Ciudad Huracán.

"La pluma de oro". Me quedé mirando atentamente aquellas palabras gravadas en madera vieja. No es que me llamara demasiado aquel lugar, pero él solía ir mucho por allí y en ese momento me pareció un motivo más que suficiente para abrir la puerta y entrar en el lugar.
Era un sitio más bien bullicioso. La gente era amigable y todos charlaban, o más bien gritaban, con todos, aunque posiblemente el alcohol fuera la causa principal de esa conducta. Me acerqué a la barra sin más preámbulos y me senté en la primera banqueta vacía que vi. Inconscientemente llevé la mano al hombro izquierdo para sacarme a Arpa de la espalda. Cuando toqué mi hombro sin llegar a rozar ninguna cuerda me sentí estúpida. En ese momento el camarero me habló. Levanté la vista y lo miré confundida, no le había entendido. -Dame lo más fuerte que tengas -Susurré. Me daba igual si no era correcta en ese momento, me daba igual también si por primera vez en años no llevaba mi arco conmigo, me daba igual que la gente gritara a mi alrededor, me daba igual todo.- Una mala noche, ¿eh?- Me dijo el mesero cuando me puso el vaso en frente. Miré ausente el líquido medio anaranjado y un momento después me lo llevé a la boca. Fue repugnante, me rascó la garganta y los ojos me escocieron, pero eso no evitó que le diera otro trago en cuanto todo el alcohol bajó por mi garganta. Dejé el vaso medio vacío delante de mí y observé el vaivén de los hielos.

Había sido una ceremonia bonita. Se habían presentado bastantes personas del pueblo. De hecho, no me había dado cuenta de la cantidad de personas que lo conocían hasta ese momento. La mayoría eran caras conocidas, amigos cercanos y personas con las que había intercambiado escasos saludos a lo largo de mi vida simplemente por amabilidad; sin embargo había demasiadas caras nuevas para mí. Fue en ese momento cuando me percaté de todo el tiempo que había estado fuera de casa. Ellos habían seguido con sus vidas, yo había elegido mi propio camino y ellos habían continuado con el suyo. Me dolió, sentí una pequeña presión en el pecho cuando me di cuenta de que no me necesitaban tanto como yo creía. Miré a mi madre, la vi hablar con los invitados tranquilamente; a pesar del dolor que desprendían sus ojos, ella mantenía una templanza que a mí me parecía imposible. La elogié internamente, me quedé mirándola unos minutos admirando cómo se mantenía firme, cómo intentaba que no le temblara la voz y cómo evitaba mirar hacia el fondo del prado, aquel lugar en el que se elevaba un ataúd tallado con la misma madera que mi arco. Ahí fue cuando, por primera vez en mi vida, quise quitarme a Arpa. Tirarla a la basura, quemarla, hacerla añicos y no volver a tocarla. Me parecía que estaba sucia, maldita o algo por el estilo. Intenté aguantar hasta el final de la ceremonia, pero no fui capaz. Yo no tenía el temple de mi madre, no era capaz de mirar a esas personas a la cara y hacer como que todo estaba bien, de cargar con el peso de esa misma madera sobre mi espalda; solo quería quitarme el maldito arco de la espalda y huir a un sitio en el que la gente no fingiese que todo estaba bien mientras te miraban con compasión.

El vaivén de los hielos cesó. Alargué el brazo para darle un nuevo trago a la bebida, pero no fui capaz. No porque fuese repugnante, ni siquiera había llegado a agarrar el vaso. Cuando iba a cogerlo, vi el lazo de mi muñeca moverse frenéticamente: derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda... Me costó unos segundos asimilar que no era el lazo, que era mi mano la que temblaba. Mi mano, aquella que no fallaba nunca, que siempre estaba relajada y alerta al mismo tiempo. La mano que apoyaba las flechas en el arco, cuya madera contenía el cuerpo inerte de mi padre. Esa mano no fallaba nunca y ahora... ahora solo hacía una cosa: derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derechaizquierda, derechaizquierda, derechaizquierdaderechaizquierdaderechazquierdaderechaizquierda...
No podía parar y yo no supe qué hacer.

Ya llevaba varios meses en Ventus tras haberme marchado del palacio de Brontë. ¡Qué coñazo de sitio! Esta semana tocaba visitar la Ciudad Huracán, la mejor sin duda. Empecé a reírme solo delante de la puerta de un bar: "La pluma de oro". Agarré el pomo con fuerza y la puerta se abrió casi automáticamente, clavándose contra la pared.

-¡Todo el mundo corre a mi cuenta! - Grité a pleno pulmón, llenando todo el bar con mi voz.

