Mazmorras

Frunzo el ceño, pero no respondo a sus primeros comentarios, que supongo que no sirven más que para minar mi humor y prepararme para algo, para que le sea más sencillo manejarme. Más de lo que ya le es por mi actual posición con respecto a ella.

Al oírla hablar de Massen me pongo alerta enseguida. Eso sí que no me hace ninguna gracia, sea lo que sea que quiere de ella. La joven es la única persona de todo Brontë, hoy por hoy, en la que me siento capaz de apoyarme un poco, y no quiero causarle ningún problema. Ya he traicionado a bastante gente, y tras lo de Heylel... me siento poco dispuesta a sacrificar más relaciones.
Pero pronto me deja claro que no tengo muchas opciones. Y yo no puedo sino maldecirla en mi mente. Pero, claro, llegados a este punto... ¿De qué me serviría resistirme? Solo perdería lo poco que me queda, y seguramente Massen correría el mismo peligro, o más todavía del que puede correr si soy yo la que trata con ella. Quizás esta sea una forma de protegerla un poco, mejor que si fuese cualquier otro, alguien que no se preocupase por ella.
Inspiro profundamente y me pongo en pie, finalmente, acercándome hasta la puerta, mirando a la mujer a los ojos, seria y serena; segura.

-¿Sufrirá ella algún daño? -inquiero, casi amenazante.

Cuando se va regreso a la pared y me dejo caer abatida en el suelo, deslizándome por la roca. Me tiemblan las piernas y he comenzado a respirar más rápido. No me puedo creer que me esté pasando esto. Y, de nuevo, yo misma me lo he buscado. Ni siquiera la buena noticia sobre Jager y los demás evita que se me empañen los ojos, pero los seco con la capa de Nille y corto las lágrimas.
Nada de llorar... Lyam no lo hizo, y tú tampoco lo harás.

Cierro los ojos, recostándome contra la fría pared. ¿Qué clase de muñecas podría tener Massen que puedan interesar a Madame Desmarais? Todo lo que puedo saber de su correspondencia es que un día le había llegado una carta, pero hace poco Nagore me dijo en las termas que Massen estaba aprendiendo a leer.
¿Significa eso que nunca llegó a leer aquella carta? Porque si su familia sabía que ella no sabía leer, quizás no le mandasen cartas, sino que buscasen otra forma de comunicarse con ella, aunque en Brontë nunca han sido muy comunes las visitas...

Tengo que pensar algo... No quiero que Massen se meta en ningún problema. Y menos aún si yo soy la encargada de meter las narices. No voy a volver a cometer un error que acarree problemas a otros.

*se queda indefinidamente*

Lleva algún tiempo esperando. Es paciente, así que no hay problema. Simplemente espera, tranquila, a que llegue el momento. Al parecer, la chica es popular. Van uno tras otro a verla. Eso le parece divertido.

Finalmente, tras asegurarse de que no hay nadie con ella, se aparece en el mismo interior de la celda con total tranquilidad, apoyada contra los barrotes, con un pie sobre ellos y los brazos cruzados bajo el pecho. Con los ojos semiiluminados, la observa con una dulce sonrisa.

-Cielo... -murmura, cariñosa y con voz suave-. ¿Qué has hecho? Creí que habíamos quedado en que te portarías bien...

Con pasos seguros y de natural elegancia, se acerca a ella y se sienta a su lado. Recogiendo las rodillas con los brazos, la mira.

Cuando escucho una nueva voz se me crispan los nervios. Me encuentro de nuevo con la cabeza enterrada entre las piernas, abatida. Ni siquiera reconozco a la dueña. Solo tengo ganas de que se vaya, de que me deje en paz. ¡Estoy harta de que vengan a verme! Cada nueva visita es un nuevo suplicio, una tortura. Agradecería estar en la cárcel, junto a los otros, pero en lugar de eso tengo que estar aquí sufriendo por ellos, por Lyam, por Massen... Y yo he cometido delitos también. ¡¿Por qué no puedo estar yo en la puñetera cárcel?!

Alzo la vista, con el ceño fruncido, dispuesta a ladrar a la maldita persona que ha venido a tocarme los ovarios esta vez, pero me sorprendo al comprobar que se acerca. Está dentro, conmigo, y la sigo con la mirada hasta que se sienta a mi lado. No sé si es reconfortante o solo es la sorpresa, pero ver a alguien junto a mí me calma un poco.

-Quería comprobar hasta qué punto me aguantarías en tu casa... -murmuro, algo alicaída, pero manteniendo un tono cínico en todo momento.

