Mazmorras

Levanto el labio en una mueca de asco pero sin poder esconder una sonrisa: es una mezcla extraña que hace que tenga una cara curiosa.
Con que es cierto lo que me dijo Summer: lo sabía. Jajaja de verdad me lo esperaría de Kettleburn, ¿pero de Lyam? Genial: utilizaré esto para mi propio beneficio. De verdad: todo me está cuadrando perfectamente.

Aren decide perdonarnos, pero para salir, debe venir alguien a sacarnos. Deshace el hechizo de la puerta pero esta aún solo se puede abrir por fuera y nosotros no tenemos la llave porque esta está fuera, colgada de un gancho.

Entonces se va y a los pocos segundos me dirijo a Lyam aplaudiendo levemente, pero haciendo un eco que reverbera por toda la estancia.

-Muy bien muy bien ¿ves? se coge antes a un mentiroso que a un cojo. Que Aren te pida besos... debería preocuparte un poco. Bien es cierto que yo también lo he "catado"- digo con una sonrisa socarrona y poniendo comillas en el aire con los dedos- pero bueno lo mío ha sido puntual, veo que lo tuyo es ya una costumbre. JA! como me voy a reír de ti cuando cierto niño encaprichado, celoso y tonto se entere de lo que le estás haciendo a su hombre- digo la última palabra muy marcada, casi con voz rasgada.

Me siento en las maderas donde he estado durmiendo estos días. Espero que venga alguien a sacarnos rápido de aquí...- digo con voz canturrona- necesto una duuucha- continuo cantando- porque tengo el pelo suuuucioooo- comienzo a agitar la cabeza- y estoy acompañado de un tontooo que acosa a mi liiiider- entonces comienzo a dar golpecitos en el suelo con un pie, marcando el ritmo de mi canción.

Despues de cantar un monton de sandeces, paro y me coloco bien el pelo, porque se me ha revuelto con la canción ¿ves? mi canción mola más que la tuya- digo gracioso mientras me quedo dando vueltas en el calabozo.

FdR: no se si puedo poner lo de que rompe el hechizo, pero sino ¿como nos iba a sacar la persona que nos venga a rescatar? (por cierto, que venga alguien ¿no? jajaja) y si: está muy loco... y si: se cree un roquero agitando su pelo mientras canta esa canción Jajaja

Me materializo en las mazmorras, lejos de la zona de las celdas, y bajo algunos escalones en dirección a estas. Según tengo entendido, has dos ratas aquí encerradas.

Uno, dos, tres y... Llego al lugar que busco. Un chrysos y un caeruleus. Sonrío.

- Parrrece que seguís porrr aquí abajo, eh-. Me aproximo a los barrotes mientras hablo-. ¿Cómo lo lleváis, chicos?

Resopló.

Llevaba horas dando vueltas por la celda, desesperado. ¿Por qué no iba nadie a sacarles de allí? ¿Acaso nadie había notado que llevaban cuatro (¡cuatro!) días sin pasear por el Palacio? ¡Por Mithos, era ridículo! Entendía que él no conocía a demasiada gente, ¿pero Alexander? Por Mithos, ¡tenía un criado/esclavo! ¿Qué hacía Kettleburn que no estaba ahí, abriéndoles la puerta de la celda? ¿Para qué querías a un criado si este no podía liberar a su "amo y señor"? ¡Era absurdo!

Suspiró. Llevaba cuatro días encerrado con Alexander. Podía aguantar estar encerrado, pero no podía aguantar más de cuatro días a Alexander. Aunque evitaba hablarle, no podía impedir que él hablase (de momento), por lo que tenía que aguantar sus comentarios estúpidos y sin lógica. Y aunque no respondiese (e intentase ignorarle), escucharle decir cosas como "tu relación con el líder es ya costumbre" "ya verás cuando se lo cuente a Kettleburn" le ponía de nos nervios. Para empezar, porque sus razonamientos no tenían lógica. Y para seguir, porque parecía que el caeruleus veía y entendía lo que quería (ahora tenía más claro que nunca que, en el lugar del cerebro, tenía ego).

