La casa está encantada.

Seguí silbando aunque la visión de la mecedora me daba mala espina. Algo me vino a la mente de golpe al pensar en los escritos y me sobresalté, haciendo que una de las notas sonara más estridente. Sin dejar de silbar hurgué dentro de la chaqueta, había llevado un par de las galletas de Ignis que compré con Ben por si en algún momento la situación con Lea se volvía violenta; después de todo a penas había hablado con ella. Nunca habría imaginado que me servirían para romper el hielo con algo así. Estaban en una bolsa de papel y aunque algo rotas por el viaje eran más que comestibles.

De la que las sacaba llamé la atención de Lea y señalé sutilmente el bolsillo donde llevaba el collar, levantando un dedo sobre los labios para indicarle que no dijera nada al respecto. Era de hojas, ella también se habría dado cuenta. Tenía que ser de ella, pero también era un comodín a nuestro favor en el caso de que necesitáramos negociar.

Saqué una de las galletas y la enseñé a...bueno, al aire. Los pasos se habían acercado a mi y los notaba justo debajo. Antes había creído oír una exhalación de sorpresa, así que al parecer había conseguido su atención plena. Cuando los garabatos aparecen en el suelo frente a mí noto como el corazón late con más fuerza pero me relajo al ver lo que es. Lo que parecían arañazos hechos con furia resultan ser las líneas de un pentagrama y la furia, supongo, es solo impaciencia. Me pregunto cuanto llevará sola...

-Oh... Hace mucho que no toco nada de música pero...Puedo intentarlo si no te enfadas si me confundo, de hecho puedes ayudarme. -Pongo una de mis sonrisas más encantadoras aunque por dentro me sienta raro y leo la partitura. Estoy hablándole al aire... En fin.

Do...la... Sol, mi... Nunca había tenido un talento especialmente maravilloso pero sí tenía unos conocimientos básicos de mis últimos años en Ignis. Pronto las notas estaban más o menos claras y sonaban en mi cabeza...como si ya las...¡Era la melodía del piano! Vuelvo a repasar rápidamente el pentagrama para tener claro el rimo de las notas. Allá vamos... Cojo aliento y tras revisar por última vez empiezo a silbar

Era una canción lenta. Algo siniestra, tal vez por no tener letra o por el lugar en el que sonaba. Parecía una melodía triste, una nana o tal vez una canción de amor.

La situación parecía haberse relajado, de pronto, como si la presencia hubiese decidido olvidar por completo lo que había pasado hasta aquel instante. Se concentró en la respuesta de Adain, vibrando bajo él, en un claro intento por meterle prisa. Y cuando él mostró una galleta al aire, de nuevo, el movimiento cesó. Rápidamente, la vibración apareció tras Lea, dando un par de vueltas. Ascendió luego por la pared. Abrió la puerta del armario y la volvió a cerrar.
Estaba inquieta, nerviosa. Resultaba evidente.
Pero el sonido de la canción la calmó, de pronto. Y aquel silencio sosegado duró casi medio minuto. Llegó a parecer que ella ya no estaba allí.

Y entonces comenzó a emerger de la madera como si aquella fuese agua.

Lis:

Era menuda, pero de la talla de una persona. No llegaba, quizás, al metro cincuenta, pero por tan poco que podía decirse que sí lo hacía. Su rostro y su cuerpos parecían hechos de corteza, el cabello era como hebras de heno, y en su cuerpo había algunas hojas que parecían emular ropa, de alguna forma.
Temerosa, los miró a ambos. Se movió muy despacio hacia el dulce, estirando los dedos, con los ojos fijos en Adain mientras silbaba.

Cuando atrapó la galleta retrocedió velozmente, pegándose contra una pared, mirándolos con cierto temor. Y entonces se la llevó a los labios.

Un primer mordisco bastó para mostrar su deleite. Masticó con prisa y...
Los ojos se abrieron con violencia de pronto, mientras la galleta caía al suelo. Abrió la boca, dejando ir una especie de gemido de dolor, como un sollozo, y rápidamente se fundió contra la pared, que enseguida empezó a crujir con fuerza.
Al mismo tiempo, ambos empezaron a sentir cómo por sus piernas empezaban a trepar una especie de raíces tremendamente duras, inmovilizándolos poco a poco.

