Mazmorras

Fera mira a Dena. Ya no sonríe, desde luego, pero su expresión no ha cambiado en mucho más que en eso. Se estira con suavidad, con movimientos de gata, sin alterarse en absoluto por la forma en que tiene de responder.

-Subestimas la situación, preciosa -explica con su voz tierna-. Yo también he tenido que hacer un trato para estar aquí. Pedí el permiso para cuidaros personalmente, y a cambio se me dio la responsabilidad de tratar con vosotras de la misma manera. Sin embargo, no sois mis prisioneras, sino mis huéspedes. Corresponde a otros líderes, incluso a gente ajena a este palacio, el juzgaros y tomar decisiones al respecto. Brontë no hizo sino colaborar. Casualmente, fue aquí adonde vinisteis en una situación tan poco ventajosa, y aquí es por tanto donde se os ha recluido. Pero no es aquí donde os corresponde quedaros, amor. Si de mí dependiera, ya os habría ofrecido una cierta libertad a cambio de esa colaboración. No sería la primera vez que lo hago -. Alterna la mirada entre ambas-. En este caso, sin embargo, no tengo esa opción -. Una vez más, ladea la cabeza, centrando su interés en Dena-. ¿A cambio de qué reclamas a Lloyd, tesoro? ¿A cambio de información?

En cuanto a Malia, asiente con suavidad, llegando a ofrecerle una sonrisa cálida. Tampoco esperaba menos.

-Mi oferta sigue en pie, querida -declara de todas formas-. Tengo más interés en ayudaros que en haceros mal alguno. Aunque supongo que tenéis algo muy preciado que proteger, si os aferráis tanto al silencio. En lo que a mí respecta, podréis ganar tanto como esté en mi mano de todo esto. No disfruto manteniendo a nadie en mi casa en estas condiciones.

La flamma mantuvo la mirada fija en la de la chrysos mientras la mujer hablaba. Parecía mucho más serena ahora que estaba alejada de la mujer, como si la propia distancia entre ambas le diese una extraña tranquilidad.

—Solo digo que si dices que pido mucho por pedir que no venga y por pedir que me dejes matarme después de colaborar, entonces prefiero que me dejes matarme a que le prohíbas bajar. —Parpadeó—. Yo no quiero ser tu huésped ni quiero que me des cierta libertad. Solo quiero que me dejes morirme. No quiero otra cosa. Estoy cansada.

El mundo era un lugar terrible y ella no quería seguir estando en él. ¿Por qué la gente no le permitía al menos eso?

Malia la observaba en silencio, con la mandíbula apretada, con una expresión que parecía hasta enfadada, incluso. Pero de nuevo, no intervino, y solo habló cuando la líder se dirigió a ella.

—¿Podría pensarme tu oferta? —preguntó, cordial, tranquila. No había muchas cosas, sin embargo, en la vida de Malia. Llevaba demasiados años dentro de aquella banda como para que le quedase algo de lo que había sido anteriormente.

Una vez más, Fera ladea la cabeza, entre curiosa y entretenida. Acaba por negar, y los rizos bailan por sus hombros como remolinos en el agua.

-No me has entendido, amor -explica, manteniendo el tono dulce-. Te he dicho que dejarte morir no depende de mí exclusivamente, y por tanto no puedo hacerlo. En cuanto a Lloyd, has sido tú la que lo ha metido en esto. Si quieres verlo tendrás que colaborar -. Los ojos están fijos en ella, helados como un glaciar, calmos como un estanque-. Me encantaría poder ofrecer lo que pides a cambio de nada, pero estás portándote mal conmigo, cielo. Te he ofrecido ayuda y me has rechazado. Me he encargado de que estés sana y me has dado desprecio. Te he evitado sufrir daños, pero solo he conseguido que no me respetes. Entiendo que tu situación es terrible, y estaré encantada de hacerla menos desagradable, pero no me gusta que me menosprecien, querida. Estoy segura de que a ti tampoco, y de que por tanto entenderás cómo me siento -. Una pausa, y las palabras se asientan, y ella se alza, tranquila-. No pido ni la mitad de la dedicación que te ofrezco, cariño. Pero entiende que, por mi propia integridad, tengo que pedir un poco.

