Escaleras

Subo las escaleras con prisa. Ya se me hace tarde. Debería llevar un buen rato en la cama, a estas horas. Aunque si Massen me oyese pensar eso entonces se reiría de mí, pero no está aquí, así que seguiré mi horario con calma.

Veo a Rick y a la chica flamma... Lea, creo que era. Sonrío y los saludo con un gesto, animado, antes de seguir con paso ligero. Desde luego, él parecía más contento por la mañana... ¿Le habrá ido mal en el pueblo?
Qué mal...

*se va*

Oigo la voz de Rick, o más bien sus ladridos, y frunzo el ceño. Ni siquiera levanto la cabeza para mirarlo. Ya veo, así que has decidido venir a desahogarte conmigo, ¿no? Pues persona equivocada. Me he tomado bastantes molestias respecto a ti como para aguantar ni un solo comentario, ni el más mínimo reproche. Termino de leer la frase en la que estoy con absoluta calma, y luego doblo la carta, alzando la vista con una mirada glacial. Si vamos a quejarnos, mejor voy preparando mi munición.

-Tú dirás -me limito a decir, con voz serena.

Y a ver qué dices, listillo. Que no estoy para aguantar imbecilidades.

Su mirada me hizo obligarme a calmarme más. ¡Es que tenía puesta la cara para hacer la pregunta a Gerald y había aparecido ella! Aquello no era mi culpa, y no había hecho nada negativo, pero... Aún así... Me sentía pequeño y culpable.

-Lo siento -empecé de nuevo, bajando la vista un momento. ante ella me sentía extraño, como si estuviese por encima de mí-. Yo... ¿Te ha invitado a cenar Gerald alguna vez? Es decir... Eso no -. Negué rápidamente con la cabeza-. Él me dijo una vez que estaba interesado en ti, pero hace un rato yo estaba con Inger y él apareció y parece ser que han estado juntos hace poco y piensan volver a quedar...

Ella no tenía nada que ver con aquello, me di cuenta de pronto. Sentí como que me desinflaba, mientras fruncía el ceño, contrarizado. Me masajeé la frente, pensativo.
¿Qué sabía?

-Entonces he pensado que quizás él...

La miré. Entonces todo tenía sentido.
Estreché los ojos.

-Mierda -gruñí, gutural, bajando la vista.

Aquel maldito bellaco...

Cruzada de brazos, espero a que se explique. Lo primero que ofrece es una disculpa. Tengo que reconocer que es un buen comienzo. Como recompensa, relajo un poco el gesto, limitándome a esperar a que habla. Y en cuanto dice dos frases todo cobra sentido. Gerald otra vez. Por favor, que alguien le dé arsénico, y que sea pronto.

Voy a abrir la boca para responder, pero parece que, por fin, ya lo ha entendido el solito. De verdad, ¿este pobre qué se pensaba? Así se lleva semejantes disgustos... Dan ganas de darle unas palmaditas.

Por si algún punto no le ha quedado claro en su asociación de ideas, decido intervenir para acabar de asentarlo todo. Suspiro.

-No todos los hombres son gentiles caballeros, Rick -murmuro, con voz suave-. Ni todos están dispuestos a dedicar su vida y hazañas al corazón de una dama. De hecho, hay unos cuantos que se interesan bastante más por lo que cubre el corazón de las damas que por el corazón en sí. Y, desde luego, no darían un efestión por los intereses de otro hombre.

Le estoy hablando en su idioma, así que espero estar dejándolo todo bien claro. Esbozo una sonrisa mordaz.

-Y luego está Gerald, a quien no sé si podemos considerar siquiera humano -apunto, casi en un siseo-. Diría más bien que es como un saco de veneno, ¿no te parece?

Un saco de veneno con demasiado tiempo libre.

Sus palabras corru... corr... currob... me hicieron darme cuenta de que lo que yo había pensado debía de ser lo correcto. Fruncí el ceño, abatido, apretando la mandíbula, pasándome una mano por la cara, confuso.

-Entonces me engañó... -murmuré, separándome un poco de ella y apoyándome contra la pared, mirando primero un escalón y luego a Lea, todavía contrarizado-. Lo que me dijo sobre ti era mentira... Solo quería que... -. Asentí. ¡Mithos! ¡¿De verdad existían hombres así?!

Fruncí el ceño de nuevo, molesto aquella vez. ¡Había caído en las garras de malvado como si fuese un joven zagal inexperto! ¡¿Qué clase de héroe confiaba de aquella forma en un ser tan ruin?! Seguiría siendo mi compañero, pero ya no un camarada, y menos un amigo.

