Escaleras

Zacharyas subió un escalón, acortando la distancia y nivelando la altura. De pronto, puso una cara muy rara, y al poco rato estaba mirando hacia otro lado. Me destapé la nariz e inspiré aire con fuerza, notando frescas las fosas nasales. Me mordí el labio.

Me agaché un poco, entrecerrando los ojos y mirándolo fijamente, tratando de contener una sonrisa emocionada, y comencé a doblar alternativamente las rodillas. Entonces, con un grito de guerra, salté del escalón con gran energía, lanzándome con los brazos abiertos contra él.

FdR.: Banzaaaai

Cuando Zacharyas volvió en sí vio por el rabillo del ojo a Stalon volar hacia él muy peligrosamente. Apenas tuvo tiempo para agarrar su cuerpo en el aire. El impacto le hizo retroceder un paso, pero al encontrarse en unas escaleras el pie no le pisó bien, apoyándose solo sobre medio escalón. Ello le hizo perder el equilibro.
Rodó por las escaleras, notando los escalones de piedra clavándose en su cuerpo con cada golpe, protegiendo el cuerpo de Stalon con el suyo. Al fin y al cabo, el dolor no era un problema para él, pero sí lo era para la parvus.
Cuando su cuerpo se detuvo noto que jadeaba. No había respirado durante el trayecto, y ahora su cuerpo acusaba la falta de oxígeno, incrementada por la adrenalina que ahora corría por sus venas.

-¿Te encuentras bien?-. La voz le sonaba seca y pastosa, casi como un gruñido.

Zacharyas aflojó un poco a la chica para permitirle algo de espacio. Había sido demasiado espontánea. Había cosas que no se debían hacer en unas escaleras.

FdR- Si no esperabas que cayeran no haber saltado en unas escaleras.

En un momento, había perdido del todo la respiración y estaba completamente encogida sobre mí misma, como un huevo. Al fin, el movimiento paró, y al oír la voz de Zacharyas reaccioné por fin, separando un poco los brazos de mi cara. Tardé un momento más de lo normal en mirarlo, casi con miedo.

Sabía lo que pasaba entonces. Entonces todos se enfadaban, me amonestaban y tenía que irme lo más lejos posible. Asomó a mis ojos un pequeño, pequeñísimo brillo de culpabilidad.

-No me vas a echar, ¿verdad...? -murmuré, con voz asustada.

FdR.: A ver, llevaba medio día buscándoselo XDU

A Zacharyas se le encogió el estómago. ¿No había demostrado a la parvus su aprecio suficientes veces? El dolor no era un problema para él. Unas magulladuras, unos cortes... eran solo eso. Nada importante. Nada de qué preocuparse. Por eso le sorprendía tanto que se asustase.
Esbozó una sonrisa algo cansada.

-Claro que no.

La atrajo un instante hacia sí, haciendo un amago de abrazo, y luego la soltó para que pudiera ponerse en pie. Se semincorporó, quedando sentado. Se había hecho algo de daño en la muñeca, además de en todos los puntos golpeados de su cuerpo, pero no era nada grave.

-¿Tú estás bien? -preguntó, con interés, mirándola. Había intentado cubrirla, lo cual le era fácil porque era mucho más grande, pero aún así...

No tardé mucho en ponerme en pie, pero en cuanto se incorporó un poco me lancé contra él de nuevo, aunque no con tanto impulso como antes. Asentí lentamente con la cabeza, con cierta vergüenza. ¿No me echaba?

-¿Estás seguro? ¿Seguro que no?

No tenía sentido. No tenía ningún sentido.

-¿Por qué?

Zacharyas acarició el pelo de la parvus con algo de torpeza. Sus grandes manos no parecían hechas para aquello. Y su cabeza tampoco lo estaba para responder a aquellas preguntas.

-Seguro -. Carraspeó-. Tranquila.

La miró, pensativo. ¿Por qué? Vaya pregunta... ¿Y por qué iba a echarla? Esa sí era una buena pregunta. Desde que había llegado, la única persona algodesagradable a la que había conocido era aquel tal Alexander, que había tratado tan mal a Thamerlein y Hewina... Por lo demás, incluso a Dehnel, que lo había hecho sentirse ridículo, no creía que fuera a echarlo a ningún sitio. Y, en ese caso, a ella mucho menos.
Se encongió de hombros, confuso.

-Me gusta estar contigo -dijo, carraspeando tras acabar. Notaba la voz algo ronca.