A la pregunta de Malia, asiente, dócil. Acaba por acercarse a ella, la toma de la mano, la aprieta con suavidad y una agradable descarga la recorre también a ella. Al momento, ambas han desaparecido, y cuando vuelven a aparecer, Malia ha vuelto a su celda. Fera, frente a ella, le dedica una mirada dulce.

-Por supuesto, preciosa -murmura, soltándole la mano con suavidad-. Estáis cansadas y yo os estoy molestando. Si alguna me necesita, podéis hacerme llamar y estad seguras de que acudiré. De la misma forma, atenderé vuestras peticiones. Como Dena ya ha podido comprobar, no soy ningún espíritu benefactor. Pido unos mínimos, pero creo que no me equivoco al decir que son perfectamente aceptables. Dejaré que lo juzguéis vosotras, sin embargo. Por el momento, os dejaré descansar. Supongo que ya os he molestado lo suficiente.

Y, sin decir más, se desvanece, llevándose su esencia, como si jamás hubiera estado allí.

*Desaparece*

FdR- Lyam no podrá bajar a las mazmorras hasta nuevo aviso (y probablemente le espera una visita de Fera próximamente).

Dena permaneció de nuevo en silencio después de que la líder terminase de hablar. Envuelta en la manta, aún de pie, mascando las palabras que la chrysos había dicho, pero sin responder ni variar su expresión. Malia observaba a su compañera, también en silencio, extramente intranquila, como si esperase que Dena dijese algo más. No lo hizo, sin embargo, y pronto Malia volvió a estar en su propia celda, con la mirada ahora fija en la chrysos, escuchándola atentamente. Asintió.

—Gracias —murmuró, educada, y aun cuando la líder desapareció su mirada permaneció fija en el hueco que antes había ocupado Fera.

Ambas prisioneras pasaron unos segundos en silencio. Malia se acomodó contra una de las paredes, y Dena volvió a acurrucarse en su esquina, cubriéndose por completo con la manta. Desde su celda, la caeruleus podía ver la figura encogida de su amiga.

—¿Realmente crees que estás actuando bien? —preguntó, con un tono tranquilo que contrastaba con la expresión seria de su rostro. La flamma no contestó; Malia decidió no insistir.
Suspiró.

*fin de escena*

Debía de haber dejado de nevar o al menos las temperaturas debían de haber aumentado un poco porque ya no hacía tanto frío en las mazmorras, o al menos eso pensaba Dena, aovillada en su habitual esquina, esta vez con la mirada fija en los barrotes. Lo que había dicho la líder chrysos había terminado por cumplirse y durante toda la semana Lloyd no había bajado, pero la flamma no sabía si estaba satisfecha o no. No era así como había imaginado que sucederían las cosas. Cuando abandonó Aqua ya iba con la idea de que las atraparían a ambas (y probablemente Malia lo supiese también, quizás era aquello lo que habían planeado al enviarlas allí), pero había pensado que tras aquello todo sería diferente. Más fácil, quizá. Que no pudiese hacer magia dentro de la prisión había supuesto una sorpresa y no tenía muy claro cómo actuar ahora. Tampoco había imaginado que la líder hubiese puesto pegas a su oferta; no entendía los motivos, realmente, y además estaba convencida de que a la piscis no le hubiese importado. Parecían y, de hecho, con toda probabilidad eran personas completamente diferentes. No sabía cuál le agradaba menos, pero sabía que ninguna le agradaba, aunque aquello era esperable: nadie en Brontë le agradaba. Salvo Lloyd, claro. Pero él nunca debió haber estado ahí. Nunca debió enviarlo, a fin de cuentas. 

O quizá sí, quizá sí hubiese hecho bien: no había parecido en ninguna de sus cartas descontento con su situación; probablemente nunca estuvo descontento con el hecho de estar en Brontë. Quizá estuviese así ahora por su culpa, quizá lo que nunca debió haber hecho fue llegar hasta Brontë. Podía haber desaparecido mucho antes, a fin de cuentas. Quizá hubiese sido lo mejor, pero ahora ya estaba.

