Campo abierto

Nada más cruzar la frontera me acomodo junto a Corbin, apoyando la cabeza en su hombro con aspecto cansado. A Alice le pega, una vez más, tener una resistencia absurda para soportar el hastío, pero, de todos modos, el viaje también resulta cansado para mí. Y, por desgracia, todavía queda para llegar al lugar indicado. Aunque estimo que no tardaremos demasiado en parar por hoy, pues la noche se acerca. No me vendrá nada mal darme un baño y comr algo caliente, así como librarme de las personas que charlan a nuestro alrededor.
De todos modos, no debo usar nuestros nombres ni estando a solas. Uno no puede saber si las paredes escuchan.

Mi diestra atrapa hábilmente un pliegue de la ropa de Corbin, como aferrándolo, en un gesto muy femenino, mientras cierro los ojos.

-Me marea un poco ir en carro... -murmuro, débil.

La gente tan débil me da asco.

De vuelta en el carro, "Caleb" aceptó de buen gusto el acercamiento de "Alice", y se colocó en su asiento de tal forma que resultara un apoyo cómodo para la chica. Personalmente, Corbin no sabía si de verdad Alehyss estaba tan cansada como fingía, pero sentía que él empezaba a estar harto de tanta actuación y tan poco movimiento.

Pese a ello, "Caleb" alargó una mano para acariciar los cortos mechones de pelo de la chrysos, en un gesto repetitivo. A sus palabras, compuso una expresión de cierta preocupación.

-¿Te encuentras bien? -preguntó, observándola con atención-. ¿Crees que aguantarás hasta que lleguemos? Sino, puedo decirle al conductor que pare un momento. El aire fresco te sentará bien. Debí buscar un medio de transporte más adecuado para ti...

Esperaba que Alehyss no los hiciera detenerse. No quería más paradas. Solo quería llegar a aquella maldita ciudad cuanto antes. De hecho, no. Lo que quería era llegar a su destino, no a lugares de paso.

Sonrío con dulzura, negando lentamente. Eso es lo que menos me apetece en el mundo ahora mismo, por mucho que intente darle algo de drama a esta historia. Alice me cae cada vez peor, pero ya no es momento de cambiar de papel. Una chica con trastorno de personalidad sí que llamaría la atención.

-No, no te preocupes... Con estar así un rato me basta -susurro, acomodándome más en el claritas.

El tiempo pasa lento, desagradablemente despacio, pero finalmente el carro se detiene y somos informados de que hemos legado a la ciudad. Lanzo una mirada a Corbin y sonrío, animada, tomándolo de la mano con suavidad y tirando de él con dulzura, invitándolo a bajar del carro conmigo.

La ciudad no es tan grande como la capital, ni por asomo, pero tampoco es un pueblo. Lo primero que deberíamos hacer es buscar un lugar donde alojarnos. O, mejor dicho, el lugar en el que alojarnos.

Abrazo el brazo de mi novio y recoloco la bolsa que llevo a la espalda, dirigiendo una mirada adulador a a su rostro moreno.

-¿Vamos? -pregunto, amable.

Al fin, habían llegado. Encantado, Corbin bajó en seguida, siguiendo a la chrysos. "Caleb" asintió a las palabras de su novia y tomó su bolsa, retirándosela de la espalda.

-Trae, yo te llevaré esto -dijo, servicial, echándola a su espalda junto con su propio equipaje.

Tras despedirse de los demás viajeros, ambos echaron a andar, perdiéndose en las calles. Corbin trataba de parecer seguro en su paso, aunque lo cierto era que no sabía bien adónde estaban yendo. Tenía un nombre y unas señas básicas, pero no estaba acostumbrado a moverse por un espacio como aquel. Esperaba que Alehyss, de una forma u otra, lo guiara, si es que ella tenía mejor idea. Sino, tendrían que limitarse a buscar a tientas.

