Escaleras

Se acercó, y de nuevo no pude evitar fijar la vista en su ausencia de pelo. Si le daba, le daría el del ángel. El del chiquillo era para mí.

Me arrastré un escalón hacia atrás, alejándome como un animalillo cuando me tendió la mano. La miré con algo de miedo. Por algún motivo, me sentía un tanto insegura.

Abrí la boca para decir algo, pero la volví a cerrar. Tenía un extraño nudo en la garganta.

Cerré los ojos, suspiré, carraspeé y me di un fuerte bofetón en la mejilla. Dolorida, hice muecas para recolocar la mandíbula. Luego miré a la chica y volví a suspirar, tratando de centrarme.

-Soy Ayne -dije, con voz de autómata-. No quiero la cama. No pasa nada. Se irá.

Me quedé quieta, expectante.

Vio muy asustada su reacción. No podía dejarla ahí.- Oye... Es también mi deber cuidar de la gente de este palacio. Aunque sea un poquito.- Dijo acercando despacio su mano a la chica y utilizando un hechizo sanador con ella. No tenía ni idea de lo que le pasaba. Pero... ¿Qué perdía probando?
-¿Quieres venir a dormir conmigo?- Digo tendiéndole ambas manos. -Comparto habitación con otra chica, pero ambas camas son grandes... Si te sientes sola... esto... no me importa ayudar a que te sientas mejor. Mañana por la mañana podrás irte si quieres.- Dijo sonriente.- No me gusta... ver a la gente triste.- Acabó.

Sentí una extraña corriente de energía que me recorría por dentro, haciéndome cosquillas. Era agradable, aunque no sabía muy bien qué era. Al cabo de un rato, paró.

La miraba fijamente, haciendo enormes esfuerzos por atender a lo que decía. Al final, acabé por inspirar hondamente y, apoyándome en un escalón, me levanté con gran esfuerzo.

Tomé su mano entre las mías y me concentré en formar una sonrisa tan grande como pude.

-Eres muy buena -le dije, seria, mirándola a los ojos, al tiempo que le acariciaba el dorso de la mano-. Muy buena y muy bien. Pero yo no estoy triste.

Me llevé una mano a la cara, como tratando de comprobar si la sonrisa seguía ahí. Los párpados me pesaban, y en general tenía una enorme sensación de cansancio, pero era capaz de sonreír. Eso era bien.

Volví a acariciar el dorso de la mano de la chica.

-Eres muy buena -repetí-. Y tienes que dormir para seguir siendo muy buena mañana.

Y, soltándola, volví a sentarme en el escalón, tratando de recobrar mi anterior postura. Era cómoda.

FdR.: Lo siento por Felhlo X___D Es jadorable y la ha ido a pillar en el momento más crítico XDU

-Felhlo, nena, ¿qué haces aquí? - Dijo Tuli, bajando por las escaleras de vuelta del Observatorio.
-Es que... me desperté y no estabas y... jolín... me preocupé.- Dijo cogiéndose firmemente de la mano de la Cuarta.- Esta chica está muy rara y... he intentado por todos los medios hacerle sentir mejor pero...

Tuli le puso un dedo en la boca.- Vamos a ver: Son las tres de la madrugada. Te acabas de encontrar a una tía muy rara tirada en unas escaleras que tiene una pinta muy chunga, ¿me sigues?- dijo agarrándola por los hombros.- Déjala. Seguro que está drogada o algo.- Rió, resuelta.- La gente hace eso para pasar el rato. Bah, venga, vámonos a dormir, bolita.-Dijo frotándole con amor la cocorota.

Antes de que desparecieran las dos, Felhlo le dedicó un último vistazo de suma preocupación a la parvus. Pobrecita... seguro que le había pasado algo malo... Si por ella fuera, se habría quedado toda la noche a su lado.

*se van*

Tras la extraña reunión, aparentemente azarosa, del observatorio, Zacharyas había decidido ir a comer. No porque aquello hubiese sido lo que había dicho, ni tampoco porque tuviese demasiada hambre, pero consideró que sería adecuado para su salud, de modo que lo hizo. Posteriormente, dedicó un buen rato a vagar por los pasillos. Hacía mejor tiempo que unas horas atrás, por lo que no descartó el salir al exterior, pero se detuvo al llegar a una de las escaleras, encontrando en ella a Stalon. Tenía, pensó el mago, un aspecto bastante abatido.

-St... Ayne -llamó calmo, aproximándose a la muchacha, acurrucada de forma extraña en aquel escalón-. Buenas noches -murmuró, dubitativo, tras plantarse frente a ella.

El herrero flexionó las rodillas, colocándose un escalón por debajo de la parvus, para estar más o menos a su altura y poder mirarla. Parecía, pensó, algo pálida incluso.

