Escaleras

Alzo las cejas y asiento. Como si la fuese a llamar Reneld, sí bueno. Pero que no se diga, al menos, que no lo intenta. No voy a ser yo la borde aquí. Ya lo estoy siendo, pero no voy a serlo.

-Oh, claro. Yo soy Frikka-. Noto esa sonrisa tirante en la cara. Es como que no quiero sonreír, pero realmente no puedo dejar de sonreír-. Aunque impersonal... Ya he dicho que es el orgullo de mi familia.

Me encojo de hombros y dedico un breve vistazo a Thor, que se me ha vuelto a acercar. Eso es. Ten en cuenta quién te da de comer.

-Oh, ya sabes. Unos están a unas cosas, otros a otras...-. Me encojo de hombros-. No siempre es fácil hacer amigos. La gente está tan ocupada...-. Refuerzo la sonrisa. Más. Manda cojones-. Pero a alguien conocerás, ¿no?-. Alzo las cejas entonces, como con culpabilidad-. ¡Oh! ¿Vest? Perdona, no sé cómo he podido confundirme-. Vest de vestida, no te jode. Te queda Des. Asiento-. Sí, bastante veterana. No lo parece, pero te sorprendería lo que he viso... Van ya tantas calamidades...-. Hago un gesto hacia ella con el mentón-. ¿Y luchas bien con esas dos ahí puestas? Tan grandes... Te tiene que doler la espalda a la fuerza, eh. La verdad es que la hay con más suerte que otras... Espero que no te cause problemas.

Tenía que haberle dado un nombre falso, ahora que lo pienso. Pero ni al oírlo cae. He de suponer que, entonces, Gerald no le ha hablado de mí, claro. Ni siquiera soy una colega de la que hablar. Ni siquiera "Fifi", su secuaz. Ya.. Ya veo.

-Claro, llámame como quieras -, Des-. Mejor Frikka que insultar a mi madre, por supuesto-, Des-. Si no te molesta, también usaré tu nombre -, Des.

Y tras ese intercambio de palabras empieza a soltar una retahíla de nombres que... Bueno, no. Solo habla de dos personas. Y no puedo evitar alzar un poco las cejas y sentir, además, un cierto alivio. Porque... ¿No se lleva bien con Cierzo? Quizás él no ha caído a sus pies como un baboso. Y de pronto es como sentir que me he encoñado del tío equivocado.
Bueno, en eso ya había quedado hace tiempo. Ahora ya se trata de otra cosa. Sea como sea...

-Cierzo, sí. Un buen guerrero -comento, sin más-. Y el otro ni idea. No lo conozco -añado, pensando aún en el consuelo de Cierzo.

Ella parece insistir en ser simpática. ¿Intenta hacerme pensar que realmente lo es? ¿Que mi desprecio es algo que está dentro de mí? ¿Un mal sentimiento sin justificación que blablabla? No, no. No te daré aprecio hasta que no te lo ganes, Des.

-¿Quieres conocer historias siniestras? Mira que quizás termines deseando estar en cualquier parte, menos aquí -me apresuro a decirle, sin perder la sonrisa.

Bueno, en lo relativo a su cuerpo, por otra parte, parece muy segura. Maldita Pest. ¿Me estás restregando que lo de las ubres esas es por flamma? Se supone que sois todas unas lagartas, ¿no? Y otra cosa será Thor, pero no mamífero. Aunque esta debe de haber mamado bien.

-Sí, suerte... -comento, con una sonrisa algo tirante, entre dientes-. Espero que no se te acaben cayendo. Es que había una chica en el sitio de donde vengo que las tenía tan grandes que terminó llena de estrías, ¿sabes? Con ropa muy bien, pero luego... -. Niego un par de veces- la imagen no era la misma.

FdR: Pausa. Los mithenses y los niños nos vamos a la cama.

Claro que Frikka está bien. Es mi nombre, a fin de cuentas. De todos modos, no sé por qué ella puede decidir qué está bien y qué no. Ella es la nueva, y yo la veterana, ¿no? Me llamará como me plazca. Y yo lo mismo para ella. La llamo Vest si quiero, y si no quiero... Pues no, hostia.

