Taller

Kyoti parpadea, confuso. Pese a todo, sería incapaz de llevarle la contraria. Además, podría hasta ser ofensivo.

─Bueno, es decir, me refería a, ya sabes, o sea, por la luz... la falta de luz... ─trata de explicar de todas formas.

A su petición, se palpa los bolsillos, extrañado, buscando una cajetilla que en realidad nunca lleva. Abre la boca, dispuesto a disculparse por no tener él cerillas que ofrecerle, cuando cae en la cuenta de lo que le está pidiendo realmente. Siente que se le seca la garganta y se le suben todavía más los colores, y da gracias por haberse dado cuenta antes de haber verbalizado su ridículo.

─¡Cla-claro...! ─se corrige, aturdido por su propia torpeza. Y conjura─: Flagrare.

La llama es pequeña, diminuta, que en otras circunstancias lo avergonzaría enormemente. Por suerte, no hace falta una llama muy grande para encender un cigarro (casi mejor que sea pequeña), así que por una vez su inutilidad resulta últil, paradójicamente.

Siente una pequeña corriente de calor en el estómago ante la preocupación que demuestra el piscis.

─Bueno, es decir, la verdad es que, en fin, me he dado cuenta, pues eso, porque, como dices, me estaba empezando a doler... los ojos y... y un poco el cuello ─explica─. Pero, bueno, es que, en realidad, estaba tan... concentrado en lo, bueno, en lo que hacía, que ni me he dado cuenta de que, ah, de que me quedaba sin... luz.

Siente un peso sobre la cabeza, de pronto, y no puede evitar encoger los hombros y dejar el cuello muy tieso. Mira hacia arriba, lo poco que es capaz, con la cabeza inmóvil. Es el pájaro, ¿no? Nunca ha tenido un pájaro encima y no se atreve a moverse, no sea que provoque un accidente.

Johan espera pacientemente mientras Kyoti se palpa los bolsillos. Por un lado, le extraña, pero por otro, no considera que él sea nadie para juzgar a otros. Finalmente, cuando le ofrece una llama, se acerca un poco para encender lo que queda de su cigarro y asiente, conforme.

-Muchas gracias. La verdad es que resulta útil tener siempre fuego a mano.

Lo ha pensado muchas veces. Ser piscis tiene lo suyo, con eso de poder nadar rápido y sumergirse durante mucho tiempo. Pero tener fuego es de lo más práctico. Después de sumergirse siempre se le estropean las cerillas. Aunque lo que de verdad le gustaría a Johan es tener alas.

Cuando Kyoti le explica lo concentrado que estaba, Johan ladea la cabeza muy levemente. Un mechón de pelo se le cruza delante de la cara y le hace cosquillas, lo que he hace sacar el humo por la nariz en un resoplido.

-¿Y qué hacías para estar tan concentrado? -inquiere, con sumo interés.

La tensín del flamma, repentina, le hace reír un poco. Con calma, extiende la mano hasta su cabeza, la misma con la que le ha dado un premio, y con un pequeño saltito el esmerejón pasa del pelo de Kyoti a los dedos de Johan. Deja ir un chillido suave.

-Te pide perdón por asustarte -traduce Johan. Aunque cree que lo más probable es que quiera más carne.

Kyoti se encoge de hombros, tímido, con un amago de sonrisa que no se atreve a expresar del todo. No considera que su fuego, tan débil siempre, sea el más útil, pero supone que, a falta de algo mejor, nadie le haría ascos. O eso espera.

Cuando Johan pregunta, Kyoti vuelve la vista a su mesa, de reojo, aún sin moverse. No puede evitar darse cuenta de que estaba conteniendo el aliento hasta que la rapaz ha dejado su cabeza en favor de la mano de Johan. Sonríe, algo nervioso. Tras un momento de duda, se dirige lentamente hacia la mesa de trabajo, meditando si no es un poco vergonzoso presentar su pieza, que realmente no vale nada. La toma en las manos, finalmente, y se vuelve hacia Johan, tendiéndosela con aire vacilante.

─Es, hum, un... una funda ─explica─. Para un puñal ─carraspea, enrojeciendo─. No es... No es que tenga ningún puñal que guardar dentro ni nada, realmente, bueno, es decir... Solo... Solo la estaba haciendo por pasar el rato. Supongo... Quizás pueda donarla al palacio o... no sé, o dársela a alguien... alguien a quien le pueda hacer falta. Supongo.

