Escaleras

Le di un toquecito en el hombro, un pequeño puñetazo. Que menudos ánimos traía. Para eso, mejor que no hablara con nadie, que nos iba a contagiar su falta de alegría.

<<No va a pasar nada>>, repliqué. <<No vayas con miedo. Vas a ir con Alehyss, así que no te preocupes. Solo ayúdala. Le he hablado bien de ti, ¿eh? No me hagas quedar en evidencia.>>

Asentí. Estaba segura de que a Jun le vendría de maravilla verse útil para otros. Esperaba que aquel chico fuera agradecido con él, porque a Jun le venía de perlas que alguien lo hiciera sentir importante. Bueno, y que Jun se ganase el sentirse importante, porque si no...

Solté una pequeña risa a su comentario. La verdad era que me lo ponía difícil...

<<Vaya, qué responsabilidad>>, bromeé, porque seguía alterado. <<Tendré que demostrarle que no mentías. Me preocuparé de ello. Kyoti. A ver si lo veo por ahí.>>

Me froto el hombro donde me golpea, pensativo. No porque me haya hecho daño. Es más como un acto reflejo.
Termino por dejar ir una risa muda, algo apurada. Supongo que tiene razón. Bueno, claro que la tiene. Llevo pensándolo todo el rato.

<<Dudo que lo que hayas dicho de mí sea aplicable a situaciones de peligro. Pero me esforzaré. Aunque espero que no pase nada.>>

Si Massen lo encuentra, a él le vendrá bien. Ella es fuerte. No conozco a todos los guerreros, pero sé que lo es especialmente. Me parece impresionante, en ciertos aspectos. Pero, además, es atenta. Supongo que es una combinación más difícil de encontrar.

<<Es moreno y algo tímido. Me recordó algo a mí>>, confieso. <<Pero antes de conocerte tanto. Si tuviese una Massen en su vida quizás se lo vea más seguro.>>

¿Qué estoy diciendo? En serio...

Me encogí de hombros. Eso era cierto, pero no quitaba que esperase de él un buen comportamiento.

<<Le he dicho que eres serio, responsable y muy inteligente. También que eres un manitas. Pero eso no quita que tengas que esforzarte en situaciones de peligro. Aunque no creo que se den. Vais a buscar madera, ¿no? Como no te caiga un árbol encima, ya me dirás...>>, señalé.

Ladeé un poco la cabeza, no muy convencida. Acabé por negar.

<<Tendré que tener mucho cuidado para que no me considere una mandona>>, bromeé. <<A ver si con el "segundo Jun" lo consigo.>>

Con tanto halago, hasta va a ser difícil estar a la altura. Por suerte no le ha hablado de mis cualidades físicas, y si me ha visto bien supongo que tampoco esperará mucho al respecto. Aunque el hecho de sentirme aliviado por eso es algo triste. Debería querer esforzarme por mejorar, no relajarme.

<<No digas esas cosas, que luego pasan.>>, bromeo algo más relajado.

Sonrío burlón a su comentario. Vale, vale. Pues no sé por qué lo dices así Si te considero una mandona es porque te lo has buscado siéndolo. Aunque yo sea un poco pusilánime, que también ayuda.

<<Luego, si este te sale mejor, podrás dejarme a mí a un lado.>>, le propongo, asintiendo con convicción. <<Pero mejor no.>>

Verás, Massen...

Alcé las cejas. ¿Pero qué le pasaba? Negué suavemente, sonriendo.

<<Más te vale que no pase, o te encontrarás con una buena bronca cuando vuelvas. Me encargaré personalmente de ello. Demuéstrame que se te puede dejar solo, ¿eh? Por lo que contabas la última vez, parece que sí>>, comenté para darle ánimos.

Lo miré con cara de poco convencimiento. Pues sí que tenía un buen día...

<<Casi parece que seas tú el que quieres librarte de mí, dicho así>>, contraataqué. Luego negué con suavidad. <<Aunque haga una colección de Juns, todos van a ser distintos. Creo que soy demasiado codiciosa como para ir desechando a uno por otro. Y el primero siempre tiene ese valor especial de ser el primero, ya sabes.>>

Saco algo de pecho. Venga, Jun. Demuestra que has crecido un poco. Hago, entonces, un saludo militar. Que vea que lo que dice se cumple...
Aflojo la postura y termino por sonreír. Debería arreglar esta situación. Estoy siendo algo ridículo.

<<La próxima vez iré contigo. Ya verás. Estaré a la altura.>>, propongo, aunque no estoy muy seguro de que mi fuerza psicológica la vaya a igualar tan pronto. Si es que alguna vez logra llegar a hacerlo.

