Mazmorras

No puedo evitar esbozar una sonrisa. Es normal que, al fin y al cabo, incluso él...

Acerco mi rostro a los barrotes, iluminando un poco los ojos, clavándolos en los del claritas. Corbin siempre ha despertado en mí una curiosidad especial, aún cuando, tras el primero encuentro entre nosotros, descubrí que era más aburrido de lo que podría parecer a primera vista. Y ya he dejado de buscar hallar el secreto sobre su nombre, al menos de momento. Sin embargo sigue teniendo un punto curioso, interesante, de algún modo...

-¿Por qué te asusta estar a mi merced? ¿Temes que quiera utilizarte?

Lo miro con intensa curiosidad. La sonrisa que ha aforado en mis labios, apenas visible, se mantiene.

-¿No crees que deberías confiar en alguien?

Y lo dices tú... Maldita Lester. Solo supiste confiar en el maldito plumífero que te trajo aquí...

El claritas se permitió incluso sonreír. Alehyss Lester era una persona muy curiosa, constantemente haciendo preguntas. No hablaba mucho de sí misma, sin embargo. El chico recordaba habérselo comentado alguna vez.

-No lo has entendido -replicó-. No te tengo miedo. No temo lo que puedas hacerme. El detalle está en que tampoco te subestimo. Aunque no te tenga miedo, no te obvio por ello.

Las preguntas continuaban, una tras otra, casi como si se tratase de una entrevista. Corbin no recordaba que nadie le hubiera hecho nunca tantas preguntas como desde su llegada a Brontë. Tal vez, se pensó, se esperaba de él lo mismo.

-¿Por qué iba a confiar en alguien? -comenzó, y entonces ya le salió todo de carrerilla-: ¿En quién debería confiar? ¿Confías tú en alguien? ¿Esperas que confíe en ti? ¿Acaso tú confías en mí? ¿Por qué todo el mundo hace siempre tantas preguntas? ¿Qué tiene todo tan de particular? ¿Qué hay tan difícil de entender para que todos lo cuestionéis siempre todo?

Pese a la gran cantidad de preguntas directas, no había la menor agresividad en su tono ni en su expresión. Quizá, sin se estudiaban fijamente sus formas, podía vislumbrarse en él una curiosidad genuina. Y eso era todo.

Una sonrisa desafiante asoma a mis labios al oírlo decir que no me teme, aunque no puedo evitar notar que incluso ese matiz de seguridad es empañado, en parte, por el agotamiento, por la frustración, por...
Sus preguntas no me asustan. Y el tono que utiliza tampoco parece pretenderlo.

-Quizás llegue un día -comienzo, con tono suave y algo cansado- en el que, como yo ahora, te encuentres en una situación demasiado difícil como para superarla por ti mismo-. Contemplo los barrotes de soslayo, aunque mis pensamientos llegan mucho más lejos de estas paredes. Esbozo una mueca-. En ese momento en el que quizás precises de la ayuda de alguien para lo que sea -. Los ojos abandonan el metal y vuelven a Corbin-, y quizás te arrepientas entonces de no haber depositado ninguna confianza en nadie.

Y puede, también, que lo hagas de haberte confundido de persona.

Suspiro, apartándome el pelo hacia atrás con un gesto monótono. Lyam lo hacía bastante también, si mal no recuerdo. Quizás se sentía como yo ahora en esas ocasiones, aunque eso sería banalizar demasiado lo que siento aquí dentro.

-Cada uno tiene sus motivos para hacer preguntas. A algunos les interesa demasiado saber la vida de los demás. ¿Para qué lees, Corbin? ¿No es acaso para saber?

Corbin asintió lentamente, pensativo, creyendo comprender.

-Supongo que debo entender que esa es tu situación ahora -aventuró-. ¿Y cómo sabes en quién confiar? ¿Quién puede realmente ayudarte? Supongo que, si estás donde estás, es porque no lo sabes. No te ofendas, pero me alegra saber que comparto mi falta de información y consecuente debilidad con alguien. Por alguna razón, eso me reconforta.

Cruzado de brazos, ladeó la cabeza, estudiándola.

-Extraño afán de conocimiento... -murmuró, cavilando. Clavó los ojos en la chrysos-. Ahí te equivocas. Si leyera para saber, buscaría otra clase de lecturas. Prefiero leer para escapar de mí mismo. El conocimiento no me atrae especialmente.

De pronto, se sentía muy hablador. Probablemente, pensó, porque era capaz de entrever información en las palabras de la chica. O, tal vez, como forma de demostrarle que realmente no le tenía miedo.

