A Ciudad Nevada pt2

Transportados por el cáliz, los guerreros aparecieron en el glaciar Nevus, a unos cuantos kilómetros del lugar donde, según las informaciones recogidas por los líderes, debía encontrarse el campamento con los miembros de la banda a la que buscaban. Un paisaje blanco los recibió: la nieve, cubriendo árboles y suelo, las altas montañas en el horizonte, rompiendo el cielo gris blanquecino, la pálida luz del sol incapaz de calentar una región inhóspita, casi apartada por completo de la civilización. Un fuerte y pesado silencio inundaba la zona y un ligero viento frío agitaba las ramas y picaba la piel como si de un enjambre de mosquitos se tratase.

Las instrucciones que los guerreros tenían eran sencillas: debían adentrarse en la base-campamento y descubrir a quiénes estuviesen allí y qué ocultaban. De nuevo, contarían con la ayuda de la guarda, que se encontraba agazapada en un punto concreto marcado en el mapa que Cierzo llevaba consigo, vigilando las salidas del glaciar, las montañas a las que los guerreros debían dirigirse.

No parecía haber peligro cerca, pero los guerreros sabían que la quietud de un lugar no siempre era sinónimo de paz.

Si bien el invierno en Brontë nos había dado algunas nevadas y yo estaba ya habituado a que no todo era como en mi Ignis natal, el primer golpe contra el frío fue contundente. Llevaba la ropa que nos habían dado los líderes puesta, y si bien al principio me había parecido demasiado pronto comprendí que no lo era. Era necesaria para enfrentarse a aquella nieve.
El viento me obligaba a estrechizar los ojos. Vardjäs, a mi espalda, me hacía sentirme seguro, sin embargo, en aquel lugar desconocido, tan diferente a mis orígenes.

Me volví hacia mis compañeros con una sonrisa escueta. Al menos los conocía a ambos. Aquello facilitaría la misión. Aunque con Cogo no había llegado a entrenar nunca.
Era él el que llevaba el mapa que nos guiaría.

-¿Hacia dónde debemos dirigirnos –le pregunté, alternando miradas entre ellos y el horizonte blanco-. Es importante emprender la marcha pronto. Todavía falta un buen trecho, y aún tenemos que reunirnos con el otro grupo-. Los miré un momento, entonces, dubitativo-. Si aquellos a los que buscamos llevan mucho tiempo viviendo aquí, si han pasado aquí el invierno, se moverán mejor en el frío que nosotros. Habrá que esforzarse el doble.

Los capturaría y los llevaría ante la justicia. Ya era hora de hacer bien las cosas.

En lo que a mí respectaba, esperaría las decisiones de mis compañeros para emprender la marcha. Ser cuidadosos era importante, pero no debíamos perder el tiempo. En medio de la nieve era fácil vemos.

No estaba muy seguro de que aquel grupo me pareciese buena idea. Por un lado, me acompañaban Dehnel y sus comentarios obvios, que bien podrían paliarse con un poco de silencio. Por otro, un desconocido más silencioso que un muerto. ¿Acaso todos los claritas eran mudos? Y, para terminar de hacerlo interesante, aquel frío insoportable parecía dispuesto a hacerse notar incluso a través de aquellas ropas especialmente preparadas para la expedición. No quería imaginarme a mí mismo con alas en aquel contexto.

Inspirando hondo pese a lo desagradable de aquel aire helado, y tratando de proteger el mapa de aquella brisa helada, lo mostré a mis compañeros, señalándoles el camino que nos correspondía seguir. Miré a ambos con gesto serio, parándome un momento más en Dehnel, que tantas ganas tenía de hablar sin decir nada.

-Deberíamos avanzar según nuestras capacidades de combate -propuse-. Yo puedo ser útil desde la distancia, así que no es necesario que marque la marcha. Dehnel, tú funcionas mejor de infantería, según tengo entendido. Y tú eres...

Miré al claritas, enarcando una ceja, preguntándome si pensaba hacer alguna señal de vida o limitarse a funcionar como una sombra.

