Los Cinco Pilares.

Pese a la insistencia de Branne, Flavia evitó su intromisión en dicha misión. Branne, enfadada, reprochó a la líder por qué Elektra, de un menor rango y poder que ella, sí podría acudir a la cita prevista con el enemigo. Flavia explicó que, a pesar de que no le hacía mucha gracia saltarse el protocolo interno de su jerarquía, Elektra no dejaba de pertenecer íntegramente al Elército de Brontë, mientras que ella, por contra, simplemente era una de sus subordinadas. Elektra pues, gozaba de ambos privilegios a la vez de "sufrir" el doble de obligaciones. Branne tuvo que darse por satisfecha y quedarse en palacio, marcadamente frustrada y algo molesta con sus dos compañeras.

A las pocas horas de aquella conversación entre líder y "Chica", el grupo liderado por Vatra y Sáltez
(

Spoiler:

) utilizó el Cáliz que comunicaba el Palacio de Brontë hasta un punto concreto del desierto más cercano a la zona prevista.
En cuanto los ocho guerreros pusieron un pie en el lugar, el tremendo cambio de temperatura impresionó a la mayoría, sobre todo a Massen, a la cual el calor no le sentaba nada bien debido a su raza. Por otra parte, Vatra y Rick fueron los que menos notaron el agotador ritmo del desierto.

Después de atravesar durante un par de interminables horas dunas horriblemente dificultosas de superar (excepto para el aether) llegaron a una zona algo más pedregosa, el firme se volvió algo más sólido, compuesto por grava y rocas y al fondo, se podían distinguir, como cinco bultos pentagonales.

Vatra, que durante todo el camino permaneció en el más absoluto y sepulcral silencio, pudo notar cómo las pulsaciones se le aceleraban a cada paso que daba. Estaba tensa. Nerviosa. Era la responsable de que todo aquello saliese bien.
Elektra pudo advertir como uno de los puños de Vatra permaneció cerrado desde que salieron de las habitaciones en Brontë. Sin embargo hasta ahora no había dicho nada. Sabía lo arisca que era Vatra y que sus reprimendas no eran ligeras.

El grupo hizo un descanso antes de llegar a la zona. Comerían algo bajo la atenta mirada de Vatra que, a diferencia de Saltez (el cual buscó la amistad o, al menos la cháchara en algunos momentos con el grupo) permanecía estática. Vigilante, sin quitar la vista de los cinco alejados puntos a los que se dirigían. No permitiría que nada alterase el viaje hasta llegar a la zona indicada.
Sus labios estaban sumamente apretados. Sentia, por primera vez que la responsabilidad de cargar sobre sus hombros con la vida de tantas personas le sobrepasaba.

Saltez colocó una de sus manos en el hombro de la flamma y esta se giró para verle.- Lo siento.- Le susurró.- Estoy nerviosa.- Se sinceró, lo suficientemente bajo como para que los demás no la escuchasen.

En este pequeño descanso, los guerreros pusieron al día sus armas, bebieron agua y hablaron sobre la misión.



FDR: No hay un tiempo de posteo establecido. Postead lo más rápido que podáis y todos seremos felices. <3

Me había decidido firmemente a participar en aquella misión, pese a lo peligrosa que pudiese resultar. Ya había viajado a Ignis antes, recordaba el final amargo de todo aquello, y por mucho que pudiese llegar a atemorizarme la idea de que se repitiese no iba a echarme atrás por aquello. Porque participando yo podría librar a otros de hacer algo ingrato.
Aquella era otra manera de proteger a la gente.

Siete compañeros me acompañaban. Dos de ellos, Vatra y Sáltez, eran enviados por los líderes, lo que me daba cierta seguridad. Los otros...
En primer lugar Inger, la dulce Inger, que una vez más me acompañaba. Creía que podría luchar bien con ella, aunque la idea de que corriese peligro me asustaba un poco.
Después de ella estaba Adain también. Llevaba poco tiempo en Palacio en relación con los demás. Había entrenado bastante con él, pero me preocupaba que pudiese enfrentarse a cosas demasiado peligrosas. No creía que estuviese acostumbrado todavía al tipo de catástrofes que podríamos encontrarnos.
En tercer lugar, la joven Massen Dew, una guerrera fuerte pese a su juventud, que llevaba ya a su espalda tantas otras misiones como aquella. Lo había hecho bien la primera vez, y no dudaba de su capacidad de nuevo. Se habría ido fortaleciendo con el tiempo.
Elektra era la cuarta. Resultó que la parvus, a la que llevaba ya tiempo sin ver, llevaba tiempo perteneciendo a las fuerzas de la líder Flavia, por lo que, imaginaba, su poder y capacidades estarían perfectamente a la altura.
Y el quinto...
Prefería no pensar en ello. Aquello era trabajo, por lo que colaboraría con él si fuese necesario. Pero traté de evitar dirigirme a él durante el viaje.

Volver a Ignis me resultaba extraño. No hacía tanto que lo había hecho, en mi viaje a Iracunda. Compartí algunas impresiones sobre el lugar con Adain, que había vivido allí, y di conversación a casi todo el que me la ofreciese, aunque estaba centrado en la misión.

Cuando nos detuvimos a descansar y comer me dirigí a Vatra y Saltez, serio. No podía evitar estar algo tenso con todo aquello, aunque comí y bebí como todos.

-Tendremos que atacar directamente, ¿no? Sin preguntar -dije, buscando cercirarme yo mismo con una respuesta que ya conocía.

Värdjas estaba preparada. Y yo tendría que estarlo también, quisiese o no.

No sabíamos cuántos eran, ni cómo estarían organizados, ni cómo responderían, ni si habría más gente escondida. Era complicado, visto de aquella forma. Por eso tenía que mantenerme fuerte pese a la inseguridad que me transmitía aquella operación.
De nuevo, si yo formaba parte de aquello era para que otro no corriese peligro.

Branne parecía un poco descontenta por no poder venir a la misión; el día anterior había estado intentando convencer a la líder para que así fuera en el dormitorio -todo para acabar quedándose en el palacio-. Iríamos todos al Cáliz para poder transportarnos a Ignis directamente, Vatra y yo nos acercamos juntas después de despedirnos de Flavia. Allí acabaríamos encontrándonos con el resto de compañeros, todas caras familiares -al menos de haber visto por los pasillos del palacio-, aunque algunas más desagradables que otras.

