Escaleras

Cuando los dos hombres cayeron escaleras abajo, aproveché para ponerme en pie, con rápidez, y para retroceder un par de escaleras, acercándome al chico que acababa de ¿salvarme? El hombre en cuestión era un ¿flamma? No estaba segura. No recordaba haberlo visto antes.

—Gracias —murmuré.

Entonces un nuevo bicho, más grande que los anteriores, apareció ante nosotros cargando una antorcha. Al ver cómo se disponía a lanzarla, me moví hacia la izquierda, tratando de evitar su trayectoria, e invoqué un Âckham con el que intentaba darle en el pecho. El chico, por su parte, conjuró un hechizo que yo no reconocía como magia flamma.

Escupió como una bala esporas a la garganta de Cierzo que se comenzaron a hinchar dejándolo sin conciencia para luego explotar en mil pedazos y desaparecer con un horrible chillido al recibir los hechizos.
Inger se hizo cargo del herido.

*Cierzo está herido*


FDR: e.e Lo siento nenés, pero hay que ir reduciendo personalU è.eU Venga que esto ya acaba >.

Por más que se maten, aparecen otros tantos. Aunque el horrible caos inicial ha dado lugar a una especie de guerrillas, y parece que gran parte del personal que no ha muerto está evacuado. De todos modos, siguen apareciendo esos malditos críos aquí y allá, y tengo la obligación de contener la furia y matarlos sin deformar la estructura del palacio con mis hechizos.
Un verdadero engorro. Ojalá pudiera luchar en un lugar abierto, en una montaña, y acabar con todos de un solo golpe. Porque derrumbar el palacio de los Campbell no es una opción.

-¿Estáis bien? -pregunto a la caeruleus al llegar junto a ella y su compañero herido.

No hay problema. Respirar.

-Llévatelo de aquí.

Cierro los ojos, clavando el martillo en el suelo. Aquí va a tener que obrar magia mayor...
Comienzo a mover los labios con velocidad. Un escudo. Un escudo alrededor de cada guerrero. Eso bastará para que tarden más en morir.

*se queda haciendo un hechizo.

A partir de ahora cada uno de los guerreros está protegido por un campo invisible que filtra un poco el aire y disminuye el poder de los golpes*

Tras realizarlo, me pongo en marcha de nuevo. Durará un rato, pero espero que sea suficiente.

*se va*

El chrysos vagaba por Palacio ayudando al personal con las reparaciones. El palacio había quedado destrozado, y había mucho que hacer, y él, en un gesto parcialmente desinteresado, había decidido ayudar un poco. A lo mejor, había pensado, encontraba algo, o escuchaba algo interesante. Tal vez se topasen algo al remover los escombros, o tal vez alguno de los hombres con los que iba había escuchado algo interesante. Quién sabía. Además, no perdía demasiado al ayudar; a fin de cuentas, con el palacio en ese estado tampoco se podían hacer muchas cosas, y aunque le gustaría irse, la curiosidad por lo sucedido le impedía largarse sin más.

Chasqueó la lengua. A saber cuánto les llevaba reparar todo aquel desastre.

*vaga por ahí ayudando*

Me aparezco junto al grupo, serio, saludando a un par de chrysos nada más llegar. Siguen recogiendo, como es debido. Yo, por mi parte, reconstruyo los escalones rotos con un simple hechizo, sin esforzarme demasiado. Los elementos sencillos son fáciles de arreglar. Sin embargo hay otros con los que deberé tener más cuidado. Al fin y al cabo, la estructura y el aspecto de Brontë depende de ello, y no me gustaría que la pequeña Jillian se molestase a su regreso porque no hemos cuidado su casa como fue debido.

-Buenas tarrdes, muchacho -digo a Lyam, tras terminar de restaurar una gran zona de escalones-. ¿Cómo te ha trratado la lucha?

Como puedo ver, bien. Es de los más enteros que he visto. Cualquiera diría que ha luchado, y no contemplado el espectáculo desde la lejanía.
Sé, por supuesto, que no es el caso esta vez. Solo es algo vago, pero cumple, al fin y al cabo, y teniendo en cuenta lo que ha sucedido, tanto con él como con Lester... es hasta extraño.

