Escaleras

Zacharyas la observaba. Estaba nervioso, exhaltado, pero al mismo tiempo sentía curiosidad. Ella se acercó tanto que notaba su respiración, y ello lo paralizaba. Pero no hubiese imaginado que sucedería aquello. Nunca hubiera creído que ella mordería de aquella forma su labio, de nuevo, haciendo brotar más sangre. Y aquello solo podía llevar a más descontrol por su parte.
Fue ella misma la que le dio a probar su sangre, y su mente se nubló. Zacharyas apenas podía distinguir fragmentos de lo que sucedía. Su cuerpo se puso en marcha sin pedirle consentimiento. Un intenso hormigueo en su entrepierna le indicó el lugar al que iba a parar su sangre.
Sus labios estaban manchados con la sangre de Stalon. Succionó ligeramente, buscando que saliera más de ellos. Su lengua acarició la herida con deleite, sin fuerza, pero con seguridad. Era como alimentarse. Era como matar. No había ojos que se apagaban, pero la sangre moría en su boca y su sabor se difuminaba hasta cruzar la puerta a su garganta.
Zacharyas respiraba con más fuerza. Podía notar vagamente cómo subía la temperatura de su cuerpo. Había leído en libros de qué eran esos síntomas, pero en ese momento no era capaz de recordarlo.
La sangre no le dejaba apenas pensar. Le generaba un cosquilleo extraño por todo el cuerpo, intenso, y lo hacía sudar. Había otra cosa... Otra cosa... Que no lograba ver...

FdR- LOL PERO QUÉ HACES, AYNE?!

Sí. Al parecer, tenía sentido. Respondía. Parecía que su cuerpo se lo pidiera de forma desesperada. Subí las manos por su nuca para atraerlo con más fuerza, dejando que buscara aquello que tanto parecía querer, ofreciéndoselo yo misma. Abrí la boca, y con la mía la suya, permitiéndole extraer la sangre más fácilmente.

La herida, en contacto con la saliva, escocía, pero no le di importancia. Mientras él buscaba en mi labio, exploraba su boca, asegurándome de mantener la herida abierta (aunque dadas sus ansias no parecía suficiente), así como mordiéndole también a él, aunque sin llegar a rasgar su piel.

Parecía desatado. Podía sentir el calor que emanaba de su cara rozándome la piel, y era evidente la aceleración de su respiración. Por mi parte, me aproximé más, pegándome a su cuerpo. No me sentía tan fuera de control como él parecía, pero mi cuerpo acumulaba tensión por momentos, mientras yo trataba de contener una energía que parecía ir a desbordarme.

Todo me sabía a sangre.

Sangre. Sangre. Sangre.

La poca parte cuerda que quedaba en Zacharyas en aquellos momentos, si es que la había, se preguntaba a gritos por qué la parvus le permitía seguir. Por qué lo incitaba más, ofreciendo a su parte más oscura aquel festín de carmesí. Aunque, por mucho que aquella parte pensara, no tenía para entonces ya dominio alguno sobre su cuerpo.
Su sangre bullía, acumulándose más y más, endureciéndose. Ella le hizo abrir la boca y notó su lengua recorrerlo por dentro, mezclando ambas salivas con la sangre.
El caeruleus gruñó de forma casi gutural, llevando una mano a la garganta de la parvus y haciendo algo de presión para, posteriormente, relajarla. Repetía regularmente el proceso, como amenazando con cortarle la vía del aire en cualquier momento. Amenazando con estrangularla.

Su respiración iba cada vez más rápido y una fina capa de sudor recorría todo su cuerpo. Como un animal sin apenas razón buscaba más sabor a hierro.

FdR- Eso, tú dale cuerda.

Un gruñido hizo que se me crisparan los dedos, hasta el momento quietos más allá de los temblores que producía la acumulación de energía. La mano de Zacharyas había pasado de agarrar mi ropa a agarrar directamente mi cuello, presionándolo intermitentemente. Por algún motivo que no comprendía del todo, eso revolucionaba más la bola de energía que se había formado en la base de mi estómago, pidiéndome moverme.

