Adolescencia y problemas

La noche había caído hacía un par de horas, y en aquella zona de Humus, tan cercana a Fulmen, la humedad era patente. No habían encontrado un pueblo aquel día para dormir bajo techo, lo que había causado quejas en los jóvenes que las acompañaban. Por suerte habían dado con una caverna en la que había espacio incluso para los caballos que habían podido alquilar: dos, ya que no era fiable que sus acompañantes tuvieran su propia montura.

Alehyss Lester había sido encargada para escoltar a Keith y Fran, dos adolescentes, desde Ventus hasta Brontë. Aunque aquello pareciese una misión sencilla, solo hacer un poco de niñera, tenía su parte complicada: Keith y Fran habían pertenecido a una pequeña banda de delincuentes y, aunque no habían sido los peores ni por asomo, habían robado a la persona equivocada.

No habían encontrado grandes problemas, todavía, pero desde que Massen Dew se había unido al grupo en los altiplanos de Maschew podía decirse que se había sentido una mayor seguridad en el ambiente. Incluso Fran, que parecía poner pegas a todo y necesitar quejarse a cada momento de lo incómoda que estaba, parecía haber terminado respetando a la piscis.

Si seguían aquel ritmo, en dos noches cruzarían a Fulmen y estarían más cerca de su destino final.

Ya llevábamos un tiempo considerable de viaje, pero últimamente mi humor iba mejorando progresivamente. Quizás por la cercanía del palacio. Quizás porque ya no estaba en unas islas flotantes. Sea como fuere, la cuestión era que estaba animada. Quién iba a pensar que me fuera a hacer tanta ilusión volver a Brontë, cuando llevaba tanto tiempo fuera precisamente porque había decidido ir por libre. Trabajar por mi cuenta tenía sus ventajas, pero la red de seguridad de Brontë era tentadora, realmente. Y saber que podía volver a retomar mi camino cuando quisiera hacía que no me diera ninguna pereza volver.

La compañía también tenía algo que ver. Los chavales no me decían mucho, la verdad, y menos con su actitud infantiloide, pero cada día que pasaba me daba más cuenta de lo mucho que había echado de menos a Alehyss. A aquellas alturas, la dinámica de nuestro grupo estaba tan establecida que apenas necesitábamos decirnos nada para tomar decisiones perfectamente coordinadas.

Así, mientras ella se ocupaba de establecer campamento (no le gustaba alejarse demasiado de sus escoltados, como había podido comprobar), yo me dispuse a reconocer el perímetro del terreno. De paso, podía aprovechar para recoger algo de leña. Ya habíamos comprobado que, aunque no había poblaciones cercanas, sí teníamos un arroyo cerca, así que me llevé conmigo a los caballos para abrevarlos antes de volver para ayudar con la cena y lo que faltase del campamento.

Ya quedaba poco.

Lo cierto es que la presencia de Massen es una bendición. Nunca me han gustado los adolescentes, pero si para algo me ha servido este viaje, es para afianzar esa idea. Por suerte, están dando menos problemas de los esperados. Y tampoco hemos tenido muchos percances de otro tipo. No puedo decir que esté tranquila, de todos modos. No hasta que esté en palacio. Una cosa es que los desprecie y otra diferente que vaya a dejar que se mueran. Tengo una misión y no voy a fallar.

En lo que Massen va a dar de beber a los caballos voy preparando las provisiones. Hasta que tenga el agua y la leña no se podrá cocinar, pero nada me impide ir cortando algunas verduras y preparando la carne seca con la que, quizás, se pueda improvisar un estofado.

Fran se ha ido al interior de la cueva enfadada. Dice que no quiere dormir a la intemperie, que está harta. Yo también estoy harta de ella, así que me alegra que entienda cómo me siento. Keith, por otro lado, se dedica a juguetear con una navaja, pero tampoco ayuda. Al menos no molesta.

No veo el día en el que esto termine.

Tras abrevar a los caballos y regresar con algo de leña y agua, Massen se encontró con la mitad de la cena preparada. Alehyss insistió en ocuparse del resto, ya que ella se había encargado de aquella parte, pidiéndole que descansase.

