Mazmorras

Corbin empezaba a sentirse verdaderamente incómodo con todo aquello. Desconcertado, nervioso, incluso algo enfadado. ¿Pero qué había hecho para que aquellos dos se pusieran así?

Frunció el ceño, y encaró a Alehyss.

-No -le espetó, con un tono que dejaba bien claro su enfado.

Se giró entonces hacia Gerald, dedicándole una expresión similar. Tomó aire, tratando de calmarse, aunque apenas consiguió nada.

-Yo me hago esa pregunta. Si tienes algún problema al respecto, no es asunto mío -respondió, totalmente a la defensiva.

Miró a la chica de reojo, preguntándose si de verdad la estaría ofendiendo. Aunque él también estaba ofendido, y a nadie parecía importarle demasiado ese detalle.

Borro la sonrisa, tensando un poco el ceño. Puedo comprender que alguien no quiera verme las tetas, y no es para nada el fin del mundo. Pero su negación me ha hecho sentir como si en vez de un pezón tuviese colmillos, o algo así... Vaya virgen más borde.

-No es necesario que te pongas así -digo, serena, seria, quizás demasiado seria-. Nadie te ha atacado.

Es parcialmente mentira. Pero en este momento parece que lo más sencillo es hacerlo entrar en razón, aunque haya que mentir. La verdad está sobrevalorada. Y yo ya tengo bastantes problemas en los que pensar como para empezar a hacerlo en el enfado infantil de nadie.

FdR- Mañana curro. Tengo que ir yéndome ya. Podéis iros o pausar, como prefiráis. Lo siento >___< Mañana intentaré estar para rol a partir de las siete o así.

Corbin torció el gesto ante las palabras de la chica. No sabía si lo que le decía era cierto o no, pero no le parecía importante. Empezaba a sentirse como una presa acorralada por depredadores, y es no era algo que le gustara sentir. Y, menos aún, algo que tuviera permitido sentir.

-Es posible -concedió-. Pero no es lo que me importa. Ya lo he entendido. No seguiré molestándoos. De hecho, no volveré a molestaros. Buenas noches.

Y, dicho esto, dio media vuelta y se perdió por los pasillos en dirección a las escaleras. Buscaría otro lugar donde entrenar. Preferiblemente, un lugar vacío.

*Se va*

Una mano negra se cierne sobre mi rostro. Parece que quiera arrancarme los ojos, hundiendo los dedos en sus órbitas, pero finalmente no hace nada. Se queda bailando a escasos milímetros, burlona, amenazante, y yo no puedo hacer nada, ni oponer resistencia ni nada. Estoy atada de manos y pies con cuerdas invisibles, incapaz de moverme del lugar en el que me encuentro.

Abro los ojos lentamente. Con pereza, me siento sobre el colchón sobre el que estoy sentada, rodeando ambas rodillas con uno de mis brazos. Voy a morir aquí. Ahora lo comprendo.
En una mano, estrujada... Tengo la carta que me entregaron hace poco, ya abierta, por supuesto. En este lugar una no tiene privacidad, pero eso es normal. No se lo culpo.

Mis padres me han escrito hace un par de días. Solo lleva ese tiempo aquí, pero el sobre ya está arrugado, algo sucio, húmedo incluso. Y, sin embargo, aún no he tenido la fuerza suficiente para leerlo. Al fin y al cabo... ¿Qué más da lo que ponga? Todo será una mentira... Si me preguntan cómo estoy, habré de mentir y decir que bien, que libre, que trabajando... Y si se muestran preocupados será peor... Incluso en el caso de que estén siendo atacados por los que han sido mis jefes... ¿Qué gano yo al leerlo? No podría hacer nada más que sufrir por mi impotencia. Me consuela más pensar que, al menos, están lo suficientemente bien como para escribirme.

Mis hombros se convulsionan un poco y dejo caer la cabeza. Las lágrimas caen enseguida, recorriendo mi rostro para ir a caer desde la barbilla sobre mis piernas. Por suerte, los sollozos son silenciosos y una cortina de pelo me ampara. Aunque, ¿quién iba a verlo? Como mucho Cassandra, y tampoco sería el final del mundo. Solo un día más en este lugar apestoso.
Uno más de tantos.

Esto es un tormento...

*se queda indefinidamente*

Corbin, cansado de la monotonía de sus entrenamientos, había decidido que no se acordaba o no le importaba lo que hubiera pasado en las mazmorras. Habitadas o no, seguían siendo un fantástico lugar de entrenamiento, y si le molestaban sus habitantes, era tan simple como ignorarlos.