Rozó con los dientes su propia lengua, en un movimiento que fue desde la punta hacia atrás, apenas unos milímetros. Se hacía ahora mismo las preguntas que probablemente se hiciesen todos los que saben con certeza que morirían pronto (y ella lo sabía. Aunque no le estrechase la mano a la muerte en en Brontë, aunque lo hiciese en otra prisión). ¿Cuánta gente me echaría de menos? ¿Cuánta gente me recordaría? Eran preguntas sin respuesta, claro, era imposible saberlo, pero aun así ella creía saber que no habría más que una persona que la recordase como realmente era. A fin de cuentas, ella era Dena Forester y nadie conocía a Dena Forester, pero sí conocían a Dana Fitzgerald, una muchacha que era físicamente igual que Dena pero que no se parecía en nada más a ella. Como una replica que de pronto adquiría pensamiento propio. Dena Forester nunca hubiese empleado la magia negra, ni hubiese matado a toda aquella gente, ni le hubiese mentido a toda esa otra gente, ni hubiese odiado a tanta gente, y en el fondo eso era lo que ella era realmente. O eso quería pensar. A veces le resultaba algo complicado. Se preguntaba si a Lloyd le pasaría lo mismo. Probablemente no. 


La idea de aquellos papeles también había sido suya. Parecía que no era muy amiga de las buenas ideas. 


*fin de escena*

De pronto volvía a hacer más frío, y tanto la flamma como la caeruleus buscaban calor como podían, aovillándose la primera tapada con la piel de bisomonte que el chrysos hacía ya semanas le había bajado, envolviéndose en la capa vieja y raída con la que había llegado a Brontë la segunda. Nadie había vuelto a bajar desde la visita de la líder chrysos y el silencio se había instalado en las mazmorras como un prisionero más mientras el tiempo pasaba y pasaba, lento, calmo, como si de pronto todo se hubiese ralentizado. ¿Cuánto llevaban ya encerradas? Dena se había preguntado durante la semana si los líderes estarían cavilando su oferta; Malia simplemente esperaba, pensando en la propuesta de la líder chrysos. 

Dena estaba despierta ahora, observando los barrotes. Malia seguía durmiendo. Quizá se hubiese dormido hacía poco; Dena no estaba segura: no solía mirar hacia aquella zona aunque sí notaba muchas veces los ojos oscuros de la caeruleus sobre ella, acechantes, atentos, siempre en silencio.

Malia se pasó una mano por la cara y suspiró. Estiró los brazos, reprimió un bostezo y se puso en pie con lentitud, dejando caer la capa con la que se había tapado. Unas celdas más adelante, acurrucada en una esquina, cubierta por completo por una piel de bismonte, Dena parecía dormir. Malia observó un segundo el pequeño bulto que era la muchacha ahora mismo; luego se dio la vuelta y se acercó a los barrotes que la separaban del pasillo, dirigiendo entonces la vista hacia el final del mismo, donde nacían las escaleras que daban a la planta de arriba de Palacio.

La caeruleus apenas había hablado con el chrysos las veces que el chico había bajado, pero siempre se había fijado en él, y por algún motivo le resultaba algo extraño no haberlo vuelto a ver. No era algo que le preocupase, claro: desde su punto de vista, cuanto menos lo viese mejor, pero no dejaba de ser un poco raro. Se preguntaba si la flamma estaría satisfecha con ello tanto como ella misma lo estaba. Lo dudaba, aunque que hubiese pedido que no bajase había sido una de las cosas que más le habían sorprendido de su estancia en las mazmorras, casi tanto como la visita de la tal Alehyss Lester, aquella chrysos que había bajado en sus primeros días de encierro.

Malia parpadeó. Luego se sentó en el suelo, apoyando la cabeza en la pared, y volvió a mirar a la flamma.

