Campo abierto

Paso de estar completamente a oscuras, lo que resulta un engorro, y un engorro de lo más inconveniente y peligroso, a empezar a ver en cuestión de muy poco tiempo. Este punto por sí mismo ya es bastante agradable, pero, además, parece que he ganado unos instantes de ceguera para mis enemigos también. Corbin se merece un buen agradecimiento por esto. Empezaba a estar nerviosa. Un poco, nada más.

Esquivo el âchnam lanzándome a la derecha, acercándome sigilosamente, veloz, sin titubear, hacia el aether, aferrando el estilete. Se lo clavaré en el cuello, a la altura de la base del cráneo. Si no consigo matarlo o alcanzarlo, al menos no estaré entre tres enemigos a la vez. Tener a uno cerca y a dos más alejados me favorece para no tener que reaccionar a tres ataques al mismo tiempo.

Todavía apoyado con las manos en el suelo, y aún con una pierna presa, vio venir a la claritas hacia sí, dispuesta a rebanarle el vientre. Firme en tres puntos de apoyo, Corbin alzó una mano hacia arriba, como en un puñetazo, dispuesto a interceptar el arma antes de que esta llegara a tocarlo. Al momento, y aprovechándose de la pierna que aún tenía sujeta, impulsó una pierna hacia la empuñadura de su oponente, con el fin de propinarle una buena patada en las manos. Si era lo suficientemente inesperado, podía incluso llegar a soltar el arma.

De nuevo atacó el punto que apresaba su pie, dispuesto a liberarse, una vez más, de aquel agarre de roca. Para cuando quiso deshacerse de él, un muro de piedra se interponía entre él y la mujer. Corbin se echó a un lado, con intención de rodear el muro y atacar a la claritas desde más cerca. Mientras lo hacía, lanzó un clair ëm yäk a la posición del parvus. Si no le daba a él, esperaba al menos resquebrajar el muro tras el que se ocultaba.

Tras clavar el arma, veloz, la extraigo, retrocediendo para separarme del aether, evitando que me haga cualquier cosa, incluso desde el suelo. Aunque no parece que vaya a poder moverse mucho más. Acabaría con él, que en este momento sería lo más humano, pero no puedo dejar mi espalda desprotegida.

El siguiente es Giovert... Sund parece lo suficientemente malherido como para no atacar más que con magia. Así pues, me centro en el flamma. No creo que me conozca lo suficiente como para reconocerme por los ojos, por lo que si evito hablar y retirarme el pasamontañas podría ser que...
Mierda, Alehyss... No.

Dos flagrare vienen hacia mí. Aunque sea algo rastrero, cambio de idea. Salto hacia un lado, para intentar esquivarlos, y entonces me lanzo contra Sund. Está más indefenso. Y mi raza no me permite atacar de lejos, de modo que...
Lo siento, Sund.

Si logro alcanzarlo, intentaré utilizar la velocidad de mi carrera para golpear su cabeza contra el muro que usa para apoyarse. Aturdirlo para evitar que me ciegue de nuevo...

Me mantengo, en todo momento, atenta a sus movimientos, a sus labios, por si debo cambiar de plan, en caso de que decida lanzar algún hechizo.

No flaquees ahora.

Corbin comprobó que había conseguido que la claritas tirara el arma, y la vio retroceder, aparentemente indefensa. Aparentemente, porque Corbin nunca se permitía fiarse de las apariencias. Se lanzó contra ella con rapidez; cuando un enemigo pierde una ventaja, es necesario reducirlo antes de que compense su debilidad. Trató de acorralarla contra la pared, y lanzó un puño directo a su cara.

Oyó al parvus a sus espaldas. Aquellos enemigos le resultaban curiosos. Corbin jamás dirigía la palabra a sus oponentes, pues consideraba el silencio una parte importante de su actitud en combate. Aquel grupo, sin embargo, no dejaba de hacer preguntas y comentarios. Pedían la fuerza por la boca.

Corbin se mantuvo atento al mago, sin dejar escapar a la claritas de su posición. Lanzó un clair ëm yäk a la chica, aprovechando la escasa distancia con ella para asegurar un buen golpe, con intención de provocar al parvus, y prestó atención al momento en que el mago lanzara sus hechizos. Si atacaba, saltaría a un lado para evitarlo. Si se atrevía a algo así, acabaría golpeando a su compañera.

Gruño al recibir el flagrare, y el âchnam del enemigo me roza la mejilla, haciendo un pequeño corte poco peligroso. Finalmente, pero sin deleite, noqueo a Sund, escuchando, nada más hacerlo, la voz de Gina gritar su nombre.
Como si le importase.

