La casa está encantada.

Adain Stoke
Lea Seimz

Habían sido llevados a Ventus mediante el cáliz, por lo que el viaje había sido muy breve. Pero desde el punto de aparición hasta el de encuentro los guerreros habían tenido que viajar un trecho, guiados por un par de jinetes de estrells, que los llevaron en sus monturas aladas hasta un islote más alejado, casi deshabitado, en el que parecía habitar el que los había hecho llamar. Las robustas aves no parecieron poner impedimento alguno en cargar con dos pasajeros, y el viaje no duró más de una hora. Tras aquel, los jinetes se despidieron de los de Brontë, informándolos de que regresarían cuando la misión terminase y dándoles las indicaciones para llegar al lugar en el que, supuestamente, se encontrarían con su cliente.

El medio día había pasado. Todavía quedaba toda la tarde por delante y el sol se mantenía alto, aunque las temperaturas, en contraposición a este, eran bajas. Las corrientes de aire lo mantenían en movimiento, llegando a resultar desagradables, y unas nubes oscuras se acercaban desde el sur, amenazando con sumir el islote en una oscuridad desagradable más entrada la tarde. No obstante, de momento resultaba una jornada bastante tranquila, obviando el aire invernal.

Tenían por delante, según se habían podido enterar, una caminata de más de media hora, que los llevaría atravesando un bosque de árboles dispersos y bajos, que vestían troncos de corteza oscura y cuyas ramas largas como látigos cargados de hojas, que se mecían al compás de la brisa fría sin demasiada agresividad, llegando a acariciar el suelo, en algunos casos. Tampoco el camino parecía muy transitado, y a veces se desdibujaba entre los hierbajos que lo poblaban, pero también, pese a todo, era sencillo seguirlo.

Ya llevaban veinte minutos a buen paso cuando hallaron una encrucijada de la que no habían sido informados. Dos caminos se separaban en aquel punto: el primero, a la izquierda, era más transitable, y comenzaba una pendiente que se encaminaba por una zona más estrecha, en el que los árboles parecían acercarse los unos a los otros, mientras que el de la derecha, con aspecto de haber sido recorrido pocas veces en mucho tiempo, mantenía el nivel, sin ascender ni descender demasiado, más sinuoso y poblado de rocas y raíces, teniendo un abrupto giro visible a unos doscientos metros que hacía que se perdiese de la vista el lugar al que llevaba.

Ventus, el lugar donde en teoría debería estar. Lo de viajar tocando una copa no acaba de convencerme pero al menos es rápido.
No tardan en decirnos que aún no estamos donde se nos requiere. Puta copa. Que el viaje sea en estrell me cabrea, pero en el fondo no serviría de nada cansarme yendo yo volando a parte teniendo luego que seguir con la misión. Me agarro al animal y me dejo llevar, lo cual no es que sea malo, si los animales me gustan las aves tienen algo. Tal vez que puedan volar, eso siempre es un punto. Observo el paisaje y al rato cierro los ojos y simplemente siento el aire. Relajo las alas para sentir el viento en ellas, sin tensarlas para no acabar propulsado hacia atrás por la fuerza del viento, y me incorporo ligeramente. El aire de Ventus me trae recuerdos, no sé si felices, no sé si buenos, pero recuerdos. Frío, algo seco, distinto al de Fulmen. Por algún motivo no sentía como si hubiera vuelto a casa.
Antes de darme cuenta el viaje ha acabado y ya nos han dicho que aún nos queda para llegar a nuestro destino. El bosque que recorremos no es muy acogedor que digamos y por el camino no se podía decir que fuera muy popular entre los lugareños...si es que había alguno. La encrucijada supone un giro irónico de los acontecimientos.

-No parece estar muy bien organizado este viaje, la verdad...

En una situación normal hubiera planteado separarnos y ver qué había tras el giro de cada camino para volver a encontrarnos. Llego a dudar unos momentos cuando habla, es triste. Brontë me está mal acostumbrando pero por suerte Lea habló antes. Joder, no es como si me pudiera olvidar de que tengo alas...a veces parezco imbécil.

