Habitación del pasillo

Muchas sensaciones se habían mezclado en mi cabeza con el repentino final, pero por encima de todas ellas sentía una gran calma. Todavía escuchaba sus gemidos en la cabeza, repitiéndose, excitantes, pero mi cuerpo iba relajándose poco a poco, comenzando a abandonarse a una agradable tranquilidad.
Pese a todo, sus palabras me hicieron estremecerme de nuevo, más suavemente. Esbocé una sonrisa mientras la mano derecha abandonaba su trasero, ascendiendo hacia su costado, terminando por acomodarse en la cama para permitirme liberar un poco la tensión del brazo contrario, que nos había sostenido a ambos por un tiempo

-No quería echarte la culpa –murmuré, con suavidad-. Pero sí. Es algo que sueles hacer.

Cuando me atrajo la besé con tranquilidad, cerrando los ojos un instante, flexionando los brazos, sintiendo mi pecho contra el suyo, pero sin cargarla. Quizás aquel había sido el motivo de tantas flexiones a lo largo de una vida.

Asiento, segura. Siento un hormigueo por todo el cuerpo, fruto de la repentina relajación después de tanta tensión liberada. Por lo demás, me mantengo completamente quieta, inmóvil.

-No es “culpa” -insisto-. Es una habilidad.

Apenas reacciono al beso, incluso, con un movimiento instintivo de labios, dejándome caer de nuevo una vez he conseguido echarlo sobre mí. Miro al techo, a algún punto perdido, mientras siento cómo poco a poco mi respiración vuelve a la normalidad.

Vuelvo entonces los ojos hacia él, pensativa.

"Habilidad", había dicho. Y yo solo pude dejar ir el aire entre los dientes, en una risa silenciosa, pero no negarlo. Bastante cierto era, a fin de cuentas.

-Lo acepto -concedí, tras amagar durante un momento que me lo estaba pensando.

Tras separarme suavemente de sus labios la contemple un instante, risueño. Finalmente me moví un poco, recostándome a su lado, dejando que los brazos descansasen finalmente y relajando un poco más el cuerpo. Extendí una mano hacia uno de sus mechones, rozándolo un momento, concentrado, pero tranquilo.

Dejé ir un suave suspiro, satisfecho, y la miré de nuevo. Era una sensación apacible.

Siento cómo la presión se reduce notablemente cuando se hace a un lado. Con gesto distraído, palpo las sábanas un momento, echándomelas por encima. Me giro entonces, quedando boca abajo, recodándome. Siento un tirón de pelo, que me obliga a recoger toda la melena en una mano, pasándomela sobre un hombro para evitar que se repita.

Vuelvo la vista a Rick. Realmente es posible. Creo. Me da algo de miedo equivocarme. De todas formas, aquí las consecuencias no pueden ser tan malas. Me siento más a salvo en Brontë, evidentemente. Quizás...

-Quizás sí quiero estar contigo -murmuro, mirándolo casi con aire interrogante-. ¿A ti qué te parece?

La contemplaba, relajado, mientras se movía, acomodándose entre las sábanas. Resultaba sumamente satisfactorio presenciar aquello, estar allí en aquel momento. Las preocupaciones de la tarde habían desaparecido, y muchas otras, y me sentía relajado, cómodo, tranquilo...
Me cubrí un poco también con la sábana, aunque solo hasta la cintura, aún sintiendo cómo mi piel irradiciaba algo de calor, templada.

Me estiré un momento, apretando los ojos, sintiendo la agradable sensación que daba desperezar los músculos entando relajado, y para cuando volví a abrirlos, para cuando volví a mirarla, para cuando habló…

La sonrisa se me borró, poco a poco, decayendo con suavidad. Mantuve los ojos fijos en ella, en los suyos, muy serio de repente, grave. Notaba una presión extraña en el pecho, casi en la garganta, de repente, que me hacía sentir un leve ahogamiento.

Una parte de mí, un rincón en mi cabeza, me decía que aquello era una mala interpretación de sus palabras; ella no había querido decir que…

“Quizás sí quiero estar contigo.”

¿Qué me parecía?
Aquella pregunta casi parecía una formalidad, porque ella ya lo sabía. Que no había cambiado lo que pensaba en unas semanas. No había cambiado en meses. Y aunque me hubiese dicho que si no lograba alcanzarla, aunque doliese, podría superarla, me pasaba el tiempo pensando en lo contrario.

-Yo quiero estar contigo –aseguré, con tanta certeza que esperaba no acabar espantándola.

