Taller

Salgo a los terrenos de palacio con un candelabro tintineante que casi se me cae un par de veces. Corro como una centella, ¡no! Como el más rápido de los aether o como la pluma incendiaria más acelerada de todo Ventus. Llego por fin al rinconcito que tanto me gusta y encuentro la cabaña en la que encerrarme durante horas.

Enciendo las antorchas y candelabros que hay por allí a toda prisa y tomo aire para supervisar materiales. Piensa Heyl, piensa, no te precipites y plantéate qué es lo que vas a hacer. Es silvanus, es un psicis, adora (lamentablemente) al líder caeruleus, le gustan las tonterías, tiene una daga, sirve al tonto de Alexander... ¿Qué le hace falta, de lo que yo pueda darle, que pueda regalarle? Miro a mi alrededor y me tranquilizo. Debo estar sereno para ahcer bien mi trabajo.

Me pongo a rebuscar materiales y los voy depositando sobre la amplia y gruesa mesa de trabajo. Bien, si reflexiono un poco sabré qué hacer que sea útil, bonito y que le guste. Manos a la obra. Es magnífico que no tuviese sueño porque ahora estoy hiperdespierto y con un entusiasmo propio de un parvus en época de desarrollo. río para mí, estoy tan contento que hasta me salen chistes tontos.

*se queda trabajando hasta que el cuerpo aguante*

Es bastante temprano y no he pegado ojo durante toda la noche ¡pero está acabado! Acabo de pulir bien la pieza, la embuelvo en papel de corteza que hay por aquí y salgo pitando para dejarlo en la habitación antes de que se despierte.

*se va*

No habia vuelto a este lugar desde que me encontré aquel cadaver, pero había salido a dar un paseo y me quedé vagando por las inmediaciones.

La verdad es que ahora no tengo much que hacer, por lo que simplemente silvo

*se queda*

Entré en aquella especie de casita en la que nunca había reparado sin saber muy bien si tenía permitido el paso o si alguien se había dejado la puerta abierta por error. Sin embargo, cuando entré y vi a Silvanus deduje que no pasaba nada por estar allí, así que me tranquilicé un poco y sonreí.

- ¡Buenas noches! -saludé, alegre. Me sentía de un humor excelente.

Una vocecilla me sobresaltó un poco. - Hola pequeña!- digo dandome la vuelta nervioso. - Que susto me has dado - digo riendo y tirándole de una oreja para jugar con ella y picarla un poco.

-¿Que tal nana?- digo dandole un puñetazo suavito en el brazo, en signo de complicidad.

Cojo un farolillo y hago que Tristán lo encienda para ver mejor y, de paso, encenderme un cigarro, que hace tiempo que no fumo.

Río ante su saludo y me froto el brazo, aunque en realidad no me ha hecho daño.

- Bien, sin novedad -contesté a su pregunta-. Explorando nuevos lugares, que nunca había estado aquí -miré alrededor, con curiosidad-. ¿Qué tal tú? Hace bastante que no te veo... ¿Has ido a algún sitio?

La luz del farolillo me facilita la visión, y me desplazo por la estancia hacia ningún punto en particular. Parece una especie de taller de artesanía. Me recuerda vagamente al de Loksass.

- ¿A donde iba a ir? jajaja la verdad, no me apetece salir de Brontë. Se vive bien.- digo encogiéndome de hombros. La verdad es que la chiquilla era muy maja, pero las diferencias de edad hacían que no tuviesemos muchas cosas de las que hablar en comun.
-Y tu? has conocido a alguien nuevo? porque ayer conocí a un tal Collin y tiene un cerdito monísimo. Si lo ves, dile que te deje jugar con el. Ya veras que bien.
Termino mi cigarro y me asomo a la ventana, rememorando el dia de la lucha contra las bestias.

Me recorre un escalofrío.

-Has estado entrenando? porque esto se esta poniendo feo.-digo un poco mas serio. No se... ¿no sientes que estamos mas estresados que al principio?

Me encogí de hombros. Al igual que habíamos ido de misión aquella vez, él podía haber vuelto a ir... A mi forma de ver, la pregunta no era tan rara... Ante su pregunta, desvié a vista a un punto perdido del techo, intentando hacer memoria.