Una colección de Juns. No tengo claro que eso fuese muy amenazante. Pero le sería fácil alzarse con el man...
Me froto la cara, algo cansado. Si será eso. Que no he dormido tan bien como creía. Porque si es otra cosa no me lo explico.

<<Creo que debería irme a cama>>, confieso, componiendo cierto gesto de disculpa. <<No me siento muy allá.>>

No es eso exactamente. No siento que esté siendo muy allá, más bien.

Aquella vez, la sonrisa se me ensanchó de manera especial. Ir con Jun a una misión... Eso implicaría verlo trabajar en primera persona. Y seguro que podríamos colaborar bien. Nos conocíamos mucho, después de todo, y siempre me sentía más cómoda trabajando con gente que conocía mejor.

<<¡Sí!>>, asentí, entusiasta. <<Buscaremos un trabajo para los dos, para cuando vuelvas. Seguro que así es mucho mejor. Como cuando voy con Alehyss, que siento que las cosas van mejor. Contigo me pasará lo mismo.>>

Aunque él no parecía muy emocionado. Desde luego, no entendía qué le pasaba. Me había esforzado por no enfadarme porque llevara mucho tiempo desaparecido, pero parecía que no era suficiente. No era tan grave la cosa como para desaparecer así, tampoco...

Me estiré un poco.

<<Creo que yo también iré>>, declaré.

Viendo su entusiasmo, sonrío un poco más. No lo había visto así. Me alegra ver que a ella le apetece. Hace que me apetezca un poco más. Si rebaja un poco su nivel al mío, puede ser hasta divertido. Podría aprender mucho de ella, también.

<<Entonces tenemos una cita para cuando vuelva de Aqua. No te olvides, que ya me conoces y quizás me haga de rogar.>>

Quizás pudiese servirle de algo allí. Llegar a ayudarla si estaba en apuros. Servirle de algo, de alguna forma. Aunque fuese más probable que sucediese al revés, aquello también era posible.

Antes de irnos, me acerco a ella para darle un pequeño abrazo. Llevo todo el rato sintiéndome algo tonto, y creo que es porque estoy actuando de una forma muy rara, pero estoy seguro de que con un abrazo se me irá un poco esta presión ridícula.
Somos amigos y me he pasado más de un mes sin verla. Al menos debería mostrarme un poco menos repelente ahora que la encuentro.

<<Tenía ganas de verte.>>, le digo cuando me aparto. <<¿Vamos ahora?>>

Tenía que volver a verla antes de irme. Aunque se me hiciese un poco incómodo. Aquello solo estaba en mi cabeza.

Le dedicó una mueca burlona, arrugando un poco la nariz.

<<Descuida. Me encargaré de que no se te pase>>, le aseguré.

El abrazo, teniendo en cuenta su comportamiento, me pilló un poco por sorpresa, pero correspondí de buena gana, dándole un buen apretón antes de que se separase. Después le sonreí, aunque no me fiaba mucho de lo que decía. Si tantas ganas tenía, no se habría pasado todo aquel tiempo rehuyéndome. Pero prefería no decírselo, o era muy probable que volviera a desaparecer.

<<Yo también>>, admití.

Asentí cuando propuso que nos fuéramos. Siempre era mejor que echarse a dormir en las escaleras, desde luego.

*Se van*

Al llegar la veo en las escaleras en las que hemos quedado. La saludo con un gesto y me apresuro a bajarlas, animada, con una sonrisa entretenida. La noche empieza y el frío de cojones que hace hoy es menos frío que el de los últimos días. Aunque no veía un invierno así desde los viajes a Aqua para visitar a la familia.
Bueno, que no es que en casa haga un tiempo de morirse. O sí. Pero de mal, quiero decir.

-Siento llegar un poco tarde -le digo como saludo, poniéndome a su altura-. Me meaba y tuve que desviarme para ir al baño. Debe de ser el zumo del desayuno, que bajaba.

Mantengo una mano en la espalda en todo momento. No es una mierda de discreto, pero tampoco es que me importe ser cantosa. Le va a sorprender lo mismo, así que...

Ben había aprovechado la espera para improvisar unas pocas notas con la flauta, una actividad tan habitual en ella como podía ser la de comer o dormir. Alzó la vista cuando Frikka apareción, sin embargo, bajando el instrumento y continuando su melodía únicamente con los dedos.

-Si baja es que todo está en orden -comentó, en un arrebato de sabiduría popular-. Nah, tampoco es que lleve mucho aquí. Ni que tenga demasiado que hacer.