De no haber sido por Gerald, no hubiese dejado a Inger aquel día... Y si él lo había hecho con maldad, entonces... ¿Había sido una buena decisión? Porque ya no había marcha atrás, desde luego...
Miré a Lea, entre derrotado y confuso.

Asiento lentamente. A veces me da pena. Es como un crío intentando encontrarle sentido al mundo. Me pregunto cómo es posible que se haya pegado tan pocos batacazos en su vida como para haber espabilado tan poco. Al habla la reina de los batacazos. Probablemente me llevé yo los que le correspondían.

No quiero preguntar. No quiero saberlo ni hablarlo. Y, sin embargo, lo veo tan confuso y desanimado que no me queda más remedio que sacar el tema. Suspiro de nuevo. En fin, Rick, vamos allá.

-¿Qué es lo que dijo de mí exactamente? -pregunto, aunque el tono deja claro que exijo y no pido la respuesta.

Miré a Lea un momento, con una sonrisa algo triste, encogiéndome de hombros. Tampoco era que hubiese sido una gran conversación. El engañado había sido yo.

-Nada, sinceramente... Pareció dar a entender que tú le habías hablado bien de mí, de algún modo. Interpreté lo que quise, supongo... -. Me pasé una mano por el pelo, agobiado. Al recordarlo todo, tenía mucho más sentido-. Que solo le hablabas de mí, y cosas así -. Apreté los puños, apartando la mirada a la ventana, serio-. Fui estúpido y no me di cuenta de que Gerald estaba equivocado hasta el día que entrenamos -. La miré -. Pero creí que simplemente lo había dicho por decir. Pero ayer empecé a pensar en ello, tras veros discutir, y hoy...

Meneé la cabeza de un lado a otro, llevándome una mano a la frente. Casi tenía ganas de echarme a reír. Menudo desastre de hombre. Al final estaba claro... Los chrysos eran malvados por naturaleza. Aquellos ojos opacos...

-Quizás solo quería que dejase a Inger para poder invitaros a cenar a las dos.

Menudo idiota, Rick Dehnel...

Suspiro. Vaya, parece que tampoco se ha montando una enorme historia al respecto. Es de agradecer, sinceramente. Me paso una mano por el flequillo, con expresión de cansancio. Lo peor era que el chrysos siempre conseguía salirse con la suya, de una forma u otra. Al menos ahora Rick entendía mejor la situación. Un poco tarde, pero mejor eso que nunca.

-¿Te parece mal que quiera invitarnos a las dos? -pregunto. La verdad es que me da tan igual el chrysos que hasta me siento un poco fría al respecto. Aunque, bien pensado, es una pregunta absurda-. Da igual, olvídalo.

Me pregunto si cree que me siento engañada. Si algo tengo que decir con respecto a Gerald es que entre nosotros quedó todo claro desde el principio, sin engaños. Aunque se le olvidó mencionar que después se iba a poner así de insoportable, y hubiera sido un detalle por su parte.

Pero aquí el problema no es Gerald. Alargo un brazo y le doy un capirotazo a Rick en el brazo. Luego esbozo una suave sonrisa.

-¿Sabes? Si eso fue todo lo que te dijo de mí, hay que reconocerle que no dijo ninguna mentira -. Quizá, muy probablemente, lo haya adornado un poco. O bastante. Lo justo para poder reírse de Rick un rato. Pero eso, ahora, es lo de menos.

Su pregunta me hizo alzar las cejas, entre sorprendido, confuso y, de algún modo... No sabía la palabra, pero era como un "¿Me estás preguntando esto de verdad?" Y, sin embargo, reí entre dientes un momento, resignado, encogiéndome de hombros. Aunque ella dijese que le daba igual, lo dije. Total...

-Sí, la verdad... Si se trataba de mi novia y de ti, me parecía un poco mal... ¿Y me hizo romper con Inger diciendo aquello solo para tener la ocasión? Me había dicho, simplemente, que eran buenos amigos y la había consolado tras el ataque... -. Meneé la cabeza, sin borrar la sonrisa-. Menudo consuelo... Pero es mejor así... -. La miré, frotándome el pelo, como disculpándome-. Yo estaba haciendo lo mismo, ¿no? Eso es lo que él me hizo ver. No me arrepiento, pese a todo.