Finalmente, dejé ir mis manos. Al principio, se alzaron hacia su cara, buscándola, acariciándola al principio, y ejerciendo cada vez más fuerza, hasta arañarla. Pronto parecieron considerar que no era suficiente, porque comenzaron a bajar por su cuello hacia su ropa, buscando colarse bajo ella, apartándola a tirones para ganar espacio.

Encontraron la piel de las clavículas húmeda y algo pegajosa, y las uñas comenzaron a ejercer presión también ahí. La bola de energía seguía acumulándose, pero aquellos pequeños gestos de fuerza conseguían deshacerla un poco. Sin embargo, seguía creciendo.

FdR.: e.eU Juro que no me lo esperaba en este plan. Aunque al verlo me tiene sentido. Pero no. No sé. Cosa.

FdR.2: Zacharyas, ¿caeruleus o vampiro?

Cuando algo de su piel vio la luz, el caeruleus gruñó aliviado. Continuando con lo que había comenzado la parvus, se desabrochó las capas, dejándolas caer al suelo. No sabía qué instinto lo guiaba, pero en cuanto hizo eso todo aquel pesado e incómodo calor que lo envolvía, disminuyó. Con urgencia, hundió su rostro en el cuello de la chica, atenazándolo con sus dientes. Podía sentir bajo la piel la palpitación de la aorta. Deseaba rasgarla y matarla, por lo que mordió con más fuerza, pero algo lo detuvo y no fue capaz de cortar la carne. Tembloroso, se apartó del cuello, regresando a los labios heridos, a la sangre, a la saliva...
Sus manos hurgaron bajo la ropa de Stalon, quizás en un intento por copiar su conducta. Recorrieron su cuerpo sin pudor. Nunca antes había tocado de esa forma a nadie.
Clavó las uñas en su espalda, no tanto para herirla como para instarla a que ella lo hiciera. Sangre, dolor, sudor... Todo se entremezclaba y hasta su mirada era borrosa, fruto de la hiperventilación, de los jadeos excesivos...

Zacharyas se llevó una mano a la entrepierna, de pronto, acusando dolor. Llegaba a ser incómodo. Nunca antes había sentido esa clase de dolor de ese modo.
Por mucho que su cuerpo fuese dominado por aquella extraña sed que le hacía buscar dolor y muerte, no todo su cuerpo iba en la misma dirección. Poco a poco, la excitación y aquella especie de locura fueron acompañados de una enorme ansiedad. Quería calmar demasiadas cosas a la vez, y aquello era imposible. Era incapaz de entender qué hacer para saciar aquella urgencia.

FdR- Excitado, psicópata, pero, además, virgensito e inexperto.
No te lo esperabas en este plan... ¬¬ Muy graciosa.

Las capas cayeron al suelo tras Zacharyas cuando él las desabrochó, generando una especie de aire frío durante un momento que me provocó un excitante escalofrío. Apenas un instante más tarde su boca se separaba de la mía (¿ya no quería mi sangre?) para hundir los dientes en mi cuello. Un nuevo escalofrío me recorrió, y el sentir erizarse mi piel me hizo soltar un gemido. La presión en el cuello fue aumentando, hasta detenerse de pronto, con lo que mi boca volvió a ocuparse en la del chiquillo.

Liberadas de la presión de las capas, mis manos arrancaban (más que desabrochaban) los botones de su camisa, colándose por debajo, explorando. Mis dedos, tensos, se movían por la piel blanca y marcada de cicatrices, tratando de aferrarse a algo, arañando, clavándose y dejando marcas rojas que destacaban en la superficie nívea. Él correspondía con gestos similares en mi propio cuerpo, arrancándome sonoros jadeos en los pocos instantes en los que mi boca quedaba libre. En apenas un momento, me había deshecho de mi blusa, harta de sentirla tironear con las manos de Zacharyas.

A continuación quise deshacerme también de su camisa, pero en el momento en que dejaba sus hombros al descubierto un gesto de su brazo me detuvo. Seguí la trayectoria del mismo hasta su mano, dando con una forma rígida que abultaba bajo la ropa. Alcé ambas cejas en un movimiento reflejo, al tiempo que, concentrada en forcejear con su pantalón, apretaba la mandíbula, atrapando entre mis colmillos su labio superior. Cuando al fin cedió el pantalón, mi mano comenzó a palpar, explorando, el cálido miembro.

