Mazmorras

Me detengo al escucharlo, observándolo por el rabillo del ojo primero. Posteriormente, casi con pereza, me estiro, desperezándome, y me levanto. Una vez en pie, pongo ambas manos en mi cintura, sujetando la zona de los riñones, y arqueo un poco la espalda hacia atrás, notando el crujir de una buena cantidad de costillas.

-Buenas noches -saludo, en primer lugar, aproximándome a los barrotes y clavando los ojos, que se semiiluminan para ver mejor, en Nille-. Hacía tiempo que no se te veía por aquí.

Ladeo la cabeza, primero hacia un lado y luego hacia el otro. Luego roto los hombros adelante y atrás. Me siento oxidada, pero el ejercicio me ha venido de perlas.

-Si no haces un poco de ejercicio en este sitio acabas volviéndote loco- murmuro, terminando de acercarme, extendiendo una mano y rodeando con los dedos uno de los barrotes, asiéndolo.

—¿Más todavía? Con el poco ejercicio que hago yo...—Viendo que no había ni sorpresa ni nada se empezó a levantar perezosamente— Creo que ya sé por qué entiendo a Ánor cuando me da indicaciones... ¿Ya es de noche? Cuando uno está de servicio el tiempo pasa rápido. 


Se acercó lentamente a los barrotes y se quedo bien cerca pero sin llegar a tocarlos.

—He tardado en venir porque la incursión de la última vez no hizo mucha gracia y he tenido que intentarlo varias veces más sin éxito, los guardias se toman las cosas muy a pecho. ¿Cuándo te vas a escapar? ¿Quieres que te saque? Tengo hambre—dijo de golpe, balanceándose un poco y sin bajar mínimamente la voz— No digo que te siente mal estar encerrada, por lo que he escuchado te lo pasas muy bien, pero creo que estar un rato largo al aire libre te irá bien.

Me encojo de hombros, serena.

-Quiero estar en forma para cuando salga de aquí. Y, de todos modos, tampoco hay mucho que hacer.

El chico es curioso. Me lo pareció desde la primera vez que lo vi, incluso antes de que hiciese estallar las lámparas del comedor. Termino acostumbrándome un poco a su ritmo, pero sigue haciéndoseme extraño tratar con él. Supongo que es, simplemente, el no estar acostumbrada. Además, su actitud, alegre y activa, contrasta un poco conmigo, a mi parecer.

Sus preguntas me hacen suspirar, contrariada.

-Antes pensaba en escapar, pero creo que solo sería un error. No conseguiría llegar muy lejos, y seguramente luego me encontraría en una situación mucho peor que la actual.

He tenido mucho tiempo para pensarlo, y esa es mi conclusión final. No soy tan poderosa como para lograr abandonar Brontë sin que nadie me lo impida. Lo mejor que puedo hacer es esperar y prepararme, por desgracia.

Esbozo una escueta sonrisa cuando dice, de nuevo, tener hambre.

-Y si tienes hambre, no has venido al lugar indicado. Lo que te sirven aquí no es gran cosa.

—Es una pena. Ser fugitivo es tan fácil como lo quieras hacer. Lo importante es saber si quieres tu bien o el de los demás.  —Le dolía el estómago de los abdominales, así que se sentó— Y con respecto a la comida no podrías estar más equivocada, eso es aun más fácil que ser fugitivo. Observa.



Nille sacó una bolita metálica de una de sus mangas y después de realizar una serie de florituras la agitó brevemente.

De la nada salío una pequeña sombra que se perdía entre los extraños reflejos de la mazmorra. Se acercó a Nille y se perdió en uno de sus pliegues.


Nille no hizo ni dijo nada hasta pasado un tiempo (para dar dramatismo al momento).

Se levantó y alargó el brazo hasta llegar a los barrotes.