Paseé la mirada por el local, todavía con la mano en el pomo. No había mucha gente, y todos eran unos carrozas. No me extrañaba, al fin y al cabo era de día. Entonces mi mirada se detuvo en una joven, la única que había en el bar. Me acerqué a ella con paso galante.

-Vaya, vaya... Mira qué tenemos aquí - Dejé caer con voz insinuante a la vez que pasaba mi brazo por encima de la chica.

No pude evitar ver entonces cómo le temblaba la mano mientras agarraba un vaso lleno de... ¡vaya! Agarré con mi mano su brazo, tratando de detener el tembleque.

- ¿A qué viene esa cara tan larga? - Pregunté aún con cierto tono jocoso.

No me di cuenta de que alguien se había acercado a mí hasta que una mano me agarró del brazo. Una voz masculina que me resultaba familiar habló. No sabía si el propietario de esa voz era el mismo que el del brazo que me agarraba ni si se estaba dirigiendo a mí. La verdad es que me daba igual lo que me dijera y tampoco tenía curiosidad por saber quién era mi acompañante, pero quería que me soltase. Observé medio ausente el agarre, mi brazo se movía más lentamente, aunque igual era por la fuerza que estaba ejerciendo el hombre sobre mí. No necesito la ayuda de nadie, ese pensamiento cruzó mi mente un momento. Intenté soltar el agarre con la otra mano, pero no tenía fuerzas. Sentía que el cuerpo me pesaba una tonelada y mis movimientos eran lentos, no quedaba ni rastro de la habitual fluidez que me caracterizaba. Me rendí antes de acercar mi mano siquiera a la suya y la dejé caer muerta sobre la barra.
Levanté la vista ausente para mirar al hombre que estaba junto a mí y, cuando lo hice, me sorprendí al reconocerlo. Abrí la boca un poco y susurré. -Tim... -Iba a acabar de decir su nombre cuando me di cuenta de lo que estaba pasando. Era completamente imposible que él estuviera aquí. Solté una pequeña risa sarcástica. -Mithos, me estoy volviendo loca...- Pensé al mismo tiempo que cerraba los ojos con fuerza y me reía de mi estupidez mientras con la mano libre me agarraba del pelo del flequillo.

Sonreí mientras pronunciaba mi nombre -mejor dicho la mitad-. Sin embargo, sentí que no era el mejor momento para ligar con ella, aunque pareciese imposible. Su cara, sus ojos, su cuerpo, me resultaban muy conocidos. Le solté el brazo y me senté a su lado, con la mirada todavía posada en ella. Solté una risa, aunque menos estruendosa que la anterior.

- ¡El mismísimo Timber Bright! - Exclamé, aporreando mi puño derecho en la barra, lo que provocó que todos los vasos sobre ella se tambaleasen.

Miré hacia el camarero al otro lado de la barra.

- ¡Ponme lo mismo que tiene esta chica! - Mi puño volvió a golpear la barra.

No había duda de que conocía a la chica, pero no sabía de dónde, ni cómo la había conocido. ¿Erin? ¿Gabrielle? Habían pasado tantas mujeres aether por mi vida que ni siquiera lograba recordar todos sus nombres -y caras-.

- Y bueno... ¿Qué le trae a una chica tan hermosa por este tugurio? - Pregunté fijando nuevamente mi mirada en ella.

Dejé de reírme cuando se presentó. Abrí los ojos y lo miré fijamente, observe sus gestos exagerados, su tono de voz altanero... Era increíble que me lo hubiera encontrado en ese momento y en ese lugar.
El jefe aether pidió lo mismo que tenía yo, miré cómo el camarero le ponía su vaso sobre la mesa y luego miré de reojo el mío, que ya estaba por la mitad. Mis manos habían dejado de temblar así que agarré mi bebida y la acerqué a mí sin llevarla a la boca, apoyando la parte baja de los brazos en la barra simplemente para poder sujetar algo e intentar no volver a temblar.

Intenté centrarme, aunque solo fuera un poco, en la conversación. Sabía que no iba a olvidar tan fácilmente los acontecimientos de la hora anterior, pero al menos intenté dejarlos en un segundo plano. Sonreí tristemente ante la pregunta de mi acompañante. -Es...- Apreté el agarré del vaso.- Es un sitio que frecuentaba mucho una persona importante- Susurré, atragantándome un poco al tener que utilizar el verbo en pasado. Mis nudillos se estaban empezando a poner blancos por la fuerza ejercida así que aflojé un poco el agarre. No quería hablar del tema y tenía miedo de que Timber no estuviera satisfecho con mi respuesta así que le di un nuevo trago a la bebida y le pregunté a su vez.- Podría preguntarte lo mismo- Intenté sonar lo más amigable posible, pero lo cierto es que todo me estaba resultando de lo más innecesario, no quería intentar mantener una buena compostura, ni siquiera sabía cómo había llegado a esa situación. Miré de reojo a mi jefe; no sabía por qué pero ese último trago parecía que me había despejado un poco la mente y ahora que me fijaba en él, me daba cuenta de que daba la sensación de que no me reconocía.