La otra mano, en su pecho, se separó de la piel para golpearlo con fuerza, invitándolo a tumbarse.

Las manos de la parvus trazaban líneas en su cuerpo. Cada arañazo profundo provocaba en él un escalofrío y un leve gruñido o jadeo. Sus respiración era cada vez más irregular y su vista estaba más borrosa. Pese a todo, seguí diferenciando las partes del cuerpo que deseaba morder, cercenar, desgarrar...
Cuando ella mordió su labio, él correspondió, notando de nuevo el sabor a sangre de aquella herida que lo había comenzado todo. Sin embargo, cuando la mano de ella hurgó en sus pantalones, jadeó, con sorpresa, deteniéndose. La enorme cantidad de sangre que se había reunido hacía aquella zona inusualmente más sensible. Sentía un tremendo hormigueo, calor, excitación...
Ella lo obligó a tumbarse de un golpe en el pecho, declarándose clara dominante, pese al descontrol de Zacharyas. Él, de pronto, si bien seguía respirando entre jadeos entrecortados, pareció calmarse por un momento, como si con aquel gesto ella hubiese anulado por completo su capacidad para moverse. Con la turbia visión de su mente desbocada, aguardaba curioso a que le fuese desvelado el paso que seguía a aquello.

FdR- Fuera de sí o no, virgensito.

Como pude, me zafé de sus dientes, soltando un leve gruñido al sentir el dolor del labio herido, que se desgarró un poco más. No tenía más tiempo de entretenerme en su boca, mi cuerpo me pedía moverme mucho más de lo que le estaba concediendo, así que descendí por su mandíbula sin demasiados miramientos, parándome apenas a succionar o morder.

Aproveché la nueva postura para pegarme a su pecho, sudor con sudor, y su repentina calma para explorar a mis anchas. Continuaban los arañazos y pellizcos, ahora acompañados de mordiscos poco sutiles, mientras sentía crecer el calor y hormigueo que me envolvían. Mi mano, que había abandonado su miembro cuando lo había tumbado, volvió allí en cuanto las distancias se lo permitieron, mientras mi lengua y dientes jugueteaban en su pecho y su vientre.

Con caricias firmes y enérgicas, pero menos salvajes que en el resto del cuerpo, la mano subía y bajaba al compas de su acelerada respiración. Poco me entretuve ya en su pecho, bajando hacia el vientre y rodeando deliberadamente el miembro hinchado, y dejando saliva y piel enrojecida a mi paso. Finalmente, la segunda mano bajó a acompañar a la primera, y la boca no tardó en unirse.

Desde aquella perspectiva, resultaba extraño y algo imponente; parecía que la diferencia de tamaño entre parvus y caeruleus los afectaba en todos los aspectos, lo que hacía más difícil para mí la situación, por mi falta de costumbre a aquellas medidas. De todas formas, traté de ignorar aquel factor en la medida de lo posible, besando, mordisqueando y recorriendo con la lengua el miembro, antes de introducirlo en mi boca, acompañándome en todo momento con ambas manos.

FdR.: You didn't expect this.
FdR.2: Sí, le queda grande, eche o que hai u.u

Tras haber adquirido la nueva posición horizontal, Zacharyas había comenzado a notar cómo ella descendía por su cuerpo dejando marcas rojizas por donde pasaba.
Cuando la mano de Stalon comenzó a moverse, Zacharyas jadeó y el ritmo de su respiración cambió, adaptándose extrañamente, de alguna forma, al ritmo que ella marcaba. Ambas manos, extendidas, trataban de adherirse al suelo con los dedos crispados, haciendo intentos vanos por sujetarse a algún relieve, inexistente. Cuando su boca se acercó, él notó todo su cuerpo tensarse, pero los labios de Stalon rodearon el miembro sin tocarlo, arrancando al caeruleus un gemido de urgencia.
En lugar de la boca, fue la segunda mano la que siguió a la primera, acompañando sus movimientos y proporcionando más placer a Zacharyas, que no llegaba a proferir más que sonidos ahogados entre los jadeos cada vez más rápidos.