Se acercó a los barrotes y observó el exterior (ese ansiado lugar fuera de la celda). Miró a ambos lados y esperó, sin resultados, a que apareciese alguien.

Suspiró, bajó la cabeza y se alejó de los barrotes. ¿Cuánto tiempo más tendrían que estar ahí? Lo de Alexander tenía remedio (más o menos), pero las cuestiones higiénicas no. Y tampoco el hambre que tenía. Miró de reojo al caeruleus y resopló.

Es que no lo entendía. ¿Para qué quería un criado si después no podía sacarle de un problema?

Iba a preguntárselo cuando una voz le hizo darse la vuelta, más que ilusionado. Sonrió y se acercó a los barrotes (de nuevo). Un parvus había aparecido y les preguntaba por su estancia.

- Pues... Bastante mal, la verdad. - murmuró.

¿La llegada del parvus significaba que podían irse? Esperaba que sí. Por Mithos, ¡tenía que ser así!

Sorío.

- La verrrdad es que esperrraba no tenerrr que venirrr a sacarros yo mismo, perrro veo que tenéis pocos amigos JAJAJAJAJAJA. No, ahorrra en serio...

Con un movimiento de la mano derecha, todas las puertas se abren, aunque no haya más que dos presos. Para ser sincero, simplemente busco sorprender un poco a los pajarillos.

- Sois librrres, perrro os rrrecomiendo un usarr esa liberrrtad parrra enfadarr a Aren, porrrque venirr aquí abajo me suele rrresultarr muy tedioso cuando tengo trrabajo AJAJAJAJAJA.

No me importa hacer de celador de vez en cuando. De hecho, es divertido.

- No sacaba a nadie de aquí desde que... Bueno, no imporrrta. Solo son historrias de un viejo parvus.

Y tanto que tenemos pocos amigos, pensó al escuchar el primer comentario del parvus.

No dijo nada y se limitó a observarle. Cuando el parvus abrió todas (¡todas!) las puertas de los calabozos, no pudo evitar alzar ambas cejas. Frunció ligeramente el ceño y miró a su celador. ¿Quién era? Por lo que hacía (y lo que decía) no podía ser un alumno (o al menos no uno normal). Dudaba que los alumnos como él pudiesen abrir todas las puertas de los calabozos sin ningún tipo de esfuerzo. Y dudaba, además, que los alumnos se dirigiesen al líder caeruleus como Aren a secas.

- Gracias - murmuró.

Salió de la mazmorra, con el ceño aún fruncido, y miró al parvus. Por lo que decía, no habían sido los primeros en estar encerrados. Se preguntó quiénes más habrían estado allí, pero no lo dijo en voz alta. En su lugar, sonrió.

- Muchas gracias, señor... ... ¿Cómo he de llamarle? - inquirió, sonriente -. Nos ha sacado de la celda, así que supongo que le debo un agradecimiento y... ... Bueno. No sé cómo dirigirme a usted, la verdad...

FdR. Siento la tardanza, pero unas compañeras de la residencia vinieron y me entretuve con la explicación de un trabajo

Observo al muchacho chrysos que sale el primero y sonrío, asomando mis dientes blancos bajo mi barba al hacerlo. Me recuerda vagamente a la joven Alehyss Lester, y el motivo de su encierro en las mazmorras es el mismo que el de ella, sino similar.

- Mi nombrre es Nagorr Brumm. Puedes llamarrme Jefe, si quierrres, aunque hay quien me llama Naggy AJAJAJAJAJAJA.

Tardo un rato en dejar de reír. Miro nuevamente a los jóvenes.

- Bueno... Ahorrra deberrriáis irr a comerr algo y rrreflexionarr sobrre lo que habéis hecho, perrro como no soy vuestrrra madrre os dejo irrros sin más si querreis. Yo tengo algo de prrrisa, perro otro día me encantarrría hablar con vosotrros un poco más.

Una última sonrisa y desaparezco.

Pese a que mi cuerpo ya no se encuentra en el lugar, ambos pueden escuchar claramente el eco de mi voz despidiéndose.