FdR- El antisocial quiere intentarlo u.u Que se vaya a dormir con Telma de nuevo si está malita

Tras oír unas voces, todo volvió a quedar tranquilo. Acurrucada y con los ojos cerrados, al fin sola, me dispuse a relajarme. Sin embargo, alguien más apareció. Abrí un ojo una rendija primero, y luego, lentamente, fui abriendo más los ojos, hasta mirarlo.

-Chiquillo -murmuré, con voz débil.

De nuevo, suspiré. Apoyándome en la pared, me incorporé un poco. Esbocé un cansado amago de sonrisa.

Zacharyas la observó, preocupándose con su respuesta. Siempre había visto a la muchacha con mucha energía, por lo que nunca se había planteado que pudiera enfermar. Sin embargo, pronto se percató de que aquello era perfectamente normal. Además, el tiempo había variado en los últimos días, y con la afición de la parvus a ignorar cualquier cosa que se interpusiese en su camino, el caeruleus no descartaba que hubiese estado jugando bajo la lluvia sin preocuparse por nada.

Una de las pálidas manos de Zacharyas se posó sobre la frente de la joven, que tenía un blanco que poco envidiaría al de la piel del mago. Esperaba encontrarla caliente, pero no lo hizo. Incluso hubiese jurado que estaba algo fría, aunque no sabía si era efecto de su mano o la realidad.

-¿Tienes frío? -preguntó, mirándola preocupado, aunque había un resto de curiosidad en su pregunta. Zacharyas peinó unos mechones del flequillo de la parvus con cuidado-. ¿Qué ha pasado...?

Carraspeó. Se le daba mal aquello.

Negué con la cabeza a su pregunta, algo extrañada por la misma. Lo observé mientras colocaba una mano en mi frente, con auténtica curiosidad. A su segunda pregunta, me encogí de hombros.

-Nada -murmuré, mirándolo.

Llevé yo también una mano a mi propia frente, intentando encontrar lo que fuera que él buscaba en ella. Acabé por bajar la mano sin encontrar la respuesta. Me froté un ojo, me recosté contra el escalón y lo miré, con la cabeza ladeada, medio caída hacia un lado.

Zacharyas, sin hacer caso a la respuesta de la parvus, repasó una de las ojeras de Stalon, más oscuras y pronunciadas que de costumbre, con un dedo, acariciándola. No pudo evitar esbozar una sonrisa irónica, encontrando a aquello, a su manera, un comentario humorístico.

-Te empiezas a parecer a mí...-. Zacharyas suspiró, recobrando una seria expresión de interés-. ¿Estás cansada? ¿Dónde te duele?

La última pregunta fue formulada con cierto morbo por el caeruleus, que, preocupado, seguía encontrando en todo aquello un atractivo. El cuerpo de la joven era atacado desde dentro por virus, una infección... ¿Cómo saberlo? Y aquel dolor interno era muy distinto al del corte de una espada. Si en aquel preciso instante Zacharyas tomase su espadín para traspasarla, Stalon podría sentir, al mismo tiempo, dos dolores diferentes. Aquello, en cierto modo, hacía sentir envidia al mago.

Resoplé, divertida. Tomé una de sus manos cuando repasaba mis ojeras, y coloqué la palma contra mi mejilla, apoyándome contra ella y cerrando los ojos. Cada vez me costaba más mantenerlos abiertos.

Fruncí el ceño a su pregunta, sin entender. Volví a abrir los ojos y lo miré.

-No duele -negué con seguridad-. Sólo dormir.

Y, de nuevo, cerré los ojos.

Quizás, pensó Zacharyas, solo estuviese agotada. Estaba pálida, aparentemente cansada y ojerosa, pero todo aquello se correspondía con agotamiento, de modo que era perfectamente factible que fuese aquello.

Zacharyas suspiró. Aquello, de algún modo, lo dejaba más tranquilo. Si era aquello y dormía, debería ser suficiente. Había oído casos de gente con defensas bajas, o algo así le habían dicho, que se asemejaba a aquello, pero supuso que, fuera lo que fuera, lo mejor sería dejar que la pequeña parvus descansase, por lo cual el caeruleus abandonó su posición acuclillada y, pesadamente, se sentó junto a ella, silencioso, clavando los ojos en el frente.
Dócil, el mago rodeó un instante a la guerrera con el brazo y la atrajo hacia sí, invitándola a recostarse contra él. A la larga, el contacto físico se le iba haciendo más agradable, aunque fuese solo algo como aquello.

Por desgracia para él, no tenía sueño. Pero no le importaba demasiado. No tenía mucho más que hacer, y el médico le había pedido que reposase un par de días más su costilla antes de presentar batalla de nuevo.