Había hombres innobles que mantendrían la relación hasta tener otra ya empezada. ¡Yo no era así! La ruptura había sido precipitada, pero era mejor aquello que ser un infiel maldito e innoble. Ya bastante daño había hecho a Inger por accidente como para traicionarla a sabiéndolo.
Quizás Lea no me quisiese, como Gerald había insinuado, pero al menos no me sentiría culpable de estar comportándome como él. Un noble era un noble, un cerdo era un cerdo.

-Ahora me siento como un tonto... -terminé, suspirando.

¿Y debía decirle aquello a Inger? Quizás le interesase saberlo, al fin y al cabo. O tal vez no me creyese, envenenada por las mentiras de los ojos opacos de Gerald; el amarillo era para disimular, pero el rojo era maligno.
Su golpe en el brazo me hizo alzar la vista de nuevo. A sus labios un instante. Luego a sus ojos. Si no eran los ojos, era de mala educación.

-¿No? -me encontré diciendo, sin quererlo, como arrastrado por sus palabras, algo nervioso. Enseguida recuperé la composición y estiré una mano para tocarla, haciendo amago de acercarla, luego de ponerla en su hombro, como dudando con el sitio, y finalmente bajándola y apretando el puño contra mí, mirándola muy serio de pronto-. Lea -llamé, serio.

Pese a todo, responde. Y lo que responde viene a ser más o menos lo que imaginé como respuesta un segundo después de formular la pregunta. Aunque, bien pensado, como que queda un poco mejor si es él mismo quien lo pone en palabras. Es lo que corresponde, supongo. Asiento, dando a entender que entiendo lo que dice. Tiene una forma de pensar simple, pero al mismo tiempo bastante curiosa.

Pongo los ojos en blanco. Bueno, Rick, mejor ser consciente de uno mismo de vez en cuando, ¿no? Te viene bien que te pasen estas cosas, aunque el método sea desquiciante. No añado nada, ¿qué iba a añadir?

Hago un amago de risa. Después, lentamente, niego con la cabeza.

-Probablemente le puso alguna floritura, pero...

Me encojo de hombros, sin más, y me limito a mirarlo cuando me llama.

Sus palabras me hicieron refuerzar mis puños, y mi mirada seria. En mi cabeza era varonil, poderosa, y con mis nuevas patillas cualquier jovencilla pícara e inocente terminaría perdida sin remedio entre mis brazos. Pero Lea no era así, y aquello ya lo tenía muy claro. No podía atreverme. Era un cobarde. Aunque con moverme un poco podría besarla, me asustaba que entonces ella se apartase y riese, o se enfadase..., porque después de aquello no me volvería a atrever a hacerlo.
Inspiré profundamente y, tras mirar un instante sus labios, me dije que mejor dejaba el beso, por lo que pudiera pasar, de lado. Ya lo intentaría otro día...
Dehnel cobarde...

-¿Saldrías conmigo un día? -. Aquello no era un beso, pero era difícil también. Casi prefería un beso, de repente. Porque si me miraba mal después de aquello no tendría nada, pero de la otra forma, al menos, tendría un beso. Y una bofetada, que era como una caricia si no la daba muy fuerte-. Una cita. En el pueblo. Cuando la reconstrucción termine-. Fruncí el ceño, llevándome la mano a la frente, ruborizado, sintiéndome claramente estúpido. ¡¿Por qué no la había besado?! A lo mejor aún estaba a tiempo. Mejor aquello que volver a los quince años.

Aparté ligeramente la mirada. Ni siquiera podía verme como alguien serio en aquel momento. Si el gran Reick Dehnel hubiese estado allí me hubiese golpeado y hubiese besado a Lea. ¡Porque él sí era capaz!

-Mithos... -murmuré, con agobio.

Qué varonil, Dehnel. Cómprate una falda. Aquellas patillas se avergonzaban de estar en mi cara, en aquel momento. Lo sentía.

FdR- COBARDE. COBARDE.

Lo veo. Lo veo como si una maravillosa compañía de teatro lo estuviera representando ante mis narices. Veo esa lucha interna. Apoyo la cabeza contra la pared, mirándolo con una ceja arqueada. Y, entonces, habla.

Suspiro, algo cansada, y de nuevo me paso una mano por el flequillo. Esto me recuerda a otra situación similar. Y la sutil diferencia no llama demasiado mi atención. Y, con eso y con todo, acabo por encogerme de hombros.

-Bueno -respondo, tratando de que mi poco convencimiento no le resulte en exceso hiriente. Lo justo para que lo vea, sin que se sienta cohibido por ello.