Observo al caeruleus, que respira con dificultad en el suelo, y me vuelvo rapidamente al flamma, que ha decidido no atacarme. Podría aprovechar y matar a Sund. Podría lanzarme a por Giovert y tratar de derrotarlo también.

Me estoy encontrando extrañamente mal. No soy tan débil como esto. Sin embargo, sin poder evitarlo, me siento rastrera y poco profesional. Incapaz.
Ahora comprendo la importancia de no ser vistos. Podría haber evitado el enfrentamiento. No tendría que ver morir a Gina.

Me aproximo velozmente a Corbin, para apoyarlo, aunque durante un instante tengo ganas de apartarlo del combate. Tengo ganas de rendirme y largarme. No saben quiénes somos, ni me han escuchado hablar, ni nos han visto la cara...
Somos dos claritas, nada más.

Busco una caja, un baúl, algo que se le asemeje, con la mirada.
Ni se te ocurra, Lester. Ni se te ocurra.

La claritas parecía querer escapar, y el parvus seguía dando guerra. Pero aquello no era lo más preocupante para Corbin, que vio cómo Alehyss se acercaba a él, dejando inacabado el trabajo con sus oponentes. Frunció el ceño, preguntándose qué tramaba la chrysos, pero no se preocupó en lo que hiciera. Alehyss podía defenderse sola, y él no necesitaba ayuda por el momento.

Al ver a la claritas tratando de huir, Corbin la agarró por el pelo, alzándola de un tirón, dispuesto a acabar por ella de una vez por todas. El parvus, sin embargo, no parecía tener intención de dejarlo tranquilo, y Corbin lanzó un clair ëm yäk contra él, tratando de evitar con ello que lanzara un nuevo ataque o tratara de apresarlo de nuevo al suelo. En cualquier caso, mientras el parvus atacara desde la distancia, la claritas actuaría como escudo para Corbin. Por el momento, tenía la impresión de que aquellos hombres valoraban la vida de sus compañeros, y esa era una debilidad de la que se podía aprovechar.

No sé si agradecer o maldecir que Corbin sea como es. Sería muy sencillo dejar a él el trabajo sucio para sentirme un poco mejor. También puede resultar cobarde, pero no soy alguien que aprecie el valor por encima de otras características. Para mí, la autoconservación es más importante, siempre y cuando no recluya a uno, volviéndolo inútil. Pero si algo te desagrada, asusta incluso, y eres capaz de llegar a ello por otro modo... ¿No demuestras acaso una capacidad de adaptación que aquellos que, simplemente, ignoran el miedo y se lanzan de cabeza?
No es que hasta ahora Alehyss Lester haya sido especialmente valiente. Es, simplemente, que no he tenido miedo, y cuando algo me desagradaba solo luchaba por mantener el orgullo, o la integridad física.

Inspiro hondo.
Sinceramente, odio matar. Por desgracia, estoy más familiarizada con el término de lo que me hubiese gustado admitir jamás. Y muchas veces, al desconocer a la víctima, ni siquiera te paras a pensar en si es o no una persona "buena". El problema es cuando te encuentras en mi posición ahora, sabiendo que una persona se ha equivocado de camino, que tiene mala suerte pero buenas intenciones... ¿No me coloca eso a mí en la posición de la "mala"?
No es algo que me importe, ser considerada como buena o como mala. Solo intento ser lo más profesional que puedo, siguiendo, dentro de lo posible, mis valores. Pero es que yo quería dejar esta vida que me trae solo dolores de cabeza, y al final estoy más lejos que nunca de hacerlo.
Seguramente a estas alturas Gina, todos ellos, nos odien. Hemos matado a varios de sus compañeros. El rencor es algo normal.
Creer que seré una heroína si le salvo la vida, si se la "perdono", a uno o dos es muy optimista. Simplemente sería un placebo para hacerme sentir un poco mejor.

Entonces la pregunta es:


Quizás porque en lo que pude conocerla siempre me pareció una persona más íntegra y correcta que él. Y, sin embargo, ella va a morir aquí solo para aumentar ínfimamente la posibilidad de que él viva.

Qué egoísta soy. No me importa hacer sufrir a otros para dejar de sufrir yo, ni arrastrar a un compañero conmigo, pero ahora que la situación también se me hace difícil incluso siento cierta repulsión hacia el claritas.

Atacaré al parvus. A él no lo conozco. Debería serme más fácil así. Ya estoy bastante desconcentrada.