Y entonces, tras una cháchara inservible, osa, por si fuera poco, dar un nombre conocido por ambas. Bueno, Cierzo también lo es.
Como sea.

-Oh, Gerald... -menciono, con tono despistado-. Me quiere sonar, sí. Uno un poco violento, ¿no? No sabía que te fueran esas compañías-. Si os lleváis bastante bien es porque en tus tetas podría montarme una tienda-. Supongo que a las mujeres suelen gustarle los chicos peligrosos. Aunque luego las cosas acaben mal y te quede ese sabor amargo en los labios, eh-. Quizás te estás metiendo demasiado en el papel. Arréglalo-. Imagino, claro. Y estoy divagando un poco, también.

Vaya con la prepotente esta. Debe de creerse que ha venido aquí a salvarnos a todos, eh. ¡Gracias! ¡Gracias, Des, por venir! Has salvado a todos los guerreros, curado todas las enfermedades de Brontë, hecho la comida mas nutritiva y deliciosa y dado clases a Frikka sobre cómo ser una verdadera dama. Esa forma de echarse el pelo sobre el hombro, ensayada durante años, no la alcanza cualquiera.

-No es cuestión de asustar, claro. Esas historias en las que, por desgracia, ha muerto gente, son una tragedia para los veteranos-. Veteranos como yo-. No son acontecimientos agradables para nadie-, Des.

Ah, y de modo que las tetas de su familia son ancestrales. Para tener ese par con un gen no llega. Estoy segura de que su obeso padre podría hacer una paja con cada una. Yo no tengo problemas como los de no caber de lado por un lugar estrecho. Parece una tontería, pero en una emergencia...

-Pues qué suerte. Deben de ser un reclamo de chicos, eh... ¿No llegas a sentirte sucia con todas esas miradas puestas sobre ti? Como que no ven más allá de eso.

Thor, ajeno a todo, juega entre mis pies.

Es algo frívola, ¿no? Le digo cosas y responde con toda la tranquilidad del mundo, como si le diera igual. ¿Todo eso está muy bien? Ya lo veo, ya. Será que ahora yo imagino cosas, no te jode. Sí bueno. Y un cojón de mecña

La miro algo más tensa cuando dice eso de la gente que se muere fuera de Brontë. No puedo evitar darme cuenta de que he apretado las manos, y me obligo a aflojarlas, aunque parece que la rigidez se ha extendido un poco al resto del cuerpo.

-No hablo de miedo, sino de respeto -murmuro, bajando un poco el tono y llevando los ojos a la ventana que tengo al lado.

Es algo simple. Simple de más, para mi gusto. Seguro que es de las que tienen callos en las rodillas y no pueden ni estirarlas, o de las que saben qué ha comido un hombre por el sabor de su semen por la experiencia, o de las de...
Vaya agobio. Es de esa clase de chicas que nunca me han gustado. Las guapitas a las que los chicos les iban detrás desde siempre, y en las que pensaban al hacerse sus primeras pajas mientras tú eras un amigo más.
Que no es que quisiera yo que...
¡Joder!

-Ventaja, eh-. Esbozo una sonrisa. Para follártelos a todos, ¿no? Has asumido el papel que la naturaleza te dio. Me alegro mucho por ti. No, realmente-. Es una forma de verlo.

La miro de nuevo, esta vez de reojo, con cara de estar masticando ortigas. ¿Dejarse asustar? ¿Puede dejar de repetir eso? Si lo dice una vez más me va a explotar el hígado, coño. ¿Cómo tengo que decirle que no se trata de asustar?

No tardo en recuperar la compostura, aunque no me sale, ni de lejos, el entusiasmo de antes. Ni que me importase. Ahora que he ahondado un poco en ella no veo necesario andarse tampoco con demasiados teatros. Maleducada no voy a ser, pero no espero que me tome por su mejor amiga.
Si cree que sabe, que lo crea. Ya se encontrará con situaciones que la hagan darse cuenta de que no sabía nada. Y eso si no muere antes, aplastada por un gólem.

Parece que hable sola. No entiende nada. Ha debido de tener una vida muy feliz, rodeada de atenciones. Pues bien por ella.