Y, pese a todo, su angustia es evidente. Casi parece que vaya a sacar un pañuelo para limpiarse el sudor de la frente de un momento a otro. No sé muy bien si apetece calmarlo con caricias, lanzarle un cubo de agua fría a la cara o abofetearlo para que espabile. Acabo por esbozar media sonrisa.

-Venga, ya está bien, déjate de agobios -murmuro.

FdR- Rol pausado

Un "bueno", creí, era un sí. Aunque tampoco era como si se la viese echar cohetes al cielo de la emoción. Al final siempre metía la pata. Así era yo. Pero, pese a todo, la respuesta era mejor que la que esperaba. Aunque, cómo no, me dejaba algo debilitado. No sabía bien cómo reaccionar después de aquello...
Esbocé una sonrisa, algo tenso. Tenía al mismo tiempo ganas de pedir perdón, de asentir con ganas y de decirle que no tenía que sentir la necesidad de decir que sí por pena. Las tres, pensé, serían ridículas, casi una ofensa.

Pero bueno... Teniendo en cuenta el primer rechazo de Lea podía decir que había mejorado. Ahora ya si era capaz de superar aquello pues no lo sabía. Pero algo era algo.

Y entonces me decidí, tras sus palabras. ¡Harto de todo aquello, di un paso adelante y rompí la distancia que nos separaba, directo y seguro para llegar hasta sus labios, sin titubear un solo momento, pegando mi cuerpo a ella y el suyo a aquella pared que tenía a su espalda, seguro y viril! Así era un verdadero Dehnel. Así era como me había enseñado mi padre que se conquistaban a las damas.

No. Mentira. Eso era lo que quería hacer. Pero lo que hice a sus palabras fue asentir, con gesto cansado, y desear desaparecer de aquel lugar, pero alzándome un poco para que no se me notase pequeño, sacando algo de pecho, varonil
Esbocé una sonrisa, crítico.

-Mis ancestros se avergüenzan de mí, ahora mismo -bromeé, apartando un instante la mirada, casi con decepción, pero siempre de buen humor.
"Y yo también", me faltó decir.

La miré de reojo. Antes de besar a una mujer había que establecer contacto físico; antes de saber si podía tener sus labios tenía que asegurarme de que podía rozar su rostro con los dedos. Las cosas había que hacerlas bien, y yo estaba actuando como un loco innoble.

Tengo la sensación de que o no me ha entendido o me está ignorando deliberadamente, porque no le veo mucho la intención de relajarse. Es bastante molesto, la verdad. Me toca a mí explicárselo todo y ni siquiera puede hacerme el favor de dejar de mirarme con cara de ir a echarse a llorar. Un poco de piedad, Mithos. Un respiro.

Hace ya un momento que se me ha borrado la sonrisa, pero lo dejo estar. Si él no piensa hacer nada por animarse, no voy a ir yo arrastrándolo. Que sí, que Gerald es un imbécil y él se ha metido en su camino. Pues mala suerte. Al menos a él no lo busca para sobetearlo cuando no encuentra otro sitio donde meterla.

Me limito a encogerme de hombros, sin demasiada energía.

-Sí, bueno, los "ancestros" tienen esa tendencia a meterse en asuntos que no tienen que ver con ellos. Como todo el mundo -murmuro, por decir algo.

Suspiré, ensanchando la sonrisa, un poco más alegre. ¡Pero si todo era maravilloso! La tormenta había cesado, Gerald se había quitado su máscara, podía hablar con Inger sin debilitarme y Lea me acompañaría al pueblo cuando estuviese reparado... ¡Aquello solo me dejaba la obligación de ir a ayudar todavía más con las reparaciones para acabar con aquello más pronto! Que cuanto más tardase más me costaría recordarle aquello. Ya bastante difícil sería de pensar en su expresión andina.

Fruncí el ceño, sacando un poco de pecho, tratando de que aquel ánimo algo exagerado me llenase de verdad. ¡Si lograba sentirlo conseguiría que se volviese cierto aunque al principio no lo hubiese sido!

-Como sea... ¡Muchas gracias por haber escuchado mi problema! Gracias a ti comprendo la situación-. Di una palmadita en su hombro izquierdo, casi como una caricia muy digna y recatada, sonriente-. Creo que ha sido mucho mejor encontrarte que haberle pedido explicaciones a Gerald.

Gerald... No tenia claro qué haría la siguiente vez que me lo encontrase.