Recorremos las calles a modo de paseo, acaramelados como lo que debemos parecer. Me duelen las comisuras de los labios. No estoy acostumbrada a sonreír tanto tiempo seguido.
La ciudad tiene un aire agradable. Lo cierto es que Madame me dijo cómo se llamaba el lugar al que debemos ir, pero, pese a todo, este sitio es demasiado grande como para que podamos encontrarlo solos. Y si preguntásemos daría la sensación de que sabemos a qué venimos. No me gusta esa idea. De hecho, no encuentro nada que me indique, mediante lógica, cómo podemos encontrar el lugar antes de que sea demasiado de noche como para entrar.

El motivo anteriormente citado es el que me lleva a sorprenderme enormemente al encontrarme frente a nosotros, unos minutos después, el lugar que buscamos. Es una pensión normal. No parece para gente de clase alta, pero tampoco para mendigos ni muertos de hambre. Se podría decir que es lo que se espera de gente como Alice y Caleb. Un sitio con su "encanto especial", pero sin excederse de precio.

-Este sitio parece agradable -comento a mi compañero, apretando su brazo con cariño.

Tengo la extraña sensación de que no lo hemos encontrado sin más, por casualidad, lo que me resulta un poco siniestro. Prefiero, de hecho, no pensar en cosas como esa.

Entramos y pedimos una habitación, que nos dan en la segunda planta. Pronto somos guiados hasta la puerta e invitados a entrar. No es demasiado grande, pero hay espacio para caminar. Tiene, además, un pequeño baño individual. En la pared enfrentada a la puerta hay un par de ventanas cubiertas con cortinas beige y en la pared perpendicular a esa, la de la derecha desde nuestra posición, se encuentra la cama para dos, cubierta con una colcha verde claro demasiado ostentosa para mi gusto.
Alzo las cejas y entro, tirando de Corbin, cerrando con llave a nuestras espaldas.

Parece sencillo salirse del papel sin querer. Aquí no deberíamos sentir la necesidad de exagerar tanto, pero debemos controlar.

Corbin se dejó guiar por Alehyss, aunque le daba la impresión de que la chica tampoco sabía muy bien adónde iban. Pese a ello, pronto encontraron un lugar que Alehyss señaló como correcto. Sin oponer la menor resistencia, entró con la chica y pidieron una habitación. Pronto estaban en el segundo piso, en su habitación. Alehyss lo hizo entrar y cerró la puerta.

Corbin apenas pudo contener un suspiro de alivio. Ahora que ya estaban a solas, podría relajarse un poco por fin. Sin embargo, antes de nada se aseguró de que de verdad podía relajarse. Primero dejó el equipaje de ambos a un lado, sobre una silla puesta en un rincón. Después, se aseguró de que las cortinas estaban echadas y la llave en la cerradura.

Por fin, tras mirar un momento a la chrysos, se echó en un lado de la cama cuan largo era, con un suspiro que sonó un poco a cansancio. Por fin, el teatro había terminado. O, al menos, la función principal.

Corbin hace sus comprobaciones y yo las mías. Recorro la habitación con aire entretenido, haciendo comentarios como qué bonito esto o aquello, abriendo el armario curiosa, y los cajones de las cómodas, entrando en el pequeño baño y mirando dentro del mueblecillo viejo, como si no estuviese más que comprobando la decoración de la casa que voy a adquirir. La marca de Madame Desmarais no reacciona de ningún modo en ningún momento, por lo que me relajo un poco más. Si ella dice que está bien, está bien...

Suspirando, me tumpo junto a Corbin, de lado, mirándolo.

-Llegaremos pronto... -murmuro, refiriéndome a nuestro destino real, sin mencionarlo.

Las paredes escuchan.

Con los ojos cerrados y un brazo sobre la cara, escuchaba aún a "Alice" correteando de aquí para allá, comprobándolo todo. Corbin tenía en ello, por si aún le quedaban dudas, la confirmación de que la actuación seguía en marcha. Al menos, no necesitaba tanto empeño como cuando saliera de la habitación.

