Escaleras

Voy subiendo las escaleras con tranquilidad tras una buena cena. Ahora solo queda una buena ducha y quizás un paseo para que me entre el sueño.

Mientras subo, observo las paredes de mi alrededor. Se ve como ya el cielo está casi apagado por las pequeñas ventanas y, entre ellas, algunos adornos o de esos instrumentos luminosos de magia chrysos muy útiles con los que no se precisan antorchas o velas.
Miro mis pies y veo como la alfombra, a pesar de ser muy usada, se mantiene limpia y con buena apariencia. Se ve que los boros y los sirvientes chrysos hacen muy bien su trabajo.

*Sube escaleras hasta llegar a un pasillo*

Cuando termino de subir el último escalón doy un suspiro, como si acabase de culminar una enorme cima. No es buena idea cenar tanto y luego proponerse llegar a una de las salas más altas del palacio.

Pero cuando estoy caminando por el pasillo, apenas al empezar, veo unos cuantos boros acabando de limpiar por allí. No demasiados, tres a lo sumo, que se dispersan y salen de mi vista para continuar por otros pasillo. Cuando uno de ellos camina hacia a mí me dispongo a apartarme, al ver que él no lo hace. Parece que también hay boros maleducados.

Sin embargo, a pesar de mi amago, el boro no continúa, sino que se detiene frente a mí, dirigiéndome casi todos sus ojos. De entrada me parece un pelín escalofriante, nunca antes un boro había hecho algo así, pero lo único que se me ocurre decir con cara de sorpresa es...

—Hola... —Le digo, extrañado. Puede que no haya tenido un buen día o que le hayan pegado, no sé. Me fijo un poco en él. Parece algo más oscuro, aunque quizá sea porque es de noche. Sea como sea, me dispongo a evitarlo.

Pero cuando me doy cuenta salta salvajemente sobre mí y empieza a sorberme como si fuese una esquina empolvada y, consecuentemente, intento apartarlo de mí como puedo.

—¡Para! ¿Qué haces? ¡A mí no me tienes que limpiar! ¡Socorro! —Nunca me he topado con un boro enfurecido y no sé qué hacer. No sé siquiera si puedo pegarle o algo. No tengo ni idea.

Por suerte, al poco rato se baja y respiro hondo, pero cuando me doy cuenta se lleva consigo el retrato de Gabrielle y entro en modo histerismo.

—¡EH, ALTO! ¡ESPERA! ¡ESPERAAAAAA! —Corro tras el boro hacia la habitación a la que se dirige.

*Coooorrrrrre tras él*

Comenzaba mi paseo por los pasillos, sin ningún objetivo concreto más allá de hacer pasar el tiempo, cuando un extraño sonido me llamó la atención. Entrecerré un poco los ojos, extrañado, y apuré el paso hacia la salida. Al pasar ante una escalera, vi a Gerald bajar por ella, apurado como yo. Qué irónico encontrarlo justo después de su carta. Me giré hacia él, esperándolo al pie.

-¿Has oído eso? -pregunté, sin pararme siquiera a saludar.

Ladeé la cabeza, observando algo divertido su reacción. Traté de relajarme un tanto.

-Hola, Gerald, justo acabo de encontrar tu nota -saludé amistosamente, más amistosamente de lo que creía que se podía responder a alguien.

Sin embargo, no tardó en ponerse un poco más en serio. El rostro se me ensombreció cuando mencionó la lluvia, e hice una mueca de desagrado.

-Y que lo digas -respondí, con cierto pesar-. Habrá que aguantarse. No sé si es una falsa alarma, pero imagino que se espera de nosotros que hagamos algo al respecto. Vamos.

Y ambos echamos a andar a paso rápido hacia la salida, charlando un poco por el camino.

*Se van*

FdR.: Sí, van de charla porque son maips de la vida.

Hay noches que el palacio está aburrido. Es un hecho. Después de la pelea de la otra noche, nada me parece remotamente emocionante. Sí, volver a encontrar mi camiseta en el comedor fue curioso (¿¡Cómo demonios llegaría allí!?), pero nada fuera de lo común. ¡Y el cuerpo me pide aventura, fiesta!

Subo y bajo por las escaleras, a zancadas. Mi abuela solía decir que son un camino intermedio entre dos mundos, arriba y abajo. Y en esa clase de lugares es en los que ocurren cosas. Igual pasa algo maravilloso... se me cae un cuadro encima o algo. Cualquier cosa mejor que este aburrimiento existencial.

