Ciudad Huracán.

Después de un agradable trayecto llegamos por fin a nuestro destino. Trastabillé un poco cuando toqué el suelo con los pies hasta que me acostumbre a utilizar las piernas otra vez, con la ayuda de Timber, por supuesto.
Miré el cartelito del edificio que se erguía ante nosotros. "Motel revuelo", se llamaba. Sonreí, divertida por el nombre, con el alcohol que llevaba en mi cuerpo no conseguía darme cuenta del juego de palabras que implicaba, pero sabía que algo gracioso tenía.

Entramos en el motel y vi como el recepcionista escribía en una libretilla con rapidez nada más oír la respuesta de Timber. -Vaya... eres conocido por aquí también, ¿eh? -Me reí.- Aunque... la pregunta es: ¿dónde no eres conocido, Timber Bright? -pregunté al tiempo que habría la puerta de la habitación.

-Vaya... -Me había quedado con la boca abierta al ver la cama, que parecía una fusión de todas las camas del dormitorio de las chicas de Brontë. No me dio tiempo de observar el resto de la habitación, ya que Timber me cogió por la cintura y me besó. Sinceramente, si iba a hacer eso me daba exactamente igual cómo fuera la habitación y lo que tuviera en su interior. Bueno, tal vez la cama si que me importara...

Volví a subir las manos a su cabeza para acercarlo más a mí. Solté un gemido cuando su lengua encontró la mía y sentí arder esa parte de la espalda en la que sus manos me tocaban. Bajé la mano derecha y la posé en su pecho para tocar su piel y sentir arder la mano también. Me gustó el hecho de que no llevara camiseta, me facilitaba el trabajo.

Sentí cómo sus manos palpaban mi cuerpo, mi pelo... Ardiendo en deseo, nuestras bocas se fusionaban en una. Su mano sobre mi pecho quemaba como si de una flamma se tratase. Sin embargo, lo que más me hipnotizaba era el sabor de su boca: delicioso y con un toque a alcohol. Mis manos estaban perdidas, sin rumbo. Quería todo su cuerpo para mí, pero no sabía por dónde empezar. Mis labios se separaron de los suyos, comenzando a descender por su cara, qué suave era. Me encantaban las mujeres, su cuerpo era tan terso y... deseable.

Saboreé su piel con mis labios, llegando hasta su cuello. Mis manos recorrieron su espalda, en busca de algo, aprovechando para sentir su carne junto a la mía. Sin embargo, una pieza de tela se interponía entre nosotros. Por fin había encontrado lo que quería, una tira de seda que abriría la puerta entre nosotros. Con delicadeza, desaté el nudo que me impedía aquella visión que aunque todavía no había visto, seguro que era hermosa.

Podía oír sus jadeos, una respiración acelerada que resultaba música para mis oídos. Un ardor comenzó a brotar en mi pecho, mis movimientos comenzaron a volverse inconscientes, el halcón que tenía dentro comenzaba a salir. Con cuidado, deslicé su vestido hacia abajo, dejando a la vista sus pechos, todavía ocultados por una pieza más pequeña, pero mucho más tentadora. Mis labios comenzaron a descender desde su cuello, sintiendo la suavidad de su piel, el ardor no dejaba de atosigar mi pecho, pero me gustaba; me encantaba aquel calor.

Noté que me quedaba sin aire, pero por suerte Timber fue más rápido que yo y descendió hasta mi cuello. Jadeé, intentando captar todo el aire posible para poder volver a besarlo, pero lo que estaba haciendo en mi cuello... Mithos, no era justo que pudiera hacer eso con la boca. Deslicé ambas manos hacia su espalda, intentando alcanzar la mayor cantidad de piel posible. Mis manos revoloteaban sin rumbo fijo, de arriba hacia abajo, hacia los lados... notando sus trabajados músculos bajo la tersa y ligeramente bronceada piel.

