Río

Ben continuó mirándola con su sonrisa divertida. Acabó por guardar la flauta entre los pliegues de su ropa, y se recolocó un mechó de pelo tras la oreja antes de calarse la gorra, una vez de tantas.

-¿Usas al genio? -preguntó-. Yo no mucho, la verdad, pero si te es un problema, puede ser útil. No queda otra que moverse.

El combate no era algo que apasionase a Ben. Se le daba muy bien pasar desapercibida y escabullirse, así que siempre lo veía como una opción secundaria. Pero, de todos modos, sabía que no era bueno descuidarse; podía verse acorralada, a fin de cuentas.

Miró alrededor.

-Ah, hace un tiempo maravilloso -coincidió-. Tanto que he estado pensando en echarme al agua. Pero creo que a ti te apetecería más.

Ben asintió, pensativa.

-Yo creo que lo primero aquí es estar cómodos -apuntó, con rotunda seguridad-. Lo demás viene solo. La motivación y eso. Así que si estás satisfecha es que te irá bien. Antes de que te des cuenta serás invencible.

Bueno, quizás no tanto. Pero Ben solía expresar las cosas así. Resultaba más sencillo que andarse con sutilezas y especificaciones.

Se estiró con suavidad.

-Lo está -confirmó-. Y los baños de noche son divertidos, porque suele haber menos gente por ahí.

Aunque no entendía por qué eso era un motivo.

Ben la miró con una sonrisa traviesa. Con suavidad, sin forzar nada, posó una mano en su espalda y se inclinó ligeramente hacia ella, con expresión divertida.

-Es que, de hecho, es posible... -comentó, con voz sugerente, haciendo un mínimo amago de fuerza contra su espalda.

Por supuesto, no iba a lanzarla al agua sin más. O no tan por supuesto. En otra situación, quizá con otro estado de ánimo, Ben lo habría hecho sin dudarlo. Pero, en aquel momento, o quizás por tratarse de quien se trataba, se sentía generosa y se limitó a un pequeño ofrecimiento.

Ben no esperaba que le hiciera caso, pero por lo visto los empujoncitos, literales o no, no le venían del todo mal. Iba a responder a su pregunta, pero entonces vio que se inclinaba hacia adelante y sonrió de forma más evidente. Bueno, si conseguía que ella se metiera en el agua, seguramente Anna querría que la acompañara. O que le mostrara que no estaba haciendo nada estúpido.

Con expresión confiada, Ben le devolvió la mirada y dejó de empujarla para deshacerse en un momento de su camiseta. No tardó en hacer lo mismo con los pantalones, y se lanzó al agua en bomba, sin dudarlo. Emergió entre risas, echando agua por la boca.

-Sí que está buena -comentó, risueña.

Bueno, por lo visto, aquello servía para animarla. Ben chapoteó en el agua, entretenida, en lo que ella se decidía. No dejaba de estar algo fría, claro, pero cuatro brazadas serían suficientes para cambiar ese hecho. Ben sabía cómo funcionaban aquellas cosas.

Al parecer, pese a todo, no había sido suficiente. Ben se acercó a ella, mirándola con curiosidad, pensando en si se decidiría. Ya que ella se había metido en el agua, no le habría gustado que Anna se echase atrás.

-¡Vamos! -exclamó entonces, con ánimo.

No quiso darle tiempo a reaccionar, así que se movió con rapidez. Se abalanzó hacia sus piernas, colgándose de ellas, y dejó que la propia gravedad la empujara de nuevo hacia abajo, llevándose a la chrysos consigo. Como ella había dicho, había llegado hasta allí. No era momento de echarse atrás.

Ben no quería hacerlo. No quería obligarla, ni enfadarla, ni tampoco desternillarse de risa. Pero, desde luego, no podía evitar desternillarse de risa. Ni siquiera aunque ella le pusiera aquella cara, aunque le dijera aquello. De hecho, Ben llegó a taparse la boca con las manos, pero no a dejar de reír.

Y, cuando ella rió también, sintió un cierto júbilo extraño que la recorría por dentro. La salpicó con un poco más de agua, a sabiendas de que, a aquellas alturas, ya no importaba. Y cuando consiguió, más o menos, dejar de reír, sonrió.

-Pero es que esas son las cosas divertidas -replicó, sin dejar de sonreír.

Ben borró un poco la sonrisa, pillada por sorpresa por la pregunta. Entre chapoteos, no tardó en volver a sonreír de oreja a oreja.