-Buena idea. -Concedo mientras me alejo un par de pasos. No es como si me fuera a ser difícil despegar, ni si quiera hay muchos árboles juntos, pero llenar de hojas a tu compañero al poco de empezar no me parece un buen plan. Con un golpe fuerte me elevo y con un par de ellos más me estabilizo y gano altura.

Los árboles no son muy altos así que se podría decir que subo más de lo estrictamente necesario, en parte para asegurarme un buen campo de visión y en parte porque no es algo que pueda hacer muy a menudo. El aire revuelve el pelo y por un momento me distraigo y cierro los ojos pero finalmente me centro, agito la cabeza y miro al frente buscando un indicio del camino que debemos seguir.

La resolución del primer inconveniente no tardó en llegar. Si bien fue Lea la que puso fin al problema con su idea, el responsable de llevar el plan a la práctica fue Adain, que pronto sobrevolaba la zona en busca de detalles que los ayudasen con su búsqueda.

Pudo ver que el camino de la izquierda, más transitable, aunque más sombrío, daba, a una cierta distancia, a lo que parecía un campo de cosecha sumamente descuidado que acompañaba una casa de paredes oscuras, rodeada completamente por vegetación. Si bien el camino daba a entender un continuo paso por la zona, la construcción no parecía, ni de lejos, el hogar del lujo, aunque por la forma podría haberlo sido en otro tiempo.
A la derecha, sin embargo, no parecía haber rastros de humanidad. Tras el abrupto punto en el que el camino, si al sendero andrajoso se le podía llamar de aquella forma, se torcía, las irregularidades aumentaban. Iba a dar a una zona descampada sin ninguna utilidad aparente, con un gran muro al fondo que la delimitaba.
Desde su posición, Adain no podía ver detalles, por lo que no sabía si en aquella pared irregular habría alguna galería o no. De todos modos, no parecía que allí hubiese nada semejante a una casa.

Por otra parte, al haber ascendido tanto el guerrero se había encontrado con un detalle más: el viento allí arriba se revolvía inquieto, más frío que a ras de tierra, revolviéndole el pelo y las plumas y haciéndole sentir, pese al calor del ejercicio y la ropa apropiada, un fresco que comenzaba a hacerse desagradable. Y desde aquel punto podía ver mejor cómo de donde venía la brisa lo hacían también unas nubes oscuras que de momento parecían distantes.
Quizás los sorteasen o simplemente pasasen de largo. Y, de todas formas, todavía faltaba para que los alcanzasen.

El viento era mucho más frío arriba y las nubes que se veían a lo lejos no parecían indicar nada bueno.
A la izquierda se veía una casa abandonada, puede que incluso una pequeña granja por el terreno sembrado que tenía a su alrededor. Aunque no es que sea la cosecha de este año precisamente...
Miré a la derecha esperando encontrar algún indicio de vida, tal vez una pequeña cabaña que parezca más nueva, pero sólo veo un muro y un terreno vacío. Al bajar la vista, retrocediendo por el sendero hasta la encrucijada supuse que no era la distancia lo que emborronaba el camino sino años de abandono.

Eché un último vistazo y torciendo el labio me dejé caer. Abro las alas al acercarme al suelo para frenar el descenso y con un ligero golpe de las alas caigo de pie suavemente a un par de metros de Lea. Le cuento lo que he visto torciendo una vez más el labio. No es que haya una opción que tenga claro que sea, ambas parecen bastante malas.

-No sé si sería mejor ir a mirar la casa, el camino parece más transitado. Tampoco sé si el muro tendrá algún significado, no parecía haber nada. Si la casa que buscamos es la del camino de la izquierda... El hombre estará esperándonos cerca, ¿no? -No creo que tenga tanto miedo como para no acercarse...Tampoco tendría sentido que estuviera al lado contrario. Todo esto suponiendo que esa fuera la casa... El aspecto que ofrecía no era acogedor y aunque nunca hubiera visto una casa encantada antes debe de ser lo mínimo que se les exige.