Pero quería hacerlo. Aunque temiese que se repitiese el dolor de Rossel con todo aquello quería intentarlo.
No intentarlo; hacerlo.

Niego lentamente, llegando a rotar los ojos. Acabo por apoyar la cabeza entre los brazos, sobre la almohada, con la cara vuelta hacia él.

-Eso ya lo sé -respondo, consciente de la frialdad que supone decirlo de esa forma-. Lo que tú quieres es evidente. No me refiero a eso.

Callo, sumiéndome de nuevo en mis pensamientos. No tardo a dejar ir otra reflexión en voz alta, mirándolo de nuevo.

-Es posible que no funcione -advierto. Es casi como una defensa. Ni yo misma lo sé, pero quiero mantenerlo presente. No quiero meterme en más problemas de los que sean estrictamente necesarios-. He pensado un poco en ello. Realmente, no supondría ningún cambio entre nosotros. O eso espero, porque estoy cómoda así -. De nuevo, suena a advertencia, un tanto a la defensiva-. Pero supongo que no llegaré a ninguna conclusión simplemente por darle vueltas. Es más fácil comprobarlo.

Dicho de aquella forma todo parecía incluso negativo, aunque una parte de mí ya hubiese empezado a generar un cosquilleo emocionado que se extendía velozmente por mi cuerpo. Y, pese a todo, sin embargo, no era capaz de sonreír. Quizás porque la situación seguía siendo algo tensa, de alguna forma.

Cuando volvió a hablar la escuché, callado, pendiente de sus palabras.

-Claro que es posible que no funcione-. Me rasqué un momento la patilla derecha, encogiéndome de hombros con suavidad-. Si se supiese de antemano cómo serían las cosas nadie tendría miedo nunca-. Inspiré profundamente, mirándola. Sentía el pulso algo acelerado, de pronto-. Pero creo que tampoco merecerían la pena de la misma forma.

Estaba seguro de aquello. El correr un riesgo por algo importante era lo que hacía que las cosas merecieran la pena de verdad.

-Yo prefiero ser positivo y pensar, en lugar de eso, que es posible que funcione –dije al final, suavizando un poco el tono, como si hubiese perdido algo de fuerza.

Ya sabía que si las cosas salían mal dolería. Pero, ¿y si salían bien?
¿Y si hubiese perdido la oportunidad por no haberme acercado jamás? Tras haber visto a Aräsu y Ciria de verdad pensaba que lo mejor era apostar por lo que uno quisiese y sintiese correcto. Y entonces ni el fracaso sería tan amargo.


FdR- Pausa hasta después de comer
~~
~~

Empiezo asintiendo, pero acabo por detenerme, alzando la vista al techo, hacia un lado, pensativa. No concuerdo más que hasta cierto punto, pero tampoco espero un acuerdo total. No estoy hablando con él por eso. Valoraré su opinión con independencia de la mía. Por algo es otra persona, después de todo. Si fuera a repetir lo que yo digo, no valdría la pena haber preguntado.

-Estoy cómoda contigo, Rick -respondo, más siguiendo mi propia línea de pensamiento que sus palabras-. Me gustas. Me respetas y te preocupas, y eso da una sensación de seguridad agradable. No es que pretenda depender de ti. Sería algo que odiaría. Pero tampoco me gustaría entrar en problemas contigo. De todas formas, prefiero ser realista que positiva. Incluso si estoy contigo, no voy a poner las cosas por las nubes. Prefiero vivir en lo que tengo que en lo que puedo conseguir. Pero si puedo mantener lo que tengo ahora, sí creo que vale la pena intentarlo.

Para cuando termino de hablar, de nuevo lo miro. Seria, como siempre. A veces siento que esté firmando un contrato laboral en vez de tratando un asunto amoroso. No creo que dé una sensación muy agradable. Creo que yo, estando en el otro lado, me desesperaría. Pero no estoy en el otro lado, después de todo.

Costaba, mientras la escuchaba decir todo aquello, pensar en qué estaba diciendo realmente. Porque no me sentía, de algún modo, como… Bueno, como si estuviese llegando un momento que había esperado tanto tiempo. Y quizás en parte era que no me había hecho a la idea. Pero también se trataba del tono con el que lo trataba todo, o las formas.
No obstante, recuperé la sonrisa. Una cosa era que aquello no fuese la hermosa escena que alguna vez había podido imaginar, ni que estuviese envuelta en el halo mágico de la noble pasión y el amor, pero seguía siendo la respuesta que le había pedido, y la que deseaba, no la negativa.