Volví a soltar una risa, al chica tenía carácter. Definitivamente le pasaba algo, pero estaba convencido de que yo, el fantástico Timber Bright, podría brindarle esa felicidad a la joven belleza.

- Un líder necesita una copita de vez en cuando - comenté agarrando el vaso con la mano derecha y llevándomela hacia la boca.

Acabé mi bebida de un trago, volviendo a dejar el vaso sobre la barra -aunque esta vez vacío-. Miré al camarero y con un chasquido de dedos le indiqué que quería que me lo volviese a llenar. Mientras esperaba por mi bebida, volví a mirar a la joven de alas angelicales.

- Y dime... ¿cómo se llama una flor tan linda como tú? - Pregunté sonriente, a ver si se le subía un poco el ánimo a la chiquilla.

Seguía teniendo la sensación de que la conocía, pero conocía a demasiada gente para acordarme de ella. Llevé otra vez mi mano hacia el vaso, y antes de que me diera cuenta, lo había vuelto a dejar sin una gota.

- ¡Otra, camarero! - Grité llenando el bar con mi voz, esta vez elevando el vaso al aire.

Asentí a su respuesta y vi como se acababa su bebida de un solo trago. Cogí mi vaso y lo imité, acabando por fin la bebida. Era extraño, por una parte mi cabeza estaba despejándose, pero por otra estaba empezando a notar los extremos de mi ángulo de visión un poco difuminados. Alargué el brazo arrastrando el vaso por la barra y miré al camarero. -Póngame otra a mí también.- El sabor no me había gustado, pero parecía que después de esa primera copa me era más fácil entablar una conversación así que...

Volví la cabeza y observé atentamente a mi acompañante después de que soltara su pregunta. Parecía que había dado en el clavo.
Cuando el camarero me rellenó el vaso lo acerqué a mí y me fijé en mi reflejo sobre la bebida. Ahora que lo pensaba, era bastante normal que no me hubiese reconocido. Tenía el pelo suelto y liso, sin mis habituales moños. Además iba vestida con un vestido en tonos oscuros y, por si fuera poco, no llevaba mi arco colgado. Esa madera... Bebí un nuevo trago sin pensar. Esta vez la bebida pasó mejor por mi garganta, así que antes de apoyar el vaso en la mesa le di otro sorbo. Sonreí ante la manera exagerada que tenía Timber para pedir las cosas, desprendiendo vitalidad por todos los poros de su piel con cada exigencia. Empecé a reírme al darme cuenta de la pena que tenía que estar dando al lado de él. Unas pequeñas lágrimas empezaron a caer de mis ojos. -Papá...- Poco a poco dejé de reír para dar paso a un llanto que no era capaz de evitar. Había estado aguantándome demasiados días, haciéndome pasar por un ser vacío y sin sentimientos. La risa había sido la chispa que había encendido la bomba que estaba reprimiendo en mi cuerpo.
Me encogí sentada en la banqueta sin poder evitarlo, llorando a la vez que los sollozos sacudían mi cuerpo.

Antes de que la chica hubiera pronunciado su nombre ya había empezado a llorar, perfecto. Estaba científicamente comprobado que las mujeres sensibles eran más fáciles de camelar, era mi día de suerte. Rodeé su cuerpo con el brazo, sintiendo la suavidad de sus plumas.

-Oye, oye... ¿He dicho algo malo? - Pregunté sin esconder mi sonrisa en ningún momento, y tomando algún que otro trago de vez en cuando -. Una joya tan preciosa como tú no debería esconder su belleza bajo lágrimas de tristeza, ¿no ves que te vas a empañar?

Esa metáfora había sido bestial, tenía que guardármela para el futuro. La miré a los ojos de nuevo.

-¡Timber está aquí para lo que quieras! ¡Puedes contar conmigo! - Exclamé aprovechando que tenía mi brazo alrededor de su cuerpo para, muy cuidadosamente, acercarla hacia mí, pero todavía manteniendo las distancia.

