Cordillera Astral.

Julia estaba dormidita, pero no se sabía cuánto tiempo iba a estar dormidita. Muchas veces se le pasaba rápido, y más si había movimiento. Dormía bien, pero era atenta. Por el momento, de todas formas, estaba dormidita. Ayne la aseguró otra vez en su bolsita, atada contra ella. Era pequeña, pero había crecido mucho. Se estaba poniendo guapa. A Ayne le gustaba llevarla así, porque era como abrazarla, y le daba calorcito.

Miró al chiquillo con una sonrisa y paseó la mirada de nuevo por el equipaje, que por Julia había aumentado en tamaño. Seguía siendo poco, de todas formas.

-Nosotras ya estamos -anunció.

Ajustó una vez más las cintas que sujetaban a Julia, aunque, realmente, no hacía falta. Pero a Ayne le gustaba hacerlo. Luego miró al abuelo.

-A ti también te podemos escribir -lo consoló.

Se habían despedido de todos ya. Zacharyas había pasado incluso por el cuarto de su madre a decir adiós, aunque no tenía claro que fuese a haber alguna diferencia al respecto. Y aunque sabía que su padre sí estaba triste con aquello, se mantuvo en la decisión hasta el final.
Se había ido a Brontë una vez, años atrás, y no había acabado lo que tenía que hacer allí.

-Todo listo -dijo entonces, satisfecho, cuando Ayne habló, tomando los bultos más pesados. Ella llevaba a Julia.

El viaje de regreso sería más largo. Con la niña no podrían avanzar tan deprisa, y tendrían que detenerse más a menudo. Pero era el momento de regresar.

-Si lo hacéis os estaré muy agradecido. La casa se quedará muy vacía ahora que os vais.

Pero estaba agradecido. Zacharyas lo sabía. Desde que habían llegado el hombre había rejuvenecido, de alguna forma. tenía mejor color, mejor expresión. Era evidente.

-Volveremos alguna vez -le recordó Zacharyas. Miró entonces a Ayne un momento, satisfecho,

Ayne asintió, al tiempo que se cargaba y acomodaba un par de paquetes pequeños. Sonreía, contenta. Hacía tiempo que quería volver, aunque se lo pasaba bien allí. Había mucho que hacer al volver. Dio un besito suave a Julia y asintió.

-Claro -confirmó, convencida-. Julia querrá venir, y lo que dice Julia...

La miró un momento, y luego alternó la vista entre Zacharyas y el abuelo. Acabó por acercarse al primero y lo cogió de la mano, apretando las puntas de los dedos, como le gustaba hacer. El abuelo se quedaba, pero ellos podían viajar. Viajar muchas veces. La idea le daba energías a Ayne.

El padre de Zacharyas sonrió y asintió cuando ambos hablaron. Aunque dudase no puso pegas a las palabras de ninguno.
Zacharyas apretó entonces la pequeña mano de Ayne, cuando esta tomó la suya. Era difícil irse, de alguna forma, se dio cuenta. Era extraño, porque para Zacharyas nunca era difícil irse de ningún sitio. O nunca lo había sido, al menos.

-Pero para volver tenemos que irnos -dijo, divertido-. Tenemos que enseñarle muchas cosas.

Julia crecería. Aprendería mucho en Brontë. Visitaría muchos sitios y conocería a mucha gente. Zacharyas estaba seguro de eso.
Aún le parecía muy pequeña, pero no tanto como cuando había llegado. Parecía crecer cada día. Ya sonreía algunas veces. Era algo bueno que había hecho, y tenía que protegerlo y que enseñarle.

-Pero aún falta para llegar hasta allí. Así que hay que salir pronto.

Estaba animado. Apretó de nuevo la mano de Ayne, con suavidad.

-Esperaré noticias de cuando lleguéis también. De cómo ha ido el viaje.

Ayne amplió la sonrisa al oír a Zacharyas, y asintió un par de veces, completamente de acuerdo. Acarició la cabeza de Julia con la mano libre. Era muy suave.

Apretó la mano del chiquillo con algo más de fuerza y asintió de nuevo. Había que irse.

-Vamos -resolvió, dándole un pequeño tirón del brazo-. Hay que empezar ya.

Ayne sonrió también al abuelo. Una vez más, asintió.

-Será pronto. Cuando lleguemos. ¿Verdad?

Miró al chiquillo.

Zacharyas asintió. Ya estaba todo dicho. Las despedidas estaban hechas. Tenían que partir o no llegarían al siguiente pueblo a tiempo para descansar. Y con Julia no podían, simplemente, dormir en la calle sin más.

-Cuando lleguemos escribiremos -corroboró, dando a Ayne la razón.

Y las despedidas duraron poco más. Pronto el viaje comenzaba, el viaje de regreso. Y Zacharyas no tenía claro si iban a casa o volvían de ella.
Era extraño para él, desde luego, pensar que había llegado a conseguir sentirse a gusto en dos lugares hasta el punto de poder llamarlos hogar.

O quizás no se tratase del lugar, a fin de cuentas.

*se van ):*