Suspiro y entierro de nuevo la cabeza entre los brazos, cansada. ¿Ha venido también a burlarse o a pedirme que espíe a alguien o algo semejante? ¿Quizás está Aren Darvenwish a la cola, esperando a su turno para venir a verme?

Una pequeña risa cantarina fluye por su garganta al escuchar la respuesta. Pobre chiquilla. Parece mucho más pequeña ahora, como un cachorro asustado. Era más entretenido cuando trataba de defender su territorio.

Niega con la cabeza.

-Cariño, tengo mucha paciencia -repone-. Bastante más que tus superiores, por lo que veo. Y créeme que no me importa en absoluto lo que vayas haciendo fuera de estas paredes. Si por mí fuera, tendrías total libertad para moverte por mi casa -. Suspira, con un gesto aburrido-. Pero compréndeme, no me apetece discutir con esa panda de amargados. Y Jillian se pondría como una fiera -. La mira fijamente-. Créeme, no quieres presenciar una escenita de ese estilo.

Desvía la mirada a sus manos, como si hubiera encontrado en ellas algo tremendamente interesante. Con un gesto zalamero, mira a Alehyss por el rabillo del ojo.

-Aunque, claro, podría hacerte algún pequeño favor. A veces me gusta ser generosa. Y, aunque ellos sean tus superiores, esta sigue siendo mi casa -expone con voz sugerente.

Poco me importan las buenas intenciones de la chrysos, pues, como dice, por mucho que ella quisiese dejarme hacer lo que me viniese en gana, no puede, ya sea porque no lo tiene permitido o, como parece, porque no quiere incomodar a los demás líderes. Lo que me resulta perfectamente normal. Yo también me hubiese encerrado en esta asquerosa celda si me encontrase en la situación de otro.

Lo del favor, sin embargo, me hace alzar la cabeza. La miro directamente, encendiendo un poco los ojos, completamente seria. Me siento, incluso, desafiante. No puedo decirlo, pero tengo ganas de hacerlo: "¿También tú me pedirás que traicione a mis amigos, los pocos que me quedan, o que trabaje indefinidamente para ti haciendo quién sabe qué cosas?" A estas alturas pareciera que aceptar el favor de cualquier persona fuese sentenciarse a una vida de infelicidad y una mala noticia tras otra.

-No sé qué podría pedirte que no contradijese a mis superiores -murmuro algo malhumorada.

No quiero ser desagradable con ella. Me estoy conteniendo. De nuevo, me hallo frente a alguien poderoso, importante... Y no quiero estropear más las cosas.

-Llévame a Ventus -bromeo con desánimo, acabando la frase en una mueca y un suspiro.

La chica, como es lógico, no parece cómoda en absoluto. Más bien, parece que se le haya caído el mundo encima. Y con razón. Fera suspira casi a la vez que ella, aunque su suspiro es mucho más relajado. Niega lentamente con la cabeza.

-Tesoro, haz un esfuerzo -murmura, aún con dulzura-. Ya sé que no estás en tu mejor momento, pero también sé que eres una chica lista. Como bien sabes, no puedo llevarte a Ventus. Eso sería... Bueno, creo que no necesito explicártelo para que lo entiendas. Pero dentro de estas paredes, soy la persona con más poder en este momento. Todo el servicio del palacio está a mi disposición antes que a la de nadie. Todos estos terrenos están bajo mi control. Incluso la celda en la que te tienen encerrada me pertenece. Dada tu situación, creo que puedo ofrecerte bastantes cosas de utilidad, aunque ninguna de ellas sea lo que más deseas. Estoy en mi territorio, pero compréndeme, no soy omnipotente.

Así que Ventus. No le sorprende. No le interesa demasiado el asunto, pero se ha molestado en informarse de quién está encerrado en sus mazmorras y por qué. De reojo, mira la otra celda ocupada. No tarda en volver la vista de nuevo a la chrysos.

-¿Y bien? -pregunta-. No tiene que ser ahora. Aunque, como comprenderás, no voy a dedicar todo mi tiempo en asegurarme de cubrir todas tus necesidades.

Asiento, abatida. Por supuesto, ella no puede darme lo que más deseo en estos momentos. Y por muy resentida que me ponga, con ella o con el mundo entero, va a seguir sin poder dármelo. Sin duda, por mucho que me cueste aceptarlo, ir a Ventus está muy fuera de mis posibilidades ahora mismo. E incluso yendo allí sería complicado salvar a mis compañeros sin ser descubierta.
Ella me puede ofrecer cosas más simples y menos deseadas, pero rechazarlas por mal humor o despecho no va a cambiar nada, y terminaré arrepintiéndome. Casi seguro.