-Siéntate conmigo -la invitó Keith-. Mira lo que puedo hacer.

Se dedicó a enseñarle algunos trucos que hacía con la navaja, que parecían más estéticos que útil en un combate real, pero mostraban que tenía algún tipo de destreza con aquello. Aunque solo fuese por el arte. Fran no se dignó a salir del fondo de la caverna hasta que la cena hubo estado lista, y solamente para comer en silencio dejando algún comentario mordaz sobre las cualidades culinarias de la chrysos.

Tras la cena, tenían que intentar descansar. Se repartieron turnos de guardia, ya que las noches a la intemperie podían ser peligrosas, y más en su situación. Keith se ofreció a hacer una guardia como ellas, pero Alehyss le ordenó que fuese a dormir al fondo de la cueva y fue tras él, tras dar a Massen las buenas noches.

Al ser solo dos personas las encargadas de la guardia, la noche podía hacerse larga y, al mismo tiempo, corta. Massen tendría que encontrar alguna forma de no dormirse mientras prestaba atención al entorno. Por suerte, en aquel lugar estaban lo suficiente recogidos para que hubiese pocos flancos a los que mirar. Quedaba a juicio de la piscis si observar desde la entrada, o situarse en algún otro lugar del terreno para poder abarcar más espacio.

Como Alehyss se puso firme con que no quería ayuda, me decidí a relajarme un rato. Tenía pensado hacer la primera guardia, así que no era mala idea que me lo tomase con calma entre tanto. Fran estaba muy ocupada consigo misma, pero Keith reclamó enseguida mi atención y se la concedí sin rechistar. Tenía sus cosas, pero era majo, a su manera, y no había mejor manera de ganárselo que concediéndole atención. Así que aplaudí sus trucos, asegurándome de mostrar un interés que lo complaciera, e incluso participé de algunos, dejándome enseñar sus virguerías, fingiendo torpeza para darle la oportunidad de lucirse en sus juegos de manos.

Tras una cena satisfactoria, y una vez Alehyss y sus adolescentes se retiraron a dormir. Yo me preparé para la guardia, armándome con mi puñal y mi espada, y me situé a la entrada de la cueva, en un ángulo que me permitiera controlar tanto la entrada a la misma como un amplio rango de la zona exterior, pero que mantuviera mi espalda cubierta. Extendí las membranas de las orejas para percibir mejor el sonido y me dispuse a esperar. No creía que aquella noche fuera a ser distinta de las anteriores, pero eso no significaba que fuera a bajar la guardia.

Equipado:

La noche transcurría tranquila, interrumpida solamente por las respiraciones de sus acompañantes dormidos y el sonido habitual de algún pequeño animal caminando por alguna zona cercana. Pese a que todavía hacía fresco, las temperaturas no eran tan espantosas como podían haber supuesto, aunque quizás era porque en aquella región estaban al amparo de bastantes elevaciones.

Cuando había pasado algo más de una hora, escuchó algo, pero no proveniente del exterior, sino del interior de la cueva. Fran se estaba acercando a ella, con las manos hundidas en los bolsillos de su abultada chaqueta en la que se encogía, con intención de salir.


-Voy al baño -murmuró al pasar por su lado, con cierta dejadez.

No parece esperar una respuesta para seguir andando, mientras busca con la mirada, recorriendo el entorno.

Oí el movimiento antes de verla asomar por la boca de la cueva, y aunque no esperaba que correspondiera, le ofrecí una sonrisa. Al menos, tener movimiento o novedad, sin ser motivo de alarma, despejaba un poco. Me estiré.

─Por ahí, si no te alejas mucho, tienes una buena zona entre los árboles. Cuidado con el terreno, que es un poco desigual ─señalé, al ver que dudaba hacia dónde dirigirse.

Se quedó mirando cómo desaparecía tras tomar la dirección de su elección. Aún me quedaba un buen rato de guardia antes de avisar a Alehyss para que me relevase.

Fran respondió con un gesto al comentario de Massen que bien podía interpretarse como similar al agradecimiento y enseguida siguió la dirección que la piscis le había indicado. Pronto sus alas pardas se habían perdido en la oscuridad y los árboles y Massen volvió a quedarse sola, en el mismo silencio que hasta entonces.