Cuando la lengua de Stalon lo recorrió y luego su boca lo envolvió, Zacharyas arqueó la espalda, dejando salir un gemido grave y seco y echando la cabeza hacia atrás, con los ojos muy abiertos. No sabía qué pasaba, ni podía siquiera enfocar la mirada en la parvus para tratar de comprenderlo, pero jamás había sentido, ni por asomo, tanto placer, por muchas fantasías macabras que hubiese tenido. Aquello escapaba, y nunca mejor dicho, a sus manos.
Las manos actuaban como complemento, pues la boca... La boca, húmeda, cálida, suave, y a la vez segura... Zacharyas prácticamente se retorcía, incapaz de entender aquella sensación tan nueva para él. Trató, sin éxito, de enterrar las uñas en la piedra del suelo. No tenía forma de resistirse a aquello.
Apenas fueron unos segundos lo que tardó en sentir que no lo soportaba más. Jadeó más fuerte, de pronto, advirtiendo inconscientemente de que se aproximaba el fin de su aguante.
Cuando acabó, dejó salir el aire por la boca, dejando patente la placentera sensación de alivio que le provocaba acabar. Todo su cuerpo, de repente, se relajaba. Se convulsionó ligeramente, para relajarse de nuevo.
Sudado, agotado, el caeruleus se sentía tan pesado que no sabía si podría moverse. Del mismo modo, su cabeza, su mente, pesaban. Le temblaba el cuerpo, aunque no sabía si de frío. Su cuerpo parecía a años luz de su raciocinio, no respondiendo a impulsos, apenas comprendiendo lo que había a su alrededor.
Tomaba aire por la boca y lo expulsaba de la misma forma, aparatosamente.

FdR- Segundos es lo que aguantó. Solo le falta abrir mucho los ojos y decir "guau"

Zacharyas respondía a los estímulos con mayor entusiasmo a cada instante, moviéndose levemente al principio, y de forma cada vez más clara cuanto más avanzaba yo. Desde el momento en que mi boca llegó a su miembro, ya apenas tardó unos segundos más en terminar. De pronto, su cuerpo se tensó y sus jadeos se intensificaron y, suponiendo a qué era debido, me eché a un lado.

El chiquillo ya no hizo mucho más. Tras unas leves convulsiones, permaneció allí tumbado, temblando. Yo, aún algo alterada y jadeante, empezaba a sentir los efectos del ejercicio nocturno. Permanecí un momento con la cabeza apoyada en su pelvis, sintiendo cómo se me cerraban los ojos...

Volví a abrirlos de golpe, tratando de despejarme. Zacharyas temblaba, desnudo en el suelo, y parecía incapaz de reaccionar. Miré alrededor, sin saber muy bien qué buscaba.

Capas. No me molesté en vestirme la blusa, sino que la aparté a un lado, sin preocuparme más por ella. Tomé todas las capas y, tumbándome sobre Zacharyas, nos las eché por encima. Con cierto esfuerzo, me arrastré hacia la cabeza del chiquillo y rodeándole el cuello con los brazos, cerré los ojos, agotada.

*Se duermen*

*Sí, ahí tirados, en cualquier sitio*

*Porque ellos lo valen*

*Y porque no os esperabais esto*

La luz molestaba a Zacharyas, que siempre procuraba dormir en lugares bien protegidos de ella. Sus ojos, demasiado sensibles, no lo dejaban dormir tranquilo mientras la luz entrase.
Se revolvió ligeramente. Estaba en una superficie dura, aunque no era extraño que durmiese en el suelo. Además de eso, sentía el cuerpo pesado y un dolor equilibrado por todo él, como si le hubiesen pegado una paliza.
Entreabrió los ojos y lo primero que estos vieron fue el rostro de alguien. Zacharyas tuvo que retroceder un poco la cabeza para enfocar bien a la que resultó ser Stalon. Con él. Durmiendo. En el suelo.
Zacharyas dio un respingo, irguiéndose. No llevaba ropa y tenía el cuerpo lleno de arañazos, moratones y otras marcas, además de manchas secas de sangre y zonas de piel más tirante. Enseguida atribuyó los moratones a la caída, pero el resto...
El caeruleus notó que su cuerpo comenzaba a producir un nervioso sudor frío. Los recuerdos se agolpaban confusos, como había sido la noche. Miró de nuevo a la parvus y reconoció en ella diversas marcas también. Además de que tenía una buena parte del labio inferior en carne viva.
El mago empezó a sentir un mareo proveniente del estómago y apartó la vista, cubriéndose la boca, que comenzaba a adoptar sabor a bilis.
Jadeó.