El grupo estaría liderado por mi compañera y por un chico llamado Sáltez, no tenía queja; éramos de nuevo una mezcla extraña de conocidos y amigos que partían en busca del peligro. Utilizamos el Cáliz y, en un abrir y cerrar de ojos todos aparecimos en un desierto. El cambio de temperatura era notable y muy molesto, deberíamos hidratarnos bien si no quería salir mal parados de aquel sitio. Esperaba desde luego no sudar mucho; llevaba ropa muy fina y ligera: una camiseta de color azul cielo -muy claro- y unas mallas cortas y transpirables de color negro, pero tapadas casi al completo por mi camiseta. Por encima de todo, me cubría el cuerpo una pieza de tela -lo más parecido a una capa que tenía en mi baúl-, casi hasta los pies.

Caminar se hacía insufrible. No había encontrado un calzado lo suficientemente cómodo para la arena -siempre era desagradable que te entrase en los zapatos-, y, el simple hecho de caminar sobre arena, se hacía tedioso -sumando el calor-. El suelo empezó a compactarse, a hacerse cada vez más sólido, como si se tratase de un trecho de adaptación entre el desierto y un páramo rocoso.

Pocas veces apartaba la vista del frente para mirar a mis compañeros, pero las pocas veces que lo hacía era para comprobar que todos siguiésemos juntos, y que estuviésemos bien -al fin y al cabo, éramos un equipo-. Vatra tenía el puño cerrado y firme. A pesar de ser mi compañera no tenía mucha relación con ella para preguntarle nada, además, era más el calor que la curiosidad lo que me hcía quedarme embobad mirándola fijamente. Por supuesto, cada vez que me daba cuenta, devolvía mi mirada al horizonte, y mi sonrisa a los demás. Se podía atisbar ya lo que era nuestro destino.

Nos detuvimos, teníamos que descansar, algunos estaban peor que otros, y es que el hastío del desierto no se podía ignorar tan fácilmente. Comimos y bebimos un poco. Me acerqué a Massen con un sonrisa para preguntarle qué tal estaba -ya que parecía la más afectada-, después me limitaría a quedarme al lado de Vatra, estaba más acostumbrada a su presencia que a la de otro cualquiera, aunque no parecía la de siempre, parecía que se tomaba muy en serio su trabajo

- Ya falta poco, ¿no? - Pregunté sonriente, sabiendo ya la respuesta, buscando una conversación.

Cuando tuvimos que emprender de nuevo el viaje, me aseguré de que Jaogín estuviera bien atado a mi espalda, no podía permitirme perderlo en medio del desierto.

Ya había estado en Ignis antes, e iba preparada para enfrentarme al calor. Pese a todo, era invierno, y por mucha preparación que tuviera, el golpe de calor me resultó de lo más desagradable. Incluso vestida con la ropa adecuada y con el pelo bien recogido, no dejaba de resultar de lo más agobiante. Me esforcé, pese a todo, por no mostrar debilidad. Por una parte, porque eso podía afectar a mis compañeros, y por otra, porque supondría autoconvencerme de que de verdad me sentía débil, cosa que no podía permitir. Al menos, a pesar del terreno arenoso, podía avanzar con firmeza, sin encontrar grandes dificultades a ese respecto.

Cuando nos detuvimos, aproveché para buscar la escasa sombra que podía encontrarse gracias a las dunas y beber agua. Aunque tenía ganas de acabar con toda, me contuve y bebí de forma moderada, a sabiendas de que abusar del agua podría sentarme tan mal como no beber en absoluto. Me refresqué un poco las muñecas y la nuca y traté de aprovechar el respiro para relajarme bien. Tenía que estar en plena forma, atenta a cualquier detalle que pudiera salir mal.

Traté de mantener la seriedad, pero también la cordialidad. Agradecí a Elektra su interés por mí, y tras asegurarle que estaba bien, pregunté también por ella. Miré alrededor, estudiando a mis compañeros de nuevo. A los de Brontë los conocía a todos, en mayor o menor medida, y con algunos ya había trabajado. En cuanto a nuestros guías, no sabía mucho de ellos, aunque a Vatra sí la conocía. En cualquier caso, no me parecía un mal grupo.

No pude evitar oír la pregunta de Rick, y me pregunté hasta qué punto era aquella la forma adecuada de proceder. Lo lógico, más que lanzarse sin más, sería organizar al grupo para proceder con un ataque coordinado. De todas formas, no quise imponer ninguna idea, ya que no me correspondía a mí liderar el grupo. Tenía que mostrarme firme y acatar las órdenes con precisión para que todo saliera bien.

Aunque me mantenía cordial y amable con todos, no hablaba ni me movía mucho. Sabía que me convenía conservar la energía tanto como pudiera, y que la prioridad era que me mentalizara para lo que pronto empezaría. El descanso, al menos, me ayudaba a sentirme algo más fresca, aunque el calor siguiese siendo aplastante.

No había participado nunca antes en las misiones de Ignis, pero tenía idea, como imaginaba que tendrían todos mis compañeros de Brontë, de lo que había pasado en ellas, y por eso mismo, a pesar de que también sabía que era un lugar peligroso, al enterarme de que Palacio planeaba enviar un grupo de guerreros al lugar hice todo lo posible por estar dentro. En la misión a Aqua me había sentido bastante inútil, incapaz, pero en el evento posterior había ganado cierta confianza a pesar de que, por suerte, nosotros no habíamos hecho mucho, a pesar de que el líder parvus hubiese intervenido, y quería seguir demostrando, demostrándome, que no era tan carga como pensaba, que era tan capaz como el resto. Y además, desde que comenzaron las misiones a Ignis había sentido cierto malestar por no atreverme a ir a ninguna, y esta era la ocasión para remediarlo.

En el grupo había compañeros con los que ya había ido a otras misiones y compañeros con los que nunca antes había trabajado, como el aether, Adain o algo así, Gerald, al que hacía mucho que no veía y cuyo aspecto me impresionó un poco en un primer momento, aunque luego me esforcé por no hacerle ningún caso, y también los dos guerreros que habían enviado a acompañarnos y cuya presencia me daba tanto seguridad como me preocupaba: si los enviaban, no había dudas de que sería una misión difícil. O al menos se esperaba difícil. Tampoco es que hubiese esperado algo diferente, pero por algún motivo no había pensado que necesitaríamos a gente como ellos.

