Habitación del pasillo

Amya frota los dedos en torno al sobre, dejando escapar así ese nerviosismo que parece imposible de deshacerse. Asiente, obligándose a mantener los ojos fijos en ella, seria y solemne.

Duda un momento antes de hablar.

-Bien, entonces... -Hace un gesto que pretende ser altivo, pero que resulta torpe-. Puedes seguir con tus obligaciones.

Tras una suave reverencia, se da la vuelta para retirarse. A medio camino se queda clavada en el sitio, como si acabase de recordar algo, y entonces desaparece sin más, esfumándose en el aire. Aparece de nuevo más allá de la puerta, mira a los lados, confusa, y empieza a caminar a paso rápido por el pasillo, con los hombros encogidos.

*Se va*

No era la misma habitación de un año atrás, en la que nos habíamos alojado por diversos motivos. Pensé aquello al abrir la puerta. Pensé que siempre había soñado con damas, con flores, con citas perfectas, poemas, canciones, miradas brillantes, tímidas jóvenes despiertas en la cama que pareciesen puras nada más verlas... Siempre había buscado una perfección inventada por mí y leída en libros a partes iguales. Y estaba seguro de que a muchas personas les funcionaría de aquel modo. Pero cuando el cuarto resultó no ser el mismo me alegré.
Había cambiado mucho. No sabía cuándo. Quizás desde que la había conocido, o de antes; quizás por ella o tal vez por mí mismo. No importaba tanto. Lo importante era tener aquella sensación de que realmente daba igual la cama, daba igual el día y daba igual que Lea no fuese viuda o que no hubiese sido virgen cuando la conocí, ni noble, ni dama, ni la primera, ni Rossel. Y no había vivido toda mi vida esperándola, ni tampoco era la solución a todos los problemas, ni la mujer más maravillosa y hermosa del mundo.
Aunque Lea era, evidentemente, la mujer más maravillosa y hermosa del mundo.

Miré alrededor tras cerrar la puerta, y no pude evitar sonreír satisfecho, de alguna manera. Oprimí su mano un instante y la miré a ella.
Nunca se me había ocurrido pensar que podía estar triste y contento a la vez. "Si el mundo es negro es que tienes los ojos cerrados". Quizás me había centrado demasiado en el bien y en el mal, en la luz y la oscuridad. Como si solo pudiese ver una de las dos cosas. Lidiar conmigo tenía que ser agotador.

-Te echaba mucho de menos -fue, un poco, el resumen que logré expresar.

Faltaban cosas por decir, pero no eran cosas que me apeteciese decir en aquel momento.

FdR- Pausa

Bueno, no ha sido tanto tiempo. Pero no voy a decirle eso. Supongo que su punto de vista es diferente: lleva esperando a llegar desde que decidió volver. Yo, sin embargo, me había hecho a la idea de que no llegaría todavía, y por tanto no esperaba verlo llegar. La sensación es completamente distinta, aunque siga siendo agradable.

Tiro un poco de él, acercándolo a la cama, y me siento en la misma. Tengo la impresión de que estamos en momentos diferentes, por así decirlo. Rick parece alterado, como movido por una urgencia, y yo estoy extrañamente tranquila. Lo insto a sentarse conmigo.

-¿Tan mal te tratan en casa? -bromeo, y luego niego-. ¿Estás cansado?

Me reclino un poco hacia él, como esperando que me abrace. Todavía estoy asimilando que está aquí.

FdR- Lea zen

Me sentía lleno de energía, aunque estuviese muy cansado. Pero de aquel cansancio no había rastro. De alguna forma me saturaba aquella sensación, por lo que agradecía que Lea me guiase un poco. Ella parecía estar muy tranquila, pero Lea solía estar tranquila. Ella era la estabilidad que me faltaba algunas veces.

Me senté a su lado y respiré hondo, buscando encontrar calma en alguna parte. Pero tenerla a mi lado y mirarla me inquietaba. Todas la sensación de frustración había quedado enterrada muy hondo, bajo aquella... lo que fuese.
Me apresuré a negar.

-Me trataron bien. Incluso mi padre -me encontré diciendo, casi con sorpresa. Me quedé reflexionando en silencio sobre aquello apenas un par de segundos. Luego le sonreí. Sí, estaba contento-. Un poco, pero creo que ahora no podría dormir.