"Lyam... Alexanderr... Un placerr AJAJA"

*desaparece*

FdR- Quedó algo creepy pero es majo XDU

Y efectivamente, no era un alumno, sino un jefe (y uno bastante raro, la verdad. ¿Naggy? ¿Por qué les contaba eso?).

Observó (y escuchó) cómo el parvus se reía, sin saber muy bien qué decir. Asintió al escuchar su siguiente comentario. Por supuesto, haría lo que el parvus acababa de decir. O al menos la parte de la comida (aunque antes, evidentemente, se iría a duchar). Sobre lo de reflexionar... Bueno, tal vez reflexionaría acerca de su odio hacia Alexander y sobre la capacidad de este para decir tonterías.

Iba a agradecerle al jefe Brumm que les hubiese liberado, pero, antes de que pudiese decir nada, este desapareció. El chrysos alzó ambas cejas y miró a ambos lados. La voz del parvus resonó en la estancia, y eso hizo que frunciese el ceño y que lo buscase (sin resultados). Ahí sólo quedaban él y Alexander. No le dio importancia al hecho de que se supiese sus nombres (a fin de cuentas, era un jefe. Probablemente el líder caerulues le habría dicho sus nombres).

Le dedicó un último vistazo a la celda y comenzó a andar, dispuesto a irse. No quería permaneces ni un segundo más ahí. Y no tenía pensado volver.

*se va*

Envuelto en capas y una gruesa manta que había recogido de la habitación, vagó por todos los pasillos del palacio escapando del sol. Estaba teniendo un mal día, con dificultades para dormir, y no encontraba un lugar adecuado para pasar la tarde, por lo que decidió que aquellas escaleras que bajaban lo llevarían, seguramente, a un sitio oscuro. Y de esa forma encontró las mazmorras.

- Un sitio encantador - murmuró para sí.

Buscando un sitio sin humedad en el que sentarse, apoyándose allí contra la pared y cerrando los ojos encontró, al fin, el lugar adecuado para dormir hasta que anocheciese.

*se duerme*

Cuando hubo descansado suficiente subió de nuevo a la zona común del palacio.

*se va*

Bajé las escaleras a saltos, escuchando a cada escalón el retumbar del suelo bajo mis pies. Cuando los escalones se acabaron, me agaché y toqué el suelo. Estaba húmedo. Pegué un grito, que retumbó por todo el lugar. Cuando el eco calló, me reí. Con la piel herizada por el frío y la humedad, me perdí por los pasillos de aquel extraño lugar, correteando sin rumbo.

*Corre*

El líder Darvenwish paseaba por los interiores del palacio cerciorándose de que reinaba el orden. Hacía poco que se había levantado con lo que agradecía semejante paz y tan poca gente por aquella planta.

Fue entonces cuando, en una de las escaleras que daban a la encrucijada de mazmorras, escuchó unos pataleos y gritos que llamaron su atención. Su gesto se tornó entre curioso y altivo. seguramente algún estúpido había hecho otra de esas apuestas de no perderse o aguantar x tiempo en las oscuras profundidades de aquel lugar. Suspiró con resignación en un gesto casi imperceptible y descendió las escaleras con calma y parsimonia.

Llegado abajo miró a su alrededor pero no consiguió encontrar a nadie con lo que continuó caminando hacia la nítida oscuridad mientras sus pupilas iva invadiendo su globo ocular al tiempo que la luz se iba alejando. Escuchaba a lo lejos correteos que bien podrían haber sido de unas ratas bastante grades, ¿qué alimaña no podría haber criado allí abajo donde pocos querían ir? Siguió con calma el sonido de pasos y gritos, al menos era algo que hacer.

En un momento dado, frené en seco, mirando, sin ver, a mi alrededor, sorprendida. No tenía ni idea de dónde estaba. Había perdido el sentido de la orientación por completo, y ya no recordaba cómo llegar a la salida. Sintiéndome algo tonta, me di un golpe suave en la sien, riendo. Qué gracioso.