-Bueno, pues que te vaya bien tu juego -le deseo, con una sonrisa poco amable-. Thor y yo vamos a entrenar un poco-. Que es lo que hay que hacer aquí, Des-. El trabajo no termina nunca.

Me acomodo de nuevo la katana al hombro. Que se vea que la que vale para la lucha, vale.

Camina con un cigarro apagado en los labios, dirigiéndose hacia el exterior. Hay caos por los pasillos, y en la parte baja de las escaleras que desciende se reúnen varios miembros del servicio que hablan de forma agitada. Le dirigen una mirada algo agobiada cuando pasa a su lado, con Rina pisándole los talones, como si esperasen que él les diese algún tipo de solución a un problema que Johan desconoce, pero el piscis solo los saluda y pasa de largo.

No es hasta algo después que, de cruzarse con las personas que se mueven inquietas por todas partes, Johan se va dando cuenta poco a poco de que lo que ha pasado... parece grave.
Primero el cigarro, piensa. Ya luego verá qué pasa.

*se va*

Estoy preocupada.

Que me llamen lo que quieran. Al final seré yo la dramática histérica y no sé qué más. Y no digo que no me lo merezca a veces. Pero ya ha pasado más de una semana desde que Gerry despertó, y no he tenido más noticias de él de parte de Cierzo que del servicio. Yo sé que está mal, desconsolado y todo eso. Puedo entender que no es su mejor momento. Puedo llegar a comprender que molesto, que quiere estar solo, y que no es momento para pasearse por la enfermería, ante su cama; esto no es un juego, ni nada parecido.

Pero ya está bien. Creo que ha sido suficiente. Creo que llega un momento en el que cualquiera se harta y dice “a la mierda las cortesías, yo quiero ir a verlo”. Y no sin razón. No estoy hablando de darle conversación, de agobiarlo hasta que se maree o hacer algún chiste imbécil para intentar arrancar una sonrisa a la cara de muerto que debe de tener. Consiste en verlo, en decirle “ey, hola, todavía existo, ¿sabes?”.

Quizás no quiera verme. Quizás haya redactado una solicitud de “no visitas de Frikka”. No lo niego yo. Pero lo que me parece a mí es que nadie me ha dado la oportunidad de hacer nada. Nunca. Nunca puedo hacer nada. Nada más que estar en segundo plano, o en tercero, rumiando y dándole vueltas a las cosas. Y estoy hasta los cojones de eso. Si al final estoy igual de preocupada que Cierzo. ¡O más! Porque, por lo que sé, él no lleva más de una semana dando vueltas, esperando a que alguien tenga a bien dejarle entrar.
Y todo por puto respeto.

Bufo, malhumorada. Podría tener la solución a algo, alguna vez. Y entonces resultaría útil. Pero nunca resultaré útil aislada hasta que las cosas se arreglen. Cierzo lo hará todo, y cuando Gerald esté bien entonces iré yo a dar palmitas y a alegrarme de que las cosas hayan mejorado.

Odio esa sensación de veto. Es como que tu entorno se dedica a recordarte que no formas parte de algo. “Los sentimos, Frikka, pero no cumples los requisitos. Habrías necesitado una polla, pero ahora ya no te sirve: tres son multitud.”

Pero no están las cosas como para que me queje. Así que me descargo así, dando un par de vueltas, refunfuñando, mientras Thor cacarea a mis espaldas, contento, como si estuviésemos jugando.

Y cuando me llamen iré y haré mi papel. Y punto. No es que sea una tragedia, tampoco.

*fin de escena*

Delante de las escaleras había unos enormes ventanales, y las gotas resbalaban por ellos, una tras otra. Ayne las observaba con dedicación. Le gustaba observarlas, y a veces pensaba que hacían carreras, y cuál ganaría, e incluso las animaba.

Y no estaba sola. Tenía a una bolita pálida y sonrosada, a la que cada vez le crecían rizos más desordenados, abrazada, sentada con la espalda apoyada contra ella. Y le enseñaba las gotas que caían, y le contaba lo que hacían, y les ponía nombres para ella. Y la niña, hipnotizada, escuchaba en silencio y señalaba, seria y atenta. Porque se había despertado temprano, y no había tanta luz como otras veces, y quería caso.