Ella había acabado por no ser en absoluto romántica. Prefería pensar aquello que que no había nada de romanticismo en la situación.

-Para poder llegar a comprenderte tuve que aprender a dejar atrás muchos de mis viejos pensamientos. Me gusta pensar que he mejorado un poco, por lo menos… -. Que aquel esfuerzo no hubiese sido un error. Yo no me sentía mal-. No esperaré que dependas de mí, aunque estaré aquí si me necesitas, por supuesto. Como hasta ahora-. De alguna forma me sentía también como en un rechazo, como si le dijese que pese a su adiós seguiría para ella, aunque fuese como amigo-. Yo, por mi parte, no sé bien qué decir. No eres de las chicas que se encandilan con palabras… Pero sí puedo asegurar que siempre intento actuar lo mejor que creo, y no será diferente en este caso-. La voz me vaciló un instante al final, y me llevé una mano a la frente, cubriendo la cara un instante con una leve sonrisa-. La verdad es que me está costando asimilar la idea siquiera –confesé. La miré, apartando la mano, recuperando algo la compostura-. ¿De verdad?

¿De verdad, Lea Seimz, querrías darme la oportunidad de estar a tu lado?

Niego con suavidad.

-No puedo hacerme más que una vaga idea de los cambios. No sé qué puedo decirte al respecto. Solo que estoy bien ahora, pero no si hubiera estado mejor antes o no. Sospecho que no, de todas formas, aunque no me hace mucha gracia eso de que alguien cambie por mí -. Pongo los ojos en blanco-. Es como si tuviera la obligación de apreciarlo, incluso si no he buscado yo ese cambio. No me gustan las promesas. Me gusta lo que hay ahora y me quedaré con ello mientras esté. Nada más -. A su pregunta, vuelvo a negar-. No hay nada que asimilar. Quizás para ti, que pareces tan pendiente de las formalidades. Yo no busco ningún cambio. No hay nada que cambie para mí por el hecho de estar contigo con respecto a cómo ha sido hasta ahora, y por eso me parece que puede estar bien. Pero sí, supongo que la respuesta es que de verdad.

Me giro de nuevo en la cama, poniéndome boca arriba, peleando para ello un poco con las sábanas. Miro al techo, pensativa, aún seria. Luego lo miro de reojo. No es que tenga ninguna responsabilidad, pero...

Acabo por girarme de nuevo hacia él, besándolo un momento en los labios antes de separarme y acomodarme de nuevo.

Negué un instante, frunciendo levemente el ceño pero sin deshacer la sonrisa.

-No debes pensar que cambié por ti, Lea. Recuerdo bien el día que entrenamos en la nieve-. Dejé ir el aire entre los dientes, en un amago de risa-. Me dijiste aquello de que no sabía quién eras, así que me propuse conocerte. Pero tuve que deshacerme de muchas cosas. Estaba acostumbrado a otra cosa, a que fuese todo más sencillo y creo que más falso. Pero no cambié por ti. Para empezar, tenías razón: ni siquiera sabía quién eras, y aunque me emperrase en creer que me gustarías fueses cómo fueses no era más que otra de mis ideales ideas… -. Me aparté un poco el flequillo hacia atrás, despejando la frente, con un gesto-. Pero no cambié para gustarte, sino para entenderte. Cambié por mí, porque abrir los ojos era la única opción y me favorecía, y me siento mejor ahora que lo he hecho-. Me acomodé sobre el hombro, contemplándola un instante, risueño-. No puedo evitar pensar aún ahora que seguramente me falte mucho por conocer, aún ahora. Creo que había dicho algo semejante alguna vez, ya…

Pero si me daba la ocasión podría seguir conociéndola. Quería poder saber todo lo que pudiese de ella, incluso aunque no fuese agradable.
No era perfecta. Pero la quería. Parecía tan simple y a la vez me acababa costando tanto explicar lo que pensaba.

Al escuchar su afirmación final contuve un estremecimiento, y la sonrisa se me ensanchó un poco. Al fin y al cabo… Aunque se hacía raro, aunque costaba aceptarlo, era cierto.
Era verdad.
Era…

-Si es como hasta ahora estará bien –expuse, asintiendo, mostrando mi confurmidad al respecto.

Sentía un cosquilleo en el vientre. Y más aún cuando se acercó. Aquello se parecía un poco más a mi modo de hacer las cosas. Correspondí a su contacto, acompañándola un instante, pero dejándola ir en cuanto se alejó.
Aquel había sido el primero…
No, no. Nada había cambiado. Solo uno más, tan magnífico como cualquiera de sus roces.