—Aquí tienes un par de bocadillos, alimentan bien a estos gordos y por aquí creo que tienes un poco de... SÍ, aquí está, un poquito de vino. ¡Malditos borrachos! Las llaves de tu celda igual te las doy en el postre, a mi leoncito le ha costado mucho conseguirlas, ¿verdad que sí? —Nille se quitó la capucha y Ánor hizo acto de presencia con un juego de pesadas llaves en el cuello.

Ser fugitivo... ¿Acaso no lo he sido ya? No tenía que correr delante de policías furiosos, incluso compartí misión con uno sin que se fijase en mí más de lo debido... Y, pese a todo, así me siento. Cansada de estar fuera de la ley por un maldito error, o por varios. Matar nunca está bien, ni herir, ni robar... Y no me importa estar encerrada si es por eso. Lo único que quiero, realmente, es la seguridad de Jager y los demás. Los cuatro merecemos estar entre rejas.

Contemplo, curiosa, lo que hace. Resulta de lo más teatral. No puedo evitar recordar el truco de cartas que no llegó a realizar.
Su mascota parece entrenada para hacer esta clase de cosas. Con su extraño carácter y sus aficiones, me pregunto a qué se dedicaba fuera de estos muros. Y también a qué se dedica dentro...

Al ver las llaves, alzo ambas cejas, no sé si impresionada o incrédula. No sé si son las de verdad, parece difícil de creer, o solo un truco más, pero mi respuesta es seca.

-No quiero ser una fugitiva. Ya tengo bastantes problemas, y si llegase a salir de aquí sin permiso no tardarían en dar conmigo. Y no creo que se volviesen misericordiosos de pronto.

Tengo la marca de Madame. Estoy segura de que ella puede seguirme allá donde vaya. Por no hablar del resto de los líderes. Sería una completa locura. Antes de llegar a Ventus estaría encerrada cien veces más.

Suspiro, cansada.

—Eso es cierto... De hecho, estás en una mazmorra, algo malo ya habrás hecho.—Empezó a decir Nille con cara de reproche— Hay que saber hacer las cosas malas, sino...

—Bueno, pero al menos la comida te la llevas, que te veo más delgada de lo normal, y el vino también que a Ánor le sienta mal.—Dijo mientras le dejaba la comida en el suelo, viendo que no la cogía de la mano—Y tranquila, no pensaba abrirte la puerta, incluso a mi peluchito le costaría salir de aquí si te la abro, la gente chillaría, se llevarían los bocadillos y yo seguiría con hambre y encima encerrado. Solo te las quería enseñar para que supieses lo que puedo hacer y que puedo ser útil si quieres. Sin acción, este sitio es casi tan aburrido como mi pueblo, y te puedo asegurar que era muy aburrido.

—Y ahora debo irme o alguien se dará cuenta de que no tiene sus llaves. Otro día vuelvo y seguimos con los ejercicios a ver si les cojo el gusto. Dulces sueños.



*Huye haciendo piruetas*

Los días transcurren con lentitud. Las visitas se presentan a veces, inesperadas, de repente, pero no siempre que lo deseo, ni las que busco... Ya he terminado todo lo que tenía por leer e incluso me he hecho con unos papeles y una pluma para escribir. Es una forma de guardar algunos pensamientos que quizás llegue a olvidar.
Escribo una carta. A mis padres. Les digo que estoy bien, contenta, sin problemas y algunos acontecimientos inventados para dar peso a mis palabras.

El resto del tiempo lo paso sentada, haciendo ejercicio algunas veces. He hecho flexiones de nuevo, subiendo en dos con respecto a la última vez. También estiro todas las extremidades, practicando la flexibilidad y desentumeciendo el cuerpo. ¿Y qué más?
Aferrada a los barrotes, realizo algún que otro chrysantae, como tratando de fundirlos. Noto en la mano opuesta, conducida por el metal, mi débil electricidad. Debo mejorarla. Ahora no tengo un arma para defenderme, aunque aquí no la necesito.