Sigo silbando, el ser parece haberse calmado. Bueno, Lis.
Cuando la madera empieza a fluir y tomar forma me quedo paralizado, ralentizando algo la la canción pero sin parar por miedo a lo que pudiera pasar. Cuando se ha mostrado del todo me quedo boquiabierto. Dejo de silbar y observo a la figura que acaba de presentarse ante nosotros maravillado. Nunca había visto algo así. Retomo la canción sonriendo todo lo que me permiten mis labios mientras silbo y acerco algo la galleta.

No es un animal ni una niña...Es...¿Qué es?

Me giro y veo a Lea en el suelo. La sonrío ligeramente sin dejar de silbar. No puedo apartar la vista, es como un árbol vivo. Es decir, más vivo. De pronto grita y nos atrapa, en apenas unos segundos. No entiendo nada pero entonces Lea habla. Joder, soy imbécil.

-Oh, no no no. -La madera nos aprieta las piernas. Mierda, mierda, mierda. -¡Oh, lo siento! no pensé que el picante te haría daño. No lo he hecho a propósito, mira. -Muerdo una de las galletas que quedaban en la bolsa, acercándole el resto a Lea. Al menos habrá que demostrarle que no son malas. ¿Le hará daño el picante a la madera? Continúo hablando imitando a Lea, tranquilizador. -Son de la tierra donde nació Lea, por eso son tan fuertes. Las traje para compartirlas con ella. Es lo que hacen los amigos, ¿no? Siento si no te han gustado, sólo quería hacerte un regalo ya que nos ibas a ayudar. Porque somos amigos, ¿no? O podemos serlo. Lea puede hacerte postres.

Intento mantener la calma, la otra opción es que Lea empiece a quemar cosas. Intento mantener la calma y no sacar el colgante, aún no si puedo evitarlo.

Las palabras de los guerreros ralentizaron un poco el ascenso de las plantas por sus piernas. No obstante, estas no se retiraron. Fue Lis, sin embargo, la que emergió de nuevo de la madera, con una expresión seria, gélida de alguna forma, que quedaba un poco rota por la humedad que mostraban sus ojos, para entonces.



Soltó a Lea en primer lugar, mirando todavía a Adain, de reojo, con poco convencimiento. Finalmete también lo dejó ir, para luego introducirse en la madera. La puerta cerrada de la habitación se abrió de pronto. A ella pudieron escucharla en el piso de arriba por el crujir del techo, pero aquella vez no volvió. Aunque parecía haberse relajado un poco con respecto a ellos, pese al enfado.

Por otro lado, los guerreros seguían sin tener forma de bajar al sótano: solo habían conseguido una llave, pero no la correcta.

Qué idiota, lo he estropeado... Al menos parece que no se ha enfadado mucho, nos deja salir...

Suspiro. -Lo siento, no pensé que las galletas fueran a hacerla daño. Simplemente recordé que las llevaba encima y, bueno... -Me rasco la nuca algo avergonzado. Podía haber sido peor, pero no quitaba peso a lo que acababa de pasar.

-¿Te enseñó algo antes de que yo entrara en ese cuarto? -A parte de la mecedora y un par de plantas no había visto nada, estaba más ocupado silbando. -¿Crees que deberíamos subir otra vez? -Al menos aún teníamos el collar de hojas dorado.

La flamma puso rumbo a las escaleras, con suavidad, en silencio, y subió con calma tratando de no perturbar al extraño ser. No podía evitar, pese a todo, algunos chirridos en las escaleras, que se quejaban de sus pasos, pero nada se movió.
La puerta, de nuevo, no se abrió cuando Lea trató de abrirla, y tuvo que meter la llave para que funcionase. Aquella vez, tras girarla, la puerta sí cedió, permitiéndole entrar.

Era una única habitación amplia, mucho más que todas las que habían visto, sin paredes que hiciesen divisiones. A primera vista resultaba evidente que había sido un desván. En ella se encontró con algunos juguetes esparcidos por el suelo: cubos con letras, un balancín con forma de estrell, una estantería llena de libros de cuentos con ilustraciones y otros muchos por el suelo. Había también una cama que salía directamente del suelo, cuya colcha parecía de hojas, o una cómoda con muchos cajones. Y del suelo, como si en vez de madera fuese tierra, crecían algunos árboles frutales pequeños, adaptados a la altura de la estancia aunque no fuese la propia de su especie, que daban fruta incluso en aquella época. Puzzles, muñecos de madera, marionetas y toda suerte de entretenimientos estaban tirados de cualquier manera sobre el suelo, que pese a todo era tan ancho que no se veía recargado.
Lis estaba en el balancín, o eso parecía, pues este se movía solo, pero no se dejaba ver.