Corbin se preocupó, en primer lugar, de asegurarse de que aquellas ropas gruesas que le habían proporcionado le dieran libertad de movimientos. La capa era su mayor dificultad, ya que pesaba sobre su espalda, pero sabía que le convenía mantenerla puesta. De todas formas, Corbin era más defensivo que rápido, así que la diferencia sería probablemente una compensación. Además, Corbin sabía combatir el frío, y no iba a rechazar recursos contra él porque dificultaran ligeramente sus movimientos.

Se mantenía en completo silencio, analizando su entorno con total atención, pendiente del menor de los movimientos. Sabía que, al igual que en todas las superficies, allí habría seres capaces de confundirse a la perfección con el ambiente, pero no pensaba dejarse engañar. Con pies ligeros para no dejar huellas, acompañaba a sus compañeros en actitud preparada, listo para saltar a combatir en cuanto fuese necesario.

Tras mirar el mapa, bajó discretamente la mirada hacia su brújula para comprobar la situación exacta en la que se movían. Dedicó una mirada al flamma desconocido cuando este se dirigió a él.

-Corbin -respondió, con voz baja y monocorde-. Trabajo mejor en corta distancia -. Miró alrededor y se acercó un momento más a ellos, bajando incluso más la voz-. Si veis un humo rojo, lanzad un hechizo de fuego contra él. La potencia del hechizo no es demasiado importante.

Dicho aquello, cerró de nuevo la boca, concentrando su fantástica vista en vigilar cada rincón posible. No tardaba en avanzar junto a sus compañeros, camino de aquel otro grupo que los esperaba.

Una vez aclaradas las posiciones, el grupo emprendió la marcha: Rick, en cabeza, era el que guiaba la expedición; Corbin, al final, el que se encargaba de dejar el menor rastro posible; Cierzo, al medio, quien consultaba el mapa para no desviarse del camino. Más allá de sus propios pasos y de los posibles comentarios que pudiesen hacer, los guerreros no alcanzaban a escuchar nada más, aun incluso cuando ya habían recorrido buena parte de la ruta marcada: parecía que en aquel lugar no había vida más allá que la de las propias plantas, y por mucho que intentasen buscar con la mirada algo sospechoso, algún indicio de que en algún momento alguien había vivido allí, no encontrarían más que la nieve.

No fue hasta mucho más adelante cuando Rick pudo ver algo en la nieve que le llamó la atención. En sus manos estaba, sin embargo, ignorar aquello o comentárselo a sus compañeros. Se encontraban todavía a una distancia considerable del grupo de la guarda, en un punto donde los árboles crecían en relativa abundancia. Las montañas, en el horizonte, parecían vigilar desde lejos sus pasos; el frío, a pesar de que se iba haciendo más soportable, continuaba picando la piel.

¿Infantería? ¿Yo de infantería? Pues yo era muy adulto.
Cuando Cogo preguntó por Corbin me encargué yo mismo de dar fe de ello, asintiendo con firmeza.

-Puedes confiar en sus habilidades. O yo lo hago, al menos -dije, dedicando una mirada breve a ambos.

Pronto nos pusimos en marcha. Me tocó ir primero, y agradecí el movimiento porque sirvió para ir despejando el frío poco a poco. Iba centrado en el frente y los lados, y en avanzar, sobre todo. Con buen paso podía marcar un ritmo que todos pudiesen seguir, pero que también nos permitiese llegar pronto al lugar.

Me detuve bastante tiempo después, viendo algo extraño en la nieve. Llamé a mis compañeros con un gesto y me acerqué un poco más para comprobar que, efectivamente, se trataba de huellas. Huellas humanas.

-Hay huellas -les dije-. Y son de una sola persona -añadí, acercando mi pie a las mismas para comprobar el tamaño.

Seguí las huellas con la mirada. Se desviaban hacia una zona llena de árboles.
Apreté la mandíbula un momento, pensativo, y terminé por volverme de nuevo hacia ambos.