Sintió cómo Alehyss ocupaba el otro lado de la cama, pero no se movió. Sí apartó el brazo cuando ella habló, mirándola con gesto serio, sin apenas girar la cara. Asintió lentamente, en silencio.

-Habrá que estar descansados -murmuró sin mover apenas los labios.

Esbozo una sonrisa, traviesa. La función todavía no ha terminado. Nos hemos presentado como una verdadera pareja, varias personas, las cuales se alojan aquí, nos han visto entrar. Y me da la sensación de que Alice tiene algún detalle que comparte conmigo, además del cuerpo...
Me quito las gafas, dejándolas en la mesa, a mi lado.

-¿Sabes...? -murmuro, bajando el tono de modo que, si hubiese alguien más en la habitación, tuviese dificultades para escucharme-. Creo que, tratándose de una pareja que se quiere tanto como nosotros, todavía queda una tarea pendiente antes de dormir...

Sonrío, entre burlona y divertida.
Sinceramente, es cierto. ¿Acaso Caleb y Alice no llevan todo el día esperando a poder estar a solas en la habitación?

Corbin observó a Alehyss un momento, en silencio. Después alzó las cejas y, tras un pequeño silencio, habló.

-¿Ah, sí? -murmuró apenas, mirándola con curiosidad.

Algo, algún instinto extraño, le daba una idea de a qué se refería Alehyss. Por una vez. Sin embargo, seguía pareciéndole a la vez extraño y absurdo, ya que nada lo justificaba. Así pues, simplemente, se quedó donde estaba, mirando a la chrysos, atento y en guardia.

Es divertido contemplar su estoicismo. Increíble, incluso, para los que no comprendan el motivo. Pero yo, con el tiempo, he ido reuniendo los datos suficientes como para que no me sorprenda.
Sonrío, relajando un poco la expresión. Me acerqué, entonces, hasta su oído, susurrando con calma, vocalizando cada palaba con deleite, de modo que, ni habiendo alguien a dos metros pudiese escucharlo.

Tengo curiosidad, es cierto. Por encima de Alice. Yo. La tengo. Pero creo que no es el momento ni el lugar para violar a nadie, de hecho. De manera que, al acabar de hablar, me alejo un poco del claritas y lo miro, curiosa.

Corbin no se movió cuando la sintió acercarse. De nuevo, situó el brazo sobre los ojos y la escuchó, quieto y en silencio. A sus primeras palabras asintió lentamente, confirmando sus sospechas. Lo que vino a continuación, sin embargo, era más inesperado, y Corbin se apartó de nuevo el brazo de la cara, volviendo a mirar a la chrysos.

Por alguna razón que ni él mismo conocía, sonrió.

-¿De verdad llegarías a hacer eso? -preguntó, en el mismo volumen-. ¿Cómo?

No se reconocía hablando, ni tenía del todo claro qué estaba pasando, pero por algún motivo, la situación le parecía entre curiosa y divertida.

FdR.: rol pausado

¿Le hace gracia? Eso implica que lo entiende, por lo menos. Pero si llega, incluso, a hacerle gracia, supone una información adicional para mí. También he de decir que comprendo su sonrisa, yo hubiese hecho lo mismo de ser él, solo que me parece extraño que Corbin, con su forma de ser, encuentre la gracia existente en algo como eso...

Me encojo de hombros, airada, sonriendo también, de manera no muy pronunciada.

-Solo intento que seamos una pareja sana, Caleb- respondo, tranquila.

La verdadera respuesta es "he recibido órdenes de parecer una auténtica pareja", pero si, por cualquier motivo, alguien escucha esa frase, la trama estaría desmontada. Una pena que no podamos hablar simplemente con nuestras mentes.

Corbin mantuvo un amago de sonrisa en los labios, volviendo la vista al techo y situando de nuevo el brazo sobre los ojos. Negó levemente con la cabeza, tratando de hilar cabos de forma lógica, aunque poco sabía él de parejas, sanas o no.

