Río

Me sonrojo un poco al darme cuenta de que no he tenido en cuenta el origen de las chicas que me acompañan. Qué descuido por mi parte. Espero que no me lo tengan mucho en cuenta. Aunque no hago ningún comentario al respecto, esperando que pase el momento. Por suerte son solo un par de comentarios y en seguida Ben camba de tema.

- ¿Terreno de entrenamiento? Pues la verdad es que ni siquiera sabía que existiese. Aquí no os falta de nada, ¿eh? -comento sonriendo, encantada.- He estado varias veces en la sala de entrenamiento, aunque suelo entrenar en el bosque, que es lo que hacía antes de venir a Brontë. Pero tendré que pasarme por ese terreno entonces, a ver qué tal está. ¿Vosotras acostumbráis a ir allí?

Sonrío ufana cuando Retales dice lo evidente. Si es que me adora, lo sabemos todos. Y lo demuestra aún más apoyando lo mucho mejor que es la noche. Aunque bueno, supongo que en eso estamos de acuerdo por motivos evidentes.

-¿No es que la sangre tira al monte? O quizás, ojos que no ven, caeruleus que se ríe de ti-. Me encojo de hombros. Tampoco es que sepa mucho de dichos-. Había uno piscis que era...-. Entorno los ojos, pensativa-. Bah, ni idea, algo de aletas y de ciento nadando.

Y entonces viene un tema que me mosquea. Primero pienso que Ben está bromeando y río también, pero en algún momento se vuelve todo como muy real. Y entonces empiezo a dudar de que sea una broma.

-¿Qué terreno de entrenamiento? ¿Te refieres al prado?-. También miro a Krista, curiosa por lo que comenta-. ¿Y qué entrenabas antes de venir, por cierto? ¿Qué haces bien tú?

Ben sonrió a Kris, asintiendo.

─El bosque da mucho juego, pero el terreno está especialmente preparado. Paredes de escalada, tirolinas, vallas, puentes colgantes entre los árboles... Es como la sala de entrenamiento, pero fuera y a gran escala, así que es muy popular ─explicó.

Fifi, por su parte, parecía bloqueada con el concepto en sí mismo. Ben sonrió, pensando, al principio, que estaba de broma. Resopló.

─Sí, bueno, el prado también está bien para entrenar. O para pastar, que yo no juzgo las costumbres de nadie ─bromeó. Pero acabó por fruncir el ceño, confusa─. ¿El campo de entrenamiento? ¿Más allá de los jardines, al este del bosque? ¡Que quien ha estado fuera he sido yo, Fif!

Me siento un poco confusa con todo el tema de los refranes. Por algún motivo, lo que Frikka dice no suena como si fuese correcto. Aunque no lo cuestiono en voz alta.

Cuando Ben decribe el terreno de entrenamiento, mi expresión se va iluminando. Y me quedo boquiabierta. ¡Qué fantasía! A mis oídos suena como un parque de juegos. Ahora mismo estoy obsesionada con la idea de ir. Necesito probarlo todo.

- Pero eso es impresionante. Si existe un lugar así, ¿qué hacemos aquí paradas? Me muero por probar la tirolina. Y los puentes colgantes. Y... -me quedo un segundo pensativa.- Aunque claro, ya es muy de noche. Y yo no veo bien como vosotras. No sé si podría disfrutarlo lo máximo posible. Y eso sería un pecado, claro. Quizás debería ir mañana. Pero entonces tengo que madrugar. No quiero llegar y que haya demasiada gente. Y si quiero madrugar debería irme cuanto antes a dormir...

En algún momento dejo de prestar atención a nada que no sean mis pensamientos, que voy pronunciando casi sin darme cuenta. Practicamente olvido que tengo a las dos caeruleus enfrente.

Retales empieza a hacer una descripción que me hace tener cada vez una expresión más incrécula. Miro a Antikris, como esperando que ella también tenga cara de estar riéndose de mí, pero por la expresión que tiene diría que está viendo como su sueño se hace realidad. Vaya pena que le estén tomando el pelo.

-Espera, ¿pero lo dices de verdad? ¿No es una broma?-. Que no, que no me lo creo. ¡¿Tirolinas?! ¡¿Puentes entre los árboles?! Los cojones-. Que te está tomando el pelo, Antikris. Que no hay nada como eso. Anda ya. Que llevo aquí mucho tiempo y habría visto unos jodidos árboles con puentas y tirolinas. Y además echan fuegos artificiales, no te...

