Sótano.

-Ah...- Doy a entender ante su aclaración.

Una sonrisa se dibuja en mi cara al escuchar que todo está perdonado y con rubor en las mejillas y balanceándome hacia delante y hacia atrás un par de veces.

Sin embargo frunzo el ceño al escuchar sus palabras siguientes.- Pero señor...- Digo enseñándole mis manos de cerca.-¿No ha sido esto suficiente?.- Pregunto temeroso.

Pero por lo que se ve no es suficiente, ya que casi sin previo aviso, noto las firmes manos de Barthemius empujándome contra el regazo del líder.- ¡Oye!- Intento regañarle o defenderme de la mejor manera que puedo. Sin embargo, las palabras de Aren me dejan algo descolocado.- No... se atreverá.- Le reto, con furia en la mirada. Sin embargo, al sentir el primer golpe, veo que va en serio.

[...]

Al cabo de un buen rato, respiro entrecortadamente debido al dolor. A pesar de no ser más que una simple toalla, al cabo de varias y fuertes repeticiones, no lo soporto más. Sin embargo, intento guardar en silencio la mayoría de los golpes, aunque algún gemido ahogado siempre se me escapa.

-Pare...- digo apretando con fuerza su pantalón con  los puños.- Me... duele... por favor...- Digo entrecortadamente. -Creceré... dejaré de ser un niño... ¡cualquier cosa!.- Chillo desesperado. Me duele mucho de verdad.

Sin embargo, pese al dolor, siento un ligero ápice de excitación. No es masoquismo. Es morbo. Aunque intento de todas las maneras posibles controlar mi cuerpo y mis sensaciones. Un castigo no es el momento adecuado para tener una erección... o sí.



*rol pausado*

Es contraproducente para mis sentidos sentir el placer de sus caricias y besos en mi cara y cabeza mientras siento un dolor horrible en las nalgas y, sorbiendo mientras lloro fuertemente, escucho sus palabras.
Asiento ante todo lo que dice e incluso le doy las gracias por ser tan benevolente. Cualquier cosa con tal de complacerle y que me levante el castigo.

Finalmente accede y, aún pese a todo, me invita a su cuarto. Trago saliva, asustado. Aquello solamente podía significar dos cosas: o un castigo mayor que en este poder no podía realizar o sexo. Y por primera vez en la historia de mi vida, no quería tener sexo con Aren Darvenwish. No con semejante dolor.

Pese a todo, no me atrevo a desobedecer. No ahora.

-De acuerdo.- musito de rodillas, con la respiración algo perturbada.
Una vez que han desaparecido, me pongo en pie dolorido y con cara de sufrimiento me subo los calzoncillos primero y los pantalones después. Duele mucho...

Doy un par de pasos. Su habitación está en la punta opuesta del palacio y aún a mi pesar, yo estoy en el sótano. Son... demasiadas escaleras como para poder llegar pronto.

Lo intento, pero a los pocos pasos, después de subir no más que dos escalones, caigo a cuatro patas completamente rendido, con los ojos como platos y una expresión de dolor terrorífica. ¿Quién me diría que un simple trapo podría proporcionar tal cantidad de dolor?. Casi prefiero los latigazos. El dolor es fuerte pero efímero. Esto... esto no remite...

Trago saliva.
Tendré... que... utilizar todo mi poder mágico para llegar hasta él. - Be...- tomo aire.-Benri...

Cuando aparezco, estoy un escalón más arriba. Al menos no he tenido que estirar ni doblar ni cadera ni las piernas.

Vamos allá.


*se desplaza con Benri y se va*

A Zacharyas le gustaba acceder a lugares como aquel, más húmedos y oscuros. Indudablemente, desde que el invierno había llegado, el caeruleus sentía una satisfacción mayor, dado que la humedad y la poca luz eran más notables, pero, igualmente, le agradaba sentirse enclaustrado entre las paredes, en penumbra, como si estuviese encerrado, aunque de propia voluntad. Se preguntaba, muchas veces, qué clase de mala hazaña debía cometer para que lo encarcelasen "en contra" de sus deseos, aunque luego pensaba que, de hacer algo como aquello, quizás no le permitiesen volver a enfrentarse y matar a ningún enemigo que acudiese a palacio, o que quizás no pudiese volver a ver en acción un poder tan magnífico como el de los líderes. Entonces, aunque el caeruleus sentía sinceramente ganas de, por ejemplo, degollar a uno de los jóvenes que lo servía en el comedor, soportaba aquello, guiándose por la educación que había recibido, y era capaz de soportar el día a día.
Al fin y al cabo, pensaba muchas veces el pálido mago, evitar cumplir sus deseos también era, aunque de un modo menos satisfactorio, causarse dolor a sí mismo. Y basándose en aquel planteamiento era, quizás, capaz de resistir las tentaciones con mayor entereza.