Con esta idea descendió las escaleras y comenzó a caminar por los húmedos pasillos, concentrado en sus sentidos. Le gustaba aquel lugar porque dejaba prácticamente inútil su vista, y porque solía estar en silencio. Además, la humedad y el frío hacían el lugar ligeramente desagradable, y era un buenas características que aprender a ignorar en combate.

Se desplazó por el lugar realizando diversos ejercicios de calentamiento, al tiempo que mantenía la atención en qué pasillos tomaba y cuáles no, dispuesto a poner a prueba su orientación.

Cuando consideró que había calentado lo suficiente, y teniendo aún presente el mapa mental que iba formando del lugar en su cabeza, empezó a poner en práctica su magia. Alternaba fogonazos de luz, que daban una repentina visibilidad al lugar durante unos segundos, con hechizos de ataque, que se perdían por los pasillos. Intentaba, sin embargo, no abusar de la luminosidad como medio de orientación; debía entrenar también sus otros sentidos.

*entrena*

Veo varios fogonazos surgir de repente desde lugares alejados, variando la intensidad, supongo que porque también lo hace la distancia a la que se encuentra el sujeto. Realmente, no sé de qué se trata. Quizás de un fantasma, ¿quién sabe? Aunque, por otro lado, quizás sea alguien entrenando. Un chrysos, o un claritas... O alguien del servicio gastando una broma.
¿Una broma a quién? ¿Qué más da?

Vuelvo a agachar la cabeza, apesadumbrada. Este encierro está siendo insoportable. No comprendo cómo puede alguien aguantar años así. Toda una vida, incluso. ¿Se acostumbrarán a la larga? Quizás un poco, pero al final esas personas siempre parecen tristes y derrotadas, por lo que dudo que mi caso sea excepcional.

Suspiro, cansada.

Corbin trataba de crear en su cabeza un plano del lugar, uniendo pasillos a su itinerario y dando forma al espacio en su cabeza. Pronto se dio cuenta, sin embargo, de que la luz lo hacía todo demasiado sencillo. Aunque se empeñase en ignorar lo que sus ojos le mostraban, era evidente que no podía evitar, aunque fuera inconscientemente, tener en cuenta la información.

Fue por este motivo que, aunque a regañadientes, decidió evitar la magia. Como alternativa, sacó de sus bolsillos los puños de acero y, en una combinación de llaves que pretendían ser perfectamente precisas, siguió avanzando. Si sus sentidos no le engañaban, estaba volviendo al punto inicial por el lado contrario. Lo que significaba que el recorrido había sido corto y que, probablemente, se encontraba cerca del lugar habitado. Prestó atención y continuó la marcha.

Antes de que los destellos dejen de verse, percibo la figura del claritas. Corbin, vaya... Me sorprende que haya venido por aquí de nuevo. La última vez no me comporté de forma muy agradable, y creí que ya no volvería a verlo en las mazmorras. Aunque supongo que sus motivos para bajar habrán sido sus entrenamientos, o algo semejante, y que realmente tiene muy poco o ningún interés en mi presencia aquí.
Pese a todo, tras sorber un instante y secar mi rostro con el dorso de la mano, me levanto lenta y me acerco a los barrotes, asomándome, como tratando de percibir algún movimiento ahora que ha dejado de echar luz.

Lo envidio... Hace mucho que no me sacan a estirar las piernas. Daría lo que fuera por salir un rato, aunque luego volver a verme encerrada fuese insoportable de solo pensarlo.

Caminaba en silencio, centrado en sus movimientos, pero también pendiente de lo que sucedía a su alrededor. Tal y como sospechaba, estaba en la zona habitada, y un suave sonido así se lo indicó.

Tras el sonido vino un movimiento, y Corbin, tratando de ser precavido pero rápido, se movió girando el cuerpo hacia la "amenaza" e invocó un clair ëm yäk especialmente brillante en su mano.

Era, por supuesto, Alehyss Lester.

Atenuó levemente la luz del hechizo, pero no varió el gesto serio.

-Buenas noches -saludó, pese a todo.

En el momento en el que invoca su hechizo no puedo evitar entornar los ojos, llevándome una mano a la frente para hacer de visera sin mucho éxito. Parece que, finalmente, ha llegado hasta aquí. Hoy me encuentro algo frágil, por lo que no tengo claro si tener visita será positivo o negativo, pero de alguna forma me siento algo consolada. Parece que el mundo no termina en estas paredes, al fin y al cabo.