Esbozo una nueva sonrisa, bajando la vista y el rostro unos grados.

-No hablaba de mí, en este caso, aunque pudiera parecerlo.

Al fin y al cabo, actualmente solo estoy aquí, varada, sin nada que hacer, encerrada, privada de libertad, pero... No hablo de mí, sino de Analyn, de Jager, de Kourt... ¿Incluso de Lyam? Y de mí misma, aunque lo niegue. Hablo de todos los que sucumben alguna vez y, de pronto, se derrumban de su pedestal, percatándose de que no tienen nada una vez se les priva de ellos mismos.
Yo puedo tratar de conseguir ayuda aquí donde estoy, aunque no lo logre. Pero ellos no. Y yo, por mi parte, no soy tan eficiente como quisiera...

Me encojo de hombros, recuperando una seriedad helada.

-Cada uno tiene sus motivos para querer saber.

Su última respuesta me sorprende un poco. Parece que es, realmente, todo un artista. Casi apetece aplaudir, pero sería una grosería.

-Desconocía que algo te atormentase -. No es cierto del todo. Guardas secretos sobre tu identidad. Pero no hurgaré ahí-. De todos modos, supongo que eso es porque no te interesa dar esa información, lo que nos vuelve a encaminar al tema tratado. No obstante, no voy a preguntar. Actualmente no existe en mí ese tipo de curiosidad centrada en investigar las vidas de otros por mera curiosidad.

La decepción casi pareció querer invadir el rostro de Corbin contra su voluntad. Se encogió de hombros, con un cierto aire de resignación.

-Una lástima -repuso-. Parece que vuelvo a quedarme solo.

Reflexionó un momento. ¿Para qué quería él saber? Quería conocer las historias de Rick para ponerlas por escrito. Quizá aquello era lo único que tenía claro. No. No era cierto. También quería conocer la forma de combate de todos aquellos que lo rodeaban para poder defenderse de ellos en caso de necesidad. Por lo demás, su mayor motivación de conocimiento era entender los comportamientos sociales que se desarrollaban a su alrededor. Pensándolo bien, sí tenía sentido que, al igual que él, otros tuvieran motivaciones, similares o no.

Por algún motivo, la joven caeruleus le vino a la cabeza un momento. Rechazó aquel pensamiento.

Negó con la cabeza.

-No hay nada que me atormente -repuso, con cierta extrañeza-. Sencillamente, me parece agradable olvidarme de mí mismo de vez en cuando. Todo se reduce a simple placer. No tengo nada que ocultar a ese respecto.

Enarco ambas cejas a la vez, sorprendida, sin poder ocultar la sonrisa de complacencia que acude enseguida a los labios. Vaya, vaya...

-Así que también tú tienes ese punto hedonista... Supongo que eso te hace un poco más humano.

Nunca hubiera imaginado al claritas reconociendo que el placer lo mueve a veces. Desde luego, cualquiera lo diría viendo su actitud normal. Aunque a estas alturas ya pienso que su forma de ser tiene que ver con algo... ¿Cómo decirlo? Algo más arraigado. Tiene un nivel de introspección muy elevado, pero no se debe a timidez... Supongo que ahí regirá, principalmente, la infancia y, por tanto, la educación y el entorno.

-Todo el mundo necesita evadirse alguna vez.

Enarcó las cejas, sorprendido por las palabras de la chica.

-¿No debería ser humano? -preguntó, sin estar seguro de entender lo que le estaba diciendo.

Corbin se veía muchas veces sorprendido por palabras o acciones a su alrededor que escapaban a su comprensión, y tenía la sensación de que él provocaba lo mismo en otros en algunas ocasiones. Lo que no esperaba era encontarse con que una declaración tan banal como aquella pudiera sorprender a otros.

Asintió, sin entender muy bien qué intentaba remarcar Alehyss al decir aquello. Era evidente que evadirse era necesario. Incluso Falace lo había consentido. Evadirse alguna vez permitía poder centrarse mejor en otras ocasiones. Un descanso de la mente que mejoraba la concentración en situaciones que lo requirieran.

-Así es -declaró.

Una suave risa abandona mis labios. Desde luego, ha tenido que tener una educación de lo más extraña. Cualquiera pensaría que ha vivido rodeado de nada más que libros, sin compartir estancia con personas que le enseñasen las bases de las relaciones sociales.

-Es solo una forma de hablar...