La flamma abrió los ojos de golpe con el corazón galopándole, dejando ir un suave jadeo, y observó con los ojos muy abiertos la oscuridad que envolvía la mazmorra, encogiéndose bajo las pieles, cubriéndose más con ellas con sutiles movimientos que podían hacerle creer a uno que realmente seguía dormida. Sentía una fuerte opresión en el pecho, como si todo el peso del mundo se hubiese caído sobre sus costillas y estas luchasen por mantenerse a flote. Malia tosió en su celda. Dena parpadeó. 

Lentamente, la presión pareció reprimir, y ella comenzó a identificar dónde estaba y qué pasaba, pero pese a todo no salió de debajo de las mantas, escondiéndose bajo ellas como un animal asustado. No recordaba la última vez que había tenido una pesadilla, pero tampoco le sorprendía haber tenido una ahora; lo extraño, pensaba, era que hasta entonces hubiese podido dormir bien. 

Tragó saliva, notando la boca pastosa, y cerró de nuevo los ojos, respirando profundamente. Pasaron un segundo, dos. Luego la presión volvió con más fuerza y ella se encogió más sobre sí misma, dejando ir un suave sollozo que no llegó hasta la celda de su compañera. Las imágenes del sueño iban y venían, distorsionadas, y ella veía los suburbios otra vez y los golpes y a todos aquellos hombres otra vez, y el corrillo alrededor de una habitación y la sangre en el suelo y los ojos oscuros fijos en los de ella sin ver y la sangre manchándole las manos y Lloyd huyendo a las calles, chispeando, chispeando, y los ojos mirándola de nuevo y sus propias manos tratando de cerrarlos y los ojos cerrándose y abriéndose y cerrándose y abriéndose y cerrándose y abriéndose siempre con las pupilas que debían de estar ciegas fijas en los ojos de ella como si esperasen algo, cerrándose, abriéndose, cerrándose, abriéndose, cerrándose, abriéndose. 

Se incorporó de pronto, llevándose una mano al rostro, y tomó aire. Malia debía de estar dormida. Pasaron dos, tres, cuatro, cinco segundos. Miró alrededor, los ojos desorbitados, las pupilas sin detenerse en ningún punto concreto, incapaces de identificar nada. No supo cuanto tiempo permaneció así, pero cuando volvió a tumbarse se notaba quizá algo más serena. Se arrebujó bajo las pieles, cubriéndose de tal forma que solo sus ojos y sus rizos quedaron visibles, y cerró los ojos, pensando. Aún estaban a marzo, ¿verdad?

*fin de escena*

Malia, apoyada en una de las paredes, observaba la figura encogida de la flamma, que se mantenía oculta bajo la piel y la capa. La caeruleus había estado mirándola desde que habían entrado en las mazmorras, vigilándola de alguna forma. No solía hablar mucho, y cuando lo hacía no solía obtener respuestas de su compañera, pero aun así mantenía su vigilancia, como si fuese una madre observando a su hijo, cuidándose de que no hiciese nada peligroso. La caeruleus ha bía pensado en la oferta que la líder chrysos le había hecho, y tenía pensado utilizarla en caso de que la flamma pensase hacer alguna locura. De momento Dena no había hecho más que dormir, pero eso no lograba tranquilizarla del todo.

Fera aparece una vez más, surgida de la nada con total naturalidad, y en esta ocasión su atención se dirige en primer lugar a Malia. Una sonrisa encantadora, los ojos como hielo fijos en ella, un par de pasos que acortan las distancias, y se encuentra frente a ella de nuevo.

-Buenas noches, amor -saluda, con su voz como un arrullo-. Siento haber tardado tanto esta vez. No os he olvidado, puedes estar segura, pero otros asuntos me mantuvieron arriba.

Desaparece entonces, al igual que ha aparecido. Cuando vuelve a aparecer, esta agachada junto a Dena, y le llega un gesto para alzarla y hacerla desaparecer junto a ella, una vez más. Como la última vez, las reúne, aunque en esta ocasión puede considerarse que Malia es la anfitriona. Deja ir a la flamma con la misma delicadeza con la que siempre la trata, dándole libertad para escoger el lugar de la celda que prefiera para sí.

-¿Hay algo que queráis contarme hoy? -pregunta entonces, antes de desaparecer para aparecer de nuevo a espaldas de las chicas.