Bajé las escaleras para dirigirme al exterior. Todavía caminaba con un paso algo inseguro (aquel tío me había pegado una paliza), pero nada que un mendigo (ni tampoco un noble) no pudiese soportar. Sí que era un poco doloroso bajar cada escalón, pero ninguna queja saldría de mi boca mientras estuviera en palacio.

Vi entonces a un tipo que también andaba por allí y me rasqué el pelo, confuso. Me sonaba de algo, pero no lograba identificar su rostro. Quizás era simplemente una impresión mía, pues de haber conocido a un pelirrojo como yo, lo recordaría.

-Buenas noches, caballero -saludé.

FdR- Rick es tonto, mala memoria y ve mal por la noche XD

Cuando me encuentro en la décima subida a la pata coja, veo bajar a un chico lentamente por las escaleras. Je. Por fin una distracción.

Cuando se acerca lo suficiente, veo que es el flamma que conocí el otro día en los jardines con la aether arquera. El profesor tozudo, que no sabe cuando un colega le intenta salvar el culo desinteresadamente. Saluda despreocupadamente, como si nunca me hubiera visto.

- Hombre, el arquero profesional- le doy una palmada en la espalda mientras le saco la lengua-. ¿Qué tal acabó la clase? ¿Conseguiste... alguna diana?- añado con mala intención. La chiquita no estaba mal, la verdad. Estas aether son bastante monas.

Me crucé de brazos, pensativo, hasta que di con él en mis recuerdos. Era aquel maldito flamma que casi me delata ante la hermosa Lluvia diciendo que a su arco le faltaba el flechador. Inger todavía no me ha traído el libro que le pedí, pero en cuanto lo consiga aprenderé a flechar como Mithos manda. Pero bueno... Nunca había sido un hombre rencoroso, así que le sonreí abiertamente.

- ¡¡Hombre, Niarve!! -. Le di una palmadita en la espalda-. Pues la verdad es que todavía no tuve oportunidad de tirar, pero con una chica así es difícil... Es muy inexperta.

Y así lo pensaba. Al no saber Lluvia nada de tirar con arco me era muy difícil ayudarla a hacer diana. Quizás si ella me explicase mínimamente lo que sabía yo podría improvisar mejor.

Pronuncia mi nombre muy raro. Quizás es de algún pueblo remoto de Ignis y tiene acento. Pobre señor arquero, ni los nombres de su tierra sabe pronunciar. Me despierta un cierto sentimiento de ternura.

- ¿Era inexperta, la chica?- alzo una ceja, confuso. No me había parecido demasiado... novata, dejándose rodear así por los brazos de su maestro. Igual había sido impresión mía. O igual las chicas en Brontë eran más lanzadas que en mi pueblo. Me encogí de hombros-. Bueno, eso lo hace más divertido, ¿no? Poder enseñarlas todo desde cero, que se impresionen con todo... y que no tengan con qué comparar si lo haces mal- sacudo la cabeza, pensando en mi propia primera experiencia. Fue un caos. Horrible. Terrible. Monstruoso. Un escalofrío me sacude por completo. Pobre muchacha... No volví a verla, pero espero de todo corazón que se recuperara de las quemaduras.

Sonreí. De verdad era inexperta, pues no sabía ni sujetar el arco. Bien cierto era que yo tampoco, pero ella lo admitía tanto que no había ni que decir que ella era la que menos nociones sabía de los dos.
Asentí vigorosmente.

-Muy inexperta. No sabía ni cómo agarrarlo, pero voy a buscar unos libros que seguro la ayudarán.

Eso, claro estaba, si Inger me traía los libros sobre arcos que le pedí, que tras el problema con los mercenarios era más que probable que esos temas hubiesen pasado a un segundo plano.

-La verdad es que me alegra que confíe en mí para esto. Apenas acabábamos de conocernos.

Lluvia era una buena chica.

Abro la boca, estupefacto. ¡Ni sujetársela al pobre chico sabía! Tenía que haberlo pasado mal. Pero supongo que forme parte del cortejo. Esas dudas, esas inseguridades...