Me aproximo a los barrotes de nuevo, apoyando la frente en ellos, como si tratase de traspasar el hueco que hay entre las barras y salir. Obviamente, esto es imposible. Discretamente, oculto un bostezo con el dorso de la mano.

-Siempre me has parecido... -murmuro, nada más cerrar los labios-. Atractivo de alguna forma extraña...

La palabra no es esa. La palabra es curioso, interesante... Su comportamiento, su rigidez, su... Todo él...
Temo que su pasado sea tan aburrido como observar crecer la hierba, pues al interactuar con él podría esperarse eso o algo realmente traumático y triste... Y quizás me equivoque con ambas y simplemente sea extraño.

Corbin la contempló en silencio, escuchándola. Tardó un buen rato en responder a lo que le decía. Entre otras cosas, porque no sabía muy bien qué pensar de lo que oía.

Atractivo era un término que Corbin jamás había atribuido a personas, por el simple hecho de que nadie le había indicado que existiese esa posibilidad. Pensó un momento en qué matiz podía estarle dando la chrysos al término, y a continuación se planteó si él mismo podría atribuírselo a alguien.

Acabó por crear una lista de nombres en su cabeza. Inger le parecía "atractiva" porque le daba la posibilidad de compartir temas de conversación de los que nunca antes había podido hablar con nadie. Rick le parecía "atractivo" porque le contaba historias que le resultaban de lo más interesantes. La propia Alehyss le parecía "atractiva" porque, aunque aún no había tenido oportunidad de comprobarlo, parecía una digna contrincante. Incluso se obligó a reconocer, aunque a regañadientes, que Falace también le había parecido "atractiva", ya que le había enseñado a sobrevivir.

Volvió su atenció a la chrysos. ¿Qué motivos podría tener ella para considerarlo "atractivo"?

-¿Por qué? -formuló en voz alta.

Parece estar masticando mis palabras. Solo alcanzo a imaginar qué se pasa por su cabeza en estos momentos, pero me temo que nunca tendré la posibilidad de cotejar lo que creo que piensa con lo que realmente piensa. Aunque lo que me pregunta, finalmente, me da ideas sobre muchas de las cosas que no piensa ahora mismo, lo cual reduce las posibilidades de manera importante, sin contradecirse tampoco con mis ideas iniciales.

-No sabría explicarlo... Pero me despiertas curiosidad. Algo en ti me insta a buscar respuestas a tu forma de ser.

Parece tan sumamente inexperto en cosas tan básicas... No me sorprendería encontrarlo como sujeto de algún experimento social algún día, aunque tampoco es un caso tan extremo, supongo. Al fin y al cabo, se comunica.

-Y podría añadir que tus atributos físicos no son desdeñables. Al menos los que conozco.

Me permito el lujo de hacer esa broma porque supongo que no la entenderá.

Se encogió de hombros, entre cansado y divertido.

-Si me basara en algo así, podría decir que todo el mundo me parece atractivo -replicó, con un amago de sonrisa.

Ladeó la cabeza cuando la chica añadió un último comentario, y la miró de arriba a abajo, como si fuera la primera vez que la viera, evaluándola. En su complexión se veía que tenía experiencia en el combate y una complexión ágil y flexible.

-Supongo que se puede decir lo mismo de ti -respondió.

Descruzó los brazos y abrió y cerró los puños, tomando de nuevo conciencia de sus articulaciones. Retrocedió un paso. La conversación lo había dejado frío.

-Es tarde, Alehyss. Descansa. Ya volveremos a vernos.

Y, sin decir más, partió en dirección a la salida.

*Se va*

Mantengo la sonrisa, relajada, mientras me evalúa, y no la borro cuando habla. Sin embargo, no digo nada hasta que se despide, respondiendo a sus palabras con un "buenas noches". Sigo su silueta con los ojos hasta que se pierde entre las galerías de este horrible lugar. Luego, con un suspiro, me acerco a mi camastro y me siento, frotándome las sienes con cansancio.

-Tan seco como siempre...

Ni siquiera comprende qué sentido podría interpretarse en sus palabras. Admito que, para alguien como yo, eso resulta algo decepcionante, aunque mi vida tampoco gira en torno a eso.

Me tumbo y me tapo, suspirando de nuevo. Mañana entrenaré un poco...

-Buenas noches, Cassandra -me escucho decir antes de cerrar los ojos.