Intento llegar a él antes de que ataque a Corbin. Si lo consigo, dispararé una patada lateral hacia su sien, deteniendo el cuerpo al llegar junto a él, en cadera, y usando el impulso que llevo para pivotar y aumentar la fuerza de mi golpe.
Si me ataca, me veré obligada a pensar rápido. Espero poder evitarlo antes de que ataque, cuando me apunte para usar un hechizo.

Quiero que esto se acabe de una vez.

Corbin se sentía tenso al ver que Alehyss no reaccionaba, aunque tenía otros asuntos de los que ocuparse. El flamma lo atacó, y Corbin ya estaba perdiendo la paciencia. Con un gesto enérgico, giró el cuello de la claritas hasta desnucarla, y utilizar su cuerpo para recibir los golpes del flamma. A continuación, lanzó el cuerpo de la claritas contra él, tratando de buscar un modo de desconcentrarlo un momento.

Seguían perdiendo fuerza por la boca.

Alehyss, por fin, se había lanzado a por el parvus, pero eso no impidió que este agrietara el suelo bajo los pies de Corbin, atrapando uno de ellos. Esperaba que ahora que Alehyss se le acercaba, tuviera con qué entretenerse y lo dejara ocuparse del flamma un rato. Lanzó un hechizo de nuevo a sus pies, lanzando un clair ëm yäk junto a la grieta para agrandarla y poder extraer el pie con rapidez. Se preparó para un nuevo ebrain aitchbrëa que le diera un poco más de tiempo.

Evito, por todos los medios, mirar a Corbin. Tras mi primer ataque, que acierta, pero no logra darme el tiempo suficiente para rematar al parvus, de modo que veo la necesidad de, ágilmente, dirigirme de nuevo hacia él, con cautela. Su posición, con las manos a ras de suelo, es digna de tener en cuenta. Todo lo que nos rodea es piedra y, por tanto, puede ser moldeado, destruido, utilizado por él... Si es tan buen mago como parece, por lo menos.
Debo tener cuidado con los pies, por tanto.

Aunque me acerco, por tanto, estoy más pendiente de evitar lo que me vaya a lanzar que de abalanzarme sobre él sin cuidado. No sé qué es capaz de hacer. Pero, haga lo que haga, debo esquivarlo para poder atacar.

De todos modos, si lograse alcanzarlo trataría de clavar mi estilete en su ojo, para cegarlo y, con suerte, matarlo.
La peor parte que le encuentro a luchar contra un parvus es su estatura. Necesitaría practicar más contra ellos, pero no he tenido demasiadas ocasiones. Son más difíciles de tumbar y no estoy acostumbrada a sus puntos vitales. Al atacar de frente, sin más, suelo acabar encontrándome con que soy más inestable que ellos, que están más cerca del suelo.

Corbin consiguió liberarse del agarre de la roca y se encaró con el flamma, que preparó su daga para recibirlo. Corbin consideraba que una daga, bien utilizada, era mucho más peligrosa que una espada, y no pensaba lanzarse sin más contra él. Después de todo, era un arma más pequeña, y por tanto más manejable y escurridiza.

Así pues, antes de lanzarse contra el flamma lanzó contra él dos clair ëm yäk, uno a su arma y otro a su cara. Sin embargo, antes de poder continuar con su ataque, y como respuesta a su propio hechizo, vio cómo el flamma invocaba otro y se puso en guardia.

Pronto sintió una onda de calor que se estrellaba contra él. Corbin se plantó firme en el suelo y puso un brazo sobre su cara, al tiempo que entrecerraba los ojos, tratando de evitar el calor en la medida de lo posible. Aún así, sintió cómo un doloroso calor lo golpeaba, escociendo la piel bajo la ropa chamuscada, impidiéndole ver nada por un momento y haciéndole soltar un gruñido de dolor.

No se detuvo, no tenía tiempo de detenerse. Invocó un nuevo ebrain aitchbrëa en un murmullo, esperando que su voz pasara desapercibida, y se dirigió al flamma, dispuesto a acabar con él.

Mi situación, de pronto, empeora. Al sentir cómo la roca atraviesa mis músculos, no puedo evitar, por primera vez durante el combate, que un gruñido de dolor, gutural, grave, desgarrado, salga de mí, sincero. Atrapada, siento pasar un hechizo junto a mi cabeza, mientras trato de, lentamente, arrastrar la pierna, intentando arrancarla de la roca que la ha traspasado. El hechizo de mi compañero me ha cegado, igual que a los otros dos, pero yo soy un blanco fácil ahora que estoy atrapada, como un animal enganchado en un arpón.
No puedo atacar de lejos. No puedo defenderme. No puedo ver. Solo me queda escuchar.

