Mazmorras

Todo está lleno de mugre: el techo, el suelo, las paredes... Aunque tampoco tendría sentido lo contrario, pues este lugar no suele destacar por limpio.

Ni por cómodo.

Acomodo un poco mi postura -estoy sentada en el suelo y recostada contra la pared- y espero, como llevo haciendo desde que los dos jefes me encerraron aquí, a que me saquen o a que, al menos, el psicópata de la celda de enfrente decida que ya va siendo hora de callarse.

Encerrado. Encerrado como un vil malhechor cuándo todo lo que había hecho había sido por la justicia. Me revolví incómodo en el suelo.

- ¡Esto es culpa tuya, arpía!- grité al aire sin mirar a quién me dirigía. Sabía que me escuchaba.

Un noble como yo... Vale, era cierto que los nobles a veces se olvidaban de que mi familia lo era, pero de ahí a encerrarme en una sucia mazmorra dónde el único calor que había era el que irradiaba mi cuerpo y, la única comida, el trozo de pan que una sirvienta me había traído por la mañana temprano. ¡¡No tenía razón de ser!!

Me levanté con furia y agarré los barrotes de mi celda clavando mis ojos en la mujer que estaba sentada en la de enfrente.

- ¡¿Me has oído?! ¡Responde, asesina!

Llevaba sin hablar (obviamente por la vergüenza de la culpabilidad) desde que nos habían dejado allí, y eso no hacía sino enfurecerme mucho más.

Pongo los ojos en blanco al oír su nueva sarta de berridos innecesarios. Me pongo en pie con lentitud, como si me costase, y camino hasta llegar junto a los barrotes de mi celda.

Lo miro a los ojos.

Guardo silencio unos segundos.

- Cállate -siseo al fin.

Ha logrado levantarme dolor de cabeza. Con suerte, nos sacarán pronto de aquí y podré desentenderme.

La mujer hizo algo que no debió haber hecho: hacerme callar.

Alcé mi mano derecha apuntándole.

- Acabaré ahora lo que no pude acabar en el bosque, asesina- gruñí-. ¡¡FLAGRARE!!

Una bola de fuego se formó en mi mano y salió disparada hacia la cabeza de la que debía ser ajusticiada.

No puedo sino sorprenderme cuándo soy atacada por el justiciero psicópata. Como estamos en dos celdas distintas, tengo tiempo suficiente para echarme a un lado. Luego lo miro, evaluándolo. ¿Realmente está loco?

Esto es lo que me faltaba. Hasta encerrado es capaz de incordiar hasta este extremo.

- Si nos han encerrado es por montar escándalo -gruño fría-. Así que estate quieto, psicópata.

Qué ganas de suspirar. Si tal solo pudiera irme...

Pese a mis ganas por arrancarle esos ojos opacos de asesina, terminé respirando hondo y calmándome un poco. Un noble hombre como yo tenía que darle la razón incluso a su mayor enemigo cuándo este la tenía. Esperaría a salir de las mazmorras para acabar con ella.

Gruñí sonoramente y le di la espalda.

- No te creas que me he cansado de intentar acabar contigo. Pagarás por lo que hiciste, pero... Lo dejaré estar por ahora.

Me senté en el suelo, de espaldas a ella, y me crucé de brazos y piernas.

Me dolía el hombro más que el día anterior. Probablemente la falta de atención había hecho que la herida se infectase. Lo mejor sería portarse bien y salir rápido de aquel lugar.

Tardo poco en llegar a la fuente de la pobre magia que ha sido usada. Atravieso los pasillos de las mazmorras -que necesitan una buena boro-limpieza, y me planto finalmente ante las dos únicas celdas que están ocupadas.

- ¡¡¿Qué demonios pasa?!! ¡¿Ni castigados os comporrrtais?! ¡Porrr esto mismo no tengo hijos! - bramo.

Mis ojos pasan de uno al otro, esperando alguna reacción.

Finalmente relajo el rostro y me río.

- AJAJAJAJAJAJA. Me encanta esa ansia de lucha, perrro guardadla parra el enemigo, ¿vale?