-¿Libros? Yo no sé si me fiaría de un libro para esas cosas. ¡Y tú, como flamma, deberías saberlo! Somos hombres de fuego, pura llama en la sangre... ¿Tampoco tienes mucha experiencia?- me deja cada vez más sorprendido. ¡No conocía a la chica! Vaya, sí que eran lanzadas en el Palacio. Quizás debería intentarlo yo también...-. Qué emocionante tuvo que ser, sin conoceros...-suspiré-. Lo echo de menos. Hace tiempo que no tengo ninguna experiencia semejante. Desde que dejé mi pueblo, la verdad.

Me llevé una mano a la barbilla, pensativo. Quizás tuviese razón. Un libro sobre espadas no era fiable y, por tanto, uno de arcos tampoco debía serlo. El fraguor de la batalla era el que marcaba a los arcachines.

-¡Tienes razón! Quizás deba dejarme de libros y explicárselo con mis palabras. No soy el hombre más experimentado de Mithos en estas cuestiones, pero creo que ya he librado bastantes batallas como para darle algún consejo de veterano.

Parecía que al final aquel hombre sí quería ayudarme con las clases de arco de Lluvia, y no solo entorpecerme. Y yo que lo había tomado por un tonto...
Le sonreí. Ya que no era un experto en arcos, pero él parecía serlo, quizás si le pedía ayuda...

-Si hace mucho que no tienes una experiencia, puedes ayudarme a enseñarle. No creo que a ella le moleste tener dos profesores, y parece muy buena chica.

Si supiera sonrojarme, lo haría. ¿Yo... con él, y la chica? ¿A la vez? Sería... raro. MUY raro. Pero, pensándolo bien... No estaría mal. Quiero decir, sería muy extraño compartir pareja. Pero la chica era bonita, y este chico es atrevido y... ¿por qué no?

- Yo... me alegro de que confíes tanto en mí también. ¿Crees que a ella no le importará? No la conozco de nada, es más, ni siquiera recuerdo vuestros nombres... Pero sería un placer. Un auténtico placer- sonrío enseñando los dientes, todo malas intenciones. Puede ser divertido. Realmente divertido.

Me froté la barbilla, pensativo. Quizás tuviese razón. Ella apenas lo había visto unos instantes, que yo supiera, y aquello podía resultarse un poco violento. Que yo fuese su profesor de arco no implicaba nada. Quizás con uno le llegase, o Niervae no le gustase tanto como profesor...
Me encogí de hombros. Solo había una forma de averiguarlo.

-Quizás lo mejor sea que intentes tratar el tema con ella antes. Si ves que reacciona bien le proponemos lo de ayudarla entre los dos. No quiero que se vea rodeada de dos hombres de repente y de inexperiencia salga huyendo, creyendo que nos mofaremos de ella.

Si él le explicaba un poco sobre arcos quizás ella aceptase que entre los dos le enseñásemos, pero lo mejor sería que le preguntase él directamente y así, si estábamos de acuerdo, procederíamos. Aún iba a acabar ser un experto arquierista yo también.

Le extendí una mano.

-Por cierto, soy Rick. Y ella se llama Lluvia.

Bufo. Jamás lo reconocería ante él, pero me pone nervioso exponer con tanta naturalidad a la chica la posibilidad de un encuentro de los tres a solas. Durante años fui firme creyente de la iglesia de los noventa y nueve bofetones, así que sé lo duras que pueden ser las señoritas cuando no se las trata con la decencia que ellas consideran necesaria. Y mi falta de tacto llegó a ser mítica en nuestra provincia.

- No creo que sea buena idea. ¿Cómo reaccionarías tú si un desconocido te planteara algo así? Tengo la cara dura, pero sigo notando los bofetones. Si quieres, puedes ir preparándome el terreno... Explícale que no soy mal tío. Que puedo ser muy cuidadoso con ella, sabiendo de su poca experiencia.

Grabo su nombre en mi mente. Es gente interesante a la que tener en cuenta.

Sonreí. Quizás fuese buen arcodachín, pero parecía que no tenía mi labia y mi buen hacer para relacionarse con señoritas. No había ningún problema. Rick el Mendigo solucionaría su problema, que para eso estaba.

-Claro, compañero. Ya haces bastante ayudándome, así que te allanaré el terreno. La próxima vez que nos veamos tendrás tan fácil el hablar con ella como si te conociera de hace años.