Estaba nervioso,  como ausente y a lanvez hiperactivo, aunque sin moverme demasiado. Por suerte se acercó un poco y la rodeé con los brazos, como si el abrazo me arropase a mí.
Apoyé los labios en su pelo y cerré los ojos. Estaba bien.

Asiento con suavidad. Bueno, no entiendo el repentino regreso, pero parece que no hay más vueltas que darle. Quiso volver y lo hizo. Eso es muy propio de él. Sea lo que sea lo que le ha provocado el impulso, parece que por una vez no es nada negativo. Y no pienso ser yo la que cree problemas de la nada.

Empujo un poco hacia él, echándolo hacia atrás para que se tumbe, y me echo suavemente sobre él. Incluso llego a sonreír un poco. Lo beso con suavidad, despacio, primero en los labios y luego, justo antes de separarme, superficialmente en la mejilla. Me mantengo echada sobre él, y entonces recuerdo un detalle y desvío un momento la vista a su hombro.

-¿Qué tal las heridas? -pregunto.

De pronto me sentí en paz, con ella echada sobre mí y el cuerpo relajado sobre un colchón de verdad. Parecía que mi cuerpo quisiese abandonarse a aquella sensación. Se me escapó un suspiro suave, cansado. Llevé una mano a su cuello, cerca de la nuca, notando cosquillas en los dedos por el pelo. Correspondí al beso, cerrando los ojos, más relajado.
Lea estaba de buen humor. Era incluso más guapa de lo que recordaba, aunque no había pasado tanto tiempo...

Alcé las cejas cuando preguntó por el hombro y llevé la derecha a la camisa para desabrochar un par de botones y apartar un poco la tela. No había herida ya, pero la piel estaba rosada y suave, todavía sensible, allí donde los dientes habían rasgado la carne.

-Una cicatriz más -dije resignado, pero sin amargura-. Estuve haciendo ejercicios suaves y ya responde bien-. Estuve a punto de decir que estaba listo oara otra, pero no lo hice; no era cierto. Dejé un beso en su pómulo y otro en la comisura izquierda-. ¿Qué tal tú?

No parecía que hubiese habido más novedades desastrosas, pero preguntar no estaba de más.

Centro la vista de nuevo en su hombro, fijándome en la marca que ha quedado cuando me la enseña. Llevo un dedo a la cicatriz para recorrerla. Se nota que es una marca reciente.

-No lo fuerces mucho. Aún necesita descanso -. No es algo que yo tenga que decidir, ni mucho menos, pero prefiero que lo haga, y sé que lo hará si yo se lo digo. Me apoyo sobre el hombro, acomodándome más, y cierro un momento los ojos.

No tardo en abrirlos de nuevo para mirarlo, y me encojo de hombros.

-Bien -respondo, sin hacer mucho hincapié-. Las cosas ya están más tranquilas. El ambiente ha mejorado un poco en este tiempo.

Vuelvo a dejarle un beso superficial en los labios.

Asentí. El roce me hizo cosquillas y moví un poco el hombro, rotándolo, pero sin apartarlo. No era molesto.
Asentí obediente a sus palabras. Me sentía bien, pero no me vendría mal tomármelo con calma un poco más. Y todavía tenía que hacer algo con Värdjas...
Preferí no pensar mucho en aquello.

Creí que podría quedarme allí por siempre, con ella sobre mí, respirando despacio. Repasé una de sus cejas con un dedo, entretenido, en una caricia lenta.
Tuve ganas de preguntar por gente concreta, pero terminé por decidir que lo iría descubriendo con el tiempo. Tenía mucha gente con la que hablar.
Hice un sonido afirmativo y, tras su beso, ascendí a su oreja, atrapando primero su lóbulo entre los labios con suavidad para luego ascender por ella en una caricia. Ver a Lea tan dulce no era común, pero...

-¿Y Lis? -pregunté de pronto, dándome cuenta.

No estaría allí, con nosotros...

Cierro los ojos, dejándome estar, tranquila. Pero su pregunta me hace abrirlos y ponerlos en blanco. Apoyo la palma en su frente y empujo, guiando su cabeza de nuevo hacia la cama. Perezosa, me incorporo lentamente, estirándome.

-No lo sé -confieso-. De paseo, imagino. No te creas que se pasa todo el día conmigo. La mayor parte del tiempo está por ahí explorando.