-Pueden ser de un viajero cualquiera, aunque no creo que por esta zona pase mucha gente. ¿Qué hacemos? Nos están esperando, pero si echamos un vistazo rápido puede que descubramos algo -propuse, aunque aceptaba, por supuesto, las opiniones de mis compañeros.

Asentí a las palabras de Dehnel, aunque no podía aceptarlas por completo hasta verlo por mí mismo. De todas formas, el claritas parecía bastante centrado, dispuesto a acatar como se le dijera.

Avanzamos en silencio hasta que Dehnel volvió a abrir aquella bocaza. Demasiados detalles sobre algo que podíamos ver nosotros mismos. Examiné las huellas, poco convencido. No me apetecía desviarme de la ruta a la primera señal, pero tampoco parecía buena idea ignorar aquello.

-Dudo que se trate de un viajero -decidí, alternando la mirada entre el camino que debíamos seguir y las huellas-. En otro orden de cosas, sea quien sea no se mueve bien en el terreno, o bien no le interesa ocultarse. Una sola persona dejando huellas tan evidentes. Salta tan a la vista que resulta sospechoso. Habrá que prestar atención.

Quizá nos estuvieran vigilando. Quizás, incluso, quisieran hacérnoslo saber.

Corbin tomaba buen cuidado de borrar sus marcas y las de sus compañeros, ocultando así la presencia del grupo en el lugar. Borrar las marcas de tres personas, cuando dos de ellas no parecían acostumbradas a ocultarse, no resultaba fácil, pero el claritas cumplía con eficiencia su tarea.

Cuando se detuvieron, la mantuvo hasta haber borrado el rastro, y luego se acercó a las marcas de quien no había tomado sus precauciones. Corbin se agachó junto a las huellas, examinándolas con atención. No solo prestó atención al tamaño, como Rick hacía situando su pie junto a ellas. También se fijó en la profundidad con que se hundían en la nieve, así como en las marcas o patrones que la suela pudiera dibujar, determinando el tipo de calzado, y la distancia entre huellas, que podía señalar la longitud de las zancadas. Así, Corbin podría averiguar la altura aproximada de quien las había dejado, su cuidado o no a la hora de avanzar por la nieve, su preparación para moverse sobre esta e incluso su peso. Con los datos que obtuviera, Corbin podía dar a sus compañeros un posible perfil de quien había pasado por allí. Su tamaño y su peso debían ir en relación: si las huellas eran demasiado profundas para el tamaño del pie y la distancia de los pasos, indicaría que la persona cargaba peso. En caso contrario, indicaría que se movía intentando pasar desapercibida, pese a todo. Además, la forma de la pisada podía determinar otros datos, como su cansancio o incluso su sexo. Cuando hubo terminado con su estudio, Corbin se incorporó.

-Seguiré las huellas hasta un poco más adelante. Será más rápido y sencillo si voy solo. Así podré recoger con ellas un poco más de información, y una vez entre los árboles, buscar otras marcas del paso de aquel al que rastreo que pueda haber dejado en el bosque. Trataré de determinar su dirección y alguna otra cualidad que pueda interesarnos -. Se le ocurrió entonces un detalle que, normalmente, habría pasado por alto-. Si veis un fogonazo de luz querrá decir que algo no ha salido como esperaba. Del mismo modo, mandadme una señal si necesitáis que vuelva. De todas formas, será mejor no hacer evidente nuestra localización. Solo os reclamaré si es absolutamente necesario.

Dicho esto, y sin esperar respuesta, el chico comenzó su avance junto a las huellas, manteniendo las suyas tan invisibles como podía y buscando cualquier trazo que indicase algo de interés para él. Corbin esperaba obtener algo de aquel rastreo. Quizás una presa, o quizás información útil.