Le hablaría bien de ese chico y conseguiría que me ayudase a enseñarle todo sobre los arcos. Así conseguiría superar una de las pruebas para ser de nuevo un noble.
Bien pensado, estaba ya tan cerca que, seguramente, pronto tendría de nuevo mi lustroso apellido.

Bostecé y me tapé la boca con la mano.

-Bueno, ahora voy a buscar a Telma, que lleva un par de noches durmiendo sola y seguro que me echa de menos - le dije, risueño. Mi pobre bismonte debía de estar muy triste, sola en los establos-. Espero que no te eches atrás en nuestro trato. Buenas noches.

Estreché su mano y me despedí. Por fin podría ayudar a la joven aether. Estaba muy contento.
Eso y había hecho un buen amigo. No estaba nada mal.

*se va*

FdR- Lo siento, peor mañana madrugo XD Me ha hecho mucha gracia este roleo XD

No puedo apartar la vista de Rick mientras se aleja. Su último comentario me ha dejado aún más asombrado. ¿¡TELMA!? Le analizo de arriba a abajo, observando su andar desgarbado y sus... ropas, por llamarlas de algún modo. ¿Qué tenía aquel chico de especial? Quizá fuera uno de los legendarios portadores de la "cola de dragón", como solíamos decir los niños de mi pueblo. De pronto, me siento tremendamente inseguro. Tendré que esforzarme mucho en nuestro encuentro, compensando con habilidad la diferencia física. ¡Pero Narbe Meister dejará claro que es el mejor amante de Brontë, por oxidado que esté!

Subo a las habitaciones de chicos, de nuevo a saltos, pero esta vez de contento. Tenía razón la yaya. En el medio de las cosas, suceden maravillas.

*se va*

Guié al chiquillo hacia el interior del palacio, recorriendo pasillos en un extraño silencio, concentrada en tirar de su brazo para que avanzara más rápido. El gigante de fuego... ¿No se había ido?

En un momento dado, algo llamó mi atención. Solté la mano de Zacharyas y subí rápidamente unos cuantos escalones, para luego darme la vuelta y mirarlo desde arriba. Lo señalé con un dedo.

-¿Ves? ¡Eres un chiquillo! -le grité.

Stalon guió a Zacharyas hasta el interior del palacio, siguiendo los diversos pasillos, hasta llegar a las escaleras. Allí se adelantó, poniéndose varios escalones por encima de él, de forma que podía mirarlo desde arriba. Cuando exclamó aquello, Zacharyas no pudo reprimir una sonrisa larga, macabra, pero divertida, y responder a lo que ella había dicho estrechando los ojos, como si intentase ver algo muy pequeño y le costase.

-Sí... -dijo, concentrado-. De hecho... Desde aquí puedo verte el cerebro.

Y lo imaginó. Imaginó su cerebro rosado, o violáceo, blando y viscoso. Agradable y asqueroso a la vez. Palpitante. Incomprensible. Con tantos recovecos, que costaba entenderlo.

Mi sonrisa se tornó en confusión. El cerebro... Me palpé la cabeza, como buscándolo. ¿Seguía allí dentro? ¿Como era que...? Entonces, entendiéndolo de pronto, sonreí ampliamente, tapándome la nariz con dos dedos.

-Ahora ya no -repliqué, con voz nasal y burlona.

Cerré los labios en una sonrisa orgullosa, pero entonces, en apenas un momento, empecé a sentir que me quedaba sin aire. Entreabrí la boca, tratando de respirar "manteniendo oculto mi cerebro".

A Zacharyas nunca le había pasado lo que le sucedió en el momento en el que vio a Stalon taparse la nariz y sonreír de aquel modo.
"Ahora ya no." La voz nasal de la chica retumbó en su cabeza. Durante un instante, la vio extraña. Era, de algún modo, adorable, pero no el tipo de adorable sanguinario, sino el que, creía, gustaba a las personas "normales".
Sintió que tragaba saliva, sin darse cuenta. El movimiento de su nuez, arriba y luego abajo. El sonido inundó sus oídos, con gran estruendo. Cuando se percató, había avanzado un seguro paso, pisando el escalón siguiente, sin darse cuenta.

Sorprendido, Zacharyas se detuvo y, algo avergonzado, desvió ligeramente el rostro. No entendía bien aquello, y estaba preocupado. Quizás había cogido algún tipo de gripe por estar bajo la lluvia.