El chrysos se detuvo al escuchar la voz del líder parvus. No sabía cuándo había llegado, pero esperaba que no llevase ahí demasiado tiempo.

—Buenas tardes.

Lyam dio un par de pasos hacia el líder, que acababa de terminar de restaurar una parte de los escalones. Una parte muy amplia, debía decir. Si todas las cosas podían repararse con semejante facilidad, entonces tal vez no tardarían demasiado en terminar todo aquello.

—La lucha me ha tratado bien, señor. Como ve, no tengo ninguna herida ni nada semejante.

Realmente, había tenido bastante (tal vez mucha) suerte. No se había topado con diferentes bichos; cuando se los había encontrado, había estado acompañado; y cuando lo habían dejado solo, había aparecido alguien más fuerte que él y los bichos para terminar con el asunto. No podía quejarse.

El chrysos observó al parvus en silencio durante unos segundos. Hacía meses, había estado buscándolo sin ningún tipo de resultado. Y ahora que no lo necesitaba, el hombre aparecía delante de sus narices. Frunció levemente el ceño. Tenía (o había tenido) tantas preguntas que hacerle, tantas que ni tan siquiera tenían relación con el ataque, que no sabía qué decirle.

Esbozo una sonrisa algo cansada en respuesta a su comentario.

-Me alegrra oírrlo.

De no ser por lo que sucedió ayer, le habría incluído algún chiste en la oración que seguramente le hubiese molestado. No obstante, no estoy de humor para chistes. Creo que eso da como resultado un "todos contentos", aunque dudo que haya demasiada gente contenta ahora mismo dentro de Brontë.

-Supongo que también serrá un alivio que la señorrita Lesterr se haya marrchado antes de esto-. Sonrío cansado, de nuevo, negando un par de veces-. Dejémoslo estarr. Si ves algo sospechoso, porr favor, házmelo saberr a mí o a cualquierr líderr. Esto no volverrá a sucederr.

La última frase, sin quererlo, suena demasiado violenta para mi gusto. Sigo furioso, al fin y al cabo. Furioso y ocupado.

Asintió en silencio. Preguntas aparte, el líder parvus no era una persona a la que le gustaba encontrar. Por algún motivo, no le inspiraba demasiada confianza. Era, a primera vista, más agradable que el líder caeruleus, pero al chrysos, tal vez por aquel episodio en los tejados, no le agradaba. Nunca sabía por dónde saldría, ni qué diría, ni tampoco se imaginaba lo que podría estar pensando, ni cómo reaccionaría a según qué cosas.

El comentario de Alehyss probaba aquello. Él en ningún momento había pensado que el parvus mencionase a la chrysos, mucho menos que le dijese tan abiertamente que debía estar tranquilo porque Alehyss no hubiese estado presente. Frunció levemente el ceño. No lo entendía.

—Lo es —admitió—. Pero también creo que a Alehyss le hubiese gustado participar.

Evidentemente, a la chrysos no le hubiese gustado morir o ser atacada por uno de esos bichos, pero estaba convencido de que le hubiese gustado, al menos, presenciar la situación. Se preguntó qué diría cuándo se enterase. Y qué pensaría.

Lyam observó al parvus de nuevo. Asintió. Si veía algo sospechoso, se lo haría saber, sin duda. Aunque, por otro lado, se preguntaba hasta qué punto sería cierta su última afirmación. ¿Realmente no iba a volver a suceder algo así? Lo dudaba. En lo que llevaba ahí, habían secuestrado a un guerrero, otro había muerto en un ataque sorpresa, unos bandidos habían ¿asaltado? Brontë y ahora los bichos espora. Aparte, un niño había vagado con un parche que espiaba por ahí durante Mithos sabía cuánto, una espía había estado haciendo su trabajo y él había intentado hacer lo mismo. No parecía tan seguro que "algo así no volvería a ocurrir".

