Campo abierto

Tras una exploración minuciosa de la sala, decretaron que no había mucho que ver allí; su objetivo parecía estar en otra parte. Así pues, Corbin volvió hacia la puerta y, tras asegurarse de que no había movimiento al otro lado, procedió a volver a la habitación principal.

De nuevo en la estancia central, Corbin hizo un gesto a Alehyss para dirigirse a la última puerta que había escuchado, aquella en la que, como en la primera, no había ningún sonido. Lo ideal sería encontrar su objetivo sin necesidad de encontrarse con nadie, aunque algo le decía a Corbin que aquello era poco probable.

Procedió, como en los casos anteriores, a abrir con cuidado, con intención de asegurarse de que era seguro. Si era el caso, procedería al interior.

Accedo a salir del cuarto, siguiendo al claritas, regresando a la habitación anterior. Parece que, por suerte, nadie ha pasado por aquí y se ha dado cuenta de que falta el vigía. No podemos desperdiciar el tiempo, pero debemos proceder con cautela y cuidado. Hacer algo rápido y bien es complicado, pero llevo tiempo dándole vueltas a todo esto desde que vi a Danth, más de las que le daba antes, y creo que mantener la calma y hacer las cosas bien es incluso más importante de lo que creía. Esto, por mi parte, no indica nada bueno: me he relajado hasta el punto de perder cierta profesionalidad, llegando a no poner todo mi empeño en una misión desde el principio. No volverá a pasar. Y menos aún mientras no haya conseguido salvar a los chicos.

Corbin y yo llegamos hasta la segunda puerta silenciosa. De reojo, compruebo las otras dos, a la expectativa de que cualquiera las abra de un momento a otro. De todos modos, si caen como el primero deberíamos ser capaces de enfrentarnos a tres o cuatro sin demasiada dificultad. Pero, claro, si, y solo si, caen como el primero, y si solo solo son cuatro.

Corbin trata de abrir la puerta, pero parece no tener éxito. Yo pruebo lo mismo, pero el pomo ni se mueve. Trato de examinarlo, buscando alguna señal que llame la atención, algún mecanismo. No hay nada que pueda identificar.
Primero me planteo el decirle a Corbin que intente tirarla abajo. Aparentemente, con su fuerza quizás fuese capaz, pero si los ronquidos de la habitación de al lado son personas durmiendo no quiero despertarlos por hacer un movimiento que quizás ni siquiera sea útil.
Por otro lado, la perspectiva de una habitación sellada siempre da la sensación de que lo que buscas está ahí.

Deposito suavemente la mano en el antebrazo de Corbin y hago un gesto con las manos, girándolas una en torno a la otra un instante, indicando que, personalmente, prefiero dejarla para "luego".

A Corbin no le gustaba nada la perspectiva de una puerta que no pudiera atravesar, pero evidentemente no podía echarla abajo sin más ni perder demasiado tiempo en ella. Trató de buscar una forma de abrirla con suavidad, pero no la encontró. También Alehyss se acercó a intentarlo, con los mismos resultados.

Se volvió hacia la chica al sentir la mano en su hombro, asintiendo cuando ella propuso tomar otro camino. No le gustaba dejar una puerta cerrada, pero parecía que tendrían que dejar aquel asunto para más tarde. Señaló, pues, la segunda puerta, aquella tras la que se oían ruidos lejanos. Había presencia tras ella, pero no tan cerca como tras la otra que quedaba.

Así pues, aplicó un momento de nuevo el oído y procedió, como siempre, a abrir una rendija, mirando más allá. De encontrar el camino libre, seguiría aquella dirección. En caso contrario, debían buscar la manera de limpiar el camino de forma discreta.

Corbin, comprobó que era un pasillo lo que se extendía al otro lado de la puerta. Tras comprobar que no había nadie en las inmediaciones, se introdujo en él, cauteloso. Las voces, desde aquella distancia, no eran inteligibles, pero sí se distinguía su dirección. Corbin, decidido, tomó la contraria, avanzando por el pasillo en busca de alguna puerta tras la que explorar.

Tal vez aquella conversación tuviera interés para ellos. Tal vez les diera datos interesantes. Pero lo dudaba. Existía el riesgo de que no fuera así y solo perdieran el tiempo y, aún si la conversación tuviera algún interés, los acercaba a enemigos despiertos, con los que no debían cruzarse. Era mejor evitarlos en la medida de lo posible.

Tras ver cómo mi compañero entra, lo sigo. Quizás montar el caos en la habitación de los ronquidos no sea, efectivamente, la mejor idea. Cabe la posibilidad de que no podamos acabar con los que los producen a tiempo y de que ellos atraigan a los despiertos. Sin embargo, si los despiertos atraen a los dormidos... Cuento con que una persona recién levantada esté menos despejada que yo ahora. Si no es así, quizás debería retirarme.