Le cogí la mano que me acariciaba, con cierto nerviosismo. Con demasiado nerviosismo. Lo miraba muy seria, con el ceño fruncido y gesto algo sombrío. A su respuesta, entrecerré los ojos. Hum...

-Dices conmigo -contraje sus dedos en un puño, a excepción del índice, que atraje hasta mi pecho, señalándome con él-. Conmigo de yo.

Mi expresión no variaba.

Zacharyas sentía como si todo lo que sucedía le estuviese pasando a otro, no a él. Notó el tacto de Stalon en su mano, pero no parecía su mano. Parecía estar viendo a Stalon con alguien, cogiendo su mano y acercándosela a ella, como si no tuviera nada que ver con él.
El caeruleus avanzó un poco el dedo índice, dándole un pequeño toque en la clavícula.

-Tú -pronunció en el momento que su dedo tocaba el duro hueso.

¿Qué problema había? Ella había dormido sobre sus pienas el día que se conocieron. Si le desagradase su presencia, si quisiese echarla, Zacharyas habría tenido cientos de ocasiones. Y creía lo mismo de ella. Creía que le gustaba estar con él, pues lo acompañaba y le daba conversación en vez de, simplemente, marcharse como muchos otros habían hecho antes.

Aún con cierto aspecto de animalillo reservado, acabé por relajar un poco el gesto. Compuse un pequeño puchero y me encogí de hombros.

-Bueno -acepté, finalmente.

Me acerqué más, pisándole las piernas como si fueran parte del suelo, para quedar de pie sobre él y le puse las palmas de las manos en las sienes. Me quedé un momento mirándolo, como estudiando sus rasgos, antes de atraer su cabeza contra mí y abrazarlo. Su pelo, empapado pero igualmente abultado, parecía hacer el efecto de un cojín entre su cabeza y mis brazos.

Zacharyas se dejó abrazar dócilmente, cerrando los ojos. Sentía su peso sobre sus piernas, pero no llegaba a serle molesto. También notaba el pelo húmedo pegándose a su cráneo, pero, de nuevo, lo soportaba sin demasiados inconvenientes.
Oía su propia respiración, y la de ella. Notaba sus propios latidos en las sienes, golpeando contra las paredes de sus venas. Palpaba el calor que emitía el cuerpo de la parvus mientras lo abrazaba. Sentía un nudo en la garganta.
Zacharyas exhaló una especie de jadeo, dejando salir el aire, sin querer. Se llevó una mano a la boca, tapándola, casi al instante. Notó entonces aquello que descendía por su piel y los nerviós comenzaron a aflorar. Sus brazos rodearon a la chica con fuerza, sosteniéndola, abrazándola.
Tenía la cara oculta, mirando hacia abajo, de forma que Stalon no pudiera verla. Los ojos estaban abiertos de par en par. Los labios, resecos, otro tanto, tomando y echando aire para respirar.

Ya estaba bien. Ya todo había pasado.
Aquel día había pasado algo que Zacharyas apenas recordaba. Dos lágrimas, solitarias, habían escapado de sus ojos.

Cerré los ojos, con un suspiro de satisfacción. Entonces, no pasaba nada. Aún no me echaban. Eso era bueno. Estaba aguantando mucho. Sodeth estaría orgulloso.

Entonces, sentí que me rodeaban unos brazos con fuerza y abrí mucho los ojos, poniéndome tensa y dando un respingo. Debido a la sorpresa, tardé un momento en recuperar el control y relajarme de nuevo. No contaba con eso. Yo abrazaba, pero era la única.

Apreté la cabeza de Zacharyas con más fuerza y le di un beso en la coronilla, con una enorme sonrisa. Bajé las manos hacia su nuca, y luego hacia su mandíbula, para tirar de su cabeza hacia arriba y poder verle la cara. Encontré dos ojos húmedos y una expresión extraña, y se me borró la sonrisa de golpe.

-¡Eh! -exclamé, preocupada.

Cuando Zacharyas sintió las manos de Stalon rozando su mandíbula no tardó en poder ver su rostro. Al alzarle la cabeza y ver su cara el caeruleus se dio cuenta de que Stalon estaba preocupada. Dibujó una ancha sonrisa en su rostro, pero en ningún momento fue forzada.

-Eres la persona que más -. Se detuvo. Carraspeó- me ha abrazado nunca.

Aquello no era malo ni bueno. Simplemente era. Ella lo abrazaba y, poco a poco, él se acostumbraba, pero a veces todavía era extraño... Suponía que para los demás sería normal abrazar, ser abrazado, pero para Zacharyas esa no era la imagen de lo habitual.