De pronto me sentía muy activo.

Terminé por, pese a todo, recuperar mi posición tumbado boca arriba, suspirando con aire aliviado y a la vez nervioso. Extendí entonces una mano hacia ella, ofreciendo mi brazo para que se acomodase sobre él, o incluso el pecho, con intención de rodearla suavemente.
No era cuestión de forzarla innoblemente a acurrucarse, pero no era la primera vez que dormía de aquel modo.

Y mi nobleza era mayor cuando pensaba que, aunque aquello debía ser entonces como siempre, tampoco estaría de más, para celebrarlo, compartir algún roce más.
Pero no me costaba imaginar un ceño fruncido en el rostro de Lea de pronunciar tan solo la palabra “celebrar” en aquel momento, en aquel contexto.

Escucho en silencio, aún seria. No tengo objeciones, realmente. Está bien así, supongo. Me inspira algo de desconfianza cómo vaya a actuar él a partir de ahora, pero no hay más forma de averiguarlo que vivirlo, así que lo haré.

-No tiene mucha gracia si está todo hecho desde el principio, supongo -comento, encogiéndome de hombros-. Tampoco creo que sea posible abarcarlo todo. Pero al final, el tiempo dirá.

Callo entonces, sin más, y permanezco en el sitio. Cuando él se acomoda, ofreciendo un espacio, me lo pienso un momento. Después de todo, no es algo nuevo. No veo motivos para ser reticente. Así que me acerco, acomodándome en su brazo, recogiendo el pelo para evitar tirones al moverme. Supongo que ya está todo aclarado.

No parecía muy optimista al respecto, aunque ella misma había dicho que era realista. Contaba con que la iniciativa fuese de verdad, pues había sido suya en aquel caso. Confiaba en ella, aunque no sonriese con alegría desbordaba, o aunque no se ruborizase como una tímida dama…
Confiaba en Lea porque ella jamás se hubiese obligado a sí misma a aceptar algo como aquello si no le gustase. Era la mejor forma que tenía de saber que ella era sincera. Aunque, salvando el principio de la relación, desde que se había descubierto, tampoco hubiese dicho que hubiese sido normal en ella mentir.

-El tiempo dirá –repetí, con tono suave, asintiendo, coincidiendo de aquel modo con sus palabras.

Tenía una suave sonrisa en los labios. La verdad era que estaba contento.
¡Bueno! Y como para no estarlo, por supuesto.

Me amoldé un poco a ella, para que se acomodase, y yo mismo me giré un poco, entrecerrando los ojos. No estaba tan relajado como hacía un tiempo, me había alterado hablar, y me costaba encontrar un motivo para dormirme. Sin embargo, el día había sido largo, y una parte de mí sabía que estaba cansado.

-Buenas noches –susurré en algún momento, con la voz más apagada.

El calor hacía que el sueño se acercase un poco. De todas maneras, le daba tantas vueltas a la cabeza que me costaba dormirme. Acabé contemplándola un rato, en silencio, cuando ella ya dormía, o al menos parecía hacerlo.
No podía evitar una sonrisa, suave, brotando a cada poco.

Era difícil plantearse que nada pudiese cambiar, que las cosas debían seguir como hasta entonces. Pero al mismo tiempo, si pensaba en cómo habían sido los últimos meses, tampoco podría haber dicho que hubiese queja alguna.
No habían estado mal. Quizás si fuese buena idea seguir de aquella forma.

*fin de escena*

Tras haber estado con Telma, entrenar y asearme, como cada día, y tras la cena, por supuesto, había decidido ir temprano a la habitación. No me gustaba despertarla, y no hacía tanto que me había entretenido con Adain, o con Lyam. No quería repetirlo.
Pero al llegar no estaba.

Era normal, por otro lado. Lea no vivía en aquel cuarto. Hice algo de tiempo a que llegase, por supuesto. Vilo estaría animado, como tantas noches. Quizás se hubiese entretenido con algo. La peor de las ideas era que Gerald la molestaba de nuevo, en algún lugar, pero no tenía forma de saberlo. Y tras lo que me había dicho de cómo la había tratado...
Bueno, no confiaba en aquel bastardo, pero sí en la vigilancia de los líderes. O en las capacidades de Lea. O en que si ella estuviese en problemas algo en mi interior me diría qué y dónde encontrarla.

