Escaleras

Johan alza las cejas, mirando un momento a Rina, que ha terminado por sentarse en el suelo. No tarda demasiado en negar.

-No mucho. Aún es joven. Pero es inteligente. Será fácil de adiestrar. Con algo de comida y sabiendo cómo no es difícil.

Le hubiese venido bien haber encontrado uno como ese antes, en Ventus. Johan está seguro de ello. Una mejor forma de moverse de las que tenía. Pero tampoco fue, y no ha pasado nada especialmente malo debido a ello.

-En verano-. Johan asintió-. Una de esas lluvias finas de verano puede estar bien. Sobre todo en esos días que hace sol-. Cierra los ojos. Puede imaginarlo.

Cansado de la posición, termina por impulsarse con las manos, cayendo de pie con gesto tranquilo. Se acomoda un poco el pelo, que se le ha revuelto. Rina acude a su lado deprisa, piando.

-¿Qué más te gusta hacer, chica del piano? -pregunta, mirándola.

Era un animal extraño, pero Ben no tenía problemas para creerse lo que él le decía. Después de todo, ella sabía poco de bichos, pero no parecía ser su caso. Más bien, parecía acostumbrado. Ben se preguntó si habría criado muchos.

Sonrió.

-Exacto -confirmó-. Entonces te gustará la lluvia, ya verás. ¿No te gusta el agua?

Resultaría un tanto irónico, pero nunca se sabía. No había visto tantísimos chrysos que se llevasen bien con los rayos, por ejemplo. Aunque los chrysos eran un poco especialitos con los temas eléctricos, eso desde luego.

Se lo pensó un momento antes de dejar ir el cuerpo, con lo que los pies cayeron pesadamente al suelo. Notaba el hormigueo de la sangre por la cara. Probablemente se le habría puesto roja. Era lo habitual. Se sacudió la cabeza y se puso la gorra con una sonrisa, aún sentada en el suelo.

-Me gusta comer -se le ocurrió aportar-. Me gusta bailar y me gusta cantar. Me gusta colarme donde no debo y esconderme. ¿Y a ti?

Se llevó un dedo a los labios, con gesto confidencial.

Johan asintió con gesto tranquilo, sin demasiada efusividad.

-Claro que me gusta, aunque prefiero la cerveza -bromeó, encogiéndose de hombros-. La de la lluvia no es mi favorita, sin embargo. O no en los tejados, por lo menos. Una vez me resbalé por culpa de ella, y al caer me fracturé el brazo. Malos recuerdos.

Mientras ella enumera Johan la escucha, entretenido. No es una gran historia, pero resulta curiosa, de alguna manera. Y luego le toca a él, por supuesto, y responde enseguida, sin dudarlo.

-Me gusta fumar -le dice-. Me gusta ponerme del revés y caminar con las manos. Me gusta tu gorra -decide entonces, señalándola con un gesto-. Y colarme donde no debo también me gusta -coincide, divertido.

Ben esbozó una mueca.

-No, no suena muy bien. Yo también me he dado alguna, pero los golpes que no matan, endurecen. Y la cabeza en concreto se me ha quedado bastante dura, creo yo -afirmó alegremente.

Alzó las cejas.

-¿Fumas? A mí también me gusta, pero... es un vicio caro. Aunque de vez en cuando no sobra -explicó, con aire despreocupado, calándose la gorra-. Por aquí no hay muchos que le den al cigarro, por lo que he visto.

Johan esboza una sonrisa, mirándola con cierto interés. Es quizás la persona más abierta que ha encontrado, lo que la vuelve interesante. Aunque no es interesante solo por ser abierta. Tiene otras cualidades que le dan puntos, de alguna forma.

La mira curioso cuando menciona lo de fumar, e inconscientemente se hurga en el bolsillo. Alza las cejas, echando la vista atrás un momento, como si esperase que llegase alguien. Pronto está de nuevo con ella.

-Te invito a uno si quieres -le dice entonces-. Yo estaba teniendo ganas. Y, como dices, no sobra la compañía. ¿Te apetece?

Rina, cansada de estar quieta, ha pasado a subir y bajar escalones, agitando inútilmente las alas.

Ben alzó las cejas, algo sorprendida por el ofrecimiento.

-¿En serio? -preguntó, levantándose y sacudiéndose un poco la ropa. Buscó entonces en los bolsillos, hasta dar con una bolsita de hierba-. ¿Te apetece mezcla? Tengo un poco.