Estaba por fin pensando en mis cosas, ignorando a la molesta asesina y su presuntuosidad, cuando un grito me hizo dar un tremendo respingo. Asustado, me levanté de un salto y me volví para ver allí al Parvus que nos había mandado a aquel desagradable lugar.

- Lo... lo si-siento, señor...- me disculpé enseguida, tartamudeando, impactando por la enorme seguridad y fuerza que parecía poseer.

El Parvus, sin embargo, se echó a reír en vez de matarnos y comernos, como esperábamos. Pese a estarle tremendamente agradecido por no hacer esto último, no podía prometerle nada en relación con lo de no volver a enfrentarnos: la asesina debía morir.

Veo llegar al jefe Nagorr y no me sorprende demasiado la bronca que recibimos de él, aunque el volumen y agresividad de sus gritos logra darme cierto respeto. Sin embargo, la risa -poco delicada, por cierto- que viene a continuación sí que me resulta de lo más incomprensible.

Frunzo ligeramente el ceño, grabando la duda en mi rostro, y lo miro en silencio, sin saber muy bien qué clase de reacción o respuesta pretende obtener. Tal vez no esté poniendo a prueba y solo logremos pasarla si contestamos de la forma apropiada. Esto, de alguna forma, parece lógico, pues un jefe es una persona seria, que no confiaría en cualquiera, y menos aún si ese "cualquiera" se dedica a pelearse antes de ganarse el reconocimiento de nadie.

Por otra parte, puede que sea él el que intenta estudiarnos para alguna otra extraña causa. Por mi bien, y por el de mi misión, he de mantenerme lo más inescrutable posible. De ahí que, pese a la presión de encontrarme ante un jefe de raza, no dé demasiadas muestras emocionales.

No pueden siquiera entrever mis intenciones.

Suspiro y me dirijo a la celda de la chica. Pronuncio unas palabras por lo bajo y luego la abro.

- Porrr favorrr... No hagas que me arrrrepienta de liberrrarrte -. Esbozo una sonrisa.

Lo cierto es que tras una reunión rápida, los jefes hemos decidido pasar por alto el enfrentamiento en el bosque tratándolo de confusión, pero no les voy a informar de esto a ellos, pues... Son cosas de jefes, al fin y al cabo. Además será más sencillo evaluarlos de esta forma.

Explico a la Chrysos cómo llegar al dormitorio de las chicas, en el cuál hemos dejado su arma.

- Acomódate y ya hablarrremos...

Y, tras estas palabras, la dejo ir.

Asiento ante las palabras del Parvus en cuanto me deja libertad para marcharme. Memorizo los datos que me da acerca del cuarto al que debo ir y evito en todo momento mirar al Flamma.

- Con permiso... -murmuro una vez el jefe Nagorr termina de hablar, haciendo una leve inclinación de cabeza a modo de pequeña reverencia y comenzando a caminar en dirección a las escaleras.

*se va*

En cuanto vi que el Parvus dejó libre a la asesina, me enfurecí enormemente. Sin embargo, procuré contenerme; no quería meterme en más problemas.

- ¿Y yo qué? - pregunté en cuanto ella hubo salido, mirando con cierta molestia al jefe-. ¿A mí no me dejas salir?

Empezaba a creer que aquello era un complot. Una secta. Una asociación enmascarada que, lejos de querer formar un ejército honorable, buscaba reunir a todos los asesinos y viles malvados posibles para poder dar un gran golpe contra el bien.

Observo a la Chrysos irse antes de volverme al fin para mirar al Flamma.

- Rrrick, ¿no? -. Sonrío-. A ti te sacarrré ahorra, perrro esperra un parrr de minutos, no vaya a serrr que se te ocurrra seguirrla parrra continuarr vuestrro "combate pendiente" AJAJAJJAJAJA.

Mientras hablo, no obstante, me acerco a la puerta de su celda y la abro.

- Perrro prrrimerrro hay que irrr a currrarte esa herrrida, que rrrarro es ya que no se haya infectado. Si no te imporrrta acompañarrrme hasta la enferrrmerría... Aún no tenemos médico, ¿sabes? AJAJAJJAA Somos unos fierrras inmorrrtales AJAJAJA. ¿Conoces a alguno? Médico de verrrdad, no matasanos AJAJAJA En fin... Vamos.