Cierro la puerta a nuestra espalda e ilumino ligeramente los ojos, casi para dar luz solo hasta mis pies, preparada para apagarlos si cualquier indicio de persona aparece. Camino junto a Corbin, cautelosa, atenta a lo que podamos encontrarnos.
Le lanzo una mirada. Es un buen compañero: formal, discreto, fuerte... Y lo mejor de todo: nada curioso.

Alehyss y Corbin se introdujeron por aquel largo pasillo, oscuro y sin ventanas. Se toparon con una puerta que, como una de las anteriores, parecía estar cerrada de algún modo extraño. Finalmente, tras una caminata siguiendo el origen de aquellos rumores cada vez más cercanos, una nueva puerta, esta vez diferente, metálica, apareció frente a ellos. No tenía cerradura, como ninguna hasta entonces, pero los guerreros podrían comprobar que, aunque pesada, podía abrirse.
Además, en caso de escuchar el interior, verían que, si bien los sonidos parecían venir de aquella dirección, continuaban pareciendo parcialmente lejanos, como si hubiese una superficie gruesa interponiéndose entre las voces y los de Brontë.

No parecía que hubiera forma de alejarse de las voces, así que Corbin avanzó por el pasillo hasta ellas. Tan solo una puerta antes lo hizo detenerse, pero se vio obligado a pasarla por alto, incapaz de abrirla. Le molestaban un poco aquellas puertas cerradas, pero no podía dedicarse a intentar forzarlas, o llamaría demasiado la atención. Por lo demás, la leve luz que Alehyss emitía le permitía ver que en el pasillo no había nada.

Llegados a una puerta diferente, Corbin se detuvo. Las voces venían del otro lado, pero aún así no parecían lo suficientemente cercanas para entenderlas. Por otra parte, aquella puerta podía resultar más ruidosa que las anteriores, aunque solo fuera por la diferencia de material.

Corbin miró a Alehyss, por primera vez interrogante. Hasta el momento, había tomado la iniciativa prácticamente en todo momento, y con cierta seguridad. Pero llegados a aquel punto y sin haber encontrado nada, quizás era mejor consultarla a ella. Después de todo, era quien lo había llamado a participar, y tal vez hubiera algún detalle que él hubiera pasado por alto.

En su opinión, era más fácil acabar con los habitantes del lugar cuanto antes para evitar problemas, empezando por aquellos que dormían y no ofrecerían la menor resistencia. Sin embargo, sabía que esa no era una buena forma de pasar desapercibidos.

No existen muchas posibilidades alternativas al camino que seguimos, y cuando encontramos una puerta, al igual que una de las de la sala inicial, está cerrada. Me extraña la forma en que están selladas, sin cerradura. Aunque mis conocimientos sobre magia no son lo suficientemente buenos como para que pueda discernir si se trata de eso. Quizás sea un mero mecanismo oculto, o que la manilla está rota, aunque tengo la sensación de que algo como eso sería demasiado simple.

Finalmente, alcanzamos una puerta metálica, diferente a todas las demás. Pego el oído a ella, pero parece que los sonidos siguen viniendo de un lugar más alejado. Se escuchan amortiguados por algo.
Devuelvo la mirada a Corbin, comprendiendo su duda. Por una parte, esta puerta atrae mucho más mi atención, tanto consciente como inconscientemente. Por otro lado, lo que dejamos atrás es peligroso.

-Volvamos -le digo en voz baja, simplemente.

Si entramos aquí y lo que buscamos está en la habitación de los ronquidos, quizás los que duermen ahora ya no lo estén haciendo. En ese caso, el peligro crecería.
Si podemos aprovechar que duermen para que no despierten...

Palpo el estilete un instante. Si son pocos puede ser posible.

Corbin avanzó silenciosamente con su compañera hasta dentro de la sala y miró alrededor, buscando encontrar algo. Sin embargo, la luz era demasiado escasa y las cuatro presencias lo incomodaban a la hora de investigar. Decidió, pues, que lo primero debía ser cerrar la puerta a sus espaldas, para evitar que los posibles ruidos de las víctimas, si es que tenían tiempo de hacer alguno, atrajeran la atención de aquellos que estaban despiertos.

Se acercó después a la cama más cercana, acechando a quien en ella dormía. Con seguridad y rapidez, apoyó una mano en su pecho al tiempo que tomaba con la otra su cabeza, tratando de desnucarlo en un rápido gesto. Quería acabar con él con rapidez y en silencio.

Si la víctima no ofrecía resistencia, procedería a encargarse de quien dormía en la cama contigua.