La verdad es que se había puesto a trabajar sin pensar en qué va a hacer con ella una vez terminada. Es algo que le pasa bastante a menudo.

Cuando Kyoti le tiende su creación, Johan acerca su mano libre para tomarla, vacilando un momento por si la retira. La examina cuidadosamente. Lo cierto es que se nota que le ha puesto empeño: la forma está muy bien, los acabados son profesionales... Eso sin ser él, ni mucho menos, un experto al respecto.

-Ehtá muy bien -le dice, con dificultad, ya que al tener a Dardo en una mano y la funda en la otra debe sujetar el pitillo con los labios para que no se le caiga-. ¿Bero hueles edicarde dan en cuer'o y alma a broyectos sin saber qué harás con ellos deshués?-. Se la devuelve, liberandose al fin del estorbo de su boca-. También podrías encontrar un puñal para quedártela tú -propone.

Es quizás lo que le sería más provechoso. Aunque por poder, puede hacer muchas cosas con ella.

Enrojece nuevamente, más si cabe, ante la pregunta. Es un poco estúpido por su parte, ¿no? Y demuestra poca organización. Se plantea lo del puñal, dubitativo. De base, no es mala idea, pero si tuviera que conseguir armas y herramientas para todas las artesanías de cuero en las que trabaja por pasar el rato, acabaría teniendo demasiadas posesiones.

─Bu-bueno, no diría... no diría en cuerpo y alma, era, más bien, a ver, por... por pasar el rato y eso ─explica, consciente de que como razonamiento es un poco vago─. Supongo... supongo que podría, pero es... Bueno, ¿tampoco sé si necesito un puñal? ¿Tú tienes algún puñal? Digo, a ver, por que, bueno, si te... te puede venir bien, pues. Te lo puedo dar. Solo ha sido, bueno, eso, quería... quería pasar un rato sin... pensar... en... nada.

Eso último tampoco hacía falta que lo dijera, a ver a qué ha venido.

Johan se encoge de hombros. Lo cierto es que no ha pensado en tener un puñal tampoco. Una sonrisa acude de pronto a sus labios y no puede evitar hablar.

-Yo no tengo un puñal, pero tengo un Dardo -comenta, con cierta satisfacción en la voz. Su hermana pía en su mano al oír su nombre-. Pero nunca la metería en una funda. Eso sería un poco cruel -razona, intentando apaciguarla.

La verdad es que Kyoti parece desanimado. Johan no entiende por qué. Su funda está muy bien, ha hecho un buen trabajo.

-Seguro que a alguien le sirve. Podrías venderla. O podría ser un buen regalo. El Palacio está lleno de puñales. Y seguro que no te viene mal uno, si no. Por si necesitas un arma que esconder fácilmente, por ejemplo.

Debería aplicarse el cuento. Esas garras que tiene no son lo más sutil del mundo, y colarlas en situaciones delicadas es difícil. Pero a él le bastan sus puños, si hace falta.

Kyoti responde al comentario con una sonrisa un tanto temblorosa, intentando decidir si ha entendido o no la ocurrencia, volviendo la vista brevemente hacia el ave.

Asiente, pensativo.

─Venderla... no creo. Es decir, podría, pero. Creo que no quiero ─trata de explicar─. Pero sí. Es decir. Preguntaré. Supongo. Por si... por si es útil.

Lo de coger un puñal, así sin más, le parecía tener un poco de morro de más. Por lo que sabía, las armas no las regalaba Brontë, sino que se obtenían en misiones o a través de transacciones personales. Y tampoco sabía si sabría usar un puñal, salvo que fuera para pelar un cadáver o algo así.

Johan ladea un poco la cabeza. Entiende que no quiera venderlo si le tiene aprecio. Pero entonces no entiende por qué se lo regalaría a alguien como él, que simplemente acaba de aparecer. Da una calada al cigarro, pero no le queda tabaco y se ha apagado, por lo que guarda en un bolsillo la colilla para tirarla luego.

-También te lo puedes quedar -se le ocurre, de pronto-. Quizás es una señal. Quizás un puñal venga a ti, para que lo guardes ahí. O quizás alguien que necesita una funda. Deberías probar. A veces las cosas se ponen solas en su sitio -comenta, con un deje soñador.