Una vez más, me encojo de hombros. ¿Y qué iba a hacer? Estoy implicada, me guste o no. Hasta las cejas, para mi desgracia. A este ritmo, Gerald acabará a la altura de mi hermana. Bueno, quizá no tanto, pero...

Suelto una especie de bufido.

-¿Solo crees? -pregunto, irónica. Luego niego-. Dudo que te hubiera explicado gran cosa. Probablemente se hubiera dedicado a seguir riéndose. De hecho, seguirá haciéndolo. Su vida es muy divertida, al parecer. Me da mucha envidia.

Desde luego, es evidente que hay gente problemática absolutamente en todas partes. Y que yo tengo una enorme habilidad para acabar con la peor parte. No. No esta vez. Creo que lo de Rick debe ser peor.

Me sentía más animado, al final sí. Aquella estrategia de ser positivo para sentirme positivo estaba funcionando. No quería malas caras para Lea, ¡que ya bastante me había soportado! Al final todo estaba arreglado, y superaría el golpe como había hecho siempre. Quizás debería hablar con Inger, después de todo...

-Pues la próxima vez que se ría de mí no seré tan benevolente -dejé caer, aunque con una sonrisa poco agresiva. No me gustaba la violencia, pero le insinuaría que no era una compañía agradable y que esperaba que no se repitiese aquel comportamiento.

Bajé la vista un instante y entonces vi la hoja en su mano. ¡Mithos! Al final me había liado hablando con ella cuando el tema ya estaba zanjado!

-Te estoy entreteniendo -dije de pronto, mirándola de nuevo a los ojos, con gesto de disculpa. Si quería librarse de mí sin sentirse innoble, era el momento. Rick Dehnel sabía si sobraba.

Esperaba que, por lo menos, fuesen buenas noticias. Porque de lo contrario sería, además, un hombre innoble que no se preocupaba... ¡¿No tenía ella al principio mala cara?! Oh, Mithos...

Bajo la vista a la carta, que aún tengo en las manos, cuando veo que la mira. Con cuidado, con gestos suaves y sin ninguna prisa, termino de doblarla y me la guardo en el bolsillo. Después me separo un poco de la pared.

-Sí, un poco -reconozco, antes de echar a andar-. Buenas noches, Rick.

Y seguí mi camino hacia la habitación. No quería ni pensar la hora que era...

*Se va*

La vi marcharse, despidiéndome un instante después de que empezase a andar. Me quedé allí un rato más, extrañado por su partida tan...
¿La había enfadado? ¿Era aquella carta un secreto? ¿Acaso eran malas noticias? O... No... No entendía demasiado, realmente.

Me llevé una mano a la cara, cansado, frunciendo el ceño. Terminé por estrellar una mano contra la pared, pegando un puñetazo doloroso que me sirvió para descargar parte de la tensión del día.
Vaya día más innoble...

*se va*

La respuesta a mi mensaje, que había llegado mientras comía, no venía de la persona esperada. Me pregunté si habrían coincidido en un mismo lugar en el momento en que la envié. De otra forma, sabía que el mensaje tendría que haber llegado antes, además de que hubiera sido mucho peor. La verdad, a veces no me creía mi suerte.

Me detuve a leer en las escaleras, sentándome en ellas. Entre correo administrativo, el elegante sobre destacaba enormemente. Guardé el resto de cartas en el bolsillo y lo abrí, esperando qué podía ser.

Fue bastante mejor de lo que esperaba. Mi padre se limitaba a preguntar por mi salud y advertirme que debía acudir a Ciudad Tornado en cuanto me fuera posible. En resumen, nada nuevo. El tono era un tanto frío, pro a fin de cuentas, así era siempre. El contenido en sí no me decía mucho más que "mensaje captado". No me parecía mal comienzo.

Tras guardar la carta, decidí leer las otras. Saqué uno de los sobres, lo rasgué y comencé a leer.

*se queda*

Si ayer dormí mal, hoy ya... En fin... Aproveché que me despertaba temprano para ir de búsqueda, que es lo que tengo que hacer, y parece que no tardo demasiado en acertar. Mira qué suerte, por una vez.

-Cierzo -llamo, acercándome enseguida al desalado-. Te estaba buscando.

Lo miro muy seria y templada. Esto es importante y lo voy a dejar en tus manos, así que abre las orejas.
Joder, qué luz... Es que no son horas, eh.

Por lo demás, el correo era lo de siempre, según tuve pronto ocasión de comprobar. Cuentas, resultados, organización de tierras... Lo de siempre, en fin. Era aburrido como un infierno, pero no me quedaba más remedio que leerlo con detalle, así que me dediqué a ello.