Había perdido el control. Había herido a la parvus tras perder el control. No parecían heridas graves, pero aquello simplemente sería un comienzo. Había querido estrangularla, seccionar su aorta... Quizás hubiera llegado a matarla si hubiese perdido lo poco que le quedaba de razón.
Pudoroso también, se percató de su situación, poniéndose el pantalón. La camisa, sin embargo, sudada y llena de sangre, terminó hecha un gurruño. El caeruleus, entonces, nervioso, cansado, alterado, miró a la parvus que dormía. Lo primero era salir de allí, por lo que recogió todas las prendas olvidadas y luego, pudoroso, sin mirar ni tocar, envolvió por completo el cuerpo de Stalon en las capas, cogiéndola como pudo en brazos y alejándose del lugar, medio ausente, nervioso, frío...

*se la lleva*

La misión hizo mella en todos los que participamos. Guardo una herida en la cabeza, una costra horrible, como recuerdo, aunque por suerte no tengo nada roto, como fue el caso de Heylel o de Fier.
Aunque por suerte pudimos volvernos con Silvsnus, todos cargamos con la pérdida de un compañero a manos de otro. Por suerte, aunque suene egoísta, Prosper no se trataba de ninguno de nosotros, por lo que fue más fácil sobrellevar la pérdida.

El viaje de vuelta, aunque apresurado, me dio tiempo a reponerme un poco. La ira por haber recibido, nuevamente, un golpe en el rostro, mostrando mi debilidad a todo aquel que lo viese, se vio eclipsado por la presencia del debilitado piscis, por lo que, en cuanto recuperé la conciencia y me repuse un poco, presté atención y cuidados al chico en todo lo posible, manteniéndome quizás algo ausente. También aproveché algún momento para intercambiar algunas opiniones con Massen, llegando a pedir una ligera disculpa por mi ofuscamiento tras la muerte del flamma.
Por todo lo demás, o contando con eso incluso, no fue un trayecto demasiado movido. Me pasé más tiempo dentro de mi cabeza que fuera, interactuando, y cuando vi las murallas de Brontë sentí una especie de calma, aunque no por "regresar a casa", sino porque, quizás, en este lugar conocido encuentre algo de calma para asimilar todo lo sucedido antes y durante la misión y poner en regla mis ideas.

Subo las escaleras con actitud monocorde cuando encuentro a Gerald, el chysos, en ellas. Tras mi ausencia se me hace raro verlo, acostumbrada a los rostros cansados de mis compañeros.

-Buenas noches -digo, notando mi voz algo áspera.

No estoy segura de si ahora tengo realmente ganas de toparme con alguien. De todos modos, ya lo he saludado, por lo que no me queda otra que charlar un rato. Y me vendrá bien distraerme.

Lo examino unos instantes. No parece, tampoco, demasiado alegre. Eso me hace sentirme, de algún modo, algo mejor. Al menos sé que no soy la única que tiene un día regular.
Tuerzo el gesto ante su pregunta, haciendo un amago de sonrisa que se queda en mueca.

-Un par de ellos, sí. ¿Y tú? -. Hago referencia a su brazo con la barbilla.

Quizás no he sido la única que ha estado haciendo algo este tiempo. No creo que alguien como él se quejase de su brazo solo por llamar la atención, por lo que debe de ser un dolor importante.

A mi escueta respuesta corresponde con otro tanto, no dándome más detalles de los que yo le di a él de mí. Supongo que eso es justo. Siempre se ha mostrado muy "igualitario" en ese aspecto. Parece alguien difícil de escrutar.