Fue de aquella forma durante al menos diez minutos. El interior de la cueva seguía silencioso, y Fran todavía no había vuelto. Pero había algo más en aquel silencio que le extrañó, aunque tardó un poco en llegar a ubicar qué era.

Sus oídos y sus membranas no detectaban nada. Solo silencio. Ni un insecto cantaba, aunque la noche fuese tranquila. No se escuchaba el batir de las alas de algún ave nocturna o algún murciélago. Ya no había pasos de animales oscasionales en la distancia. Incluso el viento parecía soplar de pronto más calmo y las hojas de los árboles mecerse en un silencio casi artificial.

Me mantuve en mi guardia hasta pasado un tiempo, en que empecé a pensar que Fran estaba tardando demasiado. Tampoco quería meterle prisa, ni ir a por ella dejando abandonado mi puesto, pero algo no me gustaba de todo aquello. Traté de prestar más atención, tensando las membranas, olisqueando el aire. Había algo extraño. Demasiado silencio. No sabía decir cuándo se había enrarecido tanto el ambiente.

Miré enderredor, por si podía distinguir algún movimiento o señal llamativa en la oscuridad, antes de internarme en la cueva para buscar a Alehyss. La agarré suavemente del brazo y la sacudí para despertarla, tratando de hacerlo sin sobresaltarla. Cuando la sentí reaccionar, comencé a explicarme.

─Pasa algo raro fuera ─murmuré cerca de su oído─. No sé qué es, pero no me gusta. Es como si el sonido hubiera desaparecido. Fran salió hace un rato y empieza a tardar en volver.

No quería tardar mucho en volver fuera, tanto por el hecho de dejar la entrada de la cueva sin vigilancia como por Fran, así que quería que nos pusiéramos en marcha con rapidez. Contaba con que Alehyss también hiciera gala de sus habituales reflejos. Esperaba que mi instinto me estuviera fallando, pero algo me decía que no era el caso.

Me despierto cuando Massen me toca, deteniendo mi respiración por un instante, aunque no abro los ojos hasta que me mueve un poco. Giro entonces la cabeza hacia ella mínimamente, iluminando un poco los ojos, intentando distinguir su expresión. No tardo en incorporarme y compruebo de un vistazo que Fran no está, como ha dicho, pero que Keith sigue dormido.

Camino hacia el exterior de la caverna para no hablar delante del chico y, de paso, echar un ojo fuera. O, más bien, escuchar. Después me vuelvo hacia ella y hablo en voz queda.

-¿A dónde ha ido Fran? -pregunto primero, calmada. Luego frunzo levemente el ceño-. ¿Cómo ha empezado esto?

Podría intentar convencerme de que es solo el silencio natural, una casualidad. Pero Massen me lo ha dicho porque es antinatural, y aunque en un primer momento puede parecer solo silencio una vez "lo escuchas" es imposible dejar de darse cuenta.

No sabía si Alehyss preferiría despertar a Keith, pero parecía que no era el caso. La acompañé hasta la entrada de la cueva en silencio, alerta. A su pregunta, puse los ojos en blanco.

─En sus propias palabras, «al baño» ─respondí en el mismo volumen de voz─. No sé si tiene relación con esto, pero no me gusta.

Su segunda pregunta me resultaba más difícil de explicar. Demasiado abstracto.

─No hará más de unos minutos, ha sido después de que Fran saliera ─acabé por decir─. Sutil, al principio. Me costó identificar qué era lo que me resultaba extraño.

Mantenía las membranas extendidas y seguía mirando la oscuridad de la noche, alerta a cualquier cambio al que reaccionar.

Me llevo una mano a la frente, frustrada. Las posibilidades son tantas: desde todo lo malo que se me ocurra a que no haya pasado absolutamente nada. Estoy harta de esto, solo quiero llegar a Brontë.

-Es extraño -reconozco.

Puede haber muchas causas para que no haya ningún sonido, pero ninguna de ellas me gusta. Normalmente los animales son discretos, pero no tanto como para que parezca como si de pronto el mundo se hubiese quedado desierto.