—Si veo algo sospechoso, se lo haré saber, sin duda. —Miró al hombre—. Señor, ¿tiene alguna teoría? —Frunció levemente el ceño—. ¿Alguna idea? —Antes de continuar, escogió un tono que no sonase chulesco ni insultante—. ¿Cree que tiene alguna relación con cualquiera de los ataques que ha sufrido el Palacio?

No esperaba que le contestase, pero esperaba que no se enfadase por su ¿curiosidad?

Sonrío, atusándome la barba un instante. Me siento un poco más viejo de lo normal. Será el ambiente, que me apaga.

-Es una guerrrerra de corrazón, al fin y al cabo -comenté con cierto tono enigmático. Lo miro a los ojos, fijamente, intenso-. ¿Lo erres tú?

Tras un breve silencio, reí, rompiendo la tensión que pudiera haber generado. Al menos en parte. De todos modos, su respuesta no tiene importancia. Ni siquiera la pregunta es la correcta.

Varios jóvenes siguen llevando escombros. Debería marcharme a seguir con mi labor. Hay muchos lugares destrozados, gente herida y temas que aclarar, de modo que no debo perder el tiempo en conversaciones. Hoy no.
De todos modos, me permito el escuchar las últimas dudas del chrysos, sonriendo ante sus preguntas como si fuesen halagos para mí. Sin embargo, no puedo darle una respuesta. Sería demasiado sencillo, arbitrario. Opto por, simplemente, responder a su pregunta con otra, risueño.

-Bueno, Lyam... ¿No serría un poco trriste que no fuerra así?

Doy un pequeño golpe con el extremo de mi martillo en el suelo, haciendo que algunos de los chrysos se vuelvan, curiosos. Esbozo la última sonrisa del día.

-Que tengas una buena noche -me escucho decir.

Pero esta vez no desaparezco. Me voy andando, reparando las pequeñas grietas y desperfectos que voy topándome a mi paso.

*se va*

El chrysos torció una sonrisa. Guerrera de corazón no eran las palabras que usaría para definir a Alehyss Lester. Curiosa, ávida de información se acercaban más a las que usaría para hablar de la chica.

—Sin duda. Lo es. —Clavó sus ojos en los del parvus, serio de pronto—. Y yo también, por supuesto.

Imaginaba que el parvus no se creería su respuesta. ¿Guerrero de corazón? ¿Él? No, no lo era. Pero al menos tampoco era alguien de otro bando ni nada semejante. Simplemente, ahora mismo era alguien al que le había tocado estar en Brontë, sin más. Y como entre sus planes no estaba quedarse sin un brazo o algo peor, peleaba cuando ocurrían esas cosas. Y luego ayudaba. Como un buen chico.

Tras un breve silencio, el líder se echó a reír, y el chrysos volvió a sonreír. De reojo, observó cómo otros hombres seguían transportando los escombros. Él llevaba un rato sin hacer nada, pero tenía pensado volver a ayudarles cuando el parvus le contestase. Si es que lo hacía. Durante unos segundos, pensó que el parvus haría como Madame ayer, que desaparecería sin más. Sin embargo, por suerte para él, el líder sí habló, y aunque no respondió con claridad, su pregunta fue suficiente para que el chrysos confirmase algo que se podía intuir: aquello estaba relacionado con alguno de los ataques anteriores. Y los líderes debían saber con cuál.

El chrysos asintió inconscientemente. Luego esbozó una sonrisa. El parvus acababa de golpear el suelo con su martillo.

—Igualmente. Que tenga una buena noche, señor —respondió, observando cómo el líder se marchaba a pie, reparando los desperfectos que se topaba a su paso. Luego, el chrysos se volvió hacia el grupo, y siguió trasladando escombros, aunque esta vez con mucha menos concentración que antes.