Al estudiar las huellas, Corbin descubrió que las pisadas pertenecían a una mujer no demasiado alta, ni ancha, que no debía de estar demasiado cansada pero que aun así no había intentado en ningún momento ocultar las marcas que sus botas dejaban en la nieve. No llevaba peso, o al menos no algo lo suficientemente pesado como para que la nieve lo reflejase. Concluido su estudio, y tras dirigirse al grupo, el claritas comenzó su avance, siguiendo el camino que la mujer había marcado previamente, atento a cualquier movimiento. Rick y Cierzo, por su parte, permanecieron a la espera.

Las pisadas de la mujer se adentraban en una zona donde los árboles aumentaban considerablemente. Corbin pronto se encontró casi rodeado de troncos helados y ramas que cortaban el cielo, pero tampoco ahí pudo ver o sentir nada extraño. Más allá de los sonidos que él pudiese hacer, la zona permanecía en un sepulcral silencio, y por mucho que buscase con la mirada no podría encontrar nada ni nadie.

Llegado un punto, cuando ya estaba bastante alejado de sus compañeros, las pisadas desaparecieron, y al momento Corbin notó como una fuerte fuerza mágica lo lanzaba hacia atrás como si de una explosión se tratase, haciéndolo caer en la nieve. Una figura apareció entonces en lo alto de uno de los árboles, revelándose finalmente ante el guerrero. La mujer, que no parecía mayor que el claritas, lo observaba con gesto serio, desconfiado. Tenía la piel pálida y el cabello blanco como si estuviese hecha de nieve, y vestía ropas gruesas que debían protegerla del frío pero que no dificultaban sus movimientos. Era piscis, o medio piscis al menos.  


—Oh, pero si te has separado —dijo en un primer momento, con un tono quizá algo divertido que chocaba con su expresión. Al momento, su voz se tornó grave, seria—. ¿Quiénes sois vosotros, intrusos? ¿Qué buscáis? ¡Revelad vuestras intenciones!

fdr. sé que la imagen lleva solo una armadura pero me gusta mucho ese diseño sory

Corbin se había internado bastante siguiendo unas huellas que no daban demasiados datos ya. Estaba a punto de dar media vuelta cuando la nieve virgen, algo más allá, llamó su atención. Las huellas, pues, se perdían en la nada.

Pero no tuvo tiempo de reaccionar. Trató de asentar el cuerpo para recibir el golpe, pero ni siquiera eso lo salvó de caer de espaldas sobre la nieve. Rápidamente, trató de anticiparse a cualquier otro movimiento de su enemigo, y tras sacudir un instante la cabeza para despejarse, tarea sencilla gracias al frío, se incorporó y clavó los ojos en quien le hablaba. En su mirada había, desde el primer momento, un evidente brillo de reconocimiento.

-No buscamos daño para quien no lo busque para nosotros -habló, con voz cautelosa y modulada, alerta a cualquier movimiento que pudiera suponer una amenaza y manteniendo él mismo un ritmo lento, tranquilo en sus acciones. Como si tratara de apaciguar a un animal enfurecido-. Mis intenciones se limitan a seguir órdenes que aún no me han sido dadas. Voy camino de aquellos que me darán instrucciones. Me desvié tras tus huellas para asegurar que no nos aguardara ninguna amenaza. Si no pretendes ir contra nosotros, no habrá nadie que vaya contra ti.

Mantenía los ojos fijos en ella, y pese a que se había llevado un buen golpe, no daba muestras de haberse visto afectado por ello. Sin embargo, ese único golpe le había llegado para comprobar que las habilidades de ella eran más que respetables. Pensó un instante en Violeta. Era como si, oculta en cada bosque, le esperase una mujer dispuesta a burlarse de sus capacidades.

Si en algún momento había aceptado de buen grado que se vaya por su cuenta, no tardé mucho en arrepentirme. Verme de pronto solo con Dehnel en mitad de la nada, mientras el frío trataba de colárseme hasta los huesos, no era precisamente un sueño. Y cuanto más se retrasaba el claritas, peor idea me parecía que se hubiera ido. Sin embargo, darle alguna señal de que volviera sería poco adecuado, ya que revelaría nuestra posición. Si es que no la habíamos revelado ya de alguna otra forma.