-Según se mire, ha sido buena o mala... Han pasado cosas negativas, pero... -. Suspiro y me siento a su lado, notando alivio al dejar descansar mi cuerpo-. Hemos conseguido traer de vuelta a Silvanus Kettleburn, el piscis desaparecido.

Me siento rara al oír mis palabras. Silvanus llevaba tanto desaparecido que afirmar eso se me hace extraño, pero es cierto. Y si se lo cuento es, simplemente, porque mover información también es bueno, no solo guardarla.

Su última afirmación me hace llevarme una mano a la herida. Enarco las cejas con escepticismo, notando la piel tirante al hacerlo.

-Es una marca de mi negligencia -respondo, aunque no demasiado dura.

Asiento sin más, sin hacer comentarios sobre Prosper y todo lo demás. Si tiene amigos en Palacio que hayan ido a la misión ya se enterará, pero no me apetece entrar en detalles. Y menos aún en detalles de ese tipo que solo resultarían desmoralizadores.

Al recordar cómo fui golpeada esbozo una mueca. Dudo que hubiese tenido otra opción que recibir el golpe. Los golpes. Estábamos, literalmente, cogidos por los huevos. No tuve opción a defenderme. A pesar de ello, asiento.

-Trato de aprender de todo, por lo que este golpe no será diferente.

Lanzo una mirada a su brazo y luego a su rostro.

-Supongo que no serás menos.

Parece que mi insistente curiosidad ha dado frutos, porque pronto resulta obvia para él, permitiéndome hurgar un poco en su vida. Que él lo verbalice solo me dá permiso para preguntar.

-Lo cierto es que sí -confieso, resuelta-. De todos modos podré dormir esta noche, aunque no consiga saciarla.

Lo miro con un tenue brillo divertido en los ojos. Lo cierto es que esta noche podría dormir aunque hubiese un terremoto y el palacio ardiese en llamas. Por ello, espero que nada de eso pase.

Esbozo una sonrisa y agacho la cabeza, como dándome por vencida, negando un par de veces. Luego la alzo de nuevo y lo miro fijamente.

-Me lo anoto para la próxima vez que encuentre una historia digna de ser contada -le digo, sin mal humor, reprochándoselo, pero dejando claro que no es más que una broma.

De todos modos, he regresado hace poco. Seguro que hay muchos momentos mejores para hablar de trivialidades que este.

-Te buscaré.

Tiene algo agradable. Quizás sea su seguridad. No lo tengo claro. Pero me cae bien. Tiene un punto interesante, atractivo. Solo que hoy no estoy con fuerzas para pensar en esas cosas.

*se va*



FdR: El último fucking post y tuve que reescribirlo porque el ordenador decidió reiniciarse asfasfasdf e.e Buenas noches uwu

Impaciente. La impaciencia es un gran defecto, aunque todos pecamos de ella alguna vez. Yo, personalmente, no la escogería como atributo, pero sí que hay ocasiones en las que aguardar por ciertas cosas se me hace difícil.
Lo observo alejarse, resuelto.

-Lo mismo digo -murmuro, refiriéndome a su brazo, sin preocuparme demasiado por si me ha escuchado o no.

Estoy a punto de tomar la dirección contraria cuando noto que se vuelve. Me quedo quieta, pero en ningún momento me espero que me diga lo que dice.
Buena chica... Mi cara debe de ser un poema. La ceja enarcada, extrañada, los labios ligeramente entreabiertos y los ojos mínimamente fruncidos. ¿A qué viene eso?
No le daré la satisfacción de preguntárselo.

Aparto levemente la mirada, como en un acto reflejo, arrepintiéndome enseguida y esperando que mi gesto no haya sido visto.
No sé qué me pasa con él, que todo me lo tomo como un desafío y no me permito flaquear. Especialmente cuando él tiende tanto a un tono jocoso y bromista.

-Buenas noches-digo sin más, ignorando el resto. En cierto modo, me pone de mal humor.

Tras observarlo desaparecer tras una esquina recuerdo mi cansancio de pronto, sola de nuevo. Un bostezo acude a mis labios y decido rendirme al sueño. Me vendrá bien descansar.

*se va*