En teoría, era para la noche de chicas, pero dudaba que a ellas les importara que fuera probándola antes. Y ya que la tenía, ¿por qué no? Para ellas aún quedaba. Además, aunque no tenía dinero para permitirse un continuo, sí lo tenía para contentarse de vez en cuando. Y el chico había ofrecido una parte, así que ella podía completarlo.

Johan alza las cejas, repentinamente extrañado, repentinamente curioso, repentinamente... Su expresión pronto se vuelve una sonrisa, y no puede sino resoplar, entretenido por el inesperado ofrecimiento. Y no ve motivo para negarse, por supuesto. Ni siquiera la cortesía habitual de algunas personas.

-Venga -accede, risueño, asintiendo con un gesto corto-. Pero no aquí. No creo que guste mucho-. Mira a los lados de nuevo-. Ven, vamos a otro sitio -indica, relajado, comenzando a andar, delante-. Rina, ven.

Ella reacciona al oír su nombre, y pronto se pone en marcha tras Johan y la chica del piano.

Kyoti sabe que no ha escogido exactamente el sitio más normal del mundo para trabajar, pero espera no estar molestando a nadie, Se ha pegado al borde de la escalera, junto a las ventanas. La lluvia no le molesta porque no tiene frío, pero el repiqueteo sigue llamándole la atención. Ha llegado a la conclusión de que le gusta.

Kyoti ha conseguido más material para sus flechas, y en ello trabaja. Requieren, casi, más mantenimiento que el propio arco. Intenta aprovecharlas tanto como puede, pero eso supone limpiarlas y arreglarlas continuamente. Y, además, como se dedica a buscar formas especiales de disparar, al final requieren de un trabajo de mantenimiento extra. No es algo que a Kyoti le importe mucho. En un día como este, no tiene mucho más que hacer.

*Se queda*

Atravieso el pasillo superior con pasos cortos y rápidos. Hoy he revisado la situación por palacio e incluso me he atrevido con un paseo. El incidente del chico... Ese mejor dejar estar ese asunto de momento. Ha levantado más revuelo del que debería, pero Jun ya está siendo atendido y descansando. Al final se trata de eso. Es inevitable, de momento, aunque trabajo en ello para contrarrestarlo.

Al alcanzar los escalones dirijo una mirada hacia abajo. Nunca me han gustado demasiado las alturas, ni siquiera así, aunque sean inofensivas.

-Vaya -comento, dibujando una sonrisa tras la barba al ver al muchacho afanado en su tarea-. Da gusto verr cómo trrabajan los jóvenes. Hace que uno sienta que los ha educado bien. La mayorr parrte de los viejos solo saben quejarrse de las nuevas generraciones -comento, divertido, acercándome a él con una mano en la barba.

La voz obliga a Kyoti a alzar la vista, y encontrarse con el parvus lo hace bloquearse un momento. Sabe quién es. Mithos, ha tenido que aprenderse las mascotas de sus compañeros, si no supiera quiénes son sus superiores se sentiría la peor persona del mundo. Y el hecho es que una cosa es saber quiénes son, y otra muy distinta tratar con ellos. ¿Qué le corresponde? ¿Una señal de sumisión? ¿Levantarse por educación?

Todo lo que consigue es quedarse clavado en el sitio y tardar en responder más de lo que se consideraría adecuado. Pero necesita desatar la lengua o cualquier intento de dar buena impresión quedará perdido para siempre.

-Yo... prefiero que no. Es decir. Que no se quejen. O sea, no dar motivos, yo... Sí.

Tan elocuente como de costumbre.

Enseguida se le atragantan las palabras. Lo he visto actuar un par de veces, y no es nada a destacar. Termine por reír sin vergüenza. Un chico torpe en palabra, pero ya había demostrado ser útil a Brontë. Aunque le vendría bien seguir trabajando en ello.

-Trranquilo, trranquilo. Comprrendo que tan alto impongo -bromeo, bajando algunos escalones más, quedando ya por debajo de él-. Es Kyoti, ¿verrdad? No te prreocupes, guerrrerro. No hay nadie descontento contigo porr aquí. No de momento. Aunque te rrecomendarría que buscases algún trrabajo prronto si no quierres que los más estrrictos se empiecen a rreplantearr las cosas-. No tardo en negar. No quiero que se asuste. También trabajó bien durante el ataque-. Trranquilo. Solo querría aprrovecharr el encuentrro parra charrlar un poco con uno de nuestrros valiosos elegidos. ¿Qué tal está rresultando tu estancia en Brontë?