De nuevo, aparto el brazo de la cara, y esta vez se giró en la cama, con el cuerpo mirando a Alehyss. Ya no sonreía, y cuando habló, su volumen de voz era muy bajo.

-No pretendo insinuar nada -dijo-. Pero pongo la mano en el fuego a que sabes más que yo de parejas sanas. Prefiero dejarlo a tu criterio.

Bien pensado, era evidente que había muchos otros que habrían interpretado mucho mejor el papel de novio. Corbin no estaba hecho para interpretar esa clase de cosas.

Lo miro enarcando las cejas. Me ha sorprendido, lo admito. Y, personalmente, por mucho que haya dicho lo que he dicho, esa respuesta me tienta a aceptar y enseñarle de una vez por todas lo que es el sexo. Si lo hiciese, seguramente, acabaría por agradecérmelo, aunque fuese en su fuero interno.

De todos modos, en contraposición a lo que ha dicho, poco sé yo, en la práctica, de parejas sanas si obvio el sexo. He tenido sexo con muchos hombres (y algunas mujeres) a lo largo de mi vida, pero la relación sentimental solía ser completamente nula. Y, bueno... En el caso de Jager... No fue para nada algo sano, de modo que tampoco lo cuento. Al fin y al cabo, dudo que cuente siquiera como pareja.
Mejor así. Si dos personas se sienten atraídas deben poder consumar sin que nadie las ate por un mero compromiso social. Él te será infiel de todos modos, si le surge, y lo mismo para ti, así que no te inventes compromisos inútiles, sin más.
Eso es lo que aprendí de Jager. Quizás sueno un poco como una chica amargada por haber sufrido un engaño amoroso, pero lo que él me hizo a mí no fue más qu elo que yo había hecho a otros tantos. Confundí amor y sexo, y eso es algo que no volverá a pasar. Porque no tienen absolutamente nada que ver el uno con el otro. Simplemente, a veces, coinciden en la misma persona. Nada más.

Me acerco un poco a él, pero no lo rozo. Alice, sin duda, lo habría besado, pero quizás solo le apetece sonreír de ese modo, como tentando por algún motivo. Quizás Alice deseaba que Caleb fuese más apasionado, sin más.
Yo por mi parte, solo sonrío con seguridad.

-Podías insinuar algo por una vez, Caleb -bromeo, risueña.

Alice me cae mal. Agradezco que no exista. Pero, por desgracia, hasta que el viaje termine no podemos usar otros nombres. ¿Cómo se acostumbraría Lyam? A mí me genera cierta sensación de ridículo...

Corbin permanecía quieto, en silencio, esperando una indicación de qué debía hacer. Alehyss no respondía a su pregunta directamente, y aunque no pudiera parecerlo, eso suponía un enorme problema para él. En su cabeza, hacía acopio de la poca información que tenía para proceder.

No entendió la broma. Hizo algunas conjeturas en su cabeza, pero no acabó por llegar a una conclusión clara. Veía, sin embargo, el acercamiento de la chrysos, y eso le resultó familiar. Esperó un momento más, por si cualquier otra cosa sucedía y le aclaraba en algo la situación. Luego, lentamente, casi con desconfianza, se acercó a la chica hasta presionar sus labios con los suyos.

¿Era eso?

He de decir que me sorprende. No esperaba esto de Corbin. Me parece extraño, viniendo de é, por propicia que sea la situación. Supongo que si, por ejemplo, se tratase de Gerald o alguno por el estilo ya haría rato que sobraría la ropa. No obstante, no voy a poner pegas al respecto. No sé qué estará pasando en su cabeza ahora mismo, pero la verdad es que me gustaría poder entrar en ella y verlo con mis propios ojos.