Una voz me interrumpió no mucho después. Me extrañó, en un principio. Frikka. Raro encontrármelas, más a estas horas, más que me estuviera buscando. Me olía a que cierta rubia había vuelto a cansarse de que el mundo fuera tan apacible. Mithos, qué pesadez.

Me levanté en lo que llegaba a mi altura, guardando la carta que estaba leyendo.

-¿Y bien? -pregunté, no menos serio que ella.

Me aprieto el pelo a la altura del cogote, frotándolo arriba y abajo, pensativa. Puedo abordar esto de dos formas, y las dos tienen sus pros y sus contras, así que tengo como tres segundos para decidir cuál de ellas es la que quiero usar: si inmiscuirme o si distanciarme.
Inspiro hondo un instante, decidida al fin.

-Gerald está en la enfermería. Deberías ir a hablar con él. Eres el único que sirve, al fin y al cabo, ¿no? -termino, casi como un reproche, algo despechada, pero contenida. No es momento para andarse con memeces de corazones rotos y celos.

Me froto la frente con los dedos. Buf, últimamente no dejo de hacerlo. Ya parezco una vieja gruñona con jaqueca crónica. Termino por esbozar una sonrisa, amarga. ¿Qué más da?

-Me contó lo del tatuaje -comento, y la voz me sale más afectada de lo que me hubiese gustado-. Si se muere, dímelo, ¿vale? -termino, tajante, con una sonrisa que no logra ocultar mi gesto hosco.

No quiero ser otra estúpida que espera a que vuelva alguien que no quiere volver, o que ni siquiera puede volver. Yo ya no tengo nada más que hacer, ¿no, Gerald? Sois él, tú, y quizás alguna persona más que sea lo suficientemente buena como para que le permitas entrar en tu vida. Yo ya me siento bastante satisfecha con lo que he conseguido. Creo que he llegado más lejos que muchos otros. Pero esto no me corresponde a mí.

Evidentemente estaba en la enfermería. ¿Dónde iba a estar ese loco sino? Entre las piernas de alguna, pero dudaba que Frikka viniera a avisarme por ello. Con el ceño fruncido, asentí lentamente. Otro ataque, probablemente. Luego no quería hablar, claro. Pero como siguiera así, se le iría de las manos. Si es que no se le había ido ya.

Ignoré completamente, el reproche de la chica, y de hecho ya iba a irme cuando volvió a hablar. La miré un momento más, largamente. No era una chica con suerte. Había ido a juntarse con las peores compañías que había podido encontrar. Y, por algún motivo, ni siquiera se me ocurría echarle la culpa al respecto. Y no porque creyera que Gerald le iba a detrás; debía de ser de las pocas.

Suspiré con cansancio. No iba a entrar en quebraderos amorosos de una adolescente, pero Gerald tampoco tenía mucho tacto, eso era un hecho. Posé una mano sobre su cabeza, mirándola un momento, serio.

-Claro -acepté en un gruñido, conforme-. Pero no va a morirse.

Y, dicho esto, eché a andar a la enfermería.

*Se va*

Cierzo, un hombre de pocas palabras... Vaya dos, eh. Cualquiera diría que solo vinieron a Brontë para conocerse.
Aguardo rígida una respuesta que, como no podía ser de otra forma, no llega. Son cosas suyas, y yo ya he hecho mi trabajo como mensajera. Puedo descansar tranquila. No tengo excusa para no dormir bien esta noche, ya.

Estoy algo pesimista hoy, eh... Joder, Frikka.

No aparto la vista del suelo, huraña, cuando apoya su mano en mi cabeza. Me siento un poco niña, no me consuela.Es más como un "venga, descansa, tranquila". Y creo que no debería hacerlo. Si fuese una cría estaría llorando en mi cama, o atosigando al imbécil de Gerald, o alejándome de él por psicópata, que también sería una buena idea, visto lo visto.
Es que lo vuelvo a pensar y menudo enfermo es...

Sin embargo sus palabras finales sí me hacen alzar la mirada. Apenas tengo un segundo para verlo, y luego se marcha, cuando ni he asimilado el mensaje. Los ojos se me humedecen un instante, y puedo sentir cómo la garganta se me contrae un poco, pero logro contenerlo y al final lo evito.

Me doy la vuelta y camino en dirección contraria, resuelta, aunque abatida y cansada por dentro. Pero podría decir que ahora comprendo un poco más la relación entre estos dos.

*se va*