-¡Por supuesto! -afirmó, con seguridad implacable-. Aquí puedo comer, dormir, bañarme y hacer lo que quiera a cambio de un trabajo cómodo y divertido. Bueno, no siempre, pero la mayor parte del tiempo lo es. La gente me trata bien y hasta hace cosas por mí, todo el mundo es maravilloso y ¡ojalá no tenga que irme nunca!

Rodó en el agua, como si se revolviera sobre su propia felicidad.

Ben se dejó arrastrar un poco por el agua antes de remontar el río a gran velocidad y dejarse llevar de nuevo. De verdad era un lujo la vida que había conseguido. Nunca se había atrevido a soñar con ella antes de tenerla delante.

-¿Por qué? ¿Es distinto para ti? ¿Hay algo que te falla? -Lo decía de una forma tan externa que...

Chapoteó un poco más, y luego llevó la mirada hacia el curso del río, en la dirección en la que iba la corriente. Luego miró a Anna.

-Bueno, para eso solo tienes que dejarte arrastrar -apuntó-. En algún momento acabarás allí.

A Ben aquel "algo" le sonó concreto, como si Anna supiese perfectamente de qué estaba hablando. Y ella empezó a devanarse los sesos para deducirlo, mientras se planteaba si preguntar era una opción o ya había rebasado sus posibilidades de tomarse confianzas tirándola al agua.

En lo que se planteaba si hacerlo, la chica volvió a hablar, y Ben decidió dejarlo pasar por aquella vez. Se sonrió, acercándose a ella con un par de brazadas.

-Bueno, pero seguro que después de baño te quedas bien fresca. Y con el calor que coge uno haciendo ejercicio... -apuntó, entretenida.

Era lo que se le había ocurrido desde el principio, en realidad. Además de que le había parecido divertido. Tampoco quería decir que se tuviera que pasar la noche entera nadando, claro. Pero así dejaba hecha una de sus tareas pendientes, y eso era algo que, en opinión de Ben, recordaría con cierta satisfacción.

*Fin de escena*

La calma reinaba en Brontë, de alguna forma, aunque seguían sintiéndose los restos de aquella tensión que no nos abandonaba. Aquella era mi sensación, al menos. Y pese a todo, el tiempo pasaba, y con él venía el frío, el invierno y el fin de otro año más en aquel lugar.

Yo seguía sin saber cómo sentirme, aunque los entrenamientos, las comidas, las charlas con otros guerreros y el resto de rutinas habían hecho que de verdad me creyese que las cosas habían comenzado a ir bien de nuevo. Telma estaba bien, y Lea, y Vilo, y mis compañeros, y la gente del pueblo, y mi familia. Y yo también, entonces. Y aquel pensamiento parecía suficiente para hacer cierto lo que afirmaba.
Las cosas no eran perfectas, pero no iban tan mal como podrían.
De no haber sido por Värdjas, que seguía sin reparar, podría haberme olvidado de todo. La había llevado al pueblo de paso, a un herrero, pero al parecer no se trataba de algo tan sencillo. Me había dicho entonces que buscaría una solución más apropiada, que iría a donde hiciese falta, pero que aquello sería, como era evidente, cuando hubiese hecho algo de provecho en Palacio.

Había sustituido la gran espada por otras menores, más ligeras y cortas, y por mi propio cuerpo. Aunque por más que me moviese seguía sintiéndome pesado y lento, como si no lo hiciese de la forma correcta.

Pero el ser lento era un problema, como lo eran muchas otras cosas. Y era otra cosa que debía solucionar.

Atravesaba el bosque, lejos de Palacio, a un ritmo que yo podría considerar paso ligero, sintiendo el viento fresco contra el cuerpo, más frío debido al sudor. La barba se había ablandado un poco, tras crecer lo suficiente, y protegía las partes cubiertas de la cara, de todos modos.
Y tampoco era tanto el frío que hacía. Mi breve viaje a Aqua, aunque no había servido de mucho más, sí me había enseñado lo que sentía uno cuando estaba realmente rodeado de nieve.
El pelo también necesitaba un pequeño corte, aunque, en parte por eso mismo, ayudaría a proteger del viento.

En parte podía recordar un poco al mendigo que había jurado ser alguna vez, pero también era cierto que la ropa no era vieja y mi alimentación y aseo seguían siendo apropiados. Era solo cuestión de arreglar un poco ciertos asuntos capilares.