Si el ataque tenía relación con algo anterior, debía estar vinculado o a los bandidos o al secuestro de Silvanus. Lyam frunció el ceño. El grupo de bandidos, de secuestradores, tenía motivos para atacar Brontë (a fin de cuentas, ellos les habían quitado a su secuestrado), pero ¿tenían los medios para hacerlo? No lo sabía. El secuestrador de Silvanus, por otro lado, también tenía un motivo para atacar Brontë. O dos, mejor dicho: primero, estaba lo mismo que con los bandidos: le había arrebatado a su secuestrado; y segundo, estaba todo aquel asunto del la perdida del brazo de su hijo y la muerte del bichejo que tenía. Y, además, estaba lo de Masslow, el piscis al que habían sacado de allí. Heylel le había dicho que habían tenido que quitarle un sello o algo así de su frente, sello que realmente era un conjuro de espionaje. Y luego estaba aquel detalle insignificante que era la piel del piscis. ¿Tenía alguna relación? Parecía tan rebuscado, y aún así...

El chrysos colocó lo que llevaba en el montón donde estaban apilando los escombros. Luego abandonó el lugar, pensativo.

*se va*

Desciendo las escaleras con el cuello hundido en una bufanda. Ya casi me he curado del todo, apenas tengo dolor de garganta o estornudos... Y por suerte no he contagiado a Lluvia en mis visitas, así que no tengo nada por lo que sentirme culpable.

Suspiro. Llevo tantos días investigando que tengo la cabeza embotada. Y será un poco el mal tiempo, también. Tiene que serlo, porque... Es mirar por la ventana y...

Necesito encontrar un aether. O a alguien que sepa cómo hacer una prótesis de ala... O... ¡Maldita sea! Estoy de los nervios.

*se va*

Me acaba de dar un mareo justo pasando por los pasillos. Ya empiezo de nuevo... Si Massen me viese se reiría de mí por debilucho. Y lo cierto es que ni eso, creo... Me ayudaría, espero. Es bastante dada a hacer ese tipo de cosas. Ayudarme. Siempre. Y su cumpleaños está al caer y yo todavía no he pensado siquiera en qué regalarle. He estado tan centrado, y sigo, en el ala que no me he planteado nada de eso hasta que fui al pueblo. Y ahora se me echa el tiempo encima, y no tengo dinero y...
Podría hacerle algo. Aunque prefiero que el regalo no sea algo así como "te hice esto por darte algo, pero no tiene ningún significado". Al fin y al cabo ella se ha estado esforzando mucho por ayudarme desde que me conoce. Quiero agradecérselo de algún modo, aunque sea con la excusa de su cumpleaños. Estoy aquí por Massen, al fin y al cabo.

Me he sentado en las escaleras. Pronto me siento mejor, pero decido quedarme unos minutos más. No es la primera vez que me caigo por unas escaleras y no quiero que hoy sea día de repetir. Mejor evitar peligros.

*se queda*

A los pocos minutos pruebo a ponerme en pie. Viendo que no hay problema, sigo mi camino.
En cuanto al regalo... Tendré que ponerme las pilas.

*se va*

Mientras subía las escaleras, pensativo, veía caer el granizo fuera. La tormenta continuaba, y me resultaba de lo más curioso. Jamás había visto este tiempo durante tantos días seguidos. Aunque sabía que en Fulmen era más habitual la presencia de tormentas que en otros lugares, dudaba que esto les pareciera normal tampoco a los chrysos. Muchos de ellos murmuraban al respecto.

Por mi parte, por alguna razón, no hacía más que encontrarle aspectos positivos a la situación. Entre otros, que el correo se había detenido, dándome una perfecta excusa para no mantener la comunicación con Ventus y Fulmen. Aunque, por otra parte, empezaba a urgir que lo hiciera. Qué pereza...

Por lo menos, podría redactar las cartas. Cuando el tiempo mejorase, no tendría más que enviarlas. Con esta idea, me dirigí a la biblioteca.

*Se va*

Corbin había comido muy temprano aquel día, y después había ido a buscar un libro con el que pasar el rato. Lo tenía a medias ya desde hacía un tiempo, y aunque le estaba gustando, le había costado un poco cogerle el ritmo. A aquellas alturas, sin embargo, estaba completamente enganchado.