-Quizá deberíamos asomarnos un poco más adelante en el camino. No ganamos nada esperando aquí quietos -llegué a proponer cuando ya hubo pasado un rato.

Mithos, y ni siquiera habíamos llegado al punto de encuentro. Aquello ya empezaba con mal pie, y más valía que se enderezase pronto. ¿Dónde se había metido el claritas? No era momento para distracciones.

Tras dejar que Corbin se adelantase solo a comprobar a quién pertenecían aquellas huellas me quedé solo con Cogo. Pensativo, trataba de encontrarle sentido a que hubiese una mujer sola vagando por aquella zona en dirección a los árboles.
Podría haber muchas, en realidad. Tantas como quisiese imaginar. Una viajera, una leñadora… ¡Quizás se tratase de una dama perdida, en apuros! Y entonces sería Corbin el que la salvase. No estaba celoso, sin embargo, porque era mi compañero. Aunque la idea de quedarme al margen dejó de hacerme gracia al cabo de varios minutos.

Me movía de un lado a otro, molesto por el frío. Traté incluso de dar algo de conversación para pasar la espera algo más entretenidos, preguntando por su hermana, Nýa. No obstante, al cabo de un rato fue él el que hizo una propuesta más relacionada con el asunto.

Miré un momento hacia los árboles, pensativo. Terminé por asentir.

-De acuerdo, pero no demasiado. Quizás nos necesite -le dije, dispuesto de todas formas a emprender la marcha.

Una cosa era avanzar para ver si encontrábamos alguna pista más. Otra muy diferente era dejar a nuestro compañero solo con la mujer de las huellas, quizás en peligro. No permitiría que fuésemos muy lejos. Ya habían herido a suficientes compañeros.

Al verse solos, Cierzo y Rick optaron por continuar la marcha, adelantándose a su compañero. Así, ambos guerreros continuaron siguiendo el mapa, abandonando la zona de bosques, hasta que se encontraron a escasa distancia del improvisado y discreto campamento de la guarda. Desde su posición no alcanzaban a ver nada, pero el mapa indicaba que avanzando un poco más los encontrarían. No tenían, sin embargo, noticia alguna de Corbin.


La joven no apartó la mirada del cuerpo del claritas en ningún momento, como si fuese un animal al acecho y Corbin su posible presa. Todavía desde el árbol, observaba con tensa atención todos los movimientos del claritas, preparada para responder en caso de ataque. A pesar de todo, en ningún momento amagó golpear a Corbin, limitando sus acciones a la escucha y a la vigilancia.

—¿Quién os ha enviado? ¿También sois de los magos? ¿O venís por la gente extraña de la ciudad? —Frunció el ceño—. Este no es lugar para forasteros y ya hemos tenido demasiados.

La mujer hablaba con voz seria, con un fuerte acento extraño que marcaba las erres y alargaba las eses. Y de nuevo, no daba nuevas muestras de querer atacar, aunque se mantenía a la defensiva.

Acabé por detener la marcha al considerar que nos habíamos alejado algo más de la cuenta. Me volví hacia Dehnel. Su confiable compañero estaba resultando ser un auténtico desastre, y esa idea empezaba a ponerme nervioso. Consideré la opción de dividirnos, pero dudaba que el objetivo fuera romper el grupo más de lo que ya lo habíamos hecho.

-En fin, nos queda volver o continuar. No estaría de más tener noticias de Corbin, aunque tampoco estaría mal avisar de la situación a la guarda -. Salvo porque entenderían desde el minuto uno que nos caracterizaba nuestra incompetencia-. Sinceramente, creo que separarnos no ha sido buena idea.

Vaya, de pronto Dehnel me contagiaba la tendencia a formular en voz alta obviedades. Las cosas no podían ir mejor, desde luego.

Corbin la miraba atentamente, en apariencia absorto por cada sutil movimiento, buscando en todos ellos la señal que le indicase que debía alejarse. Desde luego, ya sabía que no era inofensiva, con lo que un ataque directo no le daría más que problemas. Corbin sabía que, ante una bestia más fuerte, había que emplear la cautela.