- Pues... Últimamente he conocido a un chrysos llamado Lyam de pelo verde, a una parvus llamada Elektra y a dos caeruleus, Zacharyas e Inger -enumeré-. Y... Creo que no me olvido de nadie. A ese tal Collin no lo he visto. Aunque supongo que ya coincidiremos -reí-. Vaya, poco a poco vamos convirtiéndonos en una gran familia, ¿eh? -comenté.

Sin embargo, mi sonrisa se borró cuando vi que el rostro de Silvanus se ensombrecía. Parecía preocupado...

- Bueno, yo... La verdad es que creo que el máximo momento de estrés que he tenido fue en la misión -expliqué-. ¿Ha pasado algo? Yo noto que todo sigue como siempre... -evadí a propósito la pregunta sobre el entrenamiento. Quizá debería empezar a plantearme el tomármelo en serio...

-Oh, que guay! has conocido a un monton. Por suerte o por desgracia los conozco a todos menos a Elektra... y la verdad, no es que me lleve muy bien con ellos. Zacharyas... Mithos me libre de encontrarme con el de nuevo. Es un tipo extraño.

-Si, una familia tan grade que ni siquiera nos conocemos todos - río.

-Bueno, la misión fue tensa si... y hablando de la misión, ¿Has visto a Thamerlein? (FDR: e__e conectese, maldita aether xD) es que hace tiempo que no se nada de ella.

Tiro el cigarro a una esquina y cojo a la joven por debajo de los brazos y la subo a mi espalda.

-¿Vamos a dar un paseo como en los viejos tiempos? por ejemplo... ¿Al lago?- digo sonriente.

*se van*

FdR: continuamos en el lago para que no quede esto suelto. A la noche te veo, juapa!

Me había metido en aquel sitio raro con Telma mientras llovía. El maldito tiempo hacía que la gente no saliese fuera, y aunque no era la primera vez que yo entraba dentro, me había acostumbrado mucho al exterior. No era que tuviese nada en contra del palacio, pero suponía que todavía no me sentía preparado, y que en el momento en el que lo hiciese podría entrar y salir de nuevo sin sentir aquella sensación extraña de estar fuera del lugar que me correspondía.

Suspiré.

-¿Cómo va la pata, Tel?

La bismonte mugió, pero no me miraba a mí. Estaba muy ocupada huelisqueando diversas herramientas. Qué inocencia, que hacía que no supiera qué era todo aquello.

-Eso es un martillo. Sirve para clavar cosas. Y eso es un dintel. Se usa para algo de detallar la madera, o así... Y eso es un cepirillo... O...

*tras un rato, se va*

Me desperté temprano. Lo cierto era que me había despertado varias veces a lo largo de la noche, entre sueños desagradables, pero aquella había sido la última. Inger dormía, aunque tampoco parecía muy tranquila. De todos modos, opté por dejarla descansar. Había pensado en muchas cosas la noche anterior y había tomado una determinación.

Llegué al taller poco después, sin haber comido nada. Lo cierto es que el hambre brillaba por su insistencia, de modo que no importaba. Enseguida me puse a apilar las cosas que necesitaría. Sabía de aquello por las viudas, que tantas veces me habían hecho arreglar algún mueble o así como excusa para luego...

En fin. Con todo listo, muy cargado, me fui.

*se va*

He tenido una idea. ¿Hasta qué punto es factible? Ni idea, pero por intentarlo... Al menos sentiré que sirvo para algo que no sea molestar...
Aprovechando que hoy no llueve voy al taller y me hago con un martillo, algunas piezas de madera y unos cuantos clavos. Por ahora debería bastar con esto...

Todavía me hace falta un papel grande, carboncillo y...
Nada. Con eso debería ser suficiente.

*se va*

Voy al taller, cargado con un paraguas en una de las manos y una bolsa de cuero con herramientas en la otra. Una vez entro, comienzo a colocar cada cosa en su sitio. Son, mayoritariamente, las que no necesitaré por ahora. No querría privar a otros de su utilización mientras yo no las estoy usando... Cuando vuelva a ponerme a construir volveré a por ellas. Pero creo que antes tendré que cambiar mi planteamiento.

Tras dejarlo todo en su sitio, miro la lluvia de reojo. No quiero volver a resfriarme, pero...

Inspiro, profundamente, y salgo fuera.