Aquel día el caeruleus, en contra de lo que su tranquilo aspecto indicaba, seguiría practicando el hechizo de curación que había aprendido. Si bien continuaba comprendiendo su funcionamiento y siendo capaz de invocarlo, todavía había una parte de él, reticente a curar, que parecía oponerse desde su inconsciente a la correcta realización del mismo. Tenía que superar aquella barrera de su mente si quería progresar como mago.
Así pues, hiriéndose primero en el antebrazo, el guerrero comenzó a intentar sanar aquella herida que no le producía más que placer.

-Fuuchi -murmuró, aproximando las yemas de sus dedos al corte, comenzando, de nuevo, con aquel monótono entrenamiento.

No tenía, pensó, nada más que hacer.

*entrena y se va*

Después de haber ido a ver a Telma un par de veces, y visto que la tormenta continúa, decido que va siendo hora de dejar de depender de Rick y su tabla. Ya que no puedo acceder al taller que hay en un pequeño edificio un poco más allá, decido probar suerte en el sótano, donde tal vez encuentre con qué trabajar.

Este sitio es enorme, y es un perfecto manjar para los boros que, imagino, pasarán por aquí con cierta frecuencia. No está especialmente sucio, ni tampoco descuidado, pero sí lleno de cosas. Busco entre los bultos hasta dar con una madera en un rincón con aspecto de abandonada. Pese a ello, no parece estar en muy mal estado.

Sigo buscando hasta encontrar una sierra, y cuando doy con ella me hago sitio en una mesa, donde comienzo a trabajar. No es que serrar madera sea mi gran especialidad, pero tampoco busco un resultado profesional. Bastará con que tenga un tamaño adecuado.

*se queda*

Trabajo en la tabla hasta conseguir darle un aspecto similar a la de Rick. Después, dejo las cosas donde están y tomo ambos trozos de madera. Tendré que buscar a Rick para devolverle la suya.

*Se va*

Bajo hasta el sótano a ver si por aquí hay alguna piedra de afilar mejor que las que vi en la sala de entrenamiento, que hoy no tenían un aspecto demasiado bueno. He de decir que eso de afilar no se me da tan bien como me gusta admitir, y que debería tener la mía propia, pero cuando una se marcha de casa se apaña como puede, y eso estoy haciendo.

Tras buscar algunos minutos, doy con un par de herramientas interesantes. A ver si me apaño con esto, por lo menos... Que una buena guerrera como yo tiene que mantener su arma en el mejor estado posible. No en vano me salvará la vida si me vuelvo a meter en algún lío un poco gordo...

*se queda afilando*

Una vez Ben volvió al palacio, se encontró con que, después de tanto trabajo, no sabía bien qué hacer con su tiempo libre. Se sentía exultante con tanta novedad, pero no tenía muy claro en qué debía emplear su tiempo. Se dedicaba, pues, a vagar por ahí en busca de algo que llamara su atención.

Aunque la sensación de estar bajo techo era algo muy preciado para ella, no había bajado hasta el momento a las zonas más profundas del palacio. De hecho, casi podría decirse que ni se le había ocurrido. Aquella noche, sin embargo, topó casualmente con una puerta entreabierta y unas escaleras y probó a bajar. Se oía algo de ruido abajo, y eso llamaba su curiosidad a asomarse.

Sonrió al ver de quién se trataba.

-¡Mira tú por dónde! -comentó, saltando de una vez los últimos escalones y acercándose a curiosear-. La gran guerrera poniéndose a punto. Eso está bien. ¿Qué es lo que haces?

Alzo la vista, deteniendo mi trabajo, al escuchar la animada voz de...

-Hostia, Retales. Creí que se te habían comido o algo, que la última vez que te vi... ¿Cuándo fue? Fue hace mucho, ¿no? Cuando tocaste, creo... -. Me estiro, desperezándome un poco y acomodándome sobre el asiento que ocupo-. Aquí me tienes, sacando punta al lápiz. Que si esto no se hace todo lo que se debe luego la cosa no va bien, ¿sabes?