*se queda indefinidamente*

Dedico las horas a entrenar, últimamente. Apoyándome únicamente sobre la pierna izquierda, lanzando patadas al aire, lentamente. Solo marco los puntos que quiero alcanzar. Si se lanzan patadas rápidas, a lo loco, no se consigue perfeccionar la técnica ni la posición, ni tampoco el equilibro. Sin embargo, al alzar con lentitud la pierna, elevándola a la altura del pecho, o del hombro, hay que tener una mayor concentración. Es, en conclusión, un ejercicio mejor a nivel técnico, aunque el objetivo sea, como en el otro caso, dar una patada alta con velocidad y puntería.

Las primeras repeticiones las hago sin dificultad, manteniéndome largos segundos en una postura y luego cambiándola sin volver a pasar por el suelo. Con el paso del tiempo, sin embargo, la pierna se hace más pesada, teniendo que hacer un sobreesfuerzo para eliminar el temblor.

Finalmente ceso, cambiando de pierna y comenzando de nuevo. Es una forma más útil de hacer pasar el tiempo.

*se queda*

Lentamente, me detengo, percibiendo la luz que proviene de... Gerald. Vaya alegría, encontrármelo aquí. No sé si saltar de la emoción o rajarme las venas. Al menos no sabe qué hago aquí, así que supongo que mi "delito" no se ha extendido demasiado por los muros de Brontë. Algo bueno en este nido de ratas.

-Buenas noches -digo, en primer lugar, adelantando la derecha un poco flexionada para estirar la pierna trasera dando pequeños botes, relajando el gemelo. Al acabar, imito el gesto con la otra-. Digamos que no me he portado muy bien -. Lo miro fijamente, encendiendo un poco los ojos-. Espero salir pronto -miento, manteniendo la calma-. ¿Y tú? ¿Has venido a verla a ella -. Señalo a Cassandra con la barbilla- o este sitio te resulta atractivo?

Me aproximo a los barrotes para estar más cerca de él mientras hablamos. Puedo evaluarlo y no parezco venenosa. No está mal.

FdR- Yo hoy me iré pronto, que mañana curro, así que, aunque seamos 3, intentemos ser dinámicos o, en su defecto, no alargarnos mucho, porfi, que Alehyss no se puede ir XD
Ya os aviso cuando vaya a irme.

Corbin había estado evitando los espacios cerrados y oscuros durante mucho tiempo, pero había llegado a la conclusión de que necesitaba utilizarlos también como lugar de entrenamiento.

Con estas intenciones bajó a las mazmorras, armado con sus puños de acero y dispuesto a poner a prueba su orientación. Avanzó por los pasillos en absoluto silencio, tratando de ser tan sigiloso como un felino para no llamar la atención de nada de lo que allí abajo pudiera haber. Además, mantenía una posición de alerta y se preocupaba de agudizar sus sentidos tanto como le era posible.

Se vio desconcertado al vislumbrar, un trecho más allá, una luz brillante. Una luz brillante con la forma de una silueta. Frunció el ceño, desconcertado. ¿Qué era aquello?

Pudo descubrir antes de acercarse mucho que se trataba de una persona. De hecho, de dos personas, pues la luz llegaba para iluminar a una segunda. Se mantuvo en silencio un momento, ocultándose, antes de escuchar unas voces. La primera le resultaba extrañamente familiar, y ubicó al instante la segunda. ¿Alehyss?

Sin bajar la guardia, invocó un clair ëm yäk para iluminarse y se acercó. Sabía que eso significaba perder el factor sorpresa, pero necesitaba algo de luz que él mismo pudiera manejar. Pese a todo, no abandonó su ejercicio de sigilo.

-Buenas noches -saludó al acercarse, sintiéndose un poco intruso.

Gerald, tan "gracioso" como siempre. Es atractivo, pero algo bocazas. Aunque, si reviso bien la lista de hombres que me precede, mejor no hablo...