Así que ha decidido que debe besarme...
Correspondo a su presión poniendo un poco de mi parte. Actúo con lentitud. No me interesa tomar las riendas ni nada semejante, pero siento una gran curiosidad por saber cuánto domina su cabeza y cuánto su cuerpo. Es extraño para mí el poder hacer un experimento de este tipo.
Mi derecha sujeta un pluegue de su camisa, a la altura del pecho, tirando apenas un instante, con extrema suavidad. Al fin y al cabo, no pretendo más que disfrazar mis propias acciones, hacer que parezcan inconscientes, o incluso impresión suya, como algo borroso que pudo haber pasado o no.

Corbin tenía un gran dilema con respecto a si atender a la situación que estaba viviendo o a sus pensamientos. Algo le llamaba a hacer lo primero, pero era evidente que resultaba mucho más sencillo hacer lo segundo. Más que reaccionar a lo que estaba pasando, buscaba señales que analizar y sobre las que establecer conclusiones.

En primer lugar, consideró, no debía de haberse equivocado con respecto al gesto, ya que ella respondió al mismo. Todo correcto. Y entonces, ¿qué? No lo sabía. Su mente tenía dos ejemplos a seguir: el primero, aquel beso fugaz que la chrysos le había dado una vez, y que contenía muy poca información; el segundo, los libros que había leído, y cuyas narraciones siempre había creído ficticias. No había, por tanto, demasiado de donde extraer información.

Se dio cuenta de pronto de lo antinatural que se sentía en aquel estado de tensión. Corbin nunca bajaba la guardia, pero siempre trataba de mantener un gesto relajado. Le pareció sentir la mano de ella sobre su ropa, atrayéndolo, y obedeció a aquel mínimo gesto, sin estar seguro de entenderlo. Separó apenas los labios de los de la chica para poder mirarla en condiciones. Empezaba a pensar que ella no había entendido lo que le había dicho.

Esozo una sonrisa, mirándolo entretenida. Su comportamiento no es exactamente esquivo, pues no huye, pero sí es tenso. Me recuerda a un animal salvaje al que se le ofrece comida y que duda entre tomarla o no porque desconfía del ser humano, pero que, pese a lo amenazador que pueda mostrarse y al miedo que pueda sentir, en el fondo desea tomarla, aunque solo sea para saber qué es.

-Cierra los ojos -pido, en voz baja. No se trata de que sea una romántica, ni mucho menos. De hecho, esta escena, para mí, tiene más de divertido que de romántico. Pero, de todos modos, espero que su extrañeza disminuya un poco así-. Tienes que sentir lo que sucede a tu alrededor, no pensar en ello- explico, intentando hacer que parezca un entrenamiento, aunque, al fin y al cabo, él siempre piensa en ello, incluso en momentos como ese.

Es como entrenar en un bosque completamente oscuro. El viento te indica dónde hay paredes y obstáculos, los sonidos dónde hay vida, agua o simplemente objetos... Las texturas ayudan a examinar el terreno. La superficie por la que te mueves... La temperatura...
No necesitas los ojos más que para ver, pero en su caso es incluso una faceta inútil.

Corbin podía sentir la tranquilidad de la chica en contraposición a su propia tensión. Un enemigo nervioso era un enemigo muerto, especialmente si uno mantenía la calma. Eso, aplicado a aquella situación, ponía a Alehyss por encima de él, dominándolo. Y Corbin no pensaba sentirse débil ante ella, aunque no la subestimara.

Su petición no le pareció del todo extraña, aunque no por ello era más fiable. Cerrar los ojos era un tópico común en sus lecturas, pero también la renuncia a un sentido, en su caso, muy desarrollado. De todas formas, pensó, ella estaba lo suficientemente cerca como para poder percibir con claridad sus movimientos, y la cama, mullida, no hacía sino facilitar ese hecho. Además, Corbin había aprendido a dominar bien todos sus sentidos, y mantenía sus armas en sendos bolsillos. Si de verdad era tan bueno como debía, no sucedería nada.