A pesar de que estaba más o menos acostumbrada a Ignis, el calor resultaba bastante agobiante, y cuando finalmente nos detuvimos no pude evitar alegrarme. Como todos, aproveché para comer, beber y descansar, dándole conversación a quien me la diese. Cuando Rick propuso el ataque, fruncí un poco el ceño, dubitativa.

—Supongo que antes nos organizaremos. Quizá dividamos el grupo o algo así. —Lo miré. Parpadeé—. Aunque imagino que eso no es algo que decideremos nosotros exactamente —añadí en un tono un poco más bajo.

Imaginaba que Vatra y Sáltez se encargarían de dar las órdenes, y yo pensaba acatar lo que me dijesen.

Todos, en mayor o menor medida agradecieron el descanso y una vez hubieron recogido y estado listos para proseguir, tanto Vatra como Sáltez los reunieron en una especie de corrillo no muy apretado y, después de escuchar las opciones y opiniones de todos ellos, comenzaron a hablar los guías. -Hemos decidido que iremos de frente.- Explicó Vatra. - Ellos nos han citado. Nosotros hemos venido. Saben que estamos aquí o que llegaremos pronto y si no lo saben son rematadamente estúpidos.- Su voz sonaba grave y potente, como de costumbre.- Intentar "emboscarlos" como ratas sería por un lado absurdo pues no hay muchos sitios en los que esconderse por aquí y para rematar... ¡Qué demonios! Venimos en representación de todo el Palacio. Dejáos de pensar como cobardes. - Les vio a todos.

-Avanzaremos con el pecho bien hinchado y nos presentaremos ante ellos, los rajamos y nos largamos.- Continuó con decisión.

Sáltez intervino, posando las manos sobre los hombros de su compañera.-Por ahora, calma. Iremos de frente, pero de nada sirve abalanzarse sin saber qué nos espera. Ellos nos han citado pidiendo diálogo y nos conviene acercarnos con cautela para observar su disposición -Indicó con su perpetua sonrisa calmada.- Eso no implica que debáis bajar la guardia. No sabemos qué nos espera, pero si hablando podemos ganar tiempo y evitar bajas, que así sea.- Habló mirando a Vatra, apretando amistosamente uno de sus hombros.

-Está bien. Lo haremos así.- Acabó ella.- Pero tened todo bien a mano. Es decir, si os matan por incautos, no quiero tener nada que ver.- Les amonestó.

Al cabo de unos pocos minutos, se pusieron en marcha. - Deberías bajar al suelo. No sabemos que armas tienen ni cual es su alcance o puntería.- Comentó Sáltez a Adain. Vatra chasqueó la lengua. Le molestaba compartir grupo con el aether, pues cada vez que lo veía, venía a su mente el error imprudente de encarcelarlo sin motivo. Sin duda aquel había sido un grave error por su parte y ahora se sentía molesta cerca del chico.  

Conforme las columnas se hacían más y más altas, los muchachos pudieron sentir cómo el imponente porte de la escructura de piedra que formaban entre los cinco les hacía sentir una presión generalizada de nerviosismo afectando en mayor o menor medida a todos ellos.

-Veamos...-Susurró Sáltez.-Somos pocos así que debemos mantenernos organizados. Los magos destacan en la retaguardia, tras la lucha cuerpo a cuerpo. Somos pares, los que atacáis de cerca buscad un compañero que ataque desde atrás para facilitaros el acercamiento al enemigo. Haya un enemigo para cada dos o uno o más por cabeza tratad de mantener el trabajo en equipo os facilitará las cosas. Habéis luchado lo suficiente como para saber qué pareja os conviene sin que os la impongamos, pero decididlo ya o no seguiremos adelante.- Les explicó. -Desconozco las habilidades de todos con lo que procuraré cubrir la posición que haga falta, Vatra decidirá de quién de vosotros se fía más -Indicó con una sonrisa amigable, tratando de quitar tensión. -Buena suerte y no dudéis en ningún caso. Son ellos o nosotros -.

Aparentemente no había nadie.

Aparentemente.

Del cielo cayó una hermosa mujer. Rubia, rodeada de una esencia tan aromática como venenosa. La medio aether descendió  hasta colocarse a una distancia prudencial de ellos, apoyada en uno de los pilares.

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Les vio en silencio, con una perpétua sonrisa de magnificencia.- Que... pintoresco.- Comentó en un susurro.- ¿Debería presentarme?- Comentó viéndose las uñas.
Entornó los ojos un instante para fijarse bien en Gerald.- Anda... un viejo amigo.- Sonrió aún más para luego señalarlo circularmente con el dedo.- Ese campeón de ahí atrás estuvo no hace mucho en mi cama. Curiosamente con Errald.- Entornó los ojos. Aquello no podía salir mejor.- ¿No os parece... algo sospechoso, muchachos?- Les preguntó al grupo. - Curiosos tatuajes...- Continuó.- Errald tenía unos parecidos... Ese hombre. - Suspiró con dramatismo.- Qué enamoradita me tenía.- Comenzó a reír con plenitud.
-Veamos... a parte de un traidor... ¿qué más habéis traído para... nosotros?- Enseñó los dientes con fiereza.
Justo en ese momento, varias figuras salieron de detrás del pilar en el que la mujer estaba apoyada.

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Los cuatro se reunieron. Para algunos, sus caras resultaban conocidas. Para otros, era su primer contacto. 43 no dijo nada. Shûj se situó al lado de la mujer rubia y la medio piscis les habló.- Devogvedme a mi hijo...- Les susurró, con la mirada algo perdida.


Flastio correteaba de un lado para otro, haciendo dibujos en la arena con uno de sus nuevos dedos de piedra fundida. Miró de reojo al grupo y su mirada se ilumió al ver a Rick, recordandole tanto a él como a su espada. Sonrió.- Sangre...- Susurró.

Iríamos de frente, esa era la decisión Vatra y Sáltez habían tomado. Al parecer nuestra visita era algo esperado, y tratar de infiltrarse era, según nuestros guías, una decisión cobarde y "absurda". De la forma en la que Vatra hablaba parecía que el resultado iba a depender de lo buen luchadores que fuéramos (independientemente de la estrategia). No estaba muy de acuerdo con su decisión, la mayoría de nuestro grupo no era flamma, el calor era demasiado fuerte como para librar un combate en esa zona; suponiendo que los enemigos fueran en su mayoría flamma -por no decir todos-, jugarían con ventaja. Sin embargo, lo único que hice en respuesta fue sonreír.