Al final me senté en cama, cansado y adormilado. Incluso había escrito una carta a casa, y luego me metí dentro y esperé un poco más. Pero se hacía tarde, y envuelto en las sábanas sentía que el calor me envolvía, y que me llegaba hasta los párpados.
Me noté cabecear un par de veces. Luego, inevitablemente, caí ante el vil sueño, que me derrotó sin que terminase de darme cuenta.

*fin de escena*

FdR: Paus

Cuando cierra la puerta a su espalda ya he dejado de revolverme porque es más ridículo que quedarme quieta, y quiero mantener la poca dignidad que me deja esta posición. Y pronto me veo cayendo sobre el colchón como si fuese una maleta después de un largo viaje, al llegar al hotel, y me siento rebotar suavemente, algo desorientada. Lo busco con el ceño arrugado, con una mueca, pero antes de que pueda hablar me ha agarrado por un tobillo y tira de mí, acercándome al borde.
La verdad es que estaría muerta si en vez de... bueno lo que quisiese fuera matarme.

Apoyo las manos en e colchón para erguirme un poco, para sentarme, mirándolo con cierta desconfianza. Dibujo una sonrisa burlona, lo que la situación me permite, mientras comienza a descalzarme.
Abro la boca para dar una respuesta mordaz, pero la verdad es que la acabo cerrando, algo incómoda, ruborizada. Todavía no me sé desenvolver bien en estas situaciones. Y la verdad es que no me siento capaz de hablar con el desparpajo de siempre.

Me encojo de hombros, apartando la mirada, incómoda.

-Bueno, no me pude quejar... -me limito a murmurar, mirándolo de reojo. Narbe se portó.

Torpemente, le dejo paso, permitiendo que me quite el pantalón, aunque... Bueno, nada. Mientras tanto, con expresión concentrada, me dedico a desabotonar su camisa, revelando más de esa mierda que lo envuelve. Resulta frustrante ver cómo parece jactarse, como una sombra, un recordatorio...

Trago saliva. Me estoy poniendo algo nerviosa, cómo no...

Le sostengo la mirada como puedo, cuando me inmoviliza, apartándola a ratos con esa sensación de incomodidad, de haber sido pillada en una situación complicada de explicar. Es una lucha interna entre la vergüenza y el orgullo. Aunque supongo que si se me ve el titubeo es externa también.
Como sea.

-Y yo qué sé... -mascullo, bajando un poco más el tono. Cierro entonces los ojos, al sentirlo en el cuello, y dejo ir el aire entre los labios, rebajando algo la tensión-. En Caligo somos más de polillas.

Abro de nuevo los ojos, poniéndome rígida por un instante, al oír su pregunta. Enseguida hago un mohín.

-No quiero hacerte sentir mal, mantendré la incógnita -me burlo-. Destacaría más que yo soy algo estrecha -mascullo, con una mueca.

Y no estaría mal que lo tenga en cuenta. No me importaría cagarme en su madre también, claro pero prefiero no tener que hacerlo por sentir, como él ha dicho, cuchillos. Cuchillos en el coño.

Dejo que recorra mi oreja, haciendo un poco de presión con las manos hacia arriba, sin revolverme como una idiota, pero como tanteando el agarre. Al exhalar el aire noto que se me escapa algo de voz con él, y lo disimulo con un leve carraspeo antes de volver el rostro hacia él, estirándome como puedo, tratando de buscarlo, de morder su labio inferior y tirar de él hacia mí.
¿Qué quiere con eso de agarrarme? ¿Le van los juegos de rol? ¿Quiere que me resista para hacerlo más divertido, y que me niegue para acabar cediendo?

Esto, por supuesto, es un comentario irónico, y no pienso hacerlo. Lo me que hace sentirme un poco turbia es que una parte de mí lo considere viable...
Es decir...

Aparto la vista, con una mueca. No me voy a poner ahora a hablar de pollas. Más que nada porque ya es todo bastante incómodo y raro, ¿no? No lo aderecemos con conversaciones frívolas que me hagan ser más consciente de la vergüenza, por favor, hostia.

Me gusta cuando accede a venir a mi boca porque se calla un rato. Me desconcentra que hable porque es evidente su control de la situación, y también es evidente mi no control de la situación. Las cosas como son. Y he de decir que arremeto con cierta agresividad, pero bueno. Supongo que para él no seré más que una pobre virgen torpe, así que tampoco me voy a tirar mucho del carro.