Una vez ha salido, dejo que me siga escaleras arriba, escuchando su charleta y riéndome cuando es preciso, en dirección a la enfermería.

*se van*

Estaba de un humor maravilloso: ayer había conocido a Alehyss. Era muy maja, y nos habíamos hecho bastante amigos.
Todo era perfecto, y Tristán me acompañaba en mi hombro, pero de repente, el pequeño dragón emprendió el vuelo, como si hubiese olisqueado su plato favorito y se fue por unas escaleras bastante tétricas a las que jamás les había prestado atención: eran de piedra negra, y no se podía ver el fondo del agujero.
-¡Tristán! ¡Tristán! ¡VUELVE!- me paré en seco delante de las escaleras: daban mucho miedo.
Respiré profundo y vi cuidadosamente hacia los lados: no quería que nadie me viese entrar allí. Comencé a bajar cuidadosamente. Parecía que con cada escalón que bajaba, la temperatura descendía increíblemente, a la vez que la luz disminuía bastante.
-Tristán...- dije en un susurro.
-Ven aquí... ¿donde estás?
El eco era increíble y el sonido de mis pasos se perdían en la inmensidad de aquellas salas...
-Sin duda, no es el lugar perfecto para celebrar un cumpleaños, o algo por el estilo...- dije muy bajito.

Después de caminar durante bastante tiempo y girar varias veces en distintas direcciones, encontré a Tristán comiendo unas setas que emanaban un brillo azulado: sin duda, a Tristán le encantaban, el caso es que no pude coger ninguna porque cuando llegué Tristán se estaba comiendo la última.

Lo cogí en mis brazos y lo arrimé a mi mejilla.
-No me vuelvas a hacer esto, ¿vale?, dije suavemente...
Tristán pareció entenderlo, porque se metió cabizbajo en mi mochila.

Luego levanté la cabeza y... y... estaba perdido... estaba muy oscuro y no me acordaba por donde se salía...
Me quedé aterrorizado y comencé a andar muy despacio, arrastrando una mano por la pared, buscando una salida...
Al rato me empecé a agobiar: aquello era un lío... mis ojos se empezaron a humedecer....

*me quedo perdido y asustado xD*

Sirvienta:

Estaba ayudando a los boros en su labor mientras enceraba los candelabros cuando escuché unos gritos en las mazmorras. Me llevé ambas manos al pecho (aunque la verdad era algo incómodo debido a mi talla de pecho), pero tenía miedo de aquellos gritos. ¿Y si era un fantasma? O peor, ¿algún arrestad a punto de morir... Me temblaban un poco las piernas y la voz, y los ojos se me estaba humedeciendo... ¿Qué podía hacer?

Me acerqué a las escaleras, estaba tan oscuro... Encendí los ojos para ver un poco porque sino el miedo me impediría entrar. Pero era del servicio y si había algo allí abajo... Debería llamar a un soldado... Apoyé una mano en la pared mientras bajaba las escaleras.

-¿Ho... Hola? ¿Ha... Hay alguien... ahí? -Tragué saliva. La luz de mis ojos iluminaba mi paso, pero nada más a mi alrededor. -Si hay....Si hay alguien.... ahh... por favor... responda... -Los ojos se me seguían humedeciendo por el miedo y ahora ya me temblaba todo el cuerpo. El no encontrar respuesta después de los gritos era peor que escuchar más gritos. Que miedo...

Entonces, pasó algo horrible: Una sombra. Y reprimí un grito llevándome una mano a la boca. Ahora sí que iba a largarme corriendo. Entonces escuché unos lamentos. ¿¿Era un fantasma lamentando su muerte?? Con muchísimo miedo enfoqué a las esquinas... Aunque no quería realmente. ¿Por qué vendría a trabajar a un palacio como este? ... Casi se me iba a escapar una lagrimita cuando enfoqué a un rincón y...

-¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH!!! -¡Había algo allí! Caí hacia atrás haciéndome daño en una muñeca. -¡Déjame! ¡No me hagas daño! ¡No me violes! -Empecé a llorar de puro miedo. No sabía qué me iba a pasar allí.