Por eso mismo fue por lo que no esperó a llegar a un lugar donde sentarse antes de empezar su lectura, sino que abrió el libro en cuanto lo tuvo en las manos y fue ya leyendo por los pasillos. Bajó las escaleras con paso lento, concentrado en su lectura pero prestando algo de atención para no caerse.

Por el rabillo del ojo, percibió un bulto en el suelo al pie de las escaleras, pero se limitó a evitarlo y no prestarle atención. La gente debería tener más cuidado con no ir dejando cosas por ahí. Sin darle más vueltas al asunto, continuó su lectura y su paseo en busca de un lugar donde acomodarse.

*Se va*

El tiempo sigue sin mejorar. Ya he acabado el libro y no hay nadie por ningún sitio con quien hablar. Estoy tan aburrida que he decidido ponerme a entrenar (después de la conversación de ayer me lo he replanteado), así que he cogido la espada y me dirijo a la sala de entrenamiento.

Me detengo cuando estoy bajando las escaleras y me quedo quieta, mirando abajo. Hay alguien en el suelo. Me apresuro a terminar de bajar las escaleras y llego a su altura. No parece inconsciente.

-¿Estás bien? -pregunto.

No parece muy capaz de responderme, o al menos no entiendo lo que dice. Suspiro, exasperada. ¿Por qué tengo que encontrarme yo con esto?

-Vamos, debería verte un médico -digo, al tiempo que comienzo a cargar con él, en dirección a la enfermería.

*se lo lleva*

El chrysos subía y bajaba escaleras sin un rumbo claro, atravesando los pasillos que separaban las diferentes construcciones con pasos lentos. Había leído el anuncio del tablón, lo había leído varias veces, y ahora no sabía qué hacer, ni a dónde ir. Vagaba abstraído por Palacio, también con un vago nerviosismo en la mirada, y repitiendo mentalmente aquello que había llamado su atención del anuncio. La perorata sobre los guerreros, sobre sed fuertes, estar preparados y dispuestos para defender a la población le parecía absurda, innecesaria. Quienes estuviesen ahí para ayudar a la gente, lo harían independientemente de las palabras de ánimo; quienes no estuviesem interesados, aquellos que estaba en Brontë por cualquier otro motivo, las ignorarían. Y si pretendían que unos párrafos de aviso para la batalla aderezados con ciertos elogios calmarían la preocupación de los guerreros, y los haría convencerse de su debr, estaban, en su opinión, bastante equivocados. Se imaginaba que todos sus compañeros, hasta los más hoscos, estarían ahora mismo preguntándose por el estado de sus familiares y amistades, siendo carcomidos por diferentes dudas e inquietudes. Él mismo estaba preocupado, aunque afortunadamente para él, no tenía mucha gente por la que preocuparse. Ni tan siguiera estaba preocupado por sí mismo, por lo que podía pasarle a los chrysos: dudaba que se pudiese hacer algo para evitarlo, en caso de que sucediese, así que caer en el histerismo era ridículo. Sólo una persona tenía ahora mismo su preocupación, pero la inquietud que le producía era bastabte elevada.

Frunció el ceño. Si ayer hubiese leído el mensaje, le hubiese preguntado a Madame.

*se va*

Subo las escaleras con ánimo. Todavía quedan algunas horas de día. No he encontrado a Massen, pero soy optimista. ¡Últimamente parece que las cosas me van bien! Hasta el señor Brumm me ha podido traer la medicina a tiempo. Si es que no sé cómo pude no confiar en que podría. Menos mal que no todos aquí son como yo.

A ver... ¿Ahora dónde busco? Aún no creo que haya ido a cenar... Y si sigue enferma también puede ser que siga durmiendo, o quizás...
Lo mejor será que eche un ojo y salga de dudas. Que no puede ser que hoy no la felicite.