Y Ayne estaba encantada.

*Se quedan siendo puchis*

Aunque tenga unas ojeras suaves, consigo esbozar una sonrisa cuando me aparezco a su espalda. Se trata de Ayne Stalon, una de las pocas guerreras de mi raza, que regresó hace poco de su viaje. Y en una situación "especial", podría decirse.
Intento usar un tono que no sobresalte a ninguna. Las cosas han sido caóticas últimamente, pero, aunque siempre he defendido que el palacio no es un lugar para niños o viejos, no tengo nada en contra de ninguno de esos colectivos. Simplemente no son los más aptos para luchar.

-Buenas tarrdes -la saludo, con tono cordial, pero lejos de mi habitual risa de antaño-. Tenía ganas de conocerr a la pequeña -añado, ensanchando un poco la sonrisa pesada-. ¿Cómo se llamaba?

Es la primera hija de Brontë, de dos razas, de guerreros. No es que quiera que esto se convierta en la casa de familias felices, porque alguien tiene que luchar, pero resulta emblemático, de alguna forma.

Las dos se volvieron a la vez, Ayne con una sonrisa y Julia más tímida, pegada a su madre. Ayne la cogió en brazos para subirla a sus rodillas y que pudiera ver mejor al líder que acababa de llegar. Ella ya lo conocía, pero Julia no, y le convenía mezclarse con gente importante. Ayne sabía que aquella era la gente que más protegía todo aquello.

-Hola -saludó, contenta-. Ella tiene que conocer a todos. Es Julia. Él es Nagorr, y es importante. Saluda, Ju.

Le cogió la mano a la niña para que lo hiciera, y luego la abrazó con fuerza y le dio un beso en la cabeza. La niña aprovechó para pegársele más, vergonzosa.

-Tiene que aprender mucho aquí. Y nosotros tenemos que volver a trabajar. Así querrá hacerlo ella -explicó, orgullosa.

Aunque estoy cansado, encontrarme con los ojos oscuros de la pequeña me hace esbozar una sonrisa. Es algo mayor que la de Aren, aunque no se parezcan en nada. A la suya he podido verla un vez, un instante, pero con todo lo que está pasando no he tenido más tiempo para esos asuntos. La niña no sale de Caligo, y ni él ni yo tenemos tiempo para nuestras charlas como antes. Espero poder hacerlo pronto, aunque ahora parezca imposible.

-Hola, Julia -la saludo, ensanchando una sonrisa tras la barba, mas desordenada últimamente-. Te doy la bienvenida oficial a Brrontë, aunque con el tiempo que llevas aquí parrece que sea algo tarrde -añado, más enérgico.

Luego me ciño a los asuntos más serios, dejando hablar a Stalon. Es una muchacha extraña, pero no ha fallado nunca a Brontë. Me gusta que sus palabras recalquen eso. Ella y Blacksmith estuvieron mucho fuera de Palacio, pero trabajaron pese a todo.

-¿Cómo harréis parra trrabajar con ella? -le pregunto, más serio. No me gusta perder guerreros, pero-. Sabrréis que han estado pasando cosas. Quizás encontrréis Brrontë "peligrroso" y os asuste tenerrla aquí.

Es una responsabilidad más, y no querría llevar el peso de la muerte de un bebe a cuestas.

A Ayne le gustaba ver cómo prestaban atención a la pequeña. Julia, por su parte, parecía menos convencida, y acabó por enterrar la cara contra el pecho de su madre, agarrándose con las manitas a su ropa. Ayne, con caricias y pequeños empujoncitos, la animaba a no hacer aquello.

-Todavía está explorando -explicó Ayne-. Como es tan pequeña...

Ayne asintió y se encogió de hombros, despreocupada.

-Yo ya he pedido salir a trabajar, pero estoy esperando a que me digan -explicó-. Y el chiquillo hará igual pronto, seguro seguro. Julia se puede quedar con uno, o con otro. Y Maddie dijo que se quería quedar con ella alguna vez. Si nos vamos los dos, estará bien aquí. Tiene que aprender. Todos los sitios pueden ser peligrosos, pero en Brontë puede aprender a ser peligrosa ella. Hay menos gente que ataca lo que es peligroso, y no les suele ir bien.