Noté como un brazo me sujetaba y me acercaba a su pecho. Apoyé la frente en su pecho e intenté controlarme sin lograr mucho resultado en un primer momento, sin embargo poco a poco fui tranquilizándome hasta que en unos minutos ya fui capaz de dejar de llorar. Me quedé unos segundos con los ojos cerrados, apoyándome en su pecho para relajarme un poco y evitar así volver a empezar de nuevo. Una vez que sentí que era capaz de controlar mis emociones me separé un poco y me limpié la cara con el antebrazo. -Lo siento...- Susurré con voz ronca y me separé de él. Por suerte había demasiado ruido en el local, por lo que únicamente los aether que estaban sentados en la barra y el camarero se habían percatado de mi pequeño espectáculo. Tenía que tener un aspecto lamentable, pero ahora me sentía un poco mejor, como si me hubiera liberado de un trozo de la carga que sentía llevar sobre mis hombros. Levanté la vista y miré a Timber fijamente. -Supongo que no estoy siendo la mejor de las compañías, ¿no?- Intenté sonreírle. -Es solo que... ¿sabes esa sensación de cuando llevas demasiado tiempo aguantándote? ¿Cuando estás reprimiendo todo lo que sientes durante mucho tiempo y de repente explotas? Supongo que has tenido la mala suerte de tener que presenciar una pequeña explosión, perdona. No es un comportamiento adecuado, sobre todo teniendo en cuenta quién eres... -Miré mi vaso de reojo y lo levanté en frente de él.- Por las malas compañías.- Brindé.

La chiquilla se apoyó sobre mi pecho, sientiendo el calor de su cuerpo sobre mí pero el frío de sus lágrimas. Su piel era tersa, y sus alas suaves. Aproveché el poco tiempo que la tuve sobre mí para abrazarla con ambos brazos.

Solté una risa tras haber acabado la segunda copa de aquello, que ni si quiera sabía qué era. Extendí con la mano izquierda el vaso hacia el camarero, esperando a que me lo volviese a llenar. Giré el resto del cuerpo hacia la atractiva muchacha que estaba a mi lado y le agarré la barbilla con la mano derecha, muy delicadamente.

-Todo el mundo tiene un mal día -comenté, bajando el tono de voz, que había estado muy alto hasta entonces-. Incluso el líder más genial de todo Mithos.

Entonces alcé mi copa, ya rellenada, al aire. Juntos, la preciosa palomita y el líder más sexy, brindamos.

-Aún no me has dicho tu nombre -dije, volviendo a mirarla a los ojos tras haber tragado la tercera copa de brebaje mágico.

Posé el vaso sobre la barra. Quería más.

Sonreí, ahora sí que me creía que Timber Bright estaba conmigo, era imposible imitar ese ego.

Brindamos y ambos rematamos el vaso. A pesar de que esta vez había sido en la que había dado el trago más largo, me gustó el sabor que dejó el alcohol en mi boca, así que, un poco más animada, le tendí el vaso al camarero yo también. -¿Es que el "líder más genial de todo Mithos" no se acuerda de mí? -El camarero nos rellenó ambas copas con una gran velocidad, seguramente por el hecho de que era el jefe aether el que exigía la bebida. Estaba empezando a sentirme un poco mareada, seguramente por culpa de haber tomado ya dos vasos de aquella bebida tan fuerte, pero cada vez me sentía con más ánimos. - Te propongo una cosa.- Lo señalé -Tú intentas adivinar mi nombre, si aciertas haré lo que quieras. -Cogí el vaso-. Pero si fallas, bebes. -Le di un nuevo trago al vaso. -¿Trato? -Pregunté, tendiéndole la mano.

Mierda. Sí que la conocía, ¡estaba convencido! Sin embargo, no me acordaba de su nombre.

- ¿Qué es acaso un nombre? -La miré con fervor, aunque no estaba muy seguro de si estaba causado por el alcohol o la pasión que desprendían mis poros -. Recuerdo tu mirada, tus labios, tu cuerpo... -Volví a lanzarle una mirada, esta vez de abajo a arriba -. Porque tú y yo nos acostamos... ¿no?

Volví a mirarla. Una y otra vez, ¿cómo era? Piensa, Timber, piensa.

- ¡Gabrielle! -Exclamé levantándome de mi asiento y aporreando la barra de nuevo, esta vez provocando una pequeña grieta que iba desde mi puño hasta el camarero. Tenía ese nombre en la cabeza desde hace tiempo, estaba casi convencido de que era ella.

Miré de nuevo el surco en la barra, era más grande de lo que había imaginado al principio. Mi mirada se desplazó hacia el camarero, que parecía nervioso.

- Nada que no se pueda arreglar -solté volviendo mis ojos hacia Gabrielle. Guapa.

Pestañee sorprendida cuando sugirió que nos habíamos acostado. -Por Mithos, no tiene ni idea...- De todas formas me hizo gracia la sugerencia, posiblemente por el efecto del alcohol, así que le seguí la corriente. -¿Tú qué crees?- Apoyé el brazo en la barra y la cabeza sobre la mano.