Dejó su posición frente a mí para sentarse a mi lado. Con un leve gesto, me incitó a que me recostase, y yo, poco dispuesta a ofrecer resistencia, me limité a dejarme caer.

Echada sobre él, avancé un brazo, como queriendo rodearlo, aunque el gesto era demasiado débil como para llegar a nada. Suspiré una vez más y, sin mayor esfuerzo, dejé caer los párpados.

Dormir.

Zacharyas la contempló con serenidad. No se movió demasiado, tratando de no resultar incómodo para la parvus, que parecía haber encontrado una postura adecuada. Casi con timidez, su mano izquierda acarició de nuevo el flequillo de la guerrera para, tras una leve duda, terminar hundiéndose suavemente en el cabello de Stalon, peinándolo con inseguridad, acariciando su cuero cabelludo con las yemas de los dedos. Le agradaba la sensación de frescor que daba tocar ciertas zonas del cabello, y también la textura sedosa. Sería tan fácil aferrar unos cuantos mechones y arrancárselos, haciéndola gritar de dolor sin habérselo esperado siquiera...
Y sin embargo...

Zacharyas miraba a ratos las escaleras, las líneas que delimitaban cada una de las piedras que erigían los muros del palacio, una ventana que se adivinaba a lo lejos... En otras ocasiones contemplaba el rostro de Stalon, o sus pequeñas manos, o su frágil garganta, sus ojos cerrados, su pequeña nariz, sus labios...

Cierto cosquilleo acudió al estómago del caeruleus, que con torpeza depositó un beso sobre el cabello de Stalon, allí donde acariciaba en aquel momento. Luego continuó, con movimientos lentos y suaves.

La noche iba a ser larga, pero se encontraba extrañamente a gusto.

*Ayne se duerme, Zacharyas se queda despierto XD*

Abrí los ojos despacio, revolviéndome apenas en el sitio. Hasta que no me hube despertado del todo, no me di cuenta de que tenía todo el cuerpo tenso. Tragué saliva y sentí que me recorría un escalofrío.

Me incorporé y miré a Zacharyas, que dormía apoyado contra la pared. Probablemente había pasado allí toda la noche. Sonreí, alzando una mano para apartarle el pelo de la cara. Escabulléndome por un lado, subí un escalón para tener su cabeza a buena altura, y lo abracé por el cuello.

Apoyada en su hombro, me quedé allí un momento, como en trance.

Zacharyas entreabrió los ojos, despertado por el movimiento de la parvus. La luz lo deslumbró, haciendo que se llevase una de sus huesudas manos a los ojos para cubrírselos, desagradado por ella. Tuvo que esforzarse, entonces, por contener un gran bostezo. Tardó un buen rato en ubicar el lugar en el que se encontraba, las escaleras, y en recordar los acontecimientos de la noche anterior.
El caeruleus se desperezó, adormilado, y volvió su rostro pálido hacia su acompañante, esbozando una sonrisa amodorrada.

-¿Te encuentras mejor? -preguntó con voz tomada.

Zacharyas carraspeó. Aquellas no eran horas de levantarse para él. Sentía la cabeza pesada y los ojos le escocían. Nada que no pudiera aguantar, de todos modos.

Zacharyas acabó por despertarse al notar mis movimientos. Cuando me miró, le sonreí y le di un beso en la mejilla.

-Sí.

Con un dedo, le repasé la nariz y las ojeras, especialmente oscuras. Froté mi mejilla contra la suya y sentí la aspereza de la barba incipiente.

Soltándolo, bajé un par de escalones buscando su mano, y repasé los dedos uno a uno, apretando las yemas, como tenía costumbre de hacer. Alcé la vista para mirarlo.

-Hay que irse. Hay que moverse -. Y tiré de su brazo.

Cuando al fin se hubo puesto en pie, lo guié escaleras abajo y por los pasillos, sin saber muy bien adónde iba.

*Se van*

Veo a la joven chrysos morena bajando las escaleras y una sonrisa asoma a mis labios. No me puedo creer que la pequeña mosca haya caído en mis redes sin que yo haya tenido ni que tejerlas. Todo marcha tan bien a veces... Pareciese que el mundo girase solo para complacerme.

-Alehyss Lester... -canturreo, encantada, comenzando sinuosa a descender las escaleras para ponerme "casi" a su altura-. Qué placer encontrarte aquí, querida... Justo estaba pensando en ti.

Con gesto seductor, recoloco la boa de plumas que llevo al cuello y la observo con condescendencia, casi como si se tratase de una niña que acaba de cometer un error y a la que pretendo consolar. ¿Qué más es, al fin y al cabo? Mi propiedad... Mi pequeña.