Limpio un pooc las limaduras con un paño, concentrada. Luego vuelvo a mirarla, de reojo, esbozando una sonrisa y alzando ambas cejas a la vez, curiosa.

-¿Dónde has estado? ¿Te quedaste encerrada en el baño?

En lo que Frikka hablaba, Ben miró a su alrededor, en busca de algo interesante. Acabó por limitarse a arrastrar una caja hasta cerca de la chica y sentarse encima, observando desde allí el trabajo. Ladeó la cabeza, sonriente.

-¿Ah, sí? ¿Y cómo va eso? -preguntó, sacando su alfanje y comparando los filos, con curiosidad-. ¿Sabes si a estas les pasa lo mismo o...?

Se encogió de hombros ante la pregunta, como haciéndose la interesante. Después de todo, el curro había sido maravilloso.

-Aquí, allá, ya sabes, soy una mujer ocupada -comentó, como dando largas-. Me fui a Humus a ordenar piedra sobre piedra, ya sabes, que una tiene que ayudar a todo el mundo. Y menuda la que tienen montada, ¿eh? Anda, que si no llego a ir, querría haber visto yo qué habrían hecho. Tenían un estropicio bonito, los enanos. Y encima una mala leche... Aunque mala gente no parecían. Más bien diría que tienen poca suerte, y claro...

Me aparto un momento el pelo de la cara, antes de seguir con mi trabajo sobre medio minuto. Pero con ella aquí es como un poco falta de respeto, ¿no?

-Pues, a ver... Se desmonta la espada y necesitas una piedra especial, agua, conocimientos y paciencia... -. Saco pecho ligeramente, arrogante-. Pero nada que no tenga por aquí -presumo, jocosa. Enarco las cejas, entonces, mirando su arma-. Bueno... Si tiene filo, hay que afilarla. Pero solo si se desgasta. Sin pasarse.

Y luego ella. Humus, eh... Vaya con la nueva.

-¿Has ido a buscar allí tus orígenes parvus? -bromeo primero, con cierta sorna, antes de que acabe de explicarse-. La verdad es que a mí eso de poner piedra sobre piedra me toca un poco los huevos. Ya cuando el palacio acabó en malas condiciones, antes de la tormenta, con el ataque que hubo, me cagué en todo para ayudar a reconstruírlo-. Termino de limpiar la hoja y comienzo a volver a montar el arma de nuevo-. ¿Y pagaron bien? Fue tu primera misión, ¿no? Te acabarás acostumbrando.

Ben asentía, atenta, mirando cómo ella trabajaba. Palpó con cuidado el filo de la alfanje, pensativa. No parecía desafilada, aunque tampoco hubiera podido asegurarlo. Nadie le había explicado nada acerca de su arma. Ni oportunidad que había dado a hacerlo, por supuesto. Pero el cuello que había cortado, lo había cortado limpiamente. Más o menos.

Sonriente, volvió a encogerse de hombros.

-Ah, no, si me pongo a buscar familia allá por donde voy no acabaré nunca -explicó-. No me necesitan, pueden seguir sus vidas. Ya ves, a quien hago falta, voy a ayudarlo. Familia o no. Y la verdad es que en Brontë vale la pena. Me llevé de allí unas cuantas cosas, ya lo creo que sí. Aunque más valía, que el trabajo tampoco era poco.

Trabajo concentrada, aunque no dejo de prestar atención a Retales, que habla, por lo menos, como yo. Y de ahí para arriba.

-Mmm... ¿Unas cuantas cosas? ¿Qué cosas? Venga, no me dejes a medias. No me vas a dar envidia, que soy toda una profesional jodidamente respetuosa -. Roto el hombro derecho, hacia atrás, y termino de montar la espada-. ¿Y fuiste tú sola? Bueno, supongo que no... Se suele ir acompañado, para evitar emboscadas y así, pero bueno... Y supongo que, si había tanto trabajo, con mayor motivo debieron ir más contigo -. Contemplo mi obra, satisfecha, y me vuelvo por completo hacia ella, ya sin distracciones-. Yo debería mover un poco el culo, también, que entrenar sin más ya no es suficiente para ayudar a nadie.

Ben alzó el labio inferior, mirándose las uñas con fingido desinterés. Aunque, por supuesto, no hubiera podido esperar un segundo más para mostrar sus nuevas adquisiciones. En un momento, tenía un pie firmemente apoyado sobre la caja en la que estaba sentada, luciendo su calzado nuevo.