-Buenas noches- repito, con voz pastosa, tras un carraspeo. Es la primera vez que utilizo la voz en un par de días, según creo.

Lo miro con gesto agotado, como si esperase que de pronto dijera algo que arreglase... lo que fuese. No me siento ni con fuerza para preguntarle que qué hace aquí, y menos por el hecho de que es obvio.

Corbin permaneció un momento en silencio, mirando a la chica fijamente, como si esperara que pasara algo. En realidad, comenzar una conversación no entraba en sus planes; sencillamente, le había salido natural saludarla cuando la había iluminado. Era su deber, por tanto, continuar la conversación que había iniciado, aunque dicha conversación no existiese en realidad.

Lo pensó un momento, pero definitivamente no tenía mucho que decirle. Tratando de improvisar algo, la señaló con un gesto de cabeza.

-Veo que sigues donde estabas -aventuró torpemente.

Esbozo una sonrisa, aunque será fácil para cualquiera darse cuenta de que no es felicidad lo que muestro, sino resignación, decepción, quizás sarcasmo... Después, despacio, asiento sin demasiada energía, apartándome en un gesto reflejo un par de mechones de la cara, casi sin darme cuenta.

-Es lo que hay... Me temo que no es una situación que pueda solucionar por mí misma, y por el momento es lo que me toca.

Dejo caer las manos inertes a ambos lados de mi cuerpo, apretando con ellas las mangas de mi camisa. Que, de hecho, no es mía... Pertenece a Lyam. Debía devolvérsela, incluso pedí que la lavaran, pero finalmente, a falta de prendas, volví a hacer uso de ella.

Corbin asintió lentamente, más por cortesía que por interés. Le extrañaba la situación de la chica, pero tampoco era un tema que le quitara el sueño. De todas formas, había visto que servía como inicio de conversación, así que tras un momento de silencio en que meditó qué más podía decir, decidió aprovechar el tema.

-¿Qué haces aquí? -preguntó. No estaba seguro de si era una pregunta adecuada; ni siquiera de si ya la había hecho. Sin embargo, no era un dato importante en aquel momento.

Estoy a punto de darle una respuesta cortante, pero me contengo, mordiéndome el labio inferior. Al fin y al cabo, él no tiene por qué saber nada (lo que es de lo más reconfortante) y, además, no quiero espantarlo. Ya bastante hicimos Gerald y yo la última vez. La verdad es que juntarse con ese chrysos suele generar ese tipo de situaciones...
Suspiro, contenida, y alzo la vista para mirarlo.

-Digamos que he rozado demasiado la ilegalidad y me han pillado. Supongo que no fui suficientemente precavida. Cosas que pasan-. Rodeo uno de los barrotes con la mano derecha, a la altura de mi rostro, clavando los ojos en los suyos-. ¿Tú qué tal te encuentras? ¿Ha pasado algo digno de mención en Palacio?

Me baso en lo que me cuentan los guerreros para estar informada, pero es que aquí parece bajar siempre gente que no sabe nada. Y, por desgracia, Corbin no suele ser de los más informados, según creo.

Corbin no varió el gesto.

-Continúo como siempre. -respondió, sin más.

En cuanto a asuntos de Palacio, se lo pensó un momento antes de responder. Finalmente, negó con la cabeza.

-Nada de interés. Todo está en orden arriba -declaró.

Suspiro de nuevo, conteniendo una mueca. Si es que no podrías ser más escueto ni forzándolo.

-¿En serio? No sé si alegrarme o no hacerlo... Supongo que es bueno que las cosas mantengan la calma, aunque suponía que... No sé... Habría pasado algo.

Deslizo la mano que sujeta el barrote por el mismo, sintiendo su tacto frío y áspero, pensativa. ¿Y qué le digo yo ahora? Tiene que haber alguna forma de sacarle provecho a su visita...

-Todavía te debo un entrenamiento -comento, ácida-. Ahora mismo me encantaría poder dártelo.

Significaría que estoy fuera.

Corbin asintió con la cabeza con firmeza.

-Totalmente -respondió-. Nada que se salga de lo corriente.

No añadió nada más, sino que se limitó a mantener la fuente de luz entre ambos, mirando fijamente a la chica. Cuando esta volvió a hablar, un brillo de interés escapó de sus ojos, y cuando volvió a asentir lo hizo con algo más de entusiasmo.

-Así es -confirmó-. No he descuidado mi forma. Espero que sepas aprovechar tu situación para entrenarte tú también. Podría entrenar contigo ahora si no estuvieras desarmada. Tu arma era interesante.