Malia mantuvo la mirada fija en la líder en todo momento, tranquila, permitiéndose esbozar una pequeña sonrisa al escucharla. 

—Gracias por venir —respondió, asintiendo suavemente. 

A la caeruleus no le sorprendió que la mujer desapareciese al momento, aunque sí le sorprendió que la dejase en su celda. No obstante, al verla reaparecer con Dena, comprendió que, esta vez, era a ella a quien quería dirigirse primero. Resultaba, de alguna forma, una sorpresa agradable. 

Al igual que las otras veces, Dena se alejó de Fera en cuanto pudo y esta vez decidió sentarse en una esquina, alejada tanto de la chrysos como de su compañera, a las que miraba con el ceño levemente fruncido y la mandíbula apretada, con las manos levemente temblorosas, como siempre. No respondió a la pregunta de la líder. Malia, por el contrario, sí lo hizo. Dena no pudo evitar que la sorpresa se le dibujase en el rostro. 

—¿Puedo pedir cualquier cosa a cambio? Entiendo que no algo que pueda facilitarme en un juicio, pero, más allá de eso, ¿puedo pedir cualquier cosa? —inquirió la caeruleus, mirando a la líder, relajada.

El evidente interés de Malia supone en seguida la atención casi completa de la chrysos, que mantiene los ojos fijos en ella y la pequeña sonrisa en los carnosos labios. Su precisa pregunta la hace reír suavemente, y acaba por asentir, con lo que los rizos se bambolean suavemente sobre los hombros, los brazos, el pecho.

-Puedes pedirme cualquier cosa, cielo -concede, mirándola con un deje de curiosidad en los ojos-. Mientras esté en mi mano, haré lo posible por facilitártelo.

Y calla, tranquila, esperando.

Malia asintió y observó durante un segundo a su compañera, que la miraba, con el ceño ligeramente fruncido y los labios entreabiertos, confusa. Luego la caeruleus volvió la vista hacia la líder chrysos, y con voz serena, dijo:

—Quisiera protección. En prisión, me refiero. A lo largo de todos estos años creo que me he ganado los enemigos suficientes como para estar algo preocupada. —Torció una sonrisa—. Teniendo en cuenta que probablemente pase mucho tiempo en prisión, creo que es algo... Que no estaría mal tener. —Ladeó suavemente la cabeza—. A cambio, responderé a sus preguntas. 

Al fondo, desde la esquina, Dena las observaba en silencio.

Fera se siente muy satisfecha con la respuesta, pero no lo deja ver más allá de lo necesario. Asiente, conforme, manteniendo esa sonrisa tierna, esos ojos fijos, solo para ella.

-La tendrás, tesoro -asegura, y en sus palabras hay algo, un deje, un tono, que señala de alguna forma que es cierto-. Me encargaré personalmente de que no sufras ningún daño, incluso cuando ya no sea yo quien te visite. Me encargaré de que estés segura y cómoda.

Y calla de nuevo, esperando. Aún queda mucho por decir, pero no es ella quien debe hablar.

Dena miró un segundo a Fera, desconfiada, pero no interrumpió la conversación que su compañera mantenía. En su lugar, se limitó a bajar la vista al suelo, abrazándose las rodillas. Malia, por su parte, esbozó una sonrisa agradecida y asintió suavemente.

—Gracias —murmuró. Luego preguntó, clavando sus ojos en los de la líder—. ¿Qué es lo que quiere saber? Pregúnteme lo que quiera. 

Por su tono de voz, parecía evidentemente dispuesta a responder a todo lo que Fera preguntase. Un trato era un trato, a fin de cuentas. Y Malia consideraba que con aquel salía ganando.

Fera, después de los interrogatorios a los que han sido sometidas, espera que ella sepa ya qué información buscan. De todas formas, no encuentra problemas en pronunciarlo en voz alta.