Alcé ambas cejas, con curiosidad, cuando empezó a hablar. Luego, cuando terminó la frase, ladeé la cabeza, extrañada, sin saber muy bien cómo sentirme.

-Ah.

Me llevé una mano a la oreja y me la rasqué, entre confusa y decepcionada. ¿Y eso qué quería decir?

-¿Y estás triste?

Zacharyas negó varias veces, ensanchando su macabra sonrisa. El pelo se le movió al compás de la cara, dando pequeños botes. Ya estaba más seco, aunque al tener tanto todavía había zonas húmedas.

-Es muy reconfortante...

¿Por qué iba a estar triste? Incluso a él, que le parecía hermoso el dolor, le gustaba la sensación de ser arropado por un abrazo. Quizás hablaba de las lágrimas, pero Zacharyas no recordaba haber llorado por tristeza jamás. No sabría explicar a nadie el origen de ser de esas dos gotas, pero no era tristeza.

El caeruleus miró unos instantes a la parvus, pensativo.

Contraje la comisura derecha de la boca, en un gesto de poco convencimiento. Lloraba. No se llora porque sí. Yo nunca lloraba porque sí. Negué con la cabeza, cerrando muy fuerte los ojos, y luego volví a mirarlo fijamente, como si esperaba encontrar la respuesta escrita en su cara, en letra muy pequeñita, en algún punto de su piel.

-No lo entiendo.

No me gustaba. Algo. No sabía qué, pero no me gustaba. Era como si me pusieran un plato de comida y me quedara con hambre. Faltaba algo.

Zacharyas enarcó las cejas, confuso.

-¿Qué es lo que no entiendes? -inquirió sin mucha convicción, ladeando ligeramente la cabeza. En esos momentos, tampoco él comprendía.

Fuera como fuese, Stalon parecía incómoda, molesta, poco convencida... Zacharyas no encontraba el adjetivo, pero era algo negativo, y eso lo ponía nervioso. No le gustaba causar sensaciones negativas en la gente, y menos aún si era gente que le importaba.

-Ah.

Sacudí la cabeza y parpadeé un par de veces.

-No lo sé -confesé.

Llevé la mano a su cara, repasándola, buscando. Tenía que estar en algún sitio. Pero no. No estaba en la frente, en las cejas, ni en los ojos, ni tampoco en la nariz, en las mejillas, ni en los labios. No había nada.

Me mordí el labio con fuerza, hasta hacerme algo de sangre, pero ni siquiera noté el sabor a hierro que tenía en la boca. Ladeé la cabeza. ¿Qué era?

Zacharyas pensó que era mejor que no lo supiera que que supiera qué era, pero fuera algo malo que él no pudiese cambiar. Quizás había sido solo una impresión.
Las manos de la parvus recorrieron su rostro pálido y ojeroso. Parecía reconocerlo como haría un ciego, aprendiéndose la geogradía de su cara como si se tratase de un mapa. El caeruleus, mientras tanto, solo sonreía, dejando que adivinase las formas de su cara.

Stalon mordió su labio inferior. Zacharyas vio el blanco que iba tiñendo la zona al cortarse la circulación por la presión. Quizás, pensó, si mordía muy fuerte el labio se partiría en dos y la sangre los salpicaría a ambos, saliendo disparada.

Solté un suspiro de impaciencia. La mano que recorría su cara buscó los surcos de las lágrimas. Me llevé la mano a los labios y me los repasé con el dedo, pensativa.

-¿Qué opinas? -pregunté, aún con el dedo en los labios.

No hablaba, no hacía nada, solo sonreía y me miraba. Era como una estatua a la que me hubiera subido. Por un momento, me cuestioné si seguía vivo. Me agaché un poco y llevé la mano a su pecho, buscando el movimiento de su respiración.

-Estás vivo -concluí.

Cuando Stalon repasó sus labios con el dedo, como si hubiese respondido a una clase de plegaria, Zacharyas vio sangre. Quizás se la había hecho al morderse, pensó, pero hasta ese momento había estado oculta en la parte interior de su labio.
Su mente se enturbió ligeramente. Le costaba mantenerse relajado, pues un leve temblor comenzaba a apoderarse de su cuerpo, como la vez que había visto a Silvanus, con todas sus cicatrices, o el día que había conocido a Cierzo.