*se queda indefinidamente*

Hacía ya varios días que había tomado mi decisión, pero quería dejarlo todo en orden antes de irme. Tenía el equipaje casi preparado (realmente, no tenía mucho equipaje que preparar) y había enviado una carta a Allie diciéndole que me iba. Probablemente, pensé, le gustaría saberlo, ya que cuando volviera traería conmigo información más fiable que la que había tenido hasta el momento. También envié una carta al abuelo, confirmándole mi asistencia pero sin dejar clara la fecha de mi llegada. Sabía que, si le ponía fecha, él consideraría que llegaba demasiado pronto o demasiado tarde.

No tenía mucho más que hacer. En los días que quedaban antes de mi partida, me estaba dedicando a entrenar, como siempre. Sí estaba más pendiente de la gente, ya que había un par de personas de las que quería despedirme, aunque lo cierto era que no conseguía dar con ellas.

Dispuesta a solucionar una de estas despedidas, bajé las escaleras en dirección a las mazmorras. Me sabía mal marcharme sabiendo la situación de Alehyss, y de hecho sería una de mis principales motivaciones para volver pronto, pero había llegado a la conclusión de que tenía que volver a Aqua. Recorrí, pues, el pasillo hasta su celda, saludándola al llegar. Aunque no me lo había pedido, llevaba conmigo algo de comida que me habían preparado en la cocina; después de todo, aquello era lo que había querido la última vez.

-Hola, Alehyss -saludé, con una sonrisa tímida.

Al verla venir, por cansada que me encuentre, adopto una posición relajada, tratando de no preocuparla. Creo que bastante he hecho ya con estar aquí, y no quiero romperle la cabeza.

-Hola -respondo, aproximándome a los barrotes para encontrarme más cerca de ella mientras hablamos-. Hacía tiempo -comento, pero sin segundas intenciones-. ¿Cómo has estado?

De reojo, no puedo evitar mirar de nuevo a Cassandra. ¿No tenía amigos en palacio? Pues eso parece. Incluso los que vienen a verme a mí no intercambian con ella más que un par de palabras y ya, sin entrar en una conversación real. No es que yo me considerase nunca la mujer más popular de ningún sitio, y no me gusta estar rodeada de grandes grupos, pero reitero lo que dije a Corbin cuando vino... Todo el mundo necesita a alguien.

-¿Sigue todo igual por ahí arriba?

Sonreí con cierto nerviosismo al oír sus palabras. Sí, lo cierto era que hacía mucho que no venía por aquí. Me sentía algo culpable, ya que sabía que era la única forma que tenía de verla y dudaba que recibiera demasiadas visitas.

Me senté frente a ella al otro lado de la celda y me encogí de hombros.

-He estado arreglando algunos asuntos. Estoy bien, gracias -murmuré. Lamentaba decir que no eran los asuntos que a ella le interesaría que arreglara, como conseguir información.

Pensé un momento antes de responder a su siguiente pregunta. Finalmente, volví a encogerme de hombros.

-En realidad, no hay muchas novedades -comenté-. Pero algo sí que hay. Hablé con Heylel hace algún tiempo, dijo que se iría de Brontë, ya que se había reunido con su mujer y había arreglado lo del sello de la frente de Masslow. Dijo que no se iría hasta haberme presentado a Gabrielle, pero ya hace mucho que hablamos, así que no sé si al final se habrá ido igual o si todavía está por aquí.

Me mantuve un momento callada, como si esperase alguna reacción por parte de la chica. Entonces recordé algo.

-Te he traído una cosa -anuncié, tendiéndole el recipiente que me habían dado en el comedor.

Asiento, condescendiente.

-Descuida.

Ella tiene su vida, al fin y al cabo. Y ya no es la niña que conocí cuando llegó, de modo que comprendo que sus asuntos puedan ser importantes. Además, tratándose de ella... No me compensa ganarme su enemistad con quejas. Es, de hecho, una de las pocas ayudas que tengo ahora mismo, y no soy de desperdiciar recursos.

En cuanto a las novedades... En cuanto escucho el nombre de Heylel me hace interesarme enseguida por lo que tenga que decirme, aunque en principio opine que no hay demasiadas. Me inclino hacia delante, furtiva, interesada, apretando un barrote en cada mano, tensa.

-¿Planea irse para siempre? -inquiero, tratando de contener cualquier emoción que pueda percibirse en mi voz.

Tomo la comida que me ofrece, respondiendo con un "gracias" y abriendo el recipiente para recibir el delicioso olor. Sin embargo, sigo pensando en el aether.

-Si sigue aquí y lo ves dile que quiero verlo -pido a la piscis, algo fría.