Las siguientes palabras de la chica acabaron por convencerlo. Sabía hacer eso. Sabía sentir. Tras una última mirada, casi de advertencia, a la chrysos, cerró lentamente los ojos y esperó, atento.

Consigo, finalmente, que haga lo que le pido. Extiendo una mano hacia él, lenta, sin ningún tipo de prisa, posando las yemas de los dedos sobre su pómulo. Esto es como reconocer el rostro de una persona sin verlo, trazando las líneas que determinan la profundidad de los rasgos, la dureza, la textura de la piel... Incluso la temperatura normal de la piel es un rasgo que cambia de unos a otros.
Encuentro la línea de su mandíbula y la sigo hasta el mentón. El rostro de un hombro puede cambiar muy fácilmente si él lo desea, con solo dejarse barba, como es el caso.

Casi con pereza, tomo, también, su mano, la izquierda. Una mano de un guerrero, por supuesto, dura y áspera. Incluso la mía es así. Y no es que me importe algo tan banal como eso, pero, a la hora de la verdad, ni siquiera una puede ocultar lo que es, por bien que actúe. La tonificación muscular, las durezas en las manos...

Atraigo la mano del claritas hacia mi rostro, invitándolo a reconocerme también. Yo suelo ser de cosas más directas, me gusta el sexo duro, pero aquí se trata de que él comprenda, nada más.
De todos modos, soy de ese grupo de chicas que no disfruta demasiado manteniendo relaciones durante la menstruación. Así que esa posibilidad ya era poco posible desde un principio. Pero al menos puedo enseñarle a besar, o algo por el estilo. De todos modos, el viaje en sí mismo está siendo bastante aburrido.

Tras soltar su mano me acerco a su rostro de nuevo, con lentitud. Quiero evitar tensiones en todo lo posible.

-Tienes que abrir los labios un poco -murmuro, como quien explica que para comer es necesario masticar los alimentos para facilitar la deglución.

Junto los labios a los suyos, con calma, adoptando un ritmo lento y fácil de seguir, muy poco interesante, tratando de repetir patrones, guiando los suyos, con total seguridad. Al llegar un momento determinado, que considero más o menos oportuno, entreabro los labios, tanteándolo, con intención de profundizar un poco en el estudio.

Corbin pudo sentir su mano acercarse claramente antes de que llegara a tocar su rostro. Se mantuvo quieto, estudiando a su alrededor, percibiendo. Apenas se oía nada. Tampoco, pese a lo cerca que estaba, podía oler a Alehyss. Eso lo intranquilizaba un poco. Sin embargo, sí sentía su calor corporal debido a la escasa distancia, así como el roce de su dedo áspero primero sobre la piel, y más tarde sobre la barba.

No hizo ningún gesto hasta que ella tomó su mano, llevándosela a la cara. La mantuvo quieta, sin más, en un primer momento, y al poco comenzó a moverla, primero con mucha suavidad, casi como si temiese que ella pudiera percibir el movimiento. Luego, poco a poco, fue palpando, como un ciego que reconoce unos rasgos, la forma de la cara, el principio de la oreja, la frente, la forma de los ojos, la nariz y los labios. Se detuvo un momento de más en la sien al sentir una leve irregularidad en la piel, que repasó un momento antes de seguir avanzando. Encontró los rasgos suaves, tal y como los conocía ya, y la piel agradable al tacto. La nueva perspectiva, tan diferente, le inspiraba curiosidad.

Ella no tardó en acercarse de nuevo, y cuando lo hizo, de forma casi automática, él apartó la mano de nuevo a la mejilla, sintiendo el roce del final de su pelo en la punta de los dedos. Cuando ella habló, en la cabeza de Corbin surgió de inmediato el recuerdo de una historia, de una seducción y de un beso venenoso. Se preguntó de pronto con qué frecuencia moriría la gente por permitir a otros acercarse tanto. Realmente, la confianza parecía algo peligroso.