Ahora Sáltez nos pedía cautela y la guardia en alto. Paarecía que ya era hora de comenzar el último tramo. Desenfundé a Jaogín de mi espalda, agarrándolo entonces con las dos manos. Ordenaron que el Aether bajase al suelo con nosotros y emprendimos de nuevo nuestro camino. Poco a poco los pilares se hacían más y más grandes. Esta no era una misión normal y lo sabíamos, pero de ninguna forma me permitiría fallar -morir no era una opción-.

Iríamos todos juntos pero en dos filas, los que atacábamos cuerpo a cuerpo y los magos, que atacarían en la retaguardia. No pretendía soltar a Jaogín de mis manos en mucho tiempo, así que ni me planteé formar parte de la retaguardia. Tenía que buscar a alguien que dominase la magia,  sabía que Vatra era buena, pero en esta situación me daba la sensación de que ella estaría en la fila de alante. Miré a los demás, no los conocía a todos, la única que sabía con certeza que fuese buena maga era Massen Dew, por lo que me acerqué a ella.

- ¿Quieres que vayamos juntas? - Ya habíamos combatido varias veces en el mismo grupo, aunque nunca juntas. Sin duda era una poderosa aliada, intentaría estar a su altura.

Entonces escuché un ruido y una voz de mujer y me giré para encontrarla con la mirada. Estaba situada sobre uno de los pilares. Tensé las manos, como preparándome para cualquier ataque sorpresa, pero no pasó nada, se limitó a hablar. Parecía que Gerald la conocía... Y tambié mencionó a Errald... ¿Qué estaba pasando? ¿Era el chrysos otro traidor?

Detrás de la aether aparecieron otras tres personas... Parecía que el combate iba a comenzar en cualquier momento, muy peligroso bajo este Sol abrasador. Miré a Vatra de reojo, sin bajar la guardia, esperando a que hablase.

La idea de lanzarnos de frente no me parecía en absoluto buena idea. Como mínimo, en mi opinión, una parte del grupo tendría que quedarse en distancia, lejos de la vista del enemigo. Así, si las cosas salían mal, ese grupo podría apoyar sin que se lo esperara o, en caso de necesidad, alejarse de la batalla para informar de la situación al palacio sin ser visto. Nos esperaban, cierto, pero no esperaban a ocho personas, ni tampoco que nosotros fuéramos esas ocho personas. Simplemente esperaban representación de Brontë. Era un término tan vago que bien podríamos haber enviado a cualquiera ajeno al palacio y no tendrían forma de saber que no éramos nosotros.

De todas formas, no estaba allí para objetar ni dar órdenes. Si ellos consideraban que la disposición adecuada era aquella, mi deber era acatar. Después de todo, estaba segura de que sabían mejor que yo cómo dirigir una batalla. Me limité a asentir, dispuesta a escoger una pareja y situarme en la retaguardia, donde me correspondía. Elektra no tardó en acercarse a pedir que la acompañase, y no había hecho más que asentir cuando comenzaron los problemas y la discordia.

Miré un momento a Gerald, muy seria, pensando en lo que decía. Era cierto que él necesitaría un buen apoyo, desde luego, pero también había que tener otros factores en cuenta. Y Elektra, en cualquier caso, tendía a moverse en combate de corta distancia, que era donde se mostraba más eficiente. Salvo necesidad, estaría mejor al frente que en la retaguardia. Miré a todos mis compañeros, y después lo miré a él.

-Bien, si consideras que necesitas más apoyo que el resto, creo que lo ideal es que hagas equipo con Sáltez o con Vatra -propuse, invitándolo con un gesto a acercarse a ellos. Había oído ciertas historias acerca de Gerald, y dudaba que fuera mala idea tenerlo bien vigilado. Miré al resto de mis compañeros, sintiendo un poco más de autoridad de pronto-. Si alguien más considera que tendrá especiales dificultades para luchar, lo mejor será que se empareje con uno de ellos también. Sería la forma de mantener el grupo más equilibrado -. Fijé la vista en Adain. No sabía qué tal era como guerrero, pero sí que llevaba relativamente poco tiempo en palacio. Quizás le conviniera unirse a ellos para estar más protegido. Después miré a Rick e Inger. Tampoco sabía en qué condiciones estaban, aunque no parecía que hubiera una tensión importante entre ambos. Se conocían bien, y probablemente pudieran entenderse bien juntos-. Los demás deberíamos organizarnos según cómo nos sintamos más cómodos. Yo ya he trabajado con Elektra antes. Las dos sabemos cómo es el estilo de la otra, así que es probable que nos entendamos bien. Pero si alguien considera que deberíamos organizarnos de otra forma, no tengo ningún problema en considerar esas opciones.

Una vez nos pusimos de acuerdo, invoqué dos aquaerums y me situé donde me correspondía, paciente. No tardamos en encontrar a nuestros oponentes. La primera en aparecer fue una aether rubia, que rápidamente comenzó a intentar distraernos con tonterías. Dirigí una mirada de reojo a Gerald, desoyendo por lo demás sus palabras. Estaba más que vigilado, y por el momento parecía mostrar más agresividad hacia ellos que hacia nosotros.

Cuando los demás aparecieron, los examiné con gesto calmo. A los flammas ya los conocía, por supuesto. Flastio parecía haber recuperado miembros. Me pregunté cuánto tardaríamos en dejarlo sin ellos. La idea resultaba tentadora, desde luego. De la piscis, por otra parte, no sabía nada. Me mantuve en guardia, vigilándolos, pendiente de que ninguno se acercara más de lo que sería conveniente. Cuatro para ocho. Algo de bueno tenía que tener aquello, después de todo.

De todas formas, antes tendrían que hablar. Un tanto absurdo, teniendo en cuenta que todo indicaba ya por dónde iban los tiros.

Escuché en silencio lo que proponía Vatra y Sáltez, y aunque no estaba segura de que la formación propuesta fuese la mejor teniendo que casi todos parecíamos luchar de una forma similar ni estaba convencida de que atacar de frente fuese la mejor opción, no hice comentarios al respecto, acatando las ordenes sin mayor problema. 