Kyoti siente cómo se ruboriza, y eso solo consigue que aumente su vergüenza. Asiente, algo abochornado, sin abrir la boca. Parece que es mejor no abrir la boca. Claro que eso no resulta muy conveniente cuando vienen a hablarte, y más siendo alguien de alto rango. No parece que la solución sea precisamente callar.

-Haré lo que pueda. Quiero decir. Sí. Sí, lo buscaré -acaba por responder, sintiéndose, por más que él lo haya dicho de broma, muy pequeño.

Quiere hablar. Qué bien. Justo lo que mejor se le da a Kyoti. Ha escogido a la mejor persona de todas las opciones que hay en el palacio. El chico se esfuerza por sonreír, por mostrarse amable y tan resuelto como le es posible.

-Pues... bien. Echo de menos el calor. Bueno, es lo de menos. Y... vendrá, supongo. Ahora. En verano...

Hablar del tiempo. La gran solución a todo momento incómodo.

Acepto sus palabras con tranquilidad, como si no me diese cuenta de las inseguridades y los titubeos. Es su forma de expresarse, a fin de cuentas. Y no es un chico desagradable. Y, por lo que sé, es aplicado. Entrena a menudo y se encarga él mismo de sus armas. Como hacía cuando llegué.
Dedico un breve vistazo a sus flechas, pero no es eso lo que más me interesa.

-No te prreocupes. La peorr época del año ha pasado. Si has sobrrevivido al invierrno aguantarrás lo que viene -comento, bromista. Luego me sereno un poco-. ¿Y no hay nada que cambiarrías o que te gustarría tenerr? Me gusta conocerr las opiniones de los que llevan más tiempo, pero también de los que habéis llegado hace menos. Este ejérrcito es parra todos, y, porr tanto, también parra vosotrros.

Es ahora, cuando las cosas están más calmadas, cuando las ideas parecen más objetivas.

Kyoti mantiene una sonrisa nerviosa y asiente, algo apurado. La pregunta, sin embargo, le hace perderla, le crea una cierta alarma. ¿Qué debería responder a eso? ¿Qué está esperando que responda? ¿Debería decir que todo está bien o dar alguna idea? ¿Tiene siquiera alguna idea? ¿Qué le corresponde decir?

-Pues... creo que... eh, no -acaba por contestar, sintiéndose un tanto mal por una respuesta tan simple-. Todo está... bien. Bueno, para mí está bien. Es decir... Sí.

¿Qué iba a pedir, a fin de cuentas? ¿Puntas de flecha? ¿Un permiso explícito de caza? ¿Herramientas para curtir? Nada de eso parece algo de primera necesidad, algo que merezca pedirse a un líder.

No sé si la respuesta es decepcionante o satisfactoria. Brontë tiene cosas que mejorar, y eso es evidente. Pero quizás a sus ojos no resalten tanto. Sé de veteranos que tendrían (y tienen) muchas más quejas.
De momento no hay problema. Si por él está bien, si no tiene nada que pedir, no va a ser un motivo de queja.

-Bueno, si se te ocurrre algo en algún momento házmelo saberr. El serrvicio suele saberr dónde encontrrarrme-. Me acerco un poco más a él, asciendiendo un par de escalones más, y le acerco una mano a la frente-. Con perrmiso-. En cuestión de segundos la información ha entrado en su cabeza. Es un regalo sencillo, nada especial-. Que tengas unas buenas noches, entonces. Esperro verrte trrabajarr prronto, Kyoti -me despido, tranquilo, y acto segido desaparzco.

*se va*

No se queda mucho más. Tendrá cosas que hacer, claro. Kyoti no es quien para entretenerlo, ni pretende hacerlo, desde luego. Le sentaría fatal saber que es el caso. Así que asiente, aunque no tarda en detener el gesto. Porque algo ha entrado en su cabeza. Es como si se hubiera abierto una puerta que lleva toda la vida cerrada. Y Kyoti mira al líder, y siente que comprende, pero no del todo.

-Eh... sí.

Para cuando ha conseguido decirlo, ya no hay nadie allí, así que no llega a añadir nada más. Se mira las manos. ¿Qué es lo que tiene? Es tan extraño...

Acaba por concentrarse de nuevo en su trabajo, un tanto avergonzado. Qué extraño le resulta Brontë. No en sí mismo, claro, pero hay ciertos detalles a los que no consigue acostumbrarse. Intenta centrarse en sus flechas para no pensar en ello, pero lo cierto es que pronto se le acaba el trabajo. Entonces, sintiéndose extrañamente pequeño, lo recoge todo para guardarlo.