Esbozo una sonrisa tensa. No estoy demasiado animada, pero no pasará nada por seguirle un poco el juego. De no hacerlo, la conversación no existiría, o se iría sin más a decir a todo Brontë que Alehyss Lester está en las mazmorras y es una ácida. A ver si me salvo, por lo menos, de lo primero.

Me encojo de hombros, conteniendo un suspiro.

-Huíamos de ti, pero eres un buen rastreador, por lo que veo. No hay lugar en el que esconderse...

Relajo el gesto. Calma, Alehyss... Afable... Solo venía a entrenar. Todo es un malentendido. No es necesario ser desagradable.

-Si buscas el hechizo para ver a través de la ropa, creo que los líderes tenían pensado enseñarlo con prioridad a los más interesados -comento, irónica, observando su posición tipica de un médium-. Aunque...

Un nuevo fogonazo de luz me hace volverme. Corbin... ¿Acaso regalan algo aquí abajo? ¿O se han juntado para recordarme que soy mestiza de sus razas? Por Mithos.

Enarco una ceja, relajándome antes de hablar, esbozando una sonrisa.

-Buenas noches, Corbin. ¿También buscamas esconderte de alguien? - inquiero, entre burlona y cansada. Miro de reojo a Gerald, reforzando la sonrisa. Seguramente el claritas no se entere de nada, y menos aún siendo como es...

El claritas dirigió un gesto de cabeza al hombre como respuesta a su saludo y se volvió hacia ella, con el ceño fruncido por la extrañeza. Aunque no entendía qué hacía la chrysos allí dentro, no hizo ningún comentario al respecto.

-No he venido a esconderme -negó con firmeza, casi ofendido por la pregunta-. Buscaba un lugar tranquilo donde entrenar, y deduje que este estaría vacío. Pero ya veo que me equivocaba.

Miró de reojo tras de sí, pues había distinguido una sombra por el rabillo del ojo. Una pisicis ocupaba otra celda. Si no se equivocaba, la conocía, aunque apenas la recordaba. Además, había algo distinto en ella.

Se volvió de nuevo hacia los chrysos.

-¿Qué hechizo? -preguntó con interés.

La aparición de Corbin convierte nuestra conversación de dos en una de tres. Suele ser más agradable cuando se habla que cuando se practica sexo. Al menos cuando es inesperado.
Bueno... Hacía tiempo que no tenía tanta compañía a la vez, y si sé jugar mis cartas quizás me lo pase bien, incluso, y llegue a enterarme de algo del exterior. Lyam no parecía muy informado.

-Creo que a ciertos líderes les alegraría saber que el lugar que esperas encontrar vacío son las mazmorras -digo al claritas con cierta amargura. Esto sería mucho más interesante si yo me encontrase al otro lado de esos barrotes-. Ella es Cassandra, por cierto -murmuro, bajando la voz. No es que sea su relaciones públicas, pero nadie la visita nunca, además del servicio, y no pierdo nada...

Gerald menciona el hechizo y Corbin, inocente o raro... pregunta. No puedo contener una sonria divertida.

-No tiene importancia, Corbin...

Es más entretenido ahora que Gerald se mete con otro.

Cuando la chica se refirió a Cassandra, Corbin giró la cabeza de nuevo para mirarla, antes de volver a centrarse en sus interlocutores. No recordaba conocerla por ese nombre, pero decidió no decir nada al respecto.

Alehyss le quitaba importancia al asunto, mientras que Gerald insistía al respecto. Corbin lo observó con el ceño fruncido, tratando de entender lo que decía. Para empezar, Corbin no se consideraba especialmente reservado; se limitaba a decir lo que consideraba útil, eso era todo. Sin embargo, se guardó también este pensamiento.

Miró de arriba a abajo a la chrysos, tal y como Gerald le invitaba a hacer. Luego volvió la vista al hombre, sin entender tampoco el comentario con respecto a sí mismo que este hizo.