¿Al este del bosque? A ver... ¿Este o este? Hago memoria. A ver, yo es que creo que... ¿No? Pero y si...

No sé si Antikris se quiere rajar, pero yo frunzo el ceño y las agarro a las dos de la mano, empezando a tirar de ellas.

-No te vas a dormir ahora, te digo yo que no. Aquí vamos a ver si esta se ha fumado algo. Te habías ido con el azulado de misión, ¿no? Si es que a ese me lo conozco yo... A ver, ¿por dónde es?

Trató de calmar a Kris.

─No sufras, eh, que no se va a mover del sitio. Puedes disfrutarlo en toas las dosis que te apetezca ─le aseguró.

Fifi parecía de verdad no saber de qué estaba hablando, y Ben se sintió casi ofendida por sus dudas, así que protestó.

─¿Pero cuándo te he mentido yo a ti, Fifi? ¡¿Cuándo no te he ofrecido yo toda la sinceridad más profunda del alma y de mi corazón?!

Abrió la boca para replicar, para decir que Valter no tenía nada que ver y desde luego que no había fumado nada en su compañía, y menos en viaje de misión, pero cerró la boca rápidamente. No iba a faltar tan rápido a sus garantías de sinceridad hacia Fifi.

Cuando ella echó a andar, arrastrándolas, se puso al frente de la comitiva en seguida, con toda seguridad... y corrigió la dirección en la que Fifi las arrastraba.

─¡Uy que sí! Vais a ver si hay tirolinas o no hay tirolinas ─declaró, ignorando por completo los intentos de Kris de iniciar la retirada─. Tú ponte buenos faros, Kris, que esto no te lo pierdes.

*Se van*

Había nevado. Había nevado y Pris estaba muerta de frío, pero eso no iba a impedirle salir a la nieve. Se había abrigado en condiciones, evidentemente, aunque eso hubiera supuesto pedir prestados al servicio guantes, gorro y bufanda, porque Pris no tenía ese tipo de ropa. ¡Iba a tener que comprarse una bufanda! El solo pensamiento la llenaba de júbilo.

Se había acercado al río con la esperanza de encontrárselo helado, pero claro, tampoco había nevado tanto ni durante tanto tiempo como para que llegase a eso. Aún así, el paisaje estaba precioso cubierto de nieve. Iba algo encogida, escondiendo la nariz dentro de la bufanda, pero había valido muchísimo la pena salir a verlo.

*Pasea*

Pris me había dicho que quería ir a ver la nieve y yo había insistido mucho en que odiaba el frío que hacía y que prefería quedarme dentro, pero al final me había pasado medio día mirando por la ventana con una curiosidad cada vez más creciente por aquel manto blanco que cubría el paisaje. Si bien hacía frío, en el desierto no estaba acostumbrada a algo como aquello. De modo que terminé por tragarme mi mal humor, abrigarme bien y salir al exterior con las manos enguantadas metidas en los bolsillos y la capucha de la capa calada hasta los ojos.

Caminé un rato hasta dar con mi hermana. Caminar por aquella superficie era de lo más extraño. En un principio pensé que sería parecido a cainar por la arena, pero resultó ser completamente diferente. Los pies se hundían mucho más, y aunque allí donde se había compactado era más resbaladiza, la sensación era más firme que la de caminar por una duna.

-¡Pris! -llamé, cuando por fin vi su espalda-. Al final... he decidido salir.

Priscilla se volvió de golpe al oír su nombre, sorprendidísima de ver a Zaih. Zaih en la nieve. Guau. Si hasta le quedaba bien todo el blanco que tenía alrededor. Y ella diciendo que no quería venir. Sonrió de oreja a oreja.

─¡Zaih! ─respondió, corriendo hacia ella─. Esto es rarísimo, ¿has visto? Creía que a lo mejor se congelaba el río, pero nada.

Sintió un escalofrío que la recorría, a pesar de las capas de ropa. Notaba las puntas de las orejas frías, pese a que las había escondido debajo de su mata de pelo y dentro del gorro.

─¿Soy yo o la nieve lo hace todo todavía más frío? ¿Te gusta? Me esperaba que fuera diferente.

Tenía ganas de jugar, de tirar bolas de nieve o algo así, pero que Zaih hubiese salido ya era un éxito rotundo de por sí y no quería que saliera huyendo de nuevo.

El hecho de verla correr hacia mí, tan contententa, terminó por arrancarme una sonrisa también. Al menos con ella podía relajarme.