-Oh, y venían una nubes de tormenta bastante oscuras. El viento era fuerte pero estaban lejos, perfectamente pueden desviarse antes de llegar aquí. -Aunque con el clima de Ventus nunca se sabe.

Después de que Lea recibiese la información por parte de Adain, y tras intercambiar sus opiniones, los dos guerreros decidieron que tomarían el camino de la izquierda, que tenía aspecto de haber sido más transitado. Iniciaron así un ascenso que se empinaba más poco a poco. Y aunque los árboles que los iban cercando tapaban un poco la luz, lo cierto era que ofrecían una cierta protección contra aquella brisa desagradable que los había acompañado. Aunque la humedad del ambiente era un poco mayor, en general los efectos del invierno estaban algo paliados en aquella zona.

Cuando llegaron a vislumbrar la casa, la primera vez que Lea pudo verla, ya llevaban andando unos quince minutos. Los árboles se abrieron para ellos y la construcción se reveló: las paredes eran principalmente de una roca ennegreciada, y de gran altura. Podían contarse hasta tres pisos. Y las ventanas, desde aquella distancia no parecían rotas, aunque sí algo sucias.



Les quedaba todavía una cierta distancia que cubrir, ya en campo abierto, atravesando lo que una vez había sido un campo de cultivo o un jardín, y que entonces ya solo era hogar de malas hierbas y algunos lagartos e insectos que escapaban al verlos.

Había algo más: cerca de la casa, aunque a metros de distancia, había un carro aparcado. Dos caballos blancos pastaban junto a él y, al lado del mismo, un joven de poco más de veinte años, pelo castaño recogido en una coleta corta y gafas redondas alzó la vista al verlos. Tenía las alas de un magnífico color azulado.

-¡Oh! ¡Debéis de ser vosotros! -se apresuró a decir, acercándose a ellos con prisa, deteniéndose un instante a desenredar su lujosa ropa de unas plantas. Luego los alcanzó-. Sois vosotros los de Brontë, ¿no es así? Claro que sois vosotros. ¿Quién más vendría por este lugar?-. Los miró primero a uno y luego al otro, esbozando una sonrisa satisfecha en su rostro algo lánguido-. Soy Edmond Godefrey -les dijo, tendiéndoles la mano, estrechándoselas, si se lo permitían, con entusiasmo-. Quizás conozcáis a mi familia. Somos unos grandes  constructores de carros-. Se volvió hacia el que había tras él-. Una gran obra, eh... Aunque aquí en Ventus no sirven de tanto como abajo -añadió, riendo suavemente. Pese a todo, no era muy carismático-. De todas formas, no es eso lo que os ha traído aquí, claro. Disculpadme-. Se puso algo más serio entonces, y dedicó una mirada de reojo a la casa. Llegó a palidecer un poco, en apariencia-. Esa montaña de escombros es una adquisición de la familia. En el sótano debería haber unos documentos muy importantes, que por ellos la compramos, pero está cerrado a cal y canto y...-. Carraspeó incómodo- bueno... Pasan cosas muy extrañas en la casa. Mandé a varios de los hombres de mi padre a bajar al sótano y todos ellos salieron huyendo despavoridos al poco. Y los que más aguantaron, regresaron heridos...

Los miró, acomodándose las gafas con seriedad.

Pronto llegamos hasta la vivienda, que parece peor vista de cerca.

-Desde arriba no parecía tan desoladora...-Miro las ventanas, buscando un atisbo de movimiento que nos indique si hay alguien. No tardamos en ver a un joven de alas azules junto a un carro, por suerte parece ser el que nos hizo llamar. Godefrey... El nombre me sonaba, probablemente mi padre tuviera algún contrato con ellos, no es que me interesaran mucho los negocios familiares.

