Misión. Vieja Arpía I.

Llegar a Ventus es siempre complicado para los que no pueden alzar el vuelo. Pero es mucho peor si no sabes o no quieres volar en Estrell.

Un carruaje tirado por dichos pájaros fue quien llevó a los dos guerreros a una de las islas sureñas de Ventus, una vez allí, Errald no tardó mucho en ponerse en marcha y llegar a su destino: una preciosa y solitaria casa.

Conforme se iban acercando a la puerta, esta, misteriosamente, se iba abriendo.

El viaje en la carroza de los estrell es bastante movidito y, aunque me acomodo todo lo que puedo en el carruaje, reconozco que tanto movimiento hace que acabe con el estómago algo mareado. Me da la impresión de que habría sido mejor idea volar sobre el bicho, pero si el pequeñín tiene miedo, qué se le va a hacer.

Al llegar  no tardamos mucho en dar con un pequeña casita. La verdad es que me pregunto qué se le ha perdido a Errald en Ventus siendo él un parvus. Me queda como muy a desmano, no sé. Y eso que ahora todo el mundo se casa con todo el mundo...

Cuando vamos a entrar la puerta se abre sola con lo que me llevo la mano a la espalda para tener a mano la katana. Escucho las palabras de Errald alzando las cejas.

—¿Hay alguien en casa? —Pregunto, animado. Miro al parvus con una sonrisa divertida para ver qué le parece la situación.

Nadie respondió a la llamada de ambos hombres, pero cuando estos llegaron al umbral de la puerta, escucharon unos pasitos pequeños y rápidos corriendo en la oscuridad de la casa, pues todas las persianas estaban bajadas.

Sin previo aviso, un picornio de aproximadamente un metro de alto, apareció de entre las sombras y abrazó a Errald con amor.

Miró a Gerald desconfiado e hizo girar su cuerno, amenazante.- Grrrr...- gruño.

-Rop, tranquilo.- Dijo una voz serena de mujer, que apareció al fondo de la estancia.



El picornio liberó al parvus y corrió algo asustado hasta detrás de la mujer.
Se escucharon entonces unos lentos pasos, elegantes, que denotaban la existencia de tacones al final de estos.
Cuando la mujer estuvo a nivel del parvus, esta se echó hacia delante y acarició la mejilla del hombre.
-Cuánto tiempo...- dijo con su melosa voz.- Cuñadito de mi... vida.- Canturreó. - ¿A qué ha venido mi hombre favorito?- Satirizó. Su relación nunca había sido buena.

Se dio cuenta que no venía solo, por lo que alzó las cejas y analizó al chrysos.- Oh... oh...- Dijo cogiendo una de las manos de Gerald.- ¿Y quién es este maravillosos ejemplar? No me digas que él es el culpable del fracaso de tu matrimonio... Y no te juzgo...- Dijo con voz picarona. Parecía haber desarrollado un apetito por aquel rubio en muy poco tiempo.
La rubia mujer agitó sus alas un instante.

Nadie responde, pero se escuchan movimientos dentro. Todas las ventanas está cerradas y con las persianas bajas. Me agacho un momento para susurrarle a Errald.

—Tío, tu casa es un poco tétrica, ¿no? —Comento para aliviar un poco la situación ya que él parece tenso, la casa parece tensa y yo no me estoy enterando mucho.

Entonces un bicho con cuerno corre hacia nosotros, pero antes de darme tiempo a desenvainar del todo veo como juguetea con Errald. Pues será su mascota... Cuando me gruñe yo hago los mismo y sonrío con superioridad.

Se escucha una voz de mujer y me quedo un tanto perplejo mirando como se acerca, a pesar de que ella presta su atención a Errald. No hay problema, aprovecho para ver su cara, su pelo, su cuerpo en una visión descendente, sus alas y su... Malditas alas.

Cuando se da cuenta de que existo me coge de una mano y me enrolla con Erri. Así, todo de sopetón, sin cena romántica ni nada. No puedo sino ampliar mi sonrisa divertida y pícara ante sus comentarios.

—Bueno, no sé si usted tiene algún matrimonio que hacer fracasar pero... —Dejo de hablar al escuchar un carraspeo basante exagerado de Erri. Dirijo la vista a él con una risilla y luego a la mujer, manteniéndome en silencio y encogiéndome de hombros.

Noto un golpe en la rodilla que me hace doblarla de mala manera y frunzo el ceño. ¡Podría haberme partido la pierna! Miro a Errald con irritación, desconcierto y cierta indignación.

—¡Errald! —Reprocho con rabia, pero para cuando me doy cuenta no puedo sostener mi cuerpo.

[...]