*se va*

Llevo trabajando ya buena parte de la tarde, siguiendo los planos que yo mismo he confeccionado, y me congratula decir que, si bien no soy un experto con martillo y sierra, está quedando bastante aceptable, aunque solo sea la primera prueba, el primer esqueleto, un prototipo. Mide cerca de metro y medio de envergadura, setenta centímetros de alto y la forma no está mal. Ahora necesito algo para recubrirlo, una membrana, pero eso no lo encontraré aquí.

Me apoyo contra la pared, secándome el sudor de la frente. Me he clavado varias astillas, y he descubierto lo que duelen los martillazos. Tengo dos uñas que seguramente se me vayan a poner negras... Vaya un desastre estoy hecho. Y, sin embargo, me siento bien. Ha sido un día provechoso. Aunque todavía quede un largo camino por recorrer.

Tras un breve descanso, tomo una de las lijas y empiezo a usarla en los bordes, para suavizarlos y redondearlos. No puede quedar ni una astilla. Las cosas han de hacerse perfectas o no hacerse, creo yo; al menos cuando se trata de este tipo de cosas.

Estoy un buen rato lijando, hasta que me siento conforme con ello. Luego cojo el esqueleto, recojo lo demás y me voy.

*se va*

De nuevo, una visita al taller para seguir con mi trabajo resulta indispensable. Se me han acabado los clavos, pero he decidido venir yo mismo para evitar darle más trabajo a los del servicio.
Al entrar, dejo el paraguas a un lado, en poco después ya tengo en las manos la caja de clavos, un rollo de papel de lija y alguna cosa más. Ahora, ahora que lo pienso, al mirar de nuevo el paraguas... ¿Cómo voy a taparme si, bueno..., solo tengo dos manos? Me encuentro en una posición algo compleja, diría yo... Supongo que lo mejor es calarse la capucha y correr.

Toca mojarse, vamos.

*se va*

Rebusco un poco en la oscuridad del taller. Es la primera vez que vengo, de forma que tengo que ponerlo todo patas arriba para encontrar lo que quiero: un cincel. El martillo, por suerte, lo he encontrado con más facilidad. Tarareo, mientras tanto, una cancioncilla pegadiza conocida por todos. Hoy, por ser mi cumpleaños, voy a hacer una buena acción, para que no se diga. Llevo tiempo pensándolo, dudando de si hacerlo o no, pero creo que es lo mejor; lo más respetuoso.

Para colmo, va a ser un día de mierda: que si Fenris viene, en principio, que si Gerald y Cierzo no vienen, en principio... No obstante, creo que hay algo diferente en mí de aquí al año pasado, y no es la ausencia de himen, así que no voy a darle más vueltas estúpidas.

Armada con las herramientas, abandono la caseta. Próxima parada...

*se va*

Abro la puerta del taller sin dejar que ella mire dentro. Primero tengo que asegurarme de que esté bien cubierto y de que no se vea nada… Bien. En cuanto tengo claro que la tela cubre perfectamente toda la estructura me asomo de nuevo a la puerta y permito a Massen que entre, con una sonrisa tímida en los labios. Con un gesto teatral, entonces, le muestro lo que he estado haciendo estos días. O no, porque tiene una tela encima. Pero le muestro el bulto y la idea es que ella tire, lo desvele, se lleve las manos a la boca y haga “ooh”, o algo semejante.
Bueno, esa era la idea cuando empecé a pensar en ello… Ahora no tengo claro siquiera sin entenderá lo que es a primera vista… Pero espero que sí. Espero no ser tan manazas como para que no se vea.

Especialmente porque me ha costado más trabajo del que esperaba. La madera pesa… Va a costar sacarlo por la puerta.

Seguí a Jun hasta el taller. Al parecer, ya tenía la "sorpresa" preparada, y yo sentía bastante curiosidad. Pese a todo, Jun se esforzaba por controlar mi impulso de precipitarme, y yo trataba de hacerle caso y esperar a que diera su visto bueno. Aunque, la verdad, tanto misticismo me impacientaba un poco.

Al final me dejó entrar, y pude por fin ver a qué venía tanto revuelo. O más bien no, porque lo único que había era un bulto tapado. Lo miré un momento, como si solo con contemplarlo fuera a saber lo que había debajo de la sábana, y al final acabé por acercar una mano, despacio, como temiendo una negativa por su parte. Pero la negativa no llegó, así que tiré de la tela y encontré...

-¿Un mueble? -pregunté, sorprendida-. ¿Qué es esto?

