La guinda del pastelLos guerreros no tardaron en reaccionar a la provocación del muchacho y esquivaron la gran bola de fuego que se dirigió recta hacia los aldeanos que estaban en la plaza y trataron de ponerse a cubierto para evitarla.
La iniciativa inicial parecía centrada en el flamma por parte de ambos guerreros. Cierzo se acercó por la izquierda y Zacharyas por la derecha, recortando distancias.
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¿Dos contra uno? —Bromeó, estático. En cuanto el caeruleus de Brontë lanzó sus conjuros para cegarlo y herirlo, el muchacho sonrió y levantó un cilindro de agua hierviendo a su alrededor, cubriéndolo por completo para que la magia no traspasase. Protegiéndose así también del ataque que el aether parecía ir a dedicarle.
Sin embargo, el ntendbit de Cierzo fue dedicado al otro hombre, que observaba a los guerreros con los brazos cruzados. Ante la llegada del tornado, el caeruleus pibotó sobre sus talones para apartarse del conjuro con una velocidad pasmosa. Sus movimientos parecían vagos, pero en un parpadeo, el hombre había acompañado el movimiento del conjuro siguiéndole el rápido ritmo para evitar que lo tocase. En cuanto el conjuro se desvaneció, el hombre volvía a estar en el lugar inicial. Para entonces, el aethes ya se sobrevenía sobre él con lo que levantó rápidamente los brazos en cruz.
De los adoquines surgió un muro de tierra en forma de ola para cubrirlo. El aethes impactó y el muro se resquebrajó absorbiendo el golpe.
Mientras tanto, la cortina de agua humeante del joven había caído tras unos segundos y ahora se disponía a recibir el âchnam. Saltó con rapidez y comicidad hacia su izquierda, arqueando la espalda para esquivar el conjuro como por casualidad.
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Ups, casi —Bromeó con una nueva risita.
El último hechizo que llegó fue el último ntendbit de Cierzo. Tras el muro de piedra, el caeruleus suspiró con pesadez y se quieto. En cuanto el conjuro estuvo lo suficientemente cerca, susurró unas palabras y cargó un gran puñetazo envuelto en llamas oscuras contra el hechizo, haciéndolo desvanecerse.
Al momento se alzó una barrera transparente frente a ellos, delatada por el pequeño fulgor blanquecino que había generado al formarse. El joven empezó a aplaudir y dar un par de saltos.
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¡Oh, bravo, bravo! ¡Habéis hecho atacar a Rei! —Se burló, entretenido. El caeruleus lo miró con desgana.
—
No nos habéis tocado, pero digamos que... sois algo más molestos de lo esperado. Como esta vez serviréis de emisarios, lo dejaremos aquí —Comentó, alegre, con una sonrisa ampliada y pícara.
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Entrenad mucho en vuestro palacio de muñecas~ —Mostró todos sus dientes en una sonrisa y los apuntó con su brazo izquierdo. Pulsó un pequeño interruptor con la derecha y al momento una explosión lanzó a los guerreros los siete metros atrás que habían recorrido hasta ellos. Ambos guerreros acabaron en el suelo, más magullados y ahora con la sensación de haber sido apaleado a causa de la fuerza de la explosión. Debido a su cercanía, Zacharyas se llevó un mayor impacto haciendo que su costado izquierdo se resintiese con una pequeña fisura.
Ambos hombres desaparecieron y una última carcajada irritante acompañó a los panfletos que calleron sobre la plaza, inundando la zona. En ellos se leía:
- panfleto escribió:
- "Mithos ha vuelto y está entre nosotros.
El poder de un ser supremo que domina la energía pura.
El poder que no entiende de fronteras ni reinos.
Aquel que los domine a todos será el único líder verdadero.
Neomithos ha llegado para liberar al mundo de este orden corrupto y divisorio.
El nuevo orden mundial está cerca.
Seguid a aquel que ha demostrado dominar las magias y ha puesto en jaque al mundo.
Seguid al que os ofrece la verdadera liberta.
Seguid al que tiene el poder de acabar con todo mal"
Los habitantes ayudaron a los guerreros a recomponerse y los alimentaron y alojaron durante la noche a modo de agradecimiento.
Se interrogó a los cómplices de todo aquello, pero todas las confesiones remetían la misma idea: Neomithos existía y estaba en el mundo y con su poder liberaría a las razas consiguiendo un mundo mejor e igualitario. Ellos sólo habían seguido las órdenes de aquellos hombres para comprometerse con la causa que defendían.
El capitán Leroy sufrió un duro golpe al escuchar las devotas palabras de su mujer y, tras encarcelarla junto a los demás, su hija comenzó a recuperarse y su humor se volvió más plácido.
El alcalde fue relegado y encarcelado y su mujer, afectada y defraudada, puso verdadero orden en el pueblo. Agradeció junto al capitán Leroy la colaboración de Brontë y les ofrecieron sus respetos.
Misión finalizadaPremios:
2 puntos de experiencia
2 reclamos de pájaro
2 gemas azules de la cabeza de Ksà (absorben el poder de un conjuro y lo recrean en cuanto la víctima tiene contacto con la piedra)
2 cestos de viaje (si se entierran sirven como despensas frescas) con contenido: medio kilo de carne de bismonte, una botella de vino, cuatro de queso fuerte, dos bollos de pan.
1 panfleto sobre Neomithos e información dada por los enemigos misteriosos