-Pues, por ejemplo, estas botas -señaló, radiante-. Maravillosas. Muy cómodas, por cierto, en cuanto el pie se hace a ellas. Y, por lo que parece, no resbalan nada. Chulas, ¿eh? -Mostró también el colgante-. Y esto lo encontré yo. Parecerá una tontería, pero como tenga que volver a meterme a sacar escombros de una cueva, me va a apetecer tener esto a mano. También me dieron unos dulces, pero aún no los he probado. Los guardo para alguna ocasión especial, que ahora estoy bien alimentada y no sé cuándo dejaré de estarlo.

Guardó de nuevo la alfanje, pero dejó bien a la vista la pala y la bota. No se había separado de aquellos objetos desde su vuelta a Brontë. Tan solo los dulces permanecían en el baúl de la habitación, hasta el momento vacío.

Miro las botas con desinterés. Bueno, resbalarán o no lo harán, pero siguen siendo unas botas. No es que me vaya a poner a saltar como una gilipollas.

-Parecen útiles -comento, agarrándome el pelo con las manos, como para hacerme una coleta, y dejándolo caer todo tras los hombros, sobre la espalda-. ¿Y eso qué es? Con esa pala de mentira tardarías como dos años en comerte un yogur. ¿Es para parvus enanos o algo así? -. Guardo la katana y me la echo a la espalda, tranquila-. Aún no me has dicho con quién has ido. ¿Has ligado y te da vergüenza? Que con los que hay por aquí, que no te extrañe.

O con un parvus, que eso es como muy poco atractivo, ¿no? Aunque está bien que alguno te haga parecer alta, eh, Fri... Una gigante entre enanos. Eso soy yo en Humus. Un verdadero orgullo.

Ben sacudió la cabeza, con una pequeña risa. Se quitó el colgante y lo puso ante sí, divertida.

-Ah, no, no, mira -mostró, aplicando su magia sobre la pala para agrandarla, tal y como Gunar le había indicado. Tomándola por el mango, le dio un par de vueltas en las manos antes de hacerla encoger de nuevo, risueña, y colgársela al cuello-. Práctico.

Negó de nuevo con un gesto, quitándole importancia a lo que Frikka decía.

-Ah, sí, bueno, fui con tu amiga Massen -respondió, poco interesada-. Una chica maja, aunque algo paradita. Sin ofender. Pero bueno, trabajar, trabaja bien. ¿Tanto te preocupan los hombres? La mayoría de los que había en Humus tenían un carácter como para pensárselo. Aunque había uno, Gunar, la mar de majo y de ideas muy acertadas. Si te interesa, mándale una carta y le dices que te he hablado yo de él, que a lo mejor hasta congeniáis.

Enarco las cejas, al ver cómo la pala crece, soltando un silbido de impresión. La verdad es que eso ya me lo esperaba menos. Parece que Retales sigue teniendo algún que otro as en la manga para sorprender. Eso está bien. Así no se hace aburrida.

-Vaya... Está de puta madre, eh. Eso hasta puede usarse de arma improvisada, pero cabe en un bolsillo.

Alzo las cejas, más seria, a la mención de Massen. Eso quizás explique por qué llevo tanto sin verla, aunque de hecho estaba por las habitaciones estos días. Pero bueno... ya tengo algo de lo que hablar con ella, además de muchas otras cosas. Porque, si lo pienso bien, tengo un montón de cosas que hablar con ella, ¿no?

-¿Te dijo ella que era amiga mía? -inquiero, apoyando el codo en la pierna y el mentón en la palma de la mano-. Es una buena chica, pero demasiado correcta a veces. No obstante, habiendo lo que hay por aquí, te la recomiendo -murmuro, moviendo la mano libre ante la cara, como espantando una mosca. Y luego, claro... Luego frunzo el ceño-. No, gracias. Mejor paso. Los hombres son una basura -zanjo, sin más, levantándome y recogiendo las herramientas que he utilizado para devolverlas a su sitio.

No sé de qué va con esas putas insinuaciones. Yo ya he quedado escarmentada de todo. No necesito más comentarios al respecto, hostia.

-Pues me alegro de que estés contenta por aquí. Yo me aburro la hostia, últimamente -murmuro, entre dientes, algo malhumorada.

Ben rotó la mano ante sí, en un gesto de continuidad, aún con aire poco interesado, pero sin perder en ningún momento su buen humor. Acabó por encogerse de hombros.