Inclino ligeramente la cabeza en una reverencia al estrecharle la mano. Tras las presentaciones y la explicación del joven evito poner una cara de extrañeza ante la historia, aunque sí dirijo una mirada a Lea.

-¿Insinúa que en la casa hay...algún tipo de presencia?-Lea le pregunta si ha entrado a la casa personalmente. -Claro, si ha contratado a gente para bajar a por ellos es que ha entrado antes y ha decidido pedir ayuda, ¿no?-Añado.- ¿Qué cree que hay exactamente en la casa?

Mantengo el gesto serio y tranquilo aunque la idea me parezca tan tonta. Aun así era raro, no había duda. Podría haber alguien en la casa que asustara a los que entrasen para que no le echaran. Más ocupas no, por favor...

Lea hace las preguntas precisas para la misión. No parecía complicada, la verdad. Una cuestión parecía flotar en el aire y es Lea la que pregunta.
Heridas. Eso ya sonaba más complicado.

Edmond Godefrey aceptó las presentaciones con un gesto, siempre risueño cuando no era de la casa de lo que se hablaba. Sin embargo, al hablar de aquellos temas su gesto se ensombrecía un poco y el muchacho se mostraba algo más serio.

-Yo no he entrado, solo he hecho amago de hacerlo -les explicó en primer lugar-. Cuando mi padre compró la propiedad por recomendación mía, no por la propiedad en sí sino por los estudios que hay en ella, mandó a unos empleados a buscar las cosas. Yo estoy muy ocupado con mis estudios y no podía acercarme simplemente a buscar unos libros. Sin embargo, visto lo que sucedió desde el principio, terminé viniendo con varios hombres más. Pero ellos entraron antes y tal fue el estado en el que salieron...-. Se estremeció-. He de añadir que soy muy perceptivo, ¿sabéis? Y en el aire... -. Cerró los ojos un momento-. Siento como... Una presencia, eso es, sí -asintió a las palabras de Adain. Fue entonces cuando Lea preguntó por los documentos-. Bueno, a ver... Además del negocio familiar, aspiro a ser un gran mago y científico -comentó Edmond Godefrey, inflando un poco el pecho-. Resulta que esta casa perdida fue la propiedad de un gran nigromante que murió hace unos años en extrañas circunstancias. Encontraron su cuerpo sin vida en medio de un círculo trazado con sangre en el sótano. Como comprenderéis, nadie quería una casa tan destartalada, ¡pero yo vi la oportunidad de hacerme con sus estudios! Pero para colmo el sótano está cerrado firmemente y no hay forma de abrirlo, o eso han dicho los que lograron llegar a la puerta. ¿No es extraño? Si se dice que el cuerpo fue hallado ahí... Yo he llegado a pensar que quizás se trate de su fantasma que no quiere que tomemos posesión de sus estudios-comentó, dejando ir una risilla nerviosa. Carraspeó, entonces, recuperando su sonrisa segura-. Lo que quiero que me traigáis son los libros que encontréis en el sótano y, lo más importante, su cuaderno personal...

Edmond Godefrey parecía inquietarse a ratos, por las preguntas de los guerreros, pero siempre terminaba por responderlas, añadiendo detalles sobre sí mismo muchas veces irrelevantes.

-Heridas, sí... La mayor parte de ellos solo contusiones y algunos cortes. Lo peor era el pavor de sus ojos... Uno de ellos se puso enfermo tras salir y aún no ha vuelto a trabajar. Dicen que lleva meses en cama...-. Edmond se acomodó las gafas, pensativo-. Otros llegaron a fracturas. Uno que cayó por las escaleras se rompió varias costillas y, lo más extraño de todo, es que ninguno vio a nadie, pero decían que siempre parecían estar siendo observados. Y os digo yo que los golpes eran auténticos...

"Que practica la nigromancia, un conjunto de ritos y conjuros realizados invocando a los muertos". Con la misma sutileza y un movimiento de muñeca el librito vuelve a desaparecer entre mi ropa. Mantengo en todo momento, excepto por el rápido vistazo, la vista fija en el tal Edmond que parece muy entregado a la conversación. Y no calla.