Estaba desesperado. Se me caían las lágrimas y los mocos... quería morirme... aquel lugar era húmedo: tenía los pies mojados, por los chacos de humedad que se habían hecho durante mucho tiempo...
Estaba acurrucado en una esquina, sentado allí, con Tristán temblando en mis brazos.
De pronto oí unas voces... eran de mujer.
De repente me puse de pié y salí corriendo hacia la voz, pero me resbalé en un charco y me caí de bruces al suelo, dejandome la cara y el pelo con una especie de barro horrible.
-Mierda.-dije poniéndome en pié- tengo que seguir la voz, tengo que seguir.
Seguí unos metros, la voz estaba ya muy cerca y al girar una esquina, casi me tropiezo con una Chrysos. Al principio pensé que era Alehyss, pero viendo el berrido que soltó la muy loca, esa idea quedaba descartada.
Entendí que gritase, pues encontrarse a un joven delgaducho, con la cara llena de barro, mocos y lágrimas; no era muy tranquilizante. ¿pero lo de violador? ¡QUE MANÍA! no era un violador.
-!Ei! tranquila chica, no te voy a hacer nad...- en ese momento, Tristán apareció de entre mi ropa, asustado por tal grito, soltó una bola de fuego del tamaño de una mano para defendernos de tal acosadora chillona.
-Tristán! métete dentro!- dije metiéndolo con brusquedad en la mochila.
-Perdona chica, no te asustes, ¿vale?. Soy Silvanus, ¿puedes ayudarme a salir de aqui?

Sirvienta:

Cuando vi que se acercaba intenté alejarme como pude arrastrándome por el suelo. Lloraba y temblaba porque parecía un engendro lleno de barro y acercándose a trompicones. ¿¿Era un zombie?? ¡Que miedo!

-¡Ah! ¡No me comas, por favor! ¡Déjame ir! -Grité desconsolada cuando se acercó. Entonces una bola de fuego se acercó a mi cara. ¡Horror! ¡Iba a morir allí! ¡Joven, asustada y con el vestido lleno de barro!

-¡AAAAAHHH! ¡Déjame! ¡Perdóname la vida! ¡soy muy joven! ¡Quiero casarme algún día! ¡Por favoooor! -Lloraba desconsolada mientras me hacía un ovillo. Entonces el ser que quería matarme se acercó y trató de tranquilizarme. Parecía un chico flacucho y sucio, ¿qué hacía allí? ¿¿Era una especie de psicópata que hacía ruido en las mazmorras para atraer a las chicas y hacer sabe Mithos que clase de cosas?? Debía haber llamado a un soldado, Que estúpida de mí... Entonces preguntó si sabía sacarlo de allí y, tras unos segundos, me sequé un poco las lágrimas y me agarré la muñeca que me día.

- Yo...yo... pu- puedo... ¿No vas a hacerme daño? ... Soy una chica simplona, no merezco algo así... -Dije entre lágrimas mirando al chico. Me dolía la mano y estaba mojada y manchada de barro y todo era horrible porque casi me ahúman el pelo...

-¿eres tonta? ¿que crees que te voy a hacer yo? jajajajajaja, anda, mujer, ponte de pié- dije tendiéndole una mano.- Tranquila, no te voy a hacer nada de eso, estoy encantado de que te vayas a casar, y todas esas cosas. dije con una sonrisa.

Sirvienta:

Lloré un poco más, pero de rabia.

-¡No me llames tonta! -Le grité. Luego, apartándole la mano que me tendía y me levanté sola, limpiándome el delantal con cierto orgullo antes de limpiarme las lágrimas.

-¿Qué quieres que piense estando aquí abajo solo y a oscuras? Y lanzándome una bola de fueg a la cara... pff Creo que no sabes cómo tratar a las chicas -.Comenté a modo de reprimenda. -Y no voy a casarme ahora. Soy muy joven, por favor -.Respondí frunciendo el ceño y colocándome el pelo. -Vamos a salir de aquí. Este lugar es horrible -.Comenté intentando reprimir el miedo que me quedaba. Le di la espalda al chico y comencé a andar hacia la salida encendiendo de nuevo los jos.