-Tanto como sepas tú, vida -responde, manteniendo su sonrisa-. Quiénes sois. Quién os dirige. Qué tenéis contra Brontë. A qué vinisteis aquí. Por qué. Dónde están los demás. Qué otros planes conocéis que estén en marcha o en construcción. No pretendo desnudar vuestra intimidad, cielo, pero quiero toda la información que pueda afectar a Brontë de una u otra forma. Por supuesto, eso incluye cualquier dato que sea de interés para nosotros, independientemente de si nosotros sabemos que nos interesa o no. Sabes que cuanto más colabores, más podrás ganar. Por supuesto, no dudes en pedir algo más, también, si así lo deseas. No tengo problema en ofrecer todo lo que esté en mi mano a cambio de lo que te pido.

Y de nuevo, silencio. La atención es para Malia. Una vez más.

Malia asintió suavemente. Se tomó unos segundos para responder, pero cuando finalmente habló, lo hizo con voz firme y segura, sin apartar la mirada de la líder.

—No sabemos quién nos dirige. Nunca nos hemos reunido con el jefe en personas: siempre han sido emisarios suyos quienes nos han dado la información. —Parpadeó—. Desconozco sus nombres, pero sí puedo decir que son gente poderosa. En contra Brontë tenemos lo que quien sea quien dirija la banda tiene: yo en lo personal no tengo nada en contra de vosotros, pero se me ha ordenado combatir en vuestra contra. ¿El motivo? Lo desconozco, pero en su momento lo que nos ofrecieron pareció ser suficiente como para no hacer preguntas. 
>> Siempre he vivido en las calles y no conocí otra vida hasta que los miembros de la organización se pusieron en contacto conmigo. Me ofrecieron comida, un lugar donde vivir y la oportunidad de mejorar mis habilidades tanto mágicas como con la espada. Supongo que no es difícil de imaginar que para alguien que se está muriendo de hambre resulte un trato ventajoso. —Dejó ir una suave risa, negando un segundo. Parpadeó de nuevo—. Lo mismo ocurre con Dena, y con Lloyd: yo misma fui quien los llevó a la banda, aunque en un primer motivo solo la buscaba ella. —Con la cabeza, señaló a su compañera, que le dedicó un furibundo gesto. Malia no pareció afectada—. Los demás están en diferentes bases: no conozco la localización de todas, pero sí de algunas, aunque, imagino, Lloyd ya os habrá hablado de ellas. —Ladeó la cabeza—. Hay otra en Aqua, en el Glaciar Nevus. Es una especie de campamento. De ahí fue de donde sacamos los yetis. Imagino que ahora mismo todavía hay gente. Nuestro plan es controlarlos para añadirlos a nuestras tropas. Desconozco qué otro tipo de planes están en marcha; no tengo un rango tan alto como para tener acceso a esa información. 
>> Vinimos aquí en busca de nuestros compañeros. No sabíamos que ya habían sido trasladados. Subestimamos el poder de Brontë, como resulta evidente.

Fera espera a que termine antes de continuar. Asiente, aceptando todas las respuestas, sin ningún amago de interrupción o rechazo. Finalmente, es su turno de nuevo.

-¿Qué plan exactamente pensabais llevar a cabo para sacar a vuestros compañeros de aquí? -pregunta entonces, a continuación-. ¿Cuánta información os ha transmitido Lloyd exactamente desde que llegó a Brontë? ¿Pensabais llevarlo también con vosotras? ¿De quién recibís directamente las órdenes de actuación? ¿Qué otros miembros forman vuestras tropas y cuáles son sus habilidades? ¿Estabais preparando alguna otra misión de la que tengas alguna información? -. Hace entonces una pausa, pero es evidente que no ha terminado-. ¿Tenéis Dena y tú la misma información o hay algo que ella sepa y tú desconozcas? ¿Qué quiere proteger con su silencio?

No dirige ninguna mirada a la flamma. Su atención es solo para Malia, toda para ella.

Malia no tardó mucho en responder.