Exceptuando a Gerald y Adain, había trabajado con todos los miembros del grupo de guerreros, así que ya tenía algunas ideas de con quién podía ir, pero esperé a que Elektra, Gerald y Massen terminasen de debatir para pronunciarme. Así, coincidiendo con Massen en que tal vez lo mejor para el chrysos fuese ir acompañado por Vatra o Sáltez, me acerqué a Rick, curvando un poco los labios. Ambos nos conocíamos lo suficiente como para que aquello funcionase. 

—Yo estoy de acuerdo con lo que dice Massen —dije primero, mirando a la piscis y luego al chrysos. Después me volví al flamma—. ¿Te parece bien que vayamos juntos? 

Esperaba que dijese que sí. 

Una vez nos pusimos de acuerdo, me preparé para el combate, adoptando una posición defensiva. Los enemigos no tardaron en aparecer, y lo primero que hicieron fue acusar a Gerald de traidor. Francamente, no sabía si eso era cierto o no, pero decidí no darle mucha importancia de momento: el chrysos no había hecho nada aún que indicase que estaba en contra nuestra, y en caso de que así fuese, en caso de que intentase hacer algo, contábamos con Vatra y Sáltez para detenerlo. Lo importante ahora era mantenernos unidos como grupo.

Lo de ir de frente seguía haciéndome sentirme algo intranquilo. ¡Aunque yo siempre iba de frente! Se trataba más de aquello de no saber a quién nos enfrentaríamos hasta que los viésemos. Pero no me acobardaría. Quizás no conociésemos a nuestros enemigos, pero ellos tampoco a nosotros.
Aunque las palabras de Vatra no fueron las que más me gustaron: no se trataba de cobardía o valor, sino de nobleza. Por suerte, Sáltez parecía más sereno.

Pronto las órdenes estaban dadas: teníamos que ponernos por parejas. Aquello no era difícil, claro. Casi todos éramos buenos compañeros y trabajaríamos bien juntos.
Gerald empezó enseguida con sus quejas y sus imposiciones. Iba a abrir la boca, a decirle que yo iría con él, se pusiese como se pusiese. Era la mejor forma de proteger a todos mis compañeros. Aunque Inger habló antes.
Me volví hacia ella, serio, pero asentí con suavidad.

-De acuerdo -le dije, atreviéndome con una sonrisa. Aunque dediqué una nueva mirada a Gerald, ceñudo.

Inger y yo habíamos luchado juntos varias veces, y no hacía tanto de la última. Simplemente me encargaría de comportarme. Ambos podríamos cubrirnos bien las espaldas.

Adain hubiese sido otro buen compañero. Lo miré para asegurarme de que encontraba una pareja apropiada (y no a Gerald). Quizás le vendría bien acercarse a Sáltez. Parecía un hombre de corazón noble.

Apenas habíamos acabado de organizarnos, estábamos ya preparándonos para lo que sucediese, cuando todo pasó de pronto. Ante nosotros aparecieron los que, como enseguida supe, serían nuestros adversarios. La primera fue la mujer. Sus palabras me hicieron mirar a Gerald con el ceño fruncido. Estuve a punto d epreguntarle si acaso habría alguna a la que no hubiese tocado, pero no era el momento ni el lugar y terminé por callar. Pronto otros se unían a ella.
Y de ellos no tardé en reconocer a dos.

Dediqué una mirada breve a Massen, buscando su confirmación, aunque no me hiciese falta. Me eché a Värdjas al hombro, acomodándola, sin perderlos de vista. Éramos más que ellos, pero tenía malos recuerdos de nuestro último encuentro. De momento tendría que observar lo que pasaba, pero notaba la tensión del ambiente.
Tenía ganas de decir "cuidado" a todos aquellos que no habían estado en Ignis con Massen y conmigo, pero sabía que cualquier alerta podría llegar a desencadenar el combate antes de tiempo y no quería que pareciésemos inseguros.

Había que terminar de impartir justicia.

Vatra le dejó hablar, observándole en silencio. Pensó que si ella fuese una señoritinga de Caligo que no ha pisado un campo de batalla en su vida estaría tan o más tranquila que él. Le daba rabia perder el control y mando del grupo en algunos instantes.

- Esperaré a que se emparejen ellos.- Dijo sin más. - No escogeré.- Escoger un compañero como si fuese un postre le resultaba tremendamente débil. Bailaría con quien la sacase a bailar, pero nunca lo pediría por muchas ganas que tuviese de hacerlo.
Pensó aquello viendo a Gerald y recordando uno de los primeros entrenamientos que había tenido con él para luego apartar la vista súbitamente. Pensó en Tuli automáticamente. No se alegraba de su muerte ni mucho menos. De hecho: la apenaba. Pero se mentiría a si misma si dijese que sus celos no se habían visto disminuídos después de la tragedia.

Chasqueó la lengua, le dolía enormemente el puño.

Observó como los pelirrojos se juntaban, los cuales se colocaron rápidamente junto el resto de parejas, formadas por Gerald y Sáltez por un lado junto con Massen y Elektra por otro.

Miró al aether de reojo y le hizo un gesto con la cabeza.
Una vez estuvieron suficientemente cerca uno del otro, apoyó una mano en su hombro y se agachó, haciéndole recordar al aether su tamaño descomunal hasta igualar sus miradas.- Intenta no morirte y no me molestes demasiado.- Le susurró.- Tienes vía libre para hacer lo que quieras. Puedes luchar como un héroe o esconderte detrás de mi como una gallina.- Le pellizcó suavemente un ala.- No serás juzgado. - Hizo una pausa.- Al menos no por mi. Pero como me hagas quedar en ridículo delante del tipo ese.-Hizo un gesto susurrante hacia Sáltez.- Haré una almohada con tus plumitas.- Acabó con una palmadita en la mejilla para luego colocarse a su lado y observar junto al resto de sus compañeros la aparición de la aether.

La escuchó en silencio y cuando pronunció la palabra "traidor" y derivados, se volteó súbitamente hacia Gerald y sus ojos adquirieron un rasgo felino a la vez que en sus mejillas aparecían seis marcas (tres en cada una) simulando los bigotes de un gran felino a la vez que sus caninos se alargaron por un instante para recogerse de nuevo. Aquellas palabras la alteraron tanto que tuvo que luchar contra el brote de magia asesina que brotó de su cuerpo al escuchar a su rival.

La observó de nuevo y arrancó su lanza de su espalda para señalarla.- Espero por su bien que estés mintiendo. - Rugió, echando a correr hacia ella.