-Es de lo más raro -coindidí-. Pensé que sería más sólida. O más esponjosa. No así, en cualquier caso...-. Eché un vistazo al río, que corría completamente líquido, como bien apuntaba Pris-. Bueno, casi mejor que no se haya congelado... te veo capaz de intentar caminar por encima del hielo y de acabar cayendo al agua.

Me aproximé un poco más a ella y saqué una mano del bolsillo para ponerla sobre su gorro. Inspiré profundamente por la nariz y aquel aire helado me llenó los pulmones. Tenía un punto en el que se volvía agradable y enseguida pasaba rascarme un poco en la garganta.

-No sé si me gusta. Ya sabes que odio el frío. Pero...-. Miré alrededor-. Es bastante estético. Puedo imaginar un baile en medio de la nieve, quedaría impresionante. Y supongo que una vez te acostumbras, si estás bien abrigada, no está tan mal. Solo... un poco mal -concedo, con una pequeña sonrisa.

Pris asintió efusivamente.

─¡Como más blandita! ─añadió. Volvió la vista al río, y luego de nuevo a su hermana. Eso era, efectivamente, lo que habría querido hacer─. Jo, ¿pero cómo es eso de patinar? Quería probarlo. Tenía la esperanza de que se pudiera.

Rió. Un poco mal. Incorregible. Miró alrededor, pensativa.

─No sé cómo tendríamos que adaptarnos para bailar en la nieve ─caviló─. La ropa, por lo menos, no podría ser igual. Necesitaríamos calzado. Pero sí que sería bonito. Podíamos intentar organizar algo. No sé qué costumbres con la nieve tendrá la gente de aquí.

Patinar en el hielo. Claro que quería patinar en el hielo.

-Creo que para eso sería mejor usar el lago que el río. Y seguro que hay formas más seguras... Pero por lo que he escuchado, la capa de hielo tiene que ser muy gruesa. Y para eso tiene que hacer mucho más frío-. Y no queríamos eso-. El hielo es traicionero, ¿o no recuerdas todas esas historias que nos contaban sobre los aventureros que quedaban atrapados en medio del lago cuando se rompía el hielo?

Pero no creía que, como pasaba en aquellos relatos, nosotras fuésemos descongeladas años después todavía vivas.

Lo del baile, evidentemente, era bonito en la teoría, pero no lo veía factible. Como Pris apuntaba, para empezar haría falta calzado. Y, para seguir, con el frío que hacía no me parecía oportuno ponerme mis ropas habituales. Aunque bailando una entraba en calor.

Lo que menos me apetecía, sin embargo, era bailar para los guerreros de Brontë.

-Supongo que los piscis tendrán bailes propios que aprovechen el hielo -aventuré. Aquel pensamiento me generó cierta curiosidad.

Pris compuso una mueca, poco convencida por la argumentación de su hermana. Acabó por encogerse de hombros, con aire inocente.

─También recuerdo esas historias sobre la montaña, y bajo tierra, y por supuesto que en el desierto ─apuntó─. Pero de ahí a dejar de hacer todo... ─Volvió la vista al curso del río, que se dirigía al lago, con aire soñador─. Supongo que será en otra ocasión.

Sonrió al imaginar cómo serían aquellos bailes helados. Seguro que podían bailar mientras patinaban, o aprovechar la nieve de alguna manera. Sonaba precioso.

─Deberíamos preguntar a algún piscis de Brontë. Seguro que alguien sabe. ¿Tú conoces a alguno? ─preguntó─. A mí me han hablado de uno, pero me han dicho que me fíe poco de lo que cuente, así que no sé si nos serviría mucho.

Era cierto que había historias con todos los lugares imaginables. Las cuevas sepultaban a los exploradores. Los bosques los desorientaban hasta perderlos. El desierto los deshidrataba y engañaban con espejismos. Pero el hielo me parecía diferente: tampoco me hubiese hecho gracia caminar sobre vidrio.

-Bueno, si fuese lo suficientemente grueso, supongo que no habría problema...

Preguntar a algún piscis... Así, dedicándole un pensamiento, creía no haber visto a ninguno en mi tiempo allí. Al menos ninguno que lo pareciese a primera vista.

-¿Hay un pisics que no es de fiar? ¿Y eso?

Pris se encogió de hombros, sin saber muy bien qué responder.

