Mazmorras

Al terminar la caricia hago una leve herida en su mejilla, arañándola, aunque queda prácticamente imperceptible sobre su piel morena. Luego aparto por completo la mano de los barrotes y me acomodo bien la ropa, alisando los pliegues que se han formado en mi perfectamente confeccionada ropa.

-No me importa que te fíes o no te fíes de mí, realmente -comento con indiferencia, retirando un mechón de mi rostro y mirando a la chrysos a los ojos-. No tienes otra opción.

Y tras esas palabras recupero mi sonrisa y me despido con un pequeño gesto de cabeza, apenas un asentimiento que no desordena mi cabello. Sin escuchar nada más de lo que tenga que decirme, desaparezco.

*se va*

Frunzo el ceño y golpeo uno de los barrotes por el puño, causándome un desagradable dolor en los nudillos que haga que me arrepienta de haberlo hecho. Luego dejo ir un gruñido incómodo y, una vez más, pego una patada a la puerta, que no cede.

-Maldita zorra...- siseo, dando la espalda a la puerta y acercándome de nuevo a la pared del fondo de mi celda.

Este sitio es asqueroso. Tengo que encontrar la forma de largarme de aquí e ir a Ventus. Y todo eso antes de que la organización se entere...
Joder...

*se queda indefinidamente*

He oído los pasos pero no he querido levantar la vista. Me consolé pensando que sería alguien del servicio a traernos algo, o a atender a Bocanegra (he tenido tiempo de ver que era ella, aunque no sé qué le ha pasado), como ya ha pasado hace un par de horas, pero cuando los pasos se detienen ante mi celda tengo que resignarme. Y es que no quiero ver a nadie, pero la voz que escucho es la que menos me esperaba oír, y también una no muy deseada.
Una chispa recorre mi rostro, irregular. Mis ojos se alzan, aunque yo sigo sentada en el suelo. Clavo la mirada, encendida, en el aether, que me mira desde fuera con una posición y una actitud que me hace hervir la sangre. No está en posición de mirarme así, como si él no fuese más que una víctima. Aunque ese fuese su caso, aunque me perjurase que no es un cabrón que me ha traicionado de la misma forma que hice yo con Lyam... No me importa. Porque si Jager muere será todo por él. Todos mis esfuerzos por salvar a la gente que me importa se quebraron en el momento en el que él hizo lo que creía correcto.

-Y pensar que confiaba en ti... -murmuré, con tono monocorde, bajando de nuevo la vista al suelo.

Creí que explotaría al verlo. Mucho más de lo que exploté con madame Desmarais, pensaba... Pero... No sé si es que las horas en esta celda me han agotado o que, simplemente, llegado este momento no estoy segura de qué reacción adoptar. No me importan sus razones, sus motivos... La traición que siento va más allá.

En todo Brontë solo hubo dos personas con las que me relajé realmente... Y pago por una de ellas.

Más chispas recorren mi rostro cuando se excusa, cuando me considera su amiga, cuando menciona a Gabrielle, y también cuando pronuncia el nombre de Jager como si yo se lo hubiese dicho alguna vez. Aquellas veces que le hablaba de mi incapacidad para estar con Lyam, cuando le hablaba de un hombre de mi pasado... No estaba sino mostrando mi debilidad al mencionarle a aquel al que buscaba para ajusticiar.
Cuando dice lo de Lyam, sin embargo, me pongo en pie como un resorte y, agresiva, llego hasta los barrotes en un instante, sujetando uno de ellos a la altura de mi cara con mi mano derecha. Mis ojos lo miran con rabia. Ha metido el dedo en la herida... ¿No le llegaba con joder todo lo demás?

-Me importa poco si eres un joyero -gruño con fiereza. Que parte de sus historias fueran verdad no me consuela-. Cuando la organización se entere irá a matarlos, se encuentren donde se encuentren. Yo iba a salvarlos y tú lo estropeaste.

Si me hubiese dado más tiempo... Madame Desmarais solo quería que disimulase hasta poder infiltrarme mejor para destruír la organización... No tenía que haber pasado nada a ninguno de nosotros. Pero ahora todos moriremos.

-Me arrepiento de cada palabra que te dije -siseo con rabia, notando mis ojos humedecerse, seguramente debido a esta.