Noté como sus manos hacían más o menos lo mismo que las mías en mi cuerpo, con la diferencia de que lograron desatar el lazo de mi vestido, provocando que este cayera al suelo de cualquier manera. Me pegué a él ya sin el estorbo de la tela de por medio, notando su cuerpo caliente contra el mío. Busqué su boca con la mía y clavé las uñas en su espalda al mismo tiempo que un nuevo gemido de placer salía de mi garganta al notar el ardor de todas y cada una de las partes de mi cuerpo que estaban en contacto con el suyo.

Una sensación comenzó a crecer en mi interior, como si el estómago me diese saltos o algo por el estilo, pero no era molesto, era agradable y me gustaba. Dirigí frenéticamente las manos hacia la hebilla de su cinturón y me di prisa por desabrocharla, pero, por supuesto, la prisa unida a la poca coordinación que provocaba el alcohol en mi cuerpo hizo que fuera una tarea casi imposible. Así que separé mi boca de la suya apenas unos milímetros, que me permitieron mirar hacia abajo y conseguir deshacerme de la maldita hebilla al mismo tiempo que seguía notando su aliento en la boca. Una vez que logré mi objetivo, descendí con la boca por su mandíbula, chupando, besando y mordiendo, a la vez que con las manos desabrochaba el botón de su pantalón y bajaba su cremallera, notando su dureza bajo las manos.

Sus jadeos eran cada vez más incesantes. Si no fuera por que mis labios estaban ocupados con su cuerpo, una sonrisa decoraría mi cara de lado a lado. Su cuerpo estaba ya desnudo ante mí, permitiéndome observar su belleza durante un instante, antes de que ella se lanzase sobre mí y pudiese sentir su ardor sobre todo el cuerpo. Me encantaba esta chica, sabía lo que quería.

Uñas clavándose en mi espalda, sus labios hambrientos por los míos, sus manos perdiéndose por mi cuerpo... y también mis pantalones. Un desenlace de pasiones se había desatado y mi cuerpo comenzó a ceder al deseo de la noche. Ayudé a Thamerlein a bajarme los pantalones del todo con una brusquedad que ya ni me importaba. La agarré por donde pude y, sin forzarla, lancé su cuerpo suavemente sobre la cama. Un cuerpo que yacía ante mí, buscando un águila que pudiese atravesarla. Aquí me tienes. Mi cuerpo se abalanzó sobre el suyo, apoyando las manos y las rodillas alrededor de su cuerpo. No podría escaparse. Mis labios se lanzaron directamente sobre sus pechos, todavía cubiertos por esa fina capa de tela que en estos momentos resultaba completamente inútil. Sentí el sabor de una cuerpo joven, tierno. Mi lengua comenzó a recorrer su cuerpo de arriba a abajo, hasta aterrizar debajo de su ombligo, deteniéndome durante unos segundos en esa zona, para después volver a subir con una eterna caricia propiciada por mis labios, que regresaba al punto de inicio. Mis manos entraron en juego también, acariciando primero los brazos, y deslizándose por los laterales del torso hasta llegar a aquella otra tira de seda.

-¿Otra que se interpone en mi camino? -Pensé a la vez que soltaba una risa, que se camuflaba con la pasión que desprendían mis labios.

Mi mano izquierda, muy traviesa, se movió penetrando la barrera que se interponía entre nuestros cuerpo. Uno... ¡Dos! Otra risa pequeña salió de mis labios, esta vez más frágil, casi sin aliento. Mis dedos comenzaron a juguetear y acariciar el fruto prohibido que la chica escondía, mientras que mis labios seguían sumergiéndose entre sus senos. Dichosos sentidos: el sabor y el olor de un cuerpo joven y tierno, la belleza de su cuerpo retorciéndose bajo el mío, el sonido de sus gemidos, reveladores de ambición y pasión, y el tacto... Mis dedos por fin se sumergían, sometiéndose a un húmedo y ardiente tacto.

*Fin de escena*