Lo primero que pienso es un arma, pero me temo que si le pido algo así se marchará sin considerarlo siquiera. No va a darme un arma, y eso es obvio.
Cierro los ojos un instante, inspirando profundamente por la nariz y dejando el aire en mi interior, cavilando un instante, tratando de dejar mis problemas al margen durante un solo momento. Cuando los abro ya he tomado una resolución.

-Un baño -digo, segura.

Un baño y ropa limpia. Sería tan agradable asearme con algo que no fuese una tina de agua fría y sin tener que depender de la capa de Nille para no oler mi propio sudor...

La miro, entre expectante y desconfiada. Quizás... Es mucho suponer, pero... Si tuviera mucha suerte y ella se despistase o "se despistase" mientras me baño... Quizás podría escapar...

Parece que no se decide. Sus cavilaciones, tan serias, casi le dan ganas de decir que puede pedir varias cosas. Sin embargo, se mantiene en silencio, expectante. Cuando la morena da su respuesta final, no se contiene. Absolutamente encantada, enarca una ceja y expone una pícara sonrisa.

-Será todo un placer -responde, con voz risueña.

Y, sin esperar más respuesta, posa una mano en el brazo de Alehyss y lo agarra con firmeza, aunque sin hacerle daño. Formulado el hechizo, la traslada hasta los baños.

*Se desvanecen*

Aparecen de nuevo en la misma celda de la que salieron. Cuando Fera separó su mano del hombro de Alehyss, lo hizo subiéndola hasta su quijada, regalándole una sutil caricia antes de retirarla. Ladeó la cabeza.

-En fin, preciosa, tengo cosas que hacer -declaró-. Si me necesitas, díselo a alguien del servicio cuando vengan y vendré personalmente a verte. No tengas reparo en pedir. Les daré un aviso para que os traten bien, ¿de acuerdo? Ánimo con ello, cielo.

Y, con una última sonrisa, retrocedió dos pasos. Con un último gesto de despedida, se desvaneció en el aire.

*Se va*

Tras aparecer en la celda, aseada y con el pelo todavía húmedo, pero limpio y liso, recibo una caricia de la chrysos, a la que respondo con una leve sonrisa algo apagada. Lo cierto es que estar aquí de nuevo resulta de lo más deprimente, pese a que mi olor corporal haya mejorado bastante.
Aunque Fera no vaya a decirme nada sobre mi situación, continúa siendo una anfitriona de lo más amable. Asiento a sus palabras, aunque no le pediré nada de momento. Es una oportunidad muy tentadora, pero no quiero perderla por ponerme pesada el primer día. Le doy las gracias de todos modos, y la despido cuando se va.

El silencio regresa. En el fondo me resulta una mujer muy agradable, aunque su tono y sus gestos resultan un poco incómodos al principio.

Suspiro y me acerco a los barrotes de la puerta. Estoy cansada, pero mucho más relajada que hace unos días, cuando llegué a esta jaula. Y, pese a todo, Jager sigue en la misma situación, y todos los demás... Me pregunto cómo le habrá ido a Lyam, incluso. No lo veo desde que Madame Desmarais apareció, y lo de Heylel pareció dejarlo algo afectado.

Regreso junto a la pared y me siento, bajando la vista al suelo, pensativa. Tiene que haber una forma de que yo haga algo, aunque esté aquí metida...
Es frustrante, pero al menos puedo pensar con más claridad. Eso es lo peor... Que al final, pese a mis esfuerzos por ser profesional y seria, termine sucumbiendo ante algo tan carnal.

*se queda indefinidamente*

FdR- Supongamos que lo de Fera y Alehyss pasó solo hoy y lo de Lyam y Madame solo el otro día XDU

Lyam bajó a las mazmorras con un zurrón colgado de un brazo y una camisa en las manos. Hacía una semana que no pasaba por ahí, y durante ese tiempo se había planteado si debía hacerle caso a su parte más caritativa o si, por el contrario, debía ignorarla y atesorar su ropa. Finalmente había optado por el altruismo, así que ahí estaba, adentrándose en el lugar con el mentón bien alto, arrogante.

A diferencia de la primera vez, en la que sólo le había dedicado un vistazo, esta vez sí que se detuvo en la celda de Bocanegra. La piscis no le caía especialmente bien, pero un alma caritativa no hacía excepciones (o al menos eso creía). Así pues, sin decirle nada y manteniendo su gesto orgulloso, le tendió la camisa, colándola por entre los barrotes. Que la aceptase o no ya era decisión de la piscis. Francamente, la camisa era algo vieja, así que lo que hiciese con ella le daba bastante igual.

