Escaleras

Lo veo marchar y suspiro. Sí que estoy sola, si acepto a Buscador o al viejo líder aether para pasar el rato, en vez de dedicarme a reírme de la gente y entrenar y cosas así.

-Buenas noches -respondo, antes de dejar de verlo.

Me rasco el pelo, perezosa, mirando a los lados. Pues ahora mismo lo que tengo es hambre. Y luego ya veré qué hago, que llevo una racha que joder... Primero comer, comer... Venga, que a ellos vamos.

*se va*

El chrysos subía las escaleras en dirección a los dormitorios con pasos lentos, tratando de reprimir sin demasiado éxito los bostezos. A pesar de que no era tarde, se sentía especialmente cansado, como si acabase de huir de una manada de ¿karnirahs? enfurecidos, y la escalera se le hacía eterna. Si supiese teletransportarse, hacia un buen rato que se hubiese teletransportado a la cama.

Pero no podía.

A pesar de su cansancio, Lyam estaba completamente tranquilo desde hacia varias semanas. Era una sensación extraña: se había acostumbrado tanto a vagar como un alma en pena, que ahora casi no podía creerse que no estuviese preocupado, enfadado o amargado por algo. Al principio, cuando empezó a notarse mucho más relajado, pensó que no tardaría ni veinticuatro horas en volver a su mal humor y apatía habitual. A fin de cuentas, siempre hacía lo mismo: sus alegrías no duraban demasiado, en parte por su mala suerte (había decidido aceptar que tal vez su suerte no era tan buena como él solía pensar), y en parte por su pésimo carácter, que hacía que iniciase cualquier tipo de discusión con la más absurda de las cosas. Tenía también una cierta tendencia a la amargura (él mismo se la buscaba muchas veces dándole vueltas a las cosas, volviendo una y otra vez sobre lo mismo), pero esta vez ni se había enfadado con nadie ni se había amargado él solo.

Estaba en calma. Incluso tenía un aspecto mucho más saludable que antes: ya no había rastro de las ojeras, su pelo ya no estaba desarreglado e incluso había ganado algo de peso (no mucho, eso sí, pero ahora comía como una persona normal y entrenaba; tal vez incluso lograse conseguir cierta musculatura).

El motivo él mismo lo desconocía, aunque muchas veces pensaba que era porque ya no se pasaba los días leyendo, porque estaba más ocupado y eso mantenía sus estúpidos pensamientos apartados. Otras pensaba que alguien le había hechizado y que pronto esa sensación se iría, pero sabía que esa teoría era una completa idiotez y que no podía ser factible. Si ya no estaba frustrado, no era gracias a un hechizo.

El chrysos se pasó una mano por la nuca y bostezó. Tal vez aquello no fuese nada más que algo temporal, pero quizá con un poco de suerte lograría dejar atrás esa gran frustración que le había acompañado durante casi un año y que lo volvía insoportable.

Ojalá fuese eso.

*se va*

¡Mithos! Se me ha hecho tan tarde... Me he entretenido demasiado en el observatiorio, leyendo el libro de constelaciones de la última vez, y ahora son estas horas y sigo por ahí. Si el abuelo me viese no haría más que reprenderme, y con razón. Intento compensarlo corriendo por los pasillos para llegar antes a los dormitorios, pero llegado un punto recuerdo una cosa...
No es bueno correr por las escaleras. Eso es algo que siempre me han dicho... Por suerte no llevo tijeras en la mano; ya sería el colmo.

Por mucho que se me abran los ojos, me quede sin aliento o sienta que el corazón se me para, no soy capaz de recobrar el equilibrio a tiempo cuando me falla el pie. Se me escapa el aire por la boca, veo pasar mi corta vida por delante, y echo las manos a lo primero que veo. Un trozo de tela de la ropa de alguien...
Socorro...

Tardo todavía un buen rato en darme cuenta de que estoy vivo. Tengo los ojos llenos de lágrimas del susto. Pero sigo vivo. Me duele un poco el tobillo, creo que me lo he torcido, pero por todo lo demás...
Miro enseguida al hombre que me ha rescatado, ya sentado, jadeante. Lo conocí hace ya tiempo... ¿Cómo se llamaba? Heylel, creo. Tengo buena memoria, pero aún así tengo una ligera duda...