- En el fondo de un pozo
un niño está escondido.
Si nadie lo encuentra,
su vida habrá perdido.

Seguí riendo, dando vueltas sin rumbo fijo. Tal vez, de casualidad, encontrara la salida.

El líder llevaba ya un rato caminano detrás del roedor escurridizo pero no pensaba acelerar su pasopara correr tras él así como tampoco se emplearía la magia para trasladarse más cerca. Ya se cansaría y pararía solo.

Continuó un rato más hasta que, al fin, girando en un par de calabozos, escuchó una cancioncilla que le resultó bastante divertida debido a la carga desairada con la que se entonaba la letra. Su sonrisa se dejó ver ligeramente tras un largo rato de gesto aburrido. Era una voz de jovencita, a la que pudo segundos más tarde caminando por el lugar con más calma. Amplió su sonrisa al comprobar que se trataba de una parvus pues su debilidad por aquella raza era sabida y corroborada. Se acercó a ella que, a pesar de parecer desorientada, se la veía contenta.

-Buenas tardes, mi maravillosa dama, ¿qué es lo que os lleva a perderos por estas húmedas estancias sin un farol cerca del brazo como suele hacerse? -Preguntó con calma y una tono amable que delataba un encanto particular para con aquel encuentro. -Ah, que cabeza la mia, olvidaba un pequeño detalle -. Se acrecó a una de las destartaladas y húmedas antorchas y, con ayuda de su magia, prendió un fuego púrpura que daba una luz tenue a la porción de mazmorras en la que se encontraban.

Me dí la vuelta de golpe, ahogando un grito, al oír una voz a mis espaldas. Como no podía ver al hombre (porque era un hombre) que me hablaba, me quedé quieta, escuchándolo.

- Camino -contesté, con una media sonrisa-. Y canto y corro. Es divertido.

Entonces, de pronto, tuve que entrecerrar los ojos ante una luz violeta que el desconocido había prendido. De nuevo ahogue un grito de sorpresa, y a continuación me eché a reír, aplaudiendo. Correteé a su alrededor.

- Ahora veo, ahora veo -canturreé, aún riendo.

El hombre resultó ser (una vez más) alguien parecido al chiquillo. Y la chica de pelo bonito. Y el hijo del duque. Aunque él tenía un mayor aire de poderío, que me hizo rechazar mi idea inicial de abrazarlo. Me paré, mirándolo con un cierto aire de curiosidad... E incluso un deje de miedo.

- Pues sí -dije, con convencimiento. Por darle conversación.

El líder amplió su sonrisa ante la respuesta de la muchacha al ver su sonrisa despreocupada e incluso se permitió dejar escapar una recatada carcajada colocando su mano enguantada delante de su boca en cuanto esta comenzó a correr entusiasmada al comprobar que ya podía ver en aquel lugar.

-Me alegra ver tanto humor y energía por algo tan nimio. Me gustan mucho las personas tan agradecidas -. Comentó con amabilidad y agrado sin hacer ningún gesto en especial. Escuchó como la parvus asentía y casi pudo verla vestidadita con lindos encajes de un pequeño trajecito de franela tomándose una apacible merienda sentada en el jardín.

Spoiler:

Verdaderamente le apasionaban los parvus y aunque sabía que eso le llevaba a favoritismos en muchas ocasiones, era lo suficientemente egoista como para pasarlo por alto.

-¿Se puede conocer vuestro nombre o es algo que no debo preguntar? -Indicó, divertido, esperando saber más de la chica.

FdR: Enchufeeeeeeee buuuuuh XDDD

Miré al suelo, con una fingida sonrisa tímida, balanceándome de un lado a otro, antes de soltar una leve risita.

- ¡Yo tengo mucha energía! -afirmé, gesticulando mucho, como si quisiera demostrarlo.

A continuación me dediqué a dar un par de saltos más alrededor, aprovechando que podía ver para explorar el lugar con detalle. Las paredes llenas de musgo dejaban claro el por qué del ambiente húmedo, y las paredes estaban absolutamente descuidadas y ennegrecidas. A los lados del pasillo, se extendían barrotes de hierro hasta donde alcanzaba la vista.