No pudo dar más de un par de pasos pues el número de rivales aumentó considerablemente. Frenó y, gruñiendo, retrocedió el par de pasos dado, rabiosa.

Saltez permaneció en silencio, observando y escuchando atentamente, valorando la situación. En el momento en que el mensaje inicial pareció terminar observó de soslayo a aquellos que habían hablado en su bando, luego intervino, dirigiéndose a la piscis.
-Supongo que se trata de la madre de Masslow. Sin embargo, doy por hecho por el recibimiento que la idea del llamamiento a Brontë no corre solo por su cuenta —Hizo un gesto sutil a Gerald para evitar que se adelantase más de lo debido, sin quitar su atención de los que estaban frente a él —Estamos al corriente de la situación de nuestro compañero como para dejarnos llevar por infundios. Lo que sí me pregunto es cómo una madre reclama a su hijo con tanto entusiasmo más de un año después de encontrarlo en lamentable estado bajo su custodia. Supongo que no habrá ningún tipo de interés que hayamos pasado por alto... —El tono fue perspicaz y con intención, penetrando en la mirada de la picis y cambiándola al hombre de la gabardina que coincidía con las descripciones a su disposición.


Shûj respondió.- Devolvedgmelo. Es mío. Es mi hijo. No tenéis ningún deghecho a negármelo.- Les bramó. - No escughches a mi...
-CÁLLATE.- Le escupió la mujer rubia.- ¡CÁLLATE!- Repitió. Consciente de la información que podía revelar en aquel instante.
Sûjh no volvió a hablar.

43 carraspeó entonces y se sacó el sombrero para pasarse la mano hacia atrás.- Implica entonces que tendremos que llegar a las manos.- Aclaró, con voz grave y serena.- Pero antes...- Abrió los brazos de par en par.- ¿Qué es lo que ven en nosotros? Un grupo pintoresco, sin duda. Sin embargo, todos tenemos algo en común: todos los aquí presentes somos almas condenadas a la pena. Vidas que, por sí mismas no tienen sentido alguno. Seres incautos que lo han perdido todo y...- Su tono adquirió un tono algo triste.- Ustedes...- entornó los ojos.- Vosotros... necios incatuos: intentáis arrebatarnos la única posibilidad sobre la faz de este Mundo de conseguir que nuestras vidas vuelvan a tener sentido.- Señaló a Flastio.- Un loco.- Sentenció.
Se señaló a si mismo.- Un hombre con el corazón roto y el alma encadenada a la miseria.- Las señaló a ambas.- Dos brujas tan viejas como el tiempo mismo que buscan, de algún modo, la manera de encontrarle sentido a una vida que carece de significado. Una razón para existir.
Les observó.
-Sólo existe un Ser capaz de devolver la dicha a nuestros marchitos corazones y daremos nuestra vida por Él. Por Mithos.- Defendió con gran aliento.- Y si hacerlo implica acabar con vosotros... que así sea.- Un bastón negro apareció entre sus manos y 43 se apoyó con ambas manos en él, para golpear con fuerza el suelo un instante. -Acabad con ellos.

Las dos hechiceras asintieron. La primera de ellas, la rubia aether echó a volar y lanzó contra Gerald su Chakra hacia Gerald. El arma estaba inbuído en magia y su vuelo era completamente controlado por las manos de la mujer. El disco, como un halcón, intentaba azotar y cortar las cabezas tanto de Gerald como de Sáltez. Este último cubrió los primeros golpes con un escudo mágico, aunque el chakra se movía tan rápido que en ocasiones conseguía evitar la magia de Sáltez, intentando llegar en todo momento a Gerald llegando a conseguirlo en algunas ocasiones.

Shûj por su parte lanzó su palma hacia Elektra y Massen. Era su intención acabar con ellas de un sólo movimiento utilizando un hechizo congelante. Si la onda mágica helada las alcanzaba, quedarían fuera de combate al instante. Preparó un Aquaerum lista para cualquier agresión. Sûjh era mucho más precavida que su compañera alada.

El joven Flastio que hasta ahora jugueteaba con las piedras las dejó a un lado para hechizar sus pétreas extremidades, de modo que estas se volvieron roca fundida, las cuales dejaban un charco de lava por donde pasaban. Se volatilizó un instante para aparecer frente a Rick con la firme intención de clavar su enorme y ardiente puño de lava fundida en el abdomen del mismo, mientras que con su otra mano libre lanzó un escupitajo de lava a Inger que, si lograse acercar, dejaría a la muchacha sin duda, malherida.

43 no se movió.

Vatra, sigilosa, apuntó su lanza, la cual comenzó a arder y fue lanzada con gran poder hacia el que parecía el líder acompañada de un gran rugido de fuerza por parte de la Primera.
La lanza rebotó como un palillo contra una pared y el bastón de 43 brilló. Había absorbido el impacto con una barrera.
Vatra no se contentó con eso y se lanzó a toda velocidad a por él. En medio de la carrera, un aura con forma de león la rodeó por completo y 43 interpuso su bastón entre su cara y el puño de la mujer, comenzando una lucha entre ellos dos.
43 entornó los ojos al recibir el puñetazo de Vatra en su bastón. Los entornó con suma satisfacción.



Adain fue abandonado pues por su pareja y en su mano estaba ayudarla o atacar a cualquiera de los tres restantes.

FDR: ay dios. Siento si las acciones son muy cortas o inexactas. Son muchas cosas y aun tengo que pillarle el ritmo a tantas acciones, por lo que cualquier duda, accion o cosa que queráis hacer/cambiar/sujerencia será bienvenida (toda ayuda es poca xD)
FDR2: Adain. Te quiero. Pero Vatra no.

No sabía para qué se habla tanto de negociar con lo poco que nos habían durado las negociaciones. Así que teníamos a nuestros amigos flamma, una "amiga" de Gerald y una madre que había dejado solo a su hijo. Vaya, ¿de qué me sonaría eso último? Y qué honor que me considerara para enfrentarme a ella. Porque lo estaba deseando, desde luego. En definitiva, no eran más que una pandilla de amigos salida de algún loquero. Y ya era hora de que volvieran adonde les correspondía.