Sin esperar una respuesta por parte de Bocanegra, el chrysos comenzó a caminar hasta llegar a la mazmorra donde estaba Alehyss. Con un par de largas zancadas llegó hasta los barrotes. Carraspeó. Luego, alzando aún más el mentón, coló el zurrón por el espacio que había entre las barras y esperó.

Veo llegar a Lyam, silencioso, cargando una especie de bolsa. Enciendo los ojos, observándolo. Lo mete a través de los barrotes. Yo, por mi parte, me pongo en pie con cautela y me acerco a estos, mirando primero al suelo, pero finalmente centrando mis ojos en él.

-¿Qué es? -inquiero, haciendo una seña a la bolsa, más extrañada que otra cosa.

No me sorprendería que fuese un gas venenoso para matarme. Corrijo... Me sorprendería que lo fuese, pero al mismo tiempo me parecería de lo más justo.

Sin mediar más palabra me agacho, tomando lo que resulta ser un zurrón (desde mi anterior posición no se distinguía bien), y examino su interior. Ropa y un par de libros.
Sin detenerme en detalles, alzo la vista y lo miro, escéptica.

El chrysos frunció el ceño. ¿Cómo que qué era? ¿No podía imaginarse qué era? Teniendo en cuenta su última conversación y las aparentes carencias de la chica, ¿de verdad no podía imaginárselo?

—Ropa —dijo, serio, mirándola. Luego apartó la vista y añadió—: Y un par de libros.

Había pensado, siempre pensando en las veces que él había estado encerrado en una mazmorra, que le gustaría tener algo con lo que entretenerse. Y como la había visto varias veces en la biblioteca, había supuesto que no le molestaría que le llevase un par de libros (aunque uno fuese de ficción).

Cruzó los brazos cuando Alehyss finalmente cogió la bolsa y clavó sus ojos en los de ella. El deje escéptico que había en la mirada de la chica le hizo alzar más el mentón.

—¿Qué?

Parece que no me equivoco. Nada más de lo que he visto, y tampoco nada menos. Ropa y un par de libros. Quizás no sea de mi talla, pero tampoco lo es esta capa. Y no tengo muchas ganas de leer, pero las horas aquí pasan muy despacio. Por muy preocupada que esté no me viene mal algo con lo que distraerme.

Lo observo reaccionar a mi gesto, a mi mirada, a mi pregunta... Parece de mal humor. De alguna forma eso me alegra. Al menos está resentido conmigo. Eso es bueno. Aunque debe aprender a que no es bueno llevar cosas a las personas que te han herido para obtener beneficios.

-Gracias -. Aunque hablo seria, algo seca, relajo el gesto, sin dejar de mirarlo. No tengo motivos para parecer borde. Ni derecho tampoco. Y estoy algo más tranquila.

Torció una sonrisa, manteniendo un deje orgulloso en el gesto.

—Un placer.

En el fondo le alegraba que hubiese cogido el zurrón. Pero no se lo iba a decir. Si hubiese podido hacer que otra persona (cualquiera) le hubiese llevado la ropa a Alehyss, lo hubiese hecho. Pero en toda la semana no se había encontrado con nadie, así que al final había decidido ir él mismo. Y precisamente por eso, porque iba él y no otro, no iba a decirle que le alegraba que lo aceptase. También por eso le había dado una insulsa camisa a Bocanegra (por si acaso; por si por algún motivo la chrysos le decía que lo hacía sólo con ella porque era especial).

Con cuidado, pues todavía le dolía bastante el costado (se estaba empezando a plantear que salir tan pronto de la enfermería no había sido una idea brillante), se sentó, cerca de los barrotes. De reojo, miró a la chrysos.

Asiento lentamente. Es un gesto irrelevante, la verdad, pero da a entender que acepto sus palabras. Mantengo el zurrón agarrado, sin pararme a ver concretamente qué libros me ha traído, o qué prendas de ropa. En lugar de eso, lo miro sentarse con lentitud.

-¿Qué tal tus costillas? -me atrevo a preguntar, seca.

Es casi una pregunta por sacar el tema sin ser agresiva. Supongo que si todavía le duelen y Madame Desmarais le aplicó un hechizo la última vez no será un leve rasguño. Y, tratándose de Jager...

Tras un breve silencio, me siento también, a unos veinte centímetros de los barrotes, clavando mi vista semiiluminada en el suelo. Evito suspirar, aunque me apetece.