Las preguntas de ella no le causaban más que curiosidad. Al menos, la definían. Salvo que pretendiese engañarlo. Corbin no descartaba aquella opción, pero en su situación, no había mucho que pudiera hacer al respecto. Si cambiar su actitud, negó con suavidad.

-No soy un mago -respondió, con su habitual tono monocorde-. Tú eres más maga que yo, por lo que he visto. Nos han llamado las gentes de la ciudad, sí. Pretendemos acabar con los magos. Después, ellos volverán a la ciudad, y nosotros a la base de nuestro ejército. Está lejos de aquí. Creo que esto es lo más lejos de ella que he estado nunca. Somos forasteros y nos llevaremos con nosotros a tantos forasteros como encontremos. Si esa idea no te molesta, no hay motivo para perder fuerzas aquí. Volveré con mi grupo y seguiremos avanzando. Si tienes alguna información útil sobre los magos, eso nos ayudará a avanzar más rápido. Nos iremos antes.

Mantenía la mirada fija, alerta.

Durante nuestro avance echaba constantes miradas hacia atrás, esperando ver algún destello, pero no se dio. O quizás no se veía a aquella distancia porque nos habíamos alejado demasiado. La idea me intranquilizaba.
Me detuve finalmente cuando Cogo lo hice, frunciendo el ceño, pensando. Escuché sus palabras, dedicándole una mirada breve, barajando las dos opciones que se nos ofrecían.

Miré hacia adelante un momento, al camino que seguíamos. Según el mapa la guarda no estaría muy lejos. Al final, sin embargo, caminar a buen ritmo no había hecho que llegásemos antes. O no lo haría.

Me di media vuelta y comencé a desandar el camino, muy serio.

-Vamos a buscarlo -dije sin más, buscando comprobar con una mirada que venía conmigo.

No sabía por qué había aceptado seguir andando. Había tenido tiempo de aprender que los compañeros eran lo primero, pero había aceptado avanzar un poco más sin Corbin. Y quizás Corbin no lanzaba ninguna señal porque la situación era tan complicada que no podía. Quizás ya lo habían atrapado, o...
No, sin duda estaba bien. Y si no lo estaba, llegaríamos a tiempo.

FdR- 'cause you're hot then you're cold, you're yes then you're no~

Al ver que seguían sin noticias de Corbin, Rick y Cierzo optaron por dar media vuelta en busca de su compañero. Se presentaba ante ellos, pues, un camino silencioso, donde no podrían encontrar a nadie ni nada por mucho que buscase. Tenían tiempo, mientras rehacían lo andado, para pensar cómo actuar.


La mujer escuchó a Corbin con atento interés, en silencio y sin apartar la mirada de él, con el ceño ligeramente fruncido, pensativa. Parecía no estar convencida de las palabras del claritas, como si no terminase de confiar en él. Terminó, tras unos segundos, por volver a hablar, ladeando ligeramente la cabeza hacia un lado.

—¿Y cómo pensáis derrotar a los magos? ¿Vais a dañar a las bestias?

Su voz, esta vez, sonó menos amenazadora que antes, más definida por la curiosidad y una leve preocupación, escondida bajo la seriedad con la que hablaba.

Corbin empezaba a mostrar interés en lo que ella decía. Después de todo, parecía tener cierta información, y aunque parecía más dispuesta a recabar datos para sí que a ofrecerlos, en sus propias preguntas había detalles de interés para el claritas.

-Bestias... ¿Más... yetis? -preguntó, con la mirada fija-. No tengo información exacta acerca de la estrategia a seguir. Como te he dicho, iba de camino hacia quienes nos darán las órdenes. Pero si se trata de las mismas bestias a las que hemos enfrentado, ya ha quedado demostrado que centrarse en ellas no sirve de nada. Son los magos los que las controlan, y por tanto los que deben ser eliminados. Las bestias no son rápidas y su tamaño las hace torpes. Una vez liberadas, además, son inofensivas.