Le hablé de Jager, de Lyam, de mí... Y ahora siento como si me hubiese atravesado con un puñal por la espalda y hubiese acabado con todo lo que tenía. Y no tenía demasiado.

FdR: Friendship is magic!!

Aparto la vista mientras habla, aunque en ningún momento lo interrumpo. No me sorprenden gran cosa la mitad de sus palabras. Y entiendo perfectamente que luchase por unos valores diferentes a los míos, por la justicia, sin poder pararse en mis problemas debido a la ilegalidad de mis actos. Pero, pese a ello... Todo sigue igual. Y no ha salvado a nadie más que a Lyam, poniendo en peligro a los demás. Si hubiese aguardado a que disolviese la organización junto con Madame al menos no temería por la vida de Jager, Analyn y Kourt, por encerrados que estuvieran, pero al final parece que todo lo que hice ha servido para menos que nada.

-Sí que fuiste un iluso -siseo con rabia-. Yo no fui menos, pensando que podría salvar a Jager...

Si estuviera en la cárcel a salvo podría soportarlo. Podría vivir con ello. Pero sé que no es así... Sé que enseguida irán a matarlo, y luego a los otros y también a mí. Y eso es por mi negligencia, pero también por mi estupidez. Creí que yo sola podría acabar con todo eso.

-Tu traición me duele -murmuro, pareciendo de pronto más entristecida y frágil, aunque en mi interior sigue bullendo la ira, que se muestra en forma de esporádicos chispazos-, pero lo que no podré soportar será la muerte de Jager sobre mis hombros. Todo esto lo hice por salvarlo...

De nuevo, lo miro. Mis ojos siguen húmedos, pero ni una sola lágrima ha escapado de ellos. Heylel siempre habla de amistad, de amor y de esas cosas ñoñas que siempre he odiado, pero al final se preocupa por sí mismo, como todos. Incluso él es egoísta a la hora de la verdad. ¿Qué cabría esperar? Nadie deja de serlo, realmente.

-¡TODO ESTE TIEMPO LUCHABA POR SALVARLO Y HA SIDO UNA PUTA PÉRDIDA DE TIEMPO!

La mirada se me emborrona, pero de nuevo mantengo las lágrimas en su sitio. No he llegado hasta aquí para llorar en una celda ante la persona que me ha traicionado. Eso sí sería humillante.

Le doy la espalda, pegándola a la puerta de la celda.

-Yo debería estar con ellos... Así moriríamos todos juntos, al menos -musito entre entristecida y fría.

Frunzo el ceño, lanzando una mirada al aether con desprecio. Luego bajo la vista y niego con lentitud, apretando mucho los puños, pero consiguiendo mantener más o menos la calma.

-Si quieres servirme de algo evita que se filtre que los habéis capturado, pues en cuanto se sepa llegarán a ellos. Pueden hacerlo -murmuro apagada.

Con pasos lentos me dirijo de nuevo hacia la pared opuesta y me siento contra ella, dejándome resbalar y cayendo al suelo, sentada. Abatida, apoyo ambos codos en las piernas dobladas y dejo caer la cabeza entre ambos, cansada. ¿Qué puedo hacer yo? Ya es tarde para intentar nada, aunque si consigo salir de aquí iré a Ventus de todas formas... Aunque tenga que arrastrarme hasta Humus y escalar una montaña solo con las manos para subir...
Suspiro.

No tengo motivos para creerlo, pero tampoco para no hacerlo. Supongo que es porque, aunque me ha traicionado, me niego a creer que todo el Heylel que conocí desde mi llegada era falso. Si fuese así, si no hubiese sido más que una máscara suya para engañarme, si cada una de sus palabras y consejos hubiese sido fingido para obtener algo de mí, me sentiría terriblemente mal. Al fin y al cabo, incluso yo, que vine aquí sin querer confiar en nadie terminé tomando aprecio a algunas personas. ¿Debería ser él diferente?
Estoy muy furiosa con Heylel, pese a todo. Aunque me sacase de aquí, o aunque me prometiese las cosas más improbables y maravillosas y las cumpliese... Lo que ha hecho me ha costado un precio demasiado elevado para mi gusto.