Como si todo el dolor llegase junto, mientras me esfuerzo por no lamentarme al notar cómo la rugosa piedra roza la herida que ella misma ha provocado, un impacto de calor me hiere en la espalda, arrancándome el aliento, y con él un quejido más leve.

Aprieto los puños, sintiendo el nuevo resplandor, que prolonga mi ceguera. Si logro deshacerme de la piedra que me ha atrapado, me retiraré como pueda, alejándome del sonido, del parvus y del flamma, hasta que pueda ver de nuevo.
Si no lo logro... empujaré con más fuerza, aunque el dolor me desgarre.

Si ha podido hacer esto, puede matarme si no me muevo.

Corbin trató de contener su voz cuando un nuevo golpe de su enemigo estalló contra su estómago. Sentía los ojos llorosos y la piel ardiente, dolorida. Pero a Corbin le habían enseñado que lamerse las heridas en mitad de un combate solo suponía más heridas, así que no cejó en su empeño hasta hacer caer al flamma.

Se volvió entonces hacia el parvus, y se encontró con que su compañera se había alejado de él, sangrante. Corbin ignoró su estado; atender a otros, al igual que atenderse a uno mismo, era una distracción en combate. Lo mejor que podía hacer era reducir a su enemigo antes de que este pudiera causar más daño a ninguno de los dos. Ya tendría tiempo después de atender al calor que se extendía por su cuerpo.

Tratando de ignorar su estado, se lanzó a por el parvus, animado por el hecho de que era el único adversario que quedaba. Mientras se acercaba a él, lanzó un clair ëm yäk para mantenerlo ocupado. Corbin había llegado a la conclusión de que no podía permitirse permanecer mucho tiempo en el mismo sitio con aquel mago. Si conseguía atraparlo con sus hechizos, le causaría muchos inconvenientes. Procedió a descargar sus puños sobre él, principalmente en la cabeza, la zona más accesible, preocupándose de no permanecer quieto mucho tiempo.

Consigo alejarme, y pronto veo que Corbin me reemplaza. Ahora mismo dudo que pueda serle de mucha ayuda, y no me apetece acabar con un nuevo agujero en mi cuerpo. Otro más no...
Jadeante, me voy acercando a los cuerpos tendidos: al piscis, al aether y, finalmente, a Sund. Por mucho que me disguste, a estas alturas solo hay algo que pueda hacer si alguno de los tres vive, de modo que mejor no pienso en ello.

Tras asegurarme de que los tres hayan muerto, jadeante, me dejo caer, arrancando un trozo de mi ropa para poder hacer una especie de torniquete, vendando también la zona para evitar el sangrado en la medida de lo posible. Voy a necesitar atención médica antes de regresar a Brontë. No puedo volver así. Lo más probable es que termine con una infección, gangrena y sin pierna. Y no estoy dispuesta a cercenar ninguno de mis miembros.

Jadeo, mientras aprieto la carne. Los ojos se me llenan de lágrimas debido al dolor, pero consigo seguir adelante. Los primeros auxilios han de ser aplicados incluso si el dolor es insoportable. De todos modos, no puedo moverme más que arrastrándome. He perdido la mayor parte de mi capacidad ofensiva.
Y como esto siga sangrando así, acabaré perdiendo más que la movilidad. Empezando por el conocimiento... Tengo que cortar la hemorragia cuánto antes.

Corbin encontró problemas para deshacerse del último de sus adversarios, pero finalmente consiguió acabar con él. Cuando se aseguró de que tanto él como sus compañeros habían sido completamente aniquilados fue cuando procedió a ocuparse de sí mismo y de su compañera.

Tras examinar sus heridas y localizar a la chrysos, que se ocupaba de las propias, Corbin seleccionó parte de la ropa de los caídos, que rasgó y preparó a modo de torniquetes y vendas improvisadas. Se preocupó de cortar la hemorragia de su brazo y de limpiar como pudo las heridas más llamativas, vendando tanto el brazo como el vientre y el muslo. En un momento como aquel, Corbin habría pagado una buena suma por un buen cubo de agua fría.

Lo que más preocupaba al claritas eran los ojos, que no se habían recuperado inmediatamente tras el golpe. A Corbin no le gustaba especialmente la oscuridad, pero era consciente de que, si es que los daños no eran permanentes, debía dejar descansar la vista en la medida de lo posible para recuperarse del todo. Pensó en vendarse los ojos, pero decidió que no podía permitírselo. Trataría de limitarse a evitar forzar la vista más de lo necesario.