─No sé, me lo contó Anna ─explicó─. Un chico azul que se llama Johan, me dijo. Decía que era buena gente, pero por lo visto debe tirarse bastante el moco. Que si me cuenta historias muy estrambóticas me crea lo justo. Pero vamos, que tampoco lo conozco, solo de oídas. ¿A ti te suena?

De pronto entendió un poco mejor el nerviosismo de Anna después de contarle aquello. Se sentía de repente como si estuviera hablando mal de alguien. Bueno, estaba hablando mal de alguien, de hecho, ¿no? Y encima una persona a la que ni siquiera conocía.

─Pero vamos, que Anna decía que era inofensivo, que no le diera muchas vueltas tampoco.

No era cosa de que Zaih, que ya iba siempre con la guardia alta, se cerrase todavía más en banda.

Johan. Me encogí de hombros, indicándole que no me sonaba de nada.

-No parece el tipo de persona que nos aclararía el tema del baile, entonces-. Torcí el gesto-. La verdad es que no había escuchado ni su nombre. Creo que no he visto a ningún piscis. Pero sí a muchos flammas.

No me había parado a pensar en ello porque estaba acostumbrada a tener muchos flammas alrededor, pero lo cierto era que, para estar en Fulmen, no había visto mucho más que flammas: Kyoti, Lea... Aquel hombre serio, Cierzo...

-Aunque sea inofensivo, no debería haber un guerrero con esa mala imagen... Espero que le hayan llamado la atención.

Pris asintió.

─Y chrysos ─añadió─. ¿Tendrá que ver con que están más cerca? A lo mejor es más fácil que venga gente de no muy lejos.

No sabía si eso tenía sentido. En teoría era el palacio de las siete razas, pero al final sí era cierto que estaba en Fulmen e Ignis era lo que quedaba más cerca.

Pris sonrió, más indulgente que su hermana.

─Bueno, si lo que hace es dedicarse a exagerar sus historias, tampoco es para tanto. Ni sería el primero que conozcó ─concedió.

Se paró en el camino y se agachó para coger un poco de nieve, dándole forma de una bola. O, bueno, esa era su intención, porque no le quedó muy convincente.

─¿Crees que habrá gente haciendo figuras? Dicen que es más fácil que hacerlas de arena, pero yo no lo veo tan claro.

Ladeé la cabeza, extrañada.

-¿Has visto a muchos chrysos? Yo creo que solo a esta chica... Krista, ¿no? La que llegó después de nosotras...-. Solo había hablado una vez con ella, la verdad. No sabía cómo le iba desde entonces. No es que me importase, pero al mismo tiempo me interesaba ver cómo se acomodaba la otra nueva al Palacio. Por comparar-. Tampoco he visto aethers... Bueno, a una chica rubia, pero no he hablado con ella...

No había hablado con mucha gente, realmente. Y solamente con Kyoti había forjado algo parecido a una relación. Aquello Pris lo sabía, claro, pero no conocía mi incidente en la sala de música. Y esperaba que siguiese siendo de aquella manera.

Asentí, concediendo su comentario sobre el piscis. Podía, simplemente, ser un exagerado. Gente de ese tipo había en todos lados.

-Te mueres por hacer un muñeco, supongo -comenté, sonriendo.

Me encogí de hombros. No diría muchísimos, pero sí más que otras razas.

─Anna también es chrysos, por ejemplo ─le recordé─. No sé, en general tengo la sensación de que unas razas destacan más que otras. Claro que, vete a saber, a lo mejor es coincidencia. Dicen que la gente va y viene mucho. Hay bastante gente a la que he visto pasar por las habitaciones pero con la que no he hablado nunca.

Pris miró la bola que tenía en las manos, y luego a su hermana, con una sonrisa contenida.

─Un poco ─reconoció─. Pero tampoco sé cómo se hacen. Seguro que quedaría un desastre.

Anna, claro. Pris incluso me había hablado de ella hacía un rato, pero ya se me había olvidado. Era una chica que pasaba un poco desapercibida.

-Quizás sea coincidencia. No lo sé...

Realmente no lo sabía. Al final, como decía Pris, la gente iba y venía. Y no era yo la persona más sociable del mundo. Terminé por encogerme de hombros, quitándole importancia a aquel tema, que ni me interesaba demasiado ni iba a convertirse en una conversación fructífera.

Me agaché junto a Pris, rozando la nieve con la punta de los dedos enguantados. Le sonreí, amable.

-Bueno, podemos probar... ¿Desde cuándo te han detenido las consecuencias?