Me encogí claramente de hombros, con expresión dubitativa.

-No lo sé -comenté-. Por lo que me dijo, creo que quiere llevarse a Masslow a Ventus y pasar un tiempo con él y con su mujer. Creo que tiene intención de volver, pero si lo hace, me imagino que tardará -. Hice un gesto un tanto desanimado-. Supongo que es normal, en las condiciones en las que está.

No me hacía mucha gracia, no solo por Heylel en sí mismo, sino por todos los demás que estaban haciendo lo mismo. Parecía que la gente se hubiera cansado de jugar y decidiera volver a sus casas. Era extraño.

Me mordí el labio al oír las palabras de Alehyss.

-Lo intentaré... si lo veo -murmuré. Reuniendo coraje, alcé la vista para mirarla-. Lo buscaré mientras siga aquí. Porque yo también me iré en unos días.

Vocalizo sus palabras con los labios, como repitiéndolas, pero sin llegar a pronunciar nada. ¿Planea volver? ¿O es una de esas cosas que uno dice porque tiene esperanza en ello, pero que termina sin hacer jamás? Al fin y al cabo, ¿qué lo retiene en este lugar? ¿Se siente un "guerrero de Brontë"? ¿Acaso cree que es su obligación seguir en este lugar, como si algo lo anclase?

Él tiene un lugar al que volver.

De todos modos, quiero verlo antes de que se vaya, regrese o no. Necesito volver a mirarlo a los ojos ahora que han pasado varios meses, volver a hablar con él.

-¿También te vas? -repito, como volviendo en mí, al oír las palabras de la piscis.

Permanecí un momento callada, desviando de nuevo la vista. A su pregunta, asentí sin mirarla. No podía evitar sentirme enormemente culpable por dejarla allí y marcharme. Nerviosa, tomé una trenza entre las manos, la desaté, la deshice y comencé a rehacerla.

Me atreví a alzar la vista hacia Alehyss.

-Resulta que... mi hermana se casa -expliqué. Por algún motivo, aunque para muchos no lo fuera, la explicación me parecía de lo más estúpida-. La boda será dentro de poco, y mi abuelo me ha escrito invitándome a ir. No estoy muy segura de si es una invitación o una orden, en realidad, pero... -Hice un gesto de incomodidad- es la primera vez que me dirige la palabra desde que me fui, así que...

Me encogí de hombros.

Relajo el rostro, mostrando una sonrisa condescendiente y asintiendo con suavidad. Al fin y al cabo, todo el mundo tiene vida más allá de estas paredes. También yo tengo una carta en la que mis seres queridos me instan a ir a casa, aunque en mi caso resulta más complicado.

-En ese caso no utilizaré ningún gesto de reprobación. No me gustan demasiado las bodas, ni tengo hermanos, pero comprendo que esta es una situación en la que ir a casa es lo más normal. ¿Cómo harás el viaje?

La distancia que nos separa de Aqua es grande. Supongo que partirá con tiempo, pero conocer el cómo será su viaje es un dato banal que llenará un poco el aburrimiento que siento aquí.

-Aprovecha y disfruta un poco del descanso, aunque no abandones por completo tu entrenamiento.

Ni siquiera lo hago yo aquí dentro.

Me encogí de hombros. La verdad era que la idea del viaje en sí mismo era complicada, ya que no tenía muchos medios y Aqua estaba muy lejos. Ya había realizado un viaje de aquel tipo tiempo atrás, y no había sido nada fácil. Ni rápido. Ni era algo que me apeteciera repetir...

-La verdad es que no lo sé -respondí-. Supongo que andando, en la medida de lo posible. O nadando. Me tendré que buscar la vida para llegar.

Prefería ir resolviéndolo sobre la marcha. Total, aunque lo planeara, no iba a salir a mi gusto, así que...

-Intentaré no desperdiciar el tiempo. Además, espero ver a Leen, Minta y Seranne, que trabajan en el ejército de Aqua, e intercambiar impresiones con ellos. Será interesante.

Guardé silencio un momento, y luego la miré.

-Espero volver pronto.

No puedo evitar que los ojos se me abran, sorprendidos, al escucharla. Desde luego, esta chica tiene arrojo. Eso o, simplemente, no tiene otra forma de viajar. Desde luego, saber valerse por uno mismo es de lo más importante, y también el poder aprender a sobrevivir en la naturaleza, pero de ahí a recorrer medio mundo a pie... Estoy segura de que hay formas mucho más útiles de hacerlo.