Dar algo de brío a sus entrenamientos, quizás, pero no veía razón para tomar aquel ejercicio con menos calma que hasta el momento. Se levantó y se sacudió un poco los pantalones, tirando de ellos para ponerlos en su sitio.

-Bueno, ¿qué hacemos?

Eso seguro. Me contaron una vez que un tipo no había ido al baño en dos días y luego le explotaron los riñones o una mierda así. Por lo que sé, sea cierto o no eso, si no baja no es bueno. Pero todo en orden.
Perfecto.

-Esa es una buena pregunta, ¿sabes? Porque sabía que quería verte, pero no qué hacer contigo. Empecemos por esto... -murmuro como quien no quiere la cosa, sacando un paquete fatal envuelto y tendiéndoselo con una sonrisa socarrona.

¿Qué por qué socarrona? Es evidente. Me da algo de vergüenza esta situación, así que tiene que parecer que me burlo o algo.

Ben estaba a punto de dar una respuesta ingeniosa cuando Frikka sacó el paquete. Entonces se le borró la sonrisa y se la quedó mirando con una expresión más bien bobalicona. Trató de componer una nueva sonrisa, pero el gesto resultó tenso, casi desconfiado.

Soltó una risita nerviosa, buscando entender la broma, o al menos aliviarla. Carraspeó y se rascó la nuca, perpleja. ¿Era lo que creía que era? ¿O se estaba imaginando cosas?

No se atrevió a tocarlo.

-Y-y-y ¿qué hacemos con eso? -logró preguntar, tratando de corresponder al tono de burla, pese a que no encajaba muy bien con su actitud.

Exacto. Esa es la cara. Si es que empieza hasta a ser predecible. A este paso me aburriré de ella pronto. Pero no de momento, claro.

Se lo pego al pecho, poniéndoselo en las manos, antes de que salga corriendo, se desmaye o lo que toque. Tuerzo la sonrisa, burlona. Es algo que te puedes permitir si estás en la posición ventajosa, que es lo que pasa conmigo ahora mismo.

-Pues a ver... Propongo que lo abras y digas "joder, Frikka, eres la puta ama del universo y voy a ser tu leal sierva para siempre" y empieces a besar el suelo que piso mientras nos paseamos por todo el palacio para demostrar al resto de guerreros que te he derrotado. O...-. Hay otra opción, siempre hay otra-. También puedes abrirlo y dejarlo estar. Que al final no es para tanto y aún vas a verlo y a decepcionarte.

Ben se vio obligada a coger el paquete entre las manos, sosteniéndolo lo mínimo posible, como si considerara que por tocarlo iba a estropearlo. En su mirada llegaba a reflejarse una cierta ansiedad. A Ben le habían dado regalos alguna vez, pero siempre muy bien justificados y jamás envueltos.

Abrió la boca para protestar, segura, viendo una salida. Si a cambio de un regalo envuelto había que hacer todo aquello, Ben estaba segura de que no necesitaba tanto el contenido. Pero tuvo que cerrar la boca de nuevo con la otra opción de Frikka, mareada. Así que no había más remedio que quedárselo, aunque tuviera las manos sudorosas y la cabeza le diera vueltas.

-¿Qué es? -murmuró, presa de pánico, sin moverse ni un milímetro, como si aquello fuera a estropear el paquete.

La miro interactuar con el paquete.
Qué mal suena eso. Me encanta.
Bueno, que le presto atención y eso. Es divertido porque vuelve a parecer extasiada. Aún voy a creer que estoy haciendo algo bueno y realmente la estoy torturando. Que las opiniones son como los culos.

Río con maldad.

-Oh, venga. No te hagas de rogar y ábrelo. Que cuánto más se tarda más expectativas se generan -me quejo, con una sonrisa, pero algo apurada-. No es nada. Un detalle, hostia. Porque fue tu cumpleaños y me cuadró. No es para tanto. Aquí no tengo gastos, y no es que cague oro, pero si no lo gasto nunca no sé para qué quiero el dinero.

A Ben no le hacía mucha gracia todo aquel asunto, ya que suponía demasiada presión, pero no ofreció queja. Apremiada por Frikka, se animó finalmente a deshacer el paquete con tremendo cuidado y dedos temblorosos. Cuando lo apartó, se encontró con un morral de cuero, completamente nuevo. Le costaba mantenerlo en las manos.

Abrió la boca para hablar y volvió a cerrarla. Luego miró alternativamente el paquete y a Frikka. No sabía si estaba roja o pálida, pero desde luego, estaba nerviosa.