Lo oigo marcharse sin levantar la cabeza, que sigue apoyada en mis brazos, gacha, mirando al suelo. No ha debido venir. Debería haberse ido ya de Brontë, lejos de mí, porque quizás le haga daño si vuelvo a verlo. Él y su maldita mujer deberían marcharse a su casa, a seguir teniendo una vida insulsa y segura y no molestar a la gente con sus problemas.
Por si fuera poco, me ha hecho pensar en Lyam. Supongo que estará en la enfermería, recuperándose de los golpes. Siendo como es Jager de animal, quizás le haya roto algo.
Y Jager... ¿Jager estará en Ventus ya? ¿Estará despierto? Analyn tiene a Kourt, que la protegerá, pero si Jager despierta nadie cerrará su bocaza y acabará recibiendo más... O tal vez sus heridas se hayan infectado y esté febril, apenas consciente, corriendo peligro...

Un sollozo se me escapa, y con él una lágrima. Me limpio con la manga y soy capaz de contener el segundo, aunque no resulta demasiado sencillo.
Lentamente, me tumbo en una manta que me han dejado y me hago un ovillo, sintiéndome apestosa en este lugar. Cierro los ojos y aguardo al sueño en esta posición, aunque dudo que venga pronto a buscarme.

Quizás exista alguien dispuesto ayudarme en este palacio... Alguien al que pueda convencer para que me saque de aquí, o para que me ayude sin contarle demasiado, o quizás confesándolo todo. Quizás exista esa persona dispuesta a acercarse a mí y ayudarme a salvar a mis compañeros.

Y un cuerno, Alehyss... Estás jodida, y ellos también.

*tarda mucho, pero se duerme*

La noche ha sido horrible. Tengo la mitad del cuerpo entumecido debido al duro suelo y a la humedad y apenas he pegado ojo, aunque eso no me preocupa especialmente. A causa del desayuno, además, mi estómago parece tener una piedra dentro. Ya he ignorado la comida por el momento. No tengo una pizca de hambre.

Me desperezo y comienzo a caminar de un lado para otro de la celda, frustrada, como llevo haciendo gran parte del tiempo. El pequeño espacio es asfixiante y tengo demasiadas cosas que hacer para quedarme aquí encerrada sin hacer nada.
Lanzo una mirada a Bocanegra, que se encuentra en su celda.

-¿Qué te ha pasado? -pregunto mirándola desde mi posición.

Desde que he llegado no le he dirigido la palabra, pero he visto varias veces a mujeres del servicio ir y venir para antenderla, y la piscis no parece en muy buen estado. Sin embargo, desde donde estoy no se ve demasiado bien su celda. Pero ya que aquí no hay mucho que hacer, sin embargo, quizás pueda darme conversación.

Tras escucharme hablar la maldita piscis me manda a la mierda y comienza a blasfemar. Aprieto los puños, hasta los huevos.

-Zorra -siseo con desagrado, apartando la mirada de ella y comenzando a caminar de nuevo de un lado para otro.

Aún va a ser que lo peor de este encierro es la maldita Bocanegra.

*se queda*

Se dejaba cuidar, sin oponer resistencia. 
Sus ojos habían adquirido un toque de opacidad y pasotismo. Le daba todo ya igual. 
Estaba cautiva y Mithos sabía si la juzgarían en Aqua por sus crímenes o simplemente Blues Splash la mantendría entre aquellas frías paredes hasta el fin de sus días. Al fin y al cabo... ¿A quién le importaba si una pirata vivía o moría? Nadie iba a preocuparse. 
Aquella reflexión era el origen de todas sus dudas.
Bocanegra ansiaba atención, fama... Sin embargo ahora nadie se acordaba de ella y los pocos que lo hacían, pronto la olvidarían. 

Ahora que estaba encerrada, se preguntaba una y otra vez cómo habría sido su vida si no se hubiese escapado de casa. ¿Alain habría obtenido una dulce señorita como hija? 
Seguro que sí, pues belleza a la capitana no le faltaba en absoluto. 

Sin embargo, el destino había querido que Gaspar se tropezase en su camino y le hablase de su madre... ¿Había sido el destino, el cual le tenía preparada aquella aventura o simplemente una coincidencia?
¿Y si nunca debió haber seguido el camino de su madre?

A decir verdad, muchos beneficios no le había traído: era una vida dura, en la que todo lo que se ganaba se invertía y gastaba. El pirata vive al día.
Sin casa, sin amigos que no estuviesen a su lado única y exclusivamente cuando había que cobrar... Sin familia...