Ni siquiera había percibido su presencia, pero al escucharla me detengo en el escalón en el que me encuentro, sin llegar a volverme. La escucho bajar, el sonido de cada uno de sus tacones suena en las escaleras, y al llegar junto a mí puedo percibir el aroma dulzón de su perfume, que siempre persiste incluso cuando ya se ha marchado.
Al instante de notar el olor, la marca de mi costado también me escuece.

-Buenas noches -murmuro, volviéndome hacia ella, seca, pero respetuosa-. ¿Ha sucedido algo?

Me buscaba, y no puedo ocultar por completo el brillo de interés en mi voz. Si me buscaba para lo que yo la busco, entonces...

Una risa jocosa abandona discretamente mis labios. Me gusta esa manera suya de intentar controlar la situación. Me resulta de lo más encantadora. Al fin y al cabo, está indefensa. No existe peligro alguno por mi parte, y ella lo sabe, pero aún así se atreve a...
Es de lo más encantadora, sin duda.

-Tesoro... -susurro, acariciando su hombro con las uñas de los dedos, rebasándola e invitándola a seguirme escaleras abajo con un gesto de cabeza-. Creo que tengo que darte más datos sobre nuestra misión. El ataque será pronto. Me alegra ver que te has preparado por tu cuenta -añado, burlona, haciendo alusión al claritas.

No me importa siempre y cuando no sepa nada importante para mí, y eso ni siquiera la pequeña Lester podrá contárselo. Nada de lo que haga escapa a mi control. Solo existen cosas que me interesan y cosas que ignoro.

-Por cierto... Creo que vas a tener que hacerte un pequeño cambio de apariencia para nuestro trabajo.

Le explicaré todo lo demás lejos de estas escaleras. Lo que yo considere oportuno, por supuesto.

*se van*

Avanzaba por las escaleras en busca de cualquier clase de enemigo. Hasta hacía unos minutos, estaba felizmente durmiendo, pero los gritos me despertaron e hicieron que me levantase, con prisa y cargada con la espada. Por eso mismo, bajaba las escaleras, buscando figuras extrañas, en pijama y descalza. A la hora de un asalto, el vestuario no era tan importante, aunque se me estaban congelando los pies con cada paso que daba.

Fruncí el ceño. Preparada para atacar, primero con la magia luego, si fuese necesario, con la espada, descendía las escaleras.

*se queda buscando*

De las rendijas de las escaleras, un par de manos salieron e hicieron caer a la chica.- Mithos quiere que mueras.

Otro chico salió de la nada y pisó su cabeza. - Eres una chica gorda.- Dijo con voz pegajosa mientras se arrancaba un ojo y lo lanzaba por la ventana para crear más clones en el exterior.

El jaleo de todo el palacio lo había puesto alerta. Pronto se encontró con que, por algún motivo, los habían invadido. Otra vez. Y, en este caso, habían conseguido entrar en el palacio. Avanzaba por los pasillos, y bajando las escaleras me encontré con una caeruleus en situación no muy agradable.

Sin pensarlo mucho, lancé un aethes contra los dos seres verdosos que acosaban a la chica, con intención de empujarlos escaleras abajo, alejándolos de la chica que estaba en el suelo. Después, lancé un ntendbit contra uno de ellos.

A pesar de que había avanzado alerta a cualquier tipo de movimiento, terminé en el suelo, no sabía muy bien cómo. Nada más tocar el suelo, dos seres aparecieron: uno de las escaleras, que, deduje, debía tener algo que ver con mi caída; otro, que me aplastaba la cabeza, de no sabía dónde.

Apreté la mandíbula, notando la presión del pie del bicho en mi cabeza. Todavía desde el suelo, intenté atacar a uno de los bichos, al que no estaba encima mía, conjurando un Âckham. Desde mi posición, no sabía si podía darle o no, pero lo que sí pude fue ver cómo una de las ventanas se rompía.

Me pareció oír que alguien se acercaba, pero no pude ver quién era.

El conjunto mágico de ambos hizo volar por la ventana a ambos jóvenes que, entre risas, se volvieron esporas y desaparecieron.

Sin embargo otro algo más grande apareció entre ellos cargando una antorcha y lanzándola contra los chicos. -Arderéis.




FDR: buscad, matad! XD

Pude sentir el fuego cerca, y esbocé una sonrisa. El calor era agradable, y estaba acostumbrado a él. Pese a todo, sabía que no debía dejarme llevar por esa idea; demasiado calor sería excesivo, y había tenido tiempo de experimentarlo en mi propia piel un buen montón de veces.

Conjuré un ntendbit que lancé directo a la antorcha, con el fin de arrebatársela de las manos, y otro contra el propio chico verde, con intención de lanzarlo, como a los otros, escaleras abajo.