Con mano torpe, busco en los bolsillos un trozo de papel y un lápiz, tras hacerle una fuerte reverencia. Escribo enseguida. Es necesario que le agradezca su ayuda. Me ha salvado de una buena...

"Disculpa, he estado a punto de hacerte caer. Iba corriendo y perdí el pie, por no estar atento al camino. De no ser por ti creo que tendría bastante que lamentar ahora. Muchísimas gracias."

Le tiendo el papel, logrando esbozar una sonrisa al fin. Hace como meses y meses que no me lo topo. Es un alivio ver que sigue bien. Y ahora le debo algo más.
Podía ir pagando mis favores, algún día...

Me ruborizo un instante, esbozando una sonrisa. Eso del chico mudo podría parecer casi ofensivo para muchos, pero la verdad es que para mí es algo bueno. el hecho de que se acuerden de mí, aunque sea por eso. Desde luego, el "fuerte guerrero" no voy a ser, pero al menos existo.

"Ese mismo soy. Me llamo Jun.", escribo esta vez, pero no con molestia porque no sepa mi nombre, sino porque, con lo tímido que he sido siempre, sé lo que cuesta preguntarlo.

La enfermería. Hace nada que fui, y ahora ir de vuelta... No sé si es muy buena idea, Errst va a acabar harto de mí, pero si me he hecho daño lo mínimo es echarle un vistazo, supongo... Y ya bastante tengo la culpa de ir sin mirar, como para llevarle la contraria, aún por encima...

"Esta vez solo ha sido mi torpeza habitual. Espero no estar causándote problemas con todo esto. Iré por si acaso. Muchas gracias."

Y mientras me ayuda a andar no puedo evitar caer en algo y lo miro de nuevo. Llevaba tanto sin verlo que...
¿No es el acaso un aether? ¡Un aether con las dos alas! Se me iluminan los ojos, creo, por un momento, y lo miro con cierta ilusión, incluso pese al dolor del tobillo. Lo primero que me sale es intentar mover las manos, por lo que hago que se detenga un momento para escribir en un nuevo trozo de papel. ¡Todo tiene sentido si lo veo así!

"Esto puede resultar un poco precipitado, pero ¿crees que podrías servirme un día de ayuda? Estoy tratando de conseguir crear una prótesis de ala, pero eres, hasta la fecha, el aether más adecuado que he encontrado. Me serías de enorme ayuda, la verdad. No serían más que unas pruebas."

Me siento hasta algo ruborizado por ser tan directo, pero podría ayudarme tanto con lo de Lluvia... ¡Y un científico como yo no puede detenerse si tiene una prueba ante sus ojos! Creo que hasta estoy emocionado... Como me tome por loco no será raro...

Por suerte no parece que se sienta mal por mi petición. Lo que menos quiero ahora es ganarme su enemistad por ser un maleducado y pedir cosas que no tengo derecho a pedir, por supuesto, pero si a él le parece bien, entonces está bien. No hay problema.
Inspiro profundamente antes de ponerme a escribir de nuevo. Quiero que sepa un poco, pero tampoco contarle la vida de Lluvia, que no tiene la culpa de que yo vaya por ahí pidiendo ayuda a terceros... A ver...

"Una amiga perdió un ala, y no puedo soportar la idea de que no vaya a volar nunca más. No he tenido la culpa, pero me siento responsable y me niego a no poder hacer nada por ella. He decidido que voy a hacer que vuelva a volar, pero aquí es difícil encontrar aethers adecuados.", por desgracia para ellos. Parece que la ausencia de alas ya es una costumbre. "Solo serían unas pruebas sobre el funcionamiento de las tuyas para poder mejorar el prototipo y ver si es factible. Entendería que fuese demasiado engorro, así que recházalo sin problema si te molesta. No te echaré nada en cara. Pero yo simplemente no puedo rendirme sin más."