*se va*

Llegué corriendo a las escaleras, tras haber calentado un buen rato trotando, con las piernas ya preparadas para un duro y poderoso entrenamiento heroico. Una vez en ellas, en un tramo especialmente alto para que pueda dar rienda suelta a mi nobleza, comencéa subirlas a buen ritmo, elevando mucho las rodillas con cada paso, con ánimo y contando un dos, un dos. Repetí el proceso varias veces, subiendo y bajando, sin apurarme de más, pero sin bajar la intensidad, que el mayor motivo del cansancio era la inestabilidad. ¡Había que llevar un ritmo! Era como querer ser noble de pronto, sin haber leído antes libros al respecto, o sintiéndolo un día sí y otro no. Él éxito estaba en hacer las cosas bien sin inestabilidades.

Una vez satisfecho, tras unas treinta repeticiones, siendo subida y bajada una, comencé con un nuevo ejercicio: junté los tobillos y empecé a subir de nuevo, esta vez saltando con los pies juntos. ¡Y para hacerlo más difícil no lo hice recto, sino zinguigueando! Un salto a la derecha, otro a la izquierda, intentando llegar lo más lejos posible.
¡Y así se entretuvo otro rato el gran Dehnel! Los gemelos me tiraban y el noble sudor me recorría la heroica frente, como la marca de mi esfuerzo.
Repetí aquel ejercicio unas quince veces, pues cansaba mucho más que el anterior. Luego estiré y relajé los músculos y abandoné el lugar, contento con mi esfuerzo.

Por supuesto, aquel entrenamiento no era bastante para completar el del día. ¡Apenas había estado una hora! Una hora no era nada en el día. ¡Un guerrero de verdad debía entrenar para fortalecerse hasta rendir al máximo! Que no rendirse.

*se va*

Atravieso los pasillos contenta, animada, exultante, ¡todo lo bueno! La carta había sido una buena noticia. ¡Y el cese de la tormenta más! Tras una buena comida voy a sacar el culo un poco de paseo, que estoy harta de estar metida en esta jodida lata.

Bajo las escaleras corriendo y las últimas ocho van de un salto. Como llevo capa para abrigarme creo que, por un momento, debo de parecer un aether, o uno de esos héroes a caballo. No lo sé. Me da igual. La cosa es que creo que acabo de molar bastante durante un segundo, pero nadie lo ha visto, así que no hay nada de lo que vanagloriarse.

Caigo ágilmente, flexionando un poco las rodillas para amortiguar la caída, y sigo con la carrera hacia el exterior. Es que estoy contenta como si tuviese diez años. Qué tonta soy a veces.

*se va*

A última hora de la tarde he recibido noticias desde casa, y aún a estas horas estoy terminando de leer la carta. Después de saber en los primeros párrafos que todos estaban bien, había decidido dejar el resto de la carta para más tarde, y ahora es el momento de leerla.

Avanzo al tiempo que leo, sin prestar mucha atención a mis pasos. Por eso, en el momento en que noto que me falla un poco el apoyo me pego a la pared, alarmada. No tardo en descubrir que son las escaleras.

Con el fin de evitar abrirme la cabeza, decido detenerme allí donde estoy, apoyada en la pared, y leer quieta. Luego ya iré adonde tenga que ir.

*Se queda leyendo*

Recorría los pasillos furioso, buscándolo, con los puños apretados. No estaba enfadado con Gerald, realmente, pero me ponía nervioso que desapareciese así, sin dejar hacerme preguntas, sin dejarme hablar con él un instante. ¡Un día estaba bien! Rick Dehnel podía soportar aquel extraño comportamiento un día. Pero dos días... ¡Dos días ya eran demasiado! Empezaba a sentir que se estaba riendo de mí.

Vi a Lea en las escaleras y me acerqué a ella, algo rudo, aunque tratando de calmarme. No podía evitar tener el ceño fruncido.

-Me sirves -gruñí, negando rápidamente para calmarme y repetir aquello más suavemente-. Buenas noches, Lea. Espero no estar interrumpiéndote. Lo estoy haciendo, lo sé. Estás leyendo. Necesito hablar contigo.

Bien pensado, parecía que aquellas frases tenían sentido, pero no lo tenían, así, juntas. Pero me valía.