Tanto Corbin como yo no colamos en la habitación, tratando de evitar en la medida de lo posible el producir cualquier ruido. He de decir que por los ronquidos el que duerma dentro debe de estar profundamente dormido, pero eso no implica, ni mucho menos, que no haya alguien despierto o que podamos generar nosotros ese estado. Hay que moverse rápido y sin dudar.

No pierdo un segundo y, viendo que él se dirige a la cama más cercana, yo me deslizo hacia la segunda, extrayendo el estilete con sigilo, haciéndolo bailar con sigilo en los dedos. Trato de llegar rápidamente a la cama, junto al cabezal, donde se halla la cabeza del hombre, y en un veloz gesto de reconocimiento llevo mis dedos a su oreja, palpando y encontrando la pequeña hendidura que hay tras ella, clavando ahí mi arma con frialdad, hacia el cerebro. Es un punto más blando, más fácil de atravesar que otras partes del cráneo, y el ojo me parece de peor gusto.

Si lo consigo me volveré hacia el siguiente, extrayendo el metal limpiamente. Es lo bueno de las armas punzantes.

Corbin vio a Alehyss proceder con igual eficacia que la propia, y pronto dos de los hombres habían caído a sus manos. Procedió a su siguiente víctima, y al acercarse a ella pudo sentir cómo la cuarta que quedaba, aquella que debía caer a manos de Alehyss, cambiaba su forma de respirar, dejando de roncar.

Corbin se planteó por un segundo lanzarse contra el hombre y acabar con él antes de que causara problemas, pero fue solo un segundo. Al instante siguiente había terminado de acercarse a su víctima y había procedido a ejecutarla de la misma forma que la anterior. Después de todo, si el segundo de Alehyss daba problemas, era preferible que no tuviera ayuda para resistirse a ellos.

Si conseguía acabar con el que tenía entre manos con prontitud, procedería a ayudar a su compañera en caso de necesidad. Recién despierto no debía suponer una gran amenaza, pero no podían permitirse menospreciar a sus enemigos, ni darles la oportunidad de hacerlos visibles.

El cese de la respiración me hace volverme velozmente hacia la cama de al lado. Puedo entrever sus ojos abriéndose en la penumbra, pero, salte la cama o la rodee, creo que es imposible que no sea percibida antes de llegar. Estaba profundamente dormido, por sus ronquidos, pero si es un buen guerrero debería reaccionar rápido. Obviamente, tenemos ventaja. Hasta que nos vea, no debería ni saber que hay alguien sospechoso aquí, a no ser que sea caeruleus y pueda vernos a la perfección.
Sinceramente, no me asusta demasiado un hombre tumbado recién despierto. Además, sé que cuento con el apoyo del claritas. No obstante, si grita...

Lo ideal en estos casos sería echar el cuerpo a tierra y fingir no estar aquí, con la esperanza de que se duerma de nuevo o se distraiga, pero no sabría transmitirle eso a Corbin con esta oscuridad y con tan poco tiempo, de modo que no sirve.

Veloz, salto ágilmente, pasando por encima de la cama para ponerme frente a la del hombre, aferrando el arma con la diestra. Antes de actuar, apuntando a los suyos, ilumino todo lo intensamente que puedo los ojos. Si es claritas espero que se sorprenda; por otra parte, si es cualquiera de las otras razas, que se deslumbre. En ambos casos, si logro desorientarlo punzaré su garganta, atravesando la tráquea, si es posible. Si consigo evitar que grite todo será más sencillo.

Arranco el arma de su cuello, palideciendo ligeramente. También lo conozco... Lo vi alguna vez, aunque no sé su nombre. Pero su rostro... Era uno de los novatos. Entró después de nosotros.
¿Qué mierda está pasando aquí?

Apretando la mandíbula, desagradada, me encargo de matarlo para que no siga sufriendo. A estas alturas es un acto de bondad... Nunca me ha agradado demasiado hacer esto...
Limpio el estilete a las sábanas, y también mis manos, y me alejo del cadáver, acercándome a los otros, comprobando también sus rostros. Uno me es familiar. Los otros no los he visto nunca.

Ilumino ligeramente mi cuerpo, intentando no pensar en ellos, comenzando a buscar por la habitación, concentrada. Mi misión es llevar un cofre... No llamar la atención... No salir herida... Que no me vean la cara.
De modo que era por esto... Ellos podrían reconocerme.

Corbin pudo comprobar que, aunque la muerte del hombre fue menos limpia que la de sus compañeros, pronto fue reducido también. Así pues, habían conseguido mantener aquella habitación en silencio sin mayores dificultades.