Dijo un nombre como si hubiera ganado la lotería y, con el éxtasis, rompió la mesa. Di un respingo con el golpe y miré al camarero, que parecía bastante acongojado. - Vaya... -Miré la grieta. Era bastante grande, sobre todo teniendo en cuenta que la había hecho con el puño desnudo. Me reí nuevamente.- Sí que sois fuertes los jefes, ¿no?

Cogí el vaso y me lo acerqué a los labios mientras miraba a Timber. Aún no había dado mi veredicto. Cuando iba a darle un trago le tendí la bebida. -Bebe. -Sonreí divertida.- No se acerca ni un poquito, pero continúa. -Tenía curiosidad por ver cuánto podía recordar.

Me reí. Creía que si no me la había tirado aún lo haría esa noche, pero decidí quedarme callado.

¿Cómo? No había logrado acertar su nombre, o al menos eso era lo que ella decía. De hecho, seguro que había acertado, pero quería pasárselo bien con su querido líder. Por mí, perfecto, me encantaba cuando ellas se ponían juguetonas. Me tendió un vaso para que me lo bebiera, y, manteniendo la mirada en sus ojos, me lo bebí. Lo dejé en la mesa, esta vez más cuidadosamente.

-Creo que ya me conozco este cuento... - cada vez mi vista estaba más borrosa, y ella más guapa-. Rumpelstilskin.

Durante varios segundos me quedé mirándola serio, esperando su respuesta. Ese nombre me sonaba, era una historia similar a la que estaba viviendo en ese momento... Tenía que ser ella, Rumpelstilskin.

Intenté con todas mis fuerzas no reírme, intenté ni siquiera sonreír, pero cuando lo vi tan serio mirándome después de haber dicho ese nombre no pude evitar soltar una carcajada. -¿Rumpel qué?- Llamé al camarero. -Creo que será mejor que nos dejes la botella. -El hombre me miró desconfiado, como si no fuéramos a pagarle.- Venga hombre, tienes delante al mismísimo Timber Br...- Cerré los ojos concentrándome en su apellido. -Bbrriightt.- Lo dije lentamente para pronunciarlo bien y rematé marcando bien la T final. Sentí un gran orgullo ante mi valerosa hazaña, lo que provocó una nueva risa en mí.

Bebí a morro de la botella que nos cedió finalmente el camarero y luego se la puse delante a mi acompañante. -Vale, tengo una idea... -Me apoyé en la barra con las dos manos y me levanté de la banqueta. Solté una pequeña risa cuando mi pie derecho tropezó con el izquierdo provocando que casi me cayera. -Vaya... -Intenté fijar la mirada en los pies un momento, ya que la cabeza me daba vueltas. Cuando conseguí más o menos enfocar la vista me incorporé y miré a Timber. - A ver... te voy a dar una pista.

Me puse un poco de perfil y levanté estirado hacia adelante el brazo izquierdo, luego con el derecho simulé, o al menos lo intenté, que tensaba una flecha en un arco. Miré con los ojos medio entrecerrados para intentar enfocar mi vista nuevamente, esta vez sobre lo que parecía un cuadro; y abrí la mano derecha como si soltara la flecha. -Fiuuuuu.- Susurré simulando el sonido del aire cortado,aunque en realidad solo había puesto el tono de susurro, ya que el volumen de voz había sido el mismo que el que había estado utilizando durante la noche. Me reí de mi propia actuación y me senté nuevamente en la banqueta, trastabillando un poco en el intento.

Empecé a reírme. La chica era muy graciosa -y también estaba muy graciosa-, y al menos ella se sabía mi nombre; un paso menos que podríamos saltarnos.

De repente, la hermosa joven se levantó de su sitio como pudo, estaba fatal. Empezó a hacer algún que otro aspaviento, cuando de repente hizo el gesto de algo parecido a... ¿lanzar una flecha? ¿O era una danza tradicional parvus? Comencé a reírme aún más fuerte. No me serviría de nada para acordare de su nombre, pero al menos me lo estaba pasando bien. Giré la cabeza y miré la botella sobre la barra. Estiré mi brazo derecho, agarrándola para luego llevarla hacia mi boca, al igual que había hecho mi acompañante. Tragué y tragué y tragué, hasta dejarla vacía.

- ¡Ya está! ¡Me lo he bebido todo! ¡Ahora dime cómo te llamas! ¡Me rindo! - Grité señalando a la chica.

Me encontraba fatal, todo se movía y se veía borroso. Sin embargo, tenía aún suficientes energías para aplaudir a la chica justo antes de que ella se sentase.