-Deberíamos ir a buscarla-. Chasqueo la lengua, incómoda-. Quizás deberíamos despertar a Keith y prepararnos por si pasa algo. O buscar otro lugar. ¿Tú qué crees?

Tampoco sé si es una opción. Si al final no sucede nada, habremos perdido horas de sueño. Podemos aguantar un día sin dormir, al menos nosotras, estoy segura.

Asentí, coincidiendo con su comentario. Me alegraba que no pensara que la había despertado por nada. Aunque no es que esperase que en ningún caso esa fuera a ser su reacción.

─Sí, yo también creo que habría que ir a buscarla, pero no quería hacerlo sin despertarte antes. Y también despertaría a Keith; si pasa algo, que no lo pille durmiendo ─opiné─. Pero no sé cómo de buena idea es movernos. No sabemos qué es lo que pasa ni cuánto terreno abarca, y esta zona por lo menos ya la hemos reconocido. Creo que movernos podría dificultarnos el trabajo si tenemos que enfrentarnos a algo. Por lo menos, mientras no sepamos lo que es.

O quién era. Había intentado pensar en tipos de magia que conociera capaces de crear aquel efecto, pero tampoco se me ocurría ninguno. Aunque podría ser cualquier tipo de magia que desconociese, algún artilugio o cualquier otra cosa. Casi había descartado el factor natural, pero tampoco debía hacerlo del todo.

─En cualquier caso, lo primero es ir a por Fran. Tarda demasiado ─concluí─. Y despertar a Keith. ¿Cuál de las dos te apetece menos?

Realmente estoy de acuerdo con todo lo que dice. Quizás podríamos pensar en movernos de aquí si primero una de las dos pudiese explorar, pero con Fran desaparecida no estamos como para dividirnos más. Salvo que la abandonemos aquí y nos vayamos, pero al parecer eso está fuera de lugar.

La elección que me da no tiene respuestas buenas. Pero, por suerte, no tengo que elegir basándome en mis preferencias.

-Vete a buscarla -le indico-. Tengo que coger algunas cosas por si hubiese problemas, y lo mejor es salir cuánto antes. De todos modos, si pasa algo, silba e iré enseguida.

No dudo de sus capacidades. Pero eso no implica que pueda enfrentarse sola a todo. Ni ella ni tampoco yo.

No hablo más. Enseguida voy al interior de la cueva a despertar al chico y a colocarme la ballesta de muñeca, así como a coger un par de cosas que me podrían ser útiles si hiciese falta.

-¡Keith! ¡Despierta! ¡Enseguida! -insto, mientras hurgo en mis cosas, haciendo acopio todo lo que necesito lo antes posible-. Ha pasado algo-. O, al menos, es posible.

Equipamiento:

Asentí a las indicaciones de Alehyss y me puse en marcha. Fran se había ido por donde yo le había indicado, lo cual suponía que era una zona del terreno que había reconocido hacía apenas unas horas. No debería encontrarme muchas sorpresas. Claro que, dadas las circunstancias, no iba a porfiar.

Pese a que parecía resultar inútil, mantuve las membranas bien atentas, así como todos los sentidos. Invoqué un aquaerum en la mano para ahorrar tiempo en caso de que necesitase reaccionar a un ataque, y seguí los pasos de Fran, buscando su rastro en la oscuridad.

Mientras Alehyss se hacía con todo lo necesario para estar preparada para combatir si fuese necesario, intentaba despertar a Keith. El chico gruñó primero, resistiéndose a que le quitasen su descanso, pero terminó por abrir los ojos.

-¿Qué pasa...? -dijo primero, medio dormido, pero viendo el apremio de la chrysos, y procesando finalmente sus palabras, pareció despejase de pronto-. ¡¿Qué pasa?! -repitió, y enseguida empezó a buscar en la caverna-. ¿Dónde están Massen y Fran?

Alehyss pronto tuvo sus cosas en orden y estuvo lista para ponerse en marcha cuando lo desease.


Massen comenzó a avanzar hacia donde había indicado a Fran que fuese. A medida que se internaba ente la vegetación, tenía aquello más patente: el silencio era extraño. Por sigilosa que fuese, sus pasos parecían resonar mucho más en aquel ambiente tan anormal.