Me volvía hacia el hombre, con una sonrisa de aprecio.

- ¡Claro que sí! -aseguré con convencimiento-. Soy Ayne Stalon.

Y a continuación, mi atención pasó a centrarse en la llama violeta que bailaba sobre la antorcha.


FdR.: Asdf. Terminar un post y que se te vaya internet y se borre. Perdón >_<

El líder observó con encanto a la chica en sus garbeos por el lugar. Sus saltos, balanceos, observaciones... Parecía una mecha larga, inestable y continuada que bailoteaba y chisporroteaba buscando el mejor momento para hacer estallar su carga. Le divertía e incluso llegaba a generarle cierta ternura.

Al fin la chiquilla se presentó con toda su viveza y el líder amplió su sonrisa al tiempo que hacía una reverencia.

-Un gran placer, Ayne. Teneis un bonito nombre. Mi nombre es Aren -. Comentó con gran tranquilidad dejando saber solo su primer nombre. No sabía de qué tenía más ganas, si de que ella lo conociese -ya que era visto que a simple vista no lo había hecho- o de que no lo hiciera y le tratase de forma más apegada. Se divirtió sintiendo la espectación de cómo reaccionaría la pequeña jovencita que ahora miraba el fuego violeta, algo que le agradó por un egocentrismo personal.

Cuando se inclinó, abrí mucho los ojos y decidí imitarle. Por lo de mantener la diferencia de altura. No pude evitar reír mientras lo hacía. Las formalidades eran muy graciosas siempre.

- A mí también me gustas. Y tu nombre. Así se llama el jefe del duque de Caligo. El de la familia Darvenwish. Creo... -ladeé la cabeza, frunciendo el ceño mientras examinaba sus rasgos-. Pero tú pareces más joven... ¿Te lo pusieron por él?

Reí. A continuación, empecé a correr en el sitio, levantando mucho las piernas, una primero, otra después. Quería moverme. Caminar. Ya me cansaba el paisaje. Miré alrededor.

- ¿Vives aquí abajo? -pregunté.

Le hizo gracia como la chiquilla lo imitaba riendo como si se tratase de una especie de juego y, en cuanto esta le habló, quedó maravillado. Le encantó escuchar a la muchachita y en cuanto escuchó que reconocía el nombre -a pesar de no tomarlo como el propio Darvenwish- tuvo que reprimir un gesto de suma tierna adoración. Por un momento se vio rodeándola y recibiendo un fuerte achuchón por su parte como solía dedicarle su sobrino en cuanto lo veía. Aquella parvus lo estaba engatusando y él se dejaba llevar con gran entusiasmo.

Pronto la chiquilla expresó el porque de no haberlo asociado al hombre que pensaba su tocayo y, en cuanto escuchó sus palabras, le recorrió una gran complacencia. Casi inconscientementese llevó la derecha a la majilla izquierda, como queriendo comprobar lo terso que estaba su rostro como si en ese momento hubiese recuperado una mayor jovialidad -más que la que habituaba- simplemente por las palabras de la joven. La sonrisa que se le escapó era algo diferente a la que acostumbraba a mostar y lo inundó de una tranquilidad sabrosa y agradable.

-Vas a conseguir sacarme los colores... Permíteme que deje a un lado las formalidades, me es imposible mantenerlas con una compañera tan agradable. Dime, ¿puedo llamarte An, jovencita? De verdad que has conseguido remover esta insulsa camisa -Comentó con un tono lacio que mostraba un entusiasmo más apagado del que de verdad sentía, como si hubiesen reducido el volumen mediante alguna clase de conjuro envolvente. Estaba tan contento de ahberte topado con aquella mujercita. Tenía que contárselo a Nagorr. ah, Nagorr, se puso más contento aun solo de pensar en él.

Sonrió con mayor franqueza y diversión cuando la parvus le preguntó si vivía allí abajo. Miró a su alrededor y después a ella, que ahora parecía llevar a cabo una carrera estática.