Magia negra, me encanta. Aún con el gesto estoico dejo escapar un ligero resoplido. Si la magia ya me gustaba muy poco pensar en gente que trataba con muertos para hacer ese tipo de cosas no me daba buena espina. ¿Y para qué quiere este tío los estudios de un ... ni-gro-mante? Nigromante, nigromante...

-Está bien, no hay problema. -O eso esperaba. Libros y un cuaderno, no parece difícil.

Caerse por las escaleras no sonaba muy fantasmal, sonaba a madera podrida y tipos desesperados por abrir una puerta atrancada para poder cobrar. Y lo de sentirse observado...me pregunto cuantas ratas vivirán ahí dentro, con la de mierda que habrá. El pensamiento hizo que una ligera mueca asomara a mi rostro, aunque procuré ocultarla.

-Entonces empezaremos sin falta, iremos con cuidado, no se preocupe. -Inclino ligeramente la cabeza en una reverencia para dar peso a mis palabras. A ver si se le puede tranquilizar un poco. -¿Por dónde está la entrada al sótano? Y, bueno, a la casa. Supongo que tenga llaves. -Las ventanas parecían cerradas y si la habían comprado no había necesidad de entrar rompiendo una.

Edmond parecía francamente satisfecho con lo que los guerreros le decían. Asintió un par de veces, risueño, mientras ellos hablaban, aunque no tardó en monopolizar nuevamente la palabra, en cuanto tuvo ocasión.

-Oh, por supuesto. Podréis dejar todo lo que encontréis en el carro. Tiene un espacio increíble, aunque de fuera no parezca tanto. Y una tapicería muy buena. Si lo deseáis, podéis verlo. Es mi más reciente adquisición, fabricada por los mejores carpinteros y soldadores de mi padre para mi uso. No veréis nada semejante por ahí. Es tecnología punta-. Agitó las alas un par de veces, regocijándose en sus palabras, aunque pronto Adain interrumpió sus pensamientos-. Ah, bueno. Lo dejo en vuestras manos, claro. Sois los expertos. Yo os esperaré en el carro acabando una de mis tesis sobre magia neutro, ¿de acuerdo? La vida de un estudioso es dura también -bromeó consigo mismo.

Dicho aquello, les entregó la llave de la entrada y les explicó un poco lo que sabía de la ubicación de la casa.

-Hay una puerta trasera, pero está cerrada... Encajada. No sé. Rota. Las bisagras no giran bien. Así que, principalmente, solo se puede entrar por la de delante. Y el sótano está hacia el fondo. Me dijeron que las escaleras bajan, que es fácilmente reconocible, pero que al llegar la puerta no abre-. Se encogió de hombros-. Confío en que lo haréis bien. Mucha suerte.

Dicho aquello, esperó a que se acercasen a la casa y luego se subió al carro.
Las nubes que Adain había visto a lo lejos se habían acercado bastante en aquel tiempo, y comenzaban a cernirse sobre la casa, aunque todavía no empañaban el cielo completamente.



Al abrir la puerta, que chirrió de forma desagradable, se encontraron con un recibidor amplio. El olor a moho era sutil, seguramente porque había sido abierta recientemente, pero percibible.
Tenían tres puertas ante sí: la primera, a la izquierda, cerrada. La segunda, a la derecha, estaba entreabierta, y una araña había decidido tejer su tela entre la hoja y el marco. La tercera, finalmente, aparecía tras recorrer el breve pasillo del recibidor, al frente, y era, según les habían informado, la que debían seguir.

Todo estaba sumamente tranquilo.

Escucho casi con total atención lo que dice hasta que llega a la parte de cómo entrar. Una vez sabido hago un gesto de asentimiento firme con la cabeza y giro sobre los talones, echándole una mirada de cansancio a Lea cuando sé que Eldmon no me puede ver para que haga lo mismo no sea que vuelva a empezar a hablar. Magia, magia y más magia... Que se quede con sus estudios, el verá. Nunca sale nada bueno de ella.

