Me hacía gracia su reacción. Pensándolo bien, tal y como lo había expresado quizás había dado pie al malentendido. Negué con la cabeza a su disculpa. Si no era nada.
Me apoyé un poco en el pasamanos, sonriendo al escuchar su descripción del palacio. Era bueno oír aquello de una nueva. Quería decir que no había tenido malas experiencias, lo cual también me daba a entender que, como parecía, la cosa había estado tranquila durante mi ausencia. Al menos, en aquellos últimos meses.
Su invitación me pilló un poco por sorpresa.
─La verdad es que estaba haciendo un poco de tiempo por no irme a la cama demasiado temprano ─confesé─, pero supongo que un paseíllo por la nieve no hace daño a nadie. ¿Sabes? Donde yo vivía de niña, en el Glaciar Nevus, apenas había unos pocos meses al año en que dejaba de nevar. Pero en Brontë es todo un acontecimiento. Cuando empecé a dar con gente que decía que nunca en su vida había visto nieve hasta que llegó aquí no me lo podía creer.
Bajamos las escaleras conversando, en dirección al exterior.
*Se van*