Mi primer impulso, nada más verla dirigirse a mí, fue echarme al suelo para evitar aquella onda. Calor por abajo y frío por arriba, qué combinación más maravillosa. Quizás pudiera trasladarme a luchar desde el hielo si daba sobre la arena. Sería más agradable. Aunque dudaba que el hielo durase mucho en aquel ambiente.

Por el momento, envié desde mi nueva posición un vlino a sus pies. Incluso si no la alcanzaba y hacía caer, como mínimo recibiría una buena ducha de arena. Quizá le entrase en los ojos. Sería bastante conveniente, la verdad. En cualquier caso, mi actuación podía darle a Elektra la oportunidad de acercarse y atacarla también. Yo, mientras tanto, me mantendría donde estaba, atacando desde la distancia. No me pasaba por alto el aquaerum que llevaba en la mano.

Primero estaba la piscis, la que era, al parecer, la madre de Masslow, el pequeño al que habíamos rescatado junto con Silvanus, al que Heylel había adoptado. No podía imaginar cómo lo habría estado pasando mi amigo desde que se había enterado de todo aquello. Sin embargo, por mucho que quisiese hablar, decir algo, dejé que Sáltez se encargase. Y entonces fue aquel hombre, el que nos había sacado a todos en la primera misión a Ignis, el que comenzó a hablar como si tuviese toda la razón en lo que decía.

Parecía que quedaba poco más que decir al respecto. Nunca me había gustado la idea de lanzarme sin pensar, de atacar a gente sin saber qué harían ellos, o qué pretenderían. Por mucho que fuesen malvados, la nobleza no permitía atacar sin más. Y lo de matar... Lo de matar todavía sonaba un poco raro para mí. Pero pronto había quedado claro que ellos no tendrían piedad, y la única forma de proteger a mis compañeros sería... Él lo había declarado: pasarían a las manos.

Nos preguntó que veíamos en ellos, y los observé, silencioso. No pude sino apretar la mandíbula a medida que hablaba, tan osado, tan arrogante, creyendo que él mismo podía decidir que sus acciones tenían una justificación, creyendo que había algo de cierto en lo que eran simples excusas.
Todos tenían su lastre encima. Ellos como cualquier otro. Pero eso no les daba derecho a encerrar personas en celdas y tratarlas como quisiesen. Ya habíamos rescatado a Silvanus en su momento, pero quedaba, por supuesto, salvar a muchos más: a todos los que estuviesen en sus garras, a los que fuesen a ser futuras víctimas y a nosotros mismos, a todos los compañeros y soldados que tendrían que enfrentarlos y morirían si no acabábamos allí con aquello.

Apreté el mango de Värdjas cuando Flastio se dirigió hacia mí y la interpuse entre mi vientre y su puño, con intención de hacer que la hoja, ancha, resistente, me sirviese de escudo contra el fuego. Inmediatamente después, procurando no darle tiempo a recuperarse, lancé un corte vertical a su hombro derecho, con fuerza, tratando de seccionar su brazo como ya había hecho anteriormente.
Quizás la primera vez hubiese sido algo complicado de aceptar para mí, pero en aquella situación ni siquiera eran brazos humanos, y estaba seguro de que sería mucho más sencillo acabar con aquello arrancándole las extremidades de lava como fuese.

Escuché las palabras del hombre tatuado, cuya seriedad se perdía a la hora de mirarle a la cara. ¿Qué sabía él de mi estrategia de combate? ¿Sabía utilizar un tridente? ¿Se creía que sólo tenía que lanzar y nada más? Por favor, qué pesados eran muchos de los miembros de Brontë, todos creyéndose los mejores luchadores, los mejores estrategas; ni siquiera les importaba quedar como imbéciles delante de todos.

Massen habló y tardé poco en dedicarle una sonrisa, sin tan siquiera girarme para mirar a Gerald. Fue entonces cuando aparecieron los que serían nuestros enemigos. Me coloqué automáticamente en frente de Massen, pues había decidido ignorar la opinión del chrysos y obedecer las órdenes de los cabezas del grupo.

Vatra parecía un poco furiosa, fuera de control, ¿estaríamos realmente seguros con ella de líder? Nos empezaron a soltar un sermón sobre buscarle sentido a la vida, ¿nos llamaban egoístas por querer impedirles tener una razón para vivir cuando querían matarnos? Por favor, que repugnantes… Si algo sabía bien, era que no podía esperar que alguien –fuera quien fuera de quién estaban hablando—te solucionase la vida.

Al poco tiempo, un cuerpo alado comenzó a acercarse a nuestro grupo con una velocidad vertiginosa; coloqué a Jaogín en frente de mí, pero no éramos nosotras su objetivo. Antes de poder mirar lo que pasaba a nuestro alrededor, una onda gélida se acercaba hacia Massen  hacia mí y, sin pensar, salté hacia un lado con toda mi fuerza tirándome al suelo, girando mi cabeza un segundo para ver si Massen si estaba bien y volviendo mi mirada a la madre enfadada que se acercaba hacia nosotras.

Massen lanzó un hechizo, sabía que era el momento de aprovechar para un ataque. Sabía que nuestra enemiga tenía preparado un hechizo y podría lanzárnoslo en cualquier momento. Tenía que separarme de Massen para que fijase sólo un objetivo y la otra puedira atacar. Esprinté Siguiendo una trayectoria parabólica para que le resultase más difícil calcular dónde tendría que apuntar. Si veía que me lanzaba el hechizo frenaría en seco –pues ella habría calculado antes un punto delante de mí a donde atacar- , para lanzarle acto seguido mi tridente hacia su torso, fijando el blanco. De lo contrario, si veía que no reaccionaba y que no tenía la intención de atacarme, un poco antes de alcanzarla –a una distancia de dos metros aproximadamente-, realizaría un salto alto para clavarle mi arma.

FdR: Como el ataque de la fulana es un poco difuso yo hice más o menos lo que pude contando que Saltez estaría de apoyo, si no llega a acercarse pues nada XD

Los enemigos empezaron a hablar, pero yo no prestaba demasiada atención a sus palabras y me mantenía atenta a sus expresiones y movimientos, preparada para reaccionar en el momento en el que el combate comenzase. No me interesaban las justificaciones baratas de un grupo como aquel; ser un alma condenada a la pena no justificaba ninguna de las acciones que habían hecho: todo el mundo puede escoger cómo sobrellevar ese dolor, y si habían escogido que secuestrando y matando encontrarían el consuelo que tanto buscaban, que siguiendo a aquel por el que se había creado Brontë encontrarían el alivio que tanto deseaban, entonces no había por qué sentir pena por ellos. Ninguna. Todo el mundo sufría, a fin de cuentas, y todos teníamos la opción de escoger qué camino seguir.