-Oh, me temo que no, pero... Creo que conozco bastante el lugar -. Comentó como si estuviese participando en una especie de juego fantástico en el que ella decidía el camino a tomar. -Puedo enseñártelo si quieres concoerlo -. Comentó con calma y gesto amable tendiendo la mano delicadamente a la chica por si decidía acompañarle y hacerle más feliz.

Reí nuevamente. Aren era un señor muy divertido. Me gustaba. Así que An... Bueno, si aquello lo hacía feliz, ¿por qué negárselo? Asentí efusivamente, entusiasmada.

- An también es bonito. Sí. Vale. ¡Bien! -aplaudí una vez más, saltando, encantada. Qué bien hacer amigos así. Los pálidos de orejas puntiagudas eran muy agradables...

Me paré cuando negó vivir en el lugar, como decepcionada. Sin embargo, mi decepción pronto se tornó en activa ilusión cuando afirmó que podía enseñarme lo que quisiera del lugar. Le mostré todos mis dientes en una sonrisa de oreja a oreja, tomando la mano que me tendía y apretándola contra mi mejilla, con cariño y agradecimiento.

- ¿De verdad me lo enseñarías? ¿A mí? -me señalé, mientras lo miraba con ojos muy abiertos, con todo mi entusiasmo reflejado en los ojos. Abracé de nuevo su mano, encantada-. Aunque... Quiero ver algún sitio distinto. Este es siempre igual. ¿Me llevas?

Asintiendo con una sonrisa, me guió.

*Se van*

Se arrastró hasta las mazmorras porque en esa época del año y a esa hora del día le costaba dormir en cualquier sitio en el que se colase algún resquicio de luz. No llevaba más que sus dos capas reposando sobre los hombros -morada la inferior y negra la superior, con capucha. Se deslizó escalones abajo y llegó al húmedo y oscuro lugar, agradablemente fresco y macabro para él. Lo recorrió tranquilo, observando las manchas de humedad de las paredes, preguntándose si hallaría algún resto humano en aquel lugar. ¡Cómo le hubiera gustado haber sufrido penitencia en un sitio tan agradable y terrible a la vez!

Zacharyas encontró buen lugar para dormir en una de las zonas secas del suelo. Se sentó, apoyando su cabeza contra la incómoda pared, y arrebujado en sus oscuros ropajes llenos de pliegues encontró un buen lugar para caer en un profundo, tranquilo y espeluznante sueño.

*se duerme*

Fdr- En un rato vuelvo, por si a alguien le interesa

Bajé a las mazmorras a paso rápido pero de puntillas, aguantando a duras penas una risita de nerviosismo. Aquel lugar siempre me hacía sentirme algo extraña, era como si la opresión de su oscuridad guardase algún secreto oscuro. En cualquier caso, era un lugar con un aire fresco y viciado a la vez, que recordaba levemente al ambiente de las zonas subterráneas de Humus, de las que yo procedía. Además, aquél era el lugar en el que había conocido a mi amigo Aren, lo cual siempre era digno de recordarse.

Buscando nuevos amigos de las profundidades, caminé por el serpenteante laberinto de los subsuelos del Palacio. En un arrebato de euforia, me arranqué los zapatos y los abandoné en un rincón, continuando después mi camino descalza, sintiendo el suelo frío y húmedo bajo mis pies. Iba tocando la pared con la mano para no perderme del todo (un acto de cobardía que debía guardar en el más absoluto de los silencios), y ese fue el motivo por el cual, sin previo aviso, me tropecé con un bulto de tacto de ropa hecho un revoltijo en el suelo. Pegué un grito de sorpresa antes de caer de bruces sobre él, y a continuación comencé a patalear para zafarme, aunque todo lo que conseguía era enredarme cada vez más en aquellas telas extrañas.

La mano del verdugo le acariciaba la nuca. Zacharyas podía notar el frío filo del hacha recorriendo su cuello de lado a lado, como besándolo suavemente mientras se decidía a morderlo. La tentativa del caeruleus era fuerte. Si no fuera por las cadenas que lo retenían se hubiera lanzado contra el arma para ser cortado. O quizás no... Quizás se hubiera quedado igual de inmóvil, sintiendo cada gota de frío sudor resbalando por su cuerpo tembloroso, asustado y, al mismo tiempo, excitado.