Me detuve al llegar al río, y me acerqué a la orilla para lavarme la cara y beber un poco. Me aparté el flequillo húmedo, peinándolo hacia atrás, y dejé ir un suspiro con la cara apuntando en dirección al cielo. Un crujido me hizo abrir los ojos con calma, y me volví a medias hacia los árboles, buscando algo entre ellos.
Acabé por esbozar una sonrisa.

-¿Has venido también hoy? –pregunté al vacío.

La respuesta tardó en aparecer, y lo hizo tomando la extraña forma de una chica de madera, emergiendo de uno de los árboles. Era una imagen a la que, habiéndome acostumbrado, seguía encontrándole una magia extraña.

Lis me había seguido alguna vez en las últimas semanas, aunque rara vez interactuaba. Ya solía llevar algún dulce en los bolsillos para atraerla, dado que, cuando era de acompañar, tendía a preferir a Lea o a Adain que a mí. De todos modos, podía afirmar que a aquellas alturas me toleraba, y el hecho de que me siguiese, fuese por un motivo concreto o no, me resultaba gracioso.

Enseguida busqué en uno de mis bolsillos, dando con uno de los envoltorios de papel, sacando un pequeño caramelo que ofrecí a la chica de madera, que permanecía lejos, mirándome callada, seria. En cuanto lo vio, se revolvió un instante, o aquella fue mi impresión. Pero al instante se detuvo de nuevo, habiendo avanzado menos de un paso, y sus ojos pasaron de mi mano a los míos.

-¿Lis?-. La miré extrañado. Bajé la vista al caramelo, algo confuso-. No tengo otra cosa ahora. Si quieres puedo darte chocolate más tarde, pero ahora no tengo…

Solo pestañeó, lentamente, manteniendo los ojos clavados en mí. A veces parecía tremendamente humana. Otras, como en aquel momento, me parecía completamente diferente. Era como si sus ojos me taladrasen con algún pensamiento en mente, pero fuese algo demasiado complicado, demasiado alejado de cualquier cosa que nadie más que ella pudiese comprender. Me recordaba un poco a la idea que tenía de niño de lo que sería la mirada de un dragón ancestral o de alguna bestia milenaria. Como si viese a través de mí y sus ojos percibiesen más que los de las personas.
Pero no era así.
Porque al final Lis se deslizó con cautela, viniendo hacia mí, tomando el caramelo de mi mano con cuidado, evaluándome con la mirada, casi pareciendo esperar que le escupiese fuego. Y entonces tomó el caramelo, se lo llevó a la boca y era una niña de nuevo, aunque fuese de madera.

-¿Quieres dar un paseo? –terminé por proponer, al ver que no decía nada.

Era incómodo, algunas veces, cuando no hablaba. Por suerte asintió. Y luego, tras un momento, como si acabase de acordarse de algo, esbozó una pequeña sonrisa.

-Gràáci’aás.

*fin de escena*

Ben echaba de menos el verano. Ya estaba, ya lo había reconocido. ¡No pasaba nada! El verano siempre le había gustado más que el invierno, pues no implicaba helarse de frío. Desde que vivía en Brontë esa ya no era en absoluto una preocupación que debiera tener en cuenta, pero no hacía que cambiasen sus preferencias. Si fuese verano, probablemente, aunque ya se hubiera hecho de noche seguiría haciendo el calor suficiente como para que no le diera ninguna pereza meterse a nadar al agua. ¡Y su sangre piscis le pedía agua!

En cambio, con el tiempo que hacía no le apetecía ni meter los pies. Tenía que reconocer, en cambio, que independientemente de que fuera invierno, el río seguía teniendo su encanto. Sentada en la orilla, contemplaba la corriente en silencio, dejándose arrullar por su constante chapoteo. Habría agradecido unos graditos más para cerrar la tarde, pero tampoco podía decir que estuviera a disgusto.

*Se queda*

Todavía con Antikris agarrada del hombro, avanzo mientras enumero los otros muchos puntos fuertes de Brontë.

-Luego tienes la biblioteca, que es un sitio chulo para echar la siesta. El otro día estuve por allí y me llevé un montón de lacre que había para hacer una obra de arte. Si quieres un día te la enseño... Y también están los establos, si te gusta el olor a mierda y los bichos. Y si no siempre tienes el pueblo, que no está muy lejos y a veces hay fies...

Mis ojos se fijan en el frente. Paso de parlotear a sonreír enormemente. Esto es mucho mejor que cualquier zona de Palacio. Es mejor que todas las zonas de Palacio juntas. Suelto a Antikris y avanzo un poco más rápido, correteando.