Por otra parte, si estuviera aquí ya habría dado señales de vida. O yo me habría dirigido a ella. Hemos hablado un poco de Rick últimamente. Todavía no tengo muy claro qué opinará de su vuelta.

-Le habrás traído más caramelos... -comento, burlona.

Me vi alejado de su piel, primero por su mano, que me guió hasta la cama de nuevo, y luego por ella misma, que se alejó de mí al erguirse. Como pensaba, estábamos los dos solos, y aquello era lo lógico, teniendo en cuenta que solía tener cuidado con Lis a la hora de la mayor parte de las cosas. Al menos así había sido antes de que me fuese, y un par de meses no iban a cambiar aquello.

Desde la cama, tumbado, extendí la derecha hacia ella, a su camisa, y desabotoné con cierta pereza el primero de los botones de la parte inferior. Sentía excitación, además de aquella tranquilidad, pero parecía que estuviese tras un velo difuso.

-Claro, he traído incluso unas especias picantes típicas que quizás te gusten -murmuré, concentrado en desabrochar, de nuevo con una mano y la misma calma, el segundo de los botones inferiores.

Roto los ojos, al tiempo que me inclino hacia delante, sobre él. No llego a tocarlo, sino que me mantengo apoyada sobre las palmas de las manos, con la cabeza por encima de la suya. Dejo que juguetee sin prestarle mayor atención.

-Eso suena bien -concedo-. Pero estábamos hablando de Lis. No creo que a ella le haga mucha gracia ninguna especia picante. Y por si creías que existía la más mínima posibilidad, no, no queda ni uno de los caramelos que enviaste.

Me quedo mirándolo desde donde estoy, aunque al cabo desciendo un poco, sin llegar a tocarlo.

Los caramelos... Volví a asentir, sin quitarle los ojos de encima, sin poder hacerlo, mientras pasaba al tercero de los botones. Empezaba a tirar de mí aquel vértigo habitual que me recorría al verla cerca.

-¿Probaste uno al menos? -inquierí, abandonando el tercer botón para apoyar la mano en el vientre, allí donde había descubierto la piel. La caricia empezó siendo sutil, pero afiancé el contacto al llegar a la cintura y desde allí ascendí hasta las costillas que se dibujaban bajo la piel. La mano izquierda solo se mantuvo en su cadera, ayudándola a mantener aquella distancia perfecta-. Le he traído varios para que pruebe. A ver si le gustan.

Cuando descendió un poco me mantuve inmóvil, como probando que podía aguantar, examinando su expresión. Si uno se fijaba de cerca en las personas parecían completamente diferentes.
Podía ver aquellas pequeñas escamas que de diferenciaban, los diferentes tonos de verde de sus ojos o las líneas de sus párpados...

Recorté la distancia en un gesto suave, en un beso inofensivo. Sin embargo al momento terminé dejándome ir un poco más, acelerando poco a poco mis gestos.

Asiento con suavidad, manteniéndome con toda tranquilidad en mi posición. Tuerzo una suerte de sonrisa y enarco una ceja, insinuante.

-Varios, incluso -confieso con voz burlona, como quien revela algo increíble.

Sigo sin prestar atención a su recorrido, permitiéndolo sin reconocerlo. Permanezco a la distancia a la que estoy, pero correspondo al beso suave, y permito que aumente la intensidad cuando lo pide. O mejor dicho, cuando lo hace. Si hablamos de pedir, pide todo el tiempo.

Me inclino un poco hacia adelante, aumentando yo el contacto y abriendo sus labios para buscar tras ellos. Me apoyo un poco contra él, de tal forma que los codos pueden llegar a sostenerme, y aprovecho la liberación de las manos para llevar uno hacia su pelo y tirar de un mechón suavemente.

Aquellos caramelos me gustaban mucho de pequeño, y aunque aquello no importará demasiado me alegró que lo hubiese hecho. El preguntar qué le habían parecido quedaría para más tarde, para cuando realmente los caramelos me importasen más que el tiempo que había pasado sin verla.

Recibí su lengua con ganas, y de hecho aquello me animó un poco más. Caí entonces en que llevaba tanto sin aliviarme que mi miembro había decidido ir por delante en aquella ocasión.
Una mano recorría la espalda bajo la ropa, disfrutando del contacto cálido de las escamas; la otra descendía más, al muslo, introduciéndose luego ligeramente bajo el pantalón para bajar de la espalda.