El hombre de la capucha se reía con una sonoridad apabullante. Cada carcajada retumbaba en los oídos de Zacharyas como una sentencia de dolor y muerte, y su abrumadora mente no podía dejar de debatirse entre el placer y el sufrimiento. El dolor que aquello le proorcionaría le resultaba tan atrayente como hubiera hecho un dulce con un niño, pero el abandonar ese mundo significaba no sufrir más y eso lo entristecía hasta límites insospechados.

Un primer golpe fue asestado en su cuello, pero con tan mala maña que no lo cercenó. Apenas quedó incrustrado en el hueso, dejando bullir la sangre y nublando su vista por el dolor, pero sin matarlo. Zacharyas pensó que quizás ese tremendo dolor en vida era la mejor cosa que le había pasado jamás. Disfrutó de él, y también cuando el hacha fue arrancada para arremeter de nuevo, abriéndose paso entre su carne para acabar nuevamente encallada. Era como si su voluntad de no morir y sufrir se hubiera hecho real, protegiendo sus huesos de la fractura completa para dejarle notar cada escalofrío de dolor.

Pronto los golpes se volvieron más y más rápidos, pero igual de poco certeros. El caeruleus empezó a preguntarse qué mal verdugo era aquel. Sin esperar un segundo, se volvió para preguntárselo él mismo, pero allí no había un hombre, sino un ciervo gigante con manos de persona que lo golpeaba con un sonajero enorme con dibujos de estrellas amarillas.

Zacharyas se despertó. Podía notar un incómodo bulto entre sus piernas, y pronto notó también que aquellos golpes y movimientos no habían sido parte de su sueño.

- ¿Qué...? -murmuró, somnoliento y confuso.

Continué removiéndome, buscando cómo escapar, hasta que una voz me hizo quedarme inmóvil durante un segundo, con la cabeza más cerca del suelo que los pies, en una postura de lo más incómoda.

- ¿Quién es? -grité en la oscuridad, como quien contesta al timbre de la puerta desde la otra punta de la casa. Intenté desenredar una mano de mis ataduras usando la otra, y aunque en un principio conseguí incorporarme un poco, caí de nuevo dando un traspiés, dando esta vez con las costillas en algo más duro que un simple montón de mantas. Solté un leve quejido y me dejé caer como muerta, jadeante, sin ánimo para seguir intentando salir. Aquello era imposible.

- ¡HEY! ¿ME AYUDAS? -grité a todo volumen.

Aquellos gritos... Aquel cuerpo tan pequeño... Todo lo que pudo pensar Zacharyas era que aquello que se revolvía sobre él se trataba de Stalon, así que imaginó su cara. Porque, obviamente, la otra opción era que fuese un desconocido, y de ser así no podría ver cara alguna en su mente, ya que la desconocía.

Trató de ubicarla, aunque estaba enredada entre sus ropajes y le resultaba harto difícil.

- Tranquila -dijo calmo-. Soy Zacharyas. Permíteme ayudarte, si es lo que quieres, pero antes deja de revolverte como un roedor.

Esperaba que le hiciera caso, pues entre su talla, el enredo, su sopor y los movimientos de la chica no era capaz de atinar bien qué era cara y qué espalda.

Volví a quedarme quieta al oír la voz, esta vez con claridad.

- ¿Chiquillo? -susurré, con sorpresa. Con la alegría de volver a encontrármelo quise dar un salto para abrazarlo, pero caí de bruces otra vez. Solté un grito, esta vez de frustración. ¿Por qué ahora estaba prisionera? Las mazmorras no eran lugar para atrapar a alguien así.

- Quiero salir... -murmuré con un quejido, mirando a mi alrededor sin ver nada. Con un resoplido, volví a dejar el cuerpo muerto -. Esto es aburrido -gruñí, cansada.