O eso se decía en el palacio. Corbin no había tenido mucho interés en ellas, y no se había parado a estudiarlas después del combate. Quizás ese hubiera sido un error por su parte. No esperaba volver a enfrentarse a ellas, después de todo. Un pensamiento absurdo, teniendo en cuenta que había ido precisamente a la base enemiga.

Por lo visto, hacer tiempo no servía de mucho. Y Dehnel empezaba a insistir en que deberíamos buscarlo. Sinceramente, me parecía absurdo seguir sus huellas, directos a la trampa en la que él, por lo visto, debía de haber caído. Pero, de hecho, no tenía ningún plan alternativo que ofrecer, así que no me quedó más opción que ceder.

Con un suspiro exasperado, saqué la piedra de comunicación y el anillo réplica cuando llegamos al lugar en que nos habíamos separado del claritas. Me puse el segundo, y froté la primera antes de cedérsela a Dehnel.

-Nos mantendrá en contacto -expliqué-. Iremos a distancia para evitar que un mismo ataque nos pueda alcanzar a ambos. Si uno cae, el otro podrá proporcionarle información sobre lo que ha pasado. Además, llevaremos un señuelo que pueda recibir ataques en nuestro lugar. Intenta pisar sobre las huellas que hay en la nieve. Ya hemos dejado suficiente rastro.

Dejé que Dehnel escogiera su posición en aquella especie de expedición, y tomé la que él dejaba. Cuando nos internásemos en los árboles, apuntaría con el anillo a cierta distancia de mí, para crear una proyección. No parecía un engaño muy bueno a campo raso, pero en la espesura, donde fuera más difícil incluirnos a los tres en el mismo vistazo, sí podía servir, hasta cierto punto, como despiste.

Cogo aceptó que fuésemos en busca de Corbin a tiempo, porque había comenzado a pensar que una negativa suya solo haría que yo partiese en solitario. tomé la piedra que me ofreció y la miré con extrañeza, preguntándome qué era, aunque la explicación vino luego, y asentí. Un objeto útil con el que comunicarnos a cierta distancia estaba bien. Aunque lo ideal sería que no sucediese nada malo.

-Estoy de acuerdo -le dije, conforme, serio-. Ve delante, ya que tienes el anillo. No serviría de nada yendo en segundo lugar -añadí, aunque no me hacía gracia la idea de que él corriese más peligro que yo.

Esperaría a que llevase un trecho recorrido y luego saldría yo, tras él, atento a todo: al frente a los lados, a la espalda. Incluso atentos a los árboles acechantes. Si alguien quería acabar con nosotros podía hacerlo desde cualquier lugar, y quizás aquello no fuese más que una trampa.
Saldríamos de allí de una pieza, y con Corbin. Teníamos que reunirnos con la guarda. Debíamos cumplir la misión sanos y salvos.

La mujer frunció sutilmente el ceño al escuchar a Corbin. No parecía convencida por algo de las palabras del claritas.

—¿Y cómo piensas vencer a los magos si no has podido resistir mi golpe? —preguntó, y aunque pudiese haber parecido un ataque contra las habilidades del claritas (y en el fondo quizá sí lo fuese), un deje preocupado en su voz parecía dar a entender que aquella cuestión sí le preocupaba, aunque resultaba evidente que Corbin no era el dueño de esa preocupación—. Por lo que sé, son más fuertes que yo.

La chica lo observó en silencio, esperando, paciente, una respuesta. Ya apenas quedaban rastros de aquella agresividad con la que se había dirigido al guerrero en un primer momento.

Cierzo y Rick, por su parte, decidieron adentrarse, siguiendo las huellas que Corbin había seguido. Cierzo, en cabeza, creó la proyección cuando llevaba ya un buen trecho caminado; Rick, entonces, se puso en marcha. El aether no tardó demasiado en llegar a una zona cercana a donde Corbin y la muchacha estaban: desde su posición, Cierzo pudo ver al claritas y la chica en el árbol, que al notar la presencia conjuró la misma onda que había tumbado a Corbin, movida, quizá, por el miedo a recibir un ataque antes, buscando atacar tanto a la proyección, que desde su posición entendió que era alguien más, como al aether. No fue un golpe demasiado fuerte, pero sí sirvió para tumbar a Cierzo.
Rick, todavía a unos metros de distancia, vería al aether en el suelo si se acercaba.