La niña la miró, y cuando Ayne respondió con una mueca, soltó una risita.

Los niños eran algo que siempre me ha resultado lejano. Incluso Send... Nagore. Incluso ella pasó poco tiempo conmigo. Siempre he estado ocupado, si me paro a pensar. Y nunca he sido muy dado a eso de formar familia. No creo que sea algo para lo que esté hecho.
De todos modos, sonrío a la niña. Medio parvus, medio caeruleus; parece una representación de mi amistad con Aren, aunque no tiene absolutamente nada de nosotros. Aún así, le debemos el mundo que protegemos.

-Cuando pueda aprrenderr cosas más difíciles llámame -le digo, con una sonrisa ancha. Me alivia un poco oír el razonamiento de Stalon. A veces me preocupa que todos los guerreros salgan despavoridos de pronto, dejando el proyecto a medias. No es el primero que se vuelve, pero también llegan otros. No lo estaremos haciendo tan mal, me digo a veces-. Perro aún es algo pequeña parra eso, eh. Porr supuesto, Brrontë está a vuestrro serrvicio, y al suyo, mientrras perrmanezcáis aquí. Si necesitáis algo especial, o ella misma lo necesita, pedidlo y harremos lo que podamos. No dejarremos a la prróxima generración de guerrrerros tirrada, eh -añado, poniendo también una pequeña cara a la niña.

Será una niña con un potencial enorme, supongo.

Ayne se sentía satisfecha al ver que el líder tenía tanto interés. Quizás Aren también quisiese verla, entonces. Seguro que le gustaba. ¿Podía no gustarle? Si era preciosa.

-Avisaré, avisaré -prometió-. Vamos a poder ver bien cómo crece. Va a ser muy fuerte de mayor. Tenía prisa por venir, así que a lo mejor se hace muy rápida. Y seguro que tiene una magia fuerte, como papá. Va a aprender mucho aquí, ¿verdad? Y un día luchará con todos.

Lo decía al aire, a todos y a nadie. Julia miraba fijamente la cara barbuda del parvus, y acabó por sonreír, a la vez que volvía a ocultar la cara contra su madre. Pero, intentando que nadie se diera cuenta, asomaba un ojo por entre la ropa para vigilarlo.

Miro al bebé un rato más, pensativo, con un rastro de sonrisa en los labios. Quizás luche con todos, aunque cuando tenga la edad para luchar muchos se habrán retirado, quizás alguno haya muerto, pero habrán llegado nuevas caras, también. O así ha sido siempre.

Acerca una mano a la cabeza de la niña, a su pelo oscuro y crespo, para acariciarla. Ella está ahí por Brontë. Las cosas no han ido bien siempre, pero han ayudado a muchos, y han creado vida, aunque solo sea una.
O dos, pese a la ironía, me doy cuenta. Aren se enfureció cuando supo que Crisentia venía.

Antes de apartar la mano, dejo que dos dedos, tan gruesos que la hacen parecer aún más pequeña, resbalen por su frente hasta casi rozar el tabique nasal, y cierro los ojos.
Espero que sea fuerte de verdad. Y que viva mucho.

Retiro la mano con suavidad.

-Bueno, hay que volverr al trrabajo, eh -anuncio, recuperando la sonrisa. Me he puesto algo serio-. Intentarremos que las misiones a las que vayáis no sean a la vez parra evitarr que Julia se quede sola. De momento no puede lucharr con todos-. Y mejor que no lo haga-. ¿Necesitas algo más?

FdR- Julia ha aprendido baadha.

Tanto Ayne como Julia siguieron con la mirada, en silencio, la mano del jefe parvus que se cernía sobre la pequeña. Ambas esperaron, y cuando Nagorr retiró los dedos, Julia se llevó las manos a la cabeza y se revolvió un momento el pelo. Después se quedó mirándolo un momento y acabó por hacer una mueca, una especie de risita. Ayne la abrazó contra sí con cariño.