Lo miro con el ceño fruncido, determinado. Si él lo entiende es más fácil que me ayude. Y con su ayuda seguro que haría progresos...

No puedo reprimir la sonrisa cuando acepta. Pero a su asentimiento lo sigue una historia triste que me la borra de nuevo, haciéndome poner serio una vez más. Supongo que él, más que nadie, comprenderá lo que es esa sensación de impotencia, de no poder hacer nada, ni consolar siquiera... Hasta el tema parece tabú, de algún modo, o quizás solo yo soy así, por mi cobardía...

Cierro los ojos en respuesta a la caricia y sonrío un momento.
Poco a poco todo va tomando forma en mi mente. No olvido lo que el líder Abaddom me dijo en su momento, y el camino será duro. No prometeré nada a nadie, porque quizás no pueda cumplir con sus esperanzas, pero sí me prometo algo a mí mismo: conseguiré hacerlo, conseguiré fabricar un ala para que Lluvia vuele. Y no solo Lluvia. Si es necesario, me esforzaré mucho más. Voy a esforzarme para ayudar también a su mujer, y a todos aquellos que no puedan volar.
Quizás nunca lo consiga, pero me esforzaré por ello más que por nada.

Pronto reemprendemos la marcha. Con su ayuda me resulta más sencillo caminar.

*se van*

Lluvia vagaba por los pasillos, asustada, con las piernas temblando y los ojos húmedos. Había oído lo que había pasado, y desde hacía un rato había estado buscando a Jun; no daba encontrarlo, y conforme el tiempo pasaba, su preocupación iba en aumento.

La aether sollozó. No entendía qué estaba pasando. ¿No eran, acaso, los guerreros personas poderosas? Entonces, ¿cómo podía haber sucedido algo así? Recordó de pronto el último ataque a Palacio, donde ella había perdidio un ala, y no pudo evitar encogerse sobre sí misma, notando cómo empezaba a llorar. Estaba asustada. Muy asustada. Miraba a su alrededor con nerviosismo, con un claro temor, temiendo que de alguna esquina pudiese salir alguien.

Al girar por un pasillo, Lluvia vio las escaleras. Comenzó a subirlas, lentamente, parándose de vez en cuando para secarse las lágrimas.

Con Ben a mi lado me siento un poco más tranquilo, y la idea de las habitaciones es buena. Camino con apremio hacia ellas, pero me detengo al ver una figura conocida antes de lo esperado, y siento cómo pierdo mucho peso de pronto. Apuro el paso, dejando a Ben atrás, y me acerco a la aether, abrazándola nervioso, tembloroso, dejando que llore un poco contra mí, no haciéndolo yo por algún motivo. Intento formular palabras con las manos, pero no soy capaz, así que la abrazo de nuevo. Me vuelvo hacia Ben, sin soltar a Lluvia, haciendo un leve asentimiento y, finalmente, me separo de la aether.

<<¿Cómo estás? ¿Has visto a Massen?>>

Ya sabía que no podía ser... Pero aún puede que sea...
No quiero presionarla, pero estoy muy nervioso ahora mismo.

Mantenían un paso parecido hasta que Jun se le adelantó, en pos de una aether que había un poco más allá. Una aether sin un ala. Ben, en la distancia, los observaba, trantando de no perder la sonrisa. Y... aquella debía de ser Lluvia. Bueno, una novia menos. Faltaba la otra. Y, sin poder evitarlo, Ben entendió que, si tenía en cuenta lo que había oído, la que habían encontrado era la que estaba fuera de peligro.

Una piscis y una flamma. Pero no quería decírselo. Ni podía. Mithos, ¿de verdad podía ser Massen? No, había suficientes piscis para que no fuera ella. Eso seguro. No estaba bien desear la muerte ajena, pero Ben prefería no conocer a las víctimas. Así era más fácil. Lo sabía.

Se acercó a los chicos, en silencio, dejándoles algo de espacio. Al cabo de un momento, se dio cuenta de que llevaba el colgante y se lo tendió a Jun. Probablemente prefiriera hablar con la aether, vista su actitud.