Aprovechando la luz que la chica emitía, Corbin investigó a fondo la habitación, buscando aquello que perseguían. Finalmente, tuvo que admitir que no estaba allí. Apretó la mandíbula. Empezaba a estar molesto ante la dificultad de la tarea.

Volvió de nuevo junto a Alehyss, y aunque notó algo extraño en su expresión, lo ignoró, poco entendido en esos asuntos. Hizo un gesto hacia la puerta.

-Aquí no hay nada -murmuró-. Tendremos que arriesgarnos con la puerta metálica.

Procedería allí como las veces anteriores, si es que no encontraba alguna irregularidad por el camino. Si podía, evitaría más muertes, aunque no tenía intención de ir cuidando de enemigos. Si había que eliminarlos, los eliminaría.

De nuevo, llegaron a aquella puerta metálica, aquella frente a la que se habían detenido. Corbin procedió como en las ocasiones anteriores, y encontró con que no había nadie al otro lado. Las voces parecían venir de abajo, eran menos continuas e igualmente ininteligibles. La oscuridad era casi total, hasta el punto de que Corbin no tenía muy claro qué había a su alrededor.

Tras escuchar un momento a su alrededor, pendiente de si sentía alguna presencia, se atrevió a encender un pequeño clair ëm yäk. Después de todo, si resultaba haber alguien, podía lanzárselo a su enemigo. Era arriesgado, pero su buena visión tenía un límite, y aquella habitación lo superaba.

Al encender luz, ya con la puerta tras de sí cerrada, pudo ver las paredes de la habitación, y la puerta que había en una de ellas. Aquel podía ser su nueva ruta si no encontraban nada en la habitación en la que estaban, pero por el momento el claritas se dedicaría a explorar los bultos que allí se encontraban, tratando de ser sigiloso. En todo momento se mantenía atento a posibles alarmas, y las voces bajo el suelo no hacían sino incrementar aquella sensación.

Antes de entrar en la habitación, apago la tenue luz de mi cuerpo, como hago cada vez que vamos a penetrar en un lugar nuevo. Se supone, por el color de mi piel y las prótesis de orejas que llevo tras el pasamontañas, que soy claritas. Y ahora que veo que hay gente que podría reconocerme entiendo más que nunca la importancia de ello. Las vendas me oprimen el pecho. También es incómodo.

Entro junto a Corbin en el cuarto, no alejándome demasiado de él para que su hechizo ilumine también mi zona, agudizando el oído antes de ponerme a buscar entre los bultos. El sonido parece venir de abajo, pero el suelo es sólido, de piedra. No parece el tipo de superficie donde se excavaría un hueco sin más.

Hurgo, junto a mi compañero, entre las cosas, tratando de tocar siempre con cuidado (las trampas pueden acechar en cualquier lugar), y de vigilar siempre los alrededores, tanto con los ojos como con el resto de sentidos. Esto me está haciendo sentir muy incómoda. Me siento como si estuviese en la boca de alguna bestia y ahora techo y suelo fuesen a ir a aplastarme.

FdR- Sí, Alehyss necesita decir que tiene las tetas grandes en el primer párrafo o no caga.
FdR2- Alehyss no caga, por favor.

Corbin fue fijándose en los objetos, aunque la presencia de baúles le hacía dudar, pues no tenía muy claro si alguno podía ser lo que buscaban. Con el clair ëm yäk que tenía en la mano, trató de romper el candado para poder abrir el cofre, por si contenía algo de interés, con un poco de suerte aquello que buscaban.

Tras esto, invocó un nuevo hechizo para poder seguir explorando la sala. Al llegar al baúl al fondo, quiso comprobarlo también, en busca de lo que fuera que contenía. Si en aquella sala encontraban lo que buscaban, podrían dar al fin media vuelta. En caso contrario, Corbin pensaba comprobar la puerta situada en la pared de la izquierda, por donde continuaría su itinerario.

Dejo a Corbin encargarse de los baúles. Puede parecer poco importante, pero me llama la atención la tabla vieja que había bajo la tela. Es cierto que es extraña, que contrasta con el resto de objetos, como si fuese más parecido a "basura" que los otros, pero, si bien el hecho de encontrar una tabla escondida (aunque, bien pensado, puede ser una casualidad) ya de por sí puede parecer sospechoso..., la verdad es que lo que me lleva a pensar en ese trozo de madera es una especie de sensación que no logro explicar por completo...

Frunciendo el ceño un instante me arrodillo junto a ella, pegando el oído, como si esperase que fuese una especie de puerta en el suelo y, simplemente, escuchar al otro lado, al igual que con las puertas que hemos ido recorriendo hasta ahora.
Estas malditas orejas de mentira solo molestan...