Un nudo apretó el corazón de la pelirroja. 
Ahora ella sí tenía familia. Tenía un hijo, el cual le había sido arrebatado ya hacía días, y del cual no sabía nada.
Se miró las manos.
¿Era hora de cambiar de vida?
Se las llevó a la cara.
No quería. ¿Cómo empezar? No tenía amigos, ni casa, ni dinero en aquellos momentos... Estaba sola.

Un buen día, a las mazmorras llegó Alehyss. Había ido con ella de misión. Bocanegra no tenía ningún interés ni en ella ni en la conversación que tuvo aquella noche con Heylel. 
Estaba demasiado ocupada cabeceando, intentando darle algún sentido a su cautiverio. Ya tenía suficientes problemas como para atender a los ajenos. 

Se pasó una mano por el vientre. Ya se había acostumbrado a aquellas iniciales que Aren había bordado con magia. 

Alehyss le habló y ella, con cara de perro, le respondió de forma poco ortodoxa. Su larga charla le había levantado dolor de cabeza.


*se queda indefinidamente*

—¡ÁNOR! —Grito con una voz muy realista que mezcla preocupación y enfado.

Mi compañero tiene claro lo que tiene lo que hacer. Soy un desastre encontrando sitios.

¿Para qué? Tengo un flamante amigo que me guía donde yo quiero.

 Paso delante de varias celdas sin identificar. 

Lógico, llevas poco tiempo, solo te has presentado (formalmente) a una persona y saliste corriendo al hacerlo.



ME ABURRO TANTO.

Después de calmarme y robar durante una temporada no sabía como ocupar mi tiempo así que decidimos ir a buscar a Chispitas. No se me dan bien los nombres.

De pronto Ánor se queda quieto y olisquea en dirección a una celda. No necesito mirar quién hay dentro.

—Tienes un cuarto un poco complicado de encontrar.

El día ha sido de lo más frustrante. He tenido incluso tiempo a aburrirme entre la preocupación, la ira, los remordimientos y todos los demás sentimientos que se me han pasado hoy por la cabeza.

Un sonido me hace alzar la vista. En un primero momento creo que será una de las enfermeras que viene a atender a la maldita Bocanegra, o quizás la misma piscis, que se revuelve en su miseria, pero no... Para mi desgracia, no se trata de eso.

Aprieto la mandíbula, conteniendo un gruñido.

-Nille -digo desde mi posición, sentada en el suelo a algunos metros de la puerta, sin dignarme a levantarme. Para qué-. Ya ves.

Estoy de mal humor, y lo que menos necesito es que venga gente a verme como si fuese un animal encerrado en un zoológico. Esto ya era bastante humillante hace un rato, cuando no había nadie mirándome.

-¿Vienes a reservar habitación? -gruño, evitando mirarlo.

—Si no es en la tuya no tendría mucha gracia. Además aquí hay gente mala y ya sabes que soy muy asustadizo.

Chispi parece menos contenta de lo habitual. Cosa que me pone de buen humor.

—Ánor tenía ganas de verte y alguien me había prometido unas buenas vistas por aquí, se querrían burlar del nuevo. Soy tan inocente —me acerco a las barras y me siento, rápidamente el leanidus se pone en mi regazo sacando la lengua—. ¿Qué puedo hacer por ti?

Como quien no quiere la cosa Ánor anda lentamente hasta acercarse a las barras, las pasa y salta encima de la chrysos.

Sus palabras me recuerdan lo que sucedió en el comedor la última vez que nos vimos. Es un hombre extraño, desde luego... Tanto por lo de explotar las lámparas como por el mero hecho de haber ocultado su nombre, aunque estando como están las cosas por aquí ahora mismo quizás ni siquiera Rick sea el verdadero nombre del imbécil de Dehnel.

-Si no quieres pasar miedo te recomiendo la sala común -murmuro con desgana. Alzo, al fin, la vista hacia él, sin demasiada emoción.

Parece que tiene intención de quedarse. Aunque en el momento en el que pregunta "qué puede hacer por mí" estoy tentada a ladrarle que se largue de mi vista y se pierda en algún otro lugar. ¿Acaso no ve que no estoy en una situación demasiado agradable?

Su mascota entra atravesando los barrotes. Quién fuera felino...
Lo acaricio dos veces contadas evitando poner los ojos en blanco. Inspiro profundamente y vuelvo a mirar al chrysos. Quizás me pueda servir de algo...