-La verdad es que no sé quién dijo qué -respondió-. Pero nos dimos una buena caminata, tuvimos tiempo de lo que quisiéramos, así que surgió el tema en algún momento. Que Brontë era tema fácil, además, con lo cual...

Ladeó la cabeza ante la reacción de la chica, aún con una sonrisa. Muy arisca parecía, pero... Se limitó a observarla, sin darle ni quitarle la razón. Al final, acabó por bajar la pierna y apoyar las manos tras de sí.

-A lo mejor te venía bien salir a ti también -sugirió-. Yo, si tengo oportunidad, allá que me voy, que ha sido hasta divertido. Y compensa, compensa.

Asiento, con desgana, volviéndome hacia ella de nuevo. La verdad es que no hay mucho más que decir. Si han ido hasta tan lejos a trabajar, lo más seguro es que se hayan aburrido de hablar de todo, al fin y al cabo.

-Hace bastante que no salgo -admito, asintiendo con cierta desgana-. Estoy como medio desganada, ya sabes. Rachas. Etapas. Mierdas así. Pero sí, salir me vendría bien. Tienes razón. Lo que pasa es que no sé a dónde, porque ir por ir es una chorrada, ¿sabes? A ver si sale algo y me anoto, que será lo mejor...

Echo una ojeada a las escaleras, y luego a Ben, que sigue sentada. Estiro los brazos hacia el techo, no demasiado animada, pero satisfecha.

-Oye, ¿te hace salir de este agujero? A estas horas no hay que bajar al puto submundo para encontrar un poco de oscuridad, eh. Y podíamos hacer algo más entretenido que afilar espadas en un sótano asqueroso, eh. ¿Has comido?

Ben golpeteaba la caja de madera, sacándole ritmos, en lo que Frikka hablaba.

-Yo, mientras no me vaya, me dejo reclamar -ofreció-. Que a mí salir no me da ninguna pereza. Tú pide por esa boquita.

Cuando vio a Frikka con intención de levantarse, se limitó a observarla. A su propuesta, sin embargo, rápidamente se levantó. Con las manos en la nuca, avanzó hacia las escaleras, ufana.

-Pues ahora que lo dices, va siendo hora de echarme algo al gaznate -coincidió-. Llueve un poco, pero se está bien. Y para desayunar siempre es buena hora.

Y se dirigió con su compañera escaleras arriba.

*Se van*

Observo el lugar con curiosidad anodina, contemplando algunos de los objetos o herramientas, paseándome con desinterés. Tengo la sensación de que debo estar aquí, pero lo cierto es que nada llama especialmente mi atención ahora mismo. Es un buen modo de evadirse de la lluvia, y es interesante conocer todas las estancias del palacio, así como lo que hay en cada una, pero no es una actividad que me llame la atención en este momento exacto.

Así que estoy aquí por otra cosa, claro. Simplemente espero a que llegue, porque ella misma me ha traído aquí para eso. No sé si el hecho de que haya regresado me alivia o lo contrario, pero la cuestión es que por fin lo ha hecho, y las cosas se pondrán en marcha de nuevo.

*se queda*

No tarda demasiado en aparecer, dando señales, como de costumbre, y yo me mantengo expectante, inmóvil. Al sentirla a mi espalda, me vuelvo con lentitud, clavando los ojos en ella, que no tarda en dar comienzo.

-Buenas tardes, Madame Desmarais -correspondo a su saludo, con una leve inclinación de cabeza, sin interrumpirla más a partir de entonces.

Me resulta algo extraña la facilidad con la que va al grano, tratándose ella de una mujer que suele dar rodeos para llegar a lo que quiere decir, aunque esto no es algo que me incomode. He de suponer, pues, que este asunto le corre especial prisa, o que simplemente no le apetece jugar demasiado.
Memorizo la información que me da, sin hacer comentarios, y asiento cuando así se espera de mí. Al fin y al cabo, no tengo motivos para oponerme, ni tampoco forma de hacerlo. La sumisión es lo mejor, en un caso como este.

Cuando me tiende el objeto, lo tomo con cuidado, mirándolo un momento. Esto sí es algo que me resulte interesante. Alguna vez he oído hablar de artefactos como este, pero jamás he tenido ninguno de ellos entre las manos. Trato, sin embargo, de concentrarme en ella de todos modos.

-¿Cuándo deberé partir? -inquiero, con voz queda, conteniendo otras preguntas que tengo para ella, alejadas de esto, cuya respuesta me interesa bastante más.

FdR- Pausado