Recorría los pasillos con furia. Ni notaba el cansancio. A cada poco veía figuras, y me detenía a comprobarlas lo justo, y luego proseguía.
Allí, en las escaleras, había tres: el chico claritas, Jun, Lluvia y una desconocida. Me detuve, también, jadeante.

-Lea... Inger... Heylel... ¡Joder! ¡¿Los habéis visto?! -gruñí, con tono desesperado, pero recibí una negativa enseguida, por lo que, con una impercibible reverencia, seguí con mi camino, sintiendo cada vez un pesar mayor.

*se va*

Lluvia se giró con rapidez cuando escuchó unos pasos acercarse, nerviosa, asustada. Sin embargo, quien se acercaba no era un monstruo, ni un villano, sino Jun. Durante un instante, la aether permaneció inmóvil, sin saber qué hacer, ni qué decir, pero cuando el claritas la estrechó contra él, la aether sollozó y ella misma lo rodeó con fuerza. Lo soltó cuando el claritas pareció querer separarse, y cuando Jun volvió a abrazarla, hipó.

No se dio cuenta hasta mucho después de que Jun no estaba solo. Cuando finalmente ambos se separaron, Lluvia, con la cara húmeda y los ojos todavía llorosos, miró escaleras abajo y vio a una caeruleus acercarse.

Le llevó unos segundos entender lo que Jun quería decirle, pero cuando finalmente lo hizo, respondió:

—No... —Le tembablan los labios, y su voz sonaba llorosa. Negó de nuevo—. No...

El abrazo me reconforta un poco. No soy capaz de llorar, pero creo que me muero por hacerlo, pero no doy... No doy.
Mithos, menos mal que está bien.
Le doy un beso en la frente, como si fuese para calmarla, aunque creo que me calma a mí mismo. Que no haya visto a Massen me preocupa, claro, pero ahora mismo ya no tengo claro qué estoy sintiendo.
Le tiendo el colgante para que se lo ponga cuando Ben me lo ofrece, pero ni siquiera soy capaz de concentrarme en eso. Así que termino por tomarle la mano y oprimirla un instante, buscando calmarla, y a mí.

<<La buscaré. ¿Quieres venir?>>

La miro fijamente. Todo está mejor ahora, aunque solo un poco.

Parecía que la mitad del trabajo, definitivamente, estaba hecho. Y, por lo visto, Ben no pintaba mucho allí. Sintió cierta impresión cuando un flamma pasó gruñendo preguntas junto a ellos, pero no dijo nada. Al parecer, el caso del claritas no era único. Era lo lógico. ¿Y ella?

Todo lo que se le ocurría era si Massen estaría bien. Su otra posible preocupación era Frikka, pero Frikka no era ni piscis ni flamma. E, incluso en el caso de Massen, se sentía extrañamente fría al respecto. Sonrió a los chicos.

-Voy a ver qué más se cuece -declaró-. Ya os diré si encuentro a Massen, ¿eh? ¡Suerte!

Sola funcionaba mejor. Tenía una larga carrera a sus espaldas para demostrarlo.

*Se va*

Lluvia sorbió cuando el claritas le besó la frente. Intentó calmarse, y a pesar de que durante unos primeros segundos solo pudo hipar e hipar, y sollozar y sollozar, lentamente, la aether fue capaz de recuperar parte de su calma. Aferró con fuerza la mano del claritas, como si de pronto le diese mucho, mucho miedo soltarla, y dejó que le pusiese el collar. Al escuchar su pregunta, no dudó en asentir.

—Sí... —murmuró.

No quería quedarse sola otra vez; no quería soltarle la mano al claritas.

De reojo, Lluvia miró a la desconocida; observó cómo se iba, en silencio, sin saber qué decir. Ni tan siquiera sabía su nombre. Luego miró de nuevo al claritas, y ambos comenzaron a buscar a Massen.

*se van*

Me sentía extrañamente desorientada en el lugar que durante tanto tiempo había considerado mi casa. Me sentía incómoda conmigo mismo y con mi entorno en demasiados aspectos como para dejarlo estar. La escena en los pasillos me martilleaba la cabeza, entremezclándose con la poca información que había podido obtener por ahí.