Fue capaz de encontrar sus huellas perfectamente y de seguirlas por un buen trecho. Al principio estaban a una distancia igualada unoas de otras, pero en cierto punto, cuando se había separado unos dos o tres minutos de la entrada de la cueva, las huellas empezaban a espaciarse de pronto, hasta tener casi el doble de distancia entre una y otra que al principio. También parecían menos estables en su dirección, pasando de un lado a otro, zigzagueando sin evitar nada concreto y, al mismo tiempo, dejando un rastro más claro de ramas rotas o hierbas pisoteadas.

Una vez tengo mis cosas, me vuelvo de nuevo hacia Keith. Por fin ha despertado. Menos mal que he sido yo, y no un cuchillo cayendo sobre su garganta.

-Fran lleva un rato fuera y no ha vuelto. Massen ha ido a buscarla -respondo, precisa y rápidamente, pero sin alterarme-. Prepárate por si tenemos que salir y coge esa navaja que tienes. No sé si sabes hacer algo más con ella que malabares, pero es mejor que nada.

Realmente no sé hasta qué punto podría defenderse si nosotras no podemos hacerlo, y no es que quiera que cunda el pánico. Pero no quiero que se tome esto a broma.

Me acerco a la entrada de la cueva de nuevo y miro hacia el exterior, aunque sé que no veré a Massen: no hace tanto que se ha ido. Mientras espero a que el chico se prepare, me pregunto si será mejor ir a buscarla, esperarla o buscar una tercera vía. Por si acaso, abro bien los oídos, esperando recibir algún tipo de información, ya sea en los alrededores o de la espesura.

Al principio, seguir los pasos de Fran no me pareció complicado, pero pronto su rastro empezó a darme indicios de algo sospechoso. Fran corriendo. Podría pensar que huyendo de nuestro grupo, en un principio, aunque no había hecho amago de intentar escapar antes. Pero su ruta era caótica, extraña, como si no tuviera una dirección clara. Y eso implicaba, probablemente, huir de otra cosa.

Deshice el aquaerum que llevaba y silbé. No parecía que, fuera lo que fuera que había causado aquel silencio, fuera a permitirnos contar con un factor sorpresa, pero siempre era más discreto un silbido, por penetrante que fuera, que ir a voces. A continuación, invoqué un pisflivire y lo clavé contra el tronco de un árbol, con la firmeza suficiente como para que mi marca quedara clara y con el cuidado justo para evitar que aquello pudiera derribar el árbol.

Hecho lo cual, eché a correr siguiendo el rastro de Fran. No me gustaba mantener al grupo dividido, pero no tenía claro que dispusiéramos del tiempo suficiente para que yo volviera al campamento, explicase todo y nos pusiéramos de nuevo en marcha. Esperaba que Keith no supusiera un incordio demasiado grande para Alehyss. Esto sería más fácil sin críos. Negué con la cabeza. Esto nunca habría empezado sin críos. Pero para eso estábamos trabajando.

Keith palideció de pronto, entreabriendo la boca, cuando Alehyss habló.

-¿Fran... no ha vuelto?-. Bajó la vista de pronto, al suelo, negando suavemente-. No, es imposible que no haya vuelto... -murmuró, con cierta consternación. Volvió a mirar a la chrysos, con los ojos muy abiertos, y se acercó mucho a ella-. ¡Hay que ir a buscarla! ¡Tenemos que ir a buscarla! ¡Puede haberle pasado algo!

Estaba muy agitado de golpe. Incluso más de lo que era normal agitarse teniendo en cuenta los datos que Alehyss le había facilitado y la actitud normal del chico.

En aquel momento, un silbido distante resonó en la caverna.


Massen se extrañó al ver las pisadas caóticas y se encargó de, en primer lugar, dar la señal que Alehyss le había sugerido y, después de aquello, de dejar una marca que sus compañeros pudiesen seguir. Sin perder un segundo más, aceleró siguiendo el rastro que tenía ante sí. No le resultaba del todo difícil, pese a que corriese y a la oscuridad, ya que las marcas eran cada vez más claras. Pero el silencio seguía siendo el mismo.