—Pensábamos dividirnos en dos, que una atrayese a la mayoría de los guerreros y que la otra se adentrase dentro de Palacio. También pensábamos llevarnos al chrysos, claro, es nuestro compañero. —La miró un segundo, tranquila. Dena, al fondo, volvió a bajar la vista al suelo, mordiéndose el labio inferior—. Pero no nos ha dicho nada desde que hemos llegado.
>> Las órdenes de esta actuación las recibimos de un piscis llamado Marco. Es el mismo que el que estuvo en la misión de Aqua. Aparte de él, tenemos como compañera a una aether, joven, con talento pero aun no demasiado fuerte. Se llama Kathy. La mayoría de los miembros de nuestras tropas son gente con un gran potencial mágico, es lo que siempre hemos buscado. Desconozco el nombre de muchos de ellos, pues siempre me he movido con el mismo grupo: Marco, Dena y Lloyd, hasta que él se fue con un grupo más ajustado a su nivel, formado por la claritas y el aether que capturasteis en Aqua. Si quieres saber más de ellos, deberías hablar con él. Tenían una relación bastante estrecha hasta que lo enviamos a Brontë.
>> Desconozco qué otras misiones se están produciendo ahora mismo. Imagino que las hay, pero yo estaba encargada de trabajar en Aqua. Estábamos reclutando gente, de hecho, Kathy salió de allí, y pensábamos dirigirnos al Glaciar de Nevus a recibir nuevas ordenes. El ataque de Brontë truncó nuestros planes.
>> No sé qué es lo que quiere proteger Dena con su silencio, pero no descartaría que no hablase simplemente porque no quiere. En cuanto a la información que sabe... —La miró, un segundo—, sabemos lo mismo. Yo llevo más tiempo en la banda que ella, de hecho.

Fera se permite dedicar una mirada a la flamma, breve, escrutándola un instante antes de volverse hacia Malia de nuevo. Asiente despacio, relajada.

-La información que os dio Lloyd, cielo -le recuerda, con el mismo tono dulce, sin el menor deje de molestia-. ¿Sigue siendo considerado uno de vosotros incluso con su silencio actual? ¿O es que no existe tal silencio? ¿Habéis trabajado en contra de Brontë antes? Además de los reclutamientos, ¿qué clase de actividades se os encargaban? ¿Cuál es vuestro rango en la organización?

Y, de nuevo, silencio.

Malia alzó ambas cejas y al momento se disculpó.

—Disculpe. Había entendido algo mal. —Le sonrió un poco—. La información que nos dio fueron básicamente localizaciones y datos sobre los guerreros: cómo eran, cómo luchaban, qué podría afectarles más a nivel personal... Aunque no nos habló de todos. —Frunció un poco el ceño, pero no tardó en recuperar la expresión calmada—. Sigue siendo considerado un compañero nuestro, sí. O sea, no para mí, pero hay gente que aún lo considera. —Se encogió de hombros—. Desconozco si ha seguido hablando o no con nuestros superiores. 
>> No hemos trabajado en contra de Brontë antes. Aparte de los reclutamientos, también nos encargaban eliminar a cualquiera que pudiese suponer un peligro para nuestros planes. Gente poderosa que no accedía a cumplir los tratos de nuestro jefe. Nuestro rango no es excesivamente elevado, pero tampoco somos unas cualquiera: ahora mismo nos encargábamos de reclutar y formar guerreros. Por encima de nosotros están quienes dirigen las misiones y quienes tienen contacto con el Jefe.

Fera asiente entonces, dándose por satisfecha.

-¿Algún dato más que se te ocurra añadir? -pregunta entonces, aún consciente de que es una pregunta suficientemente ambigua como para que ella la pase por alto.

Cuando ha terminado, se desvanece, y vuelve a aparecer ante Dena, agachándose frente a ella, fijando los ojos helados. La observa un momento en silencio antes de comenzar a hablar.

-Hoy vas a responderme, amor -declara, como quien explica algo a un niño de cinco años-. Va a ser bajo tu voluntad o bajo la mía. Yo preferiría que fuera bajo la tuya, tesoro, y espero que lo consideres, teniendo en cuenta que sabes que lo harás de todas formas. ¿Querrás responderme?

Malia negó suavemente. Cuando Fera desapareció, la caeruleus miró de nuevo a su compañera, que mantenía la mirada fija en el suelo. Dena solo alzó la vista cuando sintió que la líder se aparecía delante suya. Entonces se encogió un poco, como si quisiese desaparecer, y frunció el ceño.