-No necesito nada.

Lo examino. Ni siquiera su compañía.

-O sí... ¿Tienes forma de conseguir ropa limpia?

Me estoy dando asco. Maldito sea este lugar insalubre.

Al menos acaricia a Ánor. Bueno, ¿y quién no?

Al escuchar su petición, sin pensármelo dos veces me quito la capa y se la lanzó.

-Aunque no lo parezca, está recién estrenada, tenéis buenos sastres aquí -digo intentando ocultar mi incipiente nerviosismo-. Es calentita y fresca a la vez, soy muy quisquilloso con las telas... No sé cuánto tiempo voy a durar desnudo, pero creo que poco. ¿Qué más puedo hacer por ti? ¿Había tanta gente antes? -digo bajando drásticamente mi volumen-. Cuánta luz. Ánor, ven, dame calor.

Con él encima todo está mejor.

- ¿Y bien?

Como un resorte, Nille se deshace de su capa y me la lanza. La tomo, mirándola un instante, y observándolo luego a él. No comprendo el motivo, pero parece más incómodo ahora. Quizás por eso termino cediendo.
Sin demasiados miramientos me pongo en pie y me quito la camiseta negra que llevo puesta desde hace ya... No quiero pensarlo. En ropa interior, de hecho, me siento mucho más limpia. Si me dejasen lavarme ya sería maravilloso.

La capa me viene algo grande, pero sirve para lo que ha sido inventada. Lanzo una nueva mirada al chrysos, algo más relajada.

-Gracias -gruño.

El gesto ha sido aceptado y agradable, pero el humor que tengo sigue siendo de lo más borde. Al menos gracias a él me distraeré un poco, porque aquí dentro tampoco es que pueda hacer mucho por Jager y el resto...

-Lo cierto es que no creo que puedas darme lo que quiero ahora mismo -murmuro con cierto reproche, aunque más hacia mi situación que hacia él-. A no ser que puedas conseguirme un arma y sacarme de aquí, y ni con esas...

Lo observo un momento, con repentina curiosidad.

-¿Por qué explotaron las lámparas? -inquiero de improviso, monocorde.

- Te daría uno de mis insectos, pero los he dejado en la habitación, no creía que los fuesen a mirar con buenos ojos en una mazmo... quiero decir, en un recinto de tanta categoría -digo con una sonrisa bien amplia tanto para ella como para mí-. Además son muy quebradizas y no te serían útiles.

Acaricio repetidas veces a Ánor, que parece preocupado por mí.

-Te queda estupendamente la capa. Buena tela, sin duda alguna, pero sobre todo buena figura, eso nadie lo puede negar...

El coqueteo me hace recordar el episodio del comedor.

- Pequeñín, ¿no tienes hambre? -Me quito el guante y se lo acercó a la boca. Primero le pega unos lametazos, pero luego empieza a morderme un dedo con mucha delicadeza-. Bueeeen chico.

Me encanta que me muerda.

- ¿Las lámparas? -digo quitándole importancia-. Explotaron y punto. Las cosas explotan ¡PIMPAM! ¡BOoOOoOM! Pero yo no hago nada. ¿Alguien piensa que he sido yo? Yosolocomía, igualhassidotúyporesoestasaquí... igual a sido Ánor.

Me levanto.

Me vuelvo a sentar.

-Cuando me estreso las cosas explotan -digo muy muy bajito-, ya lo he dicho. ¿Y tú por qué estás aquí?

Alzo las cejas, confundida. No sé de qué insectos me habla, aunque aquí cualquier cosa me sería más perjudicial que otra cosa. Si me pillan aquí dentro con algún tipo de arma tras haberme requisado la mía... No creo que sea muy adecuado.

También ignoro sus halagos. Suelo crecerme un poco, lo admito, cuando alguien es adulador, aunque si lo es en exceso termino por hartarme. Ahora, sin embargo, no tengo humor para ninguna de esas cosas. Más que nada porque, mientras yo estoy aquí, mis compañeros están en la cárcel de Ventus corriendo peligro de muerte por mi maldita ineptitud.

Observo a Nille jugar con su leanidus con apariencia pensativa. Por suerte me saca de mis pensamientos terribles y pesimistas explicándome el motivo de la explosión de las lámparas del comedor del otro día.
Aquel día Heylel todavía era un buen tipo...