Atraje su boca con algo más de ímpetu, buscándola. Atrapé su labio inferior entre los dientes y dejé un beso cerca de su boca antes de separarme lo justo para mirarla.
Tras un momento de duda la rodeé por la cintura con el brazo y me apoyé con el contrario en la cama para darnos la vuelta, aunque me mantuve apoyado en el antebrazo izquierdo mientras el derecho seguía rodeándola con menos fuerza.

Quería decir algo. Algo como que era preciosa. Pero no me salía hablar.
Estar sobre ella me hizo sentir, por uma vez, cierta satisfacción.

Está impaciente, por lo visto. Ni siquiera un poco de conversación consigue hacer que se lo tome con calma; es probable, de hecho, que el efecto haya sido el contrario. Yo, sin embargo, puedo hacerme más de rogar, y voy frenando su ímpetu con mi propio ritmo, que impongo con total calma.

Dejo ir un suave sonido, sin poder evitarlo, cuando me obliga a situarme bajo él, pero no opongo resistencia. Echo los brazos hacia él, rodeándole el cuello, y me acomodo, tirando ligeramente de su labio para atraerlo. Mantengo, de todos modos, esa firme calma, desafiando sus ansias.

Me sentía desacompasado con ella, como si no lograse adaptarme al ritmo. Aquello me hacía notarme torpe, acelerado, y al mismo tiempo ansioso e inseguro. Ella no me rechazaba, me atraía, pero tampoco me daba pie a descontrolarme.
Al final luchaba conmigo mismo: luchaba por calmarme y seguir aquel ritmo que ella me marcaba, pero también por no dejarme dominar tanto como para perder todo mi dominio, que ya era poco.

Al final enterré la cara en su cuello y lo mordí con suavidad  y ascendí hasta la mandíbula, donde dejé un casto beso.

Me estremecí y la miré con cierta angustia.

Cuando baja a mi cuello siento que lo hace más bruscamente de lo esperado, y se me escapa un breve jadeo y me revuelvo un momento bajo él, estremecida. Cuando me mira, le devuelvo una mirada interrogante. ¿Qué pasa ahora?

Acabo por echarme hacia adelante, apoyándome en su cuello, y recupero el contacto con su boca, suave pero profundo. Bueno, tampoco es para tanto, ¿no? ¿O es que le ha venido otra cosa a la cabeza? Tiro un poco más de él para atraerlo, y muerdo un momento su labio inferior con especial ahínco, buscando provocarlo.

Un año. Lo volví a pensar cuando ella me besó de nuevo, y en aquella ocasión me estremecí de manera especialmente evidente. Enseguida dejaba las preocupaciones a un lado y simplemente correspondía con  interés. Cuando empezaba a nublarme de aquella forma, cuando me dejaba llevar por Lea y perdía un poco la noción de mí, me preguntaba si ella sentiría algo parecido alguna vez.
¿Lo contendría? ¿También notaría el calor subiendo desde el estómago y enturbiándole la cabeza?
Pocas cosas eran más excitantes que arrancarle un gemido sincero, pero el rubor o una mirada descontrolada parecían inalcanzables.
Aunque Lea era de aquella forma. Ella me gustaba de aquella forma.

En lo que arremetía contra su boca ascendí con la derecha hasta la camisa, recuperando el botón que había dejado sin desabrochar.
Quería tocar su piel. Quería mirarla. Cada centímetro de su cuerpo... Tenía la sensación de que en dos meses podía haber cambiado algo o, en el peor de los casos, yo podía haberlo olvidado.

FdR- Pausa

Bueno, la ventaja de Rick es que, aunque se distraiga, es fácil devolverlo a la realidad. Al menos, si la realidad es esta. Así que insisto un poco más en atraerlo con un mordisco suave antes de llevar las manos a su camiseta, con el fin de quitarla de mi camino. Aunque se haya empeñado en situarse sobre mí, eso no va a impedirme explorarlo.

Una vez me he deshecho de la prenda, y todavía manteniendo mi boca contra la suya, rodeo su cintura con los brazos y lo atraigo hacia mí, apoyándolo contra mi cuerpo. Con un dedo, comienzo a recorrer lentamente, juguetona, la línea de escamas de su columna, y suelto su boca para apoyar los labios contra su clavícula, al tiempo que aspiro junto a su cuello, buscando su olor.

