara con su trabajo. Tal y como había dicho, y como yo ya sabía, no fue más que un momento.

La acompañé cuando se dirigió a las corazas, y aproveché para echar un vistazo a su trabajo. Me pregunté si dedicaría más horas a aquello o a entrenar, aunque creía conocer la respuesta de antemano. Con cuidado, tomé una de las piezas para examinarla. Me fijé también en las corazas. Bueno, estaba haciendo avances, desde luego.

-No planeo salir de misión próximamente -expliqué-. A menos que surja alguna urgencia, lo cual no puedo prever. Te la traeré mañana mismo. Salvo que estés ocupada con otros encargos.

Negué con la cabeza, firme.

-No, si la situación es esa, preferiría esperar a que tú misma me la pidieras cuando te sea más conveniente. Tenerla en espera no ayudará a ninguno de los dos -apunté, convencido.

Sin embargo, ella no tardó en desviar la atención hacia la ventana, con lo que hice lo mismo. Efectivamente, estaba nevando. Lo cual señalaba que, si todavía quedaba alguna esperanza de tener una última ola de calor antes del invierno, lo mejor sería irla olvidando.

-Bueno, en esta época, iba a suceder de un momento a otro -apunté, mirando la nieve con poco convencimiento. No sentía tanto desprecio por ella desde que mis dolores de huesos habían cesado, pero seguía sin verla del todo agradable.

Su comentario me pareció una obviedad, aunque ella pretendiera darle un significado especial, pero decidí que no pasaría nada por no mencionarlo. La seguí con la mirada cuando se apartó de la ventana. Sea lo que fuere lo que esperaba que hiciera, desde luego no era lo que hizo. Me quedé mirando la bufanda con expresión confusa, con el ceño fruncido sin remedio, y luego alcé la vista hacia ella.

-¿A mí? -pregunté, sin entender, aunque aceptando el obsequio de todos modos-. Gracias, aunque no era necesario. ¿Es alguna campaña de promoción para la nueva temporada?

El tono pretendía ser bromista, pero no resultó muy convincente. Dada la forma en que lo había dicho, sonaba como un asunto personal, pero no veía ninguna razón por la que pudiera serlo. Y desde luego, como carta de presentación no estaba mal del todo.