La sonrisa de Priscilla perdió toda timidez y se extendió de oreja a oreja. Se agachó junto a su hermana, tirando entre ellas la bola que tenía en las manos, y comenzó a acumular nieve sobre ella, formando un montículo.

─No sé si será poca nieve ─comentó─. Creo que se supone que la base tiene que ser redonda, pero no sé si eso va a ser mucho pedir.

Más que una bola, le estaba quedando una montañita, pero redondearla por debajo tenía toda la pinta de ir a hacer que perdiera el equilibrio. Y ya iba a ser complicado ponerle otra bola encima como para ponerse exquisitas con la primera.

Viendo la ilusión que hacía a mi hermana aquello, y muy a mi pesar debido a mi aversión al frío, terminé por ir a buscar más nieve a las zonas colindantes mientras ella se encargaba de amontonarla. No era una labor muy agradecido, y pronto acabé con los guantes y las mangas de la chaqueta empapadas, pero era estimulante hacer algo con Pris y ver su alegría acabó poniéndome de buen humor.

-Por lo que he oído, son redondos, sí. ¿No serviría si ruedas el montón por el suelo? O quizás podamos buscar una zona con más nieve... -comenté, dejando un nuevo puñado blanco junto al montón-. La verdad es que parece que la nieve es buen material para hacer esculturas. Se deja trabajar muy bien...

Había hecho esculturas con arena en el desierto, pero, como Pris había dicho que comentaba la gente, la nieve lo volvía mucho más fácil. Y me habían bastado cinco minutos para saber aquello.

Pris miró el montón, poco convencida. Al final, acabó por hacer caso a su hermana y echó la nieve acumulada a rodar. Rodaba de aquella manera, a trompicones, tambaleándose un poco. Aunque, crecer, crecía. Solo que...

─Más que una bola, parece un cilindro ─observó Pris, riendo. Quiso girarla y descubrió que pesaba más de lo que parecía─. A ver, si la ponemos así...

Trató de empujarla para posarla sobre uno de los lados más planos, y tardó un momento en conseguirlo. Pero, al final, el cilindro de nieve estuvo en pie. Pris se sacudió los guantes, observándolo con ojo crítico. Luego se echó a reír.

─Para hacer esculturas no sé, pero para esto me parece que va a hacer falta practicar un poco ─comentó─. Pero bueno, digamos que lleva falda. Ahora hay que ponerle busto.

Miró alrededor, pero sí que tendrían que ir un poco más allá a por más nieve.

─¿Crees que nevará más estos días?

Al final me estaba divirtiendo. Ayudé a Pris a levantar el cilindro y me eché a reír una vez lo vi de pie, porque no podía negar que era un cilindro. Y ni siquiera un cilindro perfecto, con los extremos planos. Era como una forma que quería ser un cilindro.

-Una falda de tubo, desde luego -comenté, rodeando la forma geométrica con una sonrisa-. Vamos a por más nieve entonces.

Tenía las manos congeladas, pero por un momento pude ignorarlo. Estaba segura de que había unos guantes de una tela mejor que aquella para dedicarse a la nieve. De cuero, por ejemplo. Aunque el cuero no era una tela.

-No lo sé -respondí a su pregunta-. Diría que con el frío que hace parece que sí, que podría nevar, pero llevo congelada un tiempo y no ha nevado hasta ahora... Creo que no soy muy experta en nieve. Quizás haya que buscar a ese tal Johan.

Priscilla rió, contemplando su obra.

─Bueno, pues un muñeco de nieve a la moda. Tendría que enseñárselo a Anna, que ella de eso sabe bastante ─reflexionó. Sonrió, mirando a Zaih de reojo─. ¿A Johan? ¿Para qué, para asumir lo contrario a lo que nos diga?

En seguida se puso a preparar con Zaih una segunda «bola», más pequeña. Seguía tendiendo a cilindro, pero aquella daba un poco más el pego. Comparó las dos.

─Vale, esta habría que levantarla y ponerla encima. ¿No pesa muchísimo la nieve? A simple vista no parece, pero... Al final no deja de ser agua, supongo.

Entre las dos, colocaron la bola sobre su «falda». Hizo amago de resquebrajarse durante un momento, pero detectaron el problema a tiempo y consiguieron estabilizarla. A Priscilla le estaba entrando la risa cada poco con cómo estaba quedando aquel primer intento.

─¿Crees que aguantará otra bola más? A lo mejor deberíamos declarar la falda vestido y quedarnos con que esto es la cabeza...