-¡Retales!-. Miro a la chrysos-. Retales es lo mejor de Brontë después de mí. Es tu noche de suerte-. Me aproximo a Ben hasta llegar casi a su lado-. No te irás a meter tú también en el agua, ¿no? ¿Qué os pasa hoy?

Ben comenzó a prestar atención cuando oyó un murmullo de voces en la distancia, pero no se movió de donde estaba. Hasta que las voces se empezaron a volver un poco más claras, y le pareció reconocer que era...

Giró la cabeza como un resorte al tiempo que veía a Frikka acercarse a paso acelerado. ¡Fif! Llevaba sin verla desde antes de ir a la misión de Aqua, y le parecía que hacía una eternidad. Sin poder (ni querer) contenerse, se lanzó a abrazarla con entusiasmo. No era que Fif fuera muy dada a los abrazos, pero después de tanto tiempo, tampoco pasaba nada.

─¡Fifi! ─exclamó, entusiasmada─. ¿Me has echado de menos? Volví el otro día, pero como no te veía por ninguna parte pensé si no te habrías largado por ahí en mi ausencia. No se te puede dejar la correa larga, eh. ¡Qué voy a entrar al agua, con el frío que hace! Precisamente estaba pensando que ojalá un poquito más de calor para remojarse...

Se separó un poco de ella para fijarse en la compañía que traía, y su sonrisa se reafirmó.

─Ondia, ¡la Kris! ─saludó─. ¿Cómo lo llevas? Ya veo que has encontrado rápido las mejores compañías. Si es que ya decía yo que traías cara de lista.

FdR- EL LACRE MECAGÜEN MI VIDA SAKJDHFKJFH

Me dejo guiar por Frikka, que nos hace avanzar siguiendo el camino del río. Mientras me va hablando de distintos lugares de Brontë, algunos los conozco y otros no. Y va metiendo por el medio también historias curiosas de cosas que ha hecho y que son, francamente, muy raras.

Repentinamente deja de hablar y va al encuentro de una persona que resulta ser Ben. Es de las pocas personas que conozco en Brontë. Y por supuesto que son amigas. Las dos parecen ser igual de divertidas y abiertas, con esa capa de extravagancia que las envuelve.

- Hola, Ben. Menuda casualidad -la saludo con una sonrisa.- No pensé que hubiese tanto movimiento por la noche. Justo nos acabamos de conocer en la cascada. Y ahora me estaba hablando de los mejores lugares del palacio. ¿Tú también estás dando un paseo nocturno?

La verdad es que me resisto un poco al abrazo por fingir dureza, pero en el fondo no puedo negarlo: la he echado de menos. Acabo de corresponder, pero sin demasiados aspavientos, tampoco.

-Pues estaba a punto de largarme, sí. Pero a buscarte. Porque con lo que tardabas, o es que había pasado algo malo o es que el sitio era la hostia y no querías volver. En cualquiera de los casos, iba a llevar mi culo hasta allí, pero me has ahorrado el viaje.

Qué correa ni qué correo. Si se nota claramente que soy yo la que agarra la correa y ella la que lleva el collar. Estoy a punto de replicarle al respecto, pero saluda a Antikris antes de que las presente. ¿Pero esto qué es?

-¿Pero ya os conocéis?-. Vaya rollo-. Claro que hay movimiento por la noche -respondo a Antikris, casi ofendida. Miro a Retales de reojo-. Míralos, se acostumbran a que vivas de día, con esa luz insoportable, y luego ya lo dan todo por hecho.

Ben negó con firmeza.

─Qué va, sin ti ningún sitio es la leche ─señaló con firmeza─. Alguna cosa interesante he encontrao, pero ya te la enseñaré en un buen momento, que tiene mucha luz y no me apetece estar viendo lucecitas el resto de la noche.

Asintió repetidamente, mirando alternativamente a la chrysos y a la caeruleus.

─La noche es el mejor momento para estar despierta, que por algo es cuando se mueve toda la jarana ─apuntó─. Y también cuando hay más tranquilidad, si es lo que quieres. La noche lo tiene todo. De paseo, no, estaba aquí mirando el río, sin más, pensando en el verano ─. Correspondió a Fifi con gesto grave su apreciación acerca de las imposiciones lumínicas raciales. Era todo un escándalo─. Además, ya sabéis lo que dicen de la sangre caeuruleus que tira al... a... ¿la noche? Bueno, no me acuerdo cómo era, pero algo así, ya me entendéis. ¿Estabais de exploración, entonces? Guay. ¿Ya has pasado por el terreno de entrenamiento, Kris? Con lo que mola. Es todo un clásico.