Me reí cuando lo vi tragarse toda la botella, me parecía gracioso cómo bebía sin parar. Dejó la botella vacía en la barra y yo la cogí para beber, cuando la llevé a mi boca y no caía líquido alguno volví a reírme. -¡Te la has acabado toda!- Le reproché, olvidándome por un momento de que él había dicho lo mismo un segundo antes. Le di la vuelta y la agité, pero solo cayeron dos pequeñas gotas.- Tevaasalirmuycaroveniraquí... -Lo dije todo de una manera tan pastosa, juntando unas palabras con otras, que no estaba segura de si me había entendido o no, de hecho, ni yo me había entendido a mí misma.- Creoquehebebidodemasiadodeestacosa... -Murmuré de la misma manera.

Me giré hacia Timber y lo miré. -¿Por qué estás bailando? -Le pregunté intentando vocalizar un poco mientras alargaba la mano y le tocaba la cara. En el estado en el que me encontraba todo me daba tantas vueltas que ya no sabía lo que se movía y lo que no. -Mira, ese cuadro también está bailando... -Me reí nuevamente al ver cómo un cuadro que estaba pocos metros más atrás de mi jefe se "tambaleaba".-Me apetece bailar a mí también... -Murmuré mientas me levantaba a duras penas. Por supuesto, con mi estado de embriaguez volví a tropezar con mis propios pies. Sin embargo, esta vez no tuve tantos reflejos como antes y me caí sobre mi acompañante. -Vaya... -Me reí nuevamente sobre su hombro, lugar donde había acabado mi cabeza. -¡Me he caído encima de ti! -Dije como si él no lo supiera.

Apoyé las palmas en su pecho y me incorporé a duras penas. -Perdona, creo que estoy un poco borracha... -Me reí nuevamente y lo miré. -Oye, qué guapo eres, ¿no? -Le dije, siempre me había parecido un hombre atractivo, pero esta vez me lo parecía aún más. Me quedé mirándolo embobada.

-¡Es verdad! -Exclamé apartándome un poco. -Te tengo que decir cómo me llamo. -Sonreí divertida. -No me puedo creer que no te acuerdes de mí, con lo bien que nos llevamos... -Me reí, provocando que me tambaleara un poco. -Soy Th -De repente una mano me cogió del brazo. Era un aether. -Ey preciosa, ¿qué te parece si dejas a este aquí y te vienes conmigo y unos amigos? -Sonrió de manera seductora, aunque yo no me percaté de sus intenciones. -Sería divertido. -Sonreí, mirando al grupo que parecían ser sus amigos. -Pero ahora me lo estoy pasando muy bien con mi amigo. -Puse mi otra mano sobre la suya para soltarme, pero el aether no me soltaba.

La fiesta no había hecho más que empezar. La chiquilla se lanzó a mi cuerpo tras haber realizado unos pasos de baile realmente profesionales, y sentí cómo tocaba mis pectorales desnudos. Con que sí, ¿eh? Sonreí labrando camino con mis ojos hasta sus pechos. Dejé la botella a mi lado -sobre la barra, que permanecía quebrada- y la miré primero a los ojos, después, hacia sus labios.

- Pues me tienes todo para ti, nena - dije, sonriente. La tenía, ¡la tenía!

Estaba preparado para atacar cuando de repente noté cómo se alejaba. Mithos mío, ¡no había bebido tanto como para estar así! ¿Es que acaso había perdido cualidades? Estiré mi mano, como si estuviera ciego, pero no lograba encontrarla con el tacto.

Parecía que por fin me diría su nombre, a ver si al fin conseguía algo y me la llevaba a casa de una vez. Mujeres... le dan demasiada importancia a las cosas, como si realmente necesitase saber su nombre. Entonces, otro hombre la agarró por la mano, sugiriendo que se fuera con él y sus amigos. Me reí a la vez que me levantaba apoyándome en la barra. Me acerqué a él y con una mirada profunda, le hablé, todavía sonriente.

-Lo siento, pero está conmigo - comenté extendiendo mi mano hacia la suya, que estaba agarrando la de MI chica.

Cuando mi jefe me defendió, el aether me soltó para encararse con él. Yo di un par de tumbos hacia atrás y me acerqué a Timber, aprovechando para apoyar mi mano en su hombro para no caerme.