Me despierto bastante aturdido. Lo último que recuerdo es la mano de la mujer en mi cara o algo así. No, espera, Errald me había dado una patada... Parpadeo un par de veces para conseguir abrir los ojos sin que me moleste la luz aunque rápidamente me doy cuenta de que no es complejo ya que no hay demasiada.

Me noto en una postura algo incómoda, pero cuando trato de moverme no soy capaz. Mis brazos y piernas están atadas y eso hace que me ponga nervioso y en guardia, despertando de golpe.

—Eh... ¡Eh! ¿Qué es esto? ¿Y Errald? ¡Mierda! —Intento tirar de mis ataduras, pero pronto compruebo que son demasiado resistentes. Miro a mi alrededor y enciendo los ojos para enfocar con más claridad. Estoy en una habitación cerrada, oscura, sin ventanas... Algo como un sótano. Mi katana está, menos mal... No, menos mal no. Mi katana está muy lejos de mí. Joder. Me miro a mí para comprobar si tengo alguna herida de la que no soy consciente y me encuentro casi desnudo. ¿Qué coño es esto?

Escucho la voz de la mujer de antes y, con el ceño fruncido por la rabia y el desconcierto, veo que está frente a mí, desnuda. Lo cierto es que me sorprende todavía más, pero verla así hace que consiga recuperar algo de calma. No sé si es porque es una mujer, porque sé quién es o porque está desnuda.

—¿Qué significa esto? —Pregunto, bastante irritado. Aunque más que irritación creo que gana la preocupación. Si he vivido como he vivido no es para que me abran en canal en un zulo como a un cerdo. Si tengo que morir que sea peleando, joder.

-Significa que tienes un amigo que te quiere mal.- Rió con voz trémula.
La mujer dio un par de pasos... - Verás.- Comenzó a explicarse.- Supongo que si has venido con él, sabrás algo sobre su vida. No es más que un pobre diablo que se centró tanto en su trabajo que, junto con su mal humor natural, hizo que mi hermana lo abandonase. Y con razón. - Tomó aire y, al rato, continuó.- Ahora vaga por el mundo sin rumbo, siendo su objetivo el encontrar a su esposa huida.- Acabó con retintín.
-Y por eso, precioso.- Dijo deslizándose como un reptil por encima del cuerpo del chrysos.- Ha recurrido a mí. A una de las mayores brujas de la faz de Mithos...- Explicó con voz melosa.

-Te preguntarás por qué estás aquí postrado y qué pintas tú en todo esto.- Dijo pasando un dedo por los labios del muchacho.- Te lo explicaré. Siempre es más divertido explicarle a mis víctimas el modo en el que morirán... Es de lo más placentero.- De su boca de miel, las palabras salían endulzadas por su voz. Sin embargo, su carga era de lo más tóxica. - Verás... Mantenerse joven es todo un reto y... necesito... la vitalidad de los hombres... la fuerza de la vida. El potencial vital del ser humano... Para que lo entiendas...- Dijo dándole un capirotazo suave en la frente.- Semen.

En su boca se dibujó una tétrica sonrisa.- En cuanto te corras, mi dulce y rubio amiguito... tu vida me pertenecerá... seguiré siendo joven, regada por el fruto de la vida y tú morirás yermo y seco con... ¿cuántos años? Pocos, ¿verdad?- Dijo cogiéndole la quijada, como si lo examinara. - Mejor...- Dijo guiñándole un ojo.
-¿Comenzamos, guapo?- Dijo lamiéndole los labios.- Considérate afortunado. Morirás de la forma más placentera del mundo... Para que luego me tachen de "bruja mala"- Rió en un tono bastante agudo.

Comenzó a descender por el pecho del hombre hasta llegar a sus calzoncillos y comenzó a mordisquear la zona, mientras una de sus manos masajeaba la periferia.
Pronto, su cuerpo comenzó a reaccionar ante las caricias de la mujer.- Mmm... una pena. Qué desperdicio. Ahora... Pórtate bien...- Dijo justo antes de meterse el miembro del chrysos en la boca.

Mil hombres había asesinado la boca asesina. Mil y uno, dentro de poco.

Así que por eso quería Errald que lo acompañase, ¿no? Necesitaba un cebo para encontrar a su mujercita. Agh, la verdad es que esperaba estar más cabreado, pero esta situación me resulta demasiado extraña como para cabrearme lo suficiente.

—Ya bueno, lo siento por vuestros problemas familiares, pero yo no soy de la familia... —Comento, molesto, mientras la mujer se acerca. Tomo aire por la nariz con fuerza cuando se  tumba sobre mí y empieza a subir, pero sobre todo por eso que dice de que es una bruja.