Esbozo una sonrisa amarga. Me he acostumbrado a estar sin mi arma, lo que no resulta nada beneficioso para mí, aunque quizás me haga algo más flexible. De todos modos, aquí tampoco tengo muchas posibilidades de sacarle partido a esa ausencia. Como mucho, entreno sola, pero sin un oponente, sin espacio, sin nada...

-Ahora mismo, por desgracia, no puedo asegurar siquiera dónde está mi arma... Pero si salgo de aquí y la recupero prometo que te brindaré la posibilidad de probarla como adversario. Siempre es interesante probar a enfrentarse a armas nuevas. Nunca sabes qué te vas a topar.

La flexibilidad en combate es una habilidad que siempre he valorado mucho tanto en mí como en mis compañeros.

De nuevo, Corbin asintió, conforme, con interés.

-Lo estaré esperando -aseguró, completamente sincero.

Había visto entrenar a la chica y sentía que enfrentarse a un arma como la suya sería, con toda probabilidad, un auténtico reto. Alehyss parecía dominar su arma a la perfección, y era manifiestamente rápida. Corbin, cuya agilidad no se contaba entre sus mayores virtudes, esperaba que una situación así pudiera ponerlo a prueba.

Por otra parte, esperaba que el encierro de la chica no afectara su práctica. Eso haría las cosas más fáciles y no sería en absoluto interesante. La quería en plena forma para enfrentarse a ella.

No puedo evitar desperezarme. Me duelen los músculos de entumecimiento que me causa estar aquí metida las veinticuatro horas.

- En ese caso, esperemos que me saquen pronto de aquí. Me estoy oxidando -comento, con desgana.

Me doy cuenta, de pronto, de que todavía tengo el sobre en la mano. Lo contemplo un instante y luego lo guardo en uno de mis bolsillos, resignada. Creo que hoy tampoco voy a leer lo que pone. Soy una cobarde, eso está claro.

Corbin... Hubo un tiempo en el que creo que se mostraba algo más abierto. No demasiado, pero sí un poco. Aunque al final, parece que lo único que busca en los demás es la posibilidad de entrenar.

-Corbin -inquiero, de pronto-. ¿Te agrado?

Corbin se preguntaba a qué se refería ella. No sabía cuánta información tenía la chica respecto a su cautiverio, aunque no parecía que tuviera muy clara cuál era su situación. En cualquier caso, la perspectiva de poder entrenar con alguien le hacía estar de acuerdo con la chica. No tenía, pues, nada que objetar al respecto.

Guardó silencio un momento, al igual que la chrysos. Al cabo de un momento, ella formuló una nueva pregunta que, si Corbin no se equivocaba, cerraba por completo el tema anterior para dar lugar a uno nuevo. Y no era precisamente una pregunta sencilla.

El claritas, con el ceño fruncido, caviló un momento, pensando en qué buscaría la chica con una pregunta de ese tipo. Finalmente, tratando de expresar lo mejor posible sus ideas, planteó sus reflexiones en voz alta.

-Eres silenciosa. Te tomas en serio tus obligaciones. Salvo contadas excepciones, mantienes también la seriedad cuando hablas -. La miró, como evaluándola-. Supongo que sí puedo decir que eres agradable.

Lo contemplo, silenciosa, mientras expone sus argumentos, sus ideas... No es algo que me quite el sueño, la verdad, pero a veces parece que si a este hombre no le preguntas las cosas directamente nunca obtendrás nada que se asemeje a una respuesta. A veces ni haciéndolo así se logra, de hecho. Así pues, supongo que su respuesta puede resultarme de lo más satisfactoria. Seguramente no muchos disfruten del beneplácito del claritas, que es bastante especial en el trato.

-Me alegra saberlo -admito, aunque por mi expresión seria cualquiera diría que me es indiferente-. A veces me resulta complicado entender cómo piensas, si te soy sincera.

Corbin negó un par de veces con la cabeza, y luego miró a la chrysos, entrecerrando los ojos. Después de todo, tenía sentido que ella no pudiera entenderlo. En cierto modo, era algo positivo.

-De eso se trata -replicó-. Dejar entrever los pensamientos es una debilidad. Si alguien puede leer tu mente, estás a su merced. Nadie debe ver más allá de lo que se le permita. Así es como uno está completamente protegido.

Un auténtico guerrero no se limitaba al entrenamiento físico, y eso era algo que Corbin había aprendido muy bien. Era necesario mantenerse imperturbable para que el enemigo no supiera a qué atenerse.

FdR- roleo pausado