-Es cuestión de mantener la cabeza fría -le respondo con completa seriedad, como si fuese algo sencillo el evitar sucumbir ante el estrés o la frustración.

Suspiro, sin embargo, frente a su pregunta. Y ahora yo... ¿Qué le digo? Porque la verdad no es una opción, o no TODA la verdad, al menos. Por suerte estoy acostumbrada a mentir. Llevo dos años haciéndolo, por Mithos. No voy a dejarlo ahora, sin más, a la primera de cambio.

-No he tenido un comportamiento muy correcto -. Al final no es tan mentira como pensaba-. Digamos que estoy aquí para evitar que me largue a la primera de cambio. Prefieren tenerme donde puedan verme.

Donde puedan humillarme, diría yo, sin embargo. Y sigo esperando a encontrar una forma de salir de este lugar, porque estoy perdiendo un tiempo muy valioso.

FdR- Rol pausado

Me temo que no me está diciendo toda la verdad. Bueno, poco a poco, después de mi espectáculo es normal. Además, si está encarcelada, debe estar algo recelosa del mundo.

—Tengo sangre flamma, como ves —señalo con la mano libre a Ánor— Las cosas frías no me van mucho, no está en mi naturaleza.

 Se oye alboroto a lo lejos, en la entrada.

El cachorro deja de morderme y gruñe ligeramente, mirándome.

—¡Uuups! —digo poniéndome en pie lentamente y poniendo cara traviesa— Parece que los guardias acaban de darse cuenta de mi pequeño timo. El soborno que les he dado por entrar, no era tan soborno como ellos pensaban. ¡Pobrecitos!



Tanto yo como Ánor nos estiramos.



—En fin, creo que me tengo que ir, ha sido una visita muy fructífera, muchas gracias. Espero que se repita en un sitio más cálido y los dos algo más juntos —le lanzo un sutil beso— Supongo que te volveremos a visitar cuando cambien de guardia, no te  vayas muy lejos.

*Se va*

Hoy me han sacado un rato de mi celda para estirar un poco las piernas. Ha sido apenas media hora, pero ha sido reconfortante de todas formas. Por desgracia, no me ha sido posible encontrar brecha alguna para escaparme. Aunque sin un arma en mi poder quizás sea mejor que espere a tener un plan mejor o una buena oportunidad. Por qué no me dedicaría a estudiar magia... Así me bastaría mi cuerpo para luchar al cien por cien. Aunque no es algo que se me dé precisamente bien...

Tras volver a mi celda me trajeron una tina con agua, permitiéndome asearme. Se agradece que dejen limpiarse a una, aunque sea como a una perra. Supongo que poder acceder a los baños será demasiado pedir. Quizás si consigo convencer a Madame Desmarais... El baño sería un buen lugar por el que salir...

Suspiro, cansada. El no hacer nada me obliga a pensar, y cuanto más pienso más le doy vueltas a cosas que no deseo tener en la cabeza. Así pues, decido hacer algo físico para concentrarme en ello.

Me tumbo en el asqueroso suelo y balanceo mi cuerpo hacia atrás, apoyándome mayoritariamente en la espalda, para luego, arqueando la espalda e impulsándome, ponerme de pie. Es una buena manera de recuperarse velozmente de una caída en combate. Lo repito varias veces, consiguiendo salir más airosa unas que otras. Me siento algo oxidada. Me viene bien el movimiento.

Tras ese ejercicio me pongo en pie y sacudo la capa de Nille. Suspiro de nuevo y contemplo la celda de enfrente, vacía.

*se queda indefinidamente*

El chrysos bajó a las mazmorras, dispuesto a hablar con Alehyss. Tenía cosas que preguntarle y, a pesar de que no sabía cómo iba a abordar la conversación, había decidido que cuanto antes lo hiciese, mejor. Ya se había ido de la enfermería para no perder el tiempo. No hablar con ella sería igual de desaprovechoso que permanecer tirado en una cama.

Pasó por delante de las celdas, fijándose durante unos segundos en el calabozo que ocupaba Bocanegra. Se preguntó qué le había pasado, pero no se acercó. En su lugar, se detuvo frente a la de Alehyss, que estaba sentada en el suelo, vestida con una capa.

Tragó saliva, nervioso. No sabía cómo empezar la conversación.

—Hola... —murmuró finalmente, mirándola.

Carraspeó.