Se acercó a Alehyss y le tendió las vendas improvisadas que le quedaban.

-¿Es grave? -preguntó con un gruñido. Aún estaba agresivo, pero debía intentar controlarse y ayudar a su compañera, o todo aquello no terminaría nunca-. No veo, necesito que te encargues tú de buscar.

Alzo la vista, aceptando los trozos de tela que Corbin me ofrece, reforzando las vendas de la pierna. Las demás heridas no son demasiado graves. Me duele bastante el hombro, también, y algunas de las quemaduras, pero creo que no puedo permitirme inmovilizar nada más antes de salir de aquí.

-Me costará andar por un tiempo -respondo, monocorde. Parece que lleve sin hablar una eternidad.

Ante su matiz final, clavo la vista en sus ojos, iluminando sutilmente los míos. Enrojecidos... ¿Ha sido un golpe? O quizás algún hechizo de fuego... Cuando salgamos de aquí podremos comprobarlo. No me gustaría que hubiese más enemigos ocultos.

Me separan varios metros de la estantería en la que he visto esa especie de maleta. Lo que buscamos.
Me levanto, esforzándome, apoyándome contra la pared, sintiendo con el esfuerzo que la herida sangra más, arrancándome un resoplido de dolor. Jadeante, extiendo un brazo hacia Corbin, tomando el suyo con suavidad, el sano, tratando de apoyarme en él para mantener el equilibrio.

Puedo con una sola pierna, pero el dolor me marea.

-¿Cómo de poco ves? -inquiero, apretando los dientes debido al ardor de mi gemelo-. Lo que hemos venido a coger está en una estantería, unos diez metros más allá.

Indico la dirección moviendo su brazo.

Corbin se volvió a la dirección que señalaba Alehyss, y pudo distinguir, efectivamente, una forma negra en la estantería. Dejó que la chica se apoyara en él, pero acabó por indicarle que se apoyara en la pared y esperara allí.

-Puedo distinguir las formas -murmuró, con gesto hosco-. Espera aquí.

Corbin se acercó hasta el maletín y lo cogió con cuidado. No pesaba demasiado, ni era un bulto excesivamente grande. Pronto volvió junto a Alehyss y le tendió el brazo para que se apoyara en él.

-¿Puedes caminar? -preguntó, algo brusco-. Tenemos que salir cuanto antes.

Agradezco que sea capaz de llegar por sí mismo. Siento cada paso como un calambre, directo de la pierna al cerebro, atravesando la columna. No quiero imaginar lo que se siente al perder un miembro, pero tener una pierna perforada, si se le parece, determina que "mucho" no basta.

Cuando Corbin regresa con el maletín, accedo a apoyarme en su brazo, cargando sobre él parte de mi peso. Por suerte es la izquierda, y no la derecha.

-No me queda otra, ¿no? -respondo, algo cínica, apretando la mandíbula al hablar-. Ya tendré tiempo de reponerme cuando estemos lejos de aquí. Sé a dónde tenemos que acudir.

Madame Desmarais me ha facilitado un contacto cercano. Deberíamos llegar antes del alba, espero. Para una emergencia, dijo... Y ahora la entiendo.

-Necesitaré ayuda para la trampilla -murmuro, refiriéndome a la que da al tejado del edificio.

La de esta sala tiene barras. Puedo trepar fácilmente solo con las manos. Pero para la de la primera habitación debería saltar, y no seré capaz. Lo sé sin probar.

Trato, en la medida de todo lo posible, de evitar mirar los cadáveres. Los de Sund, Giovert y Gina. Tengo la cabeza demasiado ligera... Y el estómago... Bueno.
Tengo la incesante y desagradable sensación de que al salir de aquí vomitaré.

Corbin no podía enfocar bien, pero sí distinguía en tono rojo brillante que resbalaba con su pierna, y le parecía evidente que no iban a salir rápido de allí en esas condiciones. Le tendió el maletín a Alehyss, obligándole a cogerlo, y la aupó a su espalda.

-No hay tiempo para que te arrastres -murmuró, de mal humor.

Dejarla caminar solo empeoraría su herida y los retrasaría. Corbin no estaba en su mejor momento tampoco, pero tenía la fuerza suficiente para llevarla y ninguna paciencia para discutir. Con la chica sobre la espalda, recorrió con decisión el camino de vuelta, saliendo de allí cuanto antes. Alehyss le indicó adónde debían ir.

*Fin de la escena*