-¿Gr-gracias? -graznó, sin saber muy bien qué hacer, cómo reaccionar.

Parpadeó, dándose cuenta de pronto de que tenía los ojos secos. Carraspeó y examinó un poco el morral, casi con miedo, sin atreverse a curiosear. Parecía uno de esos que se vendían en los puestos de mercado, con el cuero aún duro y brillante por la falta de uso. Eran aquellos los productos que Ben veía tantas veces pero a los que sabía que era mejor no echarles la mano. Los objetos de segunda mano siempre llamaban menos la atención.

-E-e-es muy bonito -balbuceó, abrumada-. N-no hacía falta. Eh...

Bueno, esto ya es exagerado. La verdad es que no tengo claro si me hace gracia o me da pena. Es un poco como...

Le doy un pequeño codazo para que espabile, risueña. Será imbécil.

-Claro que no hacía falta. Lo he hecho porque me ha salido de los cojones, así que nada-. Me rasco la mejilla entonces, algo apurada-. ¿Sabes? Siempre vas por ahí con la ropa que te dejan en Brontë y tal. Parece que no hayas tenido muchas cosas nunca, pero me ha costado mucho elegirte algo. Y entonces pensé que esto sería buena idea, porque ahora estás aquí, saliendo de misión, currando y tal, y es muy probable que cada vez tengas más cosas. Y entonces quizás no tengas dónde llevarlas, entonces...

Alzo las cejas, dando el final por hecho.
Me sigues, ¿no, Retales?

Ben la escuchó en silencio. Le costaba ser consciente de ello, pero si lo pensaba, cualquiera que la viera decidiría que tenía un aspecto llamativo. Su ropa era manifiestamente prestada, y muchas veces no acababa de conjuntar del todo o no era de su talla exacta. La otra opción eran los parches y la ropa vieja y rota, y Ben había ido dejándolos de lado disimuladamente, creyendo que había dado con la solución.

Pero quizás estuviera equivocada. Quizás, con el dinero que había ganado, debiera ir al pueblo a comprarse algo de ropa. No podía evitar un cierto reparo al respecto. Siempre que había intentado comprar algo había encontrado miradas de desconfianza. Porque, ¿qué iba a comprar alguien de aspecto tan desvalido y zarrapastroso? ¿Y con qué dinero? ¿Sería falso? ¿Cogería algo a escondidas a mayores de la compra? ¿Valía la pena el riesgo de comerciar con ella?

Y Ben no era alguien que se dedicara a acumular cosas. Cuando no había un techo bajo el que resguardarlas, no tenía mucho sentido acumular más de lo necesario. Por otra parte, cuantas más cosas tuviera, más posibilidades tenía de que se las robaran. Pero Frikka tenía razón: en Brontë tenía un baúl prácticamente vacío solo para ella, uno tan enorme que no se le ocurría cómo llenarlo, y sus compañeros parecían más que servidos y poco interesados en lo que pudiera tener.

Volvió a carraspear, sintiendo la garganta seca, y se obligó a sonreír.

-Claro -murmuró-. Claro -repitió, más alto-. Sí, me vendrá muy bien. Además, así puedo llevar las cosas que necesite a las misiones mucho mejor. Unas galletas, un poco de agua, algún amuleto... Sí. Sí. Claro. Gracias.

Seguía sin ver aquel objeto como propio, pero se dijo que tendría que acostumbrarse. Lo examinó una vez más, algo confusa.

Asiento convencida. Eso era lo que yo pensaba. Al fin y al cabo, para cosas increíbles no me llegaba. Pero eso no deja de ser útil. Y espero que suficientemente útil.
Al final, imagino, no ha sido para tanto. Pero está bien.

La atraigo por el hombro y hundo el puño en su mejilla, removiéndosela un poco, entretenida. Que se quite la cara de flipada que eso no es tan divertido pasado un cierto tiempo. Ya llegó.

-Venga, venga. ¿Ves como no era para tanto? Njorthrbiartr es amable, pero no es la reina de las dadoras. Tendrás que conformarte con eso, pero yo he cumplido, eh. Ahora de verdad que no habrá nada más, así que no esperes mucho de mí -comento, recuperando el ánimo y tirando un poco más de ella, pero soltándola al final-. Que bueno... No imaginas lo que me pasó cuando fui al pueblo a por eso...

Ben se dejaba hacer, sintiéndose más un saco que una persona. Le costaba un poco asimilar lo que su compañera decía. Al final, sin embargo, una idea emergió en su cabeza, ignorando todo lo demás.