Chirrido, olor a cerrado, polvo y telarañas...Era de esperar, la verdad. Dejo pasar a Lea y echo un último vistazo al cielo, haciendo una mueca. Al menos aquí dentro no debería llover. Aunque echando una mirada al estado de la casa no me extrañaría que hubiera un montón de goteras perfectamente organizadas para llegar a cada rincón.

El silencio era algo incómodo pero era mejor así, de haber alguien lo oiríamos. Antes de ir a la puerta del fondo miro por la de la derecha que estaba medio abierta, curioseando qué hay al otro lado y evitando la tela de araña. Después de todo, la casa era de un mago negro de esos y que quería ver cómo eran las habitaciones normales. El sótano era fácil de imaginar pero en algún momento tendría que salir. Me imaginaba todo con calaveras y sedas negras como en los libros y necesitaba comprobarlo.
Y total, no vamos a tardar mucho en tirar la puerta y subir los libros.
Al empujarla suavemente puedo ver una cocina con el mismo aspecto de abandono y desorden que el resto de la casa. Una mesa, muebles, cubiertos sueltos...Nada que me llame la atención o me parezca especialmente raro. Tal vez la puerta que hay justo en frente de mí. Con una mueca de duda decido abrir primero la que he dejado a la izquierda y ahora está a mi espalda.

-Bueno, esto parece una cocina normal, aunque hay una puerta al fondo... -Informo a Lea con un tono despreocupado.

Me giro y abro la puerta de la izquierda con el pensamiento de que pueda estar cerrada pero no da ningún problema. La habitación resulta ser una sala de estar. Observo el salón que ya me llama más la atención. Una alacena con platos, unos sofás y una mesa llena de...Cosas. Eran como figuras deformes o animales disecados o puestos a secar al sol pero también había algún que otro aparatejo raro de magia o ciencia, quién sabe.
La curiosidad me hace dar un paso hacia dentro. En las paredes se ven colgadas máscaras tribales pero no sabría decir de qué parte de Mithos. Me topo, por supuesto, con una estantería llena de libros que hay en la pared justo frente a la puerta.

-Y esto un salón... Hay una estantería con libros, podría haber alguno que nos interesara...Esto ya tiene más aspecto de pertenecer a alguien con pasatiempos tan turbios. Está lleno de bichos muertos, o eso creo que son. En cualquier caso no son adornos que pondría en mi casa...-Dejo de escudriñar el salón y me giro para buscar a Lea con la mirada. -¿Crees que habrá algo imteresante? Puede que incluso una llave para abrir el sótano.

Tras haber investigado por encima los dos cuartos de los lados, Adain decidió interesarse por la estantería con libros que había en el salón. Lea, sin embargo, estaba centrada en cumplir directamente con la misión que le habían encomendado. A su sugerencia, viendo poco peligro en los alrededores, el aether decidió seguir lo que ella le había dicho y se internó en el salón.

Como había parecido a primera vista, el salón estaba lleno de polvo y la decoración resultaba algo siniestra, pero no había nada que pareciese realmente útil. El suelo, de madera, crujía a su paso, y Adain pudo sentir como si una presencia más caminase a su lado en todo momento. Entonces, sutil, como salido de la nada, el sonido de un piano llegó a sus oídos, leve, apagado. Y luego el silencio volvió a envolverlo.

Lea, por su parte, abrió la puerta que tenía frente a sí. Aquella resultó no dar directamente al sótano, sino a un segundo pasillo que prolongaba el primero. Aquel ofrecía otras posibilidades: de frente, la puerta trasera y unas escaleras que ascendían y, luego, de nuevo, una puerta en cada dirección, ambas cerradas.
Según lo que había dicho su cliente, debería ir por la de la derecha si quería dar con las escaleras que daban al sótano.