Mientras hablaba, lo iba rodeando, curiosa, y fue así como encontré que no era una simple caja de madera. Primero entreví una serie de mecanismos, y poco a poco fui viendo los componentes de aquel armatoste. Aunque seguía sin entender muy bien qué era.

-No me digas que has hecho tú este monstruo -comenté, divertida, curioseando en las piezas, aunque sin tocar demasiado-. Ahora es cuando me explicas para qué sirve.

Contemplo satisfecho mientras retira la tela, esperando su reacción. Y no puedo evitar una risa muda a su primera respuesta. Bien pensado, debí esperar algo como eso. No es como si hubiese escrito lo que es delante, o algo así.
La acompaño, de todos modos, para que vea la parte de atrás. Me ha costado meter todos esos mecanismos dentro, pero me las he arreglado para hacerlo. Hay un par de ellos que no pueden ser usados al mismo tiempo, pero eso ya lo arreglaré en la versión que haga más adelante si funciona, o algo así. De momento este artilugio me vale. O creo que me vale, porque yo solo no he podido usarlo. Es algo para dos, al menos.

Asiento con satisfacción, aunque lo haya llamado monstruo. Eso ha sido un poco cruel.

<<Entonces ayúdame a sacarlo. Así será más fácil>>, le explico, situándome en uno de los extremos para levantarlo.

Aún pesa, pero entre dos podremos. Lo que sí, habrá que sacarlo con cuidado, que no sé si pasará algo justo por la puerta. Son de esas cosas que uno no piensa a veces hasta que el mal ya está hecho…

No era que me aclarara mucho lo que él decía, pero empezaba a hacerme una idea de por dónde iban los tiros. Muy de su estilo. Desde la parte de atrás sí podía ver bien los mecanismos, incluidas las dianas. Parecían dianas, al menos. No me atrevía a tocar mucho, no fuera a estropear algo.

Pero cuando propuso llevarlo fuera fruncí el ceño, mirándolo con extrañeza.

-¿Tú crees que tú y yo podemos con esto...?

Pero parecía bastante convencido. Yo no veía claro ni que pudiéramos llevarlo ni que la puerta tuviera tamaño suficiente para sacarlo, pero no pensaba discutir con el ingeniero. Yo era la mano de obra, a fin de cuentas. Así que tomé el otro lado del armatoste y eché a andar hacia la puerta, con ciertas dificultades.

Bueno, al menos podemos levantarlo. No diría que holgadamente, pero tampoco es la peor cosa que he cogido en mi vida. Lo dejaré en que no nos hubiese venido mal la ayuda de algún guerrero fuerte, pero ya haré otro día una cosa para que sea más fácil llevarlo. Quizás un soporte con ruedas…
Pero bueno, por ahora la cosa es sacarlo.

Yo camino de espaldas, guiando, y dejo que ella empuje. Al llegar a la puerta y tras maniobrar un poco para conseguir girar el artefacto este por completo, para que esté en línea con la salida, empiezo a retroceder.
Parece que libra, pero por los pelos. Le hago una señal a Massen con la cara, de advertencia, para que vaya con cuidado, que como se vaya chocando a lo mejor se rompe algo, ya sea el invento o la puerta…

Uf, un poco más…
Lo cierto es que cansa, eh. Hacer esto media hora al día debe de servir como ejercicio de pesas por lo menos.

Poco a poco fuimos sacando la maquinaria de la habitación. Me daban ganas de darle alguna advertencia a Jun, que encima de ir de espaldas pretendía ser el guía. ¡Pero si veía yo mejor que él por dónde íbamos! Y eso que, con aquel madero delante, tampoco era que viera mucho. El caso es que él parecía avanzar bien. Más o menos.

Pesaba, pero podíamos con él. Al llegar a la puerta, tuvimos que avanzar con mucho cuidado, porque apenas pasaba por el marco. Pero, despacio, sí pasaba, así que lo fuimos sacando poco a poco. Seguía preguntándome adónde pretendía Jun que lo lleváramos. Por el momento, me tocaba cargar hasta que él dijera.