-El tuyo -barbotó-. Ahora tienes que decirme el tuyo. No se me olvida. Una tiene buena memoria para lo que hace falta.

De aquella forma, quedaría saldado y no tendría que preocuparse. Observó un momento más la riñonera, y entonces se desabrochó el cinturón para acomodársela. La recolocó un buen rato, hasta que estuvo convencida. Después alzó la vista, sintiéndose ya algo más tranquila.

-Vale, ya me puedes contar -declaró, preparada.

No puedo evitar alzar las cejas. ¿El mío? Bueno, nunca está de más que se sepa. Es como más amigable, la sensación. Aunque no estemos aquí para eso...

-En es septiembre. El día cinco -comento, llevándome las manos a la nuca-. Como mi hermano Fenris -añado, con una sonrisa entretenida-. Él también cumple el cinco de septiembre.

Es como que te quita protagonismo. Y tú a él. No sé si es bueno o malo. Ha habido de todo.

No me da mucha cancha para hablar. Al menos al principio. Estoy un rato esperando hasta que se decide, balanceándome de lado a lado con las manos en la nuca. Pero al final termina con el regalo y me mira.
Empiezo a andar mientras hablo, que no nos vamos a parar aquí, en las escaleras.

-Pues resulta que un chaval se acercó a hablarme y...

*se van*

Ben dudaba. No sabía si era mejor empezar de arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba. Con un trote ligero, subió las escaleras. Después de dudar un momento, las volvió a bajar a la misma velocidad. Se quedó mirándolas, sin decidirse, antes de volver a subir, pero bajó cuando aún estaba a mitad de camino.

Al final, decidió subir de nuevo. Si caía, pues caería. Ni que fuera la primera vez. Saltó en el sitio, aflojó los músculos y se preparó. Y entonces, dándose un impulso, apoyó las manos en el suelo al tiempo que separaba los pies, y se quedó allí, frente a las escaleras, haciendo el pino. Se dio entonces la vuelta, dándoles la espalda.

Con su característica agilidad, Ben inclinó las piernas hacia las escaleras y las dejó caer a toda velocidad, buscando el apoyo en el escalón correspondiente. Y, en el mismo instante en que daba con él, los brazos aprovechaban el impulso y la relajación del cuerpo para subir junto con su torso, permitiéndole incorporarse. Ben no se quedó mucho tiempo pensando en su equilibrio antes de lanzar de nuevo las manos hacia abajo, hacia otro escalón, con una fluidez de movimientos envidiable. Y, como la otra vez, aprovechó el momento en que sus manos daban con el suelo para relajar el cuerpo y permitir que siguiera el impulso hacia adelante, elástico, en busca de un nuevo escalón.

Era un ejercicio que requería que sus músculos estuvieran bien calientes, aún así, los brazos y la espalda le tiraban. No fue ese motivo suficiente para que Ben se detuviera. Repetía el proceso cada vez, lanzando las manos, dejando el cuerpo libre para poder aprovechar sus propios movimientos y dejándose descender como un muelle empujado por un niño. Hasta que, por fin, tocó suelo.

Ben se puso de pie de un salto, estirando de nuevo los músculos y relajándolos bien, soltándolos. Después, se volvió de nuevo hacia las escaleras. Hora de subir. Volvió a apoyarse sobre las manos, impulsó el cuerpo hacia adelante, aprovechó el impulso para subir las manos y quedó de pie de nuevo. Después, continuó subiendo de la misma forma.

*Se queda*

Ben oyó la voz en la parte alta de la escalera mientras estaba bocabajo, así que no pudo saber de quién se trataba hasta que volvió a poner los pies en el suelo. Y, cuando lo hizo, le dedicó una sonrisa, pero no se detuvo y volvió a lanzar las manos hacia el frente, comenzando un movimiento que la hizo alzar los pies, aprovechando el cuerpo relajado para impulsarse hacia adelante y volviéndose a poner en pie de nuevo. Y entonces volvió a hacerlo.

Para cuando se detuvo a dos escalones del lugar en el que estaba Anna estaba completamente jadeante y sudorosa, y empezaba a notar desagradables tirones en brazos, piernas y espalda. Se llevó dos dedos a la sien para dedicarle un amago de saludo militar y subió los dos escalones que quedaban hasta llegar a ella.

-¿Cómo va eso, compañera? -preguntó, con voz animada pese a la fatiga-. No hace mal día, ¿ah? -. Abrió entonces mucho los ojos, avanzando un paso de golpe hacia ella-. ¡Ah! ¡Yo a ti te tenía que pedir algo! ¿Puedes ahora? Coser.