-Sí que tienes ganas de caminar...- murmuro, torciendo una sonrisa.

Suspiro, acuclillándome. Me aparto el pelo de la cara con un gesto, cansada.

-Nunca he estado en Aqua. Quizás cuando consiga salir de aquí y recuperar una vida normal me atreva a ir de visita-murmuro.

No sé si estoy siendo irónica o hablo en serio. Supongo que un poco de ambas.
Miro de nuevo a la piscis, relajando el gesto.

-Pásatelo bien.

Hice un gesto de poco convencimiento.

-Tanto como ganas... -repuse.

Me quedé un rato callada, pensativa. Acabé por encogerme de hombros.

-No hay mucho que ver allí, en realidad -respondí-. Es todo nieve y hielo. Si lo haces, vete abrigada.

A su último comentario, solté una risita sarcástica. Diversión no era precisamente lo que esperaba encontrar en casa...

-Se hará lo que se pueda -resolví.

Bajé la vista al suelo, suspirando con cansancio.

-Bueno, Alehyss -finalicé-. Espero volver pronto. Intentaré seguir moviéndome desde Aqua, aunque allí es muy complicado. En cualquier caso, si puedo ayudarte en algo, lo haré. Adiós.

Y, tras despedirme, me fui de las mazmorras.

*Se va*

Una nueva carta. Me la han traído hoy. Se me hace extraño que traten de esta forma a una prisionera, aunque, al fin y al cabo, no soy más que la sierva, o como quiera llamársele, de Madame Desmarais, de modo que no me extrañaría que para los del servicio yo tampoco fuese, exactamente, una delincuente.

De nuevo, una carta de mis padres. La última ni la abrí ni la respondí, y algo me hace querer hacer lo mismo con esta. Sin embargo, el sobre, de color azul, se me hace extraño. Así pues, con un nudo en la garganta y media mueca, abro el sobre. No puedo evitar que las manos me tiemblen un poco, a medio camino entre los nervios y el miedo. Es difícil mantener la calma en un lugar como este.

Finalmente, logro extraer el papel de dentro del sobre. Y entonces lo leo. Y al hacerlo, mientras los ojos devoran las palabras con curiosa avidez, voy notando cómo un frío extraño surge en mi garganta, cómo se acentúa el temblor de mis manos, cómo se me humedecen ligeramente los ojos...

Parece que todo va bien fuera de estas paredes.

Supongo que siempre he sido algo seca con todos, incluso con ellos, pero aún así se enorgullecen. Vaya estúpidos. Me cuesta creer que no se hayan dado cuenta de las veces que les miento. Seguramente sepan que su hija no es una valiente guerrera que lucha contra el mal por tener un corazón grande y bondadoso. Los padres siempre suelen saber la verdad, aunque la ignoren.

-Así que ya es el día, eh... -murmuro para mí, esbozando una sonrisa amarga.

Ya basta. He esperado demasiado. Es suficiente. Mi tiempo aquí ha de acabar. También yo tenía metas, objetivos, sueños... Y aunque los haya dejado de lado temporalmente, es hora de que me ocupe de mis asuntos. Cueste lo que me cueste. Es hora de que empiece a moverme.

Me pongo en pie con rigidez, estirando las piernas y los brazos tras unos segundos. Están aterecidos, como yo. Estas rejas me han atontado. ¿No era eso lo que se pretendía? Que me hartase, que perdiese la fuerza...

Basta.

He tenido tiempo para calmarme, para pensar con frialdad, para llorar y para cansarme de estar aquí... He tenido tiempo para muchas cosas, pero ese tiempo ha terminado.

Un joven viene a atender a Cassandra algo más tarde. Lo miro desafiante. Mis ojos chispean un momento.

-Quiero ver a Madame Desmarais -siseo, mirándolo fijamente, muy seria.

Odio que la lluvia me moje. Odio el sonido de los caracoles, de casi cualquier insecto, al ser pisados. Odio que las frases rimen, o que la gente cante en momentos inapropiados. Odio que me regalen flores. Odio que se burlen de mí, que me menosprecien, que me insulten. Odio no tener sexo si lo necesito. Odio el frío, pero también el calor excesivo. Odio las fiestas muy concurridas. Odio las celebraciones de cumpleaños.

Esta vez, sin embargo, haré una excepción.

En cuanto salga de aquí.

*fin de escena*

FdR- CUMPLEAÑOS FELIZ, CUMPLEAÑOS FELIZ! YA ERES DOS PATITOOOOOS~~ CUMPLEAÑOS FELIIIZ