-¿Qué debería ver? -preguntó-. Es Alehyss. Chrysos. Guerrera de Brontë. Veré más de ella si la veo en combate, y será útil. Eso es todo, creo -. Se encogió de hombros-. Y lo mismo con respecto a ti.

Gerald, como siempre... Burlarme de gente inocente en estos aspectos como Corbin me resulta un poco incómodo. No es lo mío, por así decirlo, aunque no niego que me está provocando cierta satisfacción... Y aquí es todo tan aburrido...

-Se refiere a otra clase de "visión" -comento, divertida, al claritas-. Poco relacionada con el combate, en este caso.

Dirijo una mirada al chrysos. Trato de mantenerme seria, pero aflora cierto matiz divertido en los ojos. ¿Podría comprender Corbin algo así sin ayuda de otros en algún momento?

-Aunque no creo que sea un hechizo adecuado para ti... -añado, como quien no quiere la cosa.

Las primeras palabras de Alehyss no hicieron sino avivar su curiosidad, pero esta pronto se apagó al oír la segunda parte de la frase. Cuando la chica dijo que no creía que fuera un hechizo muy adecuado para él, no pudo estar más de acuerdo. A fin de cuentas, si no era útil para el combate, no era útil.

Se encogió, pues, de hombros, quitándole importancia.

El chrysos, por su parte, sí parecía interesado en el hechizo. Sin embargo, decidió dejar el tema a un lado para dirigirle una pregunta al claritas. Este, cada vez más perdido, no pudo sino acentuar su ceño.

Los miró un momento alternativamente, tratando de buscar una explicación a todo aquello. Al final, acabó por volverse hacia él.

-Lo siento, pero no entiendo a qué te refieres -respondió.

Bajo la vista, manteniendo la sonrisa divertida. El pobre ni siquiera sabe de qué estamos hablando. Lo cierto es que, en esta situación, resulta de lo más gracioso. Y Gerald, en este caso, es una compañía muy apropiada.

Me cruzo de brazos y dirijo una mirada al chrysos, sonriendo con suficiencia.

-Mira, ya lo has confundido -le digo, entretenida. Siento la tentación de guiñarle un ojo, cómplice, o algo así, pero la contengo. Sería estúpido por mi parte participar abiertamente en esto-. Ahora tendrás que explicárselo, Gerald.

Quiero ver cómo acaba todo esto.

Corbin contuvo un suspiro exasperado ante la respuesta de ambos chrysos. ¿A qué venía tanto misticismo? ¿No podían sencillamente hablar con claridad? Por otra parte, las miradas que compartían, acompañadas con sonrisas, parecían una especie de lenguaje secreto. ¿Sería alguna broma de chrysos? Porque él no le veía la gracia...

Al fin, Gerald planteó una pregunta directa. Esta vez, las cejas de Corbin se estiraron, arrugándose su frente. ¿Qué clase de pregunta era aquella? ¿Qué buscaba?

-¿Por qué iba a querer? -planteó, perplejo.

Miró a Alehyss, como buscando una respuesta por su parte. Aunque, a aquellas alturas, no esperaba encontrarla.

Enarco las cejas, apartando un instante la vista con una sonrisa contenida, fingiendo una especie de pudor.

-Qué descaro, Gerald -digo, sobrecogida, o al menos fingiéndolo un poco, por su comentario.

No me afecta en absoluto, realmente, que se menten mis tetas. No soy prostituta, pero tampoco una monja que las esconde. De hecho, he de admitir que en ciertas ocasiones me agrada presumir de atributos. Es perfectamente normal, al fin y al cabo, que se muestre las buenas cualidades que uno tiene. Pero ese es otro tema...

Vuelvo la mirada hacia los hombres, recuperada de mi "shock pudoroso". La respuesta de Corbin me hace alzar más las cejas.

Articulo con los labios un "sí que es algo rarito" para Gerald. Luego mi atención vuelve al claritas.

-¿No quieres? -inquiero, enarcando la izquierda.