Se encogió levemente de hombros. Le habían roto las costillas hacía poco más de una semana, así que todavía le dolía bastante todo. De hecho, durante unos días hasta se había planteado buscar a Madame Desmarilles, por si por amabilidad volvía a aplicarle aquel hechizo. Pero había decidido que aquello no podía ser buena idea, por mucho que el conjuro le hubiese relajado aquella vez, así que ni se había molestado.

—Tirando. —Clavó sus ojos en los de la chica—. Todavía me duele el costado e imagino que irá para largo, pero bueno. Podía ser peor. —Rió entre dientes—. Podían haber sido ambos lados, por ejemplo.

Apartó la mirada y, con un amago de sonrisa, observó el suelo. Pasados unos segundos, volvió a reír.

—Aunque admito que tal vez debería seguir en la enfermería.

Ahora no iba a volver, porque sería ridículo, pero estaba convencido de que sería lo mejor para su cuerpo.

fdr. lol desmarilles, sí, bonito, sí xD
fdr2. me han dicho que ya van dos, así que así se queda el desmarilles

No alzo la vista para mirarlo mientras habla. Está bien saber que poco a poco se recobra. Y si es un irresponsable que se va de la enfermería antes de lo necesario... Bueno cada uno es responsable de su salud, y Lyam ya es mayorcito. Si va contra lo que le dicen los médicos y no se queja luego, por mí está bien. Por mí está bien de cualquier forma, bueno. Está herido por mi culpa. No voy a ir a echarle nada en cara.

-Quizás a que te echen un vistazo, aunque sea -comento, evitando su mirada, dibujando figuras con un dedo en mi pierna con falso entretenimiento.

Es menos incómodo que la última vez. Quizás si me pegase un puñetazo en la boca del estómago fuese menos incómodo, pero no voy a dejar que lo haga. Ni que lo piense siquiera.

Frunció el ceño. Ya le habían echado un vistazo. Y ya le habían dicho qué le pasaba. Lo único que conseguiría sería que le llamasen irresponsable. O inmaduro. O estúpido. Y ninguna de esas opciones le gustaba demasiado. Además, ¿qué más podían decirle? ¿Que guardase reposo? Eso ya lo sabía.

—Pero ya me han echado el vistazo, ya me han dicho qué me pasaba y ya me han dicho qué debía hacer. —Miró a la chrysos a los ojos—. Si volviese, además, quedaría como un estúpido irresponsable.

Bajó la vista a las piernas de Alehyss, que parecían haberse convertido en un lienzo. Alzó las cejas.

Me encojo de hombros. ¿Qué le voy a decir en ese caso que no sepa? Y, esta vez sí, suspiro.
Al alzar la vista hacia él me encuentro con que parece atento a mis dibujos sin sentido, al igual que yo. Inconscientemente me detengo, repentinamente incómoda por su atención. Supongo que es normal, aunque lo que estuviese haciendo careciese de importancia.

Él está fuera... Ojalá pudiese estar fuera yo también, siendo libre de salir o entrar a placer... Pudiendo asearme en cualquier momento y sola o acompañada.

-¿Qué vas a hacer a partir de ahora? -pregunto de pronto, seca, haciendo referencia a su situación. Quizás él esté fuera y yo dentro, pero no debe de encontrarse en una posición mucho mejor a la mía.

Observó las piernas de la chica hasta que su dedo se detuvo. Frunció levemente el ceño, confuso, y alzó la mirada, topándose con la de ella. Carraspeó entonces, repentinamente incómodo, y aparto la mirada para observar un fragmento de suelo que tenía a su izquierda, encontrándolo realmente interesante.

No apartó la vista hasta que la chrysos habló. Cuando lo hizo, Lyam volvió a mirarla. Torció el gesto.

—No lo tengo muy claro —admitió. Suspiró—. Tampoco creo que haya mucho que pueda hacer.

Volvió a mirar el suelo.

Asiento de nuevo, sin decir nada. Tiene completo sentido. Yo me siento igual. A corto plazo supongo que estaré aquí. A largo plazo... ¿Quién sabe? Para mí la cárcel era la opción más segura, aunque a saber... Quizás tengan otros planes para Alehyss Lester...

Suspiro, mirándolo algo cansada. Ni me esfuerzo en sonreír para ser agradable. Dudo que le resultase de ayuda.

-¿Por qué estos libros? -inquiero, serena, cambiando radicalmente de tema.

No es algo que me importe demasiado, pero quizás anime un poco la conversación. Y si me lo cuenta él y no me interesan ya puedo evitar empezarlos.