-No te me pongas gallito... que somos ocho contra ti. -Sus amigos se acercaron a él. Me reí, todo me parecía muy gracioso. -Yo de vosotros me iría a otro sitio... -Dije mirando al aether y sus amigos. A pesar de mi estado, no estaba tan mal como para no saber que Timber podría perfectamente con el aether aunque todo el local se pusiera de su parte y, sinceramente, no me apetecía que empezaran una pelea.- Ya bastante nos llega con Brontë... -Les dije como si ellos pudieran seguir el ritmo de mis pensamientos.- Jajajaja, ¿Brontë? ¿Quién es ese, preciosa? -Dijo el aether alargando la mano para tocarme el pelo. Pero antes de que pudiera lograr su objetivo, uno de sus amigos lo apartó. -Tío, tío, vámonos...- Parecía asustado. Yo sonreí y agité las alas divertida.- Venga ya, ¿tú también te vas a rajar? Pero si este fijo que no puede ni con una de las plumas de mis alas... -Miró a Timber con algo parecido a suficiencia. -Tío, ¿eres idiota? ¿No te das cuenta? ¡Es Timber Bright, joder! -El amigo parecía alterado.- Esto... señor, discúlpelo, no sabe lo que dice.- Cogió apartó al aether bebido hacia la puerta. -Nosotros ya nos vamos, ¿vale? Aquí no ha pasado nada... -Se giraron y, antes de que pudiera si quiera decir adiós, ya habían salido del local.

-Que graciosos... -Sonreí divertida y miré a mi acompañante.- Pero que conste que podía defenderme sola. -Le regañé, dándole con el dedo índice en el pecho, pero perdí el equilibrio y tuve que apoyarme en él nuevamente para no caerme.- Bueno a lo mejor no... -Me incorporé, más o menos.- Pero te aseguro que en un estado normal, Thamerlein los habría echado a patadas. -Me reí.- Tiene gracia porque Thamerlein soy yo... -Le susurré mirando sus labios a un escaso palmo de distancia.

Al parecer el tío ese no sabía quién era yo. A pesar de sentir cierta indignación por no haber reconocido mi figura, seguí sonriendo al ver cómo uno de sus amigos se adelantaba para detenerlo antes de que nos tocase. Pringado.

-No os preocupéis, si es que una chica así es muy tentadora -comenté jocoso a la vez que torcía la cara hacia la jovencita, para después dirigir una mirada frívola hacia ellos-. Tenéis suerte de que sea un líder enrollado, ¡si mi vieja os pillase ya estaríais más que escaldados! -grité llenando todo el bar, recordando las palizas de mi madre.

Volví a girarme hacia la joven. Seguía medio tambaleándose y tuvo que apoyarse nuevamente sobre mi pecho, lo cual me sacaba una sonrisa.

-Te vas a caer - comenté, manteniendo el tono jocoso que había empleado antes.

Solté otra pequeña risilla. Thamerlein, ese era su nombre, qué chungo para una aether. Entonces recordé mis intentos fallidos para adivinar su nombre, y no pude evitar reírme durante unos pocos segundos, recuperando poco a poco la compostura. Sentí cómo me miraba a los labios, su mano tocando mi pecho y la forma en la que me susurraba... La miré a los ojos, sintiendo un pequeño ardor que brotaba de mi pecho. Llevé las manos hacia su cintura, obligándola a acercarse más a mí, y llevando mi cara hacia la suya. Podía ver su cara desde tan cerca, sus ojos, sus labios... Sentía cómo mi nariz rozaba la suya, a pesar de no estar juntas. Aproveché un suspiro para sonreír una vez más.

-¿Por qué no vamos a otro sitio? - Pregunté casi en susurros, pero sin bajar el volumen del todo -. Este antro está un poco lleno.

Poco a poco nuestras caras se fueron acercando hasta el punto en que los ojos de Timber se fusionaron en uno solo. Durante su proposición pude notar su aliento en los labios. Nunca lo habría imaginado, pero el toque que le daba el alcohol lo hacía de lo más apetecible, así que inconscientemente abrí los labios para percibir el olor más profundamente. Al mismo tiempo, mi mirada se dirigió a su boca. Vi moverse sus labios mientras susurraba. Me preguntaba si su boca sabría tan bien como olía su aliento. -Como quieras...- Murmuré sin prestar demasiada atención a lo que me decía, me había hipnotizado el movimiento de su boca y el olor que esta desprendía.

Sin pensarlo mucho me acerqué un poco más y junté por fin mi boca con la suya. El tacto de sus labios era como estar en el cielo, duros pero suaves al mismo tiempo. Además el olor que desprendían se había multiplicado por cien. Aún así sentí que la sensación no era todo lo buena que podía ser. Toqué su labio inferior con la lengua para verificarlo con el gusto. Sí, tenía razón, el sabor era todavía mejor. Subí las manos y enterré los dedos en su cabello para profundizar más el beso mientras apretaba mi cuerpo al suyo. 