No sabe si cree en que las cosas "se pongan en su sitio" o simplemente en que si tienes una funda para un puñal y encuentras un puñal te acabas convenciendo de que ha sido el destino.

Suelta una risa suave, espontánea. Niega flojito con la cabeza. ¿Por qué iba a llegar a él un puñal de pronto, así, de la nada? Aunque, bueno, esas cosas pasan, supone. Pero tampoco es motivo para quedarse esperando con una funda vacía.

─Realmente, bueno, a ver, si... Si necesito una, es decir, si hubiera. Un puñal. Y llegase a mí. Siempre... siempre puedo hacer otra, ¿no? ─razona─. Pero... bueno, quiero decir, siempre estoy así, ¿sabes? Haciendo... bueno, trabajos con cuero, o curtiendo o... Me refiero a qué, o sea, es por gusto, pero. No me lo puedo quedar todo. Sería... No sería buena idea.

Vuelve a mirar la funda. En realidad no es un tema tan relevante para las vueltas que le están dando. Como si lo deshace y reutiliza el cuero para hacer otra cosa. No es importante.

─Supongo que... sí, es decir, que puede haber alguien. Alguien que lo necesite ─coincide.

De pronto se le ocurre algo y alza de nuevo la vista hacia Johan.

─Perdona, estabas... ¿Venías a hacer algo? Es decir, al taller.

De modo que es todo un artesano. Johan se cruza de brazos y asiente, interesado. Debido a ese gesto, Dardo se ve obligada a revolotear un poco sobre ellos y termina posada en el techo del taller.

-Supongo que entonces lo mejor sería que buscases a alguien para dárselo o donarlo a Brontë y... Sigo sin saber por qué no lo vendes. Podrías hacer un trueque por algo-. Se le ilumina la cara de golpe-. Podemos hacer una cadena. Empezando con eso podemos ver qué se puede llegar a conseguir.

Eso podría ser divertido. Como una aventura. Está ya dándole vueltas a cómo podría terminar teniendo un carro o un castillo cuando Kyoti lo devuelve de nuevo a la realidad.

-¿Yo? -. Asiente-. Venía a fabricar una rodela. Pero quizás es algo tarde.

Kyoti vacila, buscando las palabras con las que explicarse.

─En... en mi pueblo, en Ignis, era curtidor ─comienza─. Es... el negocio familiar. Pero aquí soy un guerrero. Es decir, sigo, bueno, haciendo estas cosas, pero. No son mi trabajo. Son... Lo hago en mi tiempo libre, porque me apetece. Si... Si me pongo a venderlo, estaría... convirtiendo el tiempo libre en más trabajo. Por eso... Bueno, prefiero regalarlo, creo.

Parpadea un par de veces, sorprendido y confuso por la respuesta de Johan. Se hace un poco a un lado, sin seguridad.

─Perdona, yo... ya había acabado, así que, te dejo... te dejo el sitio. ¿Si quieres?

En ese momento Johan sí lo entiende. Entiende sacar rendimiento a algo que le divierte, pero al final él prefiere hacer lo que quiere, ser como el viento. Ojalá Kyoti pudiese construirle unas alas de cuero y pudiera elevarse con ellas hasta el sol. Solo de pensarlo se le erizan los pelos de la nuca.

-Si alguna vez haces esas alas, estaré dispuesto a pagar por ellas -le dice, con total sinceridad.

A lo otro niega. No es como si él supiese hacer una rodela, para empezar. O como si tuviese madera suficiente. O como si supiese utilizar las herramientas o cuáles son.

-Quizás mañana. Sí, mañana. Iré a descansar para levantarme bien temprano y aprovechar la luz del día.

Se le mantiene la expresión neutra, no tanto por falta de reacción como por no saber cómo reaccionar. Lo piensa un momento, hace sus cálculos, se imagina qué puede suponer eso. Acaba bajando la mirada, avergonzado.

─N-no sé si podría ─murmura, casi más para sí que para su compañero.

Parece que, finalmente, no quiere empezar ahora su trabajo. Kyoti asiente. No sabe a qué habrá dedicado el día Johan, pero tampoco le parecen horas para ponerse a trabajar en el taller.

─Yo también me iba, así que te acompaño ─anuncia. Y abre los ojos de par en par─. ¡S-si te parece bien!

Por lo visto, le parece bien, así que Kyoti apaga la luz y ambos abandonan el lugar.

*Se van*