Zacharyas extendió un dedo, acercándolo a los labios de la chica. Quería probar aquella sangre. La tenía allí, a la vista, y mientras la parvus hablaba la veía moverse, sugerente, ofreciendo el ser probada por alguien como él.
El avance de la mano de Zacharyas se detuvo a escasos milímetros. Crispó los dedos y los cerró ligeramente. La mano pasó de acercarse a su rostro de hacerlo hacia el cuello de su ropa, que sostuvo con decisión.
Zacharyas avanzó el cuerpo. Su rostro se acercó al de ella. Sus labios ásperos buscaron los de la parvus, queriendo beber directamente del lugar, de la pequeña herida, de la que había fluído aquella sangre.

FdR- Es ver sangre y al pobre se le nubla el seso. Aunque Rick estaría orgulloso.

Como queriendo corroborar mis palabras, empezó entonces a moverse. Primero acercó una mano a mi cara, pero cuando ya estaba a punto de tocarla, bajó hasta mi ropa, aferrándola con fuerza. Me quedé muy quieta de pronto, sintiendo cómo él temblaba. Con los ojos muy abiertos, lo vi venir, acercarse, con una expresión extraña, como poseído, hasta quedar a milímetros de mí.

En algún momento desde que me agarró de la ropa hasta que se acercó quise reaccionar. Sentí esa especie de hormigueo, como si algo indicara a mi cuerpo que debía moverse pero, justo antes de que este lo hiciera, anulara aquella orden.

Finalmente, me mantuve inmóvil, limitándome a observarlo con una mezcla de extrañeza y curiosidad. De pronto, me intimidaba un poco. Y eso no era algo que me pasara habitualmente.

Zacharyas probó la sangre con inusual suavidad. Le gustaba aquel sabor metálico, dulce... Era el sabor del dolor, el sabor de la muerte, pero también el de la vida. Era una transición.
Al saborear aquello, fue como si hubiera caído de golpe cientos de kilómetros. Su cuerpo, suspendido en una especie de neblina, fue arrastrado con fuerza sobrenatural y lanzado contra la tierra. Sin embargo, pronto el sabor se desvaneció.

Zacharyas se apartó apenas un par de centímetros de Ayne, con los ojos semiabiertos. Hubiera deseado más sangre... Aquella apenas había sido una muestra...

La minúscula distancia que nos separaba se desvaneció. Zacharyas apoyó los labios contra mi boca, muy suavemente, como quien saborea una comida. Duró un momento, en el que me mantuve tan quieta como antes, y después se separó un poco.

Aquello parecía un cambio de roles. De pronto, yo era la que no decía nada, no hacía nada, no reaccionaba. Simplemente me mantuve como estaba, sujeta por el cuello de la ropa, con la boca entreabierta y los ojos fijos, manteniendo aún la expresión de extrañeza y curiosidad.

Como único gesto, parpadeé una sola vez, muy lentamente.

Zacharyas comenzó a ver claro todo lo que no tenía que ver con la sangre. Las manos comenzaron a sudarle y le costaba tragar saliva.
Nervioso, miró a la parvus a la cara. Por su expresión, no podía adivinar qué pensaba, pero no parecían cosas buenas. Quizás acabase de traumatizarla al ingerir su sangre de aquel modo, pensó. Ya bastante asustado había parecido Silvanus aquel día...

Zacharyas entreabrió los labios para decir algo, disculparse. Los cerró pronto. ¿Qué diría? ¿Que sentía haber ingerido su sangre de ese modo?

-Lo... Lo siento... -tartamudeó con voz ronca.

Había olvidado una de las enseñanzas de su padre. La sangre no se bebe.

Me llevé la mano a los labios, y sentí un pequeño escozor. Repasé la zona con la lengua, con el ceño fruncido. La forma de un mordisco. Había vuelto a hacerlo. Volví a fijar la vista en Zacharyas cuando habló. ¿Era... eso? ¿Era así? Tal vez sí...

De nuevo, repasé el mordisco con la lengua. Tal vez. Me acerqué a su cara, mirándolo fijamente, frunciendo más el ceño. Apenas nos separaban unos milímetros, y podía sentir mi aliento chocar contra él.

Entonces, con decisión, tomé de nuevo el labio entre los dientes y los clavé en la carne con saña, sintiendo un dolor agudo en el labio. Apenas unas milésimas de segundo después tenía al chiquillo aferrado por los hombros con fuerza, y posaba el labio sangrante sobre los suyos. Mis ojos seguían tan abiertos como antes, atentos. Tal vez...