Con enorme velocidad, fue dejando árboles atrás sin nada que llamase su atención hasta que, tras un rato corriendo, se fijó en algo que había más adelante: a algunos metros había una zona de tierra removida, allí donde terminaban los pasos y el rastro de ramas rotas. Al acercarse un poco más vio que se trataba de un agujero, no demasiado profundo, irregular, como hecho sin herramientas especializadas para ello, en el que cabrían justas sus dos manos extendidas hasta casi las muñecas, pero no mucho más. Estaba vacío.

Justo un poco por delante, vio unas nuevas marcas, pero aquellas eran diferentes: unas marcas de pies descalzos que se hundían tremendamente en la tierra y, a un lado de ese rastro, marcas de arrastre.

Su respuesta me incomoda. No pregunta a dónde ha ido, ni por qué. De hecho, dice abiertamente que "es imposible que no haya vuelto". Frunzo ligeramente el ceño. Sabe algo. Sabe algo y no ha dicho nada. ¿O solo está preocupado por si finalmente sí los seguían? No, sabe algo.

-Keith, Fran ha ido al baño. Supuestamente-. Lo agarro por los hombros cuando se acerca, mirándolo con suma frialdad-. Si sabes algo, lo que sea, quiero que me lo digas.

Un silbido agudo rompe el silencio de la noche. Por supuesto. Aprieto la mandíbula, tensa. Agarro al chico del brazo y me armo con el puñal, más fácil de usar a una mano que mi arma habitual.

-Sígueme. No me pierdas de vista y no te separes de mí. No pienso hacerme responsable de lo que te pase si no me obedeces-siseo, emprendiendo la carrera hacia el origen del sonido.

Estúpidos niños. No los soporto.

Me agaché a examinar el agujero, pero no había nada allí.  La tierra removida era relativamente fresca, así que no creía que hiciera mucho desde que alguien, Fran o quien fuera, hubiera desenterrado algo de allí. Un poco más allá, más huellas. Huellas profundas; una persona muy pesada o que cargase algo. Quizás ambas. Dadas las marcas de arrastre junto a ellas, algo arrastraba. No parecía algo tan pequeño como para ser lo que habían desenterrado. Me gustaría decir que no quise creer que lo arrastrado fuera Fran, pero no me sentía particularmente optimista.

Cerré los ojos un momento e inspiré profundamente, tratando de pensar. Saqué un medallón que llevaba en un bolsillo, lo partí en dos y dejé la mitad sin gema en el agujero cavado en el suelo, tras asegurarme de que estaba vacío. Me guardé la otra mitad y cubrí la parte que había dejado con algo que tierra para disimularlo. Esperaba que no acabase en malas manos. Eso tendría que haberlo hecho antes de separarme de Alehyss, y no quedarme confiando en que me acompañara la suerte.

De nuevo, invoqué un pisflivire y lo clavé junto al montón de tierra removida. Sin perder más tiempo, me incorporé y eché a correr otra vez, a la zaga de quien fuera que estaba persiguiendo.

Medallón:

Keith estaba incómodo de pronto, evitando la mirada de la chrysos, cuya fría voz le parecía resultar amenazante por una vez. Carraspeó incómodo.

-Nada -murmuró-. Solo me he asustado porque...

El silbido lo interrumpió. Pronto se encontraba corriendo tras la guerrera, que le imponía un ritmo rápido, que a duras penas podía seguir. Alehyss se encontró con que tendría que bajar su ritmo o abandonar a Keith si quería ir a aquella velocidad.

-Lo que robamos... Todavía lo teníamos.-dijo Keith entre resollos. Alehyss y Massen sabían que los dos chicos habían robado algo a alguien importante y que por aquel motivo corrían peligro, pero no tenían datos sobre qué era y mucho menos sobre que todavía lo llevasen consigo-. Ella...-. Jadeó-. Ella iba a deshacerse de ello...

Parecía ser incapaz de hablar bien y correr a la vez.



Massen corría con agilidad, siguiendo el nuevo rastro, mucho más fácil de seguir que el primero, ya que las marcas de arrastre eran una línea clara en el suelo y aquellas profundas huellas se veían fácilmente.