Casi puedo sentir una punzada en el brazo al escucharla. No hay peor cosa que una maldita bruja. Si por mi fuera estarían todas ahogadas en las profundidades de Aqua.

Continúa hablándome, pero también tocándome, con lo que mi cuerpo no me deja pensar o escuchar con demasiada claridad. Si la tía esta no estuviese en pelotas igual la cosa mejoraba.

—¿Sabes? No es que me entusiasmen las de tu calaña, así que creo que tengo que rechazar la tentadora oferta... —Explico a lo del semen, tras quedarme un tanto pillado por eso también.

Buaj, tío... ¿Una mujer que se dedicaba a tragarse todo eso para mantenerse joven? Si tengo que hacer algo así prefiero envejecer rápido...

Doy un tirón algo más brusco cuando empieza a descender por mi pecho.

—Mira, encanto, no me molan este tipo de cosas. Vamos fuera, cogemos un par de armas y nos retamos para ver quién atraviese a quién, ¿vale? Luego quédate hasta con mi aparato si quieres, pero mi ideal de palmarla no es tirado en una cama corriéndome en la boca de nadie... —Explico con cierta incomodidad. No, no, me niego a algo así. No voy a morir tan patéticamente. No por culpa de otra bruja, joder. Y menos a causa de regarle la garganta a una rubia...

Suelto un quejido cuando noto como me saborea y abro bastante los ojos para luego cerrarlos con fuerza. Venga, venga, Gerald, puedes controlar algo así. Piensa... Aprieto los puños y tenso las piernas intentando que no haga la cosa demasiado agradable, pero... Piensa, piensa... ¿Qué se te viene a la mente? La barba de Errald, sí, ese maldito malnacido... Seguro que hay chinches saltando en esa asquerosa barba... Agh... Y la chica parvus, la cría que me dio el beso, no hay nada más cortarrollos que una enana promiscua, ¿no? Ogh... El puñetazo de Branne, ogh... Casi me saca el estómago hacia afuera, fue horrible... No como cuando Vatra se sentó sobre mí y... ¡No! Gerald, joder. Eres un idiota temperamental, pero no quieres morir por un orgasmo.

—¡ERRALD, MALDITO CABRÓN! —Gruño, moviéndome y tirando de las ataduras para intentar zafarme y olvidarme de todo esto. Sentirme tan atrapado es horripilante.

El Picornio salió de su escondite y, gruñendo, comenzó a girar el cuerno de su fuerte con un sonido agudo y peligroso.
No dejaría que su cautivo saliese de allí, pues así lo había ordenado su ama.


Mientras, en el piso superior, la mujer hizo caso omiso a la palabrería del rubio, y continuó con su trabajo. Estaba ansiosa por seguir manteniéndose joven.
Mientras su boca trabajaba el miembro de su cautivo, comenzó a realizar su conjuro mentalmente, de modo que los testículos del hombre comenzaron a emitir una luz tenue para luego volver a la normalidad. Ahora aquel semen actuaría como un elixir de la vida para quien lo ingiriese.

-Venga... no perdamos más tiempo...- Dijo, dejando libre su boca. Se acomodó algo más y colocó el  miembro entre sus suaves y calientes pechos y comenzó a frotarlos lentamente contra el palpitante órgano de Gerald, mientras que con su boca, jugueteaba con la zona más distal del mismo. La mujer pensó que ya no podría aguantar mucho más...

La bruja esta es más guarra de lo que había imaginado... Menos mal que pensar en que puedo palmarla me está poniendo demasiado tenso como para disfrutar de lo lindo. Lo cierto es que tiene un buen par de tetas, pero será mejor que no las mire mucho si quiero pensar con cierta claridad. Su lengua hace bastantes cosquillas... Supongo que tiene más experiencia de la que me gustaría comprobar.

Miro fijamente hacia mi arma... Está bastante lejos y va a ser poco manejable pero... Es lo mejor que se me ocurre.

—Sakröm... —Susurro, centrando mi magia en mi mano izquierda para atraer mi espada o, al menos, algo metálico que pueda serve útil. Espero tener suerte... Sino voy a tener que empezar a ponerme serio.

La criatura giró la cabeza, como si intentase entender el comportamiento de Errald, mientras sus enormes ojos lo miraban, curiosos y llenos de vida.

El pesadísimo hacha de Errald cayó con fuerza sobre la cabeza del picornio. Para desgracia del guerrero, el cuerno de la criatura giró de una forma tan rápida y poderosa, que desvió sin siquiera mover un músculo el hacha de la trayectoria, haciendo que esta saliese despedida debido a la fuerza centrífuga que el cuerno le dio, dejando a Errald con las manos vacías.