Miro a un lado con el ceño fruncido pero no hay nadie. Pero eso no ha sido nadie. Ojeo los libros por encima y abro un par de cajones, haciendo ruido con los tablones en el suelo con cada paso. Cuando oigo la voz de Lea me giro de nuevo. Sigue sin haber nadie. Miro de reojo las figuras asquerosas y las máscaras. No es como si me mirasen, pero puedo entender lo que sintieron esos hombres si entraron creyendo que había fantasmas... De pronto el sonido de un piano llega a mis oídos, amortiguado tal vez por la distancia.

-Qué hijo de puta...-Susurro, casi de forma inaudible y sin darme cuenta, negando ligeramente con la cabeza.

-Voy, voy... -Abandono el salón y me acerco a Lea con paso tranquilo. -Bajemos entonces. -Al llegar frente a ella la miro fijamente y susurro, esperando que me oiga sólo ella. -Estate atenta. He oído a alguien. -Noto las plumas de las alas erizadas, no es que tenga miedo pero la tensión de que puedan atacarnos de pronto empieza a llenarme. Noto los puñales en las mangas, sacar la espada después de lo del piano sería dar una señal de que estamos en guardia. Con suerte si nos está viendo creerá que estoy desarmado. Y con suerte sólo sea uno...

Pronto Adain se reunía con Lea. En todo el trayecto hasta ella no escuchó de nuevo el sonido del piano, ni ninguno otro más que sus pasos o su propia respiración. Cuando la alcanzó, ella ya estaba abriendo la puerta de la derecha.

La estancia que se abrió para ellos estaba casi a oscuras. Una cortina negra, como un paño viejo, cubría la única y pequeña ventana, pero pese a todo podía diferenciarse el lugar: en la pared enfrentada a la puerta, una especie de caldera, como un horno gigante, los recibía fría y silenciosa. En el cuarto había grandes cantidades de leña, seca y podrida, y el olor a humedad era mayor que en los lugares de los que venían.

No había mucho más que polvo y arañas inquietas, la madera, la caldera y, en una esquina, unas escalerillas oscuras de madera, de aspecto algo destartalado, que bajaban abruptamente a lo que, según las indicaciones del que los había hecho llamar, la puerta del sótano.

Allí abajo, en el pequeño espacio que había al bajar las escaleras, las paredes eran de piedra, y la puerta que hallaron completamente metálica, con una hendidura para una llave en el mismo centro, tan intacta y nueva que chocaba un poco con el aspecto del resto de la construcción.
Si trataban de abrirla descubrirían que, como les había indicado Edmond, estaba firmemente cerrada.

Observo el hechizo de fuego y aparto la vista para echar un ojo a la estancia, aunque no hay nada que parezca útil. Al llegar a la puerta y ver el ojo de la cerradura me muerdo la lengua y hago una mueca.

-No lo entiendo...¿Por qué querrían cerrar la entrada? ¿No es más fácil robar los libros que jugar al escondite por toda la casa? -Me mantenía tranquilo pero no estaba a gusto sabiendo que había alguien rondando. Lea no parecía haberse inmutado, puede que ni me creyera. Ni que hubiera dicho que he visto un fantasma...

El sonido del piano seguía resonando en mi cabeza. Obviamente la idea era que nos fuéramos pero...Si un ladrón entra a robar se lleva las cosas y se marcha. Por algún motivo el comportamiento del misterioso pianista era el de un dragón con su tesoro. El aspecto nuevo de la puerta parecía decir que la acababan de poner pero...¿Para qué?
Para evitar discutir le alcanzo uno de los puñales, haciendo como si me lo sacara de un bolsillo interno de la cazadora. Nunca está de más mantener en secreto un par de detalles.

-Creo que deberíamos inspeccionar el resto de la casa. La puerta no se va a mover de aquí y puede que si encontramos al metemiedos ese encontremos la llave y un par de explicaciones. -Pienso en las partes de la casa donde hemos estado. Había un par de puertas en el segundo pasilo...La escalera...Y la de la cocina... Me apoyo contra la pared, mirando la llama con la que ilumina la estrecha estancia, deslumbrante, sintiendo su calor.