FdR: Siento el cutrepost u.u

Cuando oí sus palabras iba a soltarla para poder salir del local y desplazarnos a uno mejor. Pero entonces, sus labios rozaron los míos. ¡¡¡VAAAYAAA!!!, me había cogido totalmente por sorpresa. No dudé ni un segundo en seguirle el rollo, pero seguía un poco desconcertado, ¿desde cuándo era la chica la que daba el primer paso? Sentí sus labios sobre los míos, su aliento rebosaba alcohol, lo cual hizo que sintiese aún más ganas de besarla.

Sentí sus manos recorrer mi cabeza, acariciando mi pelo. ¿Acaso quería empezar en aquel antro? Antes de que continuásemos con nuestra apasionante velada en aquel lugar, me detuve un instante. La miré con mirada enternecedora y llevé las manos a la cabeza, agarrando las suyas, y arrastrándolas poco a poco hacia abajo por mi espalda, dejando un poco más de espacio entre nuestras caras para poder mirarnos a los ojos.

-Será mejor que vayamos ya -solté de nuevo con tono bajo, pero todavía sin convertirse en susurros.

Con la mano izquierda agarré su derecha con delicadeza. Me dirigí hacia la puerta, y junto a mí, Thamerlein. Sonreí; al final había conseguido sonsacarle el nombre. Sería mejor que no volviese a olvidarme de ese nombre. Quizás debería tatuármelo en alguna parte del cuerpo.

-¿Adónde quiere ir mi princesa? Timber puede llevarte a dónde quieras -dije, sin poder evitar soltar unas risas.

Solté su mano para deslizar las dos sobre su cuerpo y levantarla como si de una pluma se tratase. Sentía el tacto de su cuerpo, sus alas, y lo más importante, su culo. Pegué un fuerte salto, impulsándome con las alas, y elevando tanto mi cuerpo como el de la chica en el aire.

Timber me apartó delicadamente, acto que hizo que soltara un pequeño gemido de protesta por la pérdida del contacto. Entonces me propuso irnos en ese momento. No entendía muy bien a qué se refería, pero me daba igual, la verdad, solo quería volver a sentir su boca contra la mía y olvidarme de todo. Aún así, accedí con un asentimiento de cabeza y salimos del local.

Una vez fuera el viento de la noche hizo que me estremeciera. Mis sentidos aún estaban un poco idos por culpa del alcohol y del beso, así que no me di cuenta de que estaba sobrevolando el cielo en brazos de Timber hasta que miré hacia abajo y vi las casas en miniatura. La vista me mareó un poco así que decidí mirar a mi acompañante. -Sorpréndeme. -Le sonreí, divertida, y me abracé a él para enterrar mi cara en el hueco de su cuello y oler su aroma.

Amaba el viento contra mi cara, mi pelo, mis alas... Además, tenía a Thamerlein amarrada a mí con mucha fuerza. Normalmente no habría tenido tanto cuidado, pero era consciente de los peligros que suponían volar bajo los efectos del alcohol (FdR: DGT - Dirección General de Tráfico. Si bebes, no vueles). Su cuerpo contra el mío, cada vez que pensaba en ello me mordía el labio tratando de esconder una sonrisa. Sobrevolamos Huracán hasta que por fin llegamos a uno de mis sitios favoritos, también conocido como Motel Revuelo; tenía mucha clase.

Aterrizamos tras un corto viaje -nunca era largo para mí- en la entrada del motel. Posé con delicadeza los pies Thamerlein en el suelo y, posteriormente, la ayudé como un caballero que era para recuperar su postura. No dudé en posar mi brazo sobre su hombro, rodeando su cuello, y agarrarla por el brazo con delicadeza. No podía aguantar más.

Entramos en el motel. Ignorando al recepcionista, repetía las palabras de siempre: Déjalo a mi cuenta. Continuamos el recorrido desde la entrada hasta la puerta de nuestra habitación, que sin dudar ni un segundo abrí con fuerza. Una habitación con escasa decoración, pero muebles de gran calidad apareció ante nosotros. De entre todo, destacaba una gran cama -podrían caber cinco personas sin ningún problema y fácil movilidad-, que estaba situada en el medio de la habitación, con el cabecero contra la pared.

Me giré hacia Tham y bajé mi mano sobre su espalda, sintiendo el suave tacto de su piel -donde no había ropa-. La acerqué hacia mí con el brazo y pegué mi cara con la suya. Di unos pequeños pasos hacia atrás, llevándomela conmigo, y con el otro brazo -que tenía todavía libre-, cerré la puerta de la habitación.

-Esto está mucho mejor -susurré antes de empezar a sentir sus labios de nuevo con los míos, esta vez con más movimiento que antes, y también un poco más de pasión. Je.