El animal entornó los ojos y dio un fuerte pisotón en el suelo, tan fuerte que hizo tragar saliva a Errald. Debería pensárselo dos veces si quería salir del sótano.

No dejaría salir a nadie de aquel lugar. Su presencia imponía mucho, a pesar de su aspecto dulce y juguetón del principio.

Por su parte, el hechizo del rubio funcionó, de modo que su katana voló hacia su mano. Sin embargo, la experimentada bruja pudo adelantarse a sus movimientos, alcanzando la katana al vuelo, agarrándola con fuerza, deteniendo el vuelo de la misma en seco. -Mmm... gracias ricura... Por lo visto los "métodos dulces" no van a surgir efecto contigo, por lo que tendré que obtener mi recompensa de un modo algo más... cruento.- Dijo repasando la katana, que estaba manchada con su sangre debido a cómo la había agarrado (sin embargo su magia ya había cerrado la herida).

Dirigió la katana hacia sus partes lentamente, disfrutando cada segundo.- Aún estás a tiempo, ricura. El contenido de tu "bolsita de niños" te matará en cuanto salga y dudo que aguantes toda tu vida sin volver a... ya sabes. Estás condenado, mi dulce hombre... así que sé bueno, anda... - dijo con voz zalamera. -No me hagas mancharlo todo de sangre- Entonces comenzó a reír de una forma bastante estrambótica.

¡Bien, la espada viene! Pero la maldita bruja la detiene antes de que alcanzase mi mano. Joder. Se me escapa un bufido tirando a risotada. No sé si es la tensión o qué pero no puedo dejar de soltar estas risas.

—Vaya, Mithos, tanto tiempo confiando es ese sable y ahora amenazan mi hombría con él... Eres más bruja de lo que me habías confesado —Le digo con desafío y desagrado, pero sin perder la media sonrisa. Siento el sudor acumulándose en mis lumbares y noto un fuerte escalofrío de pánico cuando siento el frío del filo en mi entrepierna. Esta tía es una psicótica.

Escucho sus palabras y me quedó helado un momento, abriendo ligeramente más los ojos. "El contenido de tu 'bolsita de niños' te matará en cuanto salga" "Dudo que aguantes toda tu vida sin volver a..." "Estás condenado" Noto un recorrido frío descendiendo desde mi esófago. Como si un babociélago congelado estuviese reptando lentamente por mis tripas. Frunzo levemente el ceño, incrédulo por sus palabras y entonces rompo a reír a carcajada limpia. Otra maldición, otra prohibición, otra amenaza de muerte a causa de una bruja despechada. Si esto no forma parte de un plan del destino entonces resulta de los más irónico.

—AJAJAJAJAJAJAJAJAJA ¡Condenado! AJAJAJAJA ¡¿Sabes?! ¡Creo que llegas un poco tarde para eso! AJAJAJAJAJAJAJA —No puedo parar de reír sonoramente, algo me lo impide. Una risa estentórea, continuada. Noto cómo mi pecho se mueve con violencia, mis músculos se tensan por las risotadas y ya me da igual sentir la katana entre las piernas. Tomo aire para tratar de detener el bucle de risas.

—Ay... Dime, ¿si me abres en canal conseguirás tu juventud igualmente? hujujuju... —Continúo riéndome ahora en un tono más contenido. Entorno entonces los ojos, encendiéndolo casi sin darme cuenta —Vete al infierno —Hago fuerza con mi izquierda y con mi cuello para conseguir tirarme del pelo con fuerza —Chrysantae, chrysantae —Suelto los dos hechizos contra mi cabeza. Con suerte podré fulminarme antes de que esta víbora consiga lo que quiera.

Errald pasó de largo y subió las escaleras con rapidez. Dio una patada a la puerta y la echó abajo. Agarró con fuerza el cuchillo y con precisión, lo lanzó contra la mujer que estaba completamente desapercibida, intentando evitar que Gerald se electrocutase la sesera, por lo que tiraba con firmeza de sus brazos, intentando mantenerle con vida. Sin embargo este ya, prácticamente, había perdido la conciencia.
Cuando sintió aquel fuerte dolor en su cuerpo, se retiró chillando y calló de rodillas al suelo, suplicante y con una grave herida que la dejaría, como mínimo, fuera de combate un buen rato o que, incluso, podría causarle la muerte.

Errald corrió a desatar a Gerald y, después de taparle de la mejor forma que pudo, salió con él arrastrando, camino al carruaje con el fin de llevárselo pronto de aquel lugar. Se sentía tremendamente culpable por todo aquello y le debía más de una explicación a su acompañante. Sin embargo, no lo haría ahora.