Cuando vi venir al flamma ya estaba preparada para buscar esquivarlo. Velozmente, esprinté hacia un lado, buscando salir de la trayectoria de la lava que me había lanzado al tiempo que con la mano libre lanzaba un garves contra él, intentando darle con esos segundos de ceguera una ventaja a Rick para que atacase.

Por lo visto, el hecho de que Elektra fuera más pequeña que yo no era motivo suficiente como para hacerle plantearse que yo podía hacerle nada. O quizá era corta de vista y su única posibilidad de mantenerla vigilada era darle toda su atención. En cualquier caso, no era problema mío. Aprovechando que estaba ocupada mirando a mi compañera, envié un hedri contra ella; cinco elementales la atacarían mientras no me prestaba atención.

Y, pese a todo, no tardó en empezar a hacer virguerías. Así que agua. Muy bonito. Así tendría oportunidad de ver hasta qué punto conseguían atravesarla mis hechizos con toda claridad. ¿También sangraría agua? Pensaba comprobarlo, y cuanto antes mejor. Por lo visto, ya se había acordado de que yo estaba por allí. En aquella ocasión, escogí un pisflivire para atravesar aquel cuerpo que venía directamente en mi dirección; con su velocidad y determinación, no sería tan fácil esquivar tantos punzones de hielo, y con aquel cuerpo acuoso, sería más fácil atravesarla de lado a lado.

Me desplacé hacia atrás con un salto y un benri tras mi ataque, preparándome para defenderme pero manteniendo una distancia cómoda con ella.

-Yo no tengo a tu hijo, anguila asquerosa -respondí a su repetitiva petición.

Oí un estruendo lejano, pero no desvié la vista de ella. No iba a obviarla como si tal cosa, y en aquel momento era mi principal enemiga.

Todo parecía funcionar a la perfección, veía a Jaogín a través de la cara de nuestra enemiga -no era una imagen muy agradable, por cierto-. Sin embargo, mi visión no se había hecho realidad. En menos de un segundo, su cuerpo se convirtió en agua, y mi tridente estaba en el suelo; a su lado, yo atada al suelo por un carámbano que me engullía hasta las piernas. Había vistor a Jaoguín atravesar a nuestra enemiga, pero la que había salido malparada era yo. Por un momento temí por lo que me podría ocurrir, pero la piscis parecía más interesada por Massen, y me dejó donde estaba.

El sol seguía tan abrasador como antes, el suelo era árido y seco; el hielo no podría tardar mucho en derretirse. De fondo, el sonido de un dragón adornaba el cielo, ¿sería acaso la llegada de nuevos enemigos? Massen parecía en peligro, y yo necesitaba deshacerme del hielo que me impedía moverme. Invoqué un pervatia en frente de mí, ocultándome a mi y a Jaoguín de los ojos de nuestra enemiga. Si quería ver lo que yo estaba haciendo, tendría que acercarse a mí. Utilicé toda mi fuerza para librarme del hielo, tanto con las piernas como con los puños. También lanzaría si no fuera suficiente un terra der a cada una para ver si así lograba librarme. En caso de que así fuera, estaría preparada para volver a enfrentarme a la mujer aguada.

Un cuerpo de agua no podría durar mucho en el desierto.

Logré bloquear el golpe de Flastio, y al ver que el puño se hundía algo más de lo normal en la hoja traté de apartarme con ella para minimizar los daños. La noté vibrar levemente, como había sucedido en Iracunda, pero no era momento para darle importancia a algo como aquello, y la sensación pronto cesó.
No era momento para preocuparse. Debíamos atacar.

Inger lo cegó de manera acertada, y tuve ganas de darle la enhorabuena, pero no había tiempo. Fui yo, sin embargo, el que fracasó en su ofensiva, porque cuando mi fiel compañera, Värdjas, acertó su ataque, el resultado fue desastroso. Había esperado una menor resistencia, y él casi se río en mi cara, malvado y cruel, impidiendo que recuperase mi filo solo con un tirón. Y no tuve mucho tiempo para centrarme en aquello, tampoco. Apenas un instante después veía venir hacia mí una onda de fuego tan veloz y surgiendo de tan cerca que no parecía posible evitarla. Busqué entonces encajar el golpe lo mejor posible, protegiendo las zonas más vulnerables para minimizar los daños del poderoso hechizo, que me arrancó un gruñido de dolor. Pero no por aquello podía rendirme sin más. Seguí tirando de la espada con fuerza, queriendo recuperarla, aprovechando su hechizo para ayudarme en el impulso, esperando que su empujón me diese la fuerza necesaria para recuperar a mi compañera.

Las palabras que Flastio dedicó a Inger entonces, sus gestos de malnacido, hicieron que me hirviese la sangre. ¡¿NO LES BASTABA CON SUS ACCIONES CRUELES, SU MALTRATO A ESCLAVOS Y SU TORTURA, SINO QUE SE BURLABAN DE NOSOTROS Y LUEGO ÉL LA AMENAZABA?!
Me preparé para tomar cartas en el asunto. Si hubiese logrado recuperar a mi fiel mandoble me lanzaría a por él, y aquella vez no apuntaría a su hombro, sino a su cuerpo, buscando clavar el filo en él para atravesarlo de lado a lado, aunque la sangre tiñese luego mis remordimientos. ¡Necesitaba detenerlo!
Por otro lado, sin embargo, si veía que no contaba con más que mis puños para atacar, lo buscaría con ellos: un puñetazo que le hundiese la nariz si hacía falta, que detuviese su avance y también sus acciones malvadas. Aunque debía mantenerme atento a sus contraataques, porque ya había visto que era más capaz que la primera vez que había tenido la desgracia de verlo.

Aquel sonido que vino de la distancia de pronto me hizo sentirme más rígido. ¿Acaso tenían refuerzos ya preparados? ¿Venían bestias a socorrer a aquellos que ya lo eran? Aunque no podía dejar de pensar que había algo raro en aquel sonido.
Quizás, pensé al ver la sombra que se cernía sobre nosotros, era el dragón de los Dehnel, el escudo familiar, que libraría del mal a todos los que nos encontrábamos allí.