Quizá lo peor era la sensación de impotencia. Siempre que pasaba algo en Brontë había algo que hacer. Incluso si llegabas tarde, como durante el ataque. Siempre había algo que aportar. No era el caso en aquel momento. Solo sentía que ocupaba un espacio, que no entendía lo que pasaba y que no sabía cómo encajar todo aquello.

Y además...

No. Solo eso. Solo ese asunto. Lo demás daba igual, porque a ese respecto sí que no iba a conseguir encajar hiciera lo que hiciera, ni a sentirme a gusto.

Tragué saliva, incómoda, y subí las escaleras. Sin saber bien adónde. ¿Cómo podía estar tan perdida en casa?

*Se va*

Me dejo caer en uno de los escalones, sentado, y apoyo las mejillas sobre los puños, que están, a su vez, colocados sobre las rodillas. Desde el alboroto de la otra noche, podría decirse que todo parece tranquilo, pero el detalle es que añadiría un "demasiado". El silencio se me hace tenso, y no es tan normal ver a dos personas charlando tranquilamente por los pasillos, o riendo, aunque las haya. Por si fuera poco, esta lluvia parece el escenario apropiado para una novela de terror y asesinatos... Y yo ni sé cómo sentirme al respecto. Creí que tendría más miedo, pero al final me siento un poco como vacío. Supongo que es porque no he visto nada, solo escuché lo que pasó... No me lo he tomado como un suceso real, tal vez.

Suelto un suspiro y acabo cerrando los ojos, apoyando la frente sobre las rodillas y abrazándome la cabeza con las manos, ocultando así mi cara.

*se queda un rato*

Lluvia avanzaba por los pasillos con pasos lentos, preocupada. Llevaba intranquila desde el alboroto de aquella noche: apenas comía, apenas dormía, y pasaba la mayor parte de su tiempo acurrucada en cama, hecha un ovillo, como si creyese que allí, bajo las sábanas, no podía pasarle nada. Temía encontrarse con algún monstruo fuera, por los pasillos, en las zonas comunes, y por eso al caminar miraba hacia los lados y observaba las paredes y las esquinas buscando algo sospechoso, algo que no debería estar ahí. También, aunque probablemente resultase absurdo, llevaba colgado el arco y el carcaj; si iba armada, pensaba, entonces igual, con suerte, podría escapar, aunque su única ala pareciese negar aquel pensamiento.

Al girar por una esquina, vio, sentado en las escaleras, a Jun. El claritas parecía estar abrazándose las piernas, y Lluvia pensó que probablemente él también estuviese asustado. Con cuidado, sin querer asustarlo, la aether se acercó a él. Cuando aún había un par de escaleras entre ambos, saludó:

—Hola...

Alzo la vista al oírla, y enseguida esbozo una sonrisa débil, alzando la mano para corresponder. He dejado el amuleto en la habitación, así que hoy toca lo de siempre...
Saco la pizarra y escribo, veloz, pasando a mostrarle el contenido nada más he acabado.

"¿Cómo estás? No deja de llover."

Es un comentario algo vacío, pero es que su cara ya dice bastante. Yo me siento extrañamente entero desde que pasó, incluso entonces lo hacía, pero ni así está siendo agradable, la verdad.

Al menos la veo... Que después de lo que pasó es de agradecer.
Le indico con un gesto que se siente, si quiere.

Lluvia avanzó hasta el escalón donde Jun estaba sentado y, tras dedicarle una corta sonrisa, se sentó a su lado, abrazándose las rodillas. De reojo, miraba al claritas, atenta a lo que pudiese decirle.

—Siempre está lloviendo —murmuró. Casi siempre, o al menos eso recordaba, hacía mal tiempo. Antes, cuando apenas llevaba un par de meses ahí, Lluvia pensaba que el tiempo de Brontë estaba loco, porque no podía ser posible que lloviese tanto, pero al final había terminado por acostumbrarse.

—¿Tú cómo estás...?