—Malia ya te ha dicho todo lo que sabemos. No tengo nada que añadir —dijo, sin apartar la mirada de la chrysos. Parecía, pese a todo, asustada. Las manos le temblaban un poco y daba la impresión de que se había vuelto más pequeña.

Fera la estudia un momento con especial atención, analizando sus gestos, su aspecto, su estado. Busca gestos que puedan indicar una mentira, algo que delate que aún queda algún detalle oculto. Al final, sin embargo, acaba por sonreír y asiente, levantándose y dejando espacio a la pequeña Dena.

-Gracias, Malia -la arrulla con su voz envolvente-. Haré que tu colaboración se tenga en cuenta a la hora de juzgar lo que has hecho. Es posible una reducción de la pena por buen comportamiento. Además, tendrás la protección que me has pedido. Siéntete libre de hacer otras peticiones que se te ocurran, amor. Intentaré hacer tanto como esté en mi mano por ayudarte -. Se vuelve entonces hacia Dena, sin variar su expresión dulce-. También tú puedes pedir, tesoro. Pero recuerda que no puedo cumplir cualquier cosa. De todas formas, haré cuanto pueda por vosotras.

Desaparece entonces, y aparece de nuevo junto a la flamma. Junto a ella, se traslada a la otra celda, dejándole de nuevo libertad dentro de su cautiverio. Una vez todas las peticiones han quedado resueltas y las cosas en orden, Fera se despide de ambas y se desvanece, ya para no volver a aparecer.

*Desaparece*

FdR- Lyam puede volver a bajar a las mazmorras si así lo desea. Fera ha enviado un mensaje a su cabeza para hacérselo saber.

El chrysos estaba a punto de meterse en cama cuando escuchó el mensaje de Fera. Al momento, salió de la habitación y descendió hasta las mazmorras, sin preocuparse por lo extraño que debía de parecer ver a alguien corriendo por los pasillos a esas horas. 

Ambas seguían como las recordaba: Malia, apoyada en una pared, lo miró de reojo, seria, como siempre hacía; Dena, acurrucada en una esquina de su celda, giró la cabeza para mirarlo cuando oyó sus pasos, como siempre, pero a diferencia de las anteriores veces en las que el chrysos había bajado, esta vez no se movió de la esquina, y en su lugar se tapó aún más con las mantas, dándole la espalda al muchacho sin pronunciar palabra. Lyam se detuvo frente a la celda y la observó en silencio primero. Luego murmuró:

—Hola...

Su voz sonó más nerviosa de lo que estaba acostumbrado. Las manos le temblaban un poco y sus labios, ligeramente curvados, se movían sin llegar a emitir sonido alguno. Tragó saliva y contempló la mazmorra como si buscase algo que hubiese cambiado, pero el libro seguía donde la flamma lo había dejado la primera vez y la comida seguía intacta como siempre. La flamma solo parecía darle uso a la piel de bismonte y a la ropa que le había bajado, camisas que debía de utilizar como vestidos. 

—¿Cómo estás? ¿Tienes frío? Está nevando. ¿Quieres que te traiga algo? ¿Mantas? ¿Quieres algo caliente para beber? ¿Un té? ¿Sabes? He estado probando algunos y no todos saben tan mal, quizá haya alguno que te guste. O un café. O leche caliente. Seguro que puedo conseguir algo de eso. ¿Quieres? Porque, bueno, hace frío y.

—Creía que no ibas a volver a bajar —respondió ella, y su voz no parecía dirigirse a él, sino a otra persona. No se dio la vuelta cuando habló, pero sí alzó un segundo la vista al techo, como si hablase con alguien que estaba por encima de ella—. Quiero dormir. Tú también deberías dormir. —Y ahora sí parecía dirigirse a él—. Buenas noches. 

El chrysos observó la piel que cubría a la muchacha en silencio. Luego, lentamente, asintió, bajando la vista al suelo, y tras murmurar un "buenas noches", abandonó las mazmorras. Malia lo miró de reojo cuando pasó por delante de su celda, pero él no le prestó atención.

*fin de escena*