Terminé con los botones a tiempo de erguirme un poco y ayudarla a deshacerme de mi camiseta. La eché a un lado, al suelo, donde cayese, sin preocuparme por algo como aquello. Liberado de la tela, atraído por ella, pude sentir el cuerpo directamente contra el suyo, y aquello me hizo sentir más cerca.
Me estremecí, dejando ir un jadeo muy leve, centrándome en la sensación de la piel contra la piel, tan diferente y tan echada en falta.

Seguí mentalmente el viaje de su dedo por mi espalda, apoyado en la izquierda para mantener mi peso a raya, aunque sin alejarme tanto como para no cortar el contacto con su torso. La derecha, por su parte, la acarició desde el hombro, deslizando su camisa ya desabrochada por el brazo.
La caricia se detuvo a medio camino, y aunque deseaba recuperar el contacto perdido sin alejarme de ella, tuve que apartarme un poco para darle espacio y, de aquel modo, poder retirar su camisa por completo. Tras aquello podría encargarme del sujetador, sin impaciencia, pero con un poco de impaciencia.
Me sentía dividido.

Mis ojos viajaban por ella, sin encontrar dónde pararse. Sus labios, sus ojos, la curva de su cuello, la piel de hombro descubierto, el escote, el vientre... Cada detalle tenía su momento, y poco a poco los iba asimilando. Había pasado mucho sin disfrutar de ella, ni de ninguna otra cosa, y mi cuerpo se sentía más que dispuesto a enfrentarse a aquello.
Demasiado incluso. Desabroché el botón de mi pantalón justo antes de morder suavemente su hombro derecho, casi más una caricia con los dientes, dándome algo de libertad; la presión se hacía incómoda.

Cierro los ojos, centrándome en el contacto. Cuando intenta retirar mi camisa, aparto la mano de su espalda para dejarle espacio. En el momento en que vuelvo a tener el brazo libre, enredo la mano en su pelo, mientras con el otro brazo termino de deshacerme de la camisa. En el momento en que me roza el hombro, lo aprieto un poco contra mí, invitándolo a acercarse más, y lo rodeo con las piernas para atraer su cadera contra mi cuerpo, con un suspiro suave.

Al poco he dejado de buscar su contacto contra mi hombro, y doy un breve mordisco a su lóbulo, justo antes de trasladarme a su cuello, que enfrento con más intensidad. Alzo ligeramente la cadera, apretando la suya, incitándolo.

Al cabo de un rato me sentía como si mi cabeza estuviese perdida, flotando, en algún lugar. No podía pensar demasiado, pero tampoco lo necesitaba. Y aunque podía haber considerado que estaba como ausente, la verdad era que no dudaba de que me encontraba en aquella situación, en aquel lugar, y que era donde deseaba estar.

Cuando Lea me atrajo con sus piernas colaboré, apretando mi cuerpo contra su pelvis, cerrando los ojos sin saber bien si era por alivio o por más tensión. Mientras tanto, desabrochaba su sujetador para quitárselo, dejando una caricia en la piel de su espalda tras haberlo hecho, descendiendo hasta donde empezaba el pantalón. Desde allí la atraje un poco más, potenciando aquel contacto de su cadera, lo que me arrancó un gemido suave y me hizo estremecerme.
Sentía todo mi cuerpo crispado. Su boca en mi oreja, contra mi cuello, me hizo jadear. Sin darme cuenta, apreté un poco más contra su cuerpo, en un suave amago de embestida, y atrapé la parte superior de su oreja entre los labios en un intento por centrarme en otra cosa.

-No voy a aguantar nada -me escuché decir junto a ella, con tono algo ahogado.

Por suerte ella no había permitido que aquello fuese explosivo. Me costaba mantener el control de mi cuerpo, que parecía querer abandonarse.

Ascendí con la derecha por el costado de Lea, llegando al pecho izquierdo, que invadí con suavidad. Dejé un beso algo más agresivo en sus labios y de allí bajé por el cuello, camino del esternón. Tuve el impulso de querer hundir la cabeza entre sus pechos, pero estando ella en aquella postura se hacía más complicado.