Corbin empezaba a estar aburrido de aquella conversación de besugos, y tenía más cosas que hacer que quedarse de charla. Mantuvo la misma seriedad, el mismo tono tranquilo, pero sus intenciones eran las de retirarse por fin. Ya había sido suficiente, y sus compañeros lo esperaban. No podía perder el tiempo allí.

-Como ya te he dicho, no me corresponde idear la estrategia. Si me disculpas, me están esperando. No debo retrasar más la expedición.

Con una inclinación de cabeza, procedió a seguir su camino. Fue entonces cuando vio a su compañero, duplicado, acercándose, así como el ataque que la joven le dirigió. La miró de reojo, ya algo molesto con todo aquello. Estaban perdiendo el tiempo.

-Con permiso -murmuró, acercándose a él.

Avanzaba a cierta distancia por detrás de la réplica, pendiente de lo que había a mi alrededor. Y eso fue lo que me advirtió de lo que se avecinaba, porque ni siquiera había llegado a una posición desde la que pudiera ver a Corbin antes de que la réplica desapareciera ante mis ojos. Rápidamente, conjuré entonces un ntendbit y me concentré en la barrera de magia, tratando de afianzar los pies en el suelo y apretando los dientes. Sentí la fuerza del empuje, pero pude mantenerme en mi lugar.

Envié cuando hubo pasado un mensaje a Dehnel, advirtiéndole de cuál era la situación, y conjuré un nuevo ntendbit antes de continuar avanzando. Y no tardé en encontrar a Corbin avanzando hacia mí. Lo miré con ceño.

-¿Qué has encontrado? -pregunté, buscando con la mirada hasta dar con la mujer en el árbol.

También envié a Dehnel un mensaje para advertirlo de nuevo de la situación.

En medio de mi avance me encontré con que Cierzo me avisaba en la distancia. Desde luego, aquella piedra era curiosa. Hubiese valido la pena hacerse con una parecida.
Enseguida apuré la marcha, pero al mismo tiempo traté de no hacer más ruido, de amparizarme tras los árboles para no atravesar el campo abierto sin más. Si los dos habían caído en una trampa quizás solo pudiesen contar conmigo para salir con vida, y...
Un nuevo mensaje de Cierzo llegó, dejándome algo desorientado. ¿Pero entonces tenía que intervenir noblemente o ser como una sombra? Porque yo era quizás un poco grande para ser como una sombra.

Buscaría acercarme todo lo posible hasta ver a mis compañeros, y una vez allí, tras un árbol o algo semejante que encontrase que pudiese ocultarme, trataría de vigilar qué pasaba sin entrar directamente en la trifulca. Si llegaban a necesitar refuerzos no había nadie más que yo. No podía desvelar mi posición a la primera. Me gustaba ir de frente, pero por una vez debería observar.

FdR- Se me hace tan friki... XD

La muchacha pareció algo decepcionada con la respuesta del claritas, pero no volvió a hablar, centrando su atención en Cierzo, quien sí había resistido su golpe. Lo observó con tensa curiosidad, ladeando ligeramente la cabeza hacia un lado y frunciendo un poco el ceño, pero decidió no amagar una nueva ofensiva, adoptando una postura más defensiva.

—A una mujer subida a un árbol —murmuró, más para sí que para cualquiera de los guerreros. Faltaba uno. A saber donde estaba. Quizá también hubiese vuelto o quizá había seguido su camino, quién sabía.

Parpadeó. No parecía que buscasen atacarla.
Se apareció en el suelo, a una distancia considerable de ambos hombres.

—Deberíais tener cuidado de ahora en adelante, forasteros —comentó—. Hay bastantes magos ahí escondidos.