Llevaba un buen trecho corriendo en pos de lo que fuese delante de ella cuando, nada más rebasar un árbol, percibió por el rabillo del ojo una figura muy cercana, oculta tras el tronco hasta ese momento. Era una criatura con formas humanoides, pero que poco o nada se parecía a una persona. Su cuerpo oscuro parecía estar hecho de una materia vibrante y viva, por la que se movían bultos informes.


Parecía mirarla, aunque no tuviese ojos. Y tenía otra cosa extraña: no producía sonido alguno. Hasta su movimiento, cuando alzó la zarpa derecha de forma pesada para lanzar un golpe hacia la guerrera, se produjo en el más absoluto silencio, como si no estuviese allí.

Todavía tenían lo que han robado. En principio, quitando moralismos, podría decir que me da igual. Pero no es así. Porque si me dice esto significa que lo que han robado es relevante. Sé que le han robado algo a alguien importante, de modo que los persiguen. Eso ya lo sabía. Siempre creí que era importante escoltarlos porque tienen enemigos. Pero...

Reduzco un poco la marcha, pero no pienso limitarme a caminar. Lo justo para que pueda seguirme y hablar un poco. Al menos hasta que termine de explicarme esto. Tampoco quiero que me cuente la historia, no tenemos tiempo.

-¡Keith! -apremio, con un siseo tenso-. ¿Qué habíais robado?

¿Y por qué iba a deshacerse de ello? ¿Por qué justo ahora?

Mantengo los ojos en el camino, en el rastro. Por suerte puedo dar luz y avanzar con menos cuidado que si tuviese que pararme a mirar en una mayor oscuridad.

Corrí por el terreno, siguiendo las huellas, hasta que algo llamó mi atención. Para cuando lo vi lo tenía casi encima, y era tan silencioso que daba incluso la sensación de que absorbiese los sonidos. Me serví de mi velocidad para combinar un salto con el que esquivarlo con un aquaerum que dirigí contra su pecho.

Traté de alejarme algo más para tomar distancia y perspectiva, al tiempo que buscaba a Fran con la mirada. Entendía que las huellas correspondían a aquel bicho y, si era así, lo que arrastraba no podía estar muy lejos. Y, si era Fran, tenía que comprobar que estuviese ilesa.

Keith pareció agradecer la bajada de ritmo, aunque seguía resollando. Su complexión era delgada, pero en absoluto atlética, y aunque era más rápido que una persona media no lo era tanto como Alehyss. Su voz sonaba entrecortada, pero la chrysos no podría determinar si por el cansancio, por arrepentimiento o por otro motivo.

-Una... ¡Una caja! -dijo, con un gallo fruto del esfuerzo-. Una caja de metal pequeña... Con... Con piedras engarzadas...  No pudimos abrirla, pero era muy bonita.

Alcanzaron una zona en la que, en un árbol, Alehyss pudo ver claramente un trozo de hielo clavado en un árbol. Asimismo, las marcas del suelo comentaron a variar, volviéndose más espaciadas y desordenadas.



El ser era más rápido de lo que Massen hubiese pensado por su primer movimiento, pero aún así logró evitarlo con facilidad. Tampoco fue un problema alcanzarlo con el hechizo, que impactó en su torso haciéndolo retroceder un paso. Su cuerpo parecía tremendamente pesado, pues el desplazamiento fue escaso y, sin embargo, dejó un importante y profundo surco en el suelo.

No hubo sonido. Ni en el impacto del hechizo contra el cuerpo del monstruo ni cuando retrocedió un paso. Massen se dio cuenta de que tampoco su mano en el aire había causado vibraciones en el aire. Pero el hechizo sí había reventado contra algo: era indudable que aquello, fuera lo que fuese, era sólido.

Al apartarse un poco, en lo que la criatura cargaba de nuevo contra ella, aquella vez más rápido y con ambos brazos por delante, tratando de embestirla, tuvo un momento para reconocer el terreno. Y lo vio claramente: dos huellas pesadas y la marca de algo que se arrastraba, adentrándose todavía más en el bosque.