*se van*

Kurage necesita atención constante, por lo que cuando no estás dormido, te adueñas del apartado taller y trabajas en tu marioneta durante horas, las cuales se te pasan volando.
Ojalá Kurage necesitase comer todo el rato, así tú estarías en el comedor con la gente y no apartado como un bichito en un taller que, por cierto, está bastante desordenado, por lo que entre sueño y sueño, te dedicas a ordenarlo un poquito y a mejorar constantemente el aspecto de Kurage con el fin de darle el máximo realismo posible.

Has tenido hasta que aprender a coser y a bordar para que todos los encajes de tu enorme marioneta queden perfectos.


*Trabajas*

Ya se ha hecho de noche, será mejor que vuelvas.

*te vas*

Hacía mucho frío fuera por la nieve. Había incluso pensado en decirle a Lea que me dejase el amuleto por aquel día, porque iba a salir pero no a hacer ejercicio, pero al final se me había olvidado y luego no había querido perder un segundo. Porque entre que la buscaba, la encontraba, la veía, se lo pedía...
Yo siempre me acababa distrayendo con Lea, y no podía ser el caso, de modo que me había armado con una capa gruesa y mi valor para ir hasta al taller. Alguna vez había practicado antes, pero no en serio como esperaba hacerlo aquella, y tendría que esforzarme mucho porque se lo había prometido a Rheon en su momento.

Llevaba conmigo varias piedras y el colgante de velocidad que me había hecho. Las piedras no eran como la gema, pero había buscado varias distintas para tener diferentes durezas y, de aquella forma, poder practicar lo mejor posible. Y también llevaba las gafas, claro, para no perder detalle. Y allí contaba con más herramientas de las que pudiese imaginar. Y comencé con una, como había hecho en su momento, convirtiendo la piedra grande en una más pequeña y manejable, sacando los trozos que faltaban con el ejemplo al lado, hasta dar con una de tamaño similar, aunque algo más grande. Luego, con un cincel más pequeño empecé a darle mejor la forma, pero la piedra debía de ser demasiado frágil porque la partí por un lateral al dar un golpe algo más fuerte, lo que me arrancó una breve blasfemia y empecé de nuevo con una distinta.

No sé cuántas horas pasé allí repitiendo el trabajo, destrozando algunas de las piedras ya al principio y consiguiendo con otras llegar a la segunda fase. De aquella en adelante, muchas veces lograba darle una forma aceptable con el cincel y luego lijando para lograr la superficie lisa. Era un trabajo hastiante, desde luego. Tenía que estar muy atento a las formas que quedaban, y al final siempre había una que era un poco grande, o pequeña, o picuda o irregular... No obstante, hacia el final ya podía coger algunas que parecían aceptables comparadas con el modelo.

Suspirando, tomé una nueva piedra, algo más dura, y comencé de nuevo. Aquella era verdosa, un cristal bastante bonito, así que esperaba no estropearla como había hecho con otras muchas. Pero también era más dura y difícil de trabajar.
Con el cincel le iba puliendo los salientes, como había hecho con el resto, con mucho cuidado y golpes firmes pero no violentos. Era un trabajo tan delicado como lo podía ser la pintura o el bordado, estaba seguro.

Tarde un buen rato en hacer aquel último, pero me sentí bastante satisfecho con el resultado. También hice un collar con la piedra en aquel caso y me lo guarde en el bolsillo. Quizás no era lo más delicado del mundo, pero podría ser un regalo que había hecho con mis propias manos. Aunque no fuese a ser demasiado apreciado, seguramente, por una dama que yo me sabía.

*se va*

Kyoti casi ha olvidado ya la piedra que había conseguido. Es por eso por lo que, cuando se la encuentra por la mañana en el bolsillo de una capa, siente una vergüenza terrible por su irresponsabilidad, y decide no dilatar más la tarea de darle forma. Sabe que hay un taller en Brontë y allí se dirige, dispuesto a practicar.

Por suerte, Kyoti ya cuenta con una piedra igual en la que basarse. Y, aunque no cuenta ya con alguien que lo supervise, ni las herramientas de que Brontë dispone no son exactamente las mismas que las que Rheon le ofrecía, el chico se siente optimista ante la perspectiva de crear un nuevo anillo.

Recorre la sala para buscar las herramientas que, cree, le vendrán mejor. A continuación se sienta frente al banco y comienza a trabajar con un cincel más o menos grueso. Lo primero, recuerda, es retirar los trozos de piedra sobrantes, que lo incomoden a la hora de trabajar. Solo después podrá centrarse en modelar el anillo.

*Se queda trabajando*