Baja. Es un momento complicado, la eterna desilusión de hallar llanura donde se espera montaña.
Si se queja, que se joda. Ya dijo que eso no era problema, ¿no? Pues ahora a callar.

Pero no. No se calla. Y, para colmo, resulta tan...

-Aún lo voy a ser tanto que no va a haber entrada -mascullo.

Cierro los ojos, inspirando profundamente, arqueando un poco la espalda, cuando llega al pecho. No es como contacto directo, pero digamos que ahora estoy sensible, así que lo uno va por lo otro.
Me estoy empezando a dejar llevar, estoy empezando a disfrutar de ello, podría decir, a relajarme, cuando de repente me tenso otra vez. Este error ya lo cometí una vez y no va a volver a pasar.

-Eh, un momento. Yo soy fértil, ¿sabes? -le digo, frunciendo el ceño.

No me voy a arriesgar a que una persona decida habitar en mi útero. Además, bueno, no es que me asuste la cosa esa negra que le escala por la piel, pero no sé dónde habrá metido eso que tiene y no sé yo cómo de segura me siento al respecto.
¿Me he convertido de pronto en la hija perfecta? Es probable.

No, no lo creo. Pero debería ser responsable pese a todo...
Ay, coño, me estoy agobiando.

.

Entradas alternativas... Lo que espero es que haya alguna salida alternativa por los pasillos, alguna del servicio o una prostituta que pasaba por ahí, por si se le ocurre siquiera pensar en usar una entrada alternativa. O a lo mejor la tiene muy flexible y puede darse por culo a sí mismo. En eso ya no me meto.
Se mete él, claro.

Entonces arrugo el ceño. ¿Nosotras? Bueno, perdona. Claro que el niño luego me lo quedo yo, pero...
¿Qué demonios digo? Da igual. No voy a ir a enseñarle clases de moral al demonio.

-¿Cómo que qué hice? Se encargó él -miento, ofendida. No le voy a venir a decir a este que me lo hice a pelo porque entonces solo estaré esparciendo la imagen de fulana que nunca he querido dar.

Me estremezco mientras. Eso, tú toca, toca. Es todo una broma.

Bueno, supongo que si no estuviese sano ya estaría muerto...
Esa afirmación es un poco peligrosa, teniendo en cuenta la situación en la que se encuentra, bien pensado...

Lo miro de reojo. Arrugo el ceño.

-¿Me garantizas tu salud? -inquiero, escéptica, apretando un poco las piernas. Tampoco es que me vaya a poner ahora a cerrar puertas, que bueno...

Hay formas de luchar contra los bebés, eso lo sé. Lo que no quiero es estar una semana sin poder sentarme.
Me cago en la puta.

-Va... -murmuro finalmente, con un suspiro resignado, relajando un poco los músculos de nuevo.

Veo a mi madre mirándome con reprobación desde alguna parte.

¡¿Avisado?! ¡¿Cuándo?! ¿Cuando gritaba en os pasillos como una fiera desbocada o cuando cargaba conmigo como si fuese un cadáver? Si ahora la culpa va a ser mía y todo, claro.

Enarco una ceja, escéptica, a su comentario de los picores, incorporándome un poco. Lo peor de todo es que me lo creo. Es decir, si tuviese una erupción terrible en la punta del rabo supongo que lo comentaría antes. Y aunque no sé si es como para fiarse tampoco es que tengamos aquí muchas posibilidades.
No obstante, cuando propone dejarlo alzo un poco las cejas, con cierto apuro.

-¿Ahora? -inquiero, ruborizándome un momento, apartando la vista-. Es decir... Supongo que hay otras opciones pero... -. A ver, ¿qué intento decir? Que aún se va a creer que mi culo está para servirlo y lo siento pero no-. Quiero decir que... Puedo... Intentar...

¿Comértela? ¿En serio? Lo mires como lo mires, Frikka, no suena bien. No me siento muy segura con ello.

Dejo ir un resoplido despectivo. Se me da mejor decir las cosas de esta forma, como si no me importasen, aunque me asusta acabar prometiendo cosas incumplibles. Es decir... Yo no sé si yo...
¿Qué haría mi madre en esta situación?
¿Desde cuándo la he tomado como modelo a seguir?
Y, desde luego, no quiero imaginarme a mi madre medio desnuda con Gerald preguntándole si al final follan o no...

Carraspeo.

-Nunca he hecho una mam...lación -comento, carraspeando, apartando la vista.

Levántate. Huye. Es lo mejor que puedes hacer. Aún estás a tiempo. Es un tío peligroso. No te conviene.