-Te llamo lo que pareces, guapa, ¿que crees que sy yo? uno de esos que va violando a todo lo que se mueve? ¿pero tu me has visto? SI TU TIENES MÁS FUERZA QUE YO!
-Desagradecida... -dije por lo bajo cuando decidió no aceptar mi ayuda- ¡Claro que sé tratar a las chicas! pero como pareces más una gallina que una chica... pues te chinchas. Um!-dije alzando mi cabeza.
-Salgamos pues- dije dejandola ir a ella delante.

Sirvienta:

Alcé las cejas y abrí un pco la boca con indignación cuando me giré a verle.

-¡Pero bueno! Y tú te creerás un héroe lumbreras, ¿no, trucha mal freida? -Respondí con mal genio aun con una cara horrible. Menudo estúpido. Cuando comentó lo de la gallina me hinchó el genio. Aun encima que me había hecho bajar ahí a oscuras y llena de miedo para ayudarlo. Hinché ls carrillos de rabia y lo agarré del hombro.

-¡Chrysantae! -Le grité, lanzándole el conjuro al hombro. -Y ahora búscate a otra gallina que te guié. - Y eché a correr por las mazmorras subiéndome un poco el vestido para ir más rápido.

*se va*

Debí haber medido un poco más mis palabras porque parecía que la chica iba a explotar de rabia. y en cuanto le dije de lo de la gallina, la muy loca me soltó una serie de improperios y aún por encima me hizo convulsionar con un Chrysantae en un hombro...
Y la muy enajenada se marchó corriendo, dejándome allí tirado, en el suelo sentado, con las puntas de los pelos completamente chamuscadas y emanando un hilo de humo...
-¡Vale, vete! ¡LOCA! ¡ASÍ SE TE CAIGA TU ASQUEROSO PELO A TROZOS! ¡YA TE VALE! ¡SI TIENES MÁS TETAS QUE CEREBRO, ESE NO ES MI PROBLEMA!
Me quedé allí tirado y de repente, al volver a oír solamente el silencio... volví a llorar otra vez... no me gustaba estar solo.

Al rato reaccioné y después de 20 minutos, encontré la salida, y salió corriendo.

*salí*

Era una noche agetreeada en las mazmorras, pues no era el sonido habitual de las ratas el que se escuchaba sino el chasquido del cuero y los gritos de piedad.

-¡Maldita zorra! ¡Sueña con desmayarte pronto! ¡Así aprenderás qué te reportan tus asqueroso intentos de chantaje! -Gritaba con rabia el líder en una de las mazmorras más profundas y oscuras del lugar. sus gritos atravesaban la piedra, pero eran practicamente inaudibles fuera de aquellos gruesos muros. A estos acompañaban los gritos agónicos de una mujer colgada por las muñecas y los feroces chasquidos del látigo mortal.

A pesar de que la mujer había llegado a desmayarse con la espalda echa girones, el líder aun se desquitó un rato más ahogando la rabia.

A sus lados y sin aparo luminiscente, Barthemius y otros dos sirvientes esperaban con los artilujios.

En cuando se vio satisfecho, el líder se pasó una mano por el pelo y se recolocó.

-Dejadla ahí colgada y echadle un cubo de agua fría. Con suerte las ratas andarás cerca- Gruñó con rabia mientras se limpiaba las manos de sudor.

Primero el trabajo que lo aburría, luego el repugnante vejestorio y ahora una furcia cualquiera pretendía tratar de chantagearlo. Ptch. Escupió al suelo. No quería a nadie a su alrededor.

- Recogedlo todo y no hagais ningún ruido innecesario -. Comentó con un refulgente brillo rabioso y violáceo en los ojos.

*se pierde por las mazmorras*

Estaba paseando por el palacio cuando oí unos gritos desgarradores de una mujer, así que decidí ir al lugar del que provenían.

Era un lugar muy oscuro, y era tan húmedo que las paredes de roca estaban llenas de musgo y moho.

"Vaya... parece que los gritos han cesado...", pensé extrañada.

Me adentré un poco más y pude observar muchas jaulas enormes empotradas en la pared, como las que usaban para encarcelar injustamente a algunos animalillos desafortunados.

"Qué... ¿que clase de lugar es este? Tengo un mal presentimiento...", pensé.