Con la guardia aún alta, pese a todo, acabó por entreabrir la boca mínimamente, dejando escapar levísimamente el aire entre los labios. Pronto, estos entraron en contacto con los de ella, que se movían sobre los suyos. Trató de seguir aquellos lentos movimientos, que le parecieron extrañamente naturales, aún sin entender el por qué. Era como si, de alguna forma, siguieran una lógica que su subconsciente asimilaba. Cuando ella hizo un poco más de presión, él acompañó el movimiento, dejándola entrar y recibiendo su lengua, extraña, blanda, suave y cálida. La palpó lentamente con la propia, en parte imitándola, en parte asegurándose de que no hubiera en ella ningún elemento externo o peligroso.

Sigue mis instrucciones con bastante acierto. Al final, la mayor parte de las cosas que los seres humanos hacemos corresponden a un instinto ancestral. El sexo es el afán por reproducirnos, el contacto y la conversación viene de ser seres de manada, los celos son territorialidad... Es cierto que hay comportamientos más artificiales que quizás no sean fruto de un código genético, pero estos, indudablemente, lo son.

Permito que sea él el que examine unos segundos, intentando que comprenda un poco, aunque sea una comprensión meramente anatómica. Luego, harta de que el experimento no avance, intensifico mis acciones, recorriendo el interior de su boca con curiosidad, con destreza, alternando la lengua y los labios, entretenida con la exploración.

La cama chirría ligeramente con cualquier mínimo movimiento que hacemos. Parece que no tiene unos muelles demasiado buenos. Aunque, de todos modos, eso me ayudará, al fin y al cabo. Basta con ese sonido, el de los muelles, para dar señales a las habitaciones de los lados, para que nos recuerden como una pareja. De este modo no tendré la necesidad de que todo lo que oigan nuestros vecinos sea mi voz. No me gusta gritar ni gemir para los de otras habitaciones, y menos aún si he de hacerlo sin sexo. Nunca he sentido la necesidad de fingir en la cama, aunque sé hacerlo. Simplemente, si alguien no me satisface... me levanto y me largo.

Mi diestra alcanza su hombro, recorriéndolo hacia el cuello, y también este, ascendiendo hasta llegar a su nuca, facilitándome el guiar su rostro un poco como me conviene, aunque, de todos modos, controlando su nivel de tensión. Tratándose de Corbin, cualquier gesto inapropiado podría acabar en un gesto agresivo y una mirada amenazante, aunque el que se sintiese amenazado fuese él.

Corbin no acababa de entender del todo la finalidad de aquello, aunque debía reconocer que se sentía un poco extraño, levemente alterado. Sin embargo, había aprendido desde siempre a dominar sus emociones, así que se mostraba perfectamente tranquilo, prácticamente inalterable. Aquella vaga sensación, pese a todo, empezaba a inspirarle curiosidad.

Siguió sin problema los primeros pasos de la chrysos, aunque pronto ella dejó de manifiesto su sobrada agilidad respecto a él, que se vio sorprendido por la intensificación del ritmo. Pese a ello, sabía que no podía parecer débil, así que hizo su mayor esfuerzo por mantenerse a la altura del ritmo de ella. En cierto modo, parecía como si, por algún motivo, su cuerpo ya supiera de qué iba todo aquello, pero en el momento en el que su mente se imponía, se veía trabado de pronto.

Sintió la mano de ella ascender por su hombro hacia su cuello, y al momento, sin poder evitarlo, la suya propia se tensó sobre la mejilla de la chica, dispuesta a bajar al cuello también si ella pretendía ahogarlo. La chrysos podía dominar mejor la situación, pero él seguía superándola en fuerza. Pese a sus precauciones, la mano pasó por su cuello sin detenerse y se acomodó en la nuca, con lo que la de Corbin se relajó de nuevo, subiendo de forma inconsciente hacia el pelo y la oreja, que le pareció ligeramente puntiaguda.

Por el momento, parecía que todo estaba bajo control. Y debía seguir así.