Lea y Adain habían dado con un callejón sin salida. Mientras el aether abogaba por revisar el resto de la casa, la flamma estaba convencida de que había una forma de abrir aquella puerta sin dar tantas vueltas. Sin embargo, todo con lo que podían llegar a contar, el puñal que Adain llevaba, no les sirvió, pues aquella puerta parecía especialmente para que nadie entrase de aquella forma: no había ranuras lo suficientemente grandes como para introducir nada que no fuese la llave o un instrumento de finura semejante. Además, parecía colocada directamente sobre la piedra y si la golpeaban tendrían una idea de su grosor y densidad. Por no haber nada más a la vista, podría deducirse que las bisagras estaban al otro lado, por lo que seguramente la puerta abriría hacia dentro.

En lo que los guerreros se encargaban aquello se escuchó un sonido arriba, en la sala de la caldera de la que acababan de bajar. Era como unos pasos veloces por la madera, como lo serían los de un niño. Sin embargo, no parecían ordenados. Era como si cada paso hubiese sido dado en un punto distinto del piso superior, pero en puntos tan alejados unos de los otros que no resultaba normal. A aquellos sonidos los acompañó algún crujido extraño, como si la madera fuese a ceder sobre ellos. Aunque la estructura y el techo en aquella zona habían sido reforzados con piedra, de forma que era improbable que la madera del suelo del cuarto de arriba cayese.

Entonces, como si el tiempo pareciese querer ayudar al espectro que se decía que habitaba la casa, un trueno lejano, pero ya no tan distante, retumbó con gravedad. Parecía que la tormenta no había decidido desviarse.

Me muerdo el labio por dentro y asiento sin mostrar ninguna emoción "Si de verdad", como si me lo hubiera inventado. Bueno, al menos parece que ya se lo cree un poco... Ahora ya no tenía tan claro que fuera sólo uno.

Pego un respingo y miro hacia arriba, justo por el agujero que hemos bajado esperando y ver algo y a la vez no. Si alguien decide tirar algo estoy a tiro y no hay muchos sitios donde meternos.
El ruido era disperso, como si hubieran caído varias cosas. El trueno hace que un escalofrío me recorra la nuca, más por no inesperado que por ser un trueno. Cierro los ojos y suspiro.

-La verdad es que sí...

Subo primero, no es muy cortés pero no hay otra. Noto el pulso algo más acelerado de lo normal, espero que no estén esperando arriba. Antes de salir del todo me asomo ligeramente para observar la estancia. Con la intención de salir pero la tensión de volver a meterme en el hueco a la primera señal de peligro. No creo que sea una trampa, ya nos tenían atrapados...

En el mismo instante en que la cabeza de Adain traspasó el agujero, llegando nuevamente a la estancia superior, los sonidos cesaron de forma abrupta. El cuarto estaba vacío, y todo parecía igual que cuando lo habían dejado, minutos atrás, a excepción de un detalle.
En el suelo, grabado en la madera como si lo hubiesen hecho con las uñas, escrito con letra tortuosa e irregular, se leía claramente un mensaje: "FUERA".

Sin previo aviso, un fuego prendió en la caldera. Luego, de un fuerte portazo, la puerta de la habitación se cerró con fuerza descomunal. Y los sonidos de pasos comenzaron a repetirse, aquella vez viniendo del piso superior, de la misma forma, al mismo ritmo, mientras la madera del techo crujía, aquella vez sin nada de piedra bajo lo que ampararse si cedía el piso de arriba. Llegaron a percibir que se combaba ligeramente, y que el polvo que bajaba de allí inundaba la habitación, haciéndolos toser.

Todo paró entonces, de golpe, y la puerta se entreabrió con un chirrido siniestro, despacio, en una clara invitación a que hiciesen lo escrito en el suelo y que abandonasen el lugar.