Lo pensó un momento antes de negar con la cabeza.

-Nada más -decidió-. Nos pondremos a trabajar en seguida. Yo me quiero ir pronto. Hay que hacer cosas.

Asintió para sí. Entonces, de pronto, se le ocurrió algo y alzó las cejas.

-¡Ah! -exclamó-. Cuando estuvimos en el Oscuro... la gente desaparecía. Una roca los llamaba. Encontramos a muchos, pero una se perdió. Dijimos que la buscaríamos, pero luego nos marchamos. ¿Se puede buscar?

El gesto de la niña no me pasa desapercibido, y me arranca una sonrisa. Se ha dado cuenta. Quizás tenga las aptitudes. A fin de cuentas, es hija de guerreros, de elegidos. Espero que tenga una buena vida.

Estoy a punto de organizarme para despedirme cuando dice algo que llama mi atención. Al fruncir el ceño veo mis propias cejas, despeinadas, sobre los ojos. Tardo un instante en descifrar su forma de hablar, aunque creo haberla entendido cuando he ordenado lo que tengo en la cabeza.

-¿Quién desaparreció? -pregunto primero-. Si tenemos los detalles podemos iniciarr la búsqueda. Nuestrro trrabajo es ayudarr a la gente, a fin de cuentas.

No hay que olvidarlo, aunque las tareas mayores parezcan eclipsarlo.

Ayne frunció un momento el ceño, abrazando a su niña y acariciándole un mechón de pelo mientras pensaba. Entonces, miró a Nagorr.

-La gente desapareció. En las minas. Gente del pueblo. El chiquillo, cuando los encontramos, tampoco quería volver. Los llamaba una roca, y la tuve que romper para que me escucharan. Y me atacaban. ¡Me atacaban! -insistió, con los ojos muy abiertos-. Luego volvimos, pero una chica seguía perdida. Se había perdido antes, y no estaba en las minas. Y la habían buscado, pero nada. Y como encontramos otros, quisimos buscar, pero entonces llegó Julia y luego volvimos. Y nada.

Lo miraba fijamente, sin siquiera parpadear.

Julia balbuceó y le tiró de la camisa, reclamando atención.

La historia es más caótica debido a su forma de expresarse, pero entiendo lo suficiente como para hacerme una idea general. Llego a asentir, muy serio, mientras pienso. Una persona desaparecida es difícil de encontrar, sobre todo si estamos en Fulmen y ha desaparecido en Humus.
Me froto la barba, pensativo, y no tardo en tomar una determinación.

-Supongo que podemos enviarr a alguien a buscarr pistas -le digo, serio-. Necesitarré un inforrme con todo lo que haya pasado, lo más exacto posible, y todo lo que sepáis de esa chica -le digo. Según creo, han estado en el lugar de nacimiento de Blacksmith-. Enviádmelo cuando lo tengáis y empearré a trrabajarr en ello. Hasta entonces, esperrarré.

Es una tarea menor, teniendo en cuenta lo que se nos viene encima, pero al mismo tiempo ninguna tarea es menor. La asumiré y haré lo que pueda.

-Buenas noches, Ayne Stalon.Y Julia -añado-. Volverremos a habllarr prronto. Ahorra debo trrabajarr de nuevo, y crreo que ella está cansada de tenerr a este viejo por aquí-. Relajo un poco la expresión.

El trabajo nunca termina. Tras un gesto  más, me he evaporado.

*se va*

Ayne asintió varias veces, rápida y enérgicamente.

-Hablaré con el chiquillo -declaró, segura-. Y luego lo hacemos.

Después, él se despidió, y Ayne lo despidió con una mano. También cogió la de Julia para que hiciera lo mismo. Y entonces, él desapareció, y Julia dio un pequeño respingo. Parpadeó, miró el lugar en el que hasta hacía un momento estaba el líder, y entones miró a su madre.

Emitió un "uh" sorprendido y Ayne rió, la apretó contra sí y comenzó a comérsela a besos. Entonces se levantó con la niña en brazos, decidida.

-¡Vamos a buscar a papá! -propuso, echando a andar escaleras abajo.

*Se van*