*Se va*

Vaya mierda de tiempo.
Es lo único que se me ocurre pensar mientras me muevo de un lado para otro por el interior del palacio. Volví de Lumen hace nada, y allí el tiempo era magnífico. Es cierto que desprecio la luz, pero cuando se trata de humedad y frío tampoco soy muy devota. Al menos los días de mucha luz y calor suelen dar noches agradables. Más que esta, por lo menos.

Thor me persigue, entretenido por mis ir y venir. Juega a subir y bajar las escaleras rodando, tras mis pasos, y se me cuela entre las piernas cuando me paro frente a una ventana a ver la lluvia caer, malhumorada.
¡Joder! Es volver de una misión, ponerse en marcha, sentirse con ganas de aventuras y que el tiempo se ponga en tu contra. Escupiría en el suelo de la furia, pero tampoco quiero ser la borde que lo deja todo lleno de gargajos. Que esta no es mi casa. (Y ay pobre de mí como mi señora madre me viese haciéndolo en esa, claro.)

Retales, ¿dónde te has metido hoy? Seguro que fumando mierda para ver salir ramas de flautas.

*se queda refunfuñando*

En uno de mis paseos, ahora en las escaleras, que subo y bajo como un animal encerrado, me topo (o ella se topa conmigo) con la chica del pelo de fuego. Una de ellas, bueno, que tampoco es tan especial ese rasgo. Tardo un momento en reconocerla, bueno. Quizás porque lleva mucha ropa en comparación con la primera vez que la vi. Pero hay algo en ella (esas tetas, innecesariamente grandes, como dos melones) que me termina por convencer de que es ella.
Le sonrío, claro. ¿Por qué no? Está siendo simpática, interesándose antes por Thor que por mí. Es normal. Supongo que no estoy a su altura. Aunque, bueno, de altura tampoco es que vaya sobrada ella.

-¿Verdad que sí? -inquiero, con una sonrisa laxa. Quizás he sonado muy amable para ser yo. Cualquiera que me conociese pensaría que tramo algo. Menos mal que ella no me conoce-. Hay animales de todo tipo por aquí-. Tengo otro ante mis narices. Es decir...-. Pero Thor, sin duda, es de los más exóticos.

Siento una emoción extraña bullir. Y cierta maldad.
¿Me ha reconocido siquiera? ¿Querrá hacer las paces?
Y claro, ¿qué paces? Me estoy tomando a la tremenda una chorrada. Nadie se ha reído de mí. No hoy, al menos.

Yo, sin embargo, identifico a las de tu calaña enseguida. No necesito haberte visto antes para...
Joder, ¿qué me pasa? Debe de ser un gen, o algo así, que me hace odiar a las mujeres así de... Bueno, no sé bien cómo es, pero se le nota a leguas cómo es.

-Un falso dragón -le digo, manteniendo una sonrisa tan amable que se me hace hasta tirante. Si aún habrá que aplaudirle por haber visto un boro. Ya tienen algo en común: el polvo. Aunque unos lo quitan y otras los echan. Hay que dejar de ensuciar, bonita-. Njorthbiartr -respondo a su pregunta, risueña-. Una compañera cualquiera. Ya sabes. Guerreros-. Me acomodo la katana con un gesto y Thor cacarea. Ni se acuerda de mí, claro. Ni me vio. Soy menos que un boro, entonces-. Estaba pensando en lo mucho que me apetecía ver a alguien. Estaba tremendamente aburrida, ¿sabes? ¿Y tú quién eres?

A ver cómo te presentas, mona. Eso dice mucho de la gente. Lo sabré yo...

Para colmo, Thor se le acerca. Lo cierto es que la lagartija esa se acerca a todo el mundo, pero prefiero decir que es ella, que quiere monopolizar a los hombres. Que es lo que imagino, vaya.

Cuando nos toque en una misión juntas vigila tus espaldas, pechugona, porque...
Bueno, soy una profesional. No la estoy amenazando en mi mente. En lo que a trabajo respecta, tendré que portarme. Tampoco me voy a poner tan exquisita o...

Sonrío y asiento, muy suavemente.

-El apellido de mi madre. Un nombre familiar precioso. Es un orgullo llevarlo-. Alzo las cejas entonces. ¿Que me alegraré de verla? ¿Y eso lo decide quién? Yo no tengo un palito que rozar entre esas bolas de grasa que...-. Claro. Siempre se agradece conocer a alguien nuevo-. Le estrecho la mano cuando me la ofrece, firme. Que se vea que soy hembra alfa-. Un placer, Des. ¿Llevas mucho por aquí?

Thor sigue retorciéndose por el suelo y cacareando. Querrá comer, claro.