Adain, por su parte, decidió que antes de bajar directamente debía buscar en aquel mismo piso, aprovechando que estaba en él, creyendo que el piano podía hallarse allí.
La primera puerta que abrió fue la que estaba inmediatamente a la izquierda que, como la que habían registrado de la planta baja, estaba llena de artefactos, aunque aquella vez no estaban cubiertos con nada y a suciedad era evidente. Allí encontró varias cosas que no cuadraban con la descripción de lo que buscaba: un telescopio, unos prismáticos, redes de insectos, jaulas para animales, macetas vacías... No parecía, no obstante, que ninguna de aquellas cosas fuese a ayudarlo, por lo que pasó a la que estaba frente a esa.

La segunda era un baño. Húmedo, sin agua.

La tercera habitación, al lado del baño, era gemela a la que Lis les había mostrado: tenía un armario, una cama, una cómoda y una puerta al fondo que llevaba a lo que parecía otro balcón como aquel. Aunque en aquella no había ningún marco.

Nada, nada, nada. No encontraba nada que sirviera. No es como si quisiera encontrar un paquete de pasteles que casualmente se habían dejado en una habitación pero no sé...Una caja con caramelos, algo. O el piano, eso es más difícil no verlo.
Si algo me estaba quedando claro era que esa casa no podía haber pertenecido a un nigromago de esos. O al menos no sólo al él.

Un baño, aquí tampoco había comida. Espero... Ni piano.

La tercera puerta daba a una habitación como la otra. Reviso de nuevo el armario y los cajones. Aunque de haber algo así ella lo hubiese encontrado. A no ser que estuvieran en una caja de latón o algo así...

Encuentro más textos en los cajones. Con suerte en alguno ponga qué es Lis.

Lis:

Parece que ni él lo sabía... Avanzo hacia el fondo de la habitación, con la esperanza de encontrar el piano pero sólo hallo una pelota solitaria. La cojo y la hago girar entre las manos. Finalmente la dejo, no sea que ella se enfade, y me dirijo al pasillo; aún me quedan 2 puertas.

La que está más cerca de las escaleras que suben al tercer piso, en el lado del baño, es el mismo estilo de habitación que las otras tres, con un cuadro decorativo haciendo algo de diferencia. Encuentro más papeles y un libro de dibujos. Es de Lis...
Sonrío ligeramente, según avanzo van mejorando si bien al principio parecían de niño. Se repite el mismo tema, una niña marrón, probablemente Lis junto con un hombre aether de pelo también marrón. Reviso los apuntes que encuentro y lo guardo todo junto con el libro de dibujos.

Lis:

Me dirijo, tras echar un último vistazo (encuentro una cometa en y un muñeco en el armario, ambos de tela) a la habitación de enfrente, entre las escaleras y el cuarto donde Lea encontró la llave. Ahí está, ahí está el piano...

Al intentar abrir está cerrada.

Adain revisó diversos cuartos, dando con información que, si bien lo ayudó a comprender un poco más del pasado de aquella chica de madera, no le dio comida ni un piano. Tras aquel frustrante descubrimiento, y tras descubrir que había una puerta cerrada más, puso rumbo a la cocina, que era el lugar que Lea le había puesto como meta en primer lugar. Bajó las escaleras, pasó el pequeño pasillo y se encontró, finalmente, con el salón a un lado y la cocina al otro. No fue difícil entrar en esta, que no había examinado profundamente la primera vez.

Todo lo que encontró fueron platos viejos, vasos, cubiertos... Y en los cajones y alacenas había comida, por desgracia: el tiempo había pasado por ella, y el olor a rancio era bastante desagradable en algunos puntos.
Nada parecía comestible.
Al pasar la puerta que quedaba pudo comprobar que, como había pensado desde el principio, era una alacena. Allí encontró chocolate mohoso y algunas especias en buen estado. Toda la comida que hubiese podido consumirse alguna vez estaba o bien estropeada o bien desaparecida, devorada por insectos u otros animales, seguramente, tiempo atrás.
Había también algunos botes de miel y otros dulces, pero no quedaba nada. Al fin y al cabo, aquella llevaba siendo la casa de Lis mucho tiempo.


Lea, por su parte, estaba en la habitación de la chica, si podía llamársele así. Comenzó a hablar con ella, tranquila, una vez se hubo sentado en el suelo. La chica de madera, por su parte, seguía en el balancín, moviéndose despacio, invisible para la guerrera.
Cuando Lea comenzó a mencionar a aquel que había vivido con ella, sin embargo, el muñeco empezó a acelerarse, y de pronto Lis emergía del suelo y se sentaba a varios metros, dándole la espalda a la flamma.



-Lis -dijo sin más, con un tono extraño, poco humano, cuando ella preguntó por su nombre a la chica de madera.

Lis se volvió hacia Lea, repentinamente. Muy seria. Pero incluso se podía ver, con ello, un profundo dolor difícil de describir.

-No és... aqhí yà-dijo. Frunció ligeramente el ceño.

No era una voz humana. Sonaba disonante, de algún modo, con subidas y bajadas incorrectas, extrañas, y arrastraba una especie de eco. Pero era, pese a todo, comprensible.

Me doy la vuelta frustrado tras cerrar la puerta de la despensa, apoyando la cabeza contra ella con un golpe más bien fuerte.

-No hay nada...¿Qué iba a haber?

No sabía cuanto tiempo llevaba la casa abandonada pero estaba claro que lo suficiente como para que la mitad de la comida se pudriera y la otra mitad se la comiera la chica árbol y encima no encontraba el piano. Seguro que estaba en la habitación cerrada, seguro que lo guarda como un tesoro...
Aunque...¿Nos había dejado entrar tan fácil en la habitación de su mago del alma? Ni si quiera había dejado que tocásemos su foto, mucho menos verla. ¿Y si el cuarto que está cerrado es el dormitorio del mago? No creo que tuviera el piano en un sitio tan privado, además, subirlo por esas escaleras... Además tendría algo más de decoración que las habitaciones que obviamente no usaba, quitando plantas puestas a la luz y juguetes dejados seguramente por Lis. Miré al frente buscando ideas. Mi vista atravesó la puerta de la cocina, el pasillo y la entrada al salón, topándome con la estantería. Libros, la habitación de ese hombre tendría libros... Di un par de golpes más a la puerta con la cabeza. Esta estantería...Destaca mucho nada más entrar... Crucé la distancia hasta el salón con el corazón acelerado.
Entré en la sala de estar parando frente a la estantería, examinándola. Miré tras ella, no podía estar completamente pegada a la pared.
6 habitaciones, 3 y 3, divididas entre los dos lados de la casa...
Empecé a quitar libros, tantos como podía, dejándolos cuidadosamente a un lado hasta que me pareció suficiente.
Las plantas están en el cuarto iluminado que hay sobre la despensa...
Hice fuerza desde la izquierda y ahora que tenía menos libros fue relativamente fácil.
...y la pelota está sobre...
-El piano...
Con un último empujón la estantería se movió del todo, dejando a la vista una puerta como las del resto de la casa.

Lis la miró, seria, y aunque las palabras de Lea eran esperanzadoras no sonrió ni dijo nada más, ni pareció reaccionar de ninguna forma especial hasta que Lea hizo su última pregunta. En aquel momento, simplemente, bajó la vista y negó lentamente, con gesto apagado.

Súbitamente, se alzó, y su cuerpo volvió a hundirse en la madera. Uno de los cajones de la cómoda se abrió, y la muchacha emergió con una llave. Se acercó a Lea, aquella vez caminando, y la puso en el suelo, entre ambas. Luego la miró fijamente y retrocedió, volviendo a sentarse.

Aquella no podía ser, a primera vista, la llave del sótano, tampoco. Pero en la casa no quedaba demasiado por explorar, y las opciones eran pocas.


Adain, por su parte, casi había perdido la esperanza cuando una idea repentina cruzó su mente, al toparse con la estantería que se veía en el salón sin necesidad de entrar. Lo primero que se veía al abrir la puerta, justo frente a la puerta que daba de la cocina a la despensa.
Tomando aquella corazonada como cierta se puso a trabajar con los libros, sacándolos para poder desplazar la estantería, y cuando lo hubo hecho dio con una puerta más. El picaporte cedió con facilidad y al abrirla lo halló: un cuarto de ventanas tapadas, al que no entraba la luz, con un pequeño piano de pared de madera arrinconado contra el fondo. Una partitura estaba pulcramente colocada sobe el atril incorporado al piano. Estaba escrita a mano, y las notas resultaban familiares al aether.

"Do La Sol Mi"

Aquellas se repetían, una y otra vez, a lo largo de la canción, abriéndola y cerrándola. Pero no parecía haber más que aquello y algunos adornos, cuadros y figuras que llenaban el espacio.
Era un lugar bonito, pero algo sombrío, al mismo tiempo.

Ahí estaba. Me acerqué al instrumento con paso tranquilo, como si fuera una obra de arte. La tapa estaba subida aún. Por eso yo oí un piano... Había una partitura colocada pero apenas se distinguía con tan poca luz. Aparté una de las pesadas cortinas, la que más cerca estaba del piano, y la enganché con una suave cuerda que había especialmente colocada para eso.

Se me escapó una sonrisa al leer las primeras notas. Sacudí el asiento frente al piano para quitarle el polvo, me senté y comencé a tocar, colocando la mano izquierda más abajo para tocar con las dos. Toqué las primeras notas con fuerza, para que resonaran por la casa. Al acabar la primera vez volví a empezar, tarareando el mismo tiempo, disimulando así si me confundía; no era como si supiese mucho de tocar el piano.

Seguí tocando, esperando algún tipo de señal.

Lis se mantuvo varios segundos en silencio, mirando la llave. Parecía pensar muy seriamente en las palabras de Lea, aunque a ella no la miraba.

-Sú... cuàrtho -murmuró-. Ahíii la... llaf...vè

Tras decir aquello, se fundió con el suelo, emergiendo en las escaleras, y se volvió parcialmente hacia ella, esperándola, mirándola. Se dejó acompañar, comenzando a descender las escaleras, pero una vibración en el aire la hizo detenerse: era el sonido de un piano.
Lea solo pudo ver cómo la chica se fundía en el suelo, enseguida, y no volvía a emerger.


Adain, por su parte, se encontraba al piano, tocando la canción con torpeza, pero de forma reconocible. Notó de pronto, con extrañeza, como otras teclas comenzaban a moverse solas, sin que nadie las pulsase, acoplándose torpemente a la melodía principal, aunque ganando confianza a los pocos segundos.

Era evidente, por algún motivo, al escuchar la canción y aquel acompañamiento no escrito en ninguna parte, que se trataba, de algún modo, de un lamento.

De pronto a las notas se le unen unas nuevas, unas que yo no pulso. Veo las teclas moverse, adaptarse tras unos intentos a mi ritmo hasta acompasarse. La melodía sonaba triste, más incluso que antes. ¿Cuánto tiempo llevará sola? Dejo de tararear para dirigirme a ella.

-¿Sabes? -Digo con voz algo insegura. Era como hablarle al piano, aún no me acostumbraba. -Es normal estar triste cuando pasan cosas así... Pero hay que intentar seguir adelante... Eso no significa olvidar a quien se ha ido. -Subí un par de tonos, dando un aire algo más alegre a la canción. Miré de reojo a la puerta, no sabía si Lea había descubierto algo. Me muerdo el labio por dentro y miro hacia el piano, buscando con la mirada algún indicio de su presencia más físico que unas teclas moviéndose.

-Eso...Siento lo de antes. De verdad que no quería hacerte daño. Ninguno de los dos queremos. Nos han llamado para recoger algunas cosas que hay en el sótano...-Procuro mantener el ritmo y no desacompasarme. -Cuando nos vayamos no te volveremos a molestar pero...Alguien ha comprado esta casa ahora que... su antiguo dueño no está. ¿Crees que estarás bien? No parece que se te haya dado mal vivir este tiempo sola pero... -Hablaba con voz tranquila, dudando. No tenía muy claro qué decir.

Adain tomó el relevo de Lea en aquel momento, entablando algo de conversación con Lis mientras ambos tocaban. La parte de la chica cesó, sin embargo, cuando Adain mencionó a aquel que había comprado la casa, y toda la habitación vibró, dejando caer algo de polvo sobre el chico.



-No -dijo ella, sin más, brotando del interior del piano, con el ceño fruncido-. Vifvo... aqhì-siseó, con cierto desprecio, dando la espalda al aether-. Mía áhor'há.


Mientras aquello sucedía, Lea tuvo tiempo de abrir la puerta, enfrentándose, finalmente, al último cuarto por explorar, además del propio sótano, que era el destino de ambos. Se trataba de una habitación pequeña, y en ella había encajada una cama grande, un armario, una mesilla y una cómoda llena de ropa llena de polvo.
Aunque era evidente que llevaba mucho vacía, la madera era lustrosa y no había telarañas ni más suciedad que una fina capa de polvo que debía de limpiarse de vez en cuando.

Seguí tocando para mantener el ambiente algo más tranquilo. Arg, otra vez problemas éticos no... Hace temblar la habitación, no debería, pienso, y más sabiendo Lea que estamos separados. Podría pensarse que me está atacando.

-Lis, no te enfades, y menos con nosotros. -Sigo con un tono tranquilo pero intentando que me respete. -Te estoy contando esto porque te servirá de ayuda. No sé cuanto tiempo faltará o si llegará a pasar. A lo mejor sólo le importan esos documentos y te dejan tranquila... -O manda derribar la casa. Aunque está lejos de todo pero... -El comprador es un joven estudioso. De magia y esas cosas. No sé si pretende vivir aquí o qué. Intentaremos hablar con él pero...No sé si es buena idea contar que existes, podría traerte problemas. Ninguno de los dos queremos que te pase nada, después de todo nos has ayudado. -Y atado con madera y asustado. Dejo de tocar y miro a la chica-árbol.

-Lis...Mira, hay gente buena y gente mala. No creo que ese chico sea malo pero...No podemos saberlo.  Imagínate que hubieran sido otros los que hubiesen venido. Que hubiesen quemado las puertas y las paredes para encontrar lo que necesitaban... -No pretendo asustarla ni enfadarla pero...¿qué será de ella cuando nos vayamos? Tampoco sé si Elmond no intentaría disecarla o algo así.
Suspiré.

Ante las palabras de Adain, Lis frunció más el ceño. Estaba evidentemente conforme con lo que el guerrero le decía. Lo miró un momento más, de pasada, pero pronto volvía al suelo, desapareciendo de su vista. Hizo sonar las cuatro notas, graves, en el piano. "Do La Sol Mi", y después su presencia se esfumó por completo dejando un resto de aquel sonido flotando en el ambiente.

Lea la notó llegar al segundo piso por las escaleras, inquieta. Al hacerlo con furia la madera crujía ligeramente sin que pudiese evitarlo.
Lis se apareció frente a ella y la miró, muy seria. Sus ojos la recorrieron y luego vio la puerta abierta. Se mezcló por el suelo y Lea fue testigo de cómo los muebles se abrían y cerraban solos y cómo, para terminar, Liz volvía a estar frente a ella y la puerta se cerraba con suavidad.

-Abhajó -le dijo. Casi parecía instarla. Miró la llave que la flamma llevaba en la mano-. Ábhr'è puerta y fuer...há. Casa mí... mía -siseó.

Se mostraba de nuevo molesta, algo intranquila, y sus gestos eran agresivos, aunque no llegaban a amenazar. Simplemente parecía tensa.

Lis se enfada por mis comentarios y tras unas últimas notas a modo de despedida se va. Mierda... Sólo había intentado advertirla, no podía saber qué iba a ser de ella pero se me ocurrían algunas opciones bastante horribles.

Toqué otra vez las cuatro notas, en un tono más alegre que el de ella, a modo de despedida.

En fin...Tendré que ir a buscar a Lea. Me levanté para soltar la cortina y dejar todo en penumbras como cuando llegué. Antes de hacerlo me detuve y, apoyado contra el piano copié en uno de mis cuadernos la partitura con un pequeño lápiz que llevaba siempre encima. Comprobé el apunte e hice desaparecer de nuevo el cuaderno en una manga al tiempo que soltaba la cuerda de la cortina.
La habitación volvió a quedar a oscuras